Parte 1: Nostalgia

- Tengo miedo- murmuró la joven, mientras miraba por la ventana. Era una noche fría, la más fría desde hacia años.

La luna se divisaba bella , había luna llena.

La joven miraba el cielo aquella noche, concentrándose en aquella luna que en medio de la oscuridad irradiaba luz. Sin embargo, aquella brisa fria era tan penetrante que provocaba escalofríos…

- ¿Pasa algoWinry? – dijo su abuela. Si algo caracterizaba mas a Pinako Rockbell además de su destreza con la fabricación de automails, era su agudo sentido de intuición.

- No pasa nada abuela, solo pensaba.-dijo la joven de rubios cabellos, manteniendo la mirada fija en la ventana.

No debía ver a su abuela a la cara, no con aquellos ojos transparentes que mostraban claramente el dolor de su alma.

- ¿Estas preocupada por Edward y Alphonse, no es cierto?- preguntó su abuela.

Lo había adivinado. No era difícil imaginar que en medio de una noche como aquella, los sentimientos mas profundos de la joven…la nostalgia, el miedo…tomaran por completo su corazón.

Pinako lo sabía, su nieta estaba sufriendo. Desde hacía ya mucho tiempo, exactamente tres años, que había perdido el brillo en sus ojos que tanto le había costado recuperar. Aquel brillo perdido luego de la muerte de sus padres en la catastrófica guerra de Ishbal, y que solo dos personas eran capaces de manifestar en ella…dos personas que ya no estaban a su lado, y que no sabía si volverían a estarlo alguna vez.

Winry no sabía que decir. Sabía que, tanto como ella, Pinako había sufrido muchas perdidas en su vida. Aquel gran amor, el único hijo fruto de éste y aquellos dos hermanos que si bien no estaban relacionados con ella por vías sanguíneas gozaban de su cariño como si fueran sus propios nietos; todos ellos habían dejado un espacio vacío en el corazón de aquella sabia y entregada mujer.

Es así como su adorada nieta, Winry Rockbell, se había convertido en el pilar de su vida. Único fruto del matrimonio de su fallecido hijo, Winry lo era todo para Pinako. Su bienestar y felicidad eran lo más importante, por lo que la anciana de grises cabellos y diminuta estatura se hizo una firme promesa: sin importar las circunstancias, su nieta recibiría todo su amor, protección y apoyo que le fueran necesarios para alcanzar la verdadera felicidad.

Winry conocía el sentir de su abuela, por lo que no podía permitirse mostrar aquel dolor y preocupación por la ausencia de los hermanos. No deseaba despertar los mismos sentimientos en el corazón de Pinako. Sin embargo, por mas que deseara disimular, aquellos ojos azules de mirada transparente, mostrarían claramente lo que tanto se esforzaba en ocultar.

- Aun si te dijera que no, sabrías que miento. – respondió Winry, volteando lentamente hacia su abuela, la cual la miraba con ternura mientras se acercaba a la joven.

Había dicho la verdad. Aunque un sentimiento de culpa empezaba a abordar su corazón, la tierna mirada de su abuela le permitía mantener su entereza.

Pinako por su parte, lamentaba tener razón. Muy a pesar de aquella promesa que se hizo a si misma, sabía que el dolor de su nieta no desaparecía. Sentimientos de frustración e impotencia la abordaban . Nadie más que los propios hermanos Elric sería capaz de devolverle la esperanza. Pero si había algo que ella podría hacer por Winry era entregarle todo su amor, aunque este no fuera suficiente.

- Ellos han tomado una decisión Winry – dijo Pinako, tomando las manos de su nieta entre las suyas – Ambas debemos resignarnos a apoyarlos aceptando el rumbo que han emprendido.- concluyó.

La joven de rubios cabellos y azules ojos, suspiró.

Las palabras de su abuela eran las mismas que se repetían día a día en su mente.

"Apoyarlos aceptando el rumbo que han emprendido", esto lo sabía muy bien…pero… ¿por qué el dolor no desaparecía?

- Lo sé…lo sé. – respondió la joven, mientras se limpiaba aquella lagrima que, inevitablemente, recorría una de sus mejillas.

Sentía claramente como el dolor de su corazón se incrementaba. No podría pasar mucho tiempo más sin liberar todas esas emociones. Su alma lloraba.

Poco a poco, separó sus manos de las de Pinako, quien aunque serena, comprendía mejor que nadie la angustia que sentía su nieta.

Winry la miró con ternura, mientras una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

- Buenas noches, abuela. – dijo la joven mientras caminaba hacia las escaleras que conducían a su recámara.

Necesitaba estar a solas. Poco a poco sus ojos se llenarían de lágrimas y sería imposible disimular frente a Pinako.

- ¿No vas a cenar?- preguntó la abuela, preocupada por Winry. Sabía cuánto ésta necesitaba desahogarse, pero… ¿Cuándo terminaría todo aquello?

- No hace falta. Tengo mucho frío, prefiero recostarme, y creo que tu deberías hacer lo mismo!- dijo la joven, disimulando su dolor por medio de una sonrisa.

- Lo haré en un rato más – dijo la abuela, sonriendo mientras fumaba de su pipa – Buenas noches Winry-

- Buenas noches abuela. – dijo la joven, haciendo un gesto de despedida con la mano. Se dio media vuelta, y empezó a subir las escaleras.

El corazón de Pinako sufrió un sobresalto.

- Winry!- gritó.

- ¿Si? – dijo la joven quien volteo rápidamente, sorprendida por el grito inesperado de su abuela.

- Ellos están bien…-dijo Pinako, mirando fijamente a su nieta – Son tan obstinados que no habrá forma que se den por vencidos, ¡Puedo asegurarlo!- dijo sonriendo, mientras seguía fumando de su pipa.

Aunque en su corazón sintiera una profunda tristeza por la partida de los hermanos Elric, no permitiría que su nieta lo notara…sin importar nada, Winry debía sonreír.

Y así lo hizo, la joven sonrió. Sabia muy bien cuanto extrañaba Pinako a aquellos muchachos que se convirtieron en sus nietos luego de la tragedia. Sabia que la sonrisa y "alegría" de su abuela solo buscaban calmar su solitario y desolado corazón…lo mínimo que podía hacer era devolverle aquella sonrisa que tanto anhelaba contemplar.

- Lo sé…gracias. Buenas noches.- dijo ella.

Segura de que su abuela no podía verla, subió rápidamente los últimos escalones de aquella escalera de madera por la que ella, Ed y Al subieron tantas veces cuando niños. Una vez en su recámara, cerró la puerta tras ella.

Camino lentamente hacia su cama, de donde tomó su ropa de dormir y procedió a cambiarse. Mientras lo hacía, no podía dejar de llorar. De no haber sido porque se encontraba con la ropa de trabajo, la cual estaba sucia luego de hacer ciertas reparaciones en el automail de un vecino horas antes, no se habría molestado siquiera en cambiarse.

Una vez con su ropa de dormir, destapó su cama y entró en ella.
Se acomodó el cabello, dejando libre aquellos rubios y largos cabellos iguales a los de su madre.

Seguía llorando.
Estuvo así por varios minutos…sin poder articular palabra.

Solía hablar consigo misma siempre que deseaba desahogarse, sabía que era una buena forma de aliviar el dolor del corazón cuando no se tiene un confidente consigo. Alguna vez recibió ese consejo de su madre cuando ésta aun vivía, no había forma de que lo olvide.

Mientras tanto, podía oír el fuerte viento que golpeaba contra su ventana. La noche se hacía mas fría con cada minuto que pasaba.

-Ed…Al…por qué…- dijo finalmente. – Por qué…- repitió la joven.

Habían pasado ya tres años desde la partida de los Elric. Tanto los hermanos como Winry habían crecido y vivido distintas experiencias que los habían llevado a madurar más rápidamente que otros niños.

Ellos, luego de la desgracia consecuencia de jugar a ser dioses en un intento fallido de
traer nuevamente a la vida a aquel ser que les dio la suya, emprendieron un viaje sin garantías, un viaje que podía tomarles toda la vida…o arrebatársela.
Ella, ser víctima de la naturaleza monstruosa del ser humano sediento de poder e inescrupuloso para alcanzar sus objetivos. Es así como en una de las tantas pruebas de la esencia humana, sus padres fueron asesinados y dos de las personas mas especiales en su vida destinadas al infortunio.

-Tengo miedo…- dijo nuevamente Winry.

El viento seguía golpeando fuertemente las ventanas y había empezado a llover. Las gotas de lluvia caían una tras otra…así como sus lágrimas.

-Tengo miedo…tengo miedo…- seguía diciendo la joven. Su corazón latía fuertemente mientras las lágrimas recorrían sus mejillas.

-Ed…donde estás…donde estás…-dijo la joven.

Estaba aterrorizada. Habían pasado ya tres años desde que aquel joven de baja estatura, cabellos rubios largos, ojos ambarinos, mirada imponente y gran carácter se había marchado…sin que nadie pudiera detenerlo.

-Yo…yo te amo…te amo Ed…-dijo, sollozando con mas fuerza.

Lo amaba. No había duda de ello.

¿Por qué? Ni ella misma lo comprendía totalmente.

Desde niños, Alphonse, Edward y Winry lo habían compartido todo.

Aparentemente, el amor compartido entre los tres se limitaba a un amor de hermanos. Durante aquellos años, no hubo diferencias en el trato de la pequeña Winry hacia uno u otro de los Elric.

Sin embargo, ahora la joven de 16 años había descubierto sus verdaderos sentimientos: aquel cariño de cuando niños, inesperadamente, se había convertido en amor.

No sabía como, ni por qué estaba enamorada de Edward.

A diferencia de Alphonse, quien siempre se mostró atento y gentil, Edward era más testarudo. No solía manifestar sus sentimientos por medio de palabras, y podía incluso llegar a comportarse algo indiferente. Sin embargo, por mas que lo negara muchas veces, siempre estaba pendiente de Winry, protegiéndola y procurando hacerla feliz.

-Tengo miedo...Ed…vuelve…vuelve…- dijo la joven en susurros. Había llorado tanto que sentía dolor en sus ojos, los cuales estaban totalmente enrojecidos.

El frío de la noche recorría el cuerpo entero de la joven. Sus pies estaban helados, al igual que sus manos…pero no tanto como su corazón.

Tenía miedo. Un miedo tan terrible que calaba sus huesos y congelaba su alma.

-Ed…por que no vuelves…yo…-dijo la joven, casi sin voz.

Era tal su cansancio debido a la angustia de su corazón que se quedo dormida.

Entre sueños, seguía repitiendo el nombre del joven que amaba con todo el corazón: Edward Elric, el alquimista de acero.

Continuará n.n