Aviso: contenido lemon, si eres menor de edad, no sigas leyendo.

Ningun personaje me pertenece, son obra de akira toriyama

Capítulo 3

Vegeta sintió que el espacio se congelaba a su alrededor. Esa mujer estaba loca. ¿Que significaba ese "te quiero"?. Esa mujer lograba sacarlo de su eje todo el tiempo. Nunca se había sentido tan perdido y confundido. ¿Cómo podía lograr ese efecto en él? ¿Que lo quería?, ¿Qué es lo que quería de él?. Ahora tenía más dudas que antes.

La mujer ya se había quedado dormida. Se veía mejor. Él al poco tiempo se marchó a su habitación, sin embargo no lograría conciliar el sueño. Estaba demasiado inquieto.

Al día siguiente el entrenaría desde temprano, pero antes de marcharse le dejaría a Bulma un pequeño desayuno junto a la cama. Esperaba que Bulma guardara reposo, pero conociéndola, se levantaría algunas veces a ducharse y a buscar cosas en la cocina. En la noche ella se levantaría y cenarían juntos. Él estaba más intrigado por ella que antes.

Cada vez que se marcharía a entrenar, Vegeta tendría en mente a la mujer. Necesitaba ser un supersaiyayin, superar a Kakarotto, derrotar a los androides y mostrarle a Bulma que era el mejor guerrero. Quería ser mejor ante sus ilusionados ojos.

-Bulma, hija. Llamaron nuevamente de "Espalux Corp". Aún no respondiste su pedido- dijo el Dr. Brief.

- Lo se. Lo olvidé. Luego los llamo.

-¿Que vas a hacer?

-Sinceramente, no lo se.

- No los hagas perder tiempo, hija.- le recomendó su padre.

- Si papá.- respondió Bulma a su padre antes de dirigirle la palabra a su madre mientras almorzaban- Mamá, ¿Sabes si Vegeta aun está entrenando?

- Ya lleva cuatro días ahí. Hasta donde se, no ha salido todavía. Estoy preocupada.

- Yo tampoco lo vi salir. También me está preocupando.- confesó la mujer

- ¿Por que no lo vas a buscar?- preguntó su madre.

- Prefiero esperar un poco más. Si para la cena no sale, iré.

Bulma esperaba que saliera pronto. Había ido a monitorear la cámara de gravedad. Había signos de movimiento, por lo que no se había desmayado todavía.

La cena había terminado y sus padres se había ido a dormir. Sin embargo Bulma aun no tenía el valor para ir en busca del príncipe. intuía que las cosas no estaban bien en él.

Bulma dio vueltas por la casa, buscando excusas para no volver a su habitación o en busca de Vegeta. De repente comenzó a llover. Bulma juntó valor y se dirigió a la cámara. La lluvia empezaba a incrementarse y Bulma apresuró el paso para no mojarse demasiado, después de todo, la cámara estaba en pleno jardín.

Bulma sintió que se le aceleraba el pulso. estaba nerviosa. Temía al demonio que tendría que enfrentar, tal vez Vegeta no había podido derrotarlo aun y eso la asustaba.

La científica tocó la puerta de la cámara y llamó a Vegeta con la voz un tanto temblorosa. Esperó unos minutos y pensó que él no abriría, sin embargo lo hizo. En ese instante se arrepintió de haberlo hecho: Vegeta estaba sumamente lastimado. Tenía la respiración agitada y su mirada estaba sumamente oscura y nublada. Él no estaba bien. Estaba perturbado.

- Vegeta...

- Véte...-dijo en voz casi imperceptible.

-¿Que pasó?- preguntó Bulma mientras se alejaba unos pasos a medida que Vegeta salía de la cámara.

La lluvia comenzó a empaparlos. El vestido de Bulma se había pegado a su cuerpo mientras el sudor de la piel cobriza y la sangre de Vegeta se limpiaban con el agua.

Bulma sintió miedo, pero no de Vegeta. Temía por los sentimientos que lo invadían en ese momento. Ella podía sentir su dolor.

-¿Que pasó?- repitió el príncipe con la voz quebrada.- No lo consigo. No puedo conseguirlo.

Bulma sabía a qué se refería. El maldito supersaiyayin. ese estúpido estado que su padre le había metido en la cabeza que él sería. Ese estúpido estado que Goku había logrado alcanzar y él no. Odiaba al supersaiyayin. Bulma quería a Vegeta tal cual era.

- Déjame pasar- dijo Vegeta apartando a la mujer, quien lo miraba con preocupación, y la cara y el cabello empapados. Sus ojos azules lo presionaban- Debo marcharme, no puedo permanecer más aquí.

-¡No! ¿a donde te irás?- gritó la mujer, tomándolo del brazo para que no se marchara.

Sentir la suave piel de la mujer lo desesperaba. Él necesitaba volverse más fuerte, pero no podía. Goku lo había logrado, el misterioso joven también, y él, príncipe de su raza no podía lograrlo. Era un inútil. Era una vergüenza. Sentía que la decepcionaba. No lograría nunca estar a su altura: ella era inmensa.

Vegeta cayó de rodillas, arrastrando a Bulma, y escondió su propio rostro entre sus lastimadas y varoniles manos. Luego de ello, Bulma fue testigo de algo que nunca pensó que presenciaría: Vegeta comenzó a llorar.

Bulma sintió que la tierra bajo sus rodillas se abría como un abismo para tragarlos. Sintió su pecho arder mientras su piel se enfriaba con las gotas que la golpeaban. Su garganta se cerró y no supo en que momento ella lo rodeó con sus brazos y dejó que las lagrimas cubrieras su rostro también. él se acomodó en el cuello de la mujer y se entregó a su infinidad.

Bulma sentía la proximidad de Vegeta y su aroma mezclado con el olor de la lluvia y el sudor, y aun así advertía que no era suficiente. No alcanzaba.

Sin embargo, Vegeta percibía cómo ella se había convertido en su sostén. Ella evitaba que él se rompiera en miles de pedazos. ¿En qué momento se había vuelto su compañera? ¿Cuándo: había ganado tan importante lugar? Ella había calado sus huesos y se había introducido por cada rincón de su ser, como el sol que invade la noche. Sentía el perfume dulce en su cuello y el sonido de su corazón palpitante bajo su pecho. ¿Cuando le había abierto la puerta de su alma? ¿Como la quitaría ahora?

Vegeta levantó la mirada y sosteniendo su cuerpo con sus fuertes brazos, buscó sus profundos ojos azules. Allí estaban esas estrellas. Otra vez lo miraban como si él valiera la pena. Lo hacían sentir tan culpable. Ella estaba compartiendo su dolor, estaba levantando la carga que él ya no podía sostener y la ponía sobre su propia espalda. Vegeta apretó con fuerza los brazos de la mujer y cuando ella acercó su rostro al suyo, el príncipe besó sus suaves y rojos labios.

Bulma sintió que el abismo se cerraba y su alma tenia la oportunidad de decirle a Vegeta, todos aquellos sentimientos que había guardado y reprimido todo ese tiempo. Ambos habían profundizado el abrazo. El beso fue intenso y duradero. Era como si no alcanzara. Tenían en sus brazos al otro, pero no bastaba. Bulma tenia la necesidad de aliviar aquel corazón afligido y Vegeta sentía que la necesitaba a ella.

Los labios de ella le hacían perder la cordura. Había perdido la noción del tiempo y del espacio. ella sentía el aliento cálido del príncipe invadirla mientras sus manos cálidas le decían que no se alejara de él. Sin embargo, fue Vegeta quien separó aquel abrazo. La miró nuevamente a los ojos. Ella se mostraba expectante y lo miraba con aquella pureza que él odiaba y amaba al mismo tiempo.

- Esto es un error- dijo seriamente mientras se ponía de pie y su mirada se volvía a endurecer.

-¿Un error?- dijo Bulma indignada.- Me estás mintiendo, Vegeta.

- No, mujer. Fue solo un impulso. No te equivoques conmigo.

- Vegeta, te amo- confesó Bulma. Ella no podía traicionar sus sentimientos. Nunca había sentido nada similar por nadie y no quería dejar eso- No puedes decirme que no sientes nada.

- Yo no siento nada por nadie y lo sabes.

- No es verdad. No pienso creer eso. Es absurdo.- insistió Bulma.

Ella se había puesto de pie. llevaba la ropa y las rodillas sucias por la tierra. su cabello estaba empapado y algunos mechones se había pegado a su rostro. Estaba enfurecida y tenia los ojos llorosos.

- Haz y piensa lo que quieras. eso no cambiará lo que soy. Nunca seré el hombre que piensas o quieres que sea, ni tampoco tendré los sentimientos que esperas de mí. Tampoco estoy dispuesto.

Vegeta se dio la vuelta y se marchó. Bulma miró su ancha y desnuda espalda alejarse y sintió como había quedado allí, detenida en el tiempo con su propio corazón en la mano. Lo que él había dicho era verdad: no importaba que él la quisiera, no estaba dispuesto a ser ese hombre. No importaba que eso no lo hiciera feliz. Al fin y al cabo, el orgullo era su principal rasgo distintivo. No renunciara a él por una simple mujer.

Ella lo amaba tal cual era. Aún con sus inmensos defectos. No podía negarlo, sin embargo no podía vivir de rodillas suplicando migajas de su atención o su cariño, y tampoco quería verlo sufrir. Sabía que descubrir nuevos sentimientos lo hería. Tal vez en algún momento cambiaria. Mientras tanto ella debía hacer algo por disminuir su propio sufrimiento. Todas las noches, antes de conciliar el sueño, pensaba en él. Cuando veía que llevaba una herida nueva, se preocupaba con él. Haberlo visto llorar la había devastado emocionalmente. Estar lejos de él la volvía loca. Luego de tanto dolor, ¿a donde podía refugiarse ella?. Los brazos del príncipe la hubiesen consolado- como ya lo habían hecho antes- sin embargo, ya no eran una opción. Es por eso que Bulma tomaría una decisión, pero de todas formas no sería impulsiva y esperaría unos días. No quería admitir que también lo haría por culpa de la estúpida esperanza de que él se acercara arrepentido.

Bulma se duchó y lloró. Las gotas calientes marcaron su piel y borraron las huellas de los dedos del príncipe. Sentía el aroma de él desprenderse de su cuerpo y desaparecer.

La noche fue muy larga. No solo para ella. El Saiyan no podía borrar el rostro de Bulma de sus pupilas. Su calidez había impregnado su alma y ahora se sentía vacío. "¿Qué estoy haciendo?, ¿que debería hacer?" se repetía. "Soy un saiyayin, un guerrero, libre de sentimentalismos y banalidades humanas". Pasó toda la noche convenciéndose de que tenía razón. A la mañana siguiente, se levantó más temprano de lo normal, después de todo no había pegado un ojo, y se fue a entrenar.

Los días comenzaron a pasar. Bulma ya no preparaba los desayunos de Vegeta y sus encuentros fueron sumamente ocasionales. Se miraba tímidamente a los ojos y cada cual se marchaba para atender sus propios asuntos. Al ver al otro aproximarse, cualquier tipo de sonrisa o ánimo que tuviesen, se borraba al instante. La presencia del otro se había vuelto una espina en el corazón.

Un día el ki de la mujer desapareció: un día, dos días... y así se hicieron casi veinte días. Los padres de ella seguían raros y alegres, por lo que supuso que estaba bien y que solo estaba de viaje.

Un maldito día, la cámara de gravedad se averió.

- ¿Donde está la mujer?- preguntó Vegeta al científico que se encontraba realizando unos trabajos de robótica- La cámara necesita arreglos.

- Cuando termine esta reparación, prometo que iré a ver la cámara.- Comenzó a responder el Dr. Brief.- Recuerda que Bulma no está.

Vegeta se mantuvo en silencio, por lo que el Doctor interpretó que el Saiyan no sabía a qué hacia referencia.

- Pensé que Bulma te había contado. La llamaron para trabajar en un proyecto sumamente importante en Isla Sur, por lo que se fue a vivir allí por un largo tiempo.

- ¿Estas hablando de Bulma, cariño?- se entrometió Bunny, quien acababa de llegar con una bandeja con una tetera y un par de tazas- ¿Puedes creer que no vendrá a visitarnos hasta dentro de seis meses?

"¿Visita? ¿seis meses? ¿cuanto tiempo iba a estar allí?" se preguntó Vegeta. "No importa. La distancia es el mejor remedio" se convenció.

Vegeta entrenaba día tras día. Había aumentado la cantidad de horas diarias de su entrenamiento, sin embargo no lograba resultados aun. Se había vuelto muy fuerte, sin embargo, no estaba cerca de su meta aun. El episodio escandaloso de la noche lluviosa no se volvió a repetir. Sin embargo el recuerdo de Bulma no lo abandonaba. Ya habían pasado más de sesenta días sin verla y aun la extrañaba. Extrañaba su calor, su sonrisa. Extrañaba cuando ella curaba sus heridas, cuando lo regañaba. Extrañaba sus preguntas infantiles, su voz irritante. Extrañaba verla con sus ropas de pijama y con su ropa de trabajo. Extrañaba sus ojos y cuando lo miraba como si él tuviese un futuro brillante. "aun no hay sido suficientes días para olvidarla" se decía, pero en el fondo comenzaba a pensar que no podría olvidarla ya que nunca había sentido nada parecido por nadie.

Él, el príncipe de los saiyayines, había sido derrotado por una simple humana. Ella lo había intentado someter, como toda persona que él se había cruzado en el universo, sin embargo ella era la única que lo había logrado y sin usar la fuerza: solo con su calidez.

Odiaba pensar qué estaba haciendo la mujer. ¿Con quién estaría? Es seguro que habría muchos hombres a su alrededor intentando conquistarla, después de todo ella era la mujer máhermosa del universo. ¿Pensaría en él como él pensaba en ella? ¿Y si no fuese así y ya lo hubiese olvidado? ¿Volvería realmente?. Odiaba cómo se sentía. Odiaba la incertidumbre. Sentía que todo se le escurría de los dedos como agua. Nunca había sentido esa perdida de control. Él, que tantos años había vivido controlando sus impulsos, sus emociones, en ese año viviendo cerca de la mujer había cambiado. Jamás pensó que él pudiese cambiar. Vegeta se enfureció. ¿Cómo podía hacer para volver a ser quien era? No quería volverse débil y miserable. Así se sentía en esos instantes. Sin embargo, al mismo tiempo lo único que quería era verla, tenerla cerca y abrazarla. Quería disfrutar de su perfume, escuchar sus ocurrencias, ver su ceño fruncido al enfadarse, percibir su valentía cuando peleaba con él. El príncipe deseó que ella volviera. De repente, se cruzó por su mente la idea que ella volviera, pero ya no lo hiciera sola. ¿Qué pasaría si ella encontrara alguien nuevo a quien amar? ¿Dónde quedaría él con todo eso? "Pero siempre he estado solo" se consoló, sin embargo, eso ya no le bastaba. No lo conformaba. Vegeta empezó a sentir que la sangre le hervía con solo darle vueltas a esa idea. El corazón se le aceleraba y un intenso calor lo invadió. Sin siquiera notarlo, su enojo se materializó en un fuerte resplandor que emanaba de su cuerpo y que duró solo unos segundos. Lo había logrado. No podía controlarlo, pero había alcanzado el estado de supersaiyayin.

Vegeta sintió una gran satisfacción, pero al mismo tiempo una fuerte ansiedad. Necesitaba volver a repetirlo. Sin embargo, esa euforia se borraba con solo recordar aquellas especulaciones sobre Bulma que lo habían llevado a convertirse. Sin embargo, Vegeta dejó que los días continuaran pasando. Uno tras otro, iban acumulándose. La distancia, el tiempo, el entrenamiento. Vegeta ya no sabía que más usar para ayudarse a olvidarla, hasta que cierta noche se dio cuenta de que no había deshonor por rendirse ante ciertos conquistadores.

Los padres de Bulma había decidido visitar a su hija. Bunny le ofreció a Vegeta que los acompañara pero él no aceptaría esa invitación.

- ¡Mamá, Papá!- dijo Bulma sorprendida.

- ¡Me encanta tu loft!- gritó su madre.

Sus padres allí estaban, en la puerta de su nuevo hogar, sorprendiéndola.

- ¿Por qué no me dijeron que vendrían? No tengo nada preparado para recibirlos. Aún no termino de instalarme.

- No te preocupes hija. Estamos alojándonos en un hotel cercano.- explicó su padre.- Nos quedaremos unos pocos días. No te preocupes

-¡Papá! estoy sumamente contenta de que estén aquí. Quédense el tiempo que quieran.

- No queremos interrumpir tu trabajo- agregó su madre.

- No interrumpen, de verdad. Hoy no tengo que ir al laboratorio así que, si quieren, podemos ir a pasear.

Bulma pasó el día con sus padres. La ciudad en la que vivía era pequeña, pero una gran atracción turística. Disfrutaron de la comida local, las atracciones, las caminatas. Al llegar la tarde, su padre volvió al hotel. "Ya fue suficiente para mí" dijo, dejando a Bunny y Bulma tiempo para pasar juntas.

- ¿Como te sientes viviendo aquí?-preguntó su madre.

- Es nuevo para mí. Nunca había estado tanto tiempo lejos de la gente que me aprecia sinceramente.- comenzó a explicar Bulma con cierta nostalgia- No pienses mal. Tengo un grupo muy lindo aquí, pero no es lo mismo.

- ¿Por que no vuelves?

- Mamá... es una etapa nueva de mi vida. Siento que debo hacerlo. Estoy aprendiendo mucho y creciendo.

- De acuerdo, solo espero que dentro de esa etapa de crecimiento de la que hablas, tengas en mente hacerme abuela. Siempre que pienso que eso está cerca, me llevo una gran desilusión.

-¡Mamá! ni siquiera estoy en pareja. No me pidas esas cosas.- gruñó Bulma.

- ¡Pues busca una!- exigió su madre.

Bulma bufó. El atardecer había caído y ambas mujeres retornaron, cada una a su lugar. "Mañana por la tarde los iré a buscar" prometió Bulma, "si me hubieses avisado, me hubiese reservado unos días".

Bulma pasó varios días con sus padres y la nostalgia comenzó a invadirla. La gran Bulma Brief, aventurera, valiente y orgullosa, parecía una niña indefensa, miedosa y vacilante. Era por eso que debía continuar con lo que había propuesto. era uno de los momentos de su vida donde más difícil le resultaba ser fuerte. Cada día que pasaba no parecía hacerla sentir mejor. Era cierto que trabajar y mantener la distancia de su hogar, la distraían, pero al volver a la soledad de su departamento, una vez mas retornaban los fantasmas. Cada hora que pasaba lejos de Vegeta le confirmaban los inexistentes sentimientos de él hacia ella. "Aún no han sido suficientes días para olvidarlo" se consoló. Sin embargo, Bulma odiaba la idea de tener que llegar hasta el fondo del abismo para ahogar sus esperanzas y sentimientos, para luego salir verdaderamente adelante.

Bulma fue al hotel a despedir a sus padres. Su padre ya había guardado las pertenencias en la nave, abrazó a Bulma y esperó por Bunny.

- Gracias por la visita- dijo Bulma

- De nada, querida. sabes que puedes llamarnos cuando quieras. puedes volver cuando quieras...

- Mamá, gracias, pero ya hablamos de eso.

- Déjame terminar... Nunca has sido de las personas que huyen de sus problemas. Creo que eres muy buena tomando decisiones, sin embargo creo necesario recordarte que eres Bulma Brief. No lo olvides.

Bulma se asombró de las palabras de su "distraída" madre. no estaba segura si sabía que la aquejaba, pero algo intuía. Sabía que su madre entendía que Vegeta estaba detrás de todo eso porque nunca mencionó su nombre. Usualmente hubiese comentado "no sabes cómo entrena el apuesto de Vegeta".

Bunny abrazó a su hija, subió a la nave y rápidamente emprendieron el regreso a casa. Bulma se mantuvo en el suelo firme, saludando con su pequeña mano y con el pelo revuelto por el agitado aire que la nave dejó atrás.

Bulma suspiró porque su madre tenía razón. Debía dejar de huir y una vez más debía tomar una decisión, sin embargo, Bulma tenia muy claro que ésta ya estaba tomada, solo debía comenzar a trabajar en su actitud, su forma de curar las heridas. Ella sabia que no regresaría. Ya estaba decidido.

El pasillo hacia la puerta del departamento de Bulma se volvía más largo cuando ella regresaba a casa hundida en sus pensamientos. Colocó la llave en la cerradura, y antes de abrir tomó aire, como si este también trajera consigo toda la valentía y la fuerza que ella necesitaba. Al entrar, sintió una brisa fría que le erizó la piel desnuda de los brazos. Vio el ventanal abierto y con las cortinas danzando. Una figura se dibujaba en el juego de sombras que las luces nocturnas dibujaban sobre los ladrillos.

Bulma se sobresaltó y un escalofríos le recorrió la espalda, demoró algunos segundos, pero rápidamente supo de quien se trataba. Vegeta estaba en su balcón.

El corazón de Bulma dio un vuelco. Sentía que el aire que respiraba no era suficiente y sus ojos comenzaron a perturbarse. No lloraría. Ya se había decidido y había reconstruido su voluntad. Él no vendría como un huracán a tirarla. No se lo permitiría. Comenzó a sentir enojo, ¿quien se creía?.

- ¡Vegeta!- gritó mientras se acercaba a él. Sus zapatos sonaban como truenos sobre el piso de madera. Él se encontraba con los brazos apoyados en el balcón y al oírla se volteó a verla.

- ¡¿Me quieres matar del susto, mono imprudente?!- gruñó ella mientras lo observaba. Llevaba ropa normal, hubiese pasado por humano sin problema alguno.

Vegeta la miró atónito. Hacía mucho tiempo no escuchaba su voz y sus insultos. Tenía ese ceño fruncido que le gustaba y llevaba un vestido con rosas rojas dibujadas que marcaba sus pechos y su cintura, pero dejaba libres sus piernas. Vegeta se había quedado congelado, solo mirándola y pensando lo linda que era y cuánto la había extrañado en realidad.

- ¿Qué se supone que haces aquí?- preguntó Bulma ante el silencio de Vegeta.

Ver al príncipe era doloroso, pero era imposible que él estuviese allí sin motivo alguno. Bulma sentía en su corazón, cómo aquellos sentimientos que había querido reprimir, comenzaban a golpea con fuerza, pidiendo volver. "No, no te ilusiones, mujer idiota" se decía. Sin embargo, su pulso estaba acelerado. ¿Por qué estaba él ahí, en su habitación? Parece que me estuviera esperando.

Vegeta no sabia qué responder. No había pensado muy bien las cosas, solo había seguido un impulso, un instinto desconocido.

- ¿Y bien?- preguntó Bulma mientras comenzaba a golpear impacientemente el piso con su tacón rojo derecho

Vegeta la miró. Ella se veía tan bien. Tenía su humor característico y parecía muy molesta con él. Tal vez ella sí lo hubiese olvidado. Tal vez nunca lo hubiese querido realmente. Tal vez había sido todo una cuestión de piel, algo hormonal. Vegeta sintió que estaba cometiendo un error al estar ahí. No podía arriesgarse.

- Necesitaba hablar contigo- respondió seriamente.

Bulma hizo un pequeño gesto con sus ojos, como indicando que prosiguiera porque aun no comprendía.

- Necesito un invento nuevo para que me ayude con la transformación de supersaiyayin.- mintió Vegeta. Bulma solo lo observaba, mas seriamente de lo que él hubiese querido- La he alcanzado, pero no logro controlarla.

Bulma solo lo miraba.

- ¿Eso es todo?- preguntó Bulma con sus facciones rígidas.

- Esperaba que tuvieras ideas mejores a las de tu padre.

Vegeta sintió la tensión. Su orgullo se había interpuesto una vez más .Sintió a la mujer acercarse rápidamente. Cada paso retumbaba en su pecho. De repente ella se detuvo frente a él, lo miró con sus ojos azules hechos un témpano de hielo y sin siquiera percatarse, ella le propinó una bofetada.

Vegeta se sorprendió, no solo de cuán baja estaba su guardia en presencia de la mujer, si no también del accionar de la misma. No había llegado a abrir la boca para recriminarle cuando ella ya había comenzado a hablarle.

- ¡Dime que es una broma!- gritó furiosa

Vegeta la miró y supo que esta vez había llegado muy lejos al tratar con ella. Él no respondió y eso solo hacia enfurecer más a la peliazul.

- ¡¿Tu piensas que me marché de mi hogar, que me alejé de mi familia, solo para trabajar en un nuevo proyecto laboral?! Dime que eres tan ingenuo como para pensar realmente eso y no que en realidad sabías que me marché para alejarme de ti, de lo que siento, de lo que pasó aquella noche y que aun así viniste solo por un estúpido aparato.

- Huir no hace que ciertas cosas dejen de existir. De esa forma es solo cuestión de tiempo- explicó Vegeta- Eres la humana más inteligente que conozco y necesito de esa inteligencia. Si no puedes enfrentarme ¿qué sentido tiene todo esto?

Bulma lo miró unos segundos hasta que de repente sus azules ojos comenzaron a llorar.

Vegeta notó las lagrimas recorrer el rostro de porcelana de la mujer y sintió su corazón dar un vuelco. Su aflicción le dolía, más que todo el daño físico sufrido. Sin embargo, había sido él el que había provocado ese sufrimiento.

- Siempre pensé que a pesar de todo tu pasado, en el fondo se escondía un hombre distinto. pensaba que había llegado a conocer a ese hombre: un hombre capaz de querer, de sentir compasión. Sin embargo, esta es la primera vez que pienso que tal vez me equivoqué. No puedes ser tan cruel e insensible conmigo. No esperaba que fueras tan injusto.

Bulma escondió su rostro entre sus blancas manos y comenzó a llorar con mayor intensidad.

Vegeta sentía que no podía dejarla así. Separó el pequeño espacio que había entre ellos y la tomó de los hombros desnudos.

- ¿Disfrutas ser así o solo es una clase de venganza hacia mí?- preguntó ella entre sollozos mientras lo miraba con sus ojos llenos de tristeza.- ¿Tanto me desprecias?

- No...- respondió él, pero ella no estaba escuchando. Estaba hundida en su pena.

Vegeta recorrió sus brazos con sus grandes manos, pero ella estaba usando las suyas para secar sus lagrimas, por lo que él tomó a la mujer de la cintura. Era tan pequeña, tal frágil. ¿Cómo había podido lastimarla así?

- No me toques- dijo ella de manera casi imperceptible.

Él no podía hacerle caso, sentía que tenia que arreglar todo eso. La tomó con más fuerza y la acercó a su poderoso cuerpo. Ella sintió su calor y recuperó un poco la conciencia.

Él la miró a los ojos con su mirada inquieta y ella lo observó con sus dos lagunas húmedas y azules. "Siempre es tan pura" pensó Vegeta, y sin pensarlo, besó los labios de la mujer mientras la abrazaba con desesperación. Ella no estaba segura si continuar aquel beso, pero su voluntad quebrada ya no tenia suficiente fuerza como para detenerla. Al principio ella respondió con un tímido contacto, pero poco a poco, ella también comenzó a sentir la desesperación de tenerlo en sus brazos, mientras se lamentaba, porque él no era de ella. El saiyayin no lo permitiría.

Vegeta profundizó aquel pasional beso acariciando la boca de la mujer con su lengua. Sus manos continuaron recorriendo aquel escultural cuerpo. Necesitaba grabar cada rincón de ella, por si nunca más podía volver a tocarla.

Bulma llevó sus manos a la nuca del príncipe acercándolo más, pero él se separó de ella en un instante. Ella lo miró con sus ojos expectantes y temerosos, pero él solo quería limpiar sus lagrimas con sus poderosas manos. Ella cerró los ojos ante este gesto y él se sintió tentado por volver a besarla. Ella nuevamente lo abrazó y sintió que sus manos recorrían los hombros de aquel hombre para luego acabar en su marcada espalda.

Vegeta comenzó a empujar a la mujer hacia el interior del departamento. Al cruzar el umbral de la puerta de vidrio, las suaves brisas desaparecieron y el calor de los cuerpos los invadió.

Bulma sintió como Vegeta había comenzado a desprender los botones que su vestido tenía en la espalda. Ella se separó para mirarlo y vio la mirada del príncipe que ardía por el mismo deseo que ella tenía de sentirlo más cerca. Al terminar de desprender los botones, el vestido cayó al suelo y su blanco cuerpo solo quedó cubierto por aquel delicado conjunto celeste. Bulma notó la vergüenza que se apoderaba de ella e instintivamente soltó a Vegeta para cubrirse y esquivó la mirada del príncipe. Él no pudo evitar soltar una pequeña risa al verla tan infantil y hermosa al mismo tiempo. Vegeta se quitó la remera que lo cubría y tomándola por la cintura nuevamente acarició sus labios con besos cortos. La boca de la mujer no le bastaba. Necesitaba más de ella, por lo que comenzó un sendero de besos que fueron desde los ojos de su mujer, pasaron por su nariz, sus mejillas y se detuvieron en su delicado cuello. Ella soltó un pequeño gemido de placer. Él sonrió sobre la dulce piel de la peliazul para luego proseguir con aquella procesión. Los besos pasaron del cuello hasta sus hombros. Esos hombros brillantes que Vegeta siempre deseo tocar cuando ella usaba prendas veraniegas. Sentía las puntas del suave cabello de Bulma acariciar sus manos y la sensación le encantaba.

Vegeta usó su fuerza y su destreza para llegar a la alfombra que descansaba a los pies de un gran sillón, llevando a Bulma con él y recostándola sobre la suave tela.

Bulma estaba aprisionada por el cuerpo de Vegeta, quien comenzó a besarla nuevamente. Sus caricias, sus roces, su contacto, su respiración caliente en su cuello, sus besos por todo su cuerpo: Bulma sentía que la llevaba del más dulce placer hasta la más triste desolación. No sabia cómo en solo un instante podía volar en el cielo y al segundo, quemarse en el mismísimo infierno. Sabía que cuando el encanto se terminara, el dolor volvería para quedarse. Sabía que las huellas de Vegeta la marcarían como sellos de fuego, sin embargo, estaba dispuesta a soportarlo.

Vegeta rompió la parte superior de su ropa interior, dejando al descubierto los pequeños y seductores pechos de la mujer. Sin vacilar comenzó a besarlos. Sentía la piel de ella erizarse bajo su boca, invitándolo a usar su cálida lengua. Sus pezones erectos delataban el efecto que las caricias del Saiyan provocaba en ella. Bulma aun tenía vergüenza de la mirada expectante que él le regalaba. Era cierto que ella no era una primeriza, pero sí era verdad que nadie había provocado en ella lo que Vegeta le producía. Nunca había sentido algo semejante por nadie. Nunca había amado tanto. Nunca había sufrido tanto.

Vegeta llevó sus besos por un serpenteante camino hacia el vientre de Bulma. La forma de su ombligo le gustaba y no dudó en probar su sabor y su textura. La piel de la mujer era suave y cálida. sentía ese cuerpo moverse con la respiración agitada y eso le recordaba que ella estaba viva. Vegeta había pasado más tiempo entre pedazos de carne muerta por lo que la sensación de esa mujer danzante bajo su pesado cuerpo le extrañaba y lo llenaba de luz.

Vegeta había vuelto a los labios de la mujer, quien aprovechaba la cercanía del hombre para acariciar con la yema de sus dedos las marcadas curvaturas de sus músculos. Pasaba de su pecho a su espalda, según la intensidad de los besos.

Vegeta levantó su rostro mientras acercaba una de sus manos a la ultima prenda que cubría su desnudo cuerpo. Rápida, pero delicadamente, el príncipe se deshizo de ella. Bulma había apoyado su mano sobre el cinto del pantalón del Saiyan, invitándolo a no dejarla sola en esa odisea. Él lo comprendió y también se desprendió de su ropa.

Bulma sintió el calor de su piel y la fuerza de su sexo erecto y palpitante sobre la cara interna de su pierna. Instintivamente, intentó acomodar sus piernas alrededor de aquel cuerpo. Bulma se detuvo un instante a observarlo. Nunca antes había reparado en las incontables cicatrices que inundaban su piel. Él no dejó que ella se detuviera en aquellas marcas de dolor. No quería más sufrimiento para ella. Ese era su pasado y no quería que este le alcanzara: no a esa mujer.

Él también se acercó y Bulma pudo sentir el miembro de Vegeta tan próximo a su intimidad. El roce, el calor, los intensos besos. La tensión era demasiada.

- Hazlo- susurró ella a su oido.

Vegeta sintió una sensación electrizante que atravesó su columna cuando aquel soplido acarició su oido. Él no vaciló y obedeció a la mujer. Apoyó mas cómodamente sus rodillas en la alfombra y lentamente fue haciéndose lugar por la intimidad de Bulma. Sentía esos labios sumamente apretados y supo que debería ser una entrada lenta y cuidadosa. Ella había gemido y arqueado su espalda por reflejo. Bulma sostenía la cabeza del hombre, se había aferrado a su cabello y deseaba arrastrarlo nuevamente a su boca. Él continuó moviendo suavemente intentando no entregarse al deseo desenfrenado de poseerla. Realmente deseaba hacer suya a la mujer. Ya no le importaba si podía llegar a ser una deshonra.

Bulma había comenzado a acompañar los movimientos del hombre con su aprisionada cadera, hasta que el miembro de él se encontró completamente en el interior de ella. Vegeta al sentirlo dentro, comenzó con un rítmico movimiento de cadera empujando el caliente interior de esa mujer. Rápidamente el deseo se incrementó, aumentado así también el ritmo. Bulma se encontraba jadeante, intentando acompañar la embestidas del Saiyan. Sentían la piel mojada del sudor y las caricias se volvieron más intensas. Vegeta empezaba a sentir dolor y necesitaba soltar esa agonía. Las paredes del sexo de Bulma estimulaban el crecido miembro de Vegeta. el ritmo se había vuelto rápido y ambos no querían esperar más. Vegeta nuevamente besó a Bulma y luego de unos segundos de sostener una fuerte excitación, lograron alcanzar el climax. Él sintió cómo se liberaba en el interior de la mujer y su cuerpo tembló cuando lo hacía. Sus músculos rígidos rápidamente adquirieron un estado de relajación alto. Vegeta se recostó sobre su espalda, llevando a la mujer consigo, permitiéndole quedar sobre él. Ella supo que podía seguir y nuevamente comenzó con los rítmicos movimientos de cadera que estimulaban su sexo. El ritmo iba aumentando rápidamente hasta que la sensación de extasis la alcanzó y nuevamente llegó al orgasmo. Su respiración era irregular y su pulso estaba muy acelerado.

Bulma bajó de las caderas de Vegeta y se acomodó a su lado. Él había preparado su brazo para que ella usara de almohada, pero no antes de tomar unos almohadones del sillón y una suave y pequeña manta que desplegó cuando Bulma se recostó sobre su pecho. Ninguno había dicho palabra alguna. Sin embargo el sueño comenzó a a ganarles y ambos cayeron dormidos muy pronto.

Vegeta pensaba que sentir a la mujer a su lado no se comparaba a ninguna experiencia que él hubiese vivido. Había tenido sexo antes, pero nunca había dormido con una mujer. Sentía su frágil peso sobre su cuerpo y sintió la necesidad de protegerla. "En mis brazos no te pasará nada" pensaba mientras se entregaba al cansancio.

Mientras tanto, Bulma se relajaba con escuchar el palpitante corazón en ese pecho fornido. Sentía el calor y el aroma, tan particulares de Vegeta. Se sentía que estaba en su lugar en el mundo. "No quiero que esto acabe", se decía mientras recordaba que al día siguiente las cosas volvería a la normalidad y todo se convertiría en un hermoso pero doloroso recuerdo.

Vegeta sintió el suave calor de las caricias de los rayos del sol que se daban lugar por el gran ventanal. Oía leves ruidos que le resultaba imposible identificar en ese instante. Se revolvió un poco sobre la alfombra, intentando despertar y notó que el aroma de Bulma lo inundaba, pero ella ya no estaba a su lado. abrió los ojos y vio su cuerpo desnudo y la pequeña tela beige que procuraba cubrirlo. Posó su vista en varios puntos del departamento buscando a la mujer, quien aparentemente se encontraba en la cocina.

Vegeta se levantó. estaba vistiéndose cuando Bulma apareció nuevamente en la sala. Estaba vestida para salir, tenia el cabello mojado y llevaba las llaves en la mano.

- Tienes comida en la cocina- dijo con voz neutra.

El instinto de Vegeta le decía que algo no andaba bien. Ella no solía ser tan fría, ella era de las personas que, después de la noche que habían pasado, se hubiese lanzado sobre él a robarle un beso, a mirarlo a los ojos con ternura y le preguntaría qué podían hacer para pasar tiempo juntos. Sin embargo, allí estaba: indiferente.

- Me voy a trabajar- dijo mientras agarraba su bolso.

-¿Cuando regresas?- preguntó rápidamente el príncipe.

- En la tarde. No estoy segura. ¿Por qué?

- Quisiera que regresáramos pronto a la corporación.- confesó Vegeta.

Bulma soltó una risa burlona que le desagradó mucho al Saiyan.

- ¿De verdad piensas que porque nos acostamos voy a regresar?- dijo con una dureza que no era característica de ella. Parecían palabras dichas por el propio Vegeta.- No te preocupes. Luego pienso que puedo inventar algo para tu entrenamiento y le enviaré a mi padre el prototipo.

- Mujer, no te puedes quedar...- comenzó a decir Vegeta con molestia.

- Mi vida está aquí. Tu ya obtuviste lo que querías, ahora vuelve a tu cámara, búscate una mujer que quiera satisfacer tus "necesidades" porque yo no estoy dispuesta- dijo con enojo

- ¿Yo soy el que obtuvo lo que quería? No te hagas la víctima conmigo- gruñó Vegeta mientras tomaba su remera que aun se encontraba en el suelo.

- ¡Te he dejado entrar en mi casa, te he brindando todo lo que has necesitado: ropa, comida, tecnología, inventos que ni siquiera existían, pero no estoy dispuesta en convertirme en tu puta!

Por primera vez Vegeta sintió cuanto podían doler las palabras. Su enojo fue aumentando rápidamente. ¿Como podía humillarlo de esa manera? ¿Como podía pensar así de él? No debería haber ido a buscar a la mujer. Tal vez ella tenía razón.

Vegeta le dedicó una mirada fría y despectiva antes de marcharse por el balcón.

Bulma solo lo observó, intentó que la muralla que había construido en su corazón, no se hubiese visto afectada y continuó con su día con normalidad.

El laboratorio estaba muy animado, sin embargo ni siquiera aquel ritmo acelerado lograba distraerla de sus preocupaciones. Las personas le hablaban y ella debía pedir que le repitieran lo dicho.

"Maldito bastardo" pensaba Bulma. "¿Quién se piensa que es para venir así? ¿Quién se piensa que soy?" Sin embargo, al terminar de maldecir al saiyayin, venían a su mente las escenas de la noche anterior. Recordaba los labios de aquel hombre recorrer su piel y nuevamente sentía escalofríos. Volvía a sentir en su piel aquellas caricias y su respiración cálida sobre su cuello. Odiaba la imagen de su cuerpo desnudo grabada en su retina y las lineas de su cuerpo que había logrado percibir a través de sus dedos.

Esa nueva espina la torturaba. "no lo debería haber hecho". Ella se repetía eso una y otra vez, pero sabía que la noche anterior no había tenido la fuerza suficiente como para detener lo sucedido. Una parte de ella no estaba arrepentida. Sabía que el tiempo transcurriría y ella de a poco sanaría sus heridas, y cuando así fuese, ella podría decir con cierto orgullo que había seducido al "Príncipe de los Saiyayines". "Vaya estupidez", se dijo.

En cierta forma era un consuelo para ella: saber que lo había amado y había podido compartir tal nivel de intimidad con él. Definitivamente había valido la pena, aunque ahora doliera más que antes.

Bulma no sabía donde estaba el príncipe, ni a donde se había ido cuando se marchó. "Tal vez volvió a la corporación". Sin embargo, temía volver a encontrarlo, por lo que atrasó su regreso hasta el anochecer.

Las luces nocturnas de la ciudad se comenzaban a encender. Bulma caminó por el pasillo hacia su departamento, con desconfianza. No quería hacerlo, es más, había pensando en no volver ese día, pero nuevamente su opinión y deseo personal estaba dividido: no quería volver para enfrentar a Vegeta, pero tampoco quería hacerlo por miedo a que él se hubiese marchado.

Abrió la puerta con vacilación y adentro reinaba la oscuridad.

- Parece que se ha ido.- dijo.

Bulma prendió las luces. Miro el sillón y la manta que lo adornaba seguía sobre la alfombra. La peliazul intentó ignorar las emociones que la envolvían cuando recordaba lo vivido con Vegeta.

Comenzó a cocinar, y sin siquiera notarlo, había preparado comida como para toda una familia.

El silencio del departamento comenzó a invadirla. Le había resultado difícil acostumbrarse a él. De repente, la puerta del balcón se abrió, sobresaltando a Bulma.

-¡Vegeta! ¿Qué caraj...- se sobresaltó .

- ¡No!- interrumpió Vegeta mientras se acercaba a ella con un paso firme y decidido, y deteniéndose a solo un paso de ella. Bulma instintivamente había retrocedido unos metros por la sorpresa- ¡Me vas a escuchar, mujer imbécil! ¡Tu no vas a decirme lo que tengo que hacer! ¡Soy el príncipe de todos los saiyayines! ¡Mi palabra es absoluta, y una ley en cada tierra que ose pisar! ¡No vas a faltarme el respeto, no más!

De repente, el timbre sonó. Bulma sintió que era demasiado inoportuno, o la excusa perfecta para alejarse de aquel lunático. Vegeta se calló por aquella interrupción pero sin despegar su mirada de la mujer.

- Espera un segundo- le indicó la peliazul.

"¿Es una broma?" pensó Vegeta. Él estaba enfadado, peleando por el respeto, demostrando quién era él y la mujer se marchaba.

- Insolente- pronunció

Bulma abrió la puerta y en el pasillo, un hombre aguardaba.

- Hola, ¿como estas?- preguntó ella.

- Espero que no estuviera ocupada, pero...

Vegeta sentía que la sangre le hervía. ¿Cuanto tiempo hablaría con ese insecto? ¿Quien era? De repente oyó que ella le sugería que regresara mañana y eso fue la gota que colmó su paciencia.

Bulma cerró la puerta.

- ¡¿De eso se trata?!

-¿Qué?- preguntó Bulma, extrañado.

- ¡¿Es por ese idiota que te comportas así conmigo?!

-¡¿De qué mierda estás hablando?!- gritó Bulma

"¿Que le pasa a ese hombre?", pensaba ella. No entendía a que hacia referencia, qué le sucedía o que quería exactamente, pero lo que sí sabía era que él no la lastimaría nunca más . No se lo permitiría

- ¡Si estás con un hombre, me lo hubieses dicho y me hubiese marchado enseguida!- gruñó Vegeta.

- ¡Yo no estoy con ningún hombre!- respondió Bulma con furia.- ¡No me trates como a una cualquiera. Y no insinúes que me he portado mal contigo, porque no ha sido así!

- ¡¿Y eso qué ha sido?!- haciendo referencia a la inesperada visita.

-¡Es solo mi vecino!¡Tiene en su departamento un envío que era para mí, maldito insensible! ¡Sin embargo, eres tú el que ha venido aquí, con tus caprichos, tu egoísmo! ¡¿Se te ocurrió realmente que esto no me lastimaría?!

- ¿Todavía te duele?- preguntó Vegeta.

- ¡Por supuesto que me duele, idiota! ¡Te confesé que te amo y te dio igual!

- Mujer…- dijo él con la voz mas calmada. Necesitaba decirle lo que había ido a decirle

- ¡Lo llamaste "un error"!- continuó ella

- Mujer…- insistió Vegeta.

- ¡No, ahora me dejas terminar! ¡Siento que te lo he entregado todo, y ni siquiera por una cuestión de agradecimiento dejas de comportarte de manera injusta conmigo!

- Bulma…

- ¡Me marcho lejos para lograr olvidarte y tú te apareces aquí…!

- ¡Bulma!- gritó el príncipe-

- ¡¿Que?!

- ¡Te amo! Mujer estúpida….-confesó

- ¡No vas a...!- Bulma tenia el rostro rojo de la ira que le había provocado aquel hombre y había demorado unos segundos en procesar las palabras que él había vociferado- Espera.. ¿qué?

La ira de Bulma se calmó en un instante, dando lugar a la incertidumbre.

- Lo que oíste. No lo voy a repetir. Hice lo que me dijiste. Fui en busca de otra mujer.

- ¿Qué?- repitió Bulma. realmente no comprendía nada.

- Sin embargo no pude ni siquiera acercarme.- explicó Vegeta- Así que no vueltas a insinuar que todo ha sido una cuestión de instinto.

- ¿Es verdad todo lo que dices? Porque si es mentira, es una muy cruel- preguntó ella con la voz suave y mirándolo con sus enormes ojos azules llenos de esperanza.

- Ya te dije que sí.

Él acortó esa pequeña distancia que los separaba, tomándola a ella de la cintura y acercándola a su pecho, de la misma forma que lo había hecho la noche anterior.

Bulma se sonrojó. miró esos ojos negros que la observaban con templanza y no pudo evitar regalarle una pequeña y blanca sonrisa.

Vegeta la besó en los labios, y luego besó sus ojos y terminó besando también su frente. La miró mientras acomodaba un mechón de cabello azul tras su oreja.

- Regresa- le pidió el saiyayin.

- Lo voy a pensar- respondió Bulma, sabiendo cual sería su decisión final y volviendo a sonreír. -¿Te gustaría comer algo?

Ella se alejó de él y se dirigió a la cocina. Comenzó a calentar la comida que había preparado cuando de repente sintió los brazos del príncipe que la abrazaban desde la espalda. Sintió la respiración de él en su cuello. Ella levantó su mano y acarició su rostro.

- Espérame en el sillón- le indicó .

Cenaron juntos. Bulma no sabía como disimular su sonrisa. No quería que él la viera así: tan emocionalmente dependiente de él. Sin embargo, ambos no podían evitar mirarse de cuando en cuando y hasta Vegeta le había respondido con más de una sonrisa en alguna oportunidad.

Al retirar los platos, Bulma se acomodó en el sillón en un hueco que él había hecho para ella. sintió los fuertes brazos de él envolverla y se dio el lujo de apreciar todo el calor que emanaba de su piel. Bulma cerró los ojos. Parecía un sueño. Tenía mucho miedo de despertar y descubrir que nada era real, que nada se hubiese solucionado, que Vegeta hubiese vuelto a la corporación y que ella aun estuviese sola con su tristeza.

- ¿Estás bien?- preguntó él. Bulma sintió el pecho de él temblar al hablar y amó la sensación.

- ¿Tú que crees?- respondió irónicamente ella.

- Que estas enferma de la cabeza- confesó Vegeta- ¿Oh, espera, te referías a lo que te pregunté?

Bulma se alejó del pecho del saiyayin para poder darle una pequeña palmada en su poderoso pecho, el señal de "desaprobación" a esa broma. ¿Broma? No sabía que él fuera capaz de eso, pero aun así rió y disfrutó de la sonrisa qué él le regalo.

- Muy gracioso- dijo Bulma, con burla.- Escucha, es hora de dormir...

- Ve a la cama, yo me quedaré a aquí. -interrumpió él.

- ¿De verdad? ¿Estas seguro?- preguntó Bulma un tanto decepcionada- Hay espacio para los dos.

- Lo se. Pero prefiero que sea así.

Vegeta sabía que si dormía en la cama con ella, terminaría haciéndole el amor una vez más . Disfrutaba la idea y aun en ese momento también lo deseaba, sin embargo, odiaba que ella pensara que él solo la quería por eso. La distancia estaba bien. Después de todo, él ya se sentía completo. dejaría que ella lo extrañara un poco y volviera rogando por él. Debía recuperar un poco de orgullo perdido.

- Hasta mañana, supongo- se despidió Bulma.

- Hasta mañana- dijo él.

Ella se levantó, se dieron un último beso y ella se marchó a la cama que estaba en un semi piso. Él podía verla perfectamente desde allí. Ella se volteó una vez más para mirarlo: estaba en el sillón, con la pequeña manta beige. La miraba con atención y le dio una pequeña sonrisa ladina cuando ella se volteó.

- Vegeta...

- ¿Qué sucede?

- Mañana regresaremos- confesó.

Bulma se fue a la cama rogando al cielo despertar y que todo lo ocurrido fuese real. Daba vueltas en la cama y no sabía si el insomnio la dejaría dormir o no. Sentía que la ansiedad la comía por dentro, y ante la ausencia de Vegeta, aprovechó para sonreír todas las veces que quiso hacerlo. No sabía que le depararía el futuro, sin embargo, todo parecía mas brillante ahora.

- Estúpido príncipe...- susurró Bulma mientras volvía a sonreír.