3.- La raíz del miedo.

La noche comenzaba, lo único que podía escucharse era el ruido de los carros a lo lejos y repentinamente, todo eso salió de control, Iori no lo soporto…

-Mira quien es la callada ahora- El joven Yagami, se sentía un poco intimidado, o al menos eso que el sentía se parecía a esa palabra, miró a Mariko con atención, esos ojos magentas, hermosos como los de su madre.

-Yagami san, ne? Te lo aviso de una vez, no me voy andar con rodeos. Voy a entrar al The king of figthers, mi razón principal es vencer al emisario de Izanagi (el Dios de la destrucción)-

-Te refieres a Orochi- Iori estaba fuera de balance y no sabía con exactitud que pasaría ahora.

-A sí es, pero no solo destruiré a Orochi, también por supuesto cerraré los sellos de las dimensiones entre los dioses de Creación (Izanami) e Izanagi (Destrucción), para que esta estúpida pelea entre el Clan Yagami y el Clan Kusanagi termine, que los Yagami vivan más tiempo, que dejen de involucrar a los Yata, a los Kagura…ustedes deben darse cuenta, ¡sus riñas no solo afectan sus vidas, sino, las de todos a quienes rodean!…se que estas sorprendido, pero ese es mi deseo, e incluso me gustaría que los Yagami y los Kusanagi fuesen amigos.- Iori se sobresaltó

-¿Pero, qué clase de mujer eres?, ¿estás loca?, ¿no sabes que para eso vivo?- Yagami, se levanto y se dirigió a la puerta. Mariko le lanzó un fuda[1], el cual contenía un hechizo paralizante.

-Espero que escuches con atención las siguientes palabras- Iori no podía mover ni un músculo, solo podía respirar y mirar hacia donde estaba la chica.

-Voy a terminar con esto, puedes estar de mi parte o simplemente no interferir en mi misión o de lo contrario …¡te mataré!, espero que no sea necesario, se que lo entenderás con el tiempo, porque como yo, tú sabes que es la soledad, llevar el honor, el poder y el nombre de una familia a la cual no pedimos pertenecer, tal vez, tu no hayas tenido el valor para revelarte contra lo que conoces, pero, yo quiero llevar una vida feliz, tranquila, normal, sin sufrimiento…¡no por ser un Yagami estas condenado a una existencia llena de infelicidad y odio hacia los Kusanagi!, pero si prefieres eso ¡hazlo!- Mariko recito algo inaudible para Iori, el fuda se desvaneció en el aire…caminó hacia la puerta abriéndola con un movimiento de manos, de igual manera la cerró, dejando a Yagami pasmado.

Se suponía que ya estaba acostumbrado a ver sufrir a la gente, sin sentir el mas leve remordimiento, aun cuando el hubiese provocado aquel dolor, pero aquellos ojos magentas eran hipnotizantes, misteriosos, sobre todo le provocaban una inmensa nostalgia e increíblemente…necesidad de que le miraran.

-Shikushou, (maldición)- Iori golpeó el suelo, sus manos temblaban, sudaba frío, tenia nauseas y lo comprendió, tenía miedo…miedo de verdad, de que todo lo que conocía y para lo que vivía se viniera abajo, a causa de aquella niña.

-Creo, que mañana tendré que buscarla- se tumbó al suelo, sonrió fríamente dejando que escapase un poco de su aliento.

[1] Papel alargado, de medidas especificas, utilizada por los sintoístas y budistas, los cuales contienen oraciones a forma de conjuro que sirven para alejar malos espíritus, atraer la buena fortuna o hacer magia.