TENTACIÓN
Todo la esencia vital de aquel enorme oso, ahora corría por mi cuerpo, por esos breves segundos escuché como su corazón lentamente dejaba de latir, mientras una calidez sin igual se apoderaba de mis músculos, el sabor tan perfecto, la manera en que me daba energía, la calidez y la grata sensación de estar vivo, hacían de la sangre, un cáliz prohibido por los dioses, aún así, mas exquisito que cualquier otra bebida. Es imposible resistirme, la sangre de cada animal me tienta a beberla, escucho como los corazones de las bestias palpitan formando una acompasada melodía, la vitalidad de un solo oso no es suficiente…
Y así, sin pensarlo, ataque a otro animal, buscando saciar mi sed…
Sentía como Rosalie me miraba, aunque con algo de tristeza, seguramente no querría verme cediendo ante mis impulsos, le recuerda lo que es, pero no podía controlarlo ya, mi cuerpo actuaba por si solo, quizás eso era lo que mas le desagrada de ser un vampiro, aún así es inevitable, la sangre confunde su dulce aroma con el del aire, por lo que aumenta aun mas la necesidad de beber.
No sentía mi cuerpo ya, mis brazos se habían convertido en armas, y sabía que no podría detenerme, intentar resistirse a la manzana del pecado, la vida de otro ser, es imposible para cualquiera, tan necesario como el respirar lo es para los humanos, ya nada importaba, solo el probar ese dulce néctar por la eternidad, debido a que el tiempo no sería un impedimento…
- Emmet, ya es suficiente!! –la voz que se dirigía a mi era distante, pero sabía que no se trataba de mi ángel, era la voz de un chico, por lo que no me importó.
- Emmet, por favor, ya han pasado horas, ¡¡debes controlarte!!
Esa dulce voz… sin lugar a dudas, se trataba de Rosalie, cuando me giré a observarla, la vi allí, tan triste como cuando desperté, otra vez sus ojos parecían llorar, sin necesidad de hacerlo, como si lamentara el haberme convertido en esto. Estaba acompañada por dos sujetos, uno era un joven, algo menor que yo, de piel muy blanca y cabello cobrizo, parecía escrutar mi mente con la mirada, el otro, algo mayor, tenía el cabello rubio, aún cuando no se compararía con el de Rosalie , ambos parecían brillar, con el reflejo del sol en su piel, y mostraban unos dientes relucientes, según lo que me había explicado, debían ser Edward y Carlisle
- Su nombre es Emmet, a quien trajo Rose a casa, pero en estos momentos ha cedido totalmente a sus instintos Carlisle- le explicaba el más joven al sujeto rubio, queriendo responder a la pregunta que formuló el mayor solo con su mirada.
- Emmet, debes comprender que nosotros debemos mantener el autocontrol, no podemos influir tanto en el ambiente, para no romper el equilibrio.
Carlisle se mostraba muy calmado, buscando una manera de tranquilizarme, pero nada de lo que dijera podía detenerme, no existía manera en la cual dejara de beber la sangre de los animales, esa sensación tan única se había vuelto incontrolable. Entonces imaginé… si así es la sangre de los animales… la de los humanos…
- Carlisle, ¡¡hay que detenerlo!! –Edward sonaba muy exaltado, pero no importaba, sé que he de probar la tentación más perfecta cuando menos una vez.
Sin pensarlo un segundo, comencé a correr buscando alejarme del lugar, las voces de Rosalie, Edward y Carlisle perturbaban la calma del bosque, no sabía que tan aprisa iba, pero cuando dejé de sentir sus presencias aminoré el paso, aún no amanecía, y podría buscar a alguien.
Sé que me detuve cerca de un campamento humano, probablemente refugiados o personas que lo han perdido todo a causa de la Gran Depresión, permanecí en la copa de un árbol, esperando a que alguien saliera, hasta que ví como de una rudimentaria tienda salía una joven.
Sin duda era una dama muy hermosa, aún cuando no se podría comparar a Rosalie, no había de tener más de unos 16 años, su cabello permanecía atado en una cola, y vestía unos harapos sumamente andrajosos, no obstante, su belleza , lejos de radicar en su ropa, permanecía centrada en sus ojos, solo con verlos podía observar la viva esencia de su alma pura. Una niña, dije para mis adentros.
En ese momento llevaba algo de pan entre sus brazos, a pesar de que se veía muy viejo, seguramente era su única comida, estaba corriendo, como si huyera de algo, pero un hombre que seguramente pasaba de los 40 años ya, salió de la tienda, en dirección a donde se encontraba la pequeña, la tomo del brazo, mientras le gritaba, arrojó el pan al suelo y alzó su mano contra ella, no me contuve mas, y sin pensarlo salté a donde estaba el sujeto, para cortar su cuello… tan sencillo… nunca imaginé que el cuerpo humano fuera tan frágil, como si solo fuera una gigantesca bolsa de sangre, apenas cubierta por una fina membrana de piel…
Y en ese instante tomé de su sangre…
Esta vez la sensación de calidez y placer era diferente al que me brindaba la sangre de los animales, era claramente superior, la esencia perfecta, la vitalidad que corría por sus venas, la textura y el sabor, siquiera igualable a su aroma, una sensación tan única, que estaba seguro ningún humano podría imaginar jamás, nunca podrían entender, cuan perfectos son sus cuerpos y cuan apetecibles pueden llegar a ser, quizás, los dioses en un principio habrían creado al ser humano, solo para ellos sentir un poco de esa esencia de vida…
Pero entonces miré a la pequeña a quien en un principio intenté salvar.
Sus hermosos ojos ahora eran presa de un pánico inmenso, su corazón había abandonado su rítmica melodía al latir para comenzar a palpitar aceleradamente, sus piernas temblaban y su voz se entrecortaba, al tiempo que intentaba gritar.
Entonces comprendí que ella tenía miedo, miedo de mi…
Traté de remediar el daño, hablándole, pero cuando intenté acercarme comenzó a correr, al tiempo que gritaba aterrada, el sonido de su voz alarmada, hizo que dejara mi sed de sangre a un lado, para recuperar la conciencia, y entender lo que había pasado…
Por vez primera, había asesinado a alguien… solo por beber su sangre…
No pude contener mi grito ahogado de desesperación y culpa. Me había convertido en un asesino, le había arrebatado la vida a alguien y tuve que esperar a que una pequeña me hiciera ver cuan monstruoso era mi acto para reaccionar, comencé a correr, tratando de alejarme de ese lugar, quería buscar a alguien que me dijera que lo que había hecho no estaba del todo mal, que me enseñara a controlarme, aún la mas perfecta tentación, se volvía amarga y horrible, si para conseguirle debía convertirme en aquello que mi ángel tanto odiaba, debía convertirme en un monstruo para obtenerla, y no estaba dispuesto a hacerlo.
Vagué por los bosques sin saber a donde me dirigía, solo buscando aplacar esa pena, viendo que no lo conseguía, intenté acabar con mi vida, para redimir con eso lo que había ocasionado, pero ahora que mi piel se ha vuelto tan extremadamente dura, y mis capacidades habían aumentado tanto, eso era una misión seguramente imposible de realizar, mi respiración tan acelerada, poco a poco fue relajando, hasta el momento que dejé de respirar… fue entonces que comprendí, que los vampiros, tampoco prescindíamos de ello, la única alternativa que me quedaba, era la de volver con los únicos vampiros que conocía, y que sabía, no bebían sangre humana….
Si de algo estaba seguro, era que debía volver a donde los Cullen, debía evitar, que esto volviera a ocurrir…
