Hola gente preciosa!!! Por fin! Ya actualizo... Cómo me costó empezar este capítulo... Simplemente no llegaba la inspiración, hasta que me pasó algo y ya! jaja basado en hechos de la vida real jajajajaja no no no... Bueno, algo así... Voy a contestar reviews! Aunque muchos ya los contesté!

Darleen: Mi lectora y escritora #1! Fuiste mi primer review! Mil gracias por sacarme de mi claustro y alentarme a seguir con mi fic! No sabes que bien me hizo! También gracias por promocionar mi fic en tu fic eh! jajaa Por cierto... NO A NASUADA!! jajaja la odio tanto!! ¬¬ En fin... yo sé que este capítulo te gustará! jajajajaja (risa malvada)

Anonymous-anonimo: Aunque sea anónimo XD jajajajaa dejó review y eso estuvo bien! Tienes razón, casi nadie se pasa por aquí! ¬¬ Esperemos que eso cambie.

Jess: Si! No sabes cómo me imaginaba a Murtagh con eso de "su espalda casi perfecta" disgruté escribir eso! jajajaaja quien no?

Dreyesbo: Me alagas con eso de que he alivianado la espera del tercer libro!!!!! Mil gracias por tu review también! Y espero poner mi fic en eragonmexico!

Roxie: Yo tampoco lo odio, como te podrás haber dado cuenta XD LO AMO TANTO! jajaja Cuando decían que estaba muerto lo lloré más que a Sirius Black cuando lo mataron en HP XD que ya es decir muchO!!! jajaja yo no sé porque hay gente que lo odia ¬¬ En fin...

Gracias a todos! Prometo que este cap va a gustar... Sobre todo a los que se oponen al romance Murtagh-Nasuada... Bueno, ya no doy pistas, mejor lean!!!


-Murtagh despertó muy temprano en la mañana. Tanto así que ni siquera había salido el sol completamente, por lo que se levantó lenta y silenciosamente del costado de Espina y se fue a un claro en una colina cerca de su campamento. Se quedó quieto un rato sentado sobre una roca especialmente grande que irradiaba además del color gris opaco normal en una roca, un aura roja.

Poco a poco vio la hermosa combinación de amarillo, rojo, naranja y rosa que traían consigo las bellas salidas del sol en Alagaësia.

Murtagh fijó su mirada en el amanecer y vio como poco a poco la luz del sol iba alumbrando cada vez más las tierras del Imperio, sin pensamiento alguno que cruzara su mente en ese momento.

El castaño disfrutaba de ver los amaneceres, ya que al verlos se probaba a si mismo que cumplía con su destino de estar siempre alerta y de protegerse a si mismo sin importar el costo.

Después de esperar a que amaneciera completamente, Murtagh se levantó sin prisa alguna y le echó una mirada rápida a la piedra sobre la que había estado sentado, ya que por un momento sintió como si un pequeño temblor la recorriera. Desechó la idea rápidamente y en ese momento Espina se puso en contacto mental con él.

-Murtagh¿dónde estás?

-Ya voy para allá...-dijo el joven jinete cortante.

-Tenemos que llegar todavía a Dras-Leona y seguir a Urû'baen, sino el...

- ¡Que ya voy!- lo interrumpió.

Murtagh le envió una imagen de dónde se encontraba y aceleró el paso hacia su campamento.

Al llegar, Espina ya tenía un venado muerto enfrente de él y miraba a al joven jinete con sus impasibles ojos rojos.

-Cacé algo para el desayuno-.

-Eso veo-respondió Murtagh y se sentó de espaldas a su dragón.

-Tómalo y desayuna algo-dijo con autoridad Espina.

-No-dijo con indiferencia.-Iré a Melian a comprar algo para mí. Tu puedes cazar. Regresaré con suficientes provisiones para llegar a Dras-Leona.

-Supongo que no irás con esa cosa puesta ¿o sí?-dijo Espina con burla y un toque de ironía.

Murtagh se percató de que todavía tenía puesta la incómoda armadura con la que había luchado en los Llanos Ardientes. Empezó quitándose las partes que le cubrían sus brazos, siguió con la cobertura de su pecho ligeramente marcado por los músculos y siguió con las armaduras de las piernas. Cuando estuvo sin el peso de la armadura y quedó con un pantalón de piel y una camisa negros. Estiró los brazos y se desperezó.

Murtagh bajó la loma sobre la que se encontraban en las afueras de los bosques de Melian con paso decidido. En las afueras de la ciudad había unas cuantas casas repartidas en el terreno con techos de paja y estructura de madera de aspecto pobre, con hollín y polvo en las paredes exteriores. La aldea no parecía tener muchos habitantes y la mayoría de ellos eran mujeres, que en sus rostros dejaban ver las situaciones difíciles por las que seguramente habían pasado.

En el camino del joven se encontraban 3 mujeres de mediana edad discutiendo.

-Mi marido se fue a Surda. Todos los días me escribía, pero tiene una semana que no recibo noticas suyas, me estoy empezando a preocupar. Ya ves que hace poco pasaron los soldados del imperio no muy lejos de los bosques. El hijo de Argos los vio cuando se fue a cazar. Parece que iban hacia Surda. Todo esto es muy sospechoso, temo que se haya desatado la guerra.

-Recuerda que no tenemos que hablar de esos temas, Emelda- la reprendió una de las mujeres,- Nunca se sabe quien es espía del Imperio y podría ser cualquiera. Ahora hablan de la aparición de un nuevo jinete y ¿a que no adivinan quien dicen que es? Nada más y nada menos que el hijo de...

Las 3 mujeres vieron de reojo a Murtagh que pasó junto a ellas y reprimieron un sollozó. Lo miraron con temor y cada una de ellas se metió en su casa.

Murtagh puso los ojos en blanco y soltó una risa fría y siguió su camino sin darles importancia.

El joven recorrió la calle central del pueblo y entró a una tienda grande que parecía vender lo que él necesitaba. Al estar en el marco de la puerta, miró a su alrededor. La tienda tenía un techo alto y un ventanal que daba a la calle, por donde podía entrar la luz del sol. La tienda emanaba un olor a pan y carne asada. Justo enfrente de la puerta había un mostrador de madera donde había pan recién hecho. A la izquierda estaba una mesa sobre la que un hombre ya entrado en años partía filetes de carne roja.

Murtagh dio unos pasos adelante y el hombre alzó la vista de la carne en la que estaba trabajando. Al ver al muchacho se sobresaltó por un segundo y regresó su vista a la carne mientras la aplanaba.

-Se le ofrece algo... señor-dijo apresurándose a decir la última palabra.

Murtagh lo miró fijamente con sus ojos fríos y caminó hacia el mostrador.

Se quedó en silencio por unos segundos y dijo con autoridad:

-Quiero carne suficiente para todo el día de hoy. También pan y una bota de vino.

-Enseguida, señor-asintió el viejo y empezó a envolver todo lo que le habían pedido en un paquete.

Cuando tuvo todo lo puso sobre la mesa y se retiró a su trabajo.

-¿Cuánto va a costarme esto?-preguntó Murtagh retirándose un mechón de pelo que caía sobre su cara.

-Oh no, señor. Usted no paga aquí-respondió con miedo el vendedor.

Murtagh alzó una ceja y se encogió de hombros. Salió por la puerta con decisión y regresó a su campamento, donde Espina lo esperaba mientras daba círculos en el cielo alrededor del claro en el que se encontraban.

Murtagh se sentó junto a la fogata que estaba apagada. La encendió con magia y preparó una cazuela que le había dado el vendedor y echó agua en ella, cuando hirivó, echó la carne cruda y esperó a que estuviera lista.

Dio una mordida a un pedazo de pan y habló con Espina.

-¿Sabes? Hace rato que estaba en la aldea, cuando me miraban, podía ver el miedo en sus ojos-dijo el jinete con indiferencia.

-¿Ah si?

-Sí. Es como si ya todo Alagaësia supiera quien soy. Y eso que sólo han pasado dos días.

-Eso es solo el inicio de esto, Murtagh. Espera un poco más y serás conocido en todo el Imperio.

-Lo sé. Seré más famoso que los Apóstatas entonces. ¿Te imaginas? El jinete del Imperio que venció al Asesino de Sombra, que venció al nuevo jinete tan esperado por los vardenos - dijo con maldad.-Cuando se enteren que somos hijos del mismo hombre... Llegará el caos sobre los vardenos...

-Sí, lo sé.

-Por cierto¿viste a quién elegieron como líder después de la muerte de... Ajihad?-añadió con pesadumbre.

-No, no me di cuenta-dijo Espina con interés, levantando el cuello.

-A Nasuada...

Espina hizo un sonido como de cascabeles y enseñó los dientes.

-¿De verdad?-preguntócon sorna.

-Sí-dijo Murtagh con un una sonrisa burlona.

-Esto será más fácil para el rey de lo que él piensa...

-Sí, pero no se lo diremos. No todavía. Quiero ver que harán ahora. Nasuada es una presa demasiado fácil para el Imperio.

-Por supuesto que lo es. No creo que tenga control sobre los vardenos mucho tiempo más.

-Además es muy fácil de manipular-recordó Murtagh con un amago de sonrisa-. Todavía es bastante inocente. Ja, pensó que me gustaba.

Espina se río y soltó un ronquido suave.

-Es una mujer interesante, sí. Por lo menos mucho más que las que luego llegaban al castillo,-aceptó.

-¿Qué quieres decir con eso?-, inquirió rápidamente el dragón escarlata.

-Obviamente no me gusta,-soltó Murtagh viendo hacia qué dirección iba la pregunta de Espina-. Era objeto de un día. Un hombre tiene necesidades... Como ya dije, es una mujer interesante. Pero nunca hubo atracción de mi parte. Y mucho menos con la hija del líder de los vardenos. Son demasiados problemas para mí...

Murtagh se quedó callado a continuación y se mordió el labio pensando en que decir.

-Además, al contar con su protección me aseguraba un lugar seguro dentro de los vardenos¿no crees?-

-Creo que te he subestimado, Murtagh,-añadió con sorpresa Espina.

- Ya veo. Hasta Eragon pensó que me gustaba. ¡Imagínate! Cuando le dije que me parecía interesante su forma de moverse. Cualquier hombre su hubiera fijado. Tanto Eragon como Nasuada estaban sacando conclusiones precipitadas-, lamentó el joven.

-¿Nunca te ha llegado a gustar alguien, Murtagh?-, preguntó con interés Espina.

-No. Nunca,-meditó.-Todas las relaciones que he tenido han sido de una noche y ya¿sabes?. Galbatorix siempre llevaba a las más bellas y ricas jóvenes del Imperio, casi siempre hijas de algún hombre poderoso dentro del reino. Pero siempre era como una prueba de que tan hombre era. Eso era hasta que me escapé.

-¿Cómo pudiste renunciar a ese estilo de vida?,-preguntó Espina como preguntándole si estaba loco.

-¡Tú lo sabes, Espina!,-respondió levantándose bruscamente.- No quería llevar ese estilo de vida, masacrar inocentes. No lo he aceptado todavía. Pero ahora me he dado cuenta que este lugar no es más que sufrimiento. No puede haber nada bueno para mí aquí. Todo eso desapareció desde el momento en que maté a Hrotgar. No podré regresar con los vardenos ni aunque yo mismo asesinara al rey, lo que supondría un suicidio. Por lo tanto, no lo haré.

Espina mantuvo su penetrante mirada puesta sobre Murtagh, como diciéndole que siguiera. Murtagh entendió esa señal.

-Ahora no tengo necesidad de ir con ellos. ¡Soy un jinete! Ahora son mis enemigos,-terminó con una débil señal de angustia en su voz.

-No empieces con tus debilidades,-dijo fríamente.

-Solo cállate. Es todo. Me voy a dormir.

Espina lanzó un rugido ensordecedor pidiendo atención sin recibirla que hizo al joven estremecerse por dentro.

Murtagh se dio la media vuelta y recostó su cabeza sobre una piedra y cerró los ojos. Ni siquiera había llegado la noche, se había olvidado de la comida que ya dejaba un olor por todo el bosque y su estómago pedía comida. El atardecer llegaba a su final teñiendo de rojo el cielo y dejando ver a lo lejos unas pocas estrellas. Murtagh hizo caso omiso de su estómago y trató de dormir en vano.

A la mañana siguiente, Murtagh despertó con hambre y engullió lo que había comprado el día anterior. Maldijo en voz baja al darse cuenta de que había perdido un valioso día de viaje el día anterior para llegar a Dras-Leona.

Se levantó rápido, comió lo que sobraba del día anterior y buscó a Espina mentalmente, ya que no se encontraba en el campamento.

-¿Dónde estás? Tenemos que llegar a Dras-Leona. Si llegamos luego del plazo que nos dejó el rey vamos a tener problemas más serior de los que ya tenemos.

-Ya voy.

Murtagh sintió una ráfaga de aire detrás de él y repentinamente apareció Espina enfrente y se agachó para dejar subir a su jinete.

-¿Ya estás listo?,-preguntó el dragón.

-Ya.

Murtagh subió por la pata derecha de Espina y se aseguró las piernas con correas a su silla. Espina alzó el vuelo con fuerza y echando aire sobre los árboles cercanos.

Juntos volaron hasta el atardecer en el que Murtagh divisó una montaña oscura a lo lejos, lo que supuso que era Helgrind.

Siguieron hasta acercarse a la fortaleza de los Ra'zac y se dirigieron a Dras-Leona, donde tenían que recoger un encargo del rey.

Llegaron a la ciudad y Espina dejó a Murtagh descender en las puertas de la ciudad, donde había 2 soldados a cada lado de la puerta, que lanzaron gritos de asombro al ver al joven bajarse de su dragón.

Murtagh avanzó hacia la ciudad sin esperar ser revisado. Y en efecto, su pase a la ciudad fue limpio. Nadie dudó de él.

El muchacho siguió por la calle principal de la ciudad y llegó hasta una casa, que parecía ser la más grande de ahí.

Por fuera, la vivienda parecía ser lujosa. Con ventanales de vidrio con detalles y puertas de cedro grabados con el emblema del Imperio en ellas.

Murtagh tocó la puerta con sus nudillos 3 veces y esperó.

La puerta se abrió lentamente y asomó por la abertura un hombre de pelo entrecano y piel blanca. Tenía arrugas en toda su frente y sus ojos eran inexpresivos.

-Vengo por un paquete,-dijo con autoridad Murtagh.

-Lo sé, niño. No soy estúpido-.

Murtagh frunció el entrecejo al verse ante un hombre tan temerario. Incluso con él.

-Entonces... ¿Me lo puedo llevar?,-preguntó con autoridad.

-Espera un segundo.

El anciano entró y cerró la puerta y a los pocos segundos salió con un pequeño paquete envuelto. Se lo tendió a Murtagh y éste lo agarró. Sintió el peso del paquete, que aunque era pequeño, pesaba ligeramente.

-¿Es todo?,-preguntó con aburrimiento.

-Es todo,-respondió el anciano.

Murtagh se alejó del hombre y se dirigió a buscar una posada donde pudiera pasar la noche, ya que aunque hiciera esfuerzo no podría llegar a Urû'baen ese día.

Llegó a una que parecía cómoda. La dueña de la posada le mostró su habitación con cierta aprensión y salió rápidamente de ahí. Murtagh se instaló y se recostó en la cama, diciéndole a Espina que pasaría la noche en ese lugar.

En la madrugada, Murtagh se sobresaltó al oír ruidos en el pasillo que conducía a su habitación. Se levantó lentamente, sacó su espada y puso su oreja sobre la puerta para oír.

En el momento en que tocó la puerta todo se quedó en silencio.

De repente, la puerta se abrió bruscamente y Murtagh cayó al piso al recibir el empujón. Maldijo en voz alta y se levantó del piso, espada en mano.

En la oscuridad aparecieron dos sombras y un hedor conocido llegó hasta el joven. "Tienen que estar bromenado", pensó. Las sombras avanzaron y Murtagh se preparó para lo que fuera.


Apoco eso de Nasuada no estuvo genial!!! jajajajaja es la parte que mas he disfrutado escribir y que me tocó escuchar de alguien hace unos días... HOMBRES GANDALLAS! jajajajaja no no no Murtagh no!! El no! jajajaja El hace bien al decir eso!!! XD jajajajaa A que mola!!!! XD Ahi voy con esa frase de nuevo... Bueno... Dejan review!!!! Por favor! Se los agradeceré eternamente!!!

Saludos y nos vemos pronto!!!

P.D. AMO TANTO A MURTAGH!!!! XD