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Por: Silvita

Sumario: ¿Qué? ¿Sakura Kinomoto tiene un niño a su lado? – Dicen que se parece a Syaoran Li…-¿un niño que se parece a Syaoran Li?- Exacto, me parece curioso…Señorita Sakura Kinomoto ¿no se prometió a sí misma ser virgen hasta el matrimonio?


La mejor esposa, y madre, del mundo

— ¿Segura quieres esto? — preguntó con inseguridad el hombre de cabellera castaña, su voz áspera, ronca y dudosa demostraba la seriedad de la cuestión.

—Seguro Syaoran…— contestó ella de forma inocente, con deje tranquilo pero íntimo.

Syaoran Li la vio con anhelo, mientras terminaba de colocarla, con suavidad, sobre su acolchonada cama y comenzaba a besarla con locura abriéndose paso entre sus labios para adentrarse a su boca.

Primero conteniéndose…

Luego ganando terreno…

Luego arrepintiéndose y bajando marcha…

— ¿Segura? — preguntó de nuevo. Y ganas no le faltaron de auto golpearse por volver a dudar.

Él no sabía por qué lo hacía. Quizás porque quería que ella estuviese segura de hacer aquello. O porque necesitaba oírla rogar por él para saldar la deuda de todos esos meses de abstinencia.

Sin importar cuál era la razón, de algo sí estaba seguro: no podía evitar preguntarle aquello.

Las palabras salían por sí solas y le resultaba un gran consuelo el que su prometida, por fin, lo aceptara después de tantos rechazos. Resultaba casi insoportable pensar que podía recibir una nueva negación como consecuencia de sus estúpidas preguntas.

Deseó que Sakura no lo hubiera escuchado.

Deseó que ella volviera a perderse en el tiempo como a él estaba a punto de ocurrirle.

Ahora volvía a besarla, como si jamás hubiera planteado esa pregunta. Ni una o, mucho menos, dos veces.

Esta era la única forma en la que él podía demostrar todo el cariño que sentía por aquella mujer, aquella amiga y confidente. Aquella que era toda su vida.

Ella, ella que lo comprendía más que nadie. La que lo toleraba y trataba con dulzura. La que lo respetaba y, al mismo tiempo, animaba y hacía reír cuando nadie más en todo el mundo podía hacerlo.

Eso quería él. Mostrarle sus sentimientos cuando jamás había podido hacerlo por culpa de su frialdad. Esta era la única manera en la que él podía expresarse sin sentirse presionado.

Mientras la boca de ella le burbujeaba con pasión en su corazón, él comenzaba a acariciar su cabello, tentado por olerlo y ver sus dedos envueltos en éste.

Pero su alma casi se hizo pedazos al sentir como, aquellas delicadas manos, le empujaban el pecho alejándolo de ella.

Lo rechazaría…

Él, como el imbécil con conciencia que era, la había hecho razonar. Y habría marcha atrás, cuando él no deseaba que ésta existiera.

—Te necesito dentro de mí…— susurró con pasión nunca utilizada. Y a él se le paró el corazón por segundos—AHORA…— y ahora su interior comenzaba a palpitar fuertemente, tanto que hasta le dolía y agradaba al mismo tiempo.

Jamás creyó que una pregunta tan estúpida, como la que soltó segundos antes, podría haber tenido tan agradable respuesta. A él mismo le temblaron las manos ante aquella determinación…

Una determinación bastante extraña…

—yo también te deseo Sakura pero…— ¿Acaso era posible que él siguiera pensando después de semejante aclaración departe de su prometida? —. ¿estas segura? — su voz era ronca y pesada. Más parecía la voz de un lobo a punto de aullarle a la luna. Incluso sentía que su corazón rugía con desespero y un segundo se le hacía más que tres días.

Ella le sonrió con picardía y comenzó a lamerle el cuello.

Syaoran Li se imaginó un sin fin de veces la manera en la que Sakura Kinomoto podía mostrar su pasión: Se la imaginaba cuidadosa, exquisita, calida y, por sobre todas las cosas, dulce.

Podía equivocarse muchas veces, pero estaba seguro que ella siempre sería dulce.

Pero en esta ocasión, ella no tenía ni una gota de dulzura. Pasaba su calida lengua por su rígido cuello como si este se tratara de un manjar. Incluso aquella lengua presionaba con rudeza sobre su masculina piel como si quisiera sentir la forma en la que su sangre circulaba con rudeza.

Aquella Sakura no era nada dulce, pero sí exquisita.

— ¿es prueba suficiente de lo mucho que te deseo? ¿Necesitas más? — comentó con voz seductora mientras ella misma comenzaba a deshacerse de su ropa…

—Creo que no— contestó rápidamente el hombre antes de volver a posar sus labios sobre los suaves de ella y comenzar a degustarlos de la forma en la que siempre soñó hacerlo.

Comenzó a estrechar su cuerpo contra el de ella, sin permitir que algún centímetro de su piel quedara libre de la piel de él.

—Syaoran… ¿quieres que me vista con ropa provocativa de cuero negro? — preguntó la muchacha como propuesta, y de forma entusiasmada, carente de ternura o inocencia.

Entonces Syaoran se alejó de los labios de ella como si le hubieran electrocutado el cuerpo.

- ¿cuero negro? -pensó.

No era normal que Sakura Kinomoto, en su primera vez, le estuviera proponiendo algo de sadomasoquismo ¿o sí?

- ¡MIERDA! - Concluyó mentalmente con pesar- ¡Este es otro condenado sueño!

Se levantó de golpe de su cama tomando su cabeza en signo de furia.

Todo su cuerpo le dolía y cada uno de sus músculos se contraía como si estuviera haciendo ejercicios.

Muchas gotas depresivas de sudor recorrían su bronceada y rígida piel.

-Dolía…

Si tendría a alguien que golpear en aquellos momentos sin duda lo haría. Contó hasta diez mientras mantenía sus ojos cerrados para, luego, darse la vuelta y ver su cama destapada por él. Completamente desecha, pero, vacía.

-Vaya que sí dolía…

Bajó su mirada para encontrarse con los boxers que utilizaba para dormir completamente amoldados a él, como cuando se los puso antes de dormir. La realidad lo chocó de frente y le molestó como si hubiera sido la primera vez.

Ese había sido otro de sus tantos sueños relacionados con su novia: Sakura Kinomoto.

¿Cómo había llegado a aquel patético estado?

Ni él mismo lo sabía.

Furioso caminó hasta el baño y se metió a su bañera de golpe, abriendo el grifo de agua helada a toda potencia…

-Condenada Sakura…

Sí; desde que comenzaron a salir sus descontrolados sueños carnales, deseos eróticos y consumo excesivo de agua helada se habían llegado a apreciar en un ochenta por ciento.

Era claro que este aumento se encontraba entrelazado con la tasa de insultos para con su prometida.

Gran parte de su tiempo se lo dedicaba a maldecir, mentalmente, a su novia por dejarlo tan desamparado- carnalmente hablando.

¡Por Dios! ¡Él ya tenía veintiocho años! ¡Era uno de los dueños de una de las empresas más grandes del país!

Hace un año fue nombrado como el soltero más codiciado y, después de conocer a Sakura Kinomoto, se auto proclamó el idiota más desesperado del siglo.

-Me va a dar migraña…

¿Lo más frustrante? No podía quejarse con ella. Él mismo se lo había buscado.

Nadie le había ordenado encariñarse de la hija de su viejo socio, nadie le había obligado a tener una relación estable y decente con ella.

Él mismo cavó la tumba de sus hormonas y un "pésame" a su gran "amigo del alma" cuando estuvo conciente de la inocencia de aquella joven.

-Acéptalo Syaoran Li…te la quisiste llevar a la cama y terminaste como estas ahora…te lo mereces...

¡Ni siquiera podía tenerse lastima a sí mismo! Bien sabía él que lo que más amaba de ella era su inocencia.

Bien…esto era karma: estaba sufriendo por todas aquellas modelos que utilizó y botó. Estaba cobrando por todas aquellas a las que les ofreció la luna, las estrellas, y luego las desechó tras una noche apasionada.

Incluso aún recordaba sus clásicas frases:

-"tienes el resplandor de una flor en primavera…me tienes loco…"-

Las recordó, incluso el modo cursi en el que lo decía. Todo con tal de tenerlas más fieras para la noche.

Él nunca había admirado una flor y mucho menos a una mujer.

Ahora sólo podía obsequiarle algunas flores a su novia y verse incapaz de hacerle algún cumplido sólo por orgullo y frivolidad.

Cada vez que él actuaba podía decir de TODO y, en una situación real, no podía decir nada relacionado con sentimientos honestos.

Tenía que aguantar…

Dos semanas más…

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(Sakura)

Ella despertó repentinamente con un sonrojo notable en sus mejillas. Sus grandes ojos verdes se veían opacados por las intensas ojeras que caían de ellos.

Su lisa e intacta piel temblaba con desespero mientras sus carnosos labios amenazaban con balbucear incoherencias.

No era la primera vez que tenía esa clase de sueños con su novio…

Pero sí era la primera vez que se hacían tan frecuentes e irreales.

En estos sueños ella siempre se comportaba de forma liberal y nada cariñosa. Y de algo sí estaba segura: Ella, con Syaoran Li, sería más dulce y empalagosa que la miel.

Sólo porque él necesitaba a alguien así y ella era así.

También decía palabras que nunca se le hubiesen ocurrido como: "quiero que estés dentro mío" y…

Oh por Dios, de sólo recordarlo ya tenía ganas de desmayarse.

Así era, cada vez que tenía esa clase de sueños- que por cierto comenzaron cuando conoció a su novio- ella se comportaba como toda una profesional e, incluso, proponía atuendos extraños que había visto, de vez en cuando, en la tienda de lencería. Trajes tan raros pero comunes que nunca le habían llamado la atención.

- ¿cuero negro? ¿Cómo se me ocurre proponer algo así?

Y claro, los sueños eróticos no eran la única incoherencia que se soñaba desde que Syaoran Li comenzó a salir con ella.

También soñaba cosas de las que no tenía ni la menor idea. Cosas como compañías, bolsa de valores, depreciaciones y apreciaciones…

Todo ese mundo del que ella se mantenía en la ignorancia por gusto propio.

Alguna que otra vez tenía sueños borrosos, el de una mujer adulta gritando y habitaciones gigantes sin ningún adorno alegre a la vista.

¿Para qué seguía dándole más vueltas a ese asunto? El disparate que ella siempre sospechó resultó ser un disparate real del que ella, a pesar de la sarta de libidinosidades, se encontraba sumamente agradecida.

Era algo que le sucedía seguido. Quizá por eso autodenominaba a Syaoran Li el amor de su vida…

-Sé lo que siente

No en vano había sido de oídos sordos a todos el mundo…incluso con su propio padre.

-"es un chico muy inteligente y educado…pero Sakura no quiero que te utilice"-

Eso sin contar con lo que sus pocas amigas decían:

-"cerdo"-

-"abusador"-

-"frívolo"-

-"machista"-

-"materialista"-

-"insensible"-

-"desconsiderado"-

-"desagradable"-

-"mujeriego"-

Posiblemente nunca podría terminar de nombrar todo lo que habían dicho.

Pero, lo quieran a no, ella estaba perdidamente enamorada de él. Cubrían la necesidad básica del otro: Ella le daba cariño, él le daba fortaleza.

La forma en la que sus sentidos y cualidades se complementaban era casi extraordinaria.

No existía fuerza humana, o mágica, que pudiera separarlos. Ni siquiera dragones moteados, brujas malvadas, ardillas carnívoras, serpientes rosadas, orugas con pipa, flores parlantes, conciencias convertidas en insectos, hadas celosas, calabazas-carruajes o niños de madera podrían intentar, si quiera, separarlos.

Ella sabía que él la quería…o mejor, dicho. Ella sabía que él la amaba.

-Aunque parece que nadie más lo sabe…

Claro, pues él nunca se lo había dicho, o demostrado, frente a alguien.

¡Es más! En su relación de noviazgo él nunca había aclarado con nadie de su medio que ella era su novia.

-Creo que recién, hace una semana, le dijo a su familia sobre mí…

Pero todos sus pensamientos cursis, y dramáticos a la vez, dieron fin al fijarse en la hora: Dentro de tres horas ella partiría con su amado a Hong Kong.

¿Razones? Bueno, la familia Li tenía que conocer a la "nueva" Li…

-Dios me ayude…

Se dirigió al baño. Observó su apariencia reflejada en el espejo de cuerpo entero que tenía en éste.

-Simplemente patética…

Bien, para tener veintidós años no se notaba muy bien: Tenía el rostro infantil, ojos grandes, cejas intermedias, labios gruesos…

Francamente no entendía qué había visto Syaoran en ella…

-Bueno, en vez de andarte con preguntas deberías estar contenta ¿no?

Se recriminó, no iba a seguir con rodeos. Ella se merecía a Syaoran y lo sabía muy bien.

Nadie podía amarlo como ella lo amaba y nadie podía tener aquella conexión que tenían ambos.

Al menos la conexión que tenía ella con él…

La creerían loca, pero mientras todo el mundo la veía como el despiste en carne y hueso sólo podía ser atenta a Syaoran Li.

Si él estaba preocupado era como si aquella preocupación pasara a ella.

Ella podía sentir los cambios de humor por los que su novio pasaba sin necesidad de estar a su lado, verlo u oírlo.

Cuando él se estresaba, ella lo sentía

Cuando él se enojaba, ella lo sentía

Cuando él se preocupaba, ella lo sentía

Cuando él…-ejem- ella también.

O al menos, todo esto era la explicación más coherente al por qué Syaoran Li le transmitía parte de sus sueños y sensaciones diarias.

Ella era inocente, sí. Por eso no entendía muy bien el dudoso temperamento de Syaoran hace unos meses.

No comprendía por qué él se ponía rígido a veces y su mente le traspasaba sentimientos de confusión, incomodidad, algo de dolor, angustia y… ¿bien estar?

Para ese entonces ella relacionaba aquella sensación con el sentimiento que atormentaba a su novio la mayor parte de tiempo: "bien estar". Porque era una sensación que parecía a agradable pero nada corriente.

Ella se sentía confundida, se conocía muchas sensaciones y ¿dudar con una y no poder encontrarle un calificativo? Parecía irreal.

Sólo existía una sensación con la que ella no se había topado en su totalidad.

-no era: "bien estar".

Pero, con el pasar del mes, ya había aceptado la incomoda y ¿satisfactoria? Realidad. Y ya tenía el calificativo adecuado.

-Placer

Y llegó a aquella conclusión gracias a que Syaoran, hace dos meses, había dejado bastante claro un punto:

- "quiero hacerte el amor Sakura…"-

Y FIN, ahí se derrumbaron sus ideas de niña con su príncipe azul. Tiernos besos y caricias leves: Todo lo necesario para ser feliz.

Entonces volvió a sonrojarse como la primera, y ultima, vez que él dijo aquello.

-Ahí descubrí otra etapa de él

No, no era que él no le hubiese contado antes sobre las crueldades que hacía a otras mujeres por obtener…"eso".

Ella sabía muy bien, gracias a Syaoran y otras personas, que el hombre en cuestión tenía un temperamento difícil y, sobretodo, un amante feroz interno.

Pero, aún así, ella creyó que no despertaría esas cosas en él a menos de que le modelara en alguna vestimenta extraña o completamente desnuda.

Estaba conciente que muy apetecible, o sensual, no era.

Bonita sí, agradable también. Pero ¿atrayente? ¿Atractiva?

-Nop

Pero un día, en el que ambos se encontraban besándose dentro del auto, Syaoran se alejó de ella con todos esos sentimientos a flor de piel: impaciencia, cansancio, dolor, nerviosismo, autocontrol y "bien estar".

Y de sus labios salio un claro, y muy firme:

— "quiero hacerte el amor Sakura…"—

De nuevo otro patético sonrojo…

¿La culpaban acaso? ¡Para nada! ¡Ella se entendía a la perfección!

Él nunca demostraba sus sentimientos de forma verbal. Ni siquiera cuando le propuso matrimonio le dijo de forma directa que la amaba.

Y cuando había dicho esa palabra… "amor" todo su mundo de hadas mágicas se había desvanecido, dando paso a un mundo más aventurero, excitante y desconocido.

El Syaoran de hace un año nunca hubiera utilizado la palabra "amor" en alguna cosa.

No cuando él solía decirle:

-"claro, quería sexo con ella por eso hice eso"-

-"Si se sienten queridas se vuelven más fieras, eso me gustaba"-

-"me parece una barbaridad que ahora, al sexo, se le quiera llamar: hacer el amor"-

-"el sexo es placer, y punto, no tienen por qué meterle sentimientos cursis"-

Y a pesar de toda aquella frivolidad de su parte él le había dicho:

— "quiero hacerte el amor Sakura…"—

Se sonrojó de nuevo como si él se lo dijera en el oído a cada segundo y se resbaló con el jabón.

Afortunadamente había sido ágil y se había agarrado de la mini regadera antes de caerse de cara al suelo.

Esa había sido una de las pocas, por no decir insignificantes, veces en la que su novio había dado a entender "un poco" de sus sentimientos ¡y de qué forma!

Sakura soltó una carcajada de burla a sí misma por recordar la palabra: "bien estar".

Sin duda estar con niños tanto tiempo le había afectado su pobre, y dudosa, cabeza de adulta.

Salio de la ducha completamente aseada con una toalla rodeándola. Syaoran la recogería en cualquier momento…total, él vivía en el edificio de al lado.

Bueno, el punto de que él la amaba ya estaba claro ¿no?

Si a él se le antojara alguna castaña de ojos verdes para su cama la hubiera conseguido en un segundo.

Pero NO, la había elegido a ella y solo a ella.

Se tropezó con una de sus zapatillas de tacón alto y cayó de bruces a…su cama. Por suerte su cama estaba ahí; caso contrario hubiera caído en el suelo, se hubiera desmayado, Syaoran hubiera llegado, entrado -gracias a su copia de llaves- y la hubiera visto escurrida en el suelo como trapo viejo.

Vio de "fea" forma al zapato y lo maldijo. Cuando era la novia de Syaoran seguía vistiéndose como la niña que todos veían en ella: Jeans algo ajustados de cadera, una blusa ajustada con una linda figurita (como Pucca o Mickey Mouse) y unas buenas zapatillas deportivas. Su cabello lo tenía suelto y dejaba que el viento se encargara de peinarla.

Ahora tenía que meterse, como sea, en unas faldas elegantes de traje, con unas camisas y unos zapatos de taco más altos que un alemán…

Todo porque ahora ya no era: la novia invisible de Syaoran Li. Ahora ella era: la prometida del famoso y multimillonario, Li Syaoran.

Antes él podía mantener como vergonzoso secreto su relación. Ahora su deber era cargar con ella, la mayoría del tiempo, y ya no presentarla como antes lo hacía:

- "Señor Misayutki ella es Sakura Kinomoto, hija de un antiguo socio" -

NO, ahora la presentación era así:

— "señor Hiwatary, ella es Sakura Kinomoto, mi prometida"

Dio un largo suspiro mientras daba vueltas de manera soñadora sobre la cama.

Luego se auto golpeó la cabeza.

-¡Tonta Sakura! ¡Tienes que alistarte para el viaje!

Se levantó de un brincó y abrió su renovado armario. Casi todos eran trajes de etiqueta. Su antigua, y juvenil, ropa había quedado en el olvido.

-Pero me tenía que ver madura para Syaoran…

Claro, desde que aquella revista amarillista los había encontrado besándose no tardó en sacar el titulo: "Syaoran Li ¿profana cunas?"

Le dio un escalofrío al recordar toda la ira de su prometido en aquel momento. Le temblaba la garganta y su mente era un caos emocional con la que nadie hubiera podido respirar.

Sacó un traje elegante de colores oscuros de su armario.

Era IMPOSIBLE que los Li la criticaran con aquel traje.

- "Sakura, Hong Kong es muy calido…lleva ropa suelta y fresca" -

De nuevo se auto golpeo la cabeza… ¡claro!

Syaoran la conocía muy bien. Talvez no podía percibir su estado de humor- como ella con él- pero sí la conocía. Sabía que ella estaría tan nerviosa que no averiguaría sobre el clima en Hong Kong. Por eso le había indicado, hace dos días, qué clase de vestimenta debía llevar.

¡Incluso sus maletas ya estaban listas con la ropa adecuada!

- Y yo pensando en ponerse algo oscuro y cubierto…

Pues bien. Sacó un vestido entero y ajustado color blanco.

Le llegaba un poco más arriba que las rodillas. Tenía una chaqueta haciéndole juego, puesto que carecía de mangas.

Eso más unas zapatillas deportivas…perdón, perdón. Más unas zapatillas de taco…

Perfecto: chica madura, responsable y radiante.

Dejó caer la toalla que la cubría al suelo y se colocó su ropa interior mientras veía, de forma desconfiada, su atuendo de ese día: Cerrar aquel cierre iba a ser una tarea pesada…

Y con lo que le costaba andar con faldas ajustadas…

-Syaoran sabe eso mejor que nadie…

Recordó la primera vez que se metió aquellas faldas ajustadas hasta la rodilla y en esos tacos punta alfiler.

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Todo sucedió cuando ella fue contenta a recoger a su prometido de la oficina y llevarlo a almorzar. Consideró aquello un perfecto pretexto para lucir su radiante y nuevo look de chica negociadora.

Llegó, él la vio. Todos la vieron.

Él le dedico una discreta sonrisa, le cedió el brazo y caminaron juntos por el edificio para salir.

Para cuando llegaron al garaje ella ya se había olvidado por completo de la existencia de la ropa puesta y, como la chica alegre e hiperactiva que era, trató de dar un paso `largo´ para pisar el cuadrado del piso que le correspondía mientras Syaoran se encargaba de abrir la puerta del auto.

Porque sí, ella jugaba que todo era un tablero de ajedrez y ella era el caballo que tenía que caminar siempre en ele.

Gran error…

Cuando intentó dar aquel gran paso escuchó el sonido de una tela rasgándose. Se dio la vuelta aterrada y observó que su falda estaba rasgada desde sus rodillas hasta sus caderas.

oh Dios…— había susurrado aterrada en aquel entonces.

Claro, y ella solo supo pedir auxilio a Syaoran como la buena novia que era.

¡¿qué! — a él se le desencajó la cara.

no seas malo…tienes que llevarme a una tienda…—había suplicado con ojos de cachorrito.

A él no le incomodó el ir a una tienda, le incomodó el hecho de que ella recurriera a él. Otra chica, en su lugar, le hubiera dicho que tuvo un inconveniente y que fueran primero a su departamento a cambiarse.

Pero de un momento a otro ambos ya se encontraban en una boutique. Él esperando fuera del probador. Su novia ya iba por la quinta falda que no "combinaba" con su saco.

La encargada de la tienda ya dormía aburrida en su puesto y él sólo se limitó a estar firmemente parado, sin creerse lo que hacia ahí.

¡por fin! ¡Éste es el mismo tono! — Exclamó ella desde el cubículo con entusiasmo…

Él suspiró en agradecimiento pero, pasados unos minutos, Sakura no salía.

etto... ¿Syaoran? — Titubeó nerviosa desde el probador— tengo problemas ¿me ayudas? — Él comenzó a sudar frío…Sakura no era de insinuarse…simplemente era MUY inocente—por favor…— le había suplicado.

Entonces él observó a la encargada durmiendo sobre la caja de cambio y decidió entrar.

Cerró el probador con el seguro y vio como el cierre, de aquella falda, se mantenía quieto en la mitad del recorrido por aquel impactante y brillante muslo femenino…

no quiere subir…creo que se trancó…— Informó la muchacha mientras, vagamente, jalaba aquel cierre.

El problema para Syaoran fue que, dicho acto, venía involucrado con un levantamiento de camisa que le dejaba completa vista de una estrecha cintura y un pequeño y dulce ombligo.

Claro, la vista de su ropa interior de encaje no le ayudaba para nada.

Intentemos hacer algo…— dijo tratando de evitar sonar ronco, pero ya era tarde. Se acercó a ella y tomó el cierre e intentó subirlo: Pero éste se negaba—tienes razón…se trancó…— dijo derrotado, pero no precisamente por el cierre— tendrás que quitarte la falda y tratar desatrancarlo ya fuera.

Él iba a darse la vuelta y retirarse, pero Sakura no le dio tiempo. Se agachó levemente para quitarse la falda y, con ello, la hermosa retaguardia de su novia interfería en su "huida" del vestidor.

¿Ella, en serio, se quitaría la falda frente a él?

Todo parecía indicar que sí…

Sakura…mira…— titubeaba a punto de un derrame.

espera, en seguida me lo saco— le había contestado tranquila y distraída.

Pasados unos segundos había logrado sacarse la falda y se encontraba exhibiendo sus deseables piernas en conjunto con un pequeño short de encaje cubriendo la parte inferior de su cuerpo.

- ¿qué hice mal? - pensó Syaoran ese momento, mirando al techo buscando alguna explicación divina de por qué todo parecía querer fomentarlo a hacer algo no muy decente.

soy algo torpe…intenta desatrancarlo tú mientras yo observo mi pierna, creo que me mordí con el cierre…— dijo la muchacha completamente distraída de la mirada morbosa de su novio.

Bien…él podía distraerse mientras trataba de arreglar dichoso cierre…así ya no la vería…

Justo cuando había logrado arreglar el problemático aparatito su novia había lanzado un quejido.

Él levantó el rostro preocupado y ella se cubría parte de su muslo izquierdo.

Esta sangrando…— había susurrado asustada—. me hice una pequeña cortadura pero me asusté…

Syaoran estaba preocupado pero, muy lejos de eso, tenía fe en que todo quedara ahí y él saldría en vez de seguir admirando las piernas de su prometida.

Syaoran… ¿quieres fijarte si esta muy grave? — Bien…la carne era débil — no me gusta ver heridas ni sangre…por favor dime si está profunda— y todo parecía indicar que él había tenido una cita larga con su ducha.

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Y, ahora que ella estaba más ubicada en el plano amoroso y pervertido de su novio, concluyó que no había sido muy sensible de su parte el haber actuado así en aquella ocasión.

-No con Syaoran y sus hormonas así.

Después de todo, agradecía que Syaoran le hubiera indicado su "problema" tiempo después de lo sucedido.

En aquel momento a ella le parecía normal. Total, él ya había visto sus piernas cuando la llevó a comprar un traje de baño puesto que la llevaría a la playa. Claro que tuvo inconvenientes laborales y no pudo hacerlo. Aún así él ya conocía sus piernas… así que le pareció normal.

Como mostrarle sus tobillos…ella no estaba desnuda aquella vez, pero de seguro había perturbado mucho a Syaoran.

-Me alegra…-Pensó su malévolo subconsciente.

En realidad le agradaba gustarle tanto a su novio, aunque aquello fuese cruel para él considerando que no le daría nada hasta la luna de miel.

-Oh Dios…

Pensó nuevamente en la muy conocida, y por ello aclamada, "luna de miel".

Bien…no era hora de ponerse nerviosa por eso…

TOC TOC

Mas bien debía ponerse nerviosa de que tocaban la puerta y ella no estaba ni vestida, ni peinada, ni maquillada, ni muy brillante a causa de sus últimos pensamientos y recuerdos.

Tomó una bata blanca corta que Syaoran le había regalado hace un mes: Una bata blanca de seda algo trasparente…

No quería provocarlo…

Sakura, si él no quisiera torturarse te hubiera regalado otra cosa…

Su subconsciente tenía razón…él se lo merecía, ella nunca le había pedido ropa y mucho menos ropas o trajes "sensuales".

Se la puso y corrió hasta la puerta de su departamento.

Pero fue algo tarde, Syaoran ya la abría con la copia de llave que tenía.

(Syaoran)

No se lo podía culpar; ante la tardanza de su novia, por abrir la puerta, Syaoran ya había hecho sus propias conjeturas.

Sinceramente pensó que Sakura se había caído en la ducha y ahora estaba inconciente. Era eso o se había caído al salir de la ducha con un taco, o algo parecido, y ahora se encontraba botada y mareada en el suelo.

Pasó por la puerta y encontró a su novia a mitad del camino, viéndolo sorprendida.

Y él no la veía precisamente sorprendido.

La verdad es que sólo lograba ver como se marcaban, en aquella traslucida bata blanca, las figuras del encaje de aquella ropa interior femenina.

—Perdón por tardar… le dijo ella sacándolo, por unos segundos, de su agitada, y nada sana, mente.

Él tuvo que tragar saliva al menos diez veces antes de animarse a hablar.

—ah…— intento por hablar: fallido.

No era capaz de pensar en nada…

—prometo apurarme, espérame un rato ¿sí? — le dijo algo apenada.

—ah…—dijo sin siquiera moverse de donde estaba.

Sakura tuvo que acercarse y empujarlo hasta la sala para sentarlo en el sofá. Le dio un beso en la frente a manera de saludo y se retiró a su habitación.

-Hoy será un día largo…

Pensó el hombre de cabellera castaña mientras observaba el departamento de su novia.

Todo el tiempo que pasaron juntos le pareció una eternidad, y sólo la había conocido hace un año….

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Syaoran Li se encontraba firmando algunos documentos en su oficina después de una reunión con algunos gerentes.

Su situación actual era la siguiente: Estaba bastante estresado, ocupado, preocupado y ocupado también.

Basta con resumir que todo parecía venírsele encima.

Toco un timbre tras él y, después de unos segundos, apareció su secretaria: Era una mujer de unos cuarenta y cinco años, madura, bastante rápida, de cuerpo pequeño y regordete, gafas redondas y pelo rizado oscuro agarrado en un moño.

Aquella mujer, a pesar de ser mayor que él, parecía tenerle miedo la mayor parte del tiempo. Se la pasaba tartamudeando y balbuceando cada instante. Posiblemente aterrada de cometer algún error.

¿s-s-s-sí, Señor? preguntó dudosa desde la puerta mientras estrujaba sus manos.

un café, rápido dijo de forma tosca.

La señora salio rápidamente de ahí, como si compartir ese espacio con él fuera venenoso.

Suspiró haber si así adquiría más conciencia. Tenía que tolerar aquel comportamiento. La última secretaria que tuvo fue hace un mes, pero la había despedido ya que se creía mucho después de haber pasado una noche con él.

Eso pasaba con todas sus bellas, pero inútiles, secretarias: Se acostaba, ellas se la creían y él terminaba despidiéndolas.

Por eso ahora se conformaba con una señora mayor, tartamuda y miedosa, pero buena en su trabajo.

Su teléfono sonó, y él contestó de mala gana.

—"El señor Ki-Kinomoto regresó de su via-a-aje…" dijo tartamudeando —". y él quiere…".

Que pase sentenció cortante mientras colgaba el aparato.

Pasados unos segundos un señor maduro entró a su oficina con una gran sonrisa.

muchacho… ¡cuánto tiempo sin verte! le dijo con alegría mientras se acercaba a su escritorio

me alegra verlo tan vivaz señor Kinomoto…contestó cordialmente.

Él admiraba a aquel hombre; era muy educado, inteligente y con mucha moral. Jamás abandonaba una empresa que amenazaba con quedar en ruinas.

Siempre era muy leal a sus amigos y, por algo, su padre y él habían sido muy unidos.

Pero no importaba quién fuera, de quién se tratara, él no podía ser familiar con nadie.

El anciano dio una gran carcajada mientras lucia su elegante traje.

A mi edad muchacho, muy pocas cosas hacen feliz… dijo de forma seria, como reprochándole a Syaoran que él se viera tan infeliz teniendo la edad que tenía—. la razón es simple, mi pequeña volvió del hogar de niños que hay a las afueras de la ciudad ¿te lo conté verdad?

Syaoran lo vio algo aburrido. Recordaba algo de que el señor Kinomoto tenía un hijo y una hija. Pero el hijo había fallecido en un accidente automovilístico.

Tenía entendido que la hija era ayudante en un hogar de niños huérfanos situado a afueras de Japón.

El señor Kinomoto dio la vuelta sonriendo mientras observaba la puerta.

Entra querida…quiero que conozcas a un `pequeño amigo´ dijo con voz dulce.

Syaoran gruño furioso; No importaba qué edad tendría, el señor Kinomoto siempre lo llamaba "pequeño amigo". Cuando él iba a visitar a su padre le despeinaba la cabeza y se lo decía.

Vio un tímida cabeza castaña asomarse por la puerta.

Al final observó a una muchacha de estatura media. Cuerpo delgado y bien distribuido. Su tez era suave y blanca, como la de una modelo de cremas faciales. Sus labios eran rosados y tentadores.

Su cuerpo era cubierto por una vestimenta juvenil: Unos deportivos, una blusa ajustada que decía "Quiero A Papi" y unos pantalones de jean.

-Sus ojos…- Pensó.

Bien, le gustaban aquellos ojos verdes.

mucho gusto…soy Sakura Kinomotodijo inclinándose levemente frente a él mientras su padre le basaba la frente por la ternura que despedía en cada palabra…

-Yo también quisiera besarla… y no en la frente…- Pensó nuevamente.

Si bien tenía el rostro aburrido, su mente estaba bastante entretenida admirando a aquella jovencita.

-Talvez de aquí a unos cinco años me sirva…cuando tenga unos veintidós o veintitrés años…

Basta de cordialidades…pequeño amigo, vengo a invitarte a almorzarpropuso de modo entusiasmado. Syaoran estaba a punto de negárselo por todo su trabajo acumulado pero…—y hablar de los negocios también— le aumentó con astucia digna de un veterano.

Punto débil…Syaoran siempre tenía tiempo para los negocios.

De acuerdo dijo sencillamente mientras se levantaba de su escritorio y tomaba su impermeable.

Fueron hasta un restaurante cercano pero elegante. Nada muy ostentoso pero si bastante privado. Sakura se mantuvo callada y distraída todo el camino.

Llegaron al lugar y se sentaron en una mesa alejada del resto.

Después de que cada uno diera su orden al camarero el señor Kinomoto había indicado que iría al baño por unos momentos.

y… ¿Qué tal van los estudios? le preguntó Syaoran a la castaña, mientras ésta lo miraba con el rostro extrañado.

Bueno, aunque la chica tuviese unos diecisiete o dieciséis años de edad ya podía ir` tanteando´ el terreno.

— ¿disculpa?le preguntó la muchacha algo tímida.

Syaoran suspiró esperando paciencia, de seguro aquella muchacha tenía algún retraso mental o algo parecido.

— ¿cuánto te falta para acabar la preparatoria? le explicó distraído en los ojos de la muchacha.

Disculpe señor Li pero yo… trató de explicarle, pero su padre apareció de repente.

— ¿de qué hablan? Cuestionó de forma astuta viendo a su "pequeño amigo" de forma desconfiada.

Nada importante señor Kinomoto, le preguntaba a su hija cómo le iba en la preparatoria contestó distraído, sin siquiera fingir frente al padre de la muchacha

Pero una estridente carcajada lo sacó de sus morbosos pensares.

— ¿preparatoria? ¡Por Dios Syaoran, Sakura ya tiene veintiuno años! Se especializó en el trato de niños y se fue a un hogar por dos años para atenderlos! dijo conteniendo más carcajadas.

Sakura permanecía roja en un rincón y Syaoran lo miraba con ojos como platos.

¿¡veintiuno! exclamó sin creérselo.

¡pronto veintidós! le advirtió la castaña algo sonrojada.

Syaoran no sabía si indignarse por una posible broma, reírse o enfadarse con aquella muchacha por gritarle que pronto tendría los "poderosos" veintidós.

El señor Kinomoto tan sólo vio a ambos jóvenes, y presintió que ahí algo pasaría…para su desgracia.

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Syaoran despertó de sus recuerdos al escuchar una pequeña maldición proveniente del cuarto de Sakura.

Se acercó hasta la puerta de forma preocupada.

¿pasa algo malo? preguntó suponiendo que era algo relacionado con la ropa…

—"Tengo problemas con el cierre y la chaqueta…." dijo la joven desde el otro lado.

Syaoran tuvo que respirar hondo después de recordar cierto incidente con un cierre.

Bien, no debía mal pensar…el cierre de su chaqueta tenía problemas…

¿quieres que te ayude? fue tarde…su voz ya había sonado morbosa.

—"¡gracias!" exclamó su novia mientras él ya la imaginaba salir semi desnuda de su habitación y preguntándole si quería….

-"¿quieres que me vista con ropa provocativa de cuero negro?"-

-¡Sí! ¡Claro que sí!

Sakura abrió levemente la puerta y con su manó le alcanzó una chaqueta color blanco sin siquiera mostrarse.

—Plánchala por favor…ya sabes dónde queda el cuarto de limpieza — le dijo dulcemente mientras cerraba, nuevamente, su habitación y lo dejaba solo con su prenda.

-Mierda…

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(Sakura)

Ya llevaban una hora en aquel avión privado en dirección a Hong Kong…

Y notaba a su prometido más perturbado que de costumbre…

Él siempre había sido cerrado y callado con respecto a sus sentimientos. Había ocasiones en las que ella tuvo ganas de gritar como loca al no saber qué demonios pasaba con él para que fuera tan frío y cerrado, incluso con ella.

El hecho de percibir lo que sentía no era tan conveniente siempre. Porque no estaba netamente en sus manos hacerlo cambiar de sentimientos. Y… ¿Quién no se aturdiría si supiera que la persona que ama es más frío que un iceberg y que la mayor parte del tiempo se lo siente fatal? Sentir sus emociones no significaba que pudiera saber las causas, leer su mente o ver su pasado.

Pero al menos sabía que tenía solución, y que sólo era cuestión de paciencia. Una clara muestra de aquello era el recuerdo de aquel día.

-cuando él me propuso matrimonio.

- "ni modo…no te queda de otra que casarte con migo" -

Le había dicho como si fuera una penitencia y ella se había quedado muda…

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Temblaba de rabia e impotencia.

Las deudas habían aumentado, la segunda empresa en la que su padre había puesto gran parte de su fortuna había hecho fraude. Ahora estaba enjuiciada hasta los codos y endeudada hasta la garganta.

Sólo le quedaba el dinero invertido de su padre en la empresa de su novio.

No pensaba seguir dependiendo de la bondad que su enamorado le había tenido desde el fallecimiento de su padre. Ella tenía que empezar a arreglárselas sola.

Primero que nada hablaría con Syaoran y le explicaría que tenía que dejar de ser su socia para poder pagar todas aquellas deudas.

En segunda, conseguirse un departamento más humilde…. Aquel que Syaoran le había aconsejado al lado de su pent house era muy costoso.

Buscar un trabajo en alguna guardería y hacer cualquier otro empleo de medio tiempo…después de todo no había estudiado parvulario en vano y para algo tenía dos piernas y brazos.

Más lágrimas salieron de sus ojos gracias al estrés.

No entendía por qué tenía que cargar con todo eso sola. Su padre le había dejado un buen monto de dinero porsiacaso. Pero ella no dudó en donarlo.

Estaba tan segura de que la empresa de uno de los amigos de su padre la ayudaría al igual que la empresa de Syaoran…

Pero no, aquel "supuesto" amigo de su padre había hecho fraude, ahora estaba endeudada por todas partes y metida en líos que ni entendía en su totalidad.

Quiso golpearse al darse cuenta de toda su ignorancia y todo aquel tiempo perdido. Se había confiado, a Touya le gustaban esas cosas por eso ella no se había preocupado por hacerle frente…

Pero el dinero que le quedaba era para pagar las necesidades básicas. Y la venta de la casa de su padre más otros objetos le servirían para abrir un negocio en un caso extremo.

-Como el de ahora…

Dios…ella estaba tan asustada…

No sabía nada de negocios. Había abandonado su trabajo voluntario ya que su padre parecía querer enseñarle aquel mundo.

Todo con respecto a negocios se le había inculcado a Touya, pero él había muerto hace dos años.

Así que todo iba a recaer sobre ella. Pero ni su padre sabía que sufriría un rápido ataque al corazón después de la horrible noticia con respecto al misterioso accidente de su hermano.

No podía seguir pidiéndole consejos a Syaoran sobre qué hacer y qué no…

Él ya estaba bastante ocupado con su empresa como para seguir estando al tanto de las necesidades de su muy poco conocida novia.

Escuchó la puerta y no se molestó en ir a abrirla.

No quería recibir a nadie.

Pasados unos momentos se abrió, y ella supo que se trataba de su novio siendo el único que poseía una copia.

¿qué pasó? — preguntó él buscándola por el departamento.

Su tono de voz indicaba explicaciones, como si él supiera que a ella le pasaba algo malo.

Al fin la encontró sobre el sofá, abrazando un cojín y rodeada de miles de documentos.

La vio esconder su rostro de forma frágil en el acolchonado objeto, y él sólo pudo acercarse hasta ella y acariciarle la cabeza.

¿Qué pasó?— repitió.

¿có-cómo sabías que algo me pasaba? — cuestionó tartamudeando un poco como consecuencia del llanto.

Es sencillo…siempre me llamas al trabajo para pedirme almorzar juntos y, antes de salir a algún lado, pasas por mi edificio y dejas, a uno de mis sirvientes, un pequeño chocolate para que me lo pongan en mi cuarto antes de dormirme— indicó mientras seguía en su tarea de acariciar la pequeña cabeza— hoy no me llamaste para almorzar. Regresé a mi departamento y no había ningún chocolate, lo que me indicaba que no habías salido de aquí…

Ella se conformó con soltar el cojín y abrasar el pecho de su ángel de la guarda.

no quiero preocuparte…en serio…yo puedo hacerlo sola, sólo es un momento de lloriqueo— decía entre sollozos mientras mojaba la camisa de su novio.

Él, mientras era abrazado, estiró su brazo para agarrar los documentos más cercanos.

Los leyó rápidamente y entendió todo.

La muchacha escuchó un suspiro bastante pesado y luego sintió como los nervios de su novio aumentaban.

Ni modo…— dijo como si no fuera importante— no te queda de otra que casarte conmigo…— declaró con el mismo tono despreocupado.

El corazón de Sakura se detuvo de golpe.

Alejó el rostro del pecho de su novio y lo vio mirando, con distracción, los papeles que hace un momento la aterraban.

¿qué…?— apenas pudo articular ella.

Ya lo dije…tendrás que casarte con migo…— dijo sencillamente mientras cambiaba la página de ese documento.

Ella sabía que él estaba nervioso, lo sabía porque lo sentía. Y su actitud despreocupaba afirmaba más esa teoría.

Él siempre era así. Tenía la habilidad para verse tranquilo siempre, pero su interior era un caos total de emociones.

pero… ¿Por qué? — dijo sin entender nada. Sin entender cómo el apuesto, inteligente, exitoso y multimillonario Li Syaoran le proponía matrimonio a una chica en banca rota.

Él suspiró pesadamente, sabiendo que era su obligación decir sus sentimientos para que ella lo aceptara.

Bueno… ¿Por qué más? — Dijo algo brusco mientras la observaba— según esa patética teoría popular uno propone matrimonio a una chica por estar enamorado ¿no? — dijo mientras, nuevamente, le prestaba atención al documento.

Y Sakura no pudo decir nada ante aquella declaración de "amor".

Mostró la sonrisa más deslumbrante y lo abrazó como si su vida dependiera de ello.

seré una buena esposa…te lo prometo…

Y Syaoran sonrió mientras le devolvía el abrazo.

-Lo sé…serás la mejor esposa, y madre, del mundo…-

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A fin de cuentas…le resultó romántico. No podía quejarse.

Inconscientemente lo abrazó melosamente mientras él la miraba desconcertado.

(Syaoran)

-Por favor…que la azafata no entre…-Pensaba apenado mientras observaba como su pequeña novia lo abrazaba cariñosamente.

La verdad le incomodaban las demostraciones de amor o cariño en público.

Pero, internamente, cualquier demostración departe de Sakura le gustaba, así que mucho no podía hacer.

— ¿pasó algo? — le preguntó a su prometida. Él nunca llegaría a entenderla por completo.

—Recordé cuando me propusiste matrimonio…— susurró soñadora.

Syaoran agradeció internamente que la insensible propuesta matrimonial la alegrara.

La verdad es que esa fue su única forma de decirle que la amaba.

Ella sabía que si no fuera verdad, él se lo hubiera dicho mirándola a los ojos y con voz apasionada.

No como, en realidad, lo hizo: leyendo un documento de deudas y reclamos e indicándole que todo el patético mundo decía casarse por amor.

Pero ella había entendido el punto y eso era lo importante.

—ah…— le contestó despreocupadamente mientras veía por la ventana.

—estas orgulloso y contento ¿verdad? — le dijo ella mientras daba un pequeño beso en el hombro masculino.

Syaoran la miró normal, aunque internamente extrañado.

Su prometida siempre decía cosas raras, pero que iban de acuerdo a describirlo.

Efectivamente, no importaba que tan buenas fueran sus actuaciones de: "soy de hierro nada me importa". Sakura siempre le comentaría su verdadera situación "emocional".

Quizá por eso él sentía que ella era la única que lo comprendía y admiraba.

—Hace unos momentos estabas muy nervioso…— le comentó con una gran sonrisa —. y bastó con contarte sobre la proposición que me hiciste para que cambiaras tan rápido de actitud.

Syaoran le dedicó una pequeña sonrisa que sabía que ella percataría.

Efectivamente así pasó y ella sólo pudo abrazarlo con más fuerza.

—estoy un poco nerviosa… ¿Cómo debo comportarme con tu familia? — preguntó ella con una mirada llena de inocencia y curiosidad.

Él agradeció que ella fuera tan expresiva ya que, caso contrario, nunca se enteraría de su estado de ánimo.

Suspiró pesadamente ante la pregunta. Cada pequeño centímetro de su prometida era anormal.

Una muchacha común y corriente difícilmente hubiera preguntado de frente: "cómo debía actuar frente a la futura suegra y compañía". Una chica normal hubiera sido más "sutil" y le hubiera dicho algo como: "¿le agradaré a tu familia?"

¿Cómo responderle sin que ella se incomodara?

No podía decirle: "sé como yo, es la única manera de sobrevivir ahí"

—Sé como eres…— dijo sencillamente —. a fin de cuentas no tienes que agradarles, te casaras con migo no con ellas…

Bien…él nunca fue conocido por su delicadeza, y ella parecía notar que le decía todo aquello porque, en realidad, se callaba la verdad para no herirla.

Sí…su relación era todo un misterio…

¿Y departe de él? Departe de él cada acción en su noviazgo era un supuesto y hormonas alborotadas cada instante.

-Nunca sé lo que piensa…me la paso diciendo: "supongo que eso fue por esto" y "supongo que esto fue por lo otro".

Quizás era otro detalle que a él le agradaba.

Se dedicaba a la economía porque difícilmente se sabía cómo estaría mañana…o de aquí a un mes.

Por eso le aburrían las personas, porque eran muy predecibles.

Pero no, Sakura siempre lo sorprendía. De la nada estaba normal y PLAF venía con algún comentario que él consideraba una inflación.

Como las ultimas cosas que le dijo:

-"este brasier nuevo incomoda"-

Pudiendo decirle "me compré ropa interior nueva"

-"Syaoran….deseo… ¡deseo ver Kung Fu Panda la película! ¡En serio lo deseo!"-

Pudiendo decirle: "vamos al cine, oops…sólo esta dando un dibujo. Ni modo intentemos, nada perdemos"

-"¡mira Syaoran! ¡Puedo hacer burbujas con mi saliva!"-

Pudiendo decirle….mejor dicho…¡pudiendo NO decirle!

Incluso recordaba aquella vez en que la observaba, maravillado, chupando aquella paleta de frambuesa.

Y se dice "maravillado" porque las hormonas del pobre hombre ya no podían más.

Sakura lamia esa paleta como si fuera alguna modelo de una película triple X. Cabe mencionar una modelo MUY buena.

Entonces Sakura lo observó y, pasados unos momentos, se puso un poco roja, como si leyera su mente.

-"creo que parezco una prostituta provocando ¿no?"-

Lo había dicho inocente y riendo nerviosa como si de un chiste se tratara, para luego ponerse roja ante la credibilidad de sus palabras y poco "tacto".

Syaoran se había puesto nervioso ante su comentario, y luego más nervioso al verse incapaz de negar que esos pensamientos pasaban por su cabeza.

Y situaciones como esa eran las que lograban sacarle alguna carcajada imposible de contener.

Estaba claro que, con Sakura Kinomoto de esposa, pocas veces serian las que no reiría en su compañía o se aburriría.

Bajó su cabeza para observarla viendo las nubes del cielo. Después de su breve comentario de cómo comportarse ella se había mantenido callada. Como si supiera que, para él, esa conversación no era agradable.

— ¿en qué piensas? — le preguntó anticipando su sonrisa.

Sabía que a ella se le saldrían alguna de sus locas ideas.

—Mmm…— titubeó viendo la forma de explicarse— sería lindo poder rosearle a las nubes gelatina en polvo sabor frutilla para que lloviera con sabor — decía ella con una calida sonrisa — las frutillas regadas por la lluvia tendrían un FUERTE sabor a frutilla y las vacas que beberían la lluvia serian dulces — a ella comenzaron a brillarle los ojos con emoción — ¡eso quiere decir que nunca más volveríamos a cenar o almorzar ya que cualquier plato del día, sin importar que se tratara de carne, sería un postre!

Syaoran botó una carcajada y le besó dulcemente en la cabeza.

¿Si la amaba?

-Claro que sí…

(Sakura)

Para cuando el avión había aterrizado, Sakura Kinomoto estaba casi paranoica.

Temblaba una y otra vez; practicaba sonrisas de presentación que, dada la incomoda situación, más parecían muecas tenebrosas.

Su novio tan sólo la miraba de reojo, tratando de darle palabras de consuelo que nunca saldrían.

Sakura sintió que él no estaba en mejor estado que ella y si no la estaba besando ahora -como solía hacerlo para tranquilizarse- era porque su familia se encontraba esperándolos fuera, y posiblemente los vería.

Quizás la familia Li era tan extraña que a la más pequeña muestra de afecto podrían tacharlos de indecentes.

-Bueno- Sakura soltó un suspiro- es hora…

Syaoran, desde el fallecimiento de su padre, había sido el soporte de ella. Ahora a ella le tocaba ser muy fuerte para él.

Pero saber de los nervios de Syaoran no la ayudaban mucho que digamos. Sobretodo ahora que ella lograba sentir que su novio no sólo sentía ansiedad y pánico. Sino también sentía rencor, frialdad y desconfianza.

Tomó la mano de él en signo de valentía, y juntos se observaron de frente con mirada decidida.

Sí, nada lograría separarlos…

-ni siquiera su familia…

Sin duda los despertares en Hong Kong eran agradables.

La calida brisa entraba por el balcón de la habitación y acariciaba su piel brindándole frescura y vitalidad.

Un grato aroma a ciruelos la invadió y le despertó el apetito por un tazón de frutas como desayuno.

Sí, esas sensaciones eran las que sentía desde que había llegado a Hong Kong hace una semana.

Las cosas no resultaban tan difíciles para ella en el momento de congeniar con los Li. Y le pareció absurdo todo el pánico que sintió apenas bajó del avión.

Pero ojo que tampoco era TAN fácil. Mucho menos teniendo a Syaoran hecho un manojo de nervios todo el tiempo.

Lo había visto cambiar de humor constantemente. Y desde su estadía ahí no había vuelto a sentir la malinterpretada sensación de "bien estar". Por el contrario, lo sentía nostálgico y bastante asqueado.

Ella sabía que él no dormía bien desde hace días, lo sabía porque a ella misma le había costado conciliar el sueño.

Antes, había días en lo que Syaoran trabajaba tanto que ni dormía, y eso la afectaba a ella que, por consecuencia, tenía demasiados sentimientos en la cabeza como para dormir (las desventajas de vivir en el edificio de al lado).

Pero con los meses Sakura se había vuelto especialista en eso, y tan sólo se dejaba influenciar por Syaoran una octava parte de su tiempo de descanso.

Y así estaba Syaoran; triste, preocupado, enfadado, melancólico, impaciente y, por sobre todas las cosas, desconfiado.

Había momentos en los que la señora Ieran parecía querer hablar a solas con ella y a su novio le crecían unas ganas espantosas por golpear a todo el mundo y alejarla de cualquiera que apellidara Li.

Había otros momentos en los que la señora Ieran comentaba algo que parecía bastante superficial e insignificante. Y, justo en ese instante, la mente de Syaoran parecía derrumbarse.

Ni ella sabía como definirlo, lo más cercano que encontró fue la palabra "derrumbamiento". Lo asimiló un poco con la cara que ponían los niños -que ella cuidaba- cada vez que estos hablaban de la madre que los abandonó o murió, con la diferencia que Syaoran no hacia ninguna mueca… pero su mente se hacía pedazos.

A ella sólo le quedaba controlar las ganas que sentía por abrazarlo y tan sólo le apretaba la mano, bajo la mesa, en signo de fuerza.

Y cuando estaban solos, y ella se las ingeniaba para preguntarle algo, él la esquivaba y renunciaba a cualquier muestra de afecto. Lo único que le quedaba por hacer era fingir que no notaba nada y que se sentía de lo más cómoda en aquella mansión antigua.

Pero aquello ya no importaba mucho. Este iba a ser un día más en el que saldría a pasear con su novio para tratar de distraerlo, un día más en la que lo acompañaría a arreglar esos asuntos laborales y del famoso "clan"; Ella lo acompañaba a esas cosas porque, a pesar de que hacía sólo de ficha de ajedrez, a él parecía calmarle un poco su presencia.

Y; si la única forma de calmar a su novio era tolerando la mirada libidinosa de viejos comerciantes, administradores e ingenieros lujuriosos, pues lo haría gustosa las veces que fueran necesarias.

- Bien, todo planeado y decidido.

Ella comenzaba a abrir los ojos dispuesta a enfrentar a la familia Li, y a todo el mundo si era necesario, con el apoyo de su flamante novio.

Pero frente a ella vio a un niño, un niño bastante adorable, inclinado sobre su cama para observarla.

Estaba claro, ella seguía durmiendo y soñando. De seguro aquel niño era el niño que su subconsciente había creado.

El niño que ella y Syaoran tendrían en un futuro.

Pero aquel pequeño seguía mirándola, y con la línea de las cejas bastante marcada.

- creo saber lo que siente…

Ese niño sentía algo de pánico, mezclado con furia e incredulidad.

Pero eso no le importaba demasiado. Ese niño era su ensoñado hijo y de seguro había sufrido algún percance. Por ello él había ido a verla, para llamarla "mamá" y lanzarse sobre su regazo.

-Me dirá "mamá"…y se quejará de aquello de lo que quiere quejarse.

Sí, y ella iba a estar ahí para él.

-Y yo, como buena madre que quiero ser, lo atenderé y resolveré sus dudas.

Y estaba claro que, luego, ella despertaría del sueño con un grato sabor de memoria ante el recuerdo inviolable de ese rostro tan perfecto llamándola: "mamá".

— Sakura— Le dijo el niño en tono tosco. Y los deseos de ésta porque se la llamara de forma cariñosa, familiar e infantil se fueron al tacho.

Pero aquel detalle no era suficiente para que ella dejara de creer que aquel niño era la alucinación perfecta de su futuro hijo.

Aquel pensamiento le arrancó una sonrisa soñadora mientras lo observaba como si fuera el ángel más bello del mundo.

— ¡Mierda! ¡Sakura deja de verme así! — Bien, sin duda su hijo no debería hablarle de esta manera… — ¿qué acaso no me ves? ¿¡Por qué carajo sonríes!

-comienzo a creer que esto no es un sueño- pensaba ella con terror- ¡es una pesadilla!

Una pesadilla donde su sacrosanto hijo tenía un temperamento diez veces peor que el de su padre.

Porque sí, se parecía bastante a su futuro padre.

Ni siquiera poseía alguno que otro rasgo de ella.

Para tener unos seis años sus facciones eran tan tenebrosas como las de Syaoran, o como las de su futura suegra.

—Escucha…no sé qué mierda a pasado ni por qué — siguió hablando su hijo en pesadilla mientras el rostro de ella comenzaba a atormentarse por la forma en la que este pequeño reaccionaba y se le hacía tan conocido — no entiendo qué pasa…pero de algo estoy seguro: ¡Tú, Sakura Kinomoto, de seguro tuviste algo que ver!

— ¿Qué? —Por fin ella había hablado. Aunque de una forma bastante atolondrada, tentada por las ganas de castigar a ese niño sin postre por una semana.

-¡así no se expresa un niño! ¡Mucho menos con su madre!

—Que; si quieres tener una luna de miel… — contestaba el niño a su interrogante—.y, sobretodo, un matrimonio dentro de lo legal… ¡más vale que vuelva a mi edad original!

Y…

Oops…

Quizás…quizás ella sí tenía algo que ver en todo esto…

No existía fuerza humana, o mágica, que pudiera separarlos ¿verdad?

Continuara…


¿Existen colmos para las irrealidades? Si existen, pues creo que ya pasé unos cuantas.

Sí, sé que no debería subir otro fic hasta acabar los otros, pero no podía controlarme. Ahora, si ustedes no están de acuerdo pueden decírmelo y no volveré a actualizar este hasta acabar alguno de los otros dos.

Gracias por tener tiempo para leerme (o tolerarme, como prefieran llamarlo). Y siéntanse contentos (o fastidiados, de cada uno depende) de que mi cerebro aún no se esté pudriendo y aún pueda escribir cosas pasables xD.

Ya saben: al igual que los insoportables dolores de cabeza, los reviews también me ayudan mucho a escribir mejor.

Por cierto ¡feliz año nuevo! Y muchas gracias a todas las amigas, y lectoras, que me apoyaron un año más.