Hola de nuevo! n.n por favor, disculpen mi desaparición, tuve serios problemas con mi inspiración. Para compensarlo, les traigo el capítulo más largo que he escrito (casi 27 paginas de Word) y sin notas de autora entorpeciendo la lectura (y vaya que me costó no ponerlas...) así que les garantizo que la espera valió la pena, pues tal vez no estaria tan orgullosa de este capítulo si lo hubiera escrito sin inspiración. Así que les dejo para que lean, y por favor, no olviden dejarme un review con su opinión :)
Disclaimer: FMA y sus personajes pertenecen únicamente a Hiromu Arakawa, hago este fanfiction con finalidad de entretenimiento y no de lucro.
Fuego
Riza Hawkeye observó con algo de repulsión la taberna donde se encontraba el hombre que le interesaba encontrar. Buscó con la mirada a ese hombre de cabellos y ojos negros y tez clara de nombre Roy Mustang. No lo encontró, cosa imposible porque lo había visto entrar apenas unos minutos atrás. Decidió sentarse en la barra y esperar por si lograba verlo por alguna parte. La mujer pidió una copa de vino blanco y observó detenidamente el lugar.
-Aquí tiene su vino, señora – dijo el hombre del bar entregándole la copa.
-Es señorita, y gracias. – dijo ella tomando la copa en sus manos y tomando un pequeño sorbo, seguido de otro más largo, un poco malhumorada. Fue después cuando observó con asco que la copa estaba llena de polvo por fuera, y las partículas también flotaban en la superficie del vino.
Ella dejó la copa aún casi llena en la barra, calificándola como desperdicio de dinero. Llevaba su cabello recogido en su peinado habitual y vestía pantalones de vestir negros y un suéter azul debajo de su abrigo beige, y zapatos de tacón negros. Se encontraba enojada por haberse rebajado a entrar en un lugar de mala muerte como aquél, únicamente para hablar con un hombre que probablemente la tuviera de última en su lista de gente importante. Pero Roy Mustang sabía mucho, sobre cosas que ella necesitaba saber a totalidad, no los pequeños detalles que ya poseía. Y necesitaba saber, sobre todo porque involucraba a dos estudiantes de su institución.
Roy Mustang… un hombre interesante. Aparentemente un poco patán, pero poseedor de una capacidad de comprensión e inteligencia tan grandes que se notaba de solo verlo a los ojos. Poseía un aire de misterio y un carácter fuerte, además de darse a respetar, con cierta chispa y cierta amabilidad, más un sarcasmo y ambición que dejaba claro que podía conseguir cualquier cosa que se propusiera. A Riza Hawkeye le había interesado ese hombre desde que lo había visto por primera vez, tres semanas atrás, en la puerta de su institución. Quería saber, conocer, saciar su curiosidad y llevarse a la tumba cualquier secreto del que lograse enterarse. No lo consideraba razonable, no valía la pena, pero era necesario. Sí, necesitaba seguir viendo a Roy Mustang.
No obstante, habían hablado ya con anterioridad. Un par de días después de conocerlo, el hombre se presentó en su oficina, diciendo que debían hablar de unos asuntitos de gran importancia. Él le había mostrado el significado de la ciencia de la alquimia, de la cual ella había escuchado sólo un par de veces. Le explicó que dos de sus estudiantes se hallaban en peligro, amenazados por peligrosos criminales, que debían ser protegidos a toda costa. Más no le dijo mucho más, solo que había sido un placer hablar con ella y que deseaba volver a verse pronto. Todo esto bajo el velo del misterio y el secreto, y eso no era suficiente para Riza Hawkeye.
Finalmente lo vio. Se levantó de una mesa con una mujer escasamente vestida abrazada por los hombros, y llevaba un sombrero gris y anteojos oscuros, por lo cual no lo había reconocido antes. Él caminaba con aspecto alicaído hasta que posó su vista en la barra, y reconoció a Riza Hawkeye, quien lo miraba fijamente, inexpresiva. Inmediatamente le susurró algo al oído a la mujer que estaba a su lado, la cual le contestó fríamente y se alejó, con aspecto enojado. Entonces, Roy respiró hondo y se dirigió hacia Riza, sentándose a su lado en la barra.
-Vaya coincidencia encontrarme contigo justamente hoy, Riza Hawkeye. – dijo él tras un corto silencio.
-No quiero interrumpir. – respondió ella desviando su vista hacia la copa de vino casi llena que había pedido.
-¿Interrumpir? – preguntó él, aparentemente ingenuo.
-Tu novia se veía decepcionada. – respondió ella, alzando la mirada hasta encontrarse con los anteojos oscuros del hombre.
-Ella no era mi novia. – dijo él, comprendiendo. Aunque quizás había comprendido desde el principio.
Se produjo entonces un incómodo silencio entre ambos. Riza miraba fijamente los anteojos oscuros de Roy, como si examinando las monturas negras pudiera descifrar los enigmas que rodeaban su mirada. Él observaba inquieto la expresión dura pero serena en la cara de la mujer, hasta que decidió romper el silencio.
-Estoy pasando por momentos difíciles – dijo él, mirando a Riza por encima de los anteojos antes de quitárselos y guardarlos en el bolsillo del abrigo – Me despidieron de East Party, hay gente que quiere matarme y la desdichada madre de mi único hijo le está enseñando a odiarme. – soltó un sonoro suspiro, bajando la mirada – Ella, la chica que viste, sólo me iba a hacer un favor…
-Me parece que tenemos diferentes conceptos de la palabra "favor" – interrumpió Riza, sin inmutar su expresión – Pero no tienes que darme esas explicaciones, yo he venido a buscarte para averiguar otras cosas.
-¿Ah si? – dijo él, alzando la mirada para ver a Riza directamente a los ojos - ¿Y qué es eso que remueve tu curiosidad?
-Quiero detalles. – respondió ella – Quiero saber de alquimia, quiero conocer las puertas que se abren para quien la domine. Quiero saber quiénes son los Alquimistas, por qué sus planes incumben a mis estudiantes. Quiero saber quienes son tus amigos, qué planean para detener esto, y… sobre ti. ¿Quién eres en realidad?
Roy cerró los ojos, ladeando la cabeza hasta quedar de perfil a la barra, asintió inconcientemente con la cabeza un par de veces asimilando la avalancha de preguntas, hasta que volvió a abrir los ojos y miró seriamente a Riza.
-Te he contado bastante sobre la alquimia y Los Alquimistas, y también sobre lo que planeamos hacer. – dijo lentamente, dando un toque de severidad a su voz, muy diferente al casual que había estado usando.
-No. – discutió ella sin alterar su semblante – Me has contado sólo lo superficial. Sólo lo que te permite pedirme que cuide especialmente a Elric y Rockbell.
-Suenas insolente – comentó Roy, desviando la mirada.
-Lo sé. – dijo Riza, igual de seria.
-También testaruda, además de mandona.
-¿Esa es tu manera de evadir preguntas, mencionar los defectos de la gente? – preguntó ella a manera de defensa, empezando a perder la paciencia.
Roy exhaló sonoramente.
-No. – Respondió – Es sólo que eres la primera mujer que conozco que me inquieta tanto. No eres la única que siente curiosidad.
-Pues, si tú respondes mis preguntas, yo responderé a las tuyas. – dijo Riza. Roy se quedó en silencio, estudiando su expresión, hasta que dijo con el tono más débil que le había oído hasta el momento.
-¿Entiendes que me estás pidiendo que cuente secretos que la poca ética que tengo me impide contarte?
-Sí. – respondió ella, sin suavizar su expresión.
-De acuerdo, tenemos un trato. – dijo Roy esbozando una mínima sonrisa – Pero no podemos hablar de eso aquí, hay muchísima gente.
-¿Entonces te veo en mi oficina? – preguntó ella, dándose cuenta de la imprudencia que sería hablar en esa taberna.
-Hmmm… algo más cerca: en la esquina está mi auto, podemos hablar ahí. – Entonces sonrió socarronamente – Prometo no secuestrarte, mis amigos me odiarían para siempre.
-De acuerdo. – dijo ella. En realidad, le causaba gracia que Roy pensara poder secuestrarla. Y por supuesto que no le preocupaba, pues tenía guardada una pistola en su abrigo.
-Ed… Ed… ¡Edward despierta! – exclamaba Winry Rockbell, mientras sacudía a su amigo por la espalda, tratando de despertarlo.
El chico se despertó sobresaltado por el grito de su amiga, y algo enojado.
-¿Pero qué sucede contigo Winry? – preguntó frunciendo el ceño - ¡Vas a hacer que me de un infarto!
-Lo siento, señor dormilón – dijo ella en tono burlón – Es que me pareció buena idea venir a despertarte, pues en cinco minutos tenemos clase.
-¿¿Qué?? ¿¿Cinco?? – dijo Ed mirando el reloj. – Ahg, ¡maldición! – exclamó cerrando los libros de alquimia que tenía abiertos sobre el escritorio y se metió corriendo al baño, después de indicarle a Winry que se adelantara.
Ya era la tercera vez en la semana que se desvelaba por estudiar alquimia. No podía negar que estaba haciendo progresos, pero le estaba costando puntualidad… y el buen juicio. Winry se estaba comenzando a preocupar por él, estaba siendo absorbido por el aprendizaje alquímico, y no parecía recordar que había otras cosas importantes, como las tareas.
Aquel día, Ed volvió a llegar tarde. El profesor lo miró con desprecio, como siempre, y le soltó una sarta de regaños sobre la puntualidad, el respeto por la clase, la superación personal, etc. etc. etc… mientras Ed sólo fingía estar prestándole atención, y repasaba los principios alquímicos en su mente. Winry lo miró tristemente, pues se estaba buscando más problemas de lo normal. Varias horas después, el timbre anunciaba el término de la segunda clase del día, y todos se dirigieron al cafetín de la escuela para almorzar. Ed se retrasó recogiendo sus cosas, y Winry lo esperó fuera del aula para hablar con él.
-Ed… ¿Cómo vas con la alquimia? Quiero decir, ¿Has progresado? – le preguntó cuando lo vio salir.
-Pues yo diría que sí. – respondió él, dejando entrever un poco de entusiasmo - ¿Sabes? Antes yo pensaba que la alquimia era una especie de magia o algo así, sin embargo se parece más a la física y la química, ¡es totalmente ciencia!
-¿Y son temas muy extensos?
-Sí… pero eso no me importa, mientras mas extensos sean, más información tienen.
-Ah… es que sabes, me preocupa que… descuides el resto de tus materias y no duermas bien… - entonces Ed se detuvo y la miró con el ceño fruncido.
-¿Qué insinúas?
-No insinúo nada, te estoy diciendo que me preocupa que te desveles – respondió ella frunciendo el ceño también.
-Winry, a lo largo de toda mi vida me he desvelado miles de veces, y no estoy loco ni me falta materia gris en el cerebro. – dijo él, tratando de controlar el tono de su voz para no gritarle.
-Pero tal vez si te organizaras una agenda, tendrías tiempo para todo, hasta para dormir…
-Winry, por favor no insistas…
-¡Pero, Ed!
La discusión se prolongó un rato más, mientras llegaban al comedor, se servían y se dirigían a una mesa para almorzar.
-Ed, yo solo me preocupo por ti. – dijo Winry mirando con tristeza a su amigo, tras comprobar lo testarudo que era con los consejos.
-Pero te he dicho que no deberías, no me está pasando nada. – respondió él antes de llevarse el tenedor a la boca.
-¿Y piensas que yo sería una buena amiga si no te convenciera de dormir, Ed? – preguntó Winry, empezando a enojarse.
-Winry, tú eres una gran amiga sin necesidad de discutir conmigo sobre cosas inútiles. – le respondió, después de tragar – Te prometí no darte motivos para preocuparte, y estoy cumpliendo mi promesa. – añadió, sonrojándose levemente al evocar aquella escena algo comprometedora. A Winry también le pasó lo mismo, aunque ninguno de los dos se dio cuenta de lo que al otro le sucedía.
-Pero… - dijo ella estabilizando la voz – yo me sigo preocupando… porque no dormir bien puede afectar tu salud, y tu rendimiento escolar…
-Que yo tenga interés por algo además de la escuela, algo que además es una ciencia, no es un motivo como para que te preocupes.
-No es porque quieras aprender alquimia, Ed, eso me parece muy bien, y me alegra que tu primo pueda enseñarte. – dijo ella mirándolo a los ojos – Sólo te digo que organices tu tiempo en una agenda, para que puedas dedicarte a todo y tener tiempo de dormir ocho horas. Yo podría ayudarte a organizarte, soy buena en eso.
Ed contempló por unos segundos interminables la mirada azulada de su amiga, que lo miraba con tanta inquietud, pidiéndole que se cuidara. Una vez más, evocó el rostro de su madre, y no pudo evitar pensar que Winry era tan bella como ella, aunque después desechó ese pensamiento con algo de turbación. No obstante…
-De… De acuerdo. – cedió él al fin, arrancándole una aliviada sonrisa al rostro de su amiga – Organizaré mi tiempo y dormiré ocho horas. Pero mi prioridad es, y seguirá siendo, la alquimia.
-Gracias, Ed. – le dijo ella sonriendo dulcemente, haciendo que el chico ladeara la cabeza para que no se le notara el repentino enrojecimiento de sus mejillas.
-No se qué… es lo que agradeces. – dijo él.
-Te agradezco que me hayas escuchado, ahora me siento más tranquila. – respondió ella, al tiempo que bajaba la mirada hacia la mesa, donde notó que Ed había devorado rápidamente su pudín, mientras que el de ella seguía intacto. – Vaya que te gusta el pudín. – comentó.
-Eh… bueno… pues, sí me gusta… - dijo él, enrojeciendo esta vez de vergüenza.
-Ten, te regalo el mío – dijo Winry pasando el pudín de su bandeja a la de Ed con una sonrisa.
-Pero Winry… es tu comida… - dijo Ed entre dudoso y avergonzado, ya que el no estaba acostumbrado a que le dieran de buena gana un postre.
-No importa, además, hoy no tengo ganas de comer postre.
Ed dudó un momento, pero luego, bajo la mirada apremiante de Winry, tomó un bocado de pudín con la cuchara y se lo llevó a la boca.
-Gracias, Winry – dijo sonrojándose un poco, luego de tragar.
-No hay de qué. – respondió ella.
-Te devolveré el gesto algún día. – dijo él haciendo, sin querer, una pícara sonrisa que desapareció casi al instante, pero que hizo que Winry también se sonrojara.
Ella iba a decir algo, pero entonces llegaron corriendo hacia ella sus compañeras de dormitorio, agitadas.
-¡Winry! ¡Te hemos estado buscando por todas partes! – le dijeron.
-Eh… pero… ¿no toda la gente está en el comedor a la hora del almuerzo? – preguntó la rubia sin entender mucho.
-No hay tiempo para eso, es una emergencia de chicas, ¡ven con nosotras! – dijo Scieska, con una angustiada expresión en la cara.
Winry miró a Ed, antes de aceptar ir con ellas, no como si le pidiera permiso, sino que no quería dejarlo solo mientras comía, y él entendió.
-Anda, te necesitan, no me atoraré con el pudín – le dijo, y ella sonrió.
-Hasta luego. – se despidió, para luego marcharse con sus amigas a ver cuál era el gran problema.
Ed comió el pudín de Winry lentamente, saboreando cada bocado, sumergiéndose en su estado reflexivo. Unos minutos después, el timbre anunciaba el fin del almuerzo y el comienzo de la siguiente clase. Ed se apresuró a recoger su bandeja y a dirigirse a su clase, la cual compartía con Winry, mientras su mente volaba de regreso a la conversación que tuvo con ella. No vio nada más que los ojos azules de su amiga hasta que tropezó directamente con algo y cayó de bruces al suelo. Al levantar la cabeza, se dio cuenta que se trataba de una chica menor que él, que según recordaba, se llamaba Nina Tucker.
La chica también había caído al suelo, en el cual estaban, abiertos, los libros que ella llevaba antes de tropezar. A su alrededor, todos los demás estudiantes se reían a carcajadas, no tanto por Nina, ella era demasiado nerviosa y tímida como para causar algo más que una risa momentánea; se reían de Ed, siempre tan serio y hosco, y de pronto decide descuidarse y se estampa contra el suelo. El muchacho no desperdició ni una mirada de desprecio en los otros estudiantes, sino que inmediatamente ayudó a Nina a levantarse y a recoger sus libros. Le dirigió una pequeña sonrisa, indicándole que no se preocupara, sin embargo, unos segundos después ya no había rastro de esta. Ed siguió resueltamente por el pasillo y entró a su clase, extrañándose por no ver ni a Winry ni a sus compañeras de dormitorio en ninguna parte.
El timbre de la escuela sacó de su sueño al muchacho que descansaba detrás del gimnasio de la escuela. Era Alphonse Elric. Se reprendió a sí mismo por su descuido, y consultó el reloj, sólo para enterarse de que aún faltaba una hora para poder encontrarse con su primo para la siguiente lección de alquimia. Buscando algo con lo que distraerse, se dedicó a rememorar su día:
Tuvo pesadillas. Al principio, se encontraba con Nina Tucker bajo una tranquila nevada nocturna, sentados cerca del borde de un precipicio para ver la espléndida vista de una ciudad, de espaldas a un bosque. Ella hablaba, le decía algo que él sabía que era muy importante, pero por alguna razón sus oídos eran sordos a sus palabras. Él trataba desesperadamente de escuchar, de entender las palabras, pero sus oídos se negaban a reaccionar. Entonces, Ira y Envidia hacían su aparición, acercándose rápidamente desde el bosque. Al se levantaba y se interponía entre Nina y ellos, para protegerla, pero Envidia le sujetó por detrás con fuerza sobrenatural mientras el otro le propinaba a Nina un empujón, tirándola al precipicio. Cuando Al logró liberarse, ya no se veía rastro de la chica por ninguna parte. Paralizado por el horror, Al no podía hacer nada más que repetir el nombre de Nina, mientras las lágrimas escapaban a torrentes de sus ojos, abandonándose completamente a merced de sus enemigos. Y cuando ellos estaban a punto de dar el golpe final, Al se despertó.
Se quedó sentado en la cama durante un largo rato, mirando una y otra vez en la mente las imágenes de su pesadilla, Nina desapareciendo bajo el borde del precipicio, la despiadada expresión en los rostros de sus enemigos, la ciudad nocturna a sus espaldas, y los suaves copos de nieve cayendo sobre su cabeza. Cuando salió de su ensimismamiento, el reloj y la ventana le indicaron que aún faltaba una hora para el amanecer. No se le ocurrió otra cosa que hacer más que darse un baño con agua caliente, para quitarse de la cabeza las inquietantes imágenes. A las ocho de la mañana, ya había desayunado y se encontraba en camino al colegio de su primo. En el fondo, tenía la esperanza de encontrarse con Nina, de cerciorarse de que estaba bien. Claro que todo había sido sólo una pesadilla, pero igualmente se sentía inquieto. Además, sentía una especie de anhelo por ver los ojos azules de la chica.
Al mediodía, cuando el timbre lo sacó de su indeseado sueño, se puso de pie y comenzó a caminar por el desierto patio nevado de la escuela, reflexionando. ¿Qué tan imprudente estaba siendo al encontrarse expresamente con Ed? ¿Qué tan estúpido era al desear ver a Nina, cuando sabía que la ponía en peligro? ¿Qué tan destructivo podía ser en realidad el poder de los Alquimistas? ¿Cómo podía parar toda esta locura?
Le tomó por sorpresa la proximidad de una muchacha conocida, que al verlo quiso saludarlo, a pesar de los expedientes. La muchacha tenía el cabello castaño oscuro y un par de mechones rosados. Era Rose.
-Hola. – saludó ella, provocando que él diera un respingo por la sorpresa. Ella lo miró, seria. - ¿Alphonse Elric? ¿Qué haces aquí?
-¿Rose? – el muchacho estaba nervioso, se suponía que nadie debía verlo, además, aún se acordaba del desafortunado incidente de la semana pasada.
-Creía que no tenías permitido entrar aquí. – dijo ella severamente. En su interior, ella sólo tenía intención de hablar con él, de escuchar la voz que la había cautivado en la fiesta. – Le voy a avisar a la directora. – añadió, dándose la vuelta en un ademán de buscarla. Ella no sabía que la directora no se encontraba en su oficina, sino en el automóvil de Roy Mustang.
-¡No! – dijo Al, sujetándola por el brazo para impedir que lo delatara – Por favor, no digas nada de mí, no tengo malas intenciones.
-No te creo. – respondió ella, experimentando una extraña mezcla de sentimientos. Por una parte, ella lo detestaba por mentirle, pero por otra parte, seguía pareciéndole muy lindo. – Mentiste. Engañaste a toda la escuela y te escapaste con trucos de magia. ¿Por qué no habría de decirle a la directora?
-Es que nadie debe saber de mí… estoy aquí por el bien de todos, en serio… - el pobre Al no sabía que hacer ni qué decir para convencer a la muchacha de no delatarle – Por favor, no me obligues a borrarte la memoria – eso fue lo único que se le ocurrió decir, aunque en realidad no sabía como borrar memorias.
Rose se quedó paralizada por unos segundos asimilando. Y es que, a pesar de saber de los "trucos de magia" de Al, no se le había ocurrido que él podía usarlos contra ella. El falso argumento la convenció. Bajó sus brazos, que habían estado en tensión hasta entonces, y dejó que su flequillo ensombreciera su mirada. No le gustaba perder. No le gustaba admitir la derrota. Pero sobre todo, no le gustaba no saber qué decirle a la gente como Alphonse. Ella se le había acercado con la excusa de saber de él, pero entonces se dio cuenta que había comenzado mal, y eso le producía una gran rabia, ya que ella estaba comenzando a sospechar que sentía algo más fuerte por el muchacho de ojos grises. Unas cuantas lágrimas involuntarias escaparon, y ella trató de ocultarlas con su flequillo, pero no pasaron inadvertidas por Al, quien se encontraba en un estado de confusión cada vez peor.
-No te delataré. – dijo ella con la voz trémula, después de unos segundos – Yo solo quería que me explicaras esta locura. – y diciendo esto se dio la vuelta para regresar a clase.
Al se sintió tentado a detenerla de nuevo y explicarle lo que ella quería saber, pero al final optó por dejarla regresar a su clase tranquila. Mientras menos gente se involucrara en esto, mejor. Al fin y al cabo, ya estaba siendo imprudente con Nina, no quería meter a nadie más. El muchacho decidió regresar a su conocida pared trasera del gimnasio y recostar su cabeza contra el muro. No entendía por qué Rose había llorado, ni por qué lo amenazaba con delatarle para luego decir que solo quería explicaciones. Por otro lado, un fuerte dolor de cabeza comenzaba a aparecer.
Winry caminaba enojada por los pasillos de la escuela, en dirección al baño para refrescarse un poco el rostro. Había perdido toda una clase para ayudar a sus amigas a sacar a Rose del baño. El gran problema era que su amiga había tenido una crisis depresiva, al parecer por el día del mes, y cuando Mary se negó a prestarle el brazalete que Denny le había regalado, se encerró en el baño amenazando con tirar todos los cosméticos por el retrete. Como nadie consideró eso como una gran tragedia, entonces ella amenazó con meterse en la bañera y ahogarse. Entonces sí se asustaron, y fueron a buscar a Winry a ver si a ella se le ocurría algo. Después de muchos infructuosos intentos, lograron convencerla de salir cuando Winry le ofreció regalarle unas sandalias doradas que llevaba en su maleta. La rubia no entendía qué era lo que pasaba por la cabeza de su compañera de dormitorio, pero lo cierto es que tenía las prioridades invertidas.
Winry llegó al baño de chicas, que se encontraba totalmente solo, se dirigió a un lavamanos y se salpicó de agua fría toda la cara, sin preocuparse de las gotas que caían en su suéter blanco y en sus jeans. Esa era su forma de tranquilizarse, de deshacerse de su enojo momentáneo. Miró su reflejo en el espejo del baño y dejó a su mente divagar hasta la visión del rostro de Ed, y de la pícara sonrisa que le había visto por primera vez unas horas atrás. Se comenzó a sonrojar. Su reloj marcó las 2:00pm. , lo que quería decir que Ed estaría ya con su primo detrás del gimnasio, aprendiendo alquimia.
La puerta del baño se abrió estrepitosamente, y por ella entró una chica llamada Nina Tucker, del curso inferior al de Winry. Estaba totalmente despeinada, su bolso se había roto y las lágrimas corrían por su rostro. Se encerró en un cubículo y empezó a gimotear.
Apenas unos segundos después, aparecieron tres chicas por la puerta. Winry apenas sabía sus nombres, pues las tres eran del último curso. La más baja se llamaba Clauss, tenía el cabello largo y castaño oscuro, y una expresión amenazadora en el rostro. Tenía la fama de ser un poco marimacho, pero por alguna razón la más creída de la escuela la quería en su círculo de amistades. La otra se llama Karin, estaba rezagada, y una expresión turbada en su rostro. Tenía la piel muy blanca, ojos cafés y cabello castaño oscuro ondulado y largo. No se podía decir que tuviera una personalidad propia. La tercera se llamaba Clara, pero había hecho que todos en la escuela la llamaran Psiren. Tenía el cabello rubio y corto, ojos verdes y la estatura y el ego más impresionantes del lugar. Las malas lenguas decían que se había hecho con la amistad de Clauss para poder hacer lo que quisiera, contando con el factor amenazador.
Clauss abrió la puerta del cubículo y sacó a Nina de ahí halándola por el gorro de su suéter. La sostuvo por la espalda mientras Psiren sacaba el dinero, maquillaje y el teléfono celular del bolso de la chiquilla.
-¡No! – exclamó Nina, tratando de liberarse de la prisión de Clauss - ¡Necesito mi celular!
-Ay, querida, solo te estamos ayudando con un poco del peso de tu bolso, además, los celulares están contra las reglas – decía con arrogancia Psiren mientras se guardaba las cosas de Nina en el bolsillo.
Winry no pudo soportar ver esa escena.
-¡Oigan! – dijo ella enojada de nuevo - ¿¡No les da vergüenza robar a una niña inocente!?
-¿Y quién te crees que eres tú? – preguntó Psiren, mirándola con desprecio.
-¿Quién soy? Winry Rockbell. – respondió, desafiándola. - ¿Y tú no eres la que se cree gran cosa?
-Vaya, con que agresiva. – dijo la ojiverde por toda respuesta – Ah, ya te recuerdo, eres la novia de Elric.
-¿Eh? – dijo Winry desconcertada
Por supuesto, vámonos amigas, la novia de Elric da tanto miedo… - dijo Psiren con tono burlón, mientras que Clauss le daba un último golpe a Nina y se marchaba detrás de su amiga. Era obvio que habían dejado sin nada a Nina antes de irse.
La chica pequeña lloró en silencio por unos segundos hasta que notó la mirada de compasión de Winry, quien se acercó a ella.
-No dejes que ellas te hagan cosas como esta, debes defenderte o sino seguirán abusando de ti por el resto del año. – dijo la rubia, tratando de consolar a la más pequeña. - ¿Te llamas Nina Tucker, no?
-Ujumm… - respondió la castaña asintiendo con la cabeza, sin despegar la mirada del suelo del baño. – Gracias por ayudarme…
-No hay problema, pero te recomiendo que hagas que este abuso pare pronto. – dijo Winry, yendo al grano.
-Pero…
-¿Has hablado con tus amigas o amigos? Seguro que te pueden aconsejar mejor que yo.
-Es que… yo… no tengo… - respondió la castaña un poco avergonzada.
-¿No tienes amigos? – exclamó Winry, sorprendida, pues aunque sabía que Nina era muy tímida, al menos esperaba que sus compañeras de dormitorio fueran sus amigas. – Bueno, no te preocupes, yo seré tu amiga. Además, seguro que les agradarás a mis demás amigas. – resolvió con una sonrisa.
Nina no sabía que responder. ¿Amigas? ¿Así de sencillo? Tras unos segundos de perplejidad, decidió simplemente sonreír.
Ella miraba a través de la ventanilla del auto donde se encontraba, como si observando la nieve pudiera terminar de asimilar todo lo que el hombre a su lado le había contado. En tanto, Roy Mustang simplemente la miraba, esperando su reacción. Le había casi todo, inclusive lo que tenía prohibido divulgar. De alguna forma, Riza le inspiraba confianza, y sabía que los secretos estarían a salvo. No obstante, temía que ella simplemente se alejara una vez que obtuviera las respuestas que quería.
-Roy… - murmuró ella. Era la primera vez que lo llamaba por su primer nombre, y a él no le molestó.
-Riza, ¿Qué piensas? – preguntó, al ver que la mujer salía de su trance.
-Entonces… - empezó a responder ella - ¿Qué se puede hacer?
-Aniquilar a los bastardos causantes de esto. – dijo él.
-Sí… - murmuró ella entre dientes.
-¿Estás feliz ya? Te lo conté todo. – dijo él, y al ver que ella no respondía, decidió continuar - ¿Qué vas a hacer?
-… - ella estaba pensativa – Yo… voy a… luchar a tu lado.
Roy la miró incrédulo a los ojos por unos segundos. Ella parecía tan determinada que sus palabras adquirían mucha veracidad.
-¿A qué te refieres? – preguntó.
-No me quedaré con los brazos cruzados. – respondió ella – Si tú y tus amigos están arriesgando la vida por esos dos chicos, entonces yo, como directora de la escuela y como mujer, también haré todo lo que esté a mi alcance para protegerlos.
-Tú… pe…pero… – tartamudeaba el hombre, negándose a entender - …pero no puedes… quiero decir… esto…
-¿Que no puedo? – dijo Riza, retándolo con la mirada – Que sea mujer no quiere decir que no pueda luchar. Yo puedo ser fuerte. Y quiero proteger junto a ustedes a esos chicos, pues siento que es mi deber.
-Pero, yo… ¡ahg! – exclamó Roy, mirando hacia su ventanilla, enojándose. – No debí contarte nada.
-¿Cuál es el problema con que quiera ayudar yo también? – preguntó ella, comenzando a enojarse también. Pensaba que la actitud del hombre era por algún pensamiento machista, y el machismo era algo que la irritaba sobremanera.
-Tú… Es que tú… - Roy estaba tan enojado que no conseguía articular bien las palabras – ¡Tú eres inocente! ¡No tienes nada que ver en esto! ¡Serás un estorbo!
-¿Estorbo? Disculpe, señor machista, ¡pero me temo que estás totalmente equivocado! – dijo ella elevando su voz al mismo tono que la de Roy – Y por supuesto que tengo que ver, por si lo has olvidado, ¡soy directora de la institución donde están protegidos!
-¡Pero eres inocente! ¡No sé qué haré si algo te sucede! – exclamó Roy, tan enojado que soltó, sin querer, lo que no quería que ella supiera.
Riza no necesitó mayor explicación para darse cuenta de la verdadera razón por la que Roy actuaba de esa forma, así que se tragó la respuesta que había pensado darle. Ella lo miró fijamente durante unos momentos, más con curiosidad que con el enojo que había sentido. Mientras tanto, Roy apoyó sobre la puerta su brazo, y sobre éste su cabeza, respirando ruidosamente, tratando de tranquilizarse, una vez que se dio cuenta de lo que había dicho.
Riza lo estudió con la mirada: su cabello desordenado, su ancha espalda, la posición tensa de sus piernas y las arrugas de su ropa. Al final, sólo hubo una cosa que se le ocurrió decirle.
-No… no tienes que preocuparte por mí.
-¿Eh? – dijo él dirigiendo repentinamente su mirada hacia ella, para encontrar en su cara una expresión tranquila y tal vez hasta un poco triste.
-Contactaré a Maes Hughes o a Alphonse Elric, y les pediré que me informen cada novedad sobre los Alquimistas. – dijo ella, posando su mano en la manilla de la puerta, dispuesta a irse. Roy solo la observaba inexpresivo. – Pero… voy a luchar junto a ustedes, - añadió, haciendo que sus ojos adquirieran feracidad – no puedes impedirlo. – y con eso accionó la manilla y abrió la puerta.
En ese momento sucedieron tres cosas al mismo tiempo: Roy sujetó a Riza por el brazo y la haló hacia sí mismo para impedir que se fuera de esa forma; el auto adoptó una posición casi vertical y la puerta se desprendió junto a un chirrido espantoso que inundó el aire. Riza terminó en brazos de Roy, sus espaldas apoyadas en la puerta de éste, y ambos observando horrorizados a la criatura que con una mano sostenía el auto en esa posición y con la otra sostenía la puerta, al mismo tiempo que la engullía. Gula.
Gula terminó de devorar la puerta y lanzó una sonrisa malintencionada a Riza y Roy, haciendo el ademán de lanzar el auto con ellos adentro. Roy captó las intenciones del enemigo, y abrió su puerta, de modo que la mujer y él cayeron al suelo, justo a tiempo para ver como Gula elevaba el auto y lo hacía volar encima de sus cabezas, estrellándolo contra una pared del otro lado de la acera.
Riza se levantó del regazo de Roy, sacó su pistola y, reponiéndose rápidamente de la impresión, disparó directamente a la cabeza de Gula, sólo para descubrir que la bala únicamente lo aturdió un poco. En tanto, Roy se puso sus guantes con círculos de transmutación y utilizó un pedazo de parachoques para transmutar una barra afilada de hierro, y haciendo a Riza a un lado, se enfrentó a Gula.
La rubia cayó sentada sobre la nieve, en medio de la calle, por unos momentos únicamente observando los esfuerzos que Roy hacía para contrarrestar la enorme fuerza de Gula. Luego, ella se dio cuenta de que estaba siendo inútil, así que miró a todas partes buscando algo o alguien que pudiera ayudar, más lo único que vio fue el auto, casi destrozado, y con un líquido oscuro y de fuerte olor goteando de lo que alguna vez fue el baúl.
"¿Gasolina?" – pensó ella, levantándose del suelo y corriendo hacia el auto, para abrir el baúl.
En tanto, Roy volvió a estrellar la barra de hierro contra el costado de Gula, sin lograr mucho más que rasguñarlo un poco. Esa cosa era increíblemente resistente, totalmente inhumana. ¿Qué clase de criatura era? Ni siquiera podía ser quimera. Por el rabillo del ojo, vio como Riza se levantaba y corría, para su alivio. "Al menos ella estará a salvo" pensó.
Riza abrió el baúl aplastado con mucho esfuerzo, y dentro encontró un recipiente plástico también aplastado, que contenía gasolina, la cual se estaba derramando, pero quedaba un poco más de la mitad. La mujer tomó el recipiente y dirigió su vista hacia la criatura, sabiendo lo que debía hacer.
En aquel preciso instante, Roy se encontraba en problemas. Gula le arrebato la barra de hierro con un fuerte golpe, y con otro lo tiró al suelo. Impotente, el hombre no encontraba las fuerzas para superar el dolor y levantarse de nuevo, no podía rendirse. Entonces escuchó un disparo, levantó la mirada, y se encontró con una escena donde Riza introducía un recipiente amarillo en la boca de Gula, quién lo mordió, quedando empapado del líquido oscuro, y habiendo tragado un poco. Seguidamente, la criatura propinó un golpe en la cabeza a la mujer, dejándola tirada en el suelo. Roy experimentó una gigantesca rabia, y haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban, se levantó.
El recipiente amarillo vacío estaba tirado a los pies del hombre, y este lo reconoció. Era la gasolina que traía en el baúl de su auto. "Eso era lo que ella planeaba…" pensó. Él también sabía que hacer.
-Tú… no volverás a lastimar a nadie más. – dijo dirigiéndose a Gula, mientras tronaba los dedos, haciendo surgir la chispa.
Un grito de agonía surgió en el aire, silenciado por el crepitar de las llamas. Roy contempló el cuerpo de Gula desintegrándose en el fuego por unos segundos, mientras respiraba ruidosamente, tratando de tranquilizarse. Aún le dolía todo el cuerpo. Rememoró cada uno de los segundos previos, y reconoció que si estaba vivo, era gracias a Riza. Y Riza… estaba herida. Roy corrió junto a ella y la tomó en brazos. Su cabello rubio se había soltado. Notó que aún respiraba, sólo estaba inconsciente por el golpe. ¿Qué era esa emoción tan rara que le quemaba por dentro? ¿Culpa? ¿Y por qué de repente sentía tanta calidez en su pecho al observar el rostro de Riza? Pero él no se detuvo a pensar, sino que cargó a la mujer y se dirigió con ella al hospital. Después, informaría a Maes de lo ocurrido.
Anocheció, y las primeras estrellas hicieron su aparición para acompañar los pensamientos de Al. El muchacho avanzaba en su camino de regreso a su salida especial, un poco desanimado. Inclusive Ed había comentado al respecto, pero la alquimia era su prioridad, así que no prestó mucha atención. Pero el corazón de Al dio un vuelco cuando su primo le comentó que se había topado con una chica llamada Nina Tucker en la mañana, y que le había parecido simpática. "¿Simpática? Ella parece un ángel" pensó, pero se avergonzó de sus pensamientos unos momentos después. "Ella está fuera de tu alcance" repetía la molesta voz en su cabeza.
Pero entrada la noche, los recuerdos melancólicos cobran aún más fuerza. Cuando las estrellas te vigilan, no puedes evitar pensar en aquellos a los que quieres, y no puedes evitar querer tener a tu lado a una de esas personas. En aquella noche, Al solo tenía en la cabeza una con quien quería estar: Nina.
"¿Me enamoré de ella? ¿Por qué?" – pensó mientras salía de la escuela, y andaba por el camino de tierra antes de incorporarse a la carretera.
Minutos después, ya estaba entrando a Reesembul. Pasó junto a un par de policías que estaban hablando de un horrendo accidente de auto, donde habían encontrado cenizas de lo que parecía un cuerpo humano.
Últimamente han estado sucediendo cosas espantosas en este pueblo, ya no parece tan tranquilo como antes. – comentó uno de ellos.
Más adelante, Al pasó frente a una iglesia, junto al cementerio del pueblo. Como la mayoría de los científicos, el muchacho nunca fue muy religioso, pero esa noche sintió la necesidad de entrar. Avanzó por el pasillo del centro y se dejó caer de rodillas frente al altar. Aquella noche, el muchacho oró, por primera vez en mucho tiempo, y aprovechó la soledad del lugar para dejar escapar algunas lágrimas. Así permaneció por algunos minutos, hasta que sintió sus piernas entumecerse, y decidió irse. Caminando de regreso por el pasillo, miró hacia una ventana y descubrió la figura de una chica con un abrigo azul celeste caminando hacia la entrada del cementerio de al lado. Se parecía mucho a Nina.
Al salió apresuradamente de la iglesia y entró al cementerio. Allí estaba ella, y en efecto, se trataba de Nina. ¿Qué hacía ella en un sitio como aquel durante la noche? Pero ella estaba llorando. Agudizando su vista un poco más, el muchacho distinguió un par de ramos de flores en los brazos de la chica. También distinguió un vestido negro y gris debajo del abrigo. Decidió seguirla en silencio para no interrumpirla.
Ella se arrodilló frente a un par de tumbas y dejó un ramo de flores en cada una.
-Mamá… Papá… - dijo ella en voz baja, pero Al se encontraba cerca, oculto detrás de la estatua de un ángel, así que pudo escuchar – Los extraño… Pero me encuentro a salvo. Rezo porque ustedes ya se encuentren juntos nuevamente, en el paraíso. Gracias por haberme amado, yo siempre los amaré… No importa lo que me suceda, ustedes estarán… con…migo… - y su voz se quebró, para dar paso al torrente de lágrimas.
Alphonse observó, mordiendo su labio inferior, cómo los sollozos sacudían violentamente el cuerpo de Nina, mientras ella trataba con todas sus fuerzas de detener el llanto. Se veía tan pequeña e indefensa. Al no sabía qué hacer. Por un lado, quería salir de su escondite y abrazar a Nina, y susurrarle palabras de consuelo. Por otro lado, sentía que ese momento era demasiado personal, y que ni siquiera debería estar ahí.
Los minutos pasaban, Nina lloraba y Al observaba. La luna y las estrellas iluminaban el cabello castaño claro de ella, y hacían que las lágrimas parecieran pequeñas perlas. Con esa luz, el muchacho pudo leer las palabras en las lápidas. En una de ellas estaba grabado el nombre de Shou Tucker, y en la lápida de al lado estaba el de Alice Tucker (+). El llanto de la chica a veces disminuía, y luego volvía con renovada fuerza. Al final, el muchacho no pudo soportarlo más, y no le importó incluso que Nina le odiara por espiarla.
-Nina… - dejó escapar con voz baja, pero lo suficientemente audible para que ella le oyera.
La muchacha giró la cabeza, sobresaltada, hacia el lugar de donde provino la voz, pero se encontró únicamente con una estatua en forma de ángel iluminada por la luna. Su corazón se aceleró por la sorpresa, pero casi se desboca cuando vio a Alphonse Elric saliendo detrás de la estatua. Sus lágrimas pararon repentinamente, pero fueron sustituidas por la vergüenza. ¿Cuánto tiempo llevaba el muchacho ahí? Sus mejillas enrojecieron intensamente, y ella no sabía como ocultarlo. Ya no podía ocultar su alma, la había desnudado frente a Alphonse aún sin saberlo, y él había visto su naturaleza, su dolor y su debilidad.
Al la miró directamente a los ojos durante varios segundos, avergonzado por su interrupción, sonrojado, y maravillado por la belleza que la luz de la luna dejaba ver en el rostro sorprendido, los ojos brillantes y las mejillas enrojecidas de Nina. Salió de sus pensamientos únicamente cuando ella se armó de valor y habló.
-Al… ¿Qué haces aquí? – dijo con la voz temblorosa, dándose cuenta de que volvería a llorar.
-Te… vi pasar… - respondió él, desviando la mirada – No debí seguirte, lo siento.
-No… está bien… - dijo la chica, tratando de articular bien las palabras – de todos modos… yo… no debería… estar aquí. – y las lágrimas volvieron a escapar, contra la voluntad de ella.
-Nina… - murmuró el muchacho, dando un par de pasos adelante. – mi presencia te incomoda… es mejor que me vaya...
-No… - dijo ella, poniéndose de pie, y dando un par de pasos hacia el chico y bajando la mirada – por favor… no te tienes que ir… no quiero quedarme sola…
El muchacho no se fue, sino que avanzó más hacia la chica. Sus brazos querían abrazarla, pero la educación se lo impedía. Sin embargo, ella sujetó débilmente con su mano el brazo de Al, y él no se molestó, sino que le agradó. Ella parecía confiar en él. Nina dirigió su vista hacia las tumbas de nuevo y se aclaró la garganta.
-Mi madre murió cuando yo tenía un poco menos de cuatro años. Ella era una mujer muy dulce, siempre cuidó de mí. Fue asesinada, pero cuando falleció, todos me dijeron que se había ido de viaje, y que volvería en muchos años. Mi padre se hizo cargo de mí él solo desde entonces. Trabajó el doble, por lo que me tocó quedarme sola en casa muchas veces, pero aunque cuando volviera estuviera muy cansado, se dedicaba completamente a mí. – en este punto, la chica se detuvo y respiró hondo – Él murió hace tres semanas. Fue asesinado… cuando realizaba una llamada en una cabina telefónica. El día que me tropecé contigo por primera vez… llegué tarde a la escuela… porque había estado en el funeral de papá.
La mano de la chica soltó el brazo de Al y se cubrió el rostro, por el cual volvieron a resbalar las lágrimas, y los sollozos volvieron a sacudir su cuerpo. El muchacho entendía bien el dolor que ella sentía, así que se abstuvo de abrazarla, pues eso solo la haría llorar más. En cambio, caminó hacia las tumbas de los Tucker, se dejo caer de rodillas y juntó las manos, orando. Nina lo miró sorprendida, e hizo acopio de sus fuerzas para dejar de llorar y adoptar una actitud firme. Medio minuto después, Al levantó la mirada, se puso de pie y le dirigió una sonrisa sincera a la chica.
-Sabes, Nina… - empezó a contarle, acercándose a ella – Yo también perdí a mi madre. Ella me tuvo fuera de su matrimonio, en secreto. Así que yo siempre viví con mi padre, en Dublith, mientras que ella vivía en Central. Ella nos venía a visitar después de cada Navidad, Año Nuevo, Día del Padre… y por supuesto, en mi cumpleaños; de modo que aprendí a amarla como se supone que se debe amar a una madre.
Un día, en mi cumpleaños número diez, ella no vino. Lloré todo el día. Semanas después fue cuando mi padre y yo nos enteramos que había fallecido, y no pudimos asistir a su funeral. Nos enojamos y lloramos un año entero, mi padre quería ir a la casa del esposo de mi madre, pero no lo hizo por respeto a la memoria y los deseos de ella. No obstante, nos enteramos por chismes que aquel hombre la hizo sufrir mucho. Con el tiempo, superamos su pérdida… pero aún nos produce una inmensa tristeza.
Actualmente, mi padre se encuentra gravemente enfermo. Fue trasladado a un hospital en Central para darle un tratamiento más efectivo. De vez en cuando voy a visitarlo, pero esa ciudad me causa repulsión, ya que ahí es donde vive el hombre que hizo sufrir a mi madre, y estoy seguro que mi padre opina lo mismo.
Hasta hace unas semanas, estuve inmerso en investigaciones alquímicas para encontrar la cura para la enfermedad de mi padre, y poder sacarlo de esa ciudad, pero no parece haber respuestas… y entonces mi tío me pidió un favor, así que suspendí las investigaciones. A veces me pregunto… si mi padre se reúne con ella… ¿Quedaría olvidado todo el sufrimiento por el que la hizo pasar su esposo?... pero me doy cuenta que… entonces, el único solo… terminaría siendo yo.
-Al… - murmuró Nina, volviendo a sujetar con su mano el brazo del muchacho.
-Nina… yo entiendo cómo te sientes. – dijo Al cerrando sus ojos por unos segundos, dejando que una solitaria lágrima se resbalara por su mejilla y se perdiera en su cuello – El dolor… tiene diferentes tamaños y formas para cada quien… pero siempre es el mismo color para todos.
La chica miró de nuevo las tumbas de sus padres y se aferró un poco más fuerte al brazo del muchacho. Seguía llorando, pero ya no tan violentamente como antes, sino dejando escapar las lágrimas. No sabía si lloraba por sí misma o por Al, ya que había comprendido muy bien lo último que este dijo. El dolor tiene el mismo color para todos. En tanto, Al simplemente se esforzaba por retener los sentimientos que habían despertado al recordar su pasado. Fue cuando Nina se tranquilizó que se dio cuenta de la manera en que ella estaba aferrada a su brazo, y que tenía las manos muy frías. Al cubrió la mano de la chica con la suya propia y le dirigió una sonrisa sincera, de esas que combinan la preocupación con la comprensión y la felicidad, y que son imposibles de fingir.
-Es tarde, Nina, y hace frío. – comentó.
-Oh… sí… tienes razón… - dijo ella, sonrojándose tanto por el gesto de Al, como por su propia torpeza de ir de noche en invierno tan lejos de la escuela.
-Ven, te acompañaré a la entrada de la escuela. – dijo Al haciendo una seña con la cabeza hacia la salida del cementerio.
-Pero… después te tendrás que regresar… sería incómodo para ti… - dijo Nina, con timidez.
-Por supuesto que no. – dijo el muchacho con una sonrisa – Además, sería un completo estúpido si te dejara irte tu sola por esa carretera a estas horas de la noche.
Y ellos abandonaron el cementerio, e iniciaron su camino a la escuela.
-Oye… ¿No te regañaran por llegar a esta hora a la escuela? – preguntó Al después de un rato, cuando llegaron al sitio donde se encontraba la carretera de asfalto con la de tierra.
-Bueno… seguro que sí… y tal vez que castiguen por escaparme hace unas horas… - respondió Nina – pero no importa, no harán nada hasta mañana, escuché que la directora está en el hospital y hoy no la dejaron salir.
Y-a veo… pero… ¿No quisieras entrar por otra parte? – le preguntó el muchacho – Así te evitarás los problemas.
-¿Otra parte? ¿A qué te refieres? – preguntó ella, confundida.
Al la guió por el camino de tierra y transmutó para ella el muro en un arco, a través del cual se veía directamente el edificio de dormitorios.
-¿Así es como entras sin que nadie te vea? – preguntó Nina, sorprendida.
-En efecto. – respondió Al, con una gotita de sudor estilo animé detrás de su cabeza.
Nina le miró con ternura y luego le dirigió una sonrisa de felicidad.
-Muchas gracias, Al. – dijo ella, acercándose más al muchacho – Te debo mucho.
-No… no te preocupes. – respondió él, regresándole la sonrisa. – Los amigos estamos para este tipo de cosas.
-Amigos… - repitió la chica en un murmullo, conmovida. Después de todo, sí había alguien dispuesto a ser un verdadero amigo.
Desobedeciendo a su buen juicio, Nina se guió por sus impulsos y se lanzó en los brazos de Al, escondiendo su rostro totalmente rojo en el pecho de este. El muchacho permaneció inmóvil unos segundos, pero luego reaccionó y devolvió el tan deseado abrazo, estrechando fuertemente a la chica en sus brazos, respirando con avidez el aroma de ella. Se separaron un minutos después, él con una sonrisa cálida y tranquila, ella con lágrimas en los ojos y una inmensa sonrisa.
-Al… ¿no te molestarías si te busco de vez en cuando? – preguntó Nina.
-Por supuesto que no me molestaría. – respondió Al – Además, yo vengo para acá casi todos los días.
-¡Genial! – dijo ella, sonriendo. – Entonces, hasta luego, Al.
-Hasta luego.
Y ella cruzó el arco corriendo y se dirigió a la entrada del edificio de dormitorios, despidiéndose con la mano antes de desaparecer detrás de la puerta. Al transmutó el arco en el muro que había sido y se dirigió de regreso a Reesembul, con una nueva llama encendida en su pecho.
(+) En realidad no conozco el nombre de la madre de Nina, puse Alice porque me parece un nombre bonito.
¿Qué les pareció el capítulo? Yo estoy orgullosa xD Creo que me emocioné un poco con el RoyxRiza y el AlxNina... el siguiente capítulo trataré mas a fondo el EdxWinry, pero si me tardo, ruego por su paciencia.
Finalmente, les suplico que por favor dejen reviews con su opinión, y quisiera saber si les gusta más que omita las notas de autora y los emoticons.
Matta-ne! n.n
