Capítulo 3

-Snape es un heavy-

Tic, tac, tic, tac.

El reloj encantado de la biblioteca marcaba las cuatro y media. Las manillas seguían dando vueltas y Hermione notaba que unas gotas de sudor amenazaban con asomar a su frente.

Tic, tac.

Lanzó una mirada rápida a las manecillas del reloj. Era la décimo octava vez que lo hacía en el último minuto. Hastiada de no poder concentrarse, decidió cerrar el libro que había cogido por inercia y dejarlo en la estantería de donde lo había sacado. Pero pronto se arrepintió. Necesitaba mostrarse segura. Necesitaba tener algo entre las manos antes de que llegara, fingir que realmente estaba ocupada. Aún quedaba media hora, de acuerdo, pero quería ingeniar alguna actividad que pareciera lo suficientemente interesante para que Cho, al llegar, no notara su nerviosismo.

Nervios. Estaba nerviosa y le costaba tanto reconocérselo a sí misma que empezó a merodear por la habitación. Le dio la espalda al reloj y fingió que no le importaba la hora que era mientras ocupaba su mente mirando por al exterior por una de las ventanas de la biblioteca. Hacía tanto frío que la respiración de Hermione provocó una mancha de vaho en aquella vidriera de colores del castillo. Desde allí se podía ver el humo de la cabaña de Hagrid, que se colaba por la chimenea hasta el exterior. Hermione tuvo un vago deseo de huir y refugiarse junto a Hagrid en su cabaña.

Las cinco menos veinte. El tiempo se estaba haciendo eterno. Hermione decidió esta vez que tenía que ir al baño. Los nervios le estaban consumiendo de tal manera que sintió que necesitaba ir en aquel preciso momento. Pero si quería ir hasta el baño y volver a tiempo tendría que darse prisa. ¿Cómo podía ser su vejiga tan inoportuna?.¿Y cómo era posible que fueran las cinco menos veinte y no hubiera nadie en la biblioteca? Molesta por la sensación de ser la única que estudiaba en todo Hogwarts, se dirigió hacia la puerta de salida. Pero iba tan distraída que no le dio tiempo de esquivarla cuando ésta se abrió súbitamente y le golpeó en la frente, provocando que se desplomara sobre el suelo.

Plas, plas, plas.

Plas, plas, plas.

-Hermione. Eh, Hermione, oye, ¿estás bien?.

-¿Qui….quién?.¿Qué?- -Hermione abrió los ojos y sintió un dolor punzante en su sien derecha. -¡¡Ay!! –se quejó, tratando de masajear la zona que había sido golpeada por la puerta.

-Quédate un rato donde estás. Te has dado un golpe muy fuerte.

Aturdida, aunque lo suficientemente consciente para deducir dónde se encontraba y qué había ocurrido, Hermione subió la mirada y vio, desde el suelo, un mentón que le hicieron familiar. Los labios también le resultaban familiares, pero tenía tal mareo que no fue capaz de distinguir las facciones de la persona que le estaba hablando.

La culpa era de su propio pelo. Tenía una buena mata delante de la cara y por eso Hermione empezó a preguntarse si cabía la posibilidad de que le estuviera hablando alguna especie de monstruo melenudo. Aunque ella no conocía a nadie en Hogwarts que tuviera un look parecido al de un cantante de una banda heavy-metal. E incluso llegó a pensar que sus propios pensamientos eran absurdos porque, en realidad, aunque hablara de heavy-metal con alguien de aquel castillo, dudaba mucho que supiera lo que era.



-…..aunque a lo mejor hay un grupo greñudo y cañero en el Mundo Mágico. Tengo que preguntárselo al profesor Snape. Ése sí que es heavy, ji ji ji ji -comenzó a reírse, llevándose las manos a la barriga y adoptando una extraña posición fetal.

El golpe parecía haber afectado a Hermione más de lo que creía.

-Por Merlín… Estás delirando. Tengo que llevarte a la Enfermería Mágica.

Estas últimas palabras fueron como un mazazo de vuelta a la realidad. A los pocos segundos de oírlas, Hermione se incorporó con una rapidez asombrosa y se quedó cara a cara con……

-¡Cho!.

-¡La misma!. Veo que te alegras de verme -contestó, ya menos preocupada y retomando su ironía habitual. –Ya hablas. E incluso parece que lo haces con lógica. Eso es buena señal ¿Crees que también serías capaz de levantarte?. Si pudieras, nos ahorrarías muchas situaciones embarazosas en la enfermería.

Esta contestación produjo en Hermione una reacción instantánea y la morena intentó, muerta de vergüenza, ponerse en pie. Para su desgracia, lo hizo tan rápido que su cuerpo no pudo mantener el equilibrio y acabó de nuevo en el suelo.

Cho parecía estar disfrutando de la situación, pero inmediatamente agarró los brazos de Hermione e intentó devolverla a una posición mucho menos contorsionista.

-Está bien, es mi culpa: ha sido una malísima idea pedirte que te levantaras tan pronto. Será que te quedes así un rato -le dijo, mientras sacaba su varita del bolsillo interior de su túnica y tras pronunciar un ¡Glacies! materializara varios cubitos de hielo sobre las baldosas de la biblioteca. Cho los colocó bajo la cabeza de Hermione. –Te dolerá un poco al principio, pero luego sentirás alivio.

Hermione no contestó. Se sentía tan humillada y ridícula que no le quedaron ganas de sacar a relucir su mal carácter.

Molesta por el silencio que se estaba creando, Cho se incorporó lentamente y acercó una de las sillas de la biblioteca hasta el lugar donde estaba tendida Hermione. A los pocos segundos de sentarse, clavó su mirada tostada en ella y empezó a hablar.

-Bueno, como supongo que tan pronto te recuperes me vas a preguntar qué ha pasado, mejor me adelanto y te lo digo ya: un golpe. Un golpe enorme, de hecho. No sé a dónde ibas con tanta prisa, pero le has puesta tanta energía que te has comido la puerta.

-Una puerta cuya hoja alguien ha bloqueado -protestó Hermione, mientras restregaba su nuca contra el bloque de hielo y agarraba uno de los cubitos para ponérselo en la parte magullada de su frente.

-¡Pero si ya vuelves a protestar!. Bien, me atrevería a decir que eso es buena señal, Granger.

-No me llames Granger –gruñó-. -Tengo nombre, ¿sabes? Me llamo Hermione. H-E-R-M…

-…Sé perfectamente cómo te llamas… Hermione… -Cho le contestó con tanta dulzura, pronunciando las letras de su nombre como si fueran notas musicales, usando un tono de voz tan sexy que Hermione no pudo evitar sorprenderse y no supo qué decir. Fue Cho, entonces, quien continuó hablando.

-¿Por dónde íbamos?- dijo, mientras miraba a un punto fijo de una de las estanterías de la biblioteca-. ¡Ah, sí, la puerta!. En eso tienes razón: ha sido mi culpa.



-¿Y qué hacías en la entrada, bloqueando el paso?.

-Mmmm… tenía que reponer… algo –afirmó, con poco convencimiento en su voz. -En fin, pero eso no es importante. El caso es que estás mejor y que podemos pasar a otras tareas mucho más satisfactorias.

Hermione se quedó pensando un rato en qué querría decir Cho con "reponer" y "satisfactorias", aunque tras unos leves segundos de debate consigo misma llegó a la conclusión de que se trataba tan sólo de unas palabras perfectamente normales. Y no entendió demasiado que se le hubiera pasado por la cabeza algún significado oculto.

Cuando Hermione se sintió un poco mejor (a pesar del espantoso chichón con el que le había marcado la puerta) las dos muchachas se sentaron en una de las mesas de la biblioteca, dispuestas a empezar la tarea. Su trabajo era muy sencillo: consistía en decidir qué hechizos ofensivos o defensivos se iban a practicar en cada sesión del Ejército de Dumbeldore. Aunque en todas sus elecciones siempre tenían que tener en cuenta que el director del colegio era más partidario de los conjuros defensivos, puesto que, como él solía decir "No hay mejor ataque que una buena defensa".

Cho resultó ser una gran ayuda para Hermione, aunque a ésta se le habrían caído los dientes antes de reconocerlo. Pero lo cierto era que el hecho de ser un año mayor que ella le daba a las sesiones preparatorias una perspectiva un poco más madura, además de la indiscutible aportación de conjuros avanzados que, por el momento, sólo estaban al alcance de los estudiantes del último año.

-Creo que sería buena idea introducir el hechizo que has hecho antes -propuso Hermione, mordiendo ansiosamente el extremo de su lápiz, en espera de su aprobación.

-¿Te refieres a "Glacies"?. ¿Y para que serviría el hielo?.¿Para hacerle un granizado a Quién-tú-ya-sabes?

-No bromees con eso, Cho –le reprendió Hermione, aunque lo hizo con una sonrisa. –Pero, ahora en serio: creo que si lo analizas bien, podría ser un conjuro defensivo estupendo.

-Mmmmm… bueno, podría servir. Pero sólo si eres capaz de apuntar con precisión a la varita del enemigo, lo cual es prácticamente imposible -aclaró Cho, al mismo tiempo que tomaba su varita y fingía apuntar directamente al pecho de Hermione.

La Ravenclaw permaneció un rato mirando fijamente la punta de su propia varita, la cual estaba a pocos milímetros de los pechos de muchacha de Gryffindor. El pulso de Hermione empezó a acelerarse poco a poco al comprobar que los ojos de Cho se habían quedado clavados en ellos. ¿O era en la varita?. Estúpida, pensó. Pero no podía evitar que se le acelerara la respiración con sólo sentir sus ojos posados en cualquier parte de su cuerpo.

-Vale, puede funcionar -asintió de golpe Cho, ajena a lo que estaba pensando Hermione.

-Mmmm… ¿qu…qué? -se había quedado absorta en sus propios pensamientos –Ah, sí… tienes razón -contestó, intentando salir del paso de la mejor manera que pudo. Pero todavía podía notar cómo rebotaba su corazón contra su pecho. Era tal la intensidad con la que lo hacía que parecía que tuviera ganas de salir a dar un paseo.

-¿Va todo bien? -preguntó Cho, arqueando levemente su ceja izquierda.

-Sí, estupendamente -mintió Hermione. Le sudaban las manos y estaba incómoda ¿Qué demonios le estaba pasando?.

-Perfecto. Entonces, si no me equivoco, creo que con esto hemos terminado de preparar las dos sesiones de ED de esta semana –siguió diciendo Cho, que no advirtió las reacciones físicas por las que estaba pasando Hermione. -¿Qué te parece si la semana que viene lo hacemos a la misma hora?.



-¿Lo hacemos?. ¿Hacer qué?. -preguntó Hermione, pegando la espalda contra el respaldo de su silla y adoptando una mueca de ligera crispación y nerviosismo.

-Hacer… quedar, ¡qué más da!. Me refiero a que si quedamos aquí, a la misma hora, el mismo día. ¿Qué opinas?.

-Que está bien…

Hermione estaba tan incómoda que sentía que toda la ropa le pesara horriblemente sobre su cuerpo. Tenía ganas de salir de allí, encerrarse en su cuarto y olvidarse de todas las emociones que había estado sufriendo durante esa tarde. Lo primero que haría al llegar a la torre de Gryffindor sería pegarse una ducha fría. Tenía todo el cuerpo en tensión y esperaba gozar de unos minutos de tranquilidad consigo misma, antes de irse a la cama. Ojalá no se encontrara con Ron y Harry. No tenía ganas de entablar conversación y probablemente ellos le pedirían ayuda con sus deberes del día siguiente.

Angustiada por todos estos pensamientos, Hermione empezó a recoger sus cosas de encima de la mesa. Metió todos los pergaminos en su mochila y los libros que aún no había llevado a la sala común por no haber pasado por allí después de las clases. Había sido un día muy largo y el silencio volvió a apoderarse de las dos chicas. Cho todavía no había empezado a recoger sus cosas cuando Hermione ya estaba prácticamente encaminándose hacia la puerta.

-Bueno, Cho, ha sido un placer. Te veo la semana que viene, entonces -se despidió amablemente la muchacha de Gryffindor.

-Eso parece -contestó Cho, devolviéndole una sonrisa radiante y perfecta a Hermione.

Hermione comenzó a rehacer los pasos que había dado antes del golpe, pero, cuando estaba a punto de abrir la puerta y salir por ella, Cho le hizo retroceder -Oye, Hermione -provocando que se girara en redondo –¿Qué diablos es un "heavy"?.

Al principio, reaccionó confundida, sin saber a qué se refería, pero Cho aclaró rápidamente todas las dudas que la chica de Gryffindor pudiera tener:

-No creerías que ibas a irte sin contarme por qué Snape es un heavy, ¿verdad?.

Las dos chicas se echaron a reír y Cho la alcanzó para que salieran juntas de la biblioteca.