Capítulo 5
-¿Homoqué?-
El ambiente de Navidad ya se podía respirar en Hogwarts. Desde hacía una semana las escaleras y las salas comunes habían sido decoradas con todo tipo de motivos navideños, algunos de ellos de lo más chocante. Por ejemplo, al comienzo de la gran escalera los estudiantes podían encontrarse con un intento de los cuadros de Hogwarts de compartir su espíritu navideño. Una señora gorda que había sido confinada a su marco tres milenios atrás, se había ataviado con un vestido de ramas de abeto, que no dudaba en menear cada vez que uno de los estudiantes pasaba a su lado. Sir Cadoghan, cansado de su imagen de feroz caballero andante, se había decidido esta vez por el lado romántico y había colgado una ramita de muérdago en la punta de su lanza. En lugar de retar a todos con su feroz gallardía, durante estas fechas proponía a las chicas más bonitas de Hogwarts un encuentro fugaz debajo del muérdago.
Parvati Patil se asustó tanto ante la osadía de Sir Cadoghan que, desde que éste le había propuesto consumar la tradición del muérdago, siempre intentaba evitar pasar por delante de su cuadro o usar a Lavender Brown como escudo protector cuando no quedaba más remedio.
Peebes y Nick Casidecapitado tampoco habían querido perderse el banquete decorativo. Peebes se había agenciado cuantas bolas de colores había encontrado y siempre llevaba puestos unos horribles pendientes de los cuales colgaban todas las bolas robadas. Nick, más recatado, únicamente se había sujetado la cabeza haciéndole un nudo a un trozo de espumillón, y argumentaba que no era tan malo ocultar su decapitación por unos cuantos días.
Si bien no sabían si éstas iban a ser pacíficas o no, todo el mundo estaba deseando que llegaran las vacaciones. Temerosos de los múltiples asaltos que estaba cometiendo Voldemort, algunos de los padres ya habían ordenado a sus hijos que se quedaran en el castillo durante las Navidades. En esos momentos, Hogwarts parecía el sitio más seguro y tanto los directores de las casas como Dumbledore consideraban que era una buena idea su estadía.
La antigua casa de los Black, ubicada en Grimmauld Place, había pasado a la posesión de la Orden del Fénix. Sirius había querido que fuera así antes de su muerte y los miembros de la Orden planeaban pasar allí las vacaciones. La señora Weasley, sin embargo, no estaba muy segura de que fuera un lugar apropiado para pasar esas fechas, por lo que Ginny y Ron tenían la orden de permanecer en Hogwarts hasta nuevo aviso.
-Parece que todos vamos a pasar las vacaciones aquí -comentó Ron, mientras cerraba airadamente la carta que acababa de enviarle su madre, comunicándole su decisión. -¿Qué hay de ti, Hermione?.¿Este año a dónde irás con tus padres?. -preguntó.
-Este año yo también me quedo -contestó vagamente. –Mis padres se van a Tahití, pero no me apetece mucho acompañarles sabiendo todo lo que está pasando aquí.
-Bueno, por ahora no ha ocurrido nada realmente serio -argumentó Harry- y esperemos que siga así. Parece que Voldemort está más tranquilo últimamente.
Hermione, que ya estaba acostumbrada a que Harry utilizara ese nombre para referirse al Señor Tenebroso, permaneció impasible y siguió caminando hacia la clase de Pociones, donde Snape los estaba esperando para una última y torturante clase antes de las vacaciones. Ron, sin embargo, se quedó petrificado y ralentizó su paso una milésima de segundo; lo suficiente para que Hermione se diera cuenta de lo que le había ocurrido.
-Ron, ¿cuándo vas a acabar con todo eso?. Harry lleva años refiriéndose a él como Vol-Voldemort.
-Sí- contestó Harry, mientras giraba su cabeza para mirar a Ron, señalando a su vez a Hermione -y Hermione ya es capaz de decirlo aunque a veces tartamudee.
-Oye, no me presiones –protestó el pelirrojo. -Sólo por el hecho de que no me guste oír su nombre, no quiere decir que le tenga miedo.
-Ya, seguro -murmuró Hermione, mientras abría la puerta de la clase de pociones para que los tres amigos pasaran.
Algunos Slytherin ya estaban sentados en sus bancos. Incluido Draco Malfoy, por supuesto, que este año se comportaba de una manera misteriosa que no gustaba nada a los tres amigos. Desde que el Ministerio de Magia había decretado la búsqueda y captura de algunos mortífagos (entre los que se encontraban los padres de Draco y Goyle), Lucius Malfoy se había visto obligado a abandonar su hogar y esconderse en algún paraje. Su familia, sin embargo, estaba siendo vigilada a todas horas y esta circunstancia parecía haber apaciguado a Malfoy, que desde comienzos de curso apenas había dirigido sus palabras despreciativas hacia los tres amigos. Harry estaba seguro de que estaba tramando algo, aunque no podían hacer nada para averiguarlo.
Snape hizo su entrada en la clase pocos segundos después de que los tres amigos se hubieran sentado. El director de la casa Slytherin caminó hacia su mesa, situada al frente de la clase. Lo hizo con paso decidido y agitando su túnica negra entre las filas de estudiantes. Poco después meneó su varita mágica y gritó "libris convocati". En medio de la nada se materializó el libro de Pociones, que con el peso de la gravedad golpeó rudamente la mesa del profesor.
-Página 245. Abran sus libros sin el menor ruido si no quieren tener deberes de aquí al resto de sus inútiles vidas -amenazó Snape.
-Alguien se ha despertado esta mañana con almorranas –le dijo Ron en voz baja a Neville, que estaba sentado a su lado.
-¡Weasley!. Con la gracia que le caracteriza, quizá usted nos pueda explicar la poción homosexus. Estoy seguro de que la encontrará muy interesante y aplicable a su vida. Por cierto, Weasley: cinco puntos menos para Gryffindor.
Ron, que no tenía ni idea de a qué se refería Snape, frunció el ceño e intentó leer las instrucciones que se especificaban en la página señalada.
-¿Y bien?- aulló Snape, acercándose peligrosamente hacia donde estaba sentado Ron. –Weasley, viene siendo habitual que carezca usted de todo tipo de conocimiento en la materia. Incluso cuando tiene el libro delante de sus narices: otros cinco puntos menos. ¿Alguien le puede explicar a Weasley en qué consiste la poción?.
Unas risitas llegaron a los oídos de Harry, Ron y Hermione desde el otro lado de la clase. Los tres se giraron lentamente y vieron que Pansy Parkinson tenía levantada la mano derecha, mientras con la izquierda se tapaba la boca para sofocar la risa.
-Parkinson -concedió Snape.
-La poción homosexus es una de las pociones prohibidas. Su preparación se hace mezclando aroma de hormonia, una hoja de la planta desviatione naturae y un pelo de la persona a la que se quiere aplicar.
-¿Cuáles son sus efectos, Parkinson?. –se impacientó Snape.
-Yo creo que Weasley y Potter son una clara muestra de los efectos -respondió la chica Slytherin, despertando las risas de todo el grupo de Slytherins.
Hermione se pasó una mano por el pelo, nerviosa, mientras Ron empezaba a leer como un frenético los efectos que producía la poción homosexus:
"Catalogada como una de las pociones prohibidas por el Ministerio de magia (artículo 1354 del Código Mágico), la poción homosexus provoca una total confusión en el individuo al que se le aplica. Similar a las pociones de amor, su ingestión provoca el enamoramiento y atracción del individuo deseado, con la única diferencia de que su carácter puede llegar a ser permanente con una sola dosis y provoca al individuo una confusión sexual, llegando a enamorarse éste de una persona de su mismo sexo. Véase en apéndice de definiciones muggles: homosexualidad".
Al terminar de leer, la cara de Ron se ruborizó de tal manera que su pelo llegó a confundirse con ella: era imposible distinguir la línea donde empezaba uno y donde acababa otro. El resto de la clase todavía seguía excitada en medio de una oleada de risas, aunque los estudiantes ya se estaban empezando a calmar. Ron permaneció lo que quedaba de hora escondido tras el libro, intentando apaciguar la ira que sentía. Al terminar la clase, los tres amigos se encontraron en el pasillo con Neville. Éste se dirigió a Ron:
-Eso ha sido horrible. Lo siento Ron.
-Algún día, algún día…. ¡Snape me las va a pagar!.
-Cálmate, Ron -intentó razonar Harry. –Con esa actitud no vas a conseguir nada.
-¡Pero me ha llamado homo, homo… homocelsius!. No…Homo… ¿Qué me ha llamado?.- preguntó Ron, confundido.
-Homosexual, Ron ¿Es que no sabes lo que es eso?. -contestó Hermione, bastante airada teniendo en cuenta que el tema no iba con ella.
-No, ¿qué es?. –se interesó Ron, frunciendo el ceño.
-¿Pero es que no hay homosexuales en el mundo mágico?. -se indignó Hermione, mientras los otros tres chicos hacían un alto en su camino de vuelta de las mazmorras para mirarla.
-Yo tampoco lo sé, Hermione- respondió un temeroso Neville.
-Un homosexual es una persona que se siente atraída por personas de su mismo sexo -contestó Harry.
-Exactamente. No me puedo creer que no lo hayáis oído antes -secundó Hermione a Harry.
-¿Pero a qué te refieres con atraída?.-vaciló Ron.
-¡Pues atraída, Ron!.¡Una persona que siente deseos de acostarse con otros de su mismo sexo!.- se exasperó Hermione.
-¡PERO ESO ES UNA PORQUERÍA!. -exclamó Ron, siempre tan suspicaz y delicado. -¿Quién demonios podría querer algo así?.
-La verdad es que yo tampoco me lo imagino –confesó Neville, curvando los ojos hasta las cuencas superiores, como si efectivamente tratara de imaginarlo.
-Hay mucha gente así en el mundo Muggle, Ron, y hay que respetarlos- contestó Harry.
Hermione le dedicó una mirada aliviada, aunque él la interpretó como complicidad por la falta de conocimiento del mundo que estaba demostrando su otro amigo.
-Oye, ¿pero es que no hay homosexuales en el mundo mágico?. -se interesó Hermione, intentando poner un gesto indiferente al tiempo que aguzaba el oído para no perderse una palabra de la respuesta.
-No, que yo sepa. Nunca he oído hablar de eso- contestó Neville con una mueca.
Era la segunda reunión que tenían Hermione y Cho, pero no por eso Hermione se sentía más confiada. Había algo en esa chica que la ponía muy nerviosa. Su manera de hablar, de moverse, sus facciones… todo era perfecto en Cho Chang… y Hermione lo sabía.
Años atrás había podido comprobar cómo todo el mundo suspiraba por ella, incluidos, claro, uno de sus mejores amigos. El hecho de que Harry hubiera estado tan loco por ella, le daba una razón más para sentirse incómoda a su lado. Si alguien como Harry -tan centrado, igual de ajeno que ella a los flirteos adolescentes- era capaz de posar su atención en Cho, para Hermione significaba que aquella chica tenía algo especial. Por supuesto, ella no era la única que lo pensaba. La popularidad de Cho en el castillo no había hecho más que incrementar desde el día en que Cedric Diggory había muerto. Para la comunidad masculina, aquella pérdida había significado su puesta en libertad y, para la femenina, su nuevo estatus de soltera se había transformado en una mezcla de amenaza y admiración hacia una chica que, según la opinión general, lo tenía todo.
Pero estaba claro que algo pasaba con Cho. Desde su pequeño y volátil flirteo con Harry no había habido nadie en su vida. Al menos, que se supiera. A veces se rumoreaba que se estaba viendo con un chico mayor, alguien que trabajaba en el Ministerio de Magia. Otras se comentaba que Cho estaba enzarzada en una relación con Michael Key, un famoso jugador de Quiditch americano. Pero Hermione, que no daba demasiado valor a los chismes, nunca creía ninguna de estas historias, quizá porque en el fondo de su corazón latía un deseo no identificado, pero anhelante, de que Cho aún siguiera soltera.
Las dos chicas volvían a estar en la biblioteca, de nuevo desierta para sorpresa de Hermione. Era como si cada vez que ellas dos se encontraran, la biblioteca tomara una nueva piel desértica. Ésta era la segunda reunión que mantenía con Cho y también la segunda vez que se encontraba con las mesas de completamente vacías.
-Me pregunto por qué no viene nadie a estudiar hoy -comentó Hermione, mientras daba otro repaso fugaz a las notas que habían escrito ella y Cho.
-Emmm… ¿no había hoy un partido de Quidditch?. -contestó Cho, arqueando las cejas y chupando el final de su pluma.
-No… la temporada no volverá hasta el final de las vacaciones -explicó, sagaz, Hermione.
-Pues no sé, es un misterio –Cho se encogió de hombros y adquirió un tono vago, como si tratara de darle poca importancia al hecho de que estuvieran solas.
-Oye -Hermione se levantó y se acercó a una de las estanterías que había en la biblioteca -¿Crees que deberíamos introducir alguna práctica de estos libros?.
Cho hizo lo propio y se acercó hasta donde estaba. Hermione tenía en sus manos un libro muy antiguo de pociones y conjuros en donde se explicaban algunas técnicas de magia que ya estaban obsoletas.
-No creo que con eso vayas a ninguna parte. Está tan caducado que ni Merlín podría haberlo utilizado -bromeó Cho.
Hermione siguió hojeando alguna de las páginas y llegó a una que le hizo dar un vuelco a la boca del estómago. En la página ciento cuarenta se explicaban algunas de las ventajas de la poción homosexus. A la Gryffindor le carcomía la curiosidad desde aquella mañana y pensó que a lo mejor estaba con la persona indicada para formular la pregunta.
-Oye, Cho, ¿tú sabes si hay homosexuales en el Mundo Mágico?.
Cho, que estaba sosteniendo otro grueso tomo de encantamientos, se sorprendió al oír aquella interpelación tan directa y se puso tan nerviosa que dejó caer el libro al suelo de la biblioteca. Se arrodilló lentamente para recogerlo, aunque en realidad lo que pretendía era conseguir más tiempo para recobrar la compostura. Cuando llegó al suelo, alzó la voz ligeramente para contestarle, aunque ésta la interrumpió.
-Sabes lo que es un homosexual, ¿no?.- prosiguió Hermione.
-Ehhh, sí, lo sé. Lo estudiamos el año pasado, en Pociones, creo –disimuló.
Estaba claro que Cho no quería continuar la conversación, pero Hermione, tozuda, insistió -¿Entonces no hay homosexuales en el Mundo Mágico?. Sólo hay pociones para serlo.
-Piensa en esto, Hermione: ¿para qué querrían tener la poción homosexus si no hubiera homosexuales?. -respondió Cho, dándole la espalda para devolver el libro al estante de donde lo había tomado. -Es más, actúa igual que un filtro amoroso, sólo que es algo más fuerte.
-¿Y dónde están?. Quiero decir, Ron esta mañana no sabía lo que era un homosexual.
-Eso es porque no se le da importancia aquí- aclaró Cho.
-¿Qué quieres decir?.
Las dos chicas regresaron a la mesa que habían dejado cubierta de papeles y se sentaron en sus sillas.
-Pues verás- comenzó a explicar Cho, tras haberse acomodado. –Hay familias que no lo explican a sus hijos porque no hay ningún caso de homosexualidad entre sus miembros. Si luego ellos se enteran y preguntan, se les explica que es algo normal.
-Entonces no hay rechazo, no es como en el mundo Muggle -dedujo, ávidamente, Hermione.
-Es más complicado que todo eso. Sí lo hay, pero está prohibido. Alguna gente no muestra sus verdaderos sentimientos y quizá el problema es que aquí hay menos casos que en el mundo Muggle.
-¿Y cómo lo sabes?. Tú no vives allí…- inquirió Hermione.
-Bueno…- la voz de Cho denotaba que ésta estaba bastante nerviosa -¡Soy una Ravenclaw!. Ya sabes que nos interesamos por todo lo que tenga que ver con el conocimiento.
-Eso tiene sentido- replicó Hermione. -¿Sabes de alguien en Hogwarts que lo sea?.
-¿El qué?.¿Ravenclaw? Sí, conozco a unos cuantos- bromeó Cho.
-¡No!.¡Homosexuales!.
-¡J aja ja!. Estaba bromeando. No, no conozco a ninguno- continuó Cho, al comprobar que Hermione estaba muy interesada en saber la respuesta. –Pero si los hubiera… no nos enteraríamos- explicó Cho. –La gente no lo va comentando por ahí. Es de mal gusto.
-Pero sí nos enteraríamos si hubiera una pareja- razonó Hermione. –Quiero decir que… bueno… sería evidente.
-Sí, supongo que sí- finalizó Cho. –Oye, Hermione, ¿pero por qué querías saberlo?.
-Mmmm… curiosidad, supongo. Recuerda que yo tenía todas las papeletas para haber estado en Ravenclaw.
Y así Hermione dejó la pelota en su tejado.
