Usualmente, siempre que Alfred cuenta la historia. Esta termina con el pateando una puerta, proclamándose el héroe mientras dispara un rifle M1-grand matando a los malvados y diabólicos nazis.
Como si hubiera alguna diferencia justificable entre un nazi. Y un alemán. Como si no hubiera problema en matar al primero a pesar de que para un alemán, los americanos mataron personas.
Para Ludwig eran su gente. No importa en cuantas películas Alfred trate de volverlos inhumanos, sin rostro o nombre. Eran soldados, y cuando eres un soldado tu deber es seguir órdenes. No cuestionar si estas son correctas o no. No importa si tienen sentido o no. De todos modos nada en la guerra tiene sentido.
A veces, Ludwig siente vergüenza de lo que hizo. Otras veces razona que es su historia. Y no tiene sentido el arrepentimiento o la negación. Pero lo cierto es que ese momento. Cuando comenzó la guerra y se dejo llevar por la grandeza, el poder y el amor a su gente. Realmente tenia sentido su existencia en manos de un líder que el mundo nunca antes había conocido.
Quizás su carisma política y su cualidad por soñar un mundo unificado. Cuando trajo a casa aliados como Italia y Japón. O la estancia permanente de su hermano Gilbert, Roderich y Elizaveta.
Y en esos tiempos felices, cuando su casa estaba siempre llena de gente. ¿Cómo podía pensar que era malo el formar una familia?.
Recuerda las elaboradas fiestas cuando todas las naciones a su favor venían a festejar. El multicolor de las banderas que rodeaban su propio estandarte rojo. Poderoso e imponente. Y no se sentía como estar solo. Aunque el mayor impacto de la guerra se encontrara solamente sobre el eje.
España venia constantemente a ver a Romano, mientras que Finlandia visitaba a Noruega y Dinamarca.
Su casa nunca se había encontrado tan llena de vida como lo estuvo en ese periodo de la guerra. Y seria una mentira si dijera que quiere olvidar lo que hizo.
Todos han cometido pecados en la confusión de la guerra. Y como una nación es imposible cuestionar los motivos de su gente. Con el tiempo acostumbras vivirlos una y otra vez como si la historia se repitiera.
Guerra tras guerra, el único pacto entre su historia y el destino.
El dolor sin embargo. Generalmente terminan sintiéndolo ellos de forma física y mental. Cada día hasta que termina.
Su casa perdió el brillo, el corte marcial y místico. Y las personas que vivían o dependía de el. Se marchan conforme el avance enemigo transforma el mapa político. Dejando la casa en la soledad que ya conocía.
Al final, su sueño de Alemania unificada muere cuando patean la puerta para entrar.
Pero no es Alfred el que lo hace.
No es el. Y todos hubieran querido que lo fuera.
"¿Qué tenemos aquí?" pregunta la voz melosa e infantil.
Gilbert levanta el rifle, pero el sabe que no esta cargado por que se han acabado las municiones.
Quizás Rusia también lo sabe por que, levanta la tubería hasta que estrella el grifo contra el rubio platinado.
"Todos uno con Ivan…" dice el intruso.
En la mente de todos ronda el mismo mantra. "Ojala hubiera llegado América.."
