Capítulo 2
-No me gusta Cho-
-Sucedió así, sin más. Se acercó, me dijo eso y ya está -refunfuñó Hermione, al tiempo que hojeaba El Profeta.
Una bandada de lechuzas acababa de colarse por las claraboyas del Gran Comedor para depositar torpemente el correo matutino en manos de sus propietarios.
-Bueno, no veo qué tiene de malo…
-¿Que no ves qué tiene de malo, Harry?. Pues simplemente que no me apetece desperdiciar mi valioso tiempo preparando las reuniones del ED Cho Chang.
-Vamos, Hermione -atajó Harry, en un intento desesperado de hacerla entrar en razón–, no creo que sea tan mala idea. Cho es una estudiante muy buena y Dumbledore seguramente habrá pensado que…
-¿De qué habláis? –Ron, que acababa de llegar al Gran Comedor, tomó asiento al lado de sus dos amigos y se sirvió una doble cucharada de puré de patatas.
-Llegas tarde –le reprendió Hermione.
-Vaya, grafias, no me hafía dafo cuenta –el pelirrojo todavía tenía el puré de patatas bajando por la garganta. -Me encantan los desayunos entre gente agradable –bromeó.
Harry no quiso intervenir en los zipizapes típicos de sus amigos. Siempre eran lo mismo. Echó una mirada furtiva a la mesa de Ravenclaw, al extremo donde estaban sentadas Cho y algunas de sus mejores amigas. En medio del grupo pudo distinguir rápidamente a Marietta, cuyo cutis por fin había recuperado una apariencia normal.
–No me digas que aún estás molesta por lo de Marietta –insistió distraídamente Harry, todavía mirando a la mesa de Ravenclaw.
-Por supuesto que no. Si así fuera, puedes estar seguro de que no habría recuperado el estado normal de su cara -amenazó Hermione, todavía sin apartar la vista de El Profeta. –Simplemente no me fío de Cho Chang después de lo que ocurrió el año pasado. No me gusta Cho Chang, eso es todo –sentenció antes de plegar el periódico y dejarlo al lado de su plato.
-Puef no lo entienfo -intervino Ron, esta vez atragantado con un trozo de pastel de mazorca. -¿No eraf fú la que defías que eraf muyguapafeintelifentef?
Hermione, acostumbrada al lenguaje gutural de Ron cada vez que quería decir algo mientras comían, continuó la conversación con naturalidad, como si cualquiera hubiera sido capaz de entender perfectamente lo que estaba decía su amigo, -¿Qué tendrá que ver que sea guapa e inteligente con que piense que es una buena persona?. Además, no es tan inteligente como pensaba.
-¡Hola chicos!. ¿Y esas caras?. ¿Ha pasado Luna por aquí?.
Los dos amigos levantaron los ojos de sus platos para ver quién les estaba hablando. Harry sintió que una mano acariciaba suavemente su hombro y se giró.
-No… -dijo, sonriendo-, pero ojalá lo hubiera hecho. Estar con estos dos se ha vuelto insoportable –susurró para que Hermione y Ron no pudieran escucharle. -¿Qué tal has dormido?- preguntó mientras tomaba la mano de Ginny, una vez que ella se sentó a su lado.
El cosquilleo que recorrió el estómago de Ginny quedó mitigado por la policíaca mirada con la que Ron respondió a este gesto cariñoso de la pareja.
-Bien… he dormido bien -titubeó la pelirroja, todavía nerviosa y desacostumbrada como estaba a las muestras públicas de cariño, sobre todo delante de su hermano. -¿Va todo bien?.
-Sí, sólo tenemos una crisis patrocinada por Pataletas Hermione –se burló Ron, gesticulando para que Ginny comprendiera y cambiara de tema.
-¿Tiene algo que ver con el P.E.D.D.O?. –se interesó, dirigiéndose sobre todo a la morena. -Porque quería comentarte que los panfletos que hiciste son…
-Bueno, como veo que nadie se lo está tomando en serio y todos os burláis –dijo Hermione, malinterpretando el comentario de Ginny y pensando que ella iba a meterse tanto con ella como lo había hecho su hermano -me parece que me voy a la biblioteca a estudiar un rato antes de que empiecen las clases.
Dicho esto, recogió su mochila del suelo y se levantó, dejando a los tres amigos boquiabiertos.
-Sí, señor, una mujer con carácter. Ya sabía yo que la influencia de McGonagall tenía que notarse en algo -ironizó Ron.
-¿Pero qué bicho le ha picado?. –preguntó la pelirroja, desconcertada. -¿He dicho algo malo?.
-No, no has dicho nada –respondió Harry, apretando cariñosamente la mano de Ginny. –No sé qué le pasa, pero, por su reacción, tiene que ser algo muy gordo.
