Capitulo 3: Plainsong

Se analizó en el espejo nuevamente, despues de correr a Alejando de la habitación, este le envió a Bagoas, quien llegó al dormitorio silencisamente y depositó unas cuantas ropas dobladas elegantemente sobre la cama de Hefestión, quien seguía mirandose al espejo, incapaz de reconocerse, incapaz de entender como le habia pasado aquello.

Bagoas no entendía... Cuando Iksander le dijo que llevara aquella ropa a la habitación del amo Hefestión no le dijo que el amo no se encontraba, tampoco le dijo sobre aquella doncella que estaba sentada frente al tocador, completamente desvestida...

¿Se habría dormido el amo Hefestión con esa mujer? No parecía probable, de haber sido así, tal vez Iksander estaría molesto... No, molesto es poco... Iksander no se molestaba... Iksander tiraba fuego por la boca y gritaba y maldecía a quien tuviese la desgracia de ponerse en su camino... Pero no se enojaba...

No, había llegado a sus aposentos y le ordenó que llevara esa ropa al dormitorio del amo Hefestión, pero si el amo no estaba, Iksander no estaba molesto y la dama estaba ahí... ¡La conclusión mas obvia era que Iksander se había dormido con la mujer! ¡En los aposentos del amo Hefestión! ¡Que humillante y que terrible golpe sería para el amo si llegaba a enterarse! Bagoas inmediatamente comenzó a sentir pena por el...

Si había alguien en este mundo que le caía bien, era el amo Hefestión, por que no estaba interesado en nada que Bagoas pudiera ofrecerle en ningún sentido, no necesitaba esas cosas, y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por Iksander, lo amaba por sobre todas las cosas y lo atesoraba en su corazón como lo mas maravilloso que pudiera haberle pasado en toda su existencia... Bagoas notaba muchas cosas, no era simplemente un eunuco idiota, entendía muchas cosas que otros no entendían... La primera vez que a Bagoas se le ocurrió coquetear abiertamente con Iksander, lo único que tuvo que hacer fue ver los ojos heridos del amo Hefestión para desistir...

Mucha gente no se fija en esas cosas, pero el sí, Hefestión lo miraba como si quisiera matarlo ahí mismo por pensar siquiera en la posibilidad de querer quitarle a Iksander, y aunque su cara no decía absolutamente nada, sus ojos lo decían absolutamente todo, le dolía... Le dolía ver que otro hombre tocara a su otra mitad, y que Iksander no hiciera nada para evitarlo le dolía muchísimo mas...

Entonces Bagoas no lo hizo mas, Iksander se enojó con el por que ahora solamente se limitaba a sus labores como acompañante, pero cuando Bagoas le dijo que no quería disgustar al amo Hefestión con su actitud hacia el, Iksander pareció entender y no estuvo molesto con el por mucho tiempo, y ahora lo llamaba para darle ropa a esa mujer que había dormido con el en la cama del amo Hefestión...

Decir que Bagoas estaba molesto con Iksander era decir poco... Decir que estaba furioso era un poco mas acertado... Dejó la ropa sobre la cama y se dispuso a salir a decirle a Iksander que el no iba a ser tapadera de nadie, que si quería meter mujeres a su cama, a el no le importaba, pero que meter mujeres a la cama del amo Hefestión sin que el amo esté ahí era demasiado y que si el amo preguntaba algo, el no iba a mentirle... Cuando la mujer se dio la vuelta en la silla del tocador y le habló.

-Mírame...- le dijo, no era una petición, era una orden, y Bagoas sintió deseos de no hacerle caso, pero Iksander podría molestarse, así que se dio la vuelta para verla.

Y casi se le detiene el corazón... Pues los ojos del amo Hefestión estaban pegados a la cara de la mujer.

-Estoy en una situación incomoda, ¿no te parece?- Se puso de pie, era tan alta como Bagoas, y un poco mas delgada que el, pero si alguien los viera de espaldas, creería que ambos eran mujeres. -Quiero pensar que tiene algo de ventajoso que me encuentre en esta situación...-

-¿Amo Hefestión?-

-Tenemos que pensar en otro nombre para mi, ¿estás de acuerdo, Bagoas?-

Su voz sonaba dulce y conciliadora, Bagoas estaba a punto de sufrir un ataque de nervios por que no entendía que clase de brujería le habían hecho a Hefestión para que estuviera asi, pero Hefestión conservaba el temple tranquilo y los ojos le brillaban de una manera distinta, algo similar a la confusión mezclada con alegría... Bagoas le vio un momento, y luego vio la pila de ropa que Iksander le ordenó que llevara.

-¿Me permite?- Dijo finalmente, Hefestión le vio como quien mira a un enano verde. -El rey ordenó que trajera ropa para usted...-

-Ah, ya veo...-

-¿Desea que le prepare un baño primero?-

-Si... Gracias...-

Bagoas dejó a Hefestión a solas, quien en turno, se levantó y caminó nuevamente al espejo de cuerpo entero, se analizó a conciencia, tratando de asegurarse de que ese cuerpo que estaba frente a el en el espejo era el suyo... Bagoas apareció un momento mas tarde para decirle que su baño estaba listo, y le ayudó a meterse a la tina, para después dedicarse a lavarle el cabello.

El chico persa podía decir con toda certeza, si a alguien se le ocurriese preguntarle, que no odiaba en absoluto al amo Hefestión, era una buena persona y a pesar de la condición de Bagoas, jamas le había tratado de mala manera, las pocas veces que Iksander lo había mandado a ayudarle, Hefestión le pedía las cosas de forma amable y agradecía todo lo que Bagoas podía hacer... Probablemente lo mejor de todo es que Hefestión era tan bueno como Iksander, regalaba cosas que no necesitaba a los criados y nunca les reprendía cuando se equivocaban o hacían una tontería, y la única vez que Bagoas lo vio realmente molesto, fue por que el horrendo perro de Iksander se había metido en sus aposentos y había hecho un desastre ahí...

Bagoas podía jurar que ese perro debía ser el único ser vivo que no quería a Hefestión... Incluso los que le envidiaban le admiraban en secreto...

-Quiero salir ya...- Le dijo, y Bagoas se puso de pie, tomó una toalla y la extendió para que se secara. -Llama al rey...- Bagoas hizo una reverencia y salió del cuarto de baño. -¿Y Bagoas?

El chico persa se detuvo un segundo, se dio la vuelta y vio a un ser con los ojos del amo Hefestión envuelto en una toalla, mirándole suplicante.

-¿Puedes traerme un plato grande de Shirina Badami?-

Bagoas sonrió... El ser con los ojos del amo Hefestión ERA el amo Hefestión... A nadie mas parecían gustarle esas cosillas mas que a el.

-Como ordene...-

Salió de los aposentos del amo Hefestión, aun preguntándose que clase de hechizo le habían puesto encima al general para que terminara atrapado en el cuerpo de una doncella...

Debió hacerlo alguien que odiaba a Alejandro...

Macedonia

Olimpia no pensaba que hubiera sido tan sencillo...

No podía creerlo... Su regalo hizo efecto mas rápido de lo que ella se imaginaba... Pero no podía enviar su carta ahora, sino hasta que le llegara una carta de Alejandro, quien seguramente le diría lo que estaba pasando...

Hasta entonces, guardaría su carta, y la enviaría hasta que fuera el momento indicado.

Babilonia

-¿No te dijo para qué quería que fuera?-

-No, Majestad, solo dijo que lo llamara, y que le llevara un plato grande de shirina badami...-

-Alejandro...- Le dijo, como tratando de hacer que se acordara de su nombre por una vez en su vida. -Ve por el plato, yo voy con Hefestión...-

-Si, Majestad...-

-¡Alejandro!-

Bagoas se fue, riendo, sabía que no le gustaba ese trato, pero lo hacía de todas maneras... La costumbre era mas fuerte que él...

Hefestión no paraba de mirarse en el espejo, estaba todavía sobre la silla del tocador, con la toalla cubriéndole el cuerpo y los cabellos húmedos pegados a la cara, se miraba como si estuviese viendo su reflejo por primera vez en su vida, levantó una mano para tocarse con los largos dedos la rosada mejilla... Fue entonces cuando se dio cuenta de la magnitud de lo que le estaba pasando...

Si lo veía de forma positiva, era algo muy conveniente... Era irónico que Cassandro estuviese hablando de ello el día anterior... Era algo conveniente para Alejandro y era conveniente para él también ¿Debía empezar a llamarse a si mismo ella? No sabía si se trataba de algún conjuro o una maldición enviada por alguien que quería alejarlo de Alejandro, pero si lo veía bajo una luz mas positiva, se daba cuenta de que existían muchas ventajas en relación a la situación en la que se encontraba actualmente...

Decidido a tomar la situación de la forma mas positiva posible, se puso de pie y caminó hasta la cama, donde se encontraban las ropas que Bagoas le había traído por orden de Alejandro, dobladas pulcramente sobre las sabanas, y tomó una de las prendas... Nunca había necesitado ayuda para vestirse y no creía necesitarla ahora... Sin embargo, cuando trató de desdoblar el largo vestido, se dio cuenta de que la tela era demasiado pesada... O tal vez el se había vuelto demasiado débil, sin embargo, no pudo evitar admirar el vestido, tendría que esperar, sin embargo, a que viniera alguien a ayudarle a ponérselo...

Y como si hubiese sido invocado por su necesidad de finalmente vestirse, Alejandro estaba ahí, detrás de él, tomó el largo vestido entre sus manos y se lo puso por encima de la cabeza a su amante, quien levantó los delgados brazos, y cuando finalmente estuvo vestido, se dio la vuelta en los brazos de Alejandro, y se dio cuenta tristemente de que ya no podía mirarle directo a la cara por que su estatura ya no se lo permitía, y maldijo a quien se había atrevido a hacerle eso, por que seguramente esta persona sabia lo mal que iba pasarla...

Alejandro, por su parte, se preguntaba que clase de brujería había hecho que su amado terminara en esta situación, sin embargo, lo vio como algo conveniente... En algún momento de su vida, tenia que hacer que su madre le dejara en paz, y aunque no quería, podía usar a Hefestión ahora para hacer eso... Hefestión levantó la vista y sus ojos se clavaron en los de Alejandro, como si este tuviese la respuesta a todo, lamentable como era, Alejandro no tenia la respuesta a lo que estaba pasando, pero se sintió como si cayera en un profundo mar cuando vio los ojos azules de su amado, mirándole, como buscando respuestas, acarició una de sus mejillas y la sintió suave, como tocar un durazno maduro, se inclinó un poco y besó suavemente la frente de su amado, mientras acunaba su rostro con las manos.

El momento fue súbitamente interrumpido por la llegada de Bagoas, con el plato dorado que llevaba consigo los dulces persas que a Hefestión tanto le gustaban, sonrió y le hizo un gesto al eunuco para que pasara y los dejara en donde creyera conveniente, Bagoas los puso cerca de la cama de Hefestión y se retiró a una esquina de la recámara, como una sombra, Hefestión tomó una de las pequeñas galletas de nuez y se volvió a acostar en su cama, mirando a Alejandro mientras comía.

-Habla conmigo...- Le dijo, a Bagoas le pareció mas un mandato que otra cosa, se preguntaba si Alejandro le permitía a todos sus generales hablarle como si lo estuvieran mandando para todos lados.

-Estoy bajo la suposición de que quien te hizo esto quería hacerte daño...-

-Lo supuse...- Hefestión dio otra leve mordida a su galleta, cruzando las piernas. -¿Hará esto mas bien que mal?-

-Supongo que pensaron en evitar que pelearas a mi lado...-

Hefestión desvió la mirada, Alejandro tenia razón... Vio a Bagoas un momento, se dio cuenta de que probablemente terminaría haciendo lo mismo que él.

-Pero no voy a permitirlo...- dijo Alejandro, y Hefestión dejó caer su galleta, mirando sobresaltado al hombre delante suyo. -Sigues siendo un guerrero y sigues siendo un excelente estratega... No dejaré que esta situación te detenga...-

-Gracias...- Le contestó su amante, sonriendo, pues deseaba permanecer cerca de Alejandro en todo momento.

-Pero...-

-Imaginé que habría un 'pero' de por medio.- Hefestión no pudo evitar sonreír, y Alejandro hizo lo mismo.

-Deja a este pobre hombre preocuparse un poco por ti... Si te hicieron esto, es porque querían dañarte, aprovechando que cambiaste... Enviaré a dos de los otros generales a que te vigilen cuando no estemos en el campo de batalla...-

-Entiendo y agradezco tu preocupación... Pero no creo que sea necesario que...-

-Te lo digo de nuevo, deja a este pobre hombre preocuparse un poco por ti... No quiero arriesgarme a que algo te pase...-

-Entiendo...- Sin pensarlo dos veces, tomó otra galleta de nuez y comenzó a morderla con gusto, como si la conversación anterior jamas hubiese tenido lugar. -Aceptaré a quien sea que elijas para protegerme...-

-Serán personas de confianza, mi cielo...-

Alejandro se sentó al lado de Hefestión, tomó la galleta de nuez en su mano y se la comió, para indignación de su amante.

-¡Mi galleta! ¡Mala persona!-

Alejandro besó los cabellos de su amante, abrazando su delgada cintura con un brazo, tomó con la mano libre otra galleta y la llevó a los labios de Hefestión, quien la mordió despacio, sin despegar los ojos azules del rostro de Alejandro.

Babilonia, unas horas mas tarde.

-¡De ninguna puta manera, Alejandro!- Cassandro se sentó de forma indignada en su cama, mirando al rey y al otro general que estaba parado a su lado, el cual no parecía tener problema alguno con el arreglo. -Soy general, no dama de compañía... Ve a buscar a alguien que tenga vestido...-

-No vas a ser dama de compañía de nadie, Cassandro... Vas a ser un GUARDAESPALDAS, es una cosa MUY diferente...-

-¡Pues no quiero! ¡Es mi ultima palabra!-

-No te estoy preguntando si quieres... Te lo estoy ordenando... Ahora ve con Cleito y deja de hacer rabietas...-

Cassandro se resignó... No sabía por que carajo un hombre como Hefestión necesitaría guardaespaldas a menos que estuviese en una situación en la que no pudiera defenderse solo, pero tanto Cleito como el lo conocían, sabían que aunque estuviese enfermo, Hefestión podría defenderse solo... ¿Para qué, entonces, querría Alejandro que le cuidaran la espalda?

La puerta del dormitorio se abrió, y el chico persa salió con el plato vacío, Cassandro y Cleito lo vieron un segundo, y el hizo lo mismo, y luego se alejó, sin dirigirles la palabra y sin bajar la cabeza ante su presencia, no le agradaban y el no les agradaba a ellos, tan acostumbrados que estaban a ver a Alejandro darle su indivisible atención a Hefestión.

Entraron al dormitorio y vieron a Hefestión sentado de espaldas en la terraza de sus aposentos, jugando con un abanico, abriendo y cerrando el pequeño adorno, llevaba tantas capas de ropa que Cassandro tuvo que preguntarse si estaba sentado ahí por que no podía moverse a ningún otro lado de tanta prenda que llevaba encima, Cleito se acercó con cautela a Hefestión, pero antes de que pudiera acercarse lo suficiente, fue él quien dio la vuelta para verlos.

Ambos se quedaron en silencio un rato, como si les hubieran robado el aliento, no creían lo que sus ojos estaban viendo...