A Marinette le duele el corazón, no todos los días se cae la venda de los ojos.

Camina cabizbaja, aunque en la capital de Francia, el sol caía como de costumbre, ella solo puede percibir un frío insoportable por todo el cuerpo. Puede sentir su frágil corazón romperse.

A veces el destino solo quiere lo mejor para ti, repite suavemente una voz en su cabeza. Una voz que desea darle consuelo a su atolondrado cerebro.

Se sugiere que Ladybug y Chat Noir están destinados a estar juntos, ¿no?

Eso siempre sucedía.

Pero como en todo, siempre hay una excepción.

Conocer a Adrien es una de las mejores cosas que le han pasado en la vida, pero Marinette se ha negado a la idea de que el portador del milagro de la mala suerte no estuviese en su camino.

Ellos debían terminar juntos, era lo lógico.

Solo en sus sueños existeían sus preciosos tres hijos; el conocer a alguien más, alguien a quien llevar al altar y poder llamar al amor de su vida.

Después de todo, ante esos ojos esmeralda, solo era una simple amiga.

Todos lo han anunciado, pero ella decidió no escuchar. Decidió no atormentarse y retrasar lo inevitable. Incluso Adrien el mira con un poco de pena y culpa. Decidió no escuchar la verdad, porque pensó que el destino cambiaría de opinión y le daría una oportunidad.

Adrien Agreste y Marinette Dupain-Cheng no existían en un futuro.

Al menos, no juntos.

Debo aclarar que este pequeño fragmento está inspirado en todas las historias de amor unilateral.

En un inicio, se puede poner un Bridgette y Félix, pero se me hizo algo muy cliché.

Besos

La Hija De Frazel