Capitulo 4: Keen on boys
Era como si se tratara de una estatua de alguna divinidad, ninguno de los dos generales creía lo que veían sus ojos...
La criatura que ellos creyeron desde el principio que era Hefestión giró en su silla, viendo a ambos generales con sus enormes ojos azules, fijos, el abanico de papel cerrado sobre su regazo, envuelto en fina seda babilonia, el cabello castaño trenzado de manera que parecía como si lo hubieran atado con mas cabello, y los enormes ojos azules delineados, mirándoles fijamente, suspiró, y los dos generales se dieron cuenta, por fin, de que no se trataba de una ensoñación o de una estatua, sino de un ser viviente.
-Alejandro quiere burlarse de mi...- dijo, se puso de pie, y salió a la terraza, observando en silencio y con sus vivaces ojos azules los arboles y las flores, abrió el abanico de papel de nuevo, y el aire de éste junto con la suave brisa que entraba por la terraza abierta mecieron los cabellos castaños a los lados. -Dijo que serian personas de confianza...-
Le dirigió una mirada fugaz a Bagoas cuando volvió a entrar a la habitación con un plato con mas dulces, luego vio a los dos generales, que parecían clavados en su sitio, observando como si nunca hubieran visto lo que estaba frente a sus ojos, Hefestión sonrió, sabía que en este punto, tenía la total atención de los dos hombres delante suyo.
-Bagoas...- El chico persa levantó la vista del plato que estaba depositando cerca de la cama de Hefestión, para dirigirle la mirada a él. -¿Tú confías en Cassandro?-
-No me agrada mucho la forma en que me trata...-
-¿Y confías en Cleito?-
-No lo conozco bien...-
-Entiendo... Bagoas... Dile a Alejandro que confío en ti y que quiero que tú también estés a mi lado, si tiene un problema con ello, vendrás y me lo dirás...-
-Como ordene...- Bagoas hizo una reverencia y salió de los aposentos, sonriendo, los dos generales seguían mirando a Hefestión, sin saber exactamente que decir.
-Supongo que Alejandro no les explicó nada... ¿Verdad?- Los dos generales negaron con la cabeza, aun muy nerviosos ante lo que tenían enfrente. -Entiendo... Ni yo mismo se lo que me ha pasado... Esta mañana desperté así... Ayer no era diferente a como me conocían, ¿cierto? No entiendo qué es lo que me pasó, pero supongo que tengo que verle el lado positivo de alguna manera...-
Los dos generales se quedaron callados, mirando, sin entender realmente que pasaba, Hefestión frunció el ceño y se paró delante de ambos.
-Hablen conmigo...- les dijo, Cassandro tragó saliva, Cleito se removió de forma incómoda en su sitio.
-Cuando Alejandro dijo que necesitabas protección...- Dijo el mayor de los dos generales. -No nos imaginamos que sería por este motivo... ¿Que clase de brujería te han echado encima?-
-Si lo supiera... Seguramente no la tendría...- Hefestión se alejó de ambos, se sentó en su cama y procedió a comerse un pashmak* en silencio, Cassandro se preguntaba a donde se iba todo lo que Hefestión se llevaba a la boca, puesto que jamás había visto que engordara un solo gramo. -Me sorprende que Alejandro haya decidido llamarlos a ustedes para que sean mis guardias... Sabe que no confío en ustedes para nada... No entiendo por qué lo hace...-
Bagoas llegó momentos mas tarde y le dijo algo al oído a Hefestión, quien desvió la atención de sus dulces y frunció el ceño, luego volvió a ver a los dos generales, sonriendo.
-Ah... Ya entiendo...- Hizo el dulce a un lado y se levantó de la cama. -Caminen conmigo... Tengo muchas cosas de qué enterarme...-
Fue a pararse entre ambos generales y desvió la vista de uno al otro, frunciendo el ceño de nuevo.
-¿Qué? ¿No van a ofrecerme sus brazos? ¿Que clase de caballeros son?- Le dio un pisotón a cada uno y les atrapó el brazo, para luego salir de la habitación llevando a los dos generales como banderines, ante la mirada divertida de Bagoas, que procedió a acomodar todo lo que había en la estancia de manera que estuviese decente para cuando el amo Hefestión regresara.
Pasaba por los pasillos del palacio con los dos generales detrás, después de decidir que no tenía sentido alguno tirar de ellos y de que ellos le dijeran que no importaba a donde fuera, su deber era seguirlo, hasta que se detuvo abruptamente, y Cassandro chocó con su espalda, ambos estuvieron a punto de caer, pero Cleito tiró del chiton de Cassandro con una mano y del manto celeste de Hefestión con la otra, por lo que ambos quedaron colgando, a centímetros del suelo.
-¿Por que te detienes, tonta?- Le gritó Cassandro, una vez que Cleito lo ayudó a recuperar el piso.
-¡No me digas tonta!- Hefestión estaba a punto de darle un zape a Cassandro, pero Cleito los detuvo a ambos.
-Ya basta, niños... ¿Por qué te detuviste?- Le preguntó a Hefestión.
-¡Iba a decirles pero este MENSO no me deja hablar! Nada mas busca pretextos para gritarle a la gente...-
-¡No me digas menso, travesti!-
-¡Travesti tu madre, fijate!-
-¡A ver, ya basta!- Cleito se sintió de pronto como cuando tenía que separarlos a la tierna edad de 10 años, 13 años mas tarde, las cosas no habían cambiado mucho. -¿Puedes explicarnos AHORA SI, por qué te detuviste?-
La princesa Stateira pasó a su lado, golpeando a Hefestión con el hombro, lo que hizo que casi le cayera a los generales encima, la princesa persa no hizo ademán de darse la vuelta y pedir disculpas, sino que siguió su camino como si hubiese golpeado a una esclava, Hefestión estuvo a punto de alcanzarla y tirarle de los cabellos, pero Cleito le tomó el brazo y caminó a su lado, en dirección opuesta.
-Eso no era necesario...- Comentó, guiando su camino en dirección a los aposentos de Alejandro, por que sabía que Hefestión iba hacia allá desde el principio. -Uno pensaría que alguien de su posición tendría un poco mas de modales...-
-Son persas... Bárbaros... No tienen modales, Cleito...- Comentó Cassandro, caminando un poco por detrás de Hefestión.
-Y cuando dices esas cosas, no demuestras tener mas modales que ellos...- Dijo Hefestión, sin soltar el brazo de Cleito, pero con una expresión seria, como si quisiera regresar sobre sus pasos y decirle unas cuantas verdades a la princesa.
Antes de que pudieran llegar a los aposentos de Alejandro, Hefestión giró a la izquierda, tirando con una fuerza demasiado grande para su situación actual del brazo de Cleito, quien casi choca contra Cassandro, que tampoco esperaba tal movimiento, y le siguieron hasta donde estaban los demás generales desayunando y charlando animadamente. Hefestión se detuvo, y todos los generales y soldados guardaron silencio y voltearon a verle, en ese momento, Hefestión supo que ya todos sabían lo que estaba pasando.
El lugar estaba tan silencioso que podría haberse escuchado caer un alfiler si alguien hubiese tenido uno para dejarlo caer, todos miraban a Hefestión, Perdicas tosió despacio, y todos se giraron a verlo, con autosuficiencia, Hefestión bajó los escalones despacio, y fue a sentarse donde lo hacía siempre, generales y soldados le vieron un momento, y luego, decidiendo que no había nada mas que ver, procedieron a seguir comiendo y bebiendo normalmente.
Cleito y Cassandro seguían pegados a su sitio en la entrada del salón, vieron a Hefestión un segundo y luego entraron al salón y se sentaron a ambos lados del general convertido en doncella, Hefestión se entretenía en comer de las uvas de Lisímaco, quien le miraba como si tuviera dos cabezas, Hefestión revoleó los ojos, Lisímaco no le quitaba la vista de encima.
-¡Lis, deja de verme! Parece como si quisieras hacerme un hoyo en la cara...-
-Lo siento... Pero es que... Es increíble...-
-Si así lo miras tú imaginate como me siento yo...-
Minutos después, Bagoas entró al salón, corriendo disimuladamente, con las manos metidas en las mangas de su manto dorado, el horror pintado en su rostro, empujó a Cleito y se sentó al lado de Hefestión.
-Iksander planea casarse...- Le dijo, Lisímaco, Cassandro y Cleito casi se le echan encima para enterarse del chisme. -Nadie se ha enterado por mi... No se con QUIEN planea casarse, pero le pidió a Eumenes que le enviara una carta a su madre para anunciarle su deseo de casarse, para que ella venga a Babilonia...-
-No... Me... Jodas...- Cassandro se sentó nuevamente, después de prácticamente estar sentado encima de Hefestión, rígido, vio a Lisímaco y luego a Hefestión, Bagoas respiraba agitado, y Cleito pidió agua para el chico persa. -¿Crees que se vaya a casar contigo?- preguntó Cassandro, mirando con sus enormes ojos azules a Hefestión.
-¡Imagínate!- susurró Lisímaco. -Sería la reina de Macedonia, Persia Babilonia... ¡Imaginate nada mas!-
-Calla Lis, no es seguro todavía... Podría escoger a alguien mas...-
-La posibilidad está ahí... Alejandro necesitaría ser muy tonto para no considerarla...-
-¿Que tal si prefiere casarse con alguna mujer persa o algo así?- Bagoas se miraba preocupado. -Para hacer alianzas y esas cosas...-
-¡Callate los ojos, mocoso!- Lisímaco le tiró una uva que le dio directo en la cara. -Eso ya son palabras mayores, que no te oiga, es capaz de que le gusta la idea... Y yo no se ustedes, pero hay muchos soldados y generales que no están muy felices con eso de los jovencitos persas en el ejercito macedonio...- Le dirigió una mirada leve a Cleito. -Como aquí mis ojos...-
-A mi lo que me molesta es que ya se crea persa, los mocosos me vienen a dar mas o menos igual... Lo que me frustra es que quiera hacerle creer al mundo que aquí y en Macedonia nada mas su mierda apesta...-
-Cleito, esas palabras delante de la dama, por favor...- Cassandro se llevó una uva a la boca, sonriendo, pero no pudo comerla por que la perdió bajo la mesa, gracias a un codazo de parte de Hefestión.
-Como si no hubiera escuchado las palabrotas de Cleito desde que tenía 8 años...-
-El chiste aquí es saber con QUIEN planea casarse Alejandro... Puede incluso que planee casarse contigo...-
-Su madre se moriría...- Comentó Lisímaco.
-Esa mujer es especialista en molestarse por TODO lo que hace Alejandro... No parece que nada de lo que hace él la hace feliz...-
-Espera demasiado de él...-
-Yo no la conozco...- Comentó Bagoas, los cuatro guerreros lo miraron en silencio.
-Créeme, niño bonito, NO QUIERES conocer a Olimpia...- le dijo Cleito, bebiendo un poco de vino.
-Allá viene Alejandro...- Dijo Lisímaco, disimuladamente.
-Nadie ha dicho nada y nadie sabe nada...- Susurró Cassandro.
Alejandro les pasó de cerca, pero ellos hicieron como si no lo hubiesen visto, Lisímaco despertó a Ptolomeo, que había estado dormido sobre su plato durante toda la conversación, y todos hicieron como si no hubieran visto al rey soldado y se pusieron a hablar de trivialidades, Hefestión se daba aire con el abanico de papel que ostentara desde que sus guardianes habían llegado a sus aposentos, Bagoas se limaba las uñas con la determinación de un guerrero afilando su espada, Cleito se rascaba la barba, Cassandro bebía un poco de vino y se metía uvas por montones a la boca, Lisímaco se entretenía lanzando uvas a distancia a cualquier guerrero que se dejara y Ptolomeo bostezaba como león, sus bostezos sobresaltaban incluso a Alejandro.
-Hace tanto calor en Babilonia...- Dijo Hefestión, abanicándose.
-Lo sé, mira mis brazos... Parezco una lagartija...- se quejó Cassandro.
-Por eso Bagoas me cae mal... Miradlo, nosotros muertos de calor y el parece una rosa...- Comentó Lisímaco.
-Yo estoy acostumbrado... Para mi, no hace tanto calor...-
-Claro, para él, esto es como una salida a la playa...- Ptolomeo se dio cuenta de que estaba sudando como un cerdito. -¿No hay playas por aquí? Nos haría bien salir a la playa...-
-¿Creen que haya pulgas por aquí? Tengo mucha comezón en la barba desde ayer...-
-No, Cleito, esa es la seña inequívoca de que tienes que bañarte mas seguido...- Lisímaco rió, y esta vez fue Cleito quien le lanzó una uva en la cara.
-¡Yo me baño, puto! ¡No como otros!-
-Yo pensé que Cassandro y yo eramos los niños...- Hefestión se abanicó un poco más con pereza, mirando lánguidamente a Alejandro. -Oh ¿estabas ahí?- le dijo sonriendo.
Si los generales hubiesen podido comentar, habrían dicho que fueron capaces de ver a Alejandro derretirse con aquella sonrisa pícara desde donde estaban sentados.
-No te vi... ¿Has estado muy ocupado?-
-He estado...- Alejandro avanzó hacia donde estaba Hefestión y fue a sentarse a su lado, Bagoas se excusó y salió del salón. -Pero necesitaba desayunar... Y verte...-
-¿Verme? ¿Tanto así?- Hefestión se cubrió la boca con el abanico y soltó una risita, y si Cassandro, Lisímaco, Ptolomeo y Cleito no lo conocieran, habrían creído que era una doncella coqueta que sabía de sus encantos y conocía como usarlos a su favor. -No sabía que me quisieras tanto...-
Alejandro carraspeó, haciendo que Lisímaco y Cassandro se miraran riendo de forma disimulada, Cleito seguía disfrutando su vino, y Ptolomeo había vuelto a dormirse encima de su desayuno, sin prestar atención a absolutamente nada más.
-Yo... Mandé a que trajeran a mi madre a Babilonia...- Dijo Alejandro, y Cassandro soltó un ligero gemido de molestia, como si no le hiciera feliz la conversación.
-¿En serio? ¿Cuando vendrá?- Hefestión hizo su abanico a un lado y se llevó una uva a la boca, sin despegar los ojos de Alejandro.
-Pues... No lo sé... Cuando... Pues cuando...-
-No te preocupes, mi rey...- Hefestión puso énfasis en 'mi rey', volcando su atención en su abanico nuevamente. -No tienes que darme explicaciones a mi...-
El resto del día se llevó a cabo sin novedades, Perdicas se cayó de su caballo y se lo llevaron cargando como costal a su tienda, y Ptolomeo se quedaba dormido de pie cada que tenía oportunidad, un tal Adelphos cometió la grosería de puntualizar el hecho de que Hefestión era mujer (Como si fuese la cosa menos obvia del mundo...) y Alejandro lo mandó azotar por abrir la boca de mas, aunque Hefestión le dijo que no era necesario, a Lisímaco se le rompió uno de los broches del chiton en medio de una practica, se le cayó hasta los tobillos y todos se burlaron, todos excepto Cassandro, que estaba ocupado tratando de hacer que Bucéfalo dejara de morderle el cabello, mientras Alejandro se derretía como mantequilla en una sartén cada vez que Hefestión se reía, no se había sentido así por el desde que lo conoció por primera vez en Mieza.
-Estúpido calor...- Se quejó Cassandro, quitándole sus cabellos de entre los dientes al necio caballo de Alejandro por enésima vez. -Me voy a poner rojo como un camarón si sigo bajo el sol de esta manera, y luego...-
No pudo terminar sus quejas, pues se dio cuenta de que Bucéfalo había soltado su cabello (por fin), y se giró para ver que le pasaba al animal (La ocurrencia de que el caballo dejase su pelo en paz era rara) y se dio cuenta de que Alejandro, montado sobre el caballo, miraba con la boca abierta hacia donde Hefestión maniobraba a una yegua tanto o mas inquieta que el mismísimo Bucéfalo, pero que parecía apaciguarse con la voz suave y delicada de Hefestión, que ya estaba encima de ella, acariciando su cuello con los largos dedos, hablándole con la dulzura de una madre. Generales y soldados miraban con la boca abierta y los ojos como platos, la yegua estuvo a punto de moler a pisotones a Crátero, pero Hefestión se acercó a ella sin problema, susurrando cosas inaudibles de forma suave, acariciando el cuello y la cabeza de la yegua, y finalmente, ayudado por Crátero (Tomando en cuenta que era bastante mas pequeño de lo que solía ser, por tanto, subirse a un caballo era mas difícil) montó a la yegua, que permanecía tranquila escuchando lo que fuera que Hefestión le decía.
-Quiero quedarme con ella...- dijo, y desvió sus grandes ojos azules hacia Alejandro. -¿Te parece buena idea que la compre?-
El mercader babilonio que había llevado al animal, junto con otros caballos para vendérselos a los soldados y generales, vio en dirección a Alejandro, como si tuviera un signo de interrogación flotando sobre su cabeza, Alejandro se encogió de hombros.
-Compra lo que gustes, pero ten cuidado con ella...- Alejandro hizo ademán de alejarse con todo y su caballo, pero Hefestión tiró de las riendas de la yegua para galopar a su lado.
-Si no quieres que la compre, no lo haré...-
-Si tu quieres comprarla, no puedo detenerte...-
-Si que puedes... No tengo dinero...- Alejandro detuvo a su caballo, suspirando.
-Pretendes que te la compre...-
-Cuando lo dices así, parece una tontería... Voy a necesitar un buen caballo... El que tenía se fracturó, ¿recuerdas? Ya no podrá volver a correr en un campo de batalla...-
-Entiendo...- Alejandro bajó la cabeza, derrotado. -Que otra... La compraré para ti...-
Olvidando absolutamente todo tipo de entrenamiento que le hubiesen dado para suprimir emociones, Hefestión prácticamente se le echa encima a Alejandro, rodeando su cuello con los delgados brazos y plantando un sonoro beso en su mejilla, quitarse a alguien con la complexión física actual de Hefestión habría sido fácil, y Alejandro podría haberlo hecho, pero estaba demasiado ocupado quedándose quieto como un animal asustado para pensar en otra cosa.
El resto de la tarde pasó sin consecuencia alguna, Hefestión cenó, sentado al lado de Alejandro, y después de beber un poco de vino, se fue a sus aposentos, se dio un baño y luego dejó que Bagoas le peinara el cabello en una gruesa trenza, atada con una cinta dorada.
-¿Crees que lo que dijo Lisímaco hoy pueda ser verdad? ¿Crees que Alejandro pretenda casarse conmigo?-
-Creo que Iksander hará lo que el piense que sea correcto tanto para el como para ti... Pero solo el tiempo dirá lo que va a pasar...-
-Me partiría el corazón en pedazos que después de lo que me está pasando, decida casarse con alguien mas...-
-Y si se casa con alguien mas...- Bagoas sonrió, viendo a Hefestión a la cara a través del espejo, y acomodando la trenza delante de él, para que viera el resultado. -Siempre podemos encontrar una manera conveniente de que... Desaparezca...-
-¡Bagoas! ¡No me des ideas!- Hefestión le dio un golpecito en la mano con su abanico de papel, riendo. -Ahora se por que le caes tan bien a Alejandro, eres un autentico demonio...-
-Me hace sentir tan bien cuando me dicen lo malo que soy realmente...- Dijo, sonriendo maliciosamente. -He tenido pocas oportunidades de escucharlo, y siempre es un placer cuando me lo dicen...-
-Me imagino...- Hefestión suspiró. -¿Que será de mi si Alejandro decide que ya no me ama?-
-No creo que eso suceda pronto...- Bagoas le ayudó a quitarse el manto celeste y meterse a la cama. -Si os sirve de consuelo, tampoco me buscará a mi si lo hace...- Hizo una reverencia y salio de la habitación. -La noche traiga descanso...-
-Y a ti...- Le respondió Hefestión, antes de que la puerta se cerrara completamente, recostó la cabeza en la almohada y se durmió rápidamente.
Desde la seguridad de su escondite, Alejandro vio a Bagoas salir de la estancia y caminó sigilosamente hacia la puerta, abriéndola despacio. La figura durmiente no se inmutó, el rey sabía que su amante era de sueño pesado, no despertaría a menos que lo movieran con mucha fuerza, así que, callado, se metió entre las sábanas y rodeó la fina cintura con los brazos, en sueños, Hefestión se giró, descansando su cabeza en el hombro de Alejandro, exhaló un suave suspiro y siguió durmiendo, Alejandro sonrió y besó la frente de su amado.
Ningún cambio haría que dejase de amarlo nunca...
*Pashmak es un dulce persa, en realidad es como algodón de azúcar.
