Sentimientos de un ser alado
Noche de amor
A cada paso que daba, el sonido de la música, las risas y el alboroto reinante en el Jardín Real disminuían, pero el latir de su corazón sé hacia mas fuerte.
Detuvo su paso en un ventanal próximo para respirar. Se ve parte de la ciudadela engalanada e iluminada por doquier por ser este "el día". "Un día que recordaras por el resto de tu vida" le dijo Allen.
Respiro y exhalo sin poder creerlo. Miro sus manos y vio en su dedo anular el anillo Real, símbolo de su matrimonio. Ella lleva uno idéntico en su mano, aunque más pequeño.
Hitomi
"Mi esposa" – se dijo.
"Antes eran dos almas, ahora son solo una; antes eran dos vidas, pronto darán vida a otras mas, hasta que el sol se ponga en sus tierras".
Esas fueron las palabras del Sacerdote en el templo de Escaflowne. Después de eso se acercaron, tomo su rostro entre sus manos y la beso tan apasionadamente como la primera vez que lo hizo, en el patio de su hogar en la luna fantasma, con su padre mirándolos.
"Creo que no puedo evitarlo. Todo el aire de Gaia ha pasado por mis pulmones y no logro serenarme", se dijo risueño, sin poder creerlo siquiera.
Avanzo a paso lento. Al acercarse a su destino vio a una de las doncellas venir desde la habitación. Le saluda con una reverencia y le felicita, despidiéndose de lo mas risueña.
La puerta de la recamara Real estaba frente a él. La incertidumbre de si debe tocar a la puerta o solo entrar a la habitación sin mas lo carcome. Después de todo era el Rey y podía entrar a la habitación que quisiera, pero algo le dice que a Hitomi le molestaría dicho comportamiento, es mas, lo reprendería duramente.
Toco y desde el interior escucha un "pase".
Nuevamente siente como si el corazón se le arrancara como un caballo salvaje y el aire se le acabara al verla de pie junto a la ventana.
Lo ve y se gira. Le sonríe. Avanza hacia ella como en un sueño sin darse cuenta siquiera como es que ha cerrado la puerta.
Ella también va a su encuentro, como flotando sobre una nube, envuelta en un kimono color crema de vaporosa caída.
Te demoraste – le dice mientras sus manos se buscan
No pude evitarlo – la siente temblorosa – además, soy el Rey y puedo hacerlo
Si piensas colocarte orgulloso…
Solo era una broma – él ríe ante su ceño fruncido y la acerca hacia su cuerpo.
Sus labios rosados lo llaman.
Pone su delicada mano en su pecho mientras él la toma de la cadera. El calor de su palma quema su piel a pesar de estar vestida, en cambio él siente su perfume mas embriagador que nunca. "Me volveré loco cuando mi boca toque su piel", piensa, sin poder contener su mente ante el vendaval de emociones que se avecina.
Nunca aprenderás a bajar la cabeza ¿no?
No, si tu no lo haces – Hitomi le sonríe de forma picara, Van cree adivinar lo que dirá – además, soy la Reina de Fanelia y puedo hacerlo ¿no?.
Su risa llena y remueve cada poro de su piel y no puede evitarlo, ella trata de soltarse para huir como la ninfa traviesa que era cuando huían al bosque, ellos dos solos. Corrían y jugaban a atraparse, como si aquel inocente juego representara lo que en verdad eran sus vidas: dos niños huyendo de la niñez para convertirse en adultos.
Rodaban por la hierba hasta que se besaban buscando aire y vida. Sus bocas se entregaban dichosas, sin resistencias, queriendo mas, siempre mas. Sus cuerpos se juntaban, rozándose lujuriosos e inexpertos, mientras sus bocas buscaban mas piel que besar y sus manos se escabullían por el interior de sus ropas buscando lugares secretos.
Hasta que cualquier ruido repentino los hacia volver a la cordura, respirando agitadamente y con mucho pudor reflejado en sus rostros y con el cuerpo insaciado.
Deberías cambiarte, tu ropa esta en la salita de baño – ella baja la vista apenada, sus mejillas comienzan a sonrosarse. Él decide jugar con ella.
No suelo usar ropa de dormir – le dice, mientras la ve levantar la vista, sorprendida – solo en invierno cuando siento frío, pero creo que a partir de este invierno ya no la usare mas
Hitomi lo mira como tratando de adivinar la respuesta a una adivinanza. Hasta que sus ojos se agrandan sorprendidos.
¡¡¡Van!!!
Van ríe y ella hace señal de querer pegarle, haciéndolo, pero suavemente con sus puños, sobre su pecho mientras se abrazan.
"Cada hebra de su cabello parece hecha de seda", piensa Van, mientras huele ese aroma dulce, como de canela y miel que lo perturba.
Sus labios vuelven a posarse y a devorarse, como dos hambrientos devorando un pedazo de pan: con vehemencia y desesperación.
Ya no pueden frenarse, ella lo ha aceptado en su lecho y pone sus brazos alrededor de su cuello, acariciando y revolviéndole el cabello.
Solo quieren respirar de sus bocas. Beber de ellas, alimentarme de la piel del otro, escuchar la música de sus voces.
Van – logra susurrarle, sonrosada y con sus labios hinchados por los besos dados.
Si aun no estas lista, entenderé
No, no es eso – sigue sonrosada, mira hacia las velas y hacia él alternadamente – son las velas...
Se besan tiernamente. Van creía verla desenvuelta y segura de si misma, pero tras su fachada de aparente seguridad y alegría, siempre tendía a ser mas tímida. Debió haberlo previsto.
Va hacia cada una de las velas, dispuestas sobre sendos candelabros para apagarlas, hasta que no queda ninguna encendida y la habitación queda iluminada por la luna.
Creo que no podré apagar la luz de las dos lunas.
Así esta bien – baja la cabeza, apenada – creerás que soy una boba.
No, no lo creo.
Pero de seguro querías que yo…
Lo que yo quería o no, no importa, si con esto te sientes bien.
Hitomi se acerca y la luz de la luna la hace ver irreal, como una aparición, tan bella y frágil. Respira hondo mientras un escalofrío recorre su espalda y el deseo lo vuelve tan vulnerable como ella.
¿No te arrepientes de lo que has hecho? – le pregunta, cohibido, ya que era algo que había rondado su mente desde que le pidiera matrimonio.
Como podría arrepentirme, si era lo que mas deseaba en la vida, estar contigo, compartir mi alma y cuerpo … contigo.
Cada célula de su ser parece saltar de alegría ante la confirmación de su deseo mas grande: el que ella se quedara por siempre a su lado.
Su nombre se convierte en una letanía en su mente.
Hitomi, Hitomi, Hitomi…
Su sangre hierve cuando lo toca con sus delicados dedos. Su boca le pide mas y ella le entrega el doble. El "Como puedo arrepentirme, si era lo que mas deseaba en la vida" aun suena en sus oídos.
Se estrechan uno contra el otro, sintiendo cada curva de sus cuerpos rosarce cada vez con menos pudor. Los ojos verdes esmeralda de Hitomi parecen tomar cierto tono dorado a medida que el momento se acerca y los de Van, se oscurecen he intensifican aun mas.
No necesitan hablarse, cada uno sabe lo que sus cuerpos quieren. Rozan y unen sus labios mientras su respirar se acelera.
Se desvisten lentamente, sorteando el deseo que corre aun mas rápido que el latir de sus corazones, controlando, aunque sin mucho éxito, el temblor en sus manos y los escalofríos de placer que estas provocan.
Eres tan bella – le susurra al oído.
¿Lo dices en serio?
Si, mi "diosa de la victoria"
Así me nombraron Gadeth y los muchachos del Cruzade.
Después arreglare cuentas con ese ladino de Gadeth y sus amigos.
¿Que les dirás?
Que eres "mi diosa", mía, de nadie mas.
Tuya, siempre tuya...
Ella se lanza a sus brazos y lo sorprende besándolo en la boca.
Ya nada importa. Solo tenerse, amarse, besarse… poseerse.
Las manos parecen perder el control, no se miden y quieren sentir mas. Los gemidos salidos de sus bocas les avisan que ya no hay vuelta atrás, todo cambiara en sus vidas. Lo saben y lo sienten.
Se ciegan y no quieren saber mas del mundo, solo de ellos, de sus almas que pronto serán una, de sus cuerpos rozándose y del enloquecer juntos.
El largo y vaporoso kimono ha caído y es hora de que la camisola de encaje y seda también lo hagan. Despacio, acerca su boca al camino de su cuello, llenándolo de besos, sintiendo su pulso latir en sus labios, mientras ella lo desviste con manos temblorosas.
Y tal como lo predijo, su piel es la mas suave, blanca y calida.
Paso a paso y sin dejar de besarla, se acercan a su cama. La camisola se desliza como una cascada por su cuerpo y no puede dejar de besar esa piel.
Enloquecen de deseos y sus cuerpos sudorosos no quieren esperar.
"Su cuerpo no tiene imperfecciones, es perfecto y divino" – se repite a si mismo, mientras lo venera con su boca. Sus manos se mueven por el, como si lo hubieran recorrido miles de veces y dejan un rastro que después siguen sus labios. Su piel huele y sabe a frutas, que prueba y muerde sin temor a pecar. Mas lo único que hace ella es enervarse, gemir y frotarse contra él.
Mientras desciende por su cuerpo besándolo, la mira y ve sus mejillas aun mas sonrosadas, como fresas; sus ojos cerrados y su boca entreabierta susurrando su nombre, en un lamento de placer que lo hace excitarse todavía mas.
La despierta de aquel éxtasis solo para ver el nuevo tono que han adquirido sus ojos.
Le hace probar su propio sudor en su boca, mientras sus lenguas quieren mas y se enroscan en una danza tan elemental que sus cuerpos se mueren por repetir.
Él parece embriagarse mas de pasión al sentirse acariciado por ella. Desliza sus manos por su espalda y mas abajo. No lo puede evitar. Gime de placer contra su boca. Ella se deshinibe y lo toca aun mas abajo. Sus manos, aun tímidas, parecen las alas de una mariposa ahí donde tocan su piel.
Emite un gemido ronco y fuerte e intensifica el beso. No resiste la tentación. La piel de su cuellos pagara el precio. La muerde, lame y succiona.
¿Te ha gustado? – le pregunta, tímida.
Mucho – le susurra al oído, dejando la piel de su cuello descansar – ¿donde has aprendido eso? – le pregunta, cerca, muy cerca de su oído, mientras una de sus manos se coloca debajo de su espalda y acaricia el flexible arco donde esta termina.
Solo seguí el sonido de tu voz – le dice enervada de placer.
Entonces ahora quiero escuchar la tuya.
Su boca va hacia el lugar donde siempre quiso posarse, el lugar que ya había probado segundos antes y que ahora parecía cobrar vida.
Va hacia sus senos y los prueba ferozmente sin dejar de sujetarle la espalda arqueada. Ella gime tan intensamente, que sus sentidos no hacen otra cosa que agudizarse, como si le hubieran echado mas leña a la hoguera.
"Como puede tener esta piel de perla, oler y saber tan bien", era lo único que pensaba en aquel instante. Pero quería mas, quería verla y sentirla aun mas excitada y febril.
Su mano descendió buscando una de sus piernas mientras se recostaba a su lado volviendo a sus labios, cada vez mas rojos.
Subió cubriendo con su palma toda su bien torneada pantorrilla. Hitomi la sentía caliente, áspera y grande, marcándola, recorriendo cada poro de su piel, haciéndola estremecer aun mas de placer.
Dejo de besarla y Hitomi vio en sus ojos, un deseo tan profundo, que la hizo respirar aun mas hondo cuando Van volvió a refugiarse en su cuello, en aquel lado que no había sido marcado a fuego por él.
Ahora a todo el mundo le quedara claro que eres mi esposa – la mordió nuevamente, mientras su mano parecía mas viva que nunca.
"Dios¿esto es real o es un sueño?, no quiero despertar, no quiero que mi ángel deje de amarme, quiero que...
Ya no sabia lo que pasaba. Solo sabia que aquella mano masculina recorría su femineidad, hurgaba en ella, haciéndole sentir aquel dolor y placer extremos.
Sollozo de éxtasis mientras probaba el sudor de su cuello y hombros canela, sintiendo bajo sus dedos que cada músculo de su ancha espalda se colocaba como el granito con tan solo tocarlo.
Hasta que ya no pudo contener mas esa tormenta, aquella tempestad.
Grito desatando a su propio demonio, mientras el demonio de él ya se había desatado.
Se refregó tan lujuriosamente contra su cuerpo que ella misma se desconoció. Se meció contra su mano hasta desfallecer, hasta que las lagrimas le quemaron las mejillas, hasta que él la vio a los ojos y le dijo con voz ronca:
Se mía
Lo soy – le respondió gimiendo sin control.
Se abraza a su espalda morena y fuerte como si temiera evaporarse o salir flotando sin control, como si solo él fuera lo único real en todo aquel momento, surreal y mágico.
Ya nada mas importa, nada...
Comienzan su unión. Lenta y pausadamente. Su delicado cuerpo parece tensarse y no desearlo pero su delicada voz le dice lo contrario. Su instinto y racionalidad se interponen y luchan por prevalecer, ganando el instinto e incitándolo a tomarla, poseerla, undirse en su cálido ser, sentirla enloquecer, hacerla suya.
Al lograrlo la siente estremecer y sollozar levemente en su hombro mientras sus uñas se hunden en su espalda.
Su conciencia y voz reaccionan pidiéndole perdón. Ella abre sus ojos que parecen haber vuelto al verde tradicional pero con una tendencia a oscurecerse por el placer que vendrá y que los convertirá en dos verdaderas gemas. Gemas que solo lo verán a él, le mostraran placer y demencia solo a él. Su pequeña mano le acaricia la mejilla para después callarlo con uno de sus dedos. "Quiero todo de ti, incluido esto", le dice.
Su Rey lame sus dedos, provocándole una corriente eléctrica que la recorre por completo, pasando por su vientre, para bajar y alojarse justo en el lugar donde su cuerpo y el de Van están unidos, haciéndolos estremecer al unísono. Lo siente cálido, grande y enhiesto. La sorprende cuando lo siente retirarse y comenzar aquella danza tan primigenia y antigua como todo en aquel mundo y en el otro.
Sus corazones se acompasan, laten juntos bombeando vida a aquellos cuerpos que se aman y aparean por primera vez.
Su boca anhelante lo llama una y otra vez, pidiendo ser besada. Se rinde a sus ruegos mientras sus cuerpos están en pleno frenesí. Sus lenguas juegan al mismo ritmo.
Sus dedos se dirigen hacia aquel punto que la hiciera enloquecer anteriormente, muy cerca de la unión de sus carnes. La toca y su cuerpo parece enervarse mientras su boca gime y grita sin control.
Ya no hay vuelta atrás. El placer se ha desatado en su cuerpo y hará que arda con él, hasta el final.
La estrecha contra si y le hace colocar sus largas piernas sobre su cintura, sintiéndola unida a él hasta lo imposible.
"Enloqueceré" logra pensar Hitomi, mientras Van la estrecha contra su pecho, casi sin aliento, sintiendo que todo su cuerpo ardía sin control, que su piel parecía achicarse, ahogarla y que aquel dolor placentero se alojaba en su vientre formando un nudo que crecía cada vez mas.
Llora y grita su nombre en medio de la habitación en penumbras, mientras todo su ser es presa de convulsiones y espasmos, que él intensifica con cada baiben, mas caliente, mas profundo, mas duro, mas fuerte, arrastrándola hacia ese final que anhela y teme.
Con una ultima embestida lo siente paralizarse y se deja caer sobre ella, sin dañarla, igualmente tembloroso. Sus cuerpos se relajan y comienzan a acariciarse sin saber que decir, solo tocándose.
Se recuesta aun lado para abrazarla y besarla en la frente. Su cuerpos sudorosos tiemblan con los resabios de la pasión. Su corazones se calman al unísono.
Hitomi apoya su cabeza en su hombro y le da un beso en su cuello, que aun sabe a sudor y a ese olor tan característico en él. Sentía su alma plena. Como si durante la unión de sus cuerpos él le hubiese quitado algo mas que su virginidad y en su lugar le hubiera dado un poco de su alma.
Así mismo se sentía él. Como si el mundo entero dejara de importar al lado de lo que acababa de vivir y sentir. Su sueño mas preciado se había vuelto realidad y ahora descansaba entre sus brazos.
¿Cómo dijo el Dios Escaflowne cuando decidió convertirse en hombre? – Interrumpió su pensar, Hitomi.
¿Cuándo conoció a la humana Sherezade? – le respondió con otra pregunta, Van.
Si
Prefiero no volver nunca mas a volar por los cielos, ni ver el amanecer y atardecer desde la montaña mas alta, ni desatar una tempestad sobre mis enemigos si tengo que vivir lejos de ti, perdiéndolo todo te encuentro ti y a mi mismo, mi querida Sherezade.
Perdiéndolo todo, me encuentro a mismo y a ti... que bello.
Pues yo también soy capaz de sacrificar todo, todo lo que tengo y soy por estar a tu lado.
No me gustaría verte triste por mi causa.
Ni yo verte triste a causa mía, antes preferiría vivir tu dolor como una herida de guerra que verte sufrir – le dijo mientras la estrechaba aun mas contra su cuerpo sin dejar de besar su frente.
Todo saldrá bien – le dice a su Rey, ahora esposo, mirándolo a los ojos de manera tierna y tranquila, con la paz que solo él pudo darle al hacerla suya – todo ira bien.
Como lo sabes
Estoy a tu lado – le dijo, mientras sus manos tomaron su rostro y se vieron a los ojos, sellando esa promesa de amor con un otro beso.
