Capítulo 4
-Lechuzas-
A la mañana siguiente Hermione se vistió a toda velocidad y abandonó el dormitorio antes de que Harry y Ron pudieran dar con ella. Había tenido suerte la noche anterior. Ninguno de los dos se había sentido lo suficientemente motivado para esperarla despierto en un intento desesperado de que los ayudara con sus múltiples deberes.
Todavía medio desvestida y con un lado de la túnica descolocado, bajó por el hueco del retrato de la señora Gorda y se dirigió, más tranquila, hacia la escalera central. No sabía por qué, pero no se sentía de humor para estar con nadie. Era consciente de que últimamente sus sentimientos y emociones estaban sufriendo muchos cambios inexplicables pero, por algún motivo, no deseaba volver a la normalidad o detenerse horas enteras a intentar entender qué significado tenían aquellos cambios. Hermione se sentía muy cómoda en su nueva piel y, en el fondo, tenía la sensación de que eran sólo el preámbulo de algo mucho más grande en su vida.
-¡Deténgase o tendré que blandir mi espada!. -aulló Sir Cadoghan cuando pasó frente a su retrato. La morena de Gryffindor pensó, al oír esto, que debía de ser muy triste resignarse a una existencia sin batallas, encerrado en un marco.
Su primera clase era la de Pociones. Hermione no tenía hambre, por lo que decidió dar un rodeo y dejarse caer por la lechucería. Quizá su lechuza ya habría vuelto del envío que le había encargado. Estaba esperando una contestación de sus padres para saber a dónde se iban a ir de vacaciones de Navidad. Si no le gustaba demasiado el destino, quizá decidiría quedarse en Hogwarts durante esos días, haciendo compañía a Harry y a Ron, y esperando uno de los míticos jerséis de la Señora Weasley con una enorme "H" estampada en el pecho.
Como siempre, la lechucería desprendía un olor rancio, como de cuerno quemado. Hermione no sintió deseos de prolongar su estancia más de lo necesario, así que intentó darse prisa para localizar la lechuza que estaba buscando.
-¿Buscas algo?. -preguntó una voz femenina a la espalda de Hermione. La morena dio un respingo y se dio la vuelta para comprobar a quién pertenecía esa voz.
-¡Ginny, me has asustado!.¿Es que últimamente está todo el mundo empeñado en asustarme?.
-Mmm…¿no?…-contestó secamente Ginny, sin saber qué responder.
-¿Qué haces por aquí tan temprano?. -quiso saber Hermione.
-Lo mismo que tú, supongo. Intento localizar a Pigg. Hace unos días la mandé a la Madriguera y todavía no ha vuelto -se quejó Ginny, frunciendo el entrecejo. -¿Y tú, qué buscabas?.
-Ufff… una lechuza que no soy capaz de reconocer.
Hermione seguía mirando a la parte más alta de la lechucería, intentando distinguir a la que había empleado días antes. De pronto, unas alas sobrevolaron la estancia y una lechuza parda se posó cómodamente en las vallas que había enfrente de Hermione. Tenía un pergamino atrapado en su pico.
- Por fin…
Desenroscó suavemente el lazo con el que estaba atado el pergamino y dejó que el animal volviera a su nido, después de acariciarle tiernamente la cabeza. El pergamino parecía
rociado por alguna esencia femenina muy dulce, puesto que la lechucería empezó a llenarse de un aroma muy rico. Hermione extendió el pergamino y pudo leer en él:
Anoche me lo pasé muy bien, H-E-R-M-I-O-N-E. Gracias por tu amabilidad (contra tu voluntad, ya lo sé) y por ser tan divertida. No puedo esperar a la próxima reunión. Estoy segura de que vamos a formar un gran equipo. Te prometo intentar estar a la altura de tu inteligencia y tus ideas.
Un beso,
Cho Chang
-¿Va todo bien?.
Cuando Ginny le hizo esa pregunta Hermione se dio cuenta de la cara de extrañeza que había puesto.
-Sí… perfecto -contestó, haciendo un esfuerzo por creer ella misma sus palabras.
-Oye, Hermione, hace unos días que estás un poco… -Ginny se interrumpió a sí misma para intentar encontrar las palabras adecuadas. Como vio que no lo conseguía prosiguió con la frase -… rara.
-¿Rara?.¿Qué quieres decir?.
-No lo sé -aseguró Ginny. –Sólo digo que si necesitas hablar o lo que sea, ya sabes…
-Tranquila, Ginny, eso ya lo sé. No te preocupes. Estoy bien.
Hermione se guardó el trozo de pergamino en el bolsillo interior de la túnica y se quedó mirando a su amiga fijamente.
-Bueno, parece que Pigg no tiene intención de venir. ¿Vienes a desayunar?. –le preguntó ésta para romper el silencio incómodo que se había creado entre ellas.
-No, me voy a quedar… a quedar un rato más aquí -vaciló Hermione.
-De acuerdo -asintió Ginny, girando sobre sus talones. –Nos vemos luego, entonces.
Tan pronto salió por la puerta, Hermione abrió su mochila para encontrar un trozo de pergamino. Tras extraer pluma y papel, se apoyó en la barandilla y escribió:
Me alegro de que me hayas escrito, C-h-o.
Yo también estoy segura de que vamos a hacer un buen trabajo juntas. Es mejor si dejamos el pasado donde está y partimos de cero. Yo estoy dispuesta a hacerlo ¿y tú?.
Respecto a las reuniones… ¿vas a quedarte aquí en vacaciones de Navidad?. Si lo hicieras, quizá podríamos vernos. Todavía estoy decidiendo si iré a mi casa o no por vacaciones, pero depende de muchas cosas...
Nos vemos pronto,
Hermione
Esta vez no le fue tan difícil localizar una lechuza. La que eligió estaba descansando placenteramente, por lo que puso mal pico cuando Hermione se dirigió a ella, aunque finalmente salió volando con el pergamino que le había dado.
Se estaba haciendo tarde para ir a la clase de Pociones y no quería que Snape la crucificara aún más para lo que quedaba de curso. Así que comenzó a recoger todas sus cosas. Y, como era habitual, pasó un mal rato para transportar el material que habitualmente llevaba a clase. Se estaba preguntando por qué cuernos siempre iba tan cargada cuando, de repente, la lechuza que acababa de enviar aterrizó zumbando frenéticamente a poca distancia de ella. Se trataba de un envío urgente porque el lazo con el que estaba atado el pergamino a la pata de la lechuza era de color rojo. Esta vez era un mensaje muy corto, escrito con rápida y mala letra, y también estaba firmado por Cho: Me quedo en Navidad, pudo leer. A la de Griffyndor se le dibujó una sonrisa espontánea en los labios; Hermione introdujo este pergamino en el bolsillo donde ya reposaba el otro, recogió su colosal mochila y se encaminó hacia la puerta.
Sorprendentemente, cuando ya estaba a punto de salir de la lechucería, una tercera lechuza se acercó velozmente a la morena y le tendió otro mensaje.
-¡Vaya!. Hoy es mi día- exclamó Hermione para sí misma.
Todo parecía indicar que este mensaje provenía de su casa o, al menos, la lechuza era muy similar a la que ella había enviado. Desenrolló el pergamino y en él pudo leer los planes de sus padres. Tahití. Vacaciones de Navidad en Tahití. Un destino increíble. Su madre hacía mucho hincapié en la carta para que Hermione los acompañara. Al parecer ya habían preparado todas las excursiones e incluso habían reservado un billete de avión y una suite especial para ella.
Hermione, inmediatamente, volvió a repetir el procedimiento que había hecho dos minutos antes. Sacó otro trozo de pergamino de su mochila y, antes de ir a la clase de Pociones, escribió:
Queridos papá y mamá:
Este año no voy a poder ir con vosotros de viaje. Lamentablemente, tengo muchísimo que estudiar y me temo que si me voy no me va a dar tiempo para preparar los exámenes. A fin de cuentas, son en junio y ya no queda nada para que llegue, ¿verdad?. ¡Seis meses no son suficientes para todo lo que tengo que estudiar! Debo ponerme con ello ya.
Siento muchísimo no poder acompañaros porque la verdad es que me apetecía estar con vosotros y me da rabia perderme un viaje tan estupendo. Pero espero que lo entendáis
Os quiere,
Hermione
