UNA DECISIÓN PRECIPITADA

Llevaba ya mas de una hora cazando, hasta ahora no me había percatado, de la inmensa sed que sentía, y no podía evitarlo, el dulce aroma de la sangre me descontrolaba… podía sentirla, su textura, su temperatura, sus diferentes sabores, jamás habría de ser suficiente …

Y fue entonces que le vi…

Era un joven extraviado, poseía unos imponentes músculos, y era sumamente grande, debía medir cerca de los dos metros, tenía un hermoso cabello negro rizado y sonreía mucho, cuando lo hacía, unos perfectos hoyuelos se marcaban en sus mejillas… tenía un gigantesco cuerpo de hombre, pero su rostro le daba el aire de un pequeño chiquillo … y entonces me percaté, de que estaba en frente de un niño grande… que no había de tener mas de 19 o 20 años.

Por lo que observé, debía tratarse de un campista, o un cazador, normalmente no veía muchos de ellos, porque pese a la gran cantidad de presas, las bestias de este lugar representan una gran amenaza.

Decidí seguirlo, y entonces ocurrió.

Estaba anocheciendo y el joven, buscando refugio entró a la madriguera de un oso… decidí permanecer alejada, pero no me contuve cuando un profundo grito de dolor irrumpió en el silencio del bosque. El joven ahora corría de ese lugar, con una mano en el pecho, cubriendo la sangre que le emanaba, un enorme oso pardo le seguía, en su carrera tropezó y cayó en el piso, fue entonces cuando me di cuenta, que el enorme animal le había atacado y tenía enormes marcas de garras en el pecho y el brazo izquierdo. Instintivamente me interpuse en el trecho que había entre el y ese oso… su reacción de sorpresa y sus ojos atónitos pasaron del asombro, a la total incredulidad, cuando frente a él, tomé la bestia de la mandíbula y le volqué hacia el suelo, para luego terminar de abrir su garganta.

El joven me observaba sin poder articular palabra alguna, me miró fijamente con esos ojos tan dulces e inocentes y luego se desmayo, en su inconsciencia pude detallarlo mejor, su hermoso rostro reflejaba la inocencia de un niño, aún cuando sus enormes músculos demostraban lo contrario, al verle en ese estado, tan grande, tan diferente a los demás hombres, imaginé… la perfecta vida que habría de llevar él.

Seguramente era un gran cazador, él y su esposa habrían de vivir en una hermosa cabaña, rodeados de el espeso follaje verde, cada mañana, al despertarse, su imponente voz retumbaría en la inmensidad del bosque, y todos los animales le temería, lo mas probable, es que el tomara a su esposa por la cintura dulcemente, y la besara con todo el amor del mundo, como a mi amiga Vera … la besaría de aquel modo que a mi nadie me besó. Era ahora cuando mas lamentaba, no haber muerto aquella noche.

Pero ahora estaba allí, con sus hermosos rizos ocultando su frente, con esos hermosos hoyuelos tan poco característicos de un adulto, de cierta manera, me recordaba el pequeño bebe de Vera.

Solo que él estaba a punto de morir…

No iba a dejar que su vida terminase, no podía permitirlo , a causa de la hemorragia el aire se estaba llenando de la dulce fragancia de sus heridas. Carlisle siempre me había advertido, sobre lo atrayente que podía ser la sangre humana, jamás la había probado, incluso me abstuve de derramar la sangre de los culpables de que yo falleciera, para no tener nada de ellos dentro de mi.

Eso era … Carlisle

Él, como doctor, podría curarle, internarlo en su hospital, él seguramente sabría que hacer, pero… en la situación que se encontraba, no debía quedarle mucho tiempo de vida, lentamente coloqué mi rostro sobre su pecho, y pude escuchar con más claridad como los latidos de su corazón, se habían tornado mas débiles, y alterados. Entonces, tomé varios retazos de tela, del vestido que me había colocado esta mañana para recordar aquel funesto día, y le vendé las heridas, para evitar que siguieran sangrando. Corrí por los alrededores en busca de un campamento, o poblado cercano, pero no encontré nada , cuando salí a cazar me había alejado mucho de la civilización. Así que decidí tomarle en brazos y llevarlo a casa lo mas rápido posible, debido a su enorme tamaño, resultaría mas dificultoso el poder correr, pero no me importaba, estaba completamente decidida a salvarle.

Nunca antes, me había sentido ir tan rápido, en verdad quería salvar a este chico, sentí como solo con su rostro, me llenaba de todo el afecto que nunca tuve, no dejaría que muriese.

Pero entonces su herida volvió a sangrar.

Su sangre emanaba de las heridas de su pecho, cual tentación a probar la manzana del pecado, podía sentir como ese liquido vital se impregnaba a mi piel, y me hacía sentir mejor que nunca, la fragancia, la textura, como si todas mis antiguas aspiraciones fueran cambiadas por solo un trago de ese néctar tan perfecto…

Pero no podía acabar con su vida, reaccioné a duras penas, y supe que si lo hacia, jamás volvería a tocar ese hermoso cabello rizado, no podría verle sonreír y que se formaran las facciones de su piel que tanto me gustaban, comprendí, que por primera vez en mi existencia, me preocupaba por alguien que no fuera yo…

No dejaría que muriera.

Cuando llegué a casa, ya había anochecido… Carlisle de seguro habría de estar impaciente por volver al hospital, estos días muchos nuevos heridos ingresan, todos victimas de enfrentamientos civiles. Él siempre había aborrecido, la idea de fingir ser humano, cuando en realidad podía trabajar las 24 horas del día, sin necesidad de alimentarse o dormir, él quería salvar tantas vidas como su existencia le permitiese.

Llegué a casa con ese gigante en mis brazos, Edward y Esme seguro continuaban cazando, por lo que entré a la casa rápidamente. Carlisle me miró desde su escritorio, totalmente perplejo de verme en esa situación .

- Rosalie, ¿qué ha pasado? ¿Atacaste a ese chico? – su voz sonaba totalmente perpleja

- No, lo atacó un oso, quiero pedirte, que por favor lo salves.

- Un momento -desapareció con esa agilidad que le había tomado mas de 200 años dominar, y a su regreso traía un enorme maletín, donde sabía, estaba su indumentaria de medico- recuéstalo sobre el escritorio.

Las horas de mi nuevo tiempo inmortal transcurrieron muy lento, mientras observaba como él, Carlisle, con su increíble habilidad le hacía las perfectas incisiones al pecho del chico, para operarle en ese mismo lugar, el silencio que reinaba era sepulcral y no soportaba la sensación de inseguridad, por lo que decidí observar hacia otro lado, pero no podía permanecer mas de unos pocos minutos distrayéndome, antes de tener la necesidad de volver a verle.

- Rosalie… ¿como es que te abstienes de beber su sangre? –decía al tiempo que cerraba una vena- un autocontrol así, no lo he visto jamás, ni siquiera en Esme, me has dicho que lo has traído por mas de cien kilómetros de camino boscoso

- Yo… yo … - ni siquiera yo sabía la respuesta a esa pregunta, no existían palabras que pudieran explicarle- no quiero verle morir.

- Rose… debes entender que está muy herido, yo… no creo poder salvarle.

- Debes hacerlo –mis palabras sonaron mas como una orden, antes que una petición.

- El ser humano es tan frágil… el ciclo de la vida es aplicable a él, este chico va a morir, no importa lo que haga –entonces se dio por vencido y soltó los fríos objetos metálicos.

- No dejare que muera –me sentía, como si a quien quisiera salvar fuera mi mejor amiga, no, en realidad, no importaba quién fuera el, su vida, en estos momentos, representa para mi, lo mismo que la mía- Conviértelo…

- Rose –esta vez se notaba inseguro- estaría interfiriendo con su vida.

- ¡¡Conviértelo!!, no me importa –ese chico, de alguna manera se había vuelto uno conmigo misma, era parte de mí y no dejaría que falleciera.

- ¿Estás segura de lo que me pides?

- Si, yo estaré con él.

Entonces Carlisle incrustó sus colmillos en el cuello del chico, y una vez más, éste reaccionó con un gesto de dolor, cuando se apartó de nuevo, escuché con mas claridad los latidos de su pecho, se habían vuelto mas fuertes, pero a su vez más lentos.

Y entonces su corazón se detuvo…

Al ver su rostro de dolor y agonía, en aquel lugar, me di cuenta, de la realidad… le había hecho a él, lo mismo que los Cullen a mi… Y en ese mismo instante, mi frío corazón, volvió a destrozarse en mil pedazos… llenándose de angustia, por lo que le había hecho.

Que egoísta soy… le había arrebatado la vida, por mis propios caprichos…