Capítulo 9
-La sala de los requerimientos-
Durante dos horas, los pocos miembros del Ejército de Dumbledore que se habían quedado en el castillo, practicaron los encantamientos más difíciles y más útiles que habían aprendido en las últimas sesiones.
Desde hacía unos meses, el ED se había afiliado a la Orden del Fénix de una manera no oficial, constituyendo de esta forma el cuerpo de jóvenes magos y brujas que todavía no tenían edad para unirse a la Orden. El propio Dumbledore era quien supervisaba la marcha del ED. Pero como no tenía suficiente tiempo para dedicarse a ambas organizaciones, la puesta en marcha de las sesiones había sido cedida a los alumnos más aventajados, es decir, a Cho y a Hermione.
Ninguno de sus miembros estaba al tanto de quiénes formaban parte de la Orden del Fénix. Sabían de su existencia, pero los detalles permanecían en secreto por motivos de seguridad. La Orden, sin embargo, sí estaba enterada de los progresos del ED y seguía muy de cerca el entrenamiento de los estudiantes que estaban en el último año. Si alguno de ellos cumplía los requisitos necesarios para estar en la Orden, se les pediría que ingresaran de inmediato, una vez acabados sus estudios en Hogwarts.
Esta última reunión había sido mucho más divertida que las anteriores, puesto que no habían seguido los métodos de entrenamiento necesarios. Cada uno había elegido el tipo de encantamiento que más le gustaba y lo había puesto en práctica para perfeccionarlo.
Al acabar la sesión, algunos de ellos se quedaron en la sala de los requerimientos, charlando tranquilamente. Hermione y Ginny estaban sentadas en unos cojines, viendo cómo Harry y Ron todavía seguían practicando el Glacies. Marietta y Cho estaban en el lado opuesto de la sala, también observando de vez en cuando a los dos amigos.
-Entonces… ¿es agradable Cho?. -preguntó Ginny a Hermione.
-Sí, curiosamente, lo es. Yo soy la primera que está sorprendida. Pensaba que era de otra manera.
-Ya, la verdad es que parece una persona que vale la pena conocer.
-Si no quieres, no tienes que hacerlo. No es que sea alguien importante para mí.
-Pero puede llegar a serlo y…-comenzó a decir Ginny, que fue interrumpida por Harry y Ron, que se habían acercado a ellas.
-¿Venís a la sala común?. Yo quiero pegarme una ducha -comentó Harry.
-Sí, vamos.
-Yo me tengo que quedar un rato más. Para recoger y eso. Os veo luego -contestó Hermione, que ya se había levantado.
-Muy bien -respondió Harry, agarrando a Ginny de la mano y encaminándose hacia la salida de la sala de los requerimientos, donde estaba esperando un Ron impaciente por meterse en la ducha.
En el otro lado de la sala, Marietta y Cho también se disponían a irse. Cho le ofreció su ayuda a Hermione para recoger todos los libros que había llevado hasta allí, pero ésta la denegó, argumentando que podía hacerlo sola, por lo que las dos chicas Ravenclaw salieron de allí, en dirección a su sala común.
Una vez sola, Hermione se sentó en un cojín. Necesitaba un rato de paz. Aquel día todo había sucedido tan rápido que apenas había tenido tiempo de recapacitar sobre ello. Lo primero fue lo de la Madam esa. No podía creer lo que había dicho. ¿Pero y si era verdad?.¿Por qué había insistido tanto después de que le dijeran que estaba equivocada?. Hermione se hacía todas estas preguntas, pero no encontraba respuestas.
La clave de todo, para ella, debía de estar en la poción homosexus, que la tenía totalmente confundida. Tenía que hablar con Dumbledore cuanto antes, pero no sabía cómo empezar. ¿Qué se dice en una situación así? Dumbledore, probablemente, lo entendería, pero tenía miedo de estar equivocada y de que toda aquella situación no tuviera nada que ver con la poción, sino con ella misma.
Entonces las puertas de la sala chirriaron. Alguien estaba intentando entrar de nuevo. Hermione pensó que probablemente sería alguno de sus amigos, quizá preocupados por su tardanza. En aquellos días, ni siquiera el castillo era un lugar seguro. Cuando alguno de ellos se demoraba más de lo necesario, el resto empezaba a preocuparse, temerosos de que le hubiera pasado algo malo.
Hermione empezó a asustarse cuando vio que la puerta se quedó entreabierta pero nadie entró. Fue sólo cuestión de unos segundos porque al poco tiempo pudo ver a Cho, deslizándose por el hueco de la puerta.
-Hola.¿Has olvidado algo?. -le preguntó, sorprendida de verla por allí.
Hermione todavía estaba sentada en el cojín. Desde allí observó cómo se acercaba la silueta de Cho, que desde abajo parecía aún más esbelta y definida.
-En realidad no. Sabía que ibas a estar aquí y que ibas a estar sola, así que pensé en hacerte compañía. Yo también necesitaba un momento de paz.
¿Qué se podía deducir de todo esto?.¿Quiere estar a solas conmigo?, se preguntó Hermione a sí misma.
–Bueno, siéntate si quieres -le propuso.
Cho parecía indecisa. Se quedó un rato de pie, pero luego agarró un cojín, se tumbó en el suelo y se lo puso debajo de la cabeza, mientras miraba el techo de la sala. Hermione optó por la misma postura y ambas permanecieron tendidas, mirando el techo abovedado de la sala de los requerimientos.
-¿Qué le pedirías ahora mismo a esta sala?. –le preguntó de repente Cho.
-Pues no lo sé. Que fuera un lugar un poco más acogedor, quizá.
-¿Qué tal si probamos?. Cierra los ojos. Yo haré lo mismo, pero te dejaré pedir a ti. Veamos si la sala cambia con nosotras dentro o no.
Hermione hizo lo que Cho le pedía. Cerró los ojos, e intentó concentrarse en lo que necesitaba. No estaba muy segura de lo que era, pero tenía entendido que la sala podía deducir cuáles eran tus deseos, por lo que Hermione no hizo demasiados esfuerzos a la hora de pensar en ello. Si era verdad que Cho iba a dejar su mente en blanco, la sala llegaría a materializarse en lo que Hermione más necesitaba.
-¿Estás lista?. -preguntó Cho.
-Creo que sí.
-Muy bien. A la de tres abrimos los ojos: una, dos y…
Fue todo muy rápido. Cho se deslizó suavemente sobre Hermione, acercó sus labios a los suyos y la besó. Primero con calma, como si tuviera miedo de que ella saliera huyendo. Luego, poco a poco, abandonó más su cuerpo, y mordió con delicadeza su labio inferior, hasta Hermione dejó paso voluntariamente a la lengua de Cho.
Fue un beso inocente, meloso y tierno. Hermione había dejado su mente en blanco. No podía pensar. No quería hacerlo. Tampoco quería abrir los ojos por miedo a pensar en lo que estaba haciendo. Pero Cho se detuvo, rompió el beso y abrió los ojos. Hermione, al faltar sus labios, abrió los ojos también y se encontró conque la Ravenclaw la miraba fijamente.
Las dos se quedaron así, mirándose durante unos segundos, hasta que descubrieron en qué se había transformado la habitación. Cho soltó una carcajada cuando vio en dónde estaban. La decoración se había transformado en miles de fotos de parejas famosas y las paredes lucían un papel que les resultaba familiar. Olía a café y a su lado estaba la mesa en donde habían estado sentadas en Madam Pudipié.
-¿Esto era lo que necesitabas?.
-Supongo…- contestó Hermione, con miedo a moverse, con miedo a que lo que acababa de pasar no hubiera sido más que un sueño. ¿Cómo era posible que Cho estuviera allí, partiéndose de risa, después de lo que acababa de ocurrir?.¿Cómo conseguía tomárselo todo con esa ilógica naturalidad?.
Pensando esto, recapacitando sobre lo ocurrido, Hermione empezó a sentirse muy ansiosa, incómoda, sudorosa. Se estaba mareando, por lo que se movió lo justo para que Cho se quitara de encima. Luego se levantó.
-¿Estás bien?.¿Te pasa algo?.Estás muy pálida.
-Escucha, Cho, tengo que irme. Hasta luego.
-¡Pero Hermione!. No puedes irte así, después de lo que…
Pero ya era tarde. La morena de Gryffindor había salido corriendo de la sala de los requerimientos, dejando allí a Cho, sola y confundida.
