Capítulo 8

-Suposiciones Pudipié-

Hermione miró alrededor. En realidad aquella cafetería no estaba mal, salvo, quizá por el pequeño detalle de que estaba llena de parejitas. Además, el sitio estaba decorado con motivos románticos. Por todas partes se podían ver cojines, fotografías de parejas famosas y dibujos con forma de corazón. Incluso la pared estaba decorada con un papel estampado de minúsculos Cupidos que se movían de un lado a otro, manteniendo una guerra de arqueros y disparando flechas con forma de corazón en todas direcciones.

-Entonces ¿qué opinas?.¿Te gusta el sitio?. -le preguntó Cho a Hermione.

-Errr… sí¿pero exactamente dónde estamos?. -De repente, a uno de los cupidos de la pared se le escapó una de sus mini flechas y ésta fue a parar a la taza de café de Hermione. –Pero qué…-exclamó ella., comprobando cómo el pequeño arquero se reía maliciosamente.

-Tranquila, lo hacen a menudo. Las puntas de las flechas son sólo terrones de azúcar. Seguramente ese Cupido se ha dado cuenta de que no le has echado azúcar al café -le explicó Cho. -¿Pero es que nunca habías estado aquí?. -preguntó, extrañada. –Creía que conocías Madam Pudipié. ¡Todo el mundo conoce este sitio!.

-Obviamente, no todo el mundo.

-Es raro, porque aquí suele venir mucha gente. Sobre todo las parejas, claro -le informó Cho.

-Bueno, eso lo explica todo -respondió Hermione con un ligero deje de tristeza en su voz.

-No has estado…-vaciló- con mucha gente ¿verdad?. -Por fin Cho se había atrevido a preguntar aquello que llevaba semanas rondando su cabeza.

-No -reconoció Hermione con timidez, ligeramente ruborizada. –Oye ¿No es aquí donde viniste con Harry el año pasado?.

-Mmmm…. Sí, de hecho sí…-comentó Cho, sonrojándose ligeramente y revolviéndose en su asiento.

Probablemente Hermione estaba intentando imaginar cuáles eran los motivos por los cuales Cho le había llevado al mismo lugar al que solía ir con Cedric, su antiguo novio, y adonde también había llevado a su amigo Harry. Cho se dio cuenta de la cara extrañada de Hermione, por lo que se apresuró a darle una explicación.

-Es como un sitio fetiche¿sabes?. El año pasado era incapaz de venir, aunque lo hice. Me recordaba mucho a…

-…Cedric -dijo Hermione, consciente de que había metido la pata al sacar a colación a su ex novio fallecido. Pero, por alguna razón, a Cho no pareció importarle lo más mínimo.

-Sí, claro. Pero ahora vengo siempre. Me gusta estar aquí porque es como si él todavía estuviera.

-Lo echas mucho de menos, supongo.

-Sí, bueno, pero no es por eso por lo que vengo. Es porque su recuerdo me da fuerza. Cedric sacrificó su vida por la guerra contra Quién-tú-ya-sabes. Ahora nosotros lo que tenemos que hacer es luchar para honrar la muerte de Cedric. Él me da fuerza. Su recuerdo, vaya…

-Tienes razón. No sabía que te sentías así…



-¿A qué te refieres?.

-Bueno… -vaciló Hermione. No estaba muy segura de querer continuar por ese camino. –El año pasado siempre estabas triste y parecías muy insegura…

-Llorando, quieres decir. Siempre estaba llorando –le cortó Cho, colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja.

-Bueno, sí. Pero ahora pareces otra persona.

-Tú tampoco me conocías antes -afirmó Cho, pegando un sorbo a su taza de café caliente.

-También es verdad. Perdona –concedió la Gryffindor. Estaba nerviosa. Removió varias veces su café y luego empezó a sorberlo para ocupar sus manos con algo.

Cho se dio cuenta inmediatamente de que había sido un comentario muy poco acertado, pero fue capaz de rectificar a tiempo. La morena dejó su taza de nuevo en la mesa, agarró uno de los brazos de Hermione con ternura y le dijo:

-¡Pero ahora sí quiero!. Quiero decir… quiero que me conozcas.

Hermione, que sentía su mano todavía posada en su brazo, sintió un escalofrío que bajó por su espalda. Se quedó mirando fijamente sus ojos de color oscuro, con pequeños destellos y manchas color miel alrededor del iris. Cho tenía unos ojos realmente bonitos.

Cho también la estaba mirando fijamente. Los ojos de ambas se encontraron en un punto tan profundo que ninguna fue capaz de separar los ojos de la otra.

-¿Os traigo algo más, queridas?. –las interrumpió Madam Pudipié, rompiendo la magia del momento.

-Emmm… para mí otro café, gracias -contestó Cho tan pronto recobró el sentido de la realidad. -Y tú, ¿quieres algo?.

Hermione seguía sumida en un universo paralelo, por lo que simplemente hizo un movimiento negativo con la cabeza y bajó la mirada a su taza ya vacía de café.

-Muy bien, queridas -Madam Pudipié se retiró y volvió detrás de la barra para servirle un nuevo café a Cho.

Las dos chicas se habían quedado en silencio. Hermione estaba tan nerviosa que empezó a tintinear su taza con la cucharilla, pero ello no impedía que lanzara miradas furtivas a los labios de Cho. Eran carnosos, bien definidos, y detrás de ellos se escondía una sonrisa encantadora. Hermione, que se sorprendió a sí misma pensando todo esto, apartó rápidamente esos pensamientos de su mente y se dedicó a fijar su mirada en la taza vacía.

Cho, por su parte, se había quedado mirando la ventana de la cafetería, mientras estrujaba una y otra vez una servilleta usada.

En el exterior había empezado a nevar con fuerza, por lo que ambas tendrían que quedarse un rato más allí si no querían morir congeladas en el camino de vuelta. Madam Pudipié volvió enseguida con el café, tambaleándose en su gran estructura ósea, la pequeña taza de café apenas perceptible en su descomunal mano. En seguida la depositó enfrente de Cho y se puso a recoger la taza vacía de Hermione. Las dos chicas todavía seguían calladas, por lo que Madam Pudipié, antes de retirarse de nuevo a la barra, rompió el silencio y les preguntó:

-¿Y cuánto tiempo lleváis juntas, queridas?.



Al principio se quedaron perplejas, y las dos esperaron que la otra contestara. Al ver que Hermione no se decidía fue Cho la que se aventuró:

-No, señora, nosotras no estamos saliendo juntas.

-¡Oh, qué lástima!. Porque hacéis una pareja estupenda. Pero si alguna está interesada yo tengo una hija que…

-No… verá –intervino Hermione- a nosotras no nos va… eso…

-Muy bien, querida. ¡Eso es estupendo!. Entonces, quizá tú -Madam Pudipié se dirigió a Cho en esta ocasión. –Tú eres muy guapa. Estoy segura de que eres el tipo de mi hija.

Como no sabía muy bien qué decir, Cho soltó una carcajada y se quedó mirando fijamente a Hermione para que ésta le echara una mano.

-Y tú también eres muy guapa -continuó la mujer, dirigiéndose a Hermione esta vez. -Estarías mejor si te peinaras un poco, pero vaya… cualquiera de las dos sería perfecta.

-Verá, señora, es que nosotras tenemos novios…- mintió Hermione, que cada vez estaba más molesta con aquella conversación. Quería que aquella extraña señora se fuera y dejara de meter la nariz donde no le llaman.

-Claro, querida, claro –asintió la dueña del local. –Esperad un momento.

La mujer sacó su varita y escribió las palabras visitas tarjetae en el aire. Dos tarjetas aparecieron en medio de la nada. –Éste es el código postal de mi hija en la lechucería de Hogsmeade. Mandadle una lechuza cuando queráis. Se va a poner muy contenta porque ella no…

-¡Le estoy diciendo que no somos homosexuales!.

Hermione había estallado. No podía soportar más aquella situación. Se sentía muy extraña con una señora que intentaba venderle a su hija como novia del año.

-¡Caramba!. ¡Qué carácter!. Debes decirle a tu novia que se controle un poco más, querida- insistió Madame Pudipié. –Bueno, si alguna vez lo dejáis, ya sabéis: mandad una lechuza a mi hija. Estará muy contenta de conoceros.

Dicho esto, la señora hizo que la taza de Hermione levitara. Hermione sentía que le salía humo de la cabeza, pero siguió sentada, escuchando lo último que les tenía que decir la dueña del local.

-Estáis invitadas al café. Me encantan las parejas adorables, como vosotras dos- y, así, Madame Pudipié volvió rápidamente a la barra con la intención de escribir a su hija las últimas noticias.

Al ver que ya se había ido, Cho comenzó a reírse como una loca, aunque intentaba taparse la boca con una mano para que la mujer no se sintiera ofendida. Hermione, sin embargo, todavía tenía dibujada una expresión de incredulidad en la cara y no encontraba las palabras adecuadas para expresar su enfado.

-¿Qué le pasa a esa mujer?. –dijo, exasperada. -¿Tú crees que está en su sano juicio?.

-No sé si está loca o no -contestó Cho-, pero tampoco la juzgo por haber malinterpretado.

-¿Haber malinterpretado?.¿Qué quieres decir?.



-Nada… supongo… ¿Nos vamos?. Ha parado de nevar.

-Sí, será mejor que nos vayamos…

Durante el camino de vuelta, Cho y Hermione prefirieron fingir que no había pasado nada y olvidar la extraña conversación que habían tenido con la dueña. Ambas se dedicaron a conocerse un poco más y Hermione fue consciente de que había llegado un punto en el que no sólo no odiaba a Cho, sino que entendía perfectamente por qué había gente tan enamorada de ella. Simplemente, Cho era una chica brillante y sensible, capaz de convertir un momento banal en toda una historia que recordar. A su lado se sentía un poco desmerecida, como si el esfuerzo que había hecho durante años para mejorar no hubiera valido la pena.

Cuando llegaron a las inmediaciones del castillo, Harry, Ron y Ginny estaban frente a la entrada principal, tratando de hacer una guerra de bolas de nieve. Los tres las vieron llegar y se quedaron en silencio.

-Hola -saludó Cho con timidez cuando las chicas se aproximaron al grupo.

-¿Qué tal, Cho?. -preguntó Harry, cortés, consciente de que Ginny le estaba clavando la mirada, pendiente de todos sus movimientos.

-Bien, muy bien, Harry. En fin… emmm… debo volver para ver cómo está Marietta. Nos vemos luego, supongo.

-Sí, hasta luego, Cho -contestó Hermione, incómoda con la situación. Cho se alejó, y entró en el castillo.-¿Por qué habéis sido tan maleducados?.

-¡Pero si no hemos dicho nada!. -se quejó Ron, soltando una macro bola que había formado momentos antes.

-Precisamente por eso -puntualizó la morena.

-Hermione, tienes que entender que para nosotros no es fácil hablar con ella –Ginny intervino para hacer entrar en razón a su amiga. –Quiero decir… después de lo que pasó el año pasado…

-Además¿no eras tú la que la odiaba?. -Ron, puntilloso como siempre, dejó caer la pregunta que tenían todos en sus mentes.

-Sí, pero la he conocido mejor y es una chica encantadora.

-Estoy de acuerdo, sí que lo es –la apoyó Harry, cuidando sus palabras para no ofender a Ginny –pero también entiendo que ellos se sientan molestos en su presencia.

-A lo mejor si la conociéramos más acabaríamos pensando como tú -contestó, sorprendentemente, Ron. –Si es tan importante para ti, yo estoy dispuesto- Guau¿Ron acaba de decir algo inteligente?

-"Si es tan importante para ti, yo estoy dispuesto"-Ginny repitió sus palabras con mofa. –¡Qué tierno, Ron!. Se te cae un poco más la baba y acabas derritiendo la nieve.

Ron se agachó, agarró un increíble puñado de nieve y se lo lanzó a Ginny con todas sus fuerzas, reanudando así la guerra que estaban manteniendo antes de que Hermione se sumara a ellos.