Como lo prometido es deuda, aquí dejo la historia de hoy. Dentro de las notas que perdí ayer porque mi internet decidió ser basura decía que tanto el capítulo de ayer como el de hoy son de mis tramas favoritas. De hecho, "Piedritas en la ventana" fue el primer capítulo que escribí, y este el segundo.

¡Espero que lo disfruten!


Viernes-Lenguaje floral

Mesaggio*


Todo empezó el día en que Will tuvo la no tan brillante idea de regalarle a Nico un ramo de girasoles.

Podrían haber sido rosas, pero Will quería demostrarle al hijo de Hades lo especial que era para él, así que las rosas habían perdido su encanto, lo mismo que las margaritas y los tulipanes.

Por supuesto, tampoco ayudaba el hecho de que Nico insistía en que regalarle flores era una estupidez, no sólo porque eventualmente las flores de los ramos tendían a secarse, sino porque él en particular, por ser hijo de Hades, marchitaba a las plantas tan pronto las tocaba. La verdad, Will sabía que eso era una exageración.

Cierto, Nico podía llegar a marchitar las plantas a su alrededor si perdía el control de sus poderes, pero eso no había sucedido desde que la guerra contra Gea. Además, Will estaba convencido de que Perséfone había bendecido a su hijastro hacía mucho tiempo, así que no, Nico no debería tener más complicación que el propio Will cuando se trataba de la jardinería.

Por lo tanto, toda esa verborrea acerca de que a Nico se le secaría cualquier planta que Will le regalara no eran sino viles mentiras.

Así que Will le había regalado un ramo de girasoles, lo que provocó que Nico primero lo golpeara con las flores y luego intentara ocultar su sonrojo detrás de ellas.

Paralelamente a ello, Nico insistía en que debía remodelar su cabaña, pues, de acuerdo a él, esa pintura negra de la fachada, el fuego griego de la entrada y los ataúdes que quienquiera que hubiera diseñado el edificio había puesto en lugar de camas sólo contribuían a la terrible reputación que tenían los hijo de Hades. Rodando los ojos Will le había repetido hasta el cansancio que ese "alguien" había sido el mismo Nico, casi tres años antes. Nico se negaba a reconocerlo.

Como muestra de apoyo, Will había accedido a ayudarle a remodelar, aunque para eso hubiera decidido tomar en cuenta la opinión de Katie y no la de Nico.

Ahora que las cosas se habían regularizado un poco, Nico había adquirido la costumbre de viajar al Campamento Júpiter por lo menos una vez al mes para encontrarse con Hazel y Reyna, así que Will aprovecharía esa oportunidad para sorprenderlo. No podía esperar.

—*—*—

Cuando Nico volvió a su cabaña al día siguiente, no hubo manera de que no se fijara en los cambios que habían ocurrido en su cabaña.

La pintura negra de la fachada no había desaparecido, pero las antorchas de fuego griego ya no montaban guardia en la entrada. En su lugar, debajo de cada una de las ventanas de la cabaña ahora había pequeños arbustos, por lo menos cuatro de ellos, todos cargados con flores.

―¿Qué demonios? ―se le escapó al tiempo que fruncía el ceño. Esto tenía que ser algún tipo de broma, pensó de inmediato. Excepto que, por lo general, la gente que se dedicaba a hacer bromas no se tomaba el tiempo de plantar flores en la casa de la víctima.

Nico rodó los ojos, esta debía de ser una idea extraña de Lou o de Sam, una chica nueva, hija de Iris. Ni hablar, ya les pediría explicaciones más tarde, de momento todo lo que quería hacer era darse un baño y dormir un rato. No se lo diría a Will, quien seguía histérico por todo el asunto de los viajes de sombras, pero lo cierto era que aun entonces, más de ocho meses tras la derrota de Gea, viajar de punta a punta del país lo dejaba exhausto.

Tan pronto entró en la cabaña, Nico se quitó los zapatos y sin siquiera molestarse en cambiarse de ropa, se acostó a dormir.

Varias horas más tarde lo despertó la caracola del campamento, llamando a la comida. Otra cosa para no decirle a Will: tenía razón, dormir y un buen almuerzo lo hacían sentirse mejor casi de inmediato.

Durante la tarde no ocurrió nada excepcional, salvo, quizás, el hecho de que Will parecía estar más radiante que de costumbre. Nico gruñó; debía de ser el cansancio que le hacía ver cosas extrañas.

Sin embargo, aunque Will parecía estar dando pequeños saltos de emoción en su banca, el hijo de Apolo no dijo nada, por lo que Nico tampoco preguntó qué era lo que lo tenía tan inquieto.

Fue hasta más tarde esa noche, mientras se pasaba una toalla por el cabello húmedo que Nico encontró otra cosa extraña en su cuarto: una nota colocada en el centro de su buró, apenas iluminada por la tenue luz que llegaba por la puerta entreabierta del baño.

―¿Qué hiciste ahora, Samantha? ―se les escapó entre dientes al tiempo que lanzaba la toalla a su cama.

En silencio, Nico tomó la nota, arqueando una ceja cuando se dio cuenta de que la imagen en la parte delantera de la tarjeta era, en realidad, una fotografía de los arbustos que había debajo de sus ventanas.

Por primera vez, Nico le prestó atención a las flores que había visto esa mañana: eran pequeñas, no más de cinco centímetros de anchura, los pétalos delicados y delgados, el centro de un rosado intenso que se hacía más claro en los bordes hasta volverse blancos. En itálicas, sobre la imagen de la flor, grandes letras negras leían: «Azaleas».

Con una extrañeza creciente, sólo desmentida por la sonrisa en sus labios, Nico abrió la nota, que hasta entonces había sostenido doblada por la mitad; antes de que la tomara, la nota se había mantenido sostenida, pues su pliegue formaba un perfecto triangulillo en el buró.

En el interior, había instrucciones, y la lectura empezaba con: «La Rhododendron, comúnmente conocida como azalea es un arbusto de la familia de las Ericáceas. Florecen en primavera, a menudo sus flores duran varias semanas. Tolerante a la sombra, prefieren vivir cerca o debajo de los árboles.»

Al otro lado había sólo una frase en itálicas, las palabras centradas en el papel color crema: «Cuida de ti mismo por mí. Frágil pasión», se leía entre comillas y, después, con la apresurada caligrafía que Nico conocía de sobra por haberla leído en decenas de recetas: "Will".

Nico sonrió, fijándose por primera vez en el sello de la florería que estaba impreso en la esquina inferior izquierda: Áurea. Parecía que no había sido una broma de Samantha después de todo.

Ni hablar, tendría que visitar ese vivero pronto, aunque sólo fuera para confirmar que Will había perdido la razón definitivamente, obsequiándole no una, sino cuatro plantas a un hijo de Hades.

—*—*—

Visitar la floristería resultó ser más interesante de lo que Nico había previsto.

La tienda resultaba particular porque no se vendían flores por sí solas, sino que había todo tipo de plantas en macetas, grandes, pequeñas y medianas. Nico hizo una nota mental de invitar a Perséfone al vivero; seguro que le gustaría el lugar.

Al parecer, Áurea creía fuertemente en el significado de cada una de sus plantas, así que, colgado de sus macetas había una nota idéntica a la que Nico había encontrado en su buró, con el nombre común e imagen en la parte frontal, su nombre científico y cuidados en el centro, y su significado en la parte trasera.

Al final, tras varias horas, Nico se encontró con la planta que ni siqueira sabía que había estado buscando, la que encajaría perfectamente con Will. Estaba sonriendo tanto que, de pie en la fila para pagar, ni siquiera se dio cuenta de que las flores de la pequeña maceta en sus manos no se habían marchitado ni siquiera un poco.

Pasaron un par de días antes de que Will se diera cuenta de que algo había cambiado. Con toda sinceridad, Nico no lo culpaba, pues él mismo había tardado varias horas en fijarse en la pequeña nota al lado de su cama, sin tener su cabeza ocupada por tantas cosas como Will.

Finalmente, al tercer día, el médico jefe del Campamento Mestizo cayó en la cuenta de que alguien había dejado un pequeño obsequio sobre su escritorio en la enfermería.

A diferencia de Nico, Will no tenía ninguna razón para dudar del remitente de tan sutil mensaje. Quizás lo más correcto era decir que, a diferencia de Nico, él había estado esperando una respuesta.

Para cuando Will por fin se arrancó a sí mismo de su sorpresa, el hijo de Apolo sonreía tanto que era sólo cuestión de tiempo para que comenzara a brillar. En el sentido literal de la palabra. Era ridículo, pero Will se dio cuenta de que su mano temblaba cuando la extendió para tomar la cerúlea maceta de cerámica.

Esta vez, las flores eran mucho más sencillas, sólo cinco pétalos blancos, separados uno del otro por varios milímetros. Al centro se formaba un círculo morado claro con los pétalos, y delgadas líneas lilas decoraban el blanco níveo de la flor. Las hojas, pequeñas y aterciopeladas, eran de un verde intenso, con tres puntas redondeadas.

De uno de los tallos de la planta colgaba una etiqueta: «Violetas blancas», se leía en letras grandes.

Honestamente, Will tendría tiempo para leer todo acerca de las violetas blancas después. Ya averiguaría con qué frecuencia debía regarlas, ya leería que, de preferencia, no debía mojar sus hojas de terciopelo. En ese momento, todo lo que Will quería era saber por qué Nico las había escogido para dárselas.

En la parte trasera de la tarjeta, impreso en cursivas, podía leerse: «Démosle una oportunidad a la alegría».

Will sonrió, abriendo, ahora sí, la tarjeta para estudiar las instrucciones sobre los cuidados de su nueva planta. Quizás hacerle caso a Katie no había sido tan mala idea.


*1: Messaggio: es italiano, como siempre y significa "mensaje". Sí... no se me ocurría un buen título.

Ahora, cuando empecé a organizar la Semana Solangelo el asunto no era tan grave, pero entre las cosas que descubrí este año... resultó ser que me gusta la jardinería. Siempre me ha interesado el lenguaje de las flores porque en el fondo soy cursi a más no poder, sin embargo, durante toda mi vida pensé que cuidar plantas debía ser algo muy aburrido. Claramente no sabía de lo que hablaba.

Este año le dio a mi papá por arreglar el jardín, pero la que terminó cuidando a las plantas fui yo así que... ahora les agarré cariño. Las azaleas me encantan, aunque nunca he tenido unas, y si a alguien le interesa, durante la Época Victoriana las violetas africanas eran usadas entre mujeres lesbianas y bisexuales para expresar su interés en una relación amorosa, así que... me parecieron perfectas para estos dos.

Si a alguien le interesa ver fotos de mis plantas, díganmelo en los comentarios y convénzanme de subirlas a Facebook (Karen Hikari, igual que aquí, mi foto de perfil es una chica de lentes rojos leyendo).

¡Gracias por su paciencia y... nos leemos mañana!