[Capítulo 2]
• Género: Hurt/Comfort/Romance.
Los personajes de Naruto no me pertenecen.
¿Para que?
—¿Y bien? ¿Te interesa compartir piso?— cuestionó la excéntrica y animada rubia que tenía frente a ella.
Hinata se removió inquieta sobre la silla de la cafetería y la miró por debajo de su flequillo. Retorció sus manos sobre su pantalón negro y medito un momento la pregunta en cuestión. Si, quería compartir un piso porque no le alcanzaba para más y su orgullo le impedía pedirle prestado a su padre. Además, la compañía no le vendría mal, por muy pesada que fuera esa linda rubia que se había encontrado en ese café.
Cuando la rubia llegó al café ya no había más mesas, así que cuando miro que se disponía a irse la llamó y le dijo que no tendría problema en compartir su mesa para dos con ella. La rubia se mostró muy agradecida, sorprendida y entusiasta.
Era muy habladora, cosa que ella no era mucho, pero simpatizaron de inmediato y hablaron mucho hasta que Ino contó que quería mudarse, pero que no tenía los fondos suficientes, así que buscaba una compañera o compañero buenote para un piso.
Y ahí estaban, hablando sobre un futuro piso compartido para ambas.
La miro nuevamente, pero esta vez más decidida.
—¿Te molestan los perros?
Hinata tecleo con agilidad las teclas de su laptop y después soltó un suspiro al ver que el inventario de las joyas estaba hecho y que podía mandarlo en cuanto antes al proveedor.
Tomó un largo trago a su té helado y casi se atraganta al sentir un golpe en la pata de su silla.
—Arquero —le sonrió al viejo y rechoncho can que se había estampado con la silla. Lo miro con algo de tristeza —. Aun me pregunto porque es que los perros viven menos que los humanos — susurro con desazón mientras se agachaba un poco sobre su silla para darle unas caricias al perro, quien segundos después comenzó a mover lentamente su cola.
Levanto la cabeza al escuchar la puerta de la entrada siendo abierta para después oír el taconeo de los zapatos de su compañera de piso.
Se levanto rápidamente y espero hasta que ella apareciera en el comedor. Al verla, Ino rodo los ojos y paso de largo para entrar en su habitación, pero antes de que llegara a hacerlo, Hinata había corrido hasta ella y la había abrazado fuertemente por detrás.
—Hinata...—nombró impresionada.
—Tengo miedo — susurro con amargura, tratando de que su voz no temblara y de que sus ojos dejaran de picar —. Me da miedo salir, no quiero salir de nuevo...
—¡Pues algún día tienes que volver a salir! — Ino se zafo de su agarre y se dio media vuelta para tomarla con fuerza de los hombros —. No puedes seguir así, comprende. Así como puedes morir atropellada, puedes morir atragantada.
—Tengo mucho cuidado al masticar...
—¡Joder! — la soltó con brusquedad —. ¿Qué piensas? ¿Piensas que vivirás para siempre? Ojalá fuera así, Hinata, pero no es la verdad. Vas a morir, por un accidente, por una enfermedad o por la edad, y cuando estés a punto de morir te arrepentirás de todas las cosas que no hiciste, como, por ejemplo; asistir a mi boda.
—Ino...— musito con los ojos llorosos.
—Me iré con Kiba este fin de semana — dijo sin verla, bajando la intensidad de su enojada voz —. Necesito estar sola. No te preocupes por los preparativos, ya hiciste lo suficiente — aprovechando que Hinata se había quedado como piedra, se dio media vuelta, entró en su habitación y cerró la puerta de un fuerte portazo que sacó de su estupor a Hinata.
Observó con tristeza la maleta que estaba situada al lado de la puerta del apartamento. La maleta solo era el comienzo de su soledad. Ino se iría esa vez solo una semana, pero después se iría para siempre y eso la hacía sentir horrible.
Se abrazó a sí misma al verla pasar de largo.
—Ino-chan…—murmuro con un nudo en la garganta.
—Deje todo listo para que no tengas ningún inconveniente —le dijo sin mirarla siquiera —. Hay comida, productos de limpieza y medicinas por cualquier cosa. Tal vez el portero pase a verte en el transcurso del día y…—callo al sentir los brazos de Hinata rodeándola por la espalda. Podía sentirla sollozar con el rostro escondido en su espalda, provocando que a ella también le dieran unas tremendas ganas de llorar.
—¡Lo lamento!— chilló — ¡lamentó ser tan cobarde!
Ino se dio la vuelta y abrazó a Hinata con fuerza. Hinata recargó su rostro en su hombro y dio rienda suelta a su potente llanto.
—Está bien, está bien —le susurró consoladoramente mientras que le daba unos golpecitos en su espalda —. Perdonaré que no vayas a mi boda, pero escúchame bien —la separó de su cuerpo e hizo que la viera — vas a salir de aquí algún día, te guste o no. Yo moriré algún día…
—¡Ino!
—¡Y vas a ir a mi jodido funeral!—exclamó interrumpiéndola —. Algún día vas a aprender a controlar tus miedos. Los controlarás cuando comprendas que jamás estamos a salvo, sin importar lo bien resguardada que te sientas.
Ino plantó un beso en la mejilla de Hinata y después se dio la vuelta para tomar su maleta y salir sin más del departamento.
Hinata agachó la mirada y lloró con más fuerza.
Ino tal vez tenía razón, tal vez jamás estaría segura en ninguna parte. Tenía que aceptar la realidad de las cosas, la muerte era lo único seguro que había en esa vida. La muerte… la cosa que más le daba miedo en el mundo. Quería permanecer en su casa para siempre, así nunca le pasaría nada, pero…
«—Así cómo puedes morir atropellada, puedes morir atragantada.»
O podría caerse mientras se bañaba. Podía ahogarse mientras dormía. Podía golpearse en la cabeza y no despertar jamás. En casa también habían riesgos, pero no habían diversiones. Era lo mismo, pero peor.
Camino lentamente hasta la sala y se situó delante de la gran ventana que daba vista a las calles y al hermoso ocaso que pintaba el cielo. Había olvidado lo que se sentía el agua del mar en la piel de sus pies. Había olvidado el sonido de la brisa acariciando las hojas de los árboles. Había olvidado el aroma a pasto mojado del patio de su antiguo hogar. Había olvidado la tumba de su madre y primo.
Cerró con fuerza los ojos y se dio la vuelta abruptamente.
No quería salir… no quería que la atropellaran…no quería que la asaltaran.
Sus piernas comenzaron a temblar y su respiración se aceleró.
«—¡HINATA!— el grito de su madre se escuchó después de los frenos de un camion derrapando.»
No quería volver a ver sangre…
«—¡Neji! ¡NO!»
O… aún ser humano tan despiadado.
Cinco años atrás…
—¿Segura que traes todo? Si falta solo un ingrediente no podré hacer la cena. ¡Tiene que quedar perfecto! —gritaron tras la línea del móvil, provocando que Hinata se separara un poco el aparato de la oreja.
—Tranquila Ino-chan, no tiene que quedar perfecto —sonrió tímidamente mientras caminaba por la calle con una bolsa de supermercado en su mano.
—¿Cómo que no tiene que quedar perfecto? ¡Claro que tiene que quedar perfecto! Hoy celebramos un año desde que nos conocimos. ¡Es una gran celebración!
Hinata río ante el entusiasmo de la rubia.
—Bueno, quedará perfecto por qué tengo todo lo necesario. Deja de preocuparte, no tardaré mucho en llegar a casa.
—De acuerdo —suspiró la rubia —. Dejaré que camines sin mi espléndida voz haciéndote compañía. Nos vemos en un rato.
—Bien —después de despedirse, Hinata guardó su teléfono en el bolsillo de su pantalón y continuó caminando. Estaba anocheciendo y ella no hacía más que acelerar el paso pues esa zona no era la más segura.
Mientras caminaba, Hinata pensaba en lo fantástico que había sido aceptar vivir con Ino. Ella era una chica sin igual, tan animada siempre, optimista y buena. Aceptaba que en ocasiones la agobiaba, pero siempre era agradable platicar con ella en momentos de tristeza. Ino tenía el poder de ponerla de buenas en segundos, y eso era algo que agradecía profundamente, pues su estado de ánimo no era el mejor la mayoría de veces.
Paro de pensar cuando escucho el ruido de unas bolsas de plástico por una lúgubre calle que estaba a su izquierda. Lo pasó de largo y continuo caminando, no queriendo darle importancia.
Camino un poco más y nuevamente escuchó un ruido atrás de ella, pero esta vez fue más cerca. Apretó la bolsa de compras que llevaba en su mano y aceleró el paso.
Apurada y con la respiración agitada, miró encima de su hombro y pudo observar con terror a un hombre caminando detrás de ella en la misma velocidad.
No le importó que el hombre pensara que estaba loca, ella se echó a correr.
Pudo escuchar claramente los rápidos pasos del hombre siguiéndola, provocando que sus ojos se cristalizaran y que su corazón se comprimiera. Soltó un grito cuando sintió una mano tomando su muñeca y en menos de lo que pensó, ya se hallaba en un callejón oscuro, tirada boca abajo mientras que el hombre la tocaba por todos lados.
Su voz era repugnante, impregnada de burla y excitación enferma. Sus manos eran crueles y bruscas, haciéndole pensar a Hinata que si llegaba a sobrevivir quedarían marcas por todo su cuerpo. Soltó un fuerte grito cuando escuchó la tela de su blusa rompiéndose y sollozó con fuerza al sentir sus manos sobre sus pechos.
Grito, pataleo y suplico que la dejara, pero nada parecía inmutar al hombre.
Pudo escuchar el sonido de su bragueta bajando, pudo escuchar el sonido de su cinturón desabrochándose y pudo sentir el desagradable contacto de su pene contra sus posaderas. Lloro con más fuerza, suplicándole a dios que la matara antes de que él pudiera profanar su cuerpo.
Gritó con fuerza, pero a él no parecía importarle que alguien la llegara a escuchar.
El solo estaba demasiado concentrado en su piel y en su pene como para prestarle atención a sus gritos. Sus risas burlescas resonaban en sus oídos, provocándole un fuerte deseo de quedarse sorda.
Forcejeo con fuerza, lo pateó y mordió, pero no le importó.
—AYUDA — gritó con toda su alma. Fue un grito largo que le lastimó la garganta. Fue tan fuerte que pudo jurar que estaba sangrando por dentro.
Cuando pensó en que todo estaba acabado, que nadie acudiría a su auxilio, escuchó gritos de una mujer y un hombre.
Su rostro golpeado volteó lentamente hasta que se encontró con esas dos personas que corrían hasta ella y le quitaban de encima a ese asqueroso hombre. Pudo ver que el hombre golpeaba a su violador con fuerza antes de que la mujer la tomara entre sus brazos y la abrazara.
—AH — tiró con fuerza un jarrón que estaba al lado de ella. Enojada, triste, humillada, desesperanzada… culpable… temerosa… era todo lo que sentía todos los días.
Al despertar, al dormir, al comer, al trabajar, al ducharse… a su mente solo venia ese hombre. A su mente solo veía ese asaltante y ese camión. A su mente venía la culpa, el odio hacia sí misma. Si ella no hubiese querido salvar a ese gato, su madre estaría viva. Si ella no hubiese sido tan ridícula y hubiese aceptado el aventó, su primo estaría vivo. ¡Si se hubiese cuidado mejor…!
No, eso no era su culpa. Ella podía andar en la calle como quisiera, y nadie tenía el derecho de hacer algo tan atroz y después culparla por su vestimenta u horario… Eso solo era culpa de esa gente enferma y sin sentimientos.
Hinata se abrazó a sí misma al sentirse sollozar con fuerza y caminó hasta el sofá para sentarse en él, hundiendo su cabeza sobre sus piernas flexionadas y sus brazos.
No supo cuanto estuvo así, pero dedujo que mucho al sentir su cuello adolorido. Una vez que las lágrimas se secaron ella estiró las piernas y terminó por acostarse en el sofá. Escucho el sonido del teléfono sonando, pero ni siquiera se inmuto. No tenía ánimos para contestar la llamada así que dejo que es teléfono sonara y sonara. Lo escucho hasta que se quedó completamente dormida.
Soñó algo lindo. Soñó que su madre estaba junto a ella mientras que Neji le sonreía. Si, había sido un sueño precioso, hasta que se vio así misma cayendo en un agujero negro. Olía a sangre y pudo sentir que flotaba sin rumbo, observando con añoranza hacia arriba donde estaba la abertura luminosa. Estiró la mano tratando de llegar hasta ahí, pero fue en vano. De repente, pudo ver cómo una mano se estiraba hacia ella y entonces…
Despertó con agitación.
Su corazón latía al mil por hora y su cuerpo estaba sudando un poco.
Viró su rostro hasta la ventana, dándose cuenta de que ya había anochecido. Observó el reloj y se percató de que eran las diez de la noche. Sí que había dormido demasiado. Soltó un suspiro y se restregó un ojo mientras se levantaba del sofá. Se pondría la pijama y trataría de dormir de nuevo, ya que no tenía sentido quedarse despierta.
Camino somnolienta por el pasillo, pero antes prendió el foco de este pues temía tropezar. Justo cuando lo prendió, sus ojos se abrieron grandemente.
—¡Arquero! —gritó asustada y corrió hasta su perro, quien se hallaba tumbado sobre el piso con un charco de vómito al lado de su cabeza. Arquero respiraba lentamente y con dificultad, preocupando en demasía a Hinata.
Se levantó de sus cuclillas y corrió hasta el teléfono de casa para llamarle a su veterinario particular.
—¡Maldita sea!—exclamó con enojo al darse cuenta de que no tenía línea en su celular.
Se le había olvidado pagar la factura.
Corrió nuevamente hasta su perro y se arrodilló frente a él para revisarlo una vez más, sin saber qué hacer.
¿Qué podía hacer ella? No conocía nada de veterinaria y en ese edificio no había nadie quien pudiera ayudarla. No tenía línea y por ende tampoco internet. No tenía teléfono móvil, lo cual le hizo replantearse si debía comprar uno.
Miró nuevamente a su perro, ya con lágrimas en sus ojos.
Sabía que Arquero era viejo y que no faltaba mucho para que muriera, pero él había sido su compañero de toda la vida, así que no podía dejar que muriera así. Haría hasta lo imposible para prolongar su vida, haría de todo para que el estuviera bien.
Sus labios comenzaron a temblar y un miedo la invadió por completo. Era hora de salir. Por Arquero, por Ino y por ella.
Frunció el ceño y tomó a Arquero entre sus brazos.
—Tranquilo pequeño, todo estará bien. Lo prometo.
Tomó una gran bocanada de aire, llevando su temblorosa mano hasta el pomo de la puerta. Su mano tembló un buen rato sobre la perilla, moviéndola y ocasionando un ruido metálico mientras la agitaba.
Un mundo relativamente nuevo le esperaba a fuera, un mundo lleno de riesgos que no quería tomar, pero que debía de hacerlo por lo que las quería. Enfrentaría todos sus miedos esa noche para poder avanzar un escalón más en su vida. Ya no quería esa vida encerrada, quería salir al exterior, ir al parque, tomar el bus e ir a una heladería, pero sobre todas esas cosas ella quería salvar a su perro e ir a la boda de Ino.
Con eso en su mente, se dio las fuerzas necesarias para girar esa perilla que parecía pesar un millón de kilos. Cuando lo hizo, pudo sentir una pequeña ráfaga de aire fresco mover sus cabellos y acariciar su piel de porcelana. Frunció el ceño como toda una fiera y comenzó a caminar hacia a fuera del departamento. Cerró la puerta y siguió caminando con Arquero en sus brazos, rezando para que no le diera una crisis para poder llevar a su mascota al veterinario. No tenía coche, así que se aventuraría por las oscuras y tétricas calles de la ciudad hasta llegar al veterinario más cercano.
Llegó hasta él elevador y por un segundo olvidó por completo el cómo se utilizaba aquel artefacto de puertas plateadas y botones luminosos. Dejó su nerviosismo a un lado por unos míseros segundos y pudo abrir el elevador. Entro de inmediato y se abrazó con fuerza al débil cuerpo de su mascota.
—Vas a estar bien… vamos a estar bien.
Salió de elevador dando pequeños pasos, observando la recepción. Hace muchísimo que no veía ese sitio. Tragó saliva, miró de derecha a izquierda y comenzó a caminar rápidamente hasta la salida del edificio. Sentía su corazón latir a mil por hora, comenzó a sudar copiosamente y su pecho quemaba. No quería salir…
Retrocedió su mano de la puerta como si esta estuviera ardiendo en fuego.
Quería salir a enfrentar el mundo nuevamente, pero ¿cómo una persona tan cobarde lo haría? No se sentía como esas típicas chicas fuertes que afrontaban cada obstáculo que se les atravesaba, no se sentía como Ino, no se sentía como ella misma hace años. Se sentía diminuta, insignificante y pusilánime.
Agacho su empañada mirada y observó a su can, el cual ya estaba respirando a duras penas.
¿Por su cobardía dejaría morir de esa manera al único ser que la acompaño de principio a fin? ¿Realmente podía llegar a ser tan cruel y egoísta?
Los pequeños y oscuros ojos de su compañero le sostuvieron la mirada y ahí fue cuando tomó una decisión. La sangre que corría por sus venas parecía lista para un maratón y su corazón podía escucharse tan fuerte que resonaba hasta sus delicados oídos. Frunció tanto el ceño que pudo sentir la edad sobre ella y sus ojos contuvieron tanto el llanto que quiso llorar aún más por el ardor.
Ya no quería llorar por ser una cobarde, lloraría por la vida que estaba desvaneciéndose entre sus brazos.
Lo hizo, abrió la puerta con fuerza extrema temiendo por un momento haberla roto, pero todos sus temores se congelaron en su mente al sentir sus cabellos hondearse por la brisa fresca que hacia afuera. El olor de la humedad provocó que sus fosas nasales se abrieran, dando paso a los nostálgicos olores del exterior. Humedad, lodo, brisa, árboles y asfalto.
El olor fue tan fascinante que pensó seriamente en si habría en algún lugar una loción que ese aroma tan singular.
Sus ojos se perdieron entre las estrellas y el intenso negro del cielo por largos segundos que parecieron eternos y fascinantes. Imagino que ese era el sentimiento de un recién nacido al abrir por primera vez sus ojos para ver un mundo lleno de cosas desconocidas.
Hasta la palabra mudo sonaba extraña.
Dio un pequeño paso hacia el frente, percibiendo la fresca brisa sobre la piel de su pierna desnuda a causa de los pantalones cortos que llevaba puestos. La caricia del hálito fue tan reconfortante que dio otro paso, y otro, y otro, hasta que llegó a la orilla de la acera.
Estaba tan hipnotizada por el lejano sonido de los coches y por el cantar de los grillos que por un momento se le olvidó que estaba fuera después de años y años dentro de un departamento.
Sin embargo, aun después de todas esas lindas sensaciones, no pudo evitar pensar en su traumático pasado lleno de desgracias y de imprudencias. Ahí fuera había miles de cosas que ella había estado tratando de evadir, miles de cosas que temía más que a nada. A las personas les daban miedo muchas cosas. A algunas les daba miedo perder su trabajo o perder a su pareja. A otras les daba miedo el mar o las alturas. Pero a gente como ella... les daba miedo el exterior y la maldad que surgía de entre las sombras. Le daba miedo el crujir de los autos y el sonido de voces varoniles dentro de los callejones oscuros.
Vaciló por unos segundos e incluso dio unos pasos hacia atrás dispuesta a correr temerosa hacia su apartamento para esconderse bajo las sabanas de su cama, pero un lastimoso sonido la trajo a la realidad nuevamente.
Arquero estaba quejándose, mejor dicho, llorando de dolor.
No, no lo dejaría morir.
En un arranque de decisión, comenzó a correr.
Sabía que si se detenía probablemente se acobardaría de nuevo y correría hacia atrás para volver a su cueva, así que no se detendría hasta llevar al veterinario.
Desgraciadamente no sabía de ningún veterinario, pero si recordaba uno que había a unos diez minutos de ahí. Solo rogaba a dios que no lo hubiesen cerrado, pues de eso ya hacia muchísimo.
Corrió y corrió, poniéndose nerviosa cada vez que una persona pasaba a su lado y la miraba con extrañeza. No quería que nadie se le acercaba, tenía mucho miedo. A su mente solo venia el rostro de aquel hombre asaltante y ese hombre violador.
Trato de serenarse, trató de recordarse que esos hombres estaban tras una celda y que jamás los volvería a ver, pero otra parte de su ser le susurraba con algo de burla que esas dos personas no eran las únicas personas malas en ese mundo. Que la maldad cubría una gran parte de gente y que jamás podría estar a salvo si se mantenía fuera de casa.
Corrió con más fuerza, imaginando que al llegar a esa veterinaria algo bueno pasaría. El veterinario le diría que Arquero se pondría bien y que su vida mejoraría. Estúpida, se dijo. El veterinario no sabía eso y ella era consciente de que Arquero era viejo.
No supo con exactitud cuánto tiempo corrió, pero finalmente llegó a la veterinaria y sus piernas le agradecieron el parar. Se agradeció a si misma mentalmente por haber comprado esa caminadora, o de lo contrario no hubiese tenido condición para correr sin parar hasta ahí.
Toco con fuerza, intentó abrir la puerta y hasta gritoneo que le abrieran. Parecía estar cerrado, pero no le importaba en lo absoluto. Se quedaría ahí hasta que abrieran, sin importar cuantas horas tuviese que quedarse ahí.
Gracias al cielo escucharon su llamado y cuando abrieron pudo notar que el veterinario tenía un departamento arriba del local.
—Yo...— su voz tembló. Apretó a su perro contra su pecho mientras se sentía temblar. Hace años que no hablaba con nadie desconocido en persona — de verdad lamento molestarlo —su voz seguía quebrada, pero esta vez iba acompañada de lágrimas — ayúdeme —terminó por decir en un susurro el cual fue más parecido a una súplica.
Pudo ver el impacto en las facciones de aquel viejo hombre.
—Por supuesto, pasa — abrió la reja de seguridad y la dejó entrar junto con Arquero. El hombre volvió a cerrar la puerta, poniéndole los nervios de punta —. Recuéstalo ahí —le apuntó una camilla que estaba junto a una gran pecera llena de peces distintos y de muchos colores.
Hinata asintió y recostó suavemente al can sobre la mullida camilla color azul verdoso.
El hombre de escaso cabello color algodón se acercó al perro y acaricio su cabeza.
—Un basset hound, hace mucho que no veía uno de estos lindos perritos —comentó en un intento de que la joven a su lada dejara de gimotear —. ¿Cómo se llama? —preguntó suavemente.
—Arquero...—musito en un sollozo.
—Que singular nombre para un perro tan especial. Me gusta —le sonrió tranquilizadoramente, haciendo sentir a Hinata un poco más confiada —. Tranquila pequeña, toma asiento mientras lo examinó y te hago unas cuantas preguntas.
Hinata asintió torpemente y pasó su vista sobre el local para buscar una silla. Antes de encontrarla pudo ver sacos gigantes de comida para perro, gato, ave e incluso para conejo. También pudo ver productos de higiene como jabón, champú y cepillos. Había de todo, menos animales enjaulados como solía haber en muchas veterinarias.
Después de ver a su alrededor se acercó a la silla y se sentó lentamente en ella.
—Me llamo Masaki — le comentó mientras tomaba su estetoscopio —¿Y usted?
—Hinata...
—Muy bien, Hinata-san — situó el diafragma sobre el estómago del perro — ¿Cuántos años tiene Arquero?
—Diez años— susurro con pesimismo.
—Entiendo...— dijo el hombre mientras revisaba a Arquero. Hinata observaba a Masaki apuntando cosas en su tabla —¿Hace cuánto no lo traía a un veterinario a hacerle un chequeo?
Hinata bajó la mirada con culpabilidad.
—No lo recuerdo.
Masaki soltó aire y después siguió apuntando cosas en su tabla mientras que sigua chequeando a Arquero.
Mientras que el silencio reinaba en aquella habitación, Hinata no podía evitar sentirse incomoda así que sabiamente decidió sacarle platica aquel veterinario.
—¿Usted no vende mascotas? —pregunto en un susurro inseguro.
—No. Nuestra organización acoge a animales de la calle y los damos en adopción. Perros, gatos, aves, conejos... cualquier animal que necesite ayuda. La última adopción fue a un perro sin un ojo — sonrió con orgullo —. Hubieron muchas personas que huían de su aspecto, nadie lo quería a falta de su ojo, pero nosotros le conseguimos una familia — se quitó el estetoscopio y acarició a Arquero. Su sonrisa se borró lentamente —. Hinata-san, Arquero ya es muy viejo.
—Lo sé —su voz se quebró de nuevo.
—No pasará de tres días. Su corazón no está funcionando bien, no hay nada más que se pueda hacer. Le recomiendo no someterlo a ningún tratamiento, eso podría hacerlo sufrir más de lo que ya está sufriendo.
No quería seguir escuchándolo. Sus palabras eran demasiado dolorosas.
Cubrió sus ojos con ambas manos.
—Puedo darle unas medicinas para aliviar un poco su dolor, pero le recomiendo que piense bien lo que le diré. ¿Desea dormirlo ya, desea esperar a que muera solo o desea que pase sus últimos momentos en su hogar?
No lo tuvo que pensar dos veces.
—Quiero que este en casa cuando eso suceda...— musito en un hilo de voz.
—De acuerdo — Misaki tomo unas cosas dentro de un cajón y después las puso en una bolsa de plástico —. Las instrucciones vienen adentro, en caso de que algo se complique puede llamarme a este número —le enseño la tarjeta y después la echo junto a las cosas en la bolsa.
—Gracias...—susurro y tomó a Arquero entre sus brazos con toda la delicadeza del mundo, como si estuviese tomando a una pequeña mariposa de su ala —. ¿Cuánto...?
—No suelo cobrar por estas cosas, señorita —le sonrió dulcemente y negó con la cabeza —. Se lo duro que resulta esto.
—No sabe cuánto le agradezco — y sí que lo hacía. No sabía lo que hubiese pasado si no le tocaba una persona tan amable como lo era Misaki —. Gracias, Misaki-san.
Salió de la veterinaria y comenzó a caminar, solo que esta vez se permitió el hacerlo con calma a pesar de que su corazón estaba latiendo al mil por hora.
Ino tenía razón, tenía toda esa boca parlanchina llena de razón.
«—…. Jamás estamos a salvo... sin importar lo bien resguarda que te sientas.»
Ella jamás estuvo a salvo.
Arquero no estaba a salvo.
Arquero moriría a pesar de haber vivido sanamente, a pesar de haber vivido aislado de cualquier peligro existente.
¿De qué sirvió darle comida especial? ¿De qué sirvió hacerlo correr con ella en la caminadora? ¿De que sirvió limpiar a fondo su hogar para que nunca tuviese que encontrarse con una araña? ¿De qué sirvió no llevarlo a pasear al parque?
De nada, no sirvió de nada porque a pesar de todo él iba a morir. Moriría al igual que ella.
Y entonces comenzó a sentir miedo de su propio hogar.
Moriría sola, probablemente sentada sobre su sofá con una copa de vino en su mano. Moriría anciana, con más canas de cabello. Amargada y triste, sin nadie a su alrededor. Probablemente encontrarían su cuerpo diez días después de su muerte. Probablemente ya no habría nadie para que visitaran su tumba. Probablemente Ino ya sería abuela para ese tiempo. Probablemente su padre y tío estarían muertos también.
Sollozó con fuerza y abrazo con más fuerza a Arquero.
Hundida entre sus pensamientos, Hinata siguió caminando, pero al cruzar la calle un destello de luz hizo que quedara petrificada en medio.
Sus ojos se abrieron con fuerza y su corazón dejó de latir.
Continuará...
N/A: Ok, literalmente creo que tengo un año sin actualizar esta historia, si no es que a penas se cumplirá el año, y eso me hace sentir una holgazana. Bueno, sinceramente después del primer capitulo me quede en blanco, y es que el drama a mi no se me da por mucho que lo ame. Siento que no es mi fuerte por mas que pienso en escenas "geniales" (dentro de mi egolatra punto de vista), así que me desanimo cuando las pienso un poco más. ¡Por eso deje de escribir esta historia! ¿Okay? ¡Pero! después de pensarlo un poco me dije a mi misma: ¿Que paso con tu promesa de nunca dejar descontinuada una historia? y pues heme aquí, con un nuevo capítulo que sinceramente me gusto demasiado sin tener una razón.
Pasando a otro tema, me gustaria que me contestaran estas preguntas: ¿Que les parecio a ustedes este capitulo? ¿Van a tirarme tomates por actualizar quitadamente de la pena hasta ahora? ¿Que piensan respecto a cómo describi los sentimientos de Hinata?
Fue difícil imaginarme a una persona con Agorafobia, así que traté de ponerme en sus zapatos y describir qué es lo que yo sentía al pasar por todas esas cosas. Fue difícil, pero hice lo que pude.
En fin, espero que este capitulo les haya agradado y que no me tiren tomatazos.
Prometo actualizar pronto, ya que ya tengo empezado el siguiente capítulo. ¡Hasta la próxima!
Agradecimientos: Shikina, eliuska20, Akime Maxwell, Ememoho, souri, Amberly07, Guest.
