CHARLAS CON TERRY GRANDCHESTER
LA MAGIA DEL TEATRO
Por Fénix y Lee
Sirenas de la Atlándida de Terry.
La voz de Terry interpretando a Macbeth suena vigorosa hasta en el más íntimo rincón del recinto teatral.
MACBETH: ¡Maldita sea tu lengua que así me arrebata mi sobrenatural poder! ¡Qué necio es quien se fía de la promesa de los demonios que nos engañan con equívocas y falaces palabras! ¡No puedo pelear contigo!
MACDUFF: Pues ríndete, cobarde, y serás el escarnio de las gentes, y te ataremos vivo a la picota, con un rótulo que diga: "Este es el tirano."
MACBETH: Nunca me rendiré. No quiero besar la tierra que huelle Malcolm, ni sufrir las maldiciones de la plebe. Moriré batallando, aunque la selva de Birnam se haya movido contra Dunsinania, y aunque tú no seas nacido de mujer. Mira. Cubro mi pecho con el escudo. Hiéreme sin piedad, Macduff. ¡Maldición sobre quien diga "basta"!
Se desarrolla un sangriento combate en el escenario que termina con la muerte de Macbeth. Minutos después cae el telón y la ovación no se hace esperar. Charlie aplaude rabioso, profundamente impresionado por el espectáculo del que acaba de ser testigo. Durante años ha intercambiado correspondencia con Terry. Primero desde el reclusorio juvenil en el que pasó varios meses cumpliendo la sentencia por varios cargos por robos menores; después, desde Minneapolis, en donde finalmente encontró una forma digna de ganarse la vida como mesero. La vida fue benévola y, después de años de esfuerzos, ahora posee un pequeño pero exitoso restaurante en la capital de Minesota. Está en Nueva York de visita, invitado por Terry. Han departido desde el día de su llegada y hoy, finalmente, pudo ser testigo del talento y éxito arrollador de su amigo en el escenario. Los aplausos cesan después de algunos minutos y, cuando se encienden las luces, abandona su butaca y se dirige presuroso al camerino de Terry. Al llegar, lo encuentra en el umbral, comentando con Robert los pormenores de la función. Tienen lugar las presentaciones de rigor y después de algunos instantes de charla, los dos jóvenes entran al camerino del actor. Terry se sienta frente al tocador iluminado en su contorno por decenas de pequeñas bombillas que proveen de una luz adecuada para la tarea de maquillaje y caracterización.
- ¡Estuviste magnífico! – Exclama, sentándose en un cómodo sillón desde donde puede ver el rostro de Terry reflejado en el espejo.
- Gracias. Me alegra mucho que te haya gustado.
- ¡Vaya que me ha gustado! Jamás imaginé que el mundo del teatro fuera tan fascinante, y eso que sólo lo he vivido como un simple espectador.
- ¿Verdad que todo lo que rodea a la puesta en escena es fantástico? – Pregunta Terry visiblemente entusiasmado con el tema. - Es un ambiente que vivo todos los días y que no soy capaz de describir con exactitud porque está más allá de mi mismo. Me alegra sobre manera que hayas podido respirar este aire que llena mis pulmones día a día. Las luminarias, el proscenio, el foso orquestal, las butacas. Todo diseñado para sacarte de tu realidad y llevarte a un lugar salido de la mente de alguien que nunca has visto, en la mayoría de los casos.
- Sí. Sin duda es un ambiente mágico.
- El teatro es el mejor lugar sobre la faz de la tierra. Millones de cosas pueden pasar. Tienes razón, todo es cuestión de magia, la que sale de la pluma del escritor – asevera Terry esbozando una gran sonrisa de satisfacción. Es evidente que ama su profesión hasta la médula y que disfruta de cada detalle, de cada instante. - Otra de las cosas que amo del teatro es que, además de ser un espectáculo que entretiene, es un escaparate para presenciar sucesos que te dejan algún tipo de enseñanza. A veces tan crudo como la realidad que nos negamos a ver porque es más cómodo vivir pensando que está en algún lugar lejano a nosotros y a quienes amamos.
- Eso es cierto – afirma Charlie desde su asiento mientras observa meticulosamente la tarea de limpieza que Terry lleva a cabo en su rostro. En su mundo no es común ver a un hombre entregado a tales tareas. - ¿Siempre te maquillas para actuar?
- Sí. Es necesario para acentuar los rasgos y que puedan observarse mejor desde cualquier parte del teatro, sobre todo cuando se trata de obras de corte clásico.
- ¿Lo haces tú solo? – pregunta evidentemente interesado.
- Depende del personaje. Si no necesito cambiar de imagen, me maquillo solo, pero si necesito caracterización prefiero que lo haga un profesional.
- Entiendo. Jamás lo hubiera imaginado – dice sorprendido. – Dime algo, Terry, ¿cómo te preparas para salir a escena?
- La preparación para salir a escena es distinta dependiendo del personaje que voy a interpretar, la mayoría de las veces sólo requiero de vestuario y maquillaje sencillo. Suelo estar siempre temprano en el teatro, unas dos horas antes de la función. Si es una obra que nunca he interpretado o que tengo poco tiempo trabajando en ella, me gusta repasar mis líneas y movimientos en el escenario antes de que comience la función, después voy a vestirme. Si no requiero de caracterización solamente me maquillo con una base del color de mi piel y, como te acabo de decir, marco mis rasgos para que se puedan notar desde cualquier parte del teatro. No es fácil maquillarte así porque debes lucir natural, como si no trajeras nada en el rostro.
- Como hoy ¿cierto?
- Exacto – afirma Terry levantándose del tocador, con el rostro ya desmaquillado, y dirigiéndose hacia el vestidor ubicado en la parte posterior del camerino para cambiar su vestuario por su ropa de calle. – Siempre estoy listo por lo menos quince minutos antes de que me llamen – continúa explicando. – A veces espero los últimos minutos escuchando música, leyendo algún libro o el periódico.
- ¿Aún te pones nervioso antes de salir a escena?
- Sí. Nunca sabes lo que puede pasar. Es, hasta cierto punto, una inquietud, no sabes si el público aceptará tu interpretación como lo esperas o si habrá gente que te abuchee; puede que se duerman – dice Terry encogiéndose de hombros a lo que Charlie responde con una sonora carcajada. – Es en serio – afirma el actor también entre risas. – Todas las noches es diferente y, entre una función y otra, te sientes de distinto modo, a veces muy cansado, a veces lleno de energía… es un albur. Por eso me gusta tanto el teatro. Es todo un reto poder interpretar sin errores un papel que puede llegar a ser extremadamente complicado, en donde no puedes permitir que interfiera tu estado de ánimo. – Terry habla mientras sale del vestidor, se dirige a una esquina del camerino en el que hay una bandeja surtida con varias botellas de cristal cortado llenas de diferentes licores, le ofrece una copa a Charlie y él se sirve un vaso con agua, se sienta frente a su amigo quien lo observa detenidamente y piensa en lo satisfecho que evidencia sentirse. – Cuando haces cine siempre puedes corregir, puedes dejarlo para después y el resultado que se ve es impecable. En cambio, en el teatro debes hacer miles de cosas para que los errores no se noten, hacer las cosas de forma más natural, no entrar en pánico cuando algún compañero improvisa u olvida su parte, ¡o peor! Cuando eso te pasa a ti mismo. Todo esto es estresante pero emocionante y satisfactorio cuando sales avante de situaciones difíciles.
- ¿Te ha sucedido? ¿Haz olvidado tu parte alguna vez? – Pregunta Charlie después de darle un largo trago a su copa de brandy.
- Sí, muchas veces. Me jacto de ser una persona extremadamente enfocada pero a veces no puedo evitar que algo se me olvide o perderme entre una escena y otra. Honestamente me sorprende una cosa – la expresión de Terry cambia, se vuelve más oscura, algo triste. Guarda silencio unos instantes, bebe un sorbo de agua y continúa: Cuando hice a Romeo… no sé cómo pude decir todas mis líneas sin equivocarme. Había tantas cosas a mi alrededor que pudieron ser factor para que yo estuviera fatal. Pero salí adelante… por lo menos por un tiempo.
- ¡Y de qué manera! Aún recuerdo los comentarios que leí en los periódicos sobre tu actuación de esa tarde del estreno.
- Gracias. La verdad es que aún me sorprendo de aquella capacidad que tuve para controlar las cosas siendo tan joven. No me duró mucho tiempo, pero pude hacerlo…
- Eso es lo más importante – Charlie está conmovido. Sabe lo que su amigo siente porque él mismo lo ha experimentado – que después retomaste el camino. Nadie está exento de caídas pero no cualquiera se levanta.
- Aprecio que lo digas – dice Terry sintiendo la empatía del hombre, moreno y con una cicatriz cruzando una de sus mejillas, sentado frente a él. – Creo que me dejé llevar demasiado tiempo por el dolor.
- Mira, Terry, los seres humanos somos así. Todos estamos expuestos a cometer errores, de todos tipos. Yo he robado en algún momento de mi vida y eso no quiere decir que ahora mismo sea un ladrón. La vida me dio una oportunidad de cambio, de mejora, la tomé y heme aquí, convertido en un hombre de bien a pesar de mis equivocaciones pasadas.
- Tienes razón, a veces creo que soy muy duro conmigo.
Alguien toca a la puerta. Terry abre, le informan que su auto está listo.
- Yo invito la cena esta noche – dice Charlie y los dos salen del camerino dispuestos a pasar una magnífica velada plagada de recuerdos de juventud.
