Paris era una enorme fiesta, la gente salía de un bar para entrar a otro y comenzar de nuevo una borrachera ante la mirada de la luna llena.
Los bohemios, por su parte, unían a la fiesta todo aquel que cruzara ante el umbral de la puerta. En el éxito de su campaña para demostrar al mundo una obra suya. Prostitutas de todo calibre reían gustosas, con una mirada de mayor importancia que extrañamente se veía en una mujer que se vale de su cuerpo para comprase las mas grandes superficialidades a diferencias de otras que por comer venden sus caricias.
Y, en medio de toda la algarabía. En espíritu, my lejos, a millones de kilómetros, la más hermosa de las cortesanas evalúa lo vacía que es su vida, que es una esclava de los hombres, porque de no haber hombres que pagaran las más ridículas exigencias, a puro capricho suyo. Ella no seria considerada de la más exquisita fruta de un paraíso de sexo y alcohol.
Otra vez encarnara un papel distinto a ella, de una mujer decente que con el alma limpia puede mirar inocentemente a los de más y no con orgullo falso y desafiante. Eso era lo que mas anhelaba.
Mira que en una ventana a lo lejos, alumbrada por lo que seria una vela encendida, los preciosos ojos de un simple escritor que le dijo las palabras mas bellas y que lograron destruir su aura de diamante, brilloso y fuerte.
Ante la triste vista de cierta persona de baja estatura, sentado en el borde del gran ventanal. El efecto del ajenjo deprime el espíritu alborotado del artista que sucumbe ante las palabras de su más reciente escritor: cuan maravillosa es la vida ahora que estas en el mundo. Simple y profundo
Si los diamantes eran los mejores amigos de una mujer, ella era el diamante de un hombre inocente en la lejanía de aquella París estruendosa. Es una fiesta.
Inspirado en una noche sin presencia de la luna en el cielo
