Este... hola... ¿me recuerdan? Primero que nada, sé que les debo una gran, gran, gran disculpa, cosa que se sobreentiende debido a que estoy publicando este trabajo casi una semana después. No tengo una buena excusa, pero se las diré de todas formas. Sucede que empecé a escribir esta historia el domingo mismo que se entregaba. Ya saben que no sé manejar mi tiempo y que soy un desastre andante.

Paralelo al poco control que tengo sobre mi vida, resultó ser que tuvimos visitas. En realidad, lo más común es que pase tanto Navidad como Año Nuevo solo con mi familia inmediata, es decir, mis padres, mi hermana y mi abuela. Este año, para las dos celebraciones recibimos a unos amigos y bueno... En realidad, yo creí que tendría suficiente tiempo como para escribir el resto de la historia una vez que se fueran. La velada se alargó y para cuando se retiraron ya eran las diez de la noche.

Así que tenía dos horas para escribir, editar, corregir y publicar la historia. Sentí mi karma y mi déjà vu perseguirme mientras mi mente regresaba al especial de Navidad. Así que tenía dos opciones, o repetía la hazaña del domingo pasado y publicaba una historia escrita a la carrera y cuya idea general me gustaba pero con cuyo resultado me sentía algo inconforme (por la vaga sensación de que "pudo haber sido más"), o sencillamente escribía la historia que quería compartir con ustedes.

Además, como esta era la última historia de la Semana Solangelo quería que fuera especial, ¿saben? Incluso más que las otras.

Después de eso se fue el internet un par de días y yo tuve que salir de la ciudad, lo cual quizás no hizo una diferencia muy grande porque terminé esta historia apenas hoy.

Así que... me disculpo de nuevo, pero espero que esta historia larga sea más convincente que mis excusas. Les prometo que sí me esforcé e incluso hubo algo de investigación para que este capítulo llegara a ustedes de esta forma.

Este es su regalo de Reyes... ¡felicidades!


Domingo-Especial Año Nuevo

Cenas familiares y juegos de mesa


De entre todas las cosas que Will había planeado hacer ese año, viajar al Mundo de los Muertos no era una de ellas. Y quizás el ser semidiós le impedía pensar en la muerte como algo lejano, puesto que incluso llevar al parque a sus hermanos mortales podía convertirse en algo peligroso, si para su mala fortuna un monstruo captaba su legado divino.

Sin embargo, en ese momento el verdadero peligro no eran las empusas con las que pudiera encontrarse.

Resultó que su primer viaje al Inframundo no fue tan... tétrico. Por lo menos, Will no había muerto. Bueno, no en el sentido literal de la palabra, porque lo cierto era que se sentía morir de vergüenza.

Había cometido el error de llamar a Lou Ellen dos días antes, sólo para que su fiel amiga se riera a carcajadas de su triste situación. Si se hubiera tratado de un teléfono mortal, Will estaba seguro de que hubiera tenido que apartar el auricular de su oído para no quedar sordo. Con los gritos que daba esa mujer… Dado que era un mensaje Iris, todo lo que Will pudo hacer fue rodar los ojos y esperar a que Lou terminara.

―¡No lo puedo creer! ―consiguió articular la muchacha después de un rato―. Ay, sí, ahora no sabes qué hacer, pero todo el bendito año no pudiste cerrar la boca. Todo era "Lou, ¡es que es tan guapo!", "Lou, ¿ya lo viste invocando zombies en la arena?", "Lou, le voy a pedir que salga conmigo".

―Bueno, era un poco diferente invitarlo a salir que ser invitado a la cena de Año Nuevo con su familia que, cabe resaltar, ¡va a ser en el Inframundo!

―¿Qué quieres que yo te diga? ―replicó Lou, pasándose una mano por el desarreglado cabello―. Nunca me ha pasado una cosa así porque estoy soltera y porque no me he fijado en el hijo del dios de los muertos.

―Sí, bueno, esperaba que tuvieras algún consejo ―suspiró Will―. No sé, a veces hablas con las hijas de Afrodita o algo.

―Si querías una hija de Afrodita debiste de haber llamado a Piper. O a Drew, tengo entendido que es amiga de Nico ―consideró ella―. Además, tú no necesitas ayuda con el amor en sí mismo. Digo, al final de cuentas estás saliendo con la persona que querías, ¿no? Lo que tú quieres es tener la seguridad de que sus padres no van a querer matarte cuando acabe la cena, ¿me equivoco?

―No. Quiero decir... sería bueno que Hades no me quisiera muerto...

―Exacto, tú lo que quieres es la bendición de Hades y Perséfone para salir con Nico, eso es todo ―continuó Lou―. Quieres estar seguro de que todo va a salir bien pero, Will, ¡por favor! Somos semidioses, ¡nunca tenemos la seguridad de nada!

―Gracias, Lou... eso es exactamente lo que quería escuchar ―bufó el hijo de Apolo.

―No me mires así, Will ―rió ella nuevamente―. Lo que quiero decir es que no hay nada seguro. Sí, puede que Hades te odie, pero ese es sólo el peor de los casos. También puede ser que tanto él como Perséfone te adoren y recibas su bendición y todos sean felices, fin.

―Lou...

―Lo que quiero que entiendas es que no vas a saber qué va a pasar si prefieres hacerte bolita aquí y preocuparte por algo que tal vez ni siquiera pase ―lo cortó la hija de Hécate―. Si Nico te está invitando es porque confía en ti y cree que puedes hacerlo.

Por primera vez, Lou le ofreció una sonrisa sincera, de esas que le recordaban a Will por qué le seguía hablando a pesar de tenía tendencia de tomárselo todo a juego.

―Gracias ―Will consiguió decirle.

―Cuando quieras ―Lou le guiñó un ojo―. Que, te diré, no entiendo por qué me llaman a mí cuando tienen problemas con su pareja. Estoy soltera como yo sola.

―Sí, bueno, la otra opción era Cecil, así que...

―De acuerdo, en tu caso se entiende ―ella rodó los ojos con cariño―. Bien, si no tienes más preguntas estúpidas te dejo. Papá va a ahorcarme si no bajo a ayudarle con la cena.

―¿Estás en Nueva Jersey? Pensé que te habías quedado en el campamento.

―Bueno... decidí volver a intentarlo con papá y Elizabeth...

―Oh ―se le escapó a Will. Desde que conocía a Lou, ella había sido una residente de año completo en el campamento. Si estaba pasando las fiestas en casa de su padre, seguramente ella estaba más nerviosa que él―. Suerte.

―Sip ―asintió Lou―. Parece que los dos vamos a necesitarla.

Y así, Will colgó. Quizás Lou tenía razón y todo lo que necesitaba era ser objetivo. Ya estaba saliendo con Nico, ¿cierto? ¿Qué era lo peor que podía pasar?

—*—*—

Por más que intentó mantener la calma, todo sirvió de poco la mañana del 31 de diciembre. En instancia, Will no tenía la menor idea de qué ponerse. Si hubiera llamado a Nico, él probablemente le habría dicho que estaba siendo un idiota y que no había razón para que importara tanto cómo iba vestido.

Claramente, Nico no entendía la inquietud de Will. Quizás porque Nico sólo había conocido a su familia mortal, no a los mismísimos Señores del Inframundo.

Así que, después de mucho pensarlo, Will había terminado por llamar a Melissa para que le ayudara a escoger su atuendo. En un inicio, Will había pensado que Melissa era mejor opción que Lou Ellen... hasta que su prima también se rió de él. Will la excusó porque ella no sabía quiénes eran los padres de su novio.

Al final, Will decidió usar una camisa azul rey y un pantalón de mezclilla. La primera parte de ese día estaba superada.

Nico pasó a recogerlo a eso de las dos de la tarde. Naomi insistió en que se quedara a comer algo, pero Nico declinó la invitación alegando que no quería llegar lleno con Perséfone. De lo que no se libró fue de una partida de Mario Karts contra Alexis y Sofía. En vista del poco tiempo que llevaban, Nico dejó que Sofía ganara para redirigir la rivalidad del joven mortal hacia su hermana y poder así librarse de que le exigieran una partida de revancha.

―Volverás pronto, ¿verdad? ―le preguntó Naomi cuando se despedían.

―Yo no sé... no creo que...

―El 6 de enero habrá rosca de reyes ―anunció ella.

―¡Deberías probarla! ―secundó Sofía, aunque no había despegado los ojos de la pantalla.

―Y luego de eso vienen los tamales ―contribuyó Alfonso.

―Y más azúcar ―Will rodó los ojos―. Es hora de irnos.

―Ya habrá tiempo de comer ensaladas en febrero ―Naomi imitó el gesto de su hijo, poniendo los ojos en blanco un instante. Nico se vio forzado a fingir un acceso de tos para ocultar su risa. Will se dio cuenta de todos modos.

―Yo... pediré permiso en el campamento ―ofreció Nico nerviosamente.

―Te esperamos el 6 de enero, entonces ―decidió Alfonso.

―Y no lleguen demasiado tarde ―añadió Naomi, dándoles un rápido abrazo a Will y a Nico.

Después de eso, finalmente abandonaron la casa de los Mendoza para que Nico pudiera invocar a las sombras y trasladarlos hasta el Inframundo. Ante el inminente viaje sobrenatural, Will no pudo menos que contener un suspiro.

Nico no había dejado de repetirle que después de dos años de la derrota de Gea él se encontraba en un idóneo estado de salud y que podía perfectamente utilizar sus poderes. Will no estaba tan convencido.

No se trataba solamente del hecho de que Will se sentía con la responsabilidad de cuidar de Nico, sino de que también... se sentía un poco intimidado por las sombras. No era Nico, definitivamente el problema no era Nico. A Will nunca le había importado que Nico fuera hijo de Hades ni mucho menos, pero al final, Will era hijo del dios del sol y viajar con sombras no le resultaba... placentero.

Mientras tomaba la mano de Nico para sumergirse en las tinieblas, Will lanzó un hondo suspiro. Definitivamente, Lou tenía razón: nada de eso habría pasado si él no se hubiera interesado en un hijo del Inframundo.

Resultó ser que llegar al Mundo de los Muertos había sido la parte sencilla de todo. Por los dioses, que su madre no fuera a escucharlo decir eso. En realidad, debería agradecerle a Naomi por no haber preguntado quién era el padre divino de Nico. Bueno, Will le había dicho que su padre era Hades, pero Naomi nunca había tenido el tiempo de leer un libro de mitología o de memorizar los atributos de cada uno de los dioses, así que no le había importado demasiado.

―Escucha, si tus padres no me corrieron, dudo mucho que papá o Perséfone vayan a hacerlo ―susurró Nico, apretando con más fuerza la mano derecha de Will, que no había soltado después de haberlos teletransportado.

―Excepto que lo más que mi madre pudo haber hecho en contra tuya es fruncirte el ceño. Tus padres son… diferentes ―apuntó Will con un aspaviento.

―Papá no va a incinerarte frente a Hazel, no te preocupes ―negó Nico con una ligera sonrisa―. No es tan malo como parece, te lo prometo.

Antes de que Will pudiera contestar, Nico finalmente abrió las puertas del comedor del palacio. No hubo mucho tiempo para admirar las marmóreas paredes, ni mucho menos para fijarse en los soldados esqueletos que guardaban la entrada. De lo que Will sí se dio cuenta fue de que había una mesa preparada para ocho personas, lo cual le pareció extraño pues, hasta donde él sabía, sólo habría seis personas en la cena. Al parecer, Frank y Hazel ya habían llegado, y la hermana de Nico conversaba tranquilamente con Hades, mientras Frank lucía tal y como Will se sentía en ese momento: nervioso y bastante tenso.

―¡Ya están aquí! ―anunció la diosa de inmediato, dando un salto de su silla para apresurarse a recibirlos.

«Listo», pensó Will. «Aquí es donde muero y no vuelvo a salir del Inframundo nunca más».

Sorprendentemente, lo que sucedió fue que Perséfone ―enfundada en una túnica verde oscuro―, lo rodeó a ambos con sus brazos, plantando sendos besos en sus mejillas.

―¡Bienvenidos! Will, es un gusto conocerte…

―Nico no ha dejado de hablar de ti desde que te conoce ―la interrumpió Hades, antes de que su esposa le lanzara una mirada fulminante.

Papá ―siseó Nico.

―No he dicho nada que no fuera cierto ―se defendió el dios con un encogimiento de hombros.

―Como les decía, pasen, por favor ―interfirió Perséfone, pasándose una mano por el sedoso cabello castaño―. Tomen asiento.

―Haz, Frank ―saludó Nico con una inclinación de cabeza. Frank se apresuró a imitar el gesto y Hazel le lanzó una brillante sonrisa. Por un momento, a Will le pareció que el hijo de Marte suspiraba con alivio ahora que no era el único blanco de la atención de Hades.

―Oh, trajeron vasilópita*, qué encanto ―continuó Perséfone, tomando la charola de las manos de Will para dársela a uno de los soldados esqueletos.

―Supuse que traerle flores a la diosa de la primavera no era una buena idea ―admitió Will en un intento desesperado por romper el hielo. Contra todo pronóstico, Perséfone soltó una carcajada límpida y genuina.

―No te preocupes por eso ―aclaró la diosa de inmediato―. En realidad, no me opongo a ningún tipo de regalos, pero… los pasteles se comen, así que…

Durante tres breves instantes, Will pensó que la noche no podría ser tan mala. Luego llegó el momento de que se sentaran a la mesa. Hades ya ocupaba una de las cabeceras, mientras que a su derecha había un lugar vacío, de donde se había levantado Perséfone para recibirlos. A la derecha de Perséfone estaba sentada Hazel, y a su lado Frank. Nico tomó el lugar a la izquierda de Hades, así que Will decidió que debía sentarse junto a su novio; más cerca de Hades de lo que le habría gustado.

―Ah, papá… ¿por qué hay ocho lugares? ―preguntó Nico, por fin dándose cuenta de que sobraban dos asientos. Por toda respuesta, Hades le lanzó una mirada furibunda a su esposa.

―Uno es para Hestia ―respondió Hades apuntando hacia el sitio vacío al lado de Will, de cuyo respaldo colgaba un abrigo, como si alguien ya lo hubiera ocupado pero hubiera tenido que levantarse―. El otro…

―¡Puedo explicarlo! ―se defendió Perséfone.

―No… no me digas que…

―Por favor no me odies ―Perséfone le sonrió encantadoramente a su hijastro.

―Dijiste que sólo seríamos nosotros.

―¡No hubo manera de persuadir a mamá para que no viniera! ―insistió ella―. El invierno apenas comienza. Vive sola, no tuve el corazón para decirle que viniera.

―Está sola porque nadie la aguanta ―bufó Hades.

―Quizás, pero eso no quita que sea mi madre ―replicó ella severamente. Dando la discusión por terminada, Perséfone volvió su atención nací los semidioses.

―A mí no me importa si Deméter viene ―admitió Hazel con timidez.

―Eso es porque no la conoces ―concluyó Nico antes de que Perséfone pudiera responderle un «Gracias» a su hijastra.

Después de eso, decidieron cambiar de tema, por lo que Will sólo pudo lanzarle una mirada de cómplice confusión a Frank. Suponía que si Nico y Hades estaban tan en contra de recibir a Deméter debían tener una buena razón para ello, pero no quería enemistarse con ninguno de los dioses a los que vería esa noche, así que prefirió no opinar ni a favor ni en contra de su llegada.

Poco después, de una puerta que no era la de entrada, surgió quien Will supuso que era Hestia. Parecía una muchacha de unos dieciocho años, apenas mayor que él mismo, con el castaño cabello ondeando cerca de sus hombros. Llevaba una túnica que, comenzaba de un color naranja intenso en la cola pero se transformaba en dorado hacia los tirantes. Nico se levantó para abrazarla mientras que Will le dirigió una tímida sonrisa.

―Como sea, Hazel, estabas diciendo que ahora te estás encargando de entrenar a los campistas, ¿cierto? ―inquirió Perséfone, tratando de comenzar una conversación amena otra vez.

―Sí, sí... ―replicó ella―. En combate de espada.

―¿Pensé que Gwen hacía eso? ―preguntó Nico.

―Gwen se esguinzó un tobillo, así que...

―Todo el mundo se esguinza el tobillo ahora ―bufó Nico.

―¡En dos años sólo has atendido dos esguinces! ―protestó Will―. Y uno fue la semana pasada.

―Y fue más que suficiente.

Antes de que Will o alguien más pudiera añadir algo, la puerta del comedor se abrió violentamente. De no haber sido porque Will estaba convencido de que era físicamente imposible que los guerreros esqueleto emitieran sonidos, habría jurado que los escuchó gruñir.

―Querida, ya llegué, lamento mucho la tardanza ―saludó la recién llegada, tomando asiento en la cabecera contraria a la de Hades.

―Hola, mamá ―la otra diosa le sonrió de forma radiante, justo como cuando ellos habían llegado. Nico y Hades rodaron los ojos.

―Cariño, no me dijiste que ellos...

―¿Dónde esperabas que estuvieran mamá? ―la cortó Perséfone. Sobre la mesa, la diosa apretó la mano de su esposo―. La noche es joven, si crees poder soportar a mis hijos, quédate. Si te parece de mal gusto, la puerta está abierta.

En lugar de responder, Deméter le lanzó una mirada asesina a Hades. Murmurando algo, la diosa se quitó un pesado abrigo de lana y lo acomodó en el respaldo de su silla.

―Ah, hija mía, nunca podré entender por qué has tomado estas malas decisiones ―refunfuñó ella.

―La buena noticia es que no necesito que lo entiendas, sino que lo respetes ―contestó Perséfone secamente―. Ahora, ¿qué les parece si comenzamos a comer?

Nadie respondió, salvo Hazel, que ofreció un leve asentimiento de cabeza, pero Hades parecía dispuesto a tomar cualquier excusa para romper el silencio, así que tronó sus dedos. De inmediato, el comedor se llenó con el ir y venir de más esqueletos, que prontamente colocaron frente a ellos sendos platos de pasta y mariscos.

―Hasta parece que se pusieron de acuerdo ―rió Perséfone, lanzándole un guiño a Will―. Frank y Hazel trajeron rollos primavera para la comida y ustedes trajeron el postre.

―Es bueno que no repitiéramos la receta, ¿cierto? ―intentó bromear Will.

―Si en realidad te preocupa ser original podrías haber traído el… el… ¿lo que hizo Alfonso?

―¿El mole?

―Tenía otro nombre…

―Los romeritos ―sonrió Will―. En realidad los romeros son sólo la planta, el mole es el verdadero guisado.

―Bueno, pues parece que Frank se les adelantó con las tradiciones familiares ―decidió Perséfone―. Frank, cariño, ¿esta receta es de tu familia?

―Era de mi abuela ―asintió el joven romano―. En realidad es la primera vez que intento cocinarlos desde que ella no está.

―Pues están deliciosos ―informó Hestia con una sonrisa cargada de compasión.

Por un par de minutos, comieron en silencio, hasta que la diosa de la primavera decidió retomar la conversación.

―Will, cariño, estabas diciendo algo sobre un esguince que atendieron apenas la semana pasada, ¿te importaría continuar? ―inquirió Perséfone, lanzándole una sonrisa brillante.

―Oh, claro ―asintió el hijo de Apolo―. En realidad no es una historia muy interesante. Sólo... tuvimos que ir a Rhode Island porque un sátiro había reportado a una posible semidiosa y pues...

―Will tuvo la brillante idea de pedir que regresáramos a Nueva York en autobús.

―¡Sonaba como una buena idea! ―protestó Will.

―Es una terrible idea que tres semidioses viajen juntos ―secundó Hades.

―Eso es lo que yo dije, pero...

―También era mala idea hacer que Lucy viajara por las sombras de buenas a primeras ―lo cortó Will.

―Estoy segura de que tenías buenas intenciones ―ofreció Hazel, tomando la mano de Will por encima de la mesa brevemente.

―Gracias.

―El caso es que nos encontramos con los toros de Cólquide y una mortal resultó herida en el proceso ―continuó Nico.

―¿La pisó uno de los toros? ―Frank se escandalizó, dando un pequeño brinco en su asiento.

―¿Qué? ¡No! Se tropezó cuando trataba de escapar.

―Fue una herida menor, afortunadamente ―concluyó Will―. Los esguinces son bastante molestos, sobre todo en temporada de frío, pero no son tan delicados.

―Lucy es una hija de Iris, ¿no? ―inquirió Hazel, que se había perdido parte de la conversación por haber enfocado su atención en el fetuccini de la cena.

―De Hécate ―corrigió Will.

El silencio anterior se repitió brevemente, pues había llegado el momento de repetir plato, así que durante algunos minutos tanto dioses como mestizos se enfocaron en sus platos. Finalmente, Hades decidió tomar la palabra.

―Así que... Frank, tú eres el pretor de Nueva Roma, ¿cierto? ―inquirió el dios tranquilamente. El hijo de Marte, que hasta entonces había pasado la velada felizmente ignorado por los dioses no pudo menos que soltar su tenedor.

―Este... yo...

―Frank es el pretor de Nueva Roma, correcto ―lo interrumpió Nico, quien decidió que era preferible desviar la atención de su padre que arriesgarse a que el pobre romano se desmayara―. El puesto le fue concedido durante la guerra.

―La otra pretora es Reyna ―secundó Hazel, acudiendo al rescate de su novio―. Una hija de Belona.

―¿Dos hijos de la guerra? ―se le escapó a Deméter.

―¡Mamá! ―siseó Perséfone.

―Eh... para ser honesto nunca lo había visto así ―confesó Frank, ofreciéndoles una nerviosa sonrisa a los dioses―. Reyna es... Reyna. Ha sido la pretora desde antes de que yo llegara al campamento. No puedo imaginar a nadie tomando su lugar.

―Tú has hecho un buen trabajo también ―insistió Hazel―. Has estado ahí los últimos dos años y todo ha marchado bien.

―Considerando además que asumiste el cargo en medio de una guerra ―asintió Will―. Eso nunca es fácil.

Bajo la severa mirada de Hades, Frank se sonrojó y trató de desviar la vista. Finalmente, Hades volvió su atención a Will.

―Supongo que tú sabrías de eso, hijo de Apolo.

―Eh... un poco ―concedió el susodicho con una sonrisa pequeña, aunque su mirada había perdido brillo―. Durante la Batalla de Manhattan perdimos a mi hermano, Michael. Él era el líder de la cabaña y el director de la enfermería, y como yo era el siguiente en antigüedad... me nombraron líder de cabaña.

―Cariño ―intercedió Perséfone con su cantarina voz―, no creo que los chicos hayan venido de tan lejos para hablar acerca de las guerras y de sus puestos en los campamentos, por más que sean tan importantes.

―Muy bien ―Hades colocó el tenedor que había usado sobre su plato vacío―. ¿De qué quieren hablar, entonces?

―Escuché que finalmente abrieron un Starbucks en Nueva Roma, ¿qué tan cierto es eso? ―preguntó Will.

―Reyna ―explicaron Hazel y Frank al unísono.

―Reyna quería un "buen café", así que...

―Fue y mandó que lo pusieran en mitad de Nueva Roma ―concluyó Frank―. Ni siquiera Término pudo detenerla.

―Eso es determinación... ―sopesó Perséfone―. Hablando de café, ¿les molesta si comenzamos con el postre?

―Tenemos vasilópita y pastel de chocolate ―secundó Hades. Nico estuvo tentado a rodar los ojos. Contrario a lo que el grueso de la población pensaba, la parte favorita del día de Hades era el postre. Perséfone tenía una teoría acerca de que lo que sucedía era que Hades había desarrollado una especie de fobia a los mariscos ―en especial a los camarones―, desde que Disney hubiera sacado ese estrafalario filme de "Hércules". Poseidón y Zeus se habían burlado de él por lo menos dos décadas.

Ante el asentimiento de sus invitados, Perséfone tronó los dedos y los esqueletos se apresuraron a levantar la mesa. En cuestión de minutos, todos tenían platos del postre de su elección frente a ellos. Hades se había servido una rebanada de ambas golosinas. Hazel se sacó la moneda escondida.

―Hace mucho que no van al Campamento Júpiter ―Hazel retomó la conversación, volviéndose hacia Nico―. Arreglaron el Templo de Plutón y pusieron otra fuente... Frank, ¿de quién...?

―Odiseo y Penélope.

―Eso ―asintió la joven―. Le hicieron una fuente a Odiseo y a Penélope.

―No tiene caso que nosotros vayamos si Reyna y Frank de todas formas tienen que viajar a Nueva York para encontrarse con Quirón y tú ya sabes usar las sombras para desplazarte.

―¡Pasaste año y medio enseñándome a hacer eso! ―protestó Hazel.

―Podríamos ir a Nueva Roma ―caviló Will―. Sólo he estado ahí un par de veces. Además, tú podrías enseñar combate de espada al estilo griego.

―¿Tú? ¿Entrenando niños? ―se le escapó a Deméter cínicamente.

―Para tu información, mamá ―protestó Perséfone antes siquiera de que el hijo de Hades pudiera sentirse ofendido―. Nico ha estado entrenando a los chicos del campamento griego desde hace más de un año.

―¿Es eso cierto?

―Muy cierto ―intercedió Hestia―. En realidad, sólo ha tenido el puesto de manera oficial por poco más de un año, pero ha estado entrenando a los chicos de manera intermitente desde hace por lo menos año y medio.

―Clarisse, una hija de Ares...

―¿Se esguinzó el tobillo? ―lo cortó Hades, robándole una sonrisa a Nico. Quizás el dios sí tenía sentido del humor, pensó Will.

―Se luxó el hombro ―negó Nico―. No, espera, eso fue después...

―Nico empezó a entrenar a mis hermanos porque yo... eh... nunca he sido muy habilidoso con la espada ―ofreció Will con una sonrisa, girándose hacia su novio―. Y luego Lou Ellen te pidió que entrenaras a sus hermanos, y entonces pasó lo de Clarisse, así que... Nico se quedó con el puesto.

―Aw, mis dos niños entrenando a semidioses confundidos ―río Perséfone, pasando despreocupadamente su brazo derecho por los hombros de Hazel. Si Nico hubiera estado a su alcance, a Will no le cabía duda de que se hubiera lanzado a apretarse los cachetes; la imagen resultaba extrañamente cómica.

―Tengo más de siete años en esto y sigo confundido ―protestó Will. En contra de todo pronóstico, Hades soltó una risa estridente, genuina.

―Créeme, muchacho, eso no va a cambiar nunca ―confesó el dios―. Tómalo de alguien que ha vivido cerca de tres mil años.

―Cariño, no hay necesidad de espantar a nuestros invitados ―reprendió Perséfone suavemente. El rostro de la diosa se iluminó con picardía―. Cambiando de tema... ¿les gustaría un juego de mesa?

―Ya vas a empezar... ―suspiró Hades.

―Oh, bueno ―protestó ella―. Sucede que jugar entre dos no es tan entretenido. Y las Furias siempre están ocupadas.

―¿Qué juego propone, señora? ―inquirió Will.

―Cariño, llámame Perséfone, ni siquiera soy una diosa mayor ―replicó ella de forma risueña, sin siquiera molestarse por la afirmación―. El juego que te decía es Scrabble. Lo compramos hace unos seis años y casi no lo hemos usado.

―Pero... ¿qué no el máximo para ese juego son cuatro jugadores? ―apuntó Frank antes de sonrojarse terriblemente ahora que la diosa volvía su atención a él.

―Buen punto... ―sopesó ella.

―Podemos jugar por parejas ―propuso Hestia―. Somos ocho, así que... quedamos justos.

―¡Estupendo! ―aplaudió Perséfone. Con cara de pocos amigos, Hades chasqueó los dedos y el tablero a materializó frente a ellos.

―Van a arrepentirse de esto, se los aseguro ―gruñó Hades, recorriendo su silla un poco para que Perséfone pudiera acomodarse a su derecha, sus platos de vasilópita en medio de ambos.

―No hay necesidad de ser tan negativo, hermano ―canturreó Hestia mientras imitaba los movimientos de Perséfone para tomar su lugar al lado de su otra hermana.

Encogiéndose de hombros, Will recorrió su silla para acercarse a Nico. Hazel pronto hacía lo mismo para quedar hombro con hombro con Frank.

―¿Planean jugar eso en español? ―inquirió Deméter, arqueando una ceja ante el entusiasmo de su hija.

―¿Perdón?

―El idioma en el que van a poner las palabras ―repitió la diosa―. ¿Planean que sea español?

―Veamos... ―sopesó Perséfone―. ¿Todos aquí hablamos griego?

―Lo hablamos bastante bien ―replicó Hazel cuando Nico y Will se volvieron hacia la pareja romana, por temor a que fueran ellos quienes no dominaran la lengua helénica―. Annabeth y Malcolm han estado enseñándolo en Nueva Roma.

―Bien ―concedió la diosa―. ¿Latín? ¿Todos hablan latín?

A un costado de Nico, Will soltó una risilla nerviosa.

―Diría que me sé la primera declinación* ―confesó el hijo de Apolo.

―No habla latín ― clarificó Nico.

―¡No hay necesidad de herir mis sentimientos!

―Bien, ¿algo más?

―Frank y yo hablamos francés ―sonrió Hazel, para luego agregar pícaramente―. Frank habla mandarín.

―Eso no es...

―¡Excelente! ―aplaudió Perséfone, sin importarle que hubiera interrumpido al pobre muchacho―. ¿Algo más?

―Hablo italiano ―Nico se encogió de hombros. A su lado, Will sonrió tímidamente, como diciendo "Yo hablo español".

―Esto es una locura ―bufó Deméter.

―Quizás sea la única manera de volver este juego mínimamente interesante ―suspiró Hades.

―Tengo una idea ―anunció Perséfone―. Que cada pareja escoja dos idiomas para jugar. Sería injusto que nosotros, que hablamos más idiomas que ellos, nos aprovecháramos de nuestra inmortalidad.

―Suena bien ―asintió Hestia para disipar la mala actitud de su hermana. Hades parecía resignado a las decisiones de su esposa.

―Italiano y griego ―decidió Nico sin perder tiempo.

―Francés y latín ―ofrecieron Hazel y Frank tras interrogarse mutuamente con la mirada.

―¿Se puede repetir? ―inquirió Hestia brevemente―. Latín y español.

―Latín y español ―suspiró Hades, con tal de ver a Perséfone feliz.

La joven diosa fue la primera en tomar una letra del saquito verde, recibiendo así la letra «l». Pasó la bolsa a Hazel, quien tomó una «s»; el saco llegó a Deméter, quien se apoderó de una «c» y finalmente a Will, quien metió su mano en la bolsita para sacar una «m».

―Muy bien, ahora que ya tenemos el orden, la tía Hestia y mamá empiezan ―rió Perséfone.

―Esto va a ser una locura ―Nico se encogió de hombros, decidiendo seguir el ejemplo de su padre y no decir nada para que la joven diosa pudiera iniciar el año como quería.

En su primer turno, Hestia y Deméter comenzaron con una palabra en español, «fotos», de donde Perséfone consiguió sacar «ursis». Nico contratacó con «passa» y finalmente Frank colocó «jour» sobre el tablero. Pronto, lo que había comenzado como un ridículo intento de pasar el rato empezó a sacar el lado más competitivo de cada uno de los presentes.

Durante otros dos o tres turnos todo marchó normalmente. Hasta que Deméter consiguió utilizar la «q» en «aquae», con lo que logró anotar 44 puntos. Pronto, Hades encontró un buen contraataque con «aquilae», lo cual enfureció aún más a su hermana debido a que había utilizado su letra «q». Afortunadamente para Deméter, el equipo de Hades y Perséfone sólo anotó 22 puntos en esa jugada.

Por su parte, Hazel y Frank cometieron el error de colocar «nuit», con lo que sólo se hicieron de 4 puntos mientras que todos sus contrincantes estaban obteniendo valores por encima de 20.

Fue dos jugadas más tarde que el equipo de los romanos logró recuperarse un poco con «buxo» y anotó 32 puntos. De todas formas, Nico no creía que eso fuera a ser suficiente para que alcanzaran a Deméter y a Hestia.

Hubo una pequeña discusión acerca de si los nombres contaban porque Hades quería anotar «Dánae» y Deméter insistía en que eso iba en contra de las reglas. Al final, Hestia y los romanos dijeron que, ya que estaban alterando las reglas al jugar en más de un idioma, en realidad no era una gran diferencia que se permitieran los nombres propios. Además, apuntó Will, las reglas no decían expresamente que no se pudiera hacer eso.

En el siguiente turno, sólo para llevarle la contraria a Deméter, Nico anotó «Enoch».

Hasta entonces, las puntuaciones se habían mantenido más o menos equilibradas, pero entonces Perséfone colocó «ñu» en una casilla que doblaba el valor de la palabra y consiguió 18 puntos. Quizás esa palabra no hubiera marcado una diferencia tan grande de no ser porque en la siguiente ronda, y sobreponiendo su palabra en la «e» que Deméter había colocado para escribir «puella», Hades escribió «zelus», con tan buena suerte que la «z», que sola ya valía 10 puntos, quedó en una casilla que triplicaba el valor de la palabra. Con ese sencillo movimiento, la pareja del Inframundo consiguió 34 puntos.

Mientras tanto, Nico y Will se devanaban los sesos tratando de que sus letras alcanzaran para escribir algo. Si no les faltaba una «l» faltaba una «a». Finalmente, Nico encontró que podían escribir «cette» con las dos «t» que tenían.

Hazel y Frank parecían estarse enfrentando al mismo problema, porque después de un rato susurrándose terminaron por escribir «vado», que sólo tenía un valor de 10.

Al terminar el juego, Hestia y Deméter habían anotado 107 puntos. Deméter parecía muy segura acerca de su victoria, hasta que terminaron de contar los puntos de Perséfone y Hades, cuando resultó ser que la pareja del Inframundo había conseguido 124 puntos. No de tan cerca los seguían Hazel y Frank, con 95 y, finalmente, Will y Nico con 74.

―¿No les dije que sería divertido? ―rió Perséfone.

―Eso lo dices porque ganaste ―gruñó Nico, aunque una sonrisa jugueteaba en sus labios.

―Tú sólo estás en contra del juego porque acabas de perder estruendosamente ―aplaudió Hades―. Creo que esto empieza a gustarme.

―Si seguimos tu lógica, eso da a entender que Perséfone te ganó todos los juegos pasados, papá ―apuntó Hazel tímidamente.

―En realidad ―aclaró la diosa―, el récord lo tiene Alecto. Después de ella sigue Melinoe. Aunque siempre jugábamos en griego...

―De todas maneras, no había ningún premio ―Deméter se encogió de hombros.

―Quizás, pero aun así ganamos ―el cronida le guiñó un ojo a su hermana.

Dejando que los dioses discutieran, Nico se volvió para revisar el reloj de pulsera que llevaba en la muñeca derecha.

―Will ―susurró, codeando al hijo de Apolo―. ¡Will!

―¿Qué? ¿Qué pasa? ―inquirió el muchacho, por fin saliendo de su trance.

―Son las once cincuenta y dos ―avisó Nico―. Tu madre dijo que no llegáramos tarde y no sé qué es lo que Naomi considere...

―Creo que las doce es el límite ―replicó Will.

―¿Como la Cenicienta?

―¿Ya tienen que irse? ―inquirió Perséfone, antes de que Will pudiera sentirse ofendido por la aseveración de su novio. Will suponía que la diosa también había dejado de prestarle atención a la discusión de Deméter y Hades.

―Parece que sí ―replicó el hijo de Hades comenzando a levantarse.

―Nosotros también, Perséfone ―sonrió Hazel―. Nuestro permiso de extendía hasta las doce...

―¿Quién les dio permiso? ―cuestionó Hades.

―Pues... Reyna y Término...

―¿Quién es esa tal Reyna? ¿La pretora?

―La pretora ―confirmó Will.

―Este chico también es pretor, seguro que no les importará demasiado ―apuntó el dios.

―A Término igual no va a gustarle la idea ―sonrió Hazel―. Y mañana harán un desfile, así que... tenemos que estar ahí a tiempo.

Hades suspiró mientras él también se ponía de pie.

―Sea, entonces, los acompañaré a la puerta.

―Alto, ¡alto! ―ordenó Perséfone―. Una cosa más antes de que se vayan.

Al lado de Nico, Will alcanzó a ver que Hades hacía una mueca, pero parecía que el dios de los muertos sencillamente no era capaz de negarle algo a su esposa, así que la dejó hacer sin interrumpirla. Con una sonrisa radiante, Perséfone realizó un movimiento de su mano derecha y conjuró lo que parecían ser ocho granadas al centro de la mesa.

―Esto es algo que hacíamos por Año Nuevo en Grecia ―anunció la diosa―. Tomas la granada y la pisas. La idea es que los granos de la fruta simbolizan la prosperidad y la fertilidad del nuevo ciclo.

―¿Eso es verdad? ―se le escapó a Frank.

―Sí lo hacíamos ―asintió Hestia―. Además, las libaciones con jugo de granada son deliciosas.

―¿Esto tiene algo que ver con... ustedes? ―inquirió Will, apuntando vagamente en dirección a la pareja del Inframundo. Por toda respuesta, Perséfone le guiñó un ojo.

Algunos minutos más tarde, Hazel invocó a las sombras para que ella y Frank regresaran a Nueva Roma. Pronto, Nico imitó a su hermana.

―Vuelvan cuando quieran ―Will escuchó que Perséfone les decía a los romanos cuando se acercó para despedirse de ellos―. Voy a estar aquí otros tres meses.

―Sacando cuentas, Perséfone estará aquí para el inicio del Año Nuevo chino, si les interesa ―ofreció Hades mientras, más seriamente que su esposa, se despedía de los romanos con un asentimiento de cabeza.

―Nosotros…

―Tú dinos qué quieres que hagamos y lo organizaremos a tu manera ―sonrió Perséfone, tomando la mano de Frank para darle un pequeño apretón―. Hace mucho que no vamos a China ni hacemos nada a su estilo.

―Será un honor venir con ustedes ―aceptó por fin el hijo de Marte.

―Sobra decirlo, ustedes también están invitados para el 18 de febrero ―informó la joven diosa mientras se despedía de los mestizos griegos.

―Aquí estaremos ―replicó Will sin siqueira haberse detenido a considerar los nervios que lo habían invadido apenas unas horas antes debido a su inminente cita con los padres de Nico.

Después de un par de asentimientos por parte de Hades, una mirada algo amarga de Deméter y otro abrazo apretado de Hestia, Will y Nico por fin pudieron abandonar el Inframundo. Hestia se despidió con un radiante "¡Los veo mañana en el campamento, chicos!" Exactamente a las doce con ocho minutos, Nico y Will aparecieron en el porche de la casa de los Mendoza.

―Asumiendo que mi mamá no me asesine, la noche salió mejor de lo que esperaba ―confesó Will al tiempo que comenzaba a buscar las llaves en sus bolsillo.

―Te dije que papá no era tan malo…

―En realidad, Perséfone tampoco es lo que pensé que sería.

―Es una diosa interesante ―admitió Nico con una sonrisa cariñosa―. Luego tienes a… Deméter. Supongo que ella es todo lo que pensaste que sería.

―Es un poco más competitiva, quizás ―rió el hijo de Apolo.

―Y luego está la tía Hestia… ella es básicamente igual sin importar con quién esté. No sabía que iba estar ahí hoy.

―Te alegra haberla visto.

―Siempre es bueno ver a la tía Hestia ―asintió Nico.

―Eso es bueno porque, de acuerdo a ella, vamos a verla mañana ―replicó Will, antes de rodear los hombros de su novio para despedirse apropiadamente de él.

―Yo la veré mañana, tú vas a quedarte con tus padres otra semana.

―En realidad, no creo que a mi mamá le importara demasiado si decidieras quedarte aquí tú también.

―Pamplinas ―se burló Nico―. Probablemente le daría un ataque. Uno igual al que vas a tener cuando entres a las doce veinte a tu casa.

―Buen punto ―Will sonrió, aunque era un gesto de resignación más que de conformidad―. Pero vendrás el seis, ¿cierto?

―¿Tengo opción?

―No si quieres que mamá siga viendo nuestra relación con buenos ojos ―esta vez fue Will quien soltó una carcajada límpida, pura.

―Entonces vendré el seis y averiguaré de qué tamales estaba hablando tu mamá.

―Los tamales son hasta febrero ―informó el hijo de Apolo, inclinándose para besar a Nico en los labios―. Pero la idea es que se elige quién compra los tamales en este mes, es… complicado.

―Todo en nuestras vidas es complicado ―añadió Nico con sencillez, simplemente una afirmación objetiva cuando Will por fin se separó de él y metió su llave en la cerradura.

―No todo ―ofreció Will―. Escogerte no fue difícil.

Y sin más, el hijo de Apolo se internó en la casa, privando a Nico de la posibilidad de responder algo. Cosa que de todas formas hubiera resultado infructífera, pues pasaron un par de segundos antes de que Nico consiguiera formar pensamientos coherentes.

Al final, resultó que Lou Ellen tenía razón. La decisión de Will había estado clara desde el principio, y ni siquiera las cenas familiares o los juegos de mesa podrían convencerlo de que había errado en su elección.


Muy bien, fuera de un par de asteriscos, tengo poco que decir, así que... ¡empecemos!

*1: El vasilópita es un pan griego con el que se recibe el año. Tiene una moneda en su interior y aquél que se la saqué tendrá un buen año. Se asocia con San Basilio.

*2: Las declinaciones son... especiales. Empecemos por el hecho de que además de escribir fanfiction, también me apasiona la lingüística. Hablo latín de manera decente y estoy aprendiendo griego, así que... ya saben que cuando tengo la oportunidad de incluir idiomas en mis historias, lo hago. Esta era la oportunidad perfecta: yo necesitaba algo para que se entretuvieran, y un juego de Scrabble extremo parecía buena idea. El griego y el latín son lenguas flexivas sintéticas, lo que significa que para poder decir algo, carecen de preposiciones... independientes, vamos a llamarlas. No puedes decir "de la mujer", sino que tomas "mujer" (fémina) y de acuerdo a lo que quieres decir vas cambiando la terminación de la palabra. Si quieres decir "de la mujer" dices féminae, si quieres decir "a la mujer" dices féminam, y aspi sucesivamente. Es difícil de entender, lo sé. Disculpen las molestias.

Todas las palabras que coloqué en el tablero existen, pero debido a que no eran muy... importantes para la trama me abstuve de traducirlas. Si quieren las traducciones o una foto del tablero de Scrabble (porque sí, jugué conmigo misma para poder escribir esto), pídanmelo por Facebook.

Ahora sí... ¡nos leemos pronto! Espero de todo corazón que la Semana Solangelo 2017 les haya gustado. ¡Feliz Año Nuevo, feliz Día de Reyes, feliz todo! ¡Mucha suerte y un abrazo!