CHARLAS CON TERRY GRANDCHESTER
DESNUDOS SOBRE EL ESCENARIO
Por Fénix y Lee.
Sirenas de la Atlántida de Terry.
El espeso follaje de Central Park se divisa como una mullida alfombra verde desde la terraza del departamento del piso doce del edificio ubicado en el número 15 de la avenida Central Park West, y contrasta espectacularmente con las estructuras de vidrio y concreto de los edificios que le rodean. Terry observa embelesado ese contraste, no deja de sorprenderse ante ese discrepante escaparate de belleza a pesar de observarlo cada día; la monotonía no ha logrado contaminar su capacidad para asombrarse por ello. Le gusta hacerlo a diario, bien desde su recámara, desde el salón o en la misma terraza en la que ahora se encuentra con un vaso de whiskey en las rocas entre sus manos. El sol se está ocultando y el cielo ofrece un hermoso espectáculo de tonos naranjas, violetas y rojizos. Terry sigue observando y recuerda los atardeceres que amaba observar trepado en la rama más alta del árbol más alto del enorme jardín del Colegio San Pablo, o aquellos que disfrutó desde la azotea del teatro Strafford cuando aún era un actor novato. Las vibrantes notas de Verdi provenientes del equipo de sonido inundan el ambiente y le agregan dramatismo al espectáculo visual. Terry cierra los ojos, suspira y tararea algunas de las estrofas de Aída interpretadas por la potente voz de Carusso. Se siente pleno, consciente de que le faltan cientos de metas por alcanzar antes de sentirse satisfecho con su vida, pero feliz con la certeza de que está disfrutando enormemente el camino que lo llevará a ellas. El silencio momentáneo siguiente a la nota final de la obertura le hace salir de sus pensamientos y abrir los ojos, puede ver con beneplácito que las luces de la ciudad han empezado a encenderse y que el disco solar ha desaparecido del todo tras el poniente del horizonte. Lentamente se acerca hacia la mesa de madera tropical que la mucama ha engalanado para agasajar a su invitada que, si es puntual, no tardará más de quince minutos en llegar. Escudriña con detenimiento cada uno de los detalles y reconoce complacido que el fino mantel blanco presenta un liso impecable, que los cubiertos de plata brillan como espejos, que el cristal de las copas es casi tan transparente como el aire y que los candelabros protegen adecuadamente del viento las flamas de las pequeñas velas que contienen.
El sonido del timbre le indica a Terry que Estella Goudge ha llegado, mira su reloj y sonríe al confirmar que su amiga cumple a cabalidad con los cánones más estrictos de la puntualidad. No hace mucho que la conoce pero desde el primer instante sintió una afinidad que pocas veces había experimentado. Estella es una extraordinaria chelista conocida en el mundo de la música por su rebeldía y profunda irreverencia hacia lo establecido. Su formación fue clásica pero nunca se conformó con ser una gran concertista a pesar de haber tocado en los escenarios más importantes del mundo y de haber sido dirigida por los más importantes directores en la escena musical internacional. Dueña de una personalidad tan arrolladora como compleja, Estella decidió, en algún punto de su carrera, que su necesidad de crear un estilo propio era más importante que seguir siendo la intérprete de violonchelo más importante del mundo, así que se dedicó a explorar nuevos horizontes. Al principio se refugió en el jazz pero al poco tiempo se dio cuenta de que ese cambio no era suficiente y comenzó a experimentar con creaciones de compositores nóveles, fusionando estilos tradicionalmente considerados como incompatibles y alejándose cada vez más de los cánones. No es una mujer hermosa, dista mucho de serlo, pero no le hace falta, su carisma y su personalidad la hacen más atractiva que muchas mujeres de hermoso rostro y nula inteligencia.
- Querido… - dice Estella a modo de saludo al acercarse a Terry.
- Estella… tan puntual como siempre – responde Terry mientras deposita un beso en cada una de las mejillas femeninas.
- No podía ser de otra manera – dice ufana mientras se quita los guantes y se los entrega al sirviente junto con su bolso de mano. - ¡Este lugar es hermoso! Tienes una vista privilegiada – exclama complacida y Terry sonríe al recordar que minutos antes él pensaba en lo mismo.
- No me puedo quejar, me va bien – responde el actor entregándole un martini - Cuéntame, ¿qué ha sido de tu vida en últimas fechas?
- Estuve en Londres hace unos días – Estella toma su copa y se acomoda en un sillón que le permita seguir admirando la belleza del firmamento nocturno. Una característica usual en ella es no dar rodeos para encontrar la forma "adecuada" de abordar los temas que son de su interés por lo que abruptamente expresa: – Fui al teatro. Una obra muy interesante que aborda un tema complejo y doloroso: el abuso sexual de un padre sobre sus hijos. Hubieron desnudos y escenas de sexo y me quedé pensando en ti. Me propuse que lo primero que haría al verte de nuevo sería preguntarte si has hecho alguna escena de ese tipo a lo largo de tu carrera.
- No. Nunca he hecho algo así porque las adaptaciones en las que he trabajado no lo han requerido. El teatro clásico está más enfocado a otros aspectos de la vida de las personas – responde seguro de sí aunque algo sorprendido por el cuestionamiento de Estella.
- ¿Harías un desnudo en escena? – le pregunta a quemarropa.
- Tendría que ser muy trascendente para efectos de la obra…
- ¿Si lo fuera? ¿Si tuviera absoluta trascendencia…?
- Sí – afirma Terry con seguridad.
- ¿Estás seguro? ¿Lo harías a pesar de los riesgos? – Estella da un sorbo a su martini con elegancia y sonríe maliciosa. – Conozco a más de dos que con tal de ver tu trasero desnudo pagarían una butaca durante toda la temporada para cada representación de la obra.
- ¿Cuántas son más de dos? – pregunta Terry entre carcajadas.
- La mayoría de mujeres que conozco.
- ¡Vamos! No es para tanto.
- ¿No es para tanto? ¡Demonios Grandchester! Eres un tipo endemoniadamente atractivo y lo sabes. A eso me refería cuando hablaba de los riesgos de desnudarte en público.
- Entiendo perfectamente a lo que te refieres. Sé que ese tipo de cosas son una garantía de taquilla, por eso dije que lo haría sólo si fuera algo de absoluta trascendencia en la trama de la obra. Nunca me ha interesado que la gente vea mi trasero sino mi talento y creo que hasta ahora lo he conseguido de una manera más que satisfactoria – dice el actor sonriendo de lado en un maravilloso desplante de arrogancia.
- ¿Y qué hay del sexo?
- Tampoco he hecho escenas de sexo hasta la fecha, pero no me niego a la posibilidad de hacerlo, aunque debo decir, aun con el riesgo de parecer disco rayado, que tendría que ser una escena plenamente justificada.
- No te creo – dice Estella con cierto desdén para después caminar hacia la mesa y sentarse.
- Si algo en la vida no soy es mojigato – dice Terry sentándose y dando un tono mucho más fuerte en sus palabras – pero tampoco me gusta trabajar en temas sexuales sólo por conseguir audiencia. Eso no va conmigo. – Las palabras de Terry van cargadas de esa fuerza que tanto le gusta a Estella, es por ello que le gusta provocarlo.
- Lo sé. Sólo quería ver cómo reaccionabas – responde ella sonriendo y tomando una de las manos de Terry en señal de paz. - ¿Sabes? El violonchelo es un instrumento con una gama de matices casi infinita. No todos los instrumentos pueden expresar tanto cuando los acaricias. Las notas emanadas del violonchelo pueden llevarte desde la dulzura más sublime hasta la desolación más profunda, pueden provocarte desde la más infantil de las ternuras hasta la más perturbadora sensación de temor. Desde el instante en que te conocí te comparé con mi violonchelo y al igual que a él, me gusta explorar tus posibilidades, los matices de tu personalidad.
- No sé si sentirme ofendido o halagado – dice Terry retirando su mano del contacto de la de Estella – no me gusta que me vean como a un objeto.
- Para mí el violonchelo es mucho más que un simple objeto, es mi compañero; más allá de un instrumento para crear música, lo es para expresar mis ideas y sentimientos.
- Entiendo. Supongo entonces que debo optar por sentirme halagado – expresa Terry mucho más relajado.
- Así es. Pero no nos desviemos del tema. Hablábamos de si harías una escena de sexo.
- Supongo que si el papel lo exige y es el marco correcto… sí, la haría.
- Lo imaginé, aunque creo que debe ser algo sumamente difícil.
- Sí, sobre todo por la actriz que pudiera ser mi compañera. Es actuar en un área demasiado íntima.
- Bueno, estamos hablando de que ella también sería una profesional.
- Los actores aún siendo profesionales, no somos de piedra. No puedes hacer como que acaricias sin tocarla y todo para que no se excite o no te excites tú.
- Buen punto. Además, supongo que para darle realismo a la escena debes dejarte llevar por las sensaciones.
- Sí, y para un hombre, no aparentar excitación cuando la está sintiendo o controlarla del todo es muy complicado. Alguna vez le pasó a alguien. Este actor estaba haciendo una escena de sexo en una novela, ella estaba vestida con una bata de algodón muy ligera, él se acostó sobre ella. La escena era llevada sobre él. El tipo tuvo una erección, aunque trató de contenerla no pudo. Después no encontraba dónde esconderse por la pena que sentía con la actriz que se supone, era su amante.
- ¡Vaya manera de exponerse!
- Así es, por eso te digo que si un trabajo no requiere forzosamente de una escena de ese tipo, no debería tenerla. Es exponer a los actores a pasar por una situación muy vergonzosa si las cosas no se controlan adecuadamente.
- Entiendo, porque, además, por lo regular las actrices suelen ser mujeres muy hermosas, con cuerpos esculturales y bellos rostros. Supongo que eso, junto con la desnudez o semi desnudez, complica las cosas.
- Así es, aunque algunas veces no necesitas que la actriz no tenga ropa para que su sola presencia te haga desvariar.
- ¿Te ha sucedido?
- ¿Qué me guste una actriz?
- Si.
- En más de una ocasión he trabajado con actrices que me han gustado mucho.
- Supongo que eso facilita las cosas. Pero dime algo, ¿harías una escena de amor con alguna mujer que te fuera francamente desagradable a nivel físico?
- Sí – responde Terry sin dudarlo un instante. – Mira, este medio vende mucho el aspecto físico, pero creo que el trabajo del actor es representar a otras personas que no necesariamente deben ser agraciadas en ese aspecto sólo porque el medio está estereotipado. Creo que para ser actor o actriz no es necesario que tengas la apariencia de una escultura de Miguel Ángel. Si de eso se tratara no habría calvos, gordos y el largo etcétera que quieras añadir. La belleza no está necesariamente en la forma física de las personas, para mí cuenta mucho la química. He conocido mujeres extremadamente bellas y no me provoca besarlas ni llevarlas a la cama. En cambio, he conocido mujeres que no son catalogadas como hermosas y que yo daría un brazo por tenerlas para mí. ¿Me explico?
- Si – murmura Estella después de un largo silencio. Terry ha tocado un punto en el que ella se siente vulnerable. Sabe que no es una mujer hermosa y, a pesar de no demostrarlo ni admitirlo siquiera delante de ella misma, le agrada saber que hay hombres que tienen esa visión. Eso le da cierta sensación de seguridad.
- ¿Sorprendida? – pregunta Terry al sentir el mutismo de su amiga.
- Sí. Mucho.
- ¿Puedo saber por qué?
- No imaginé que un hombre como tú viera las cosas desde esa perspectiva. Me gusta… me hace sentir que vales la pena.
- ¿Lo dudaste en algún momento? – cuestionó Terry alzando una ceja.
- Todos los hombres son dignos de que se dude de ellos en ese aspecto.
- ¡Vaya! Una feminista.
- Ok, lo soy. Pero en este caso específico ese concepto no aplica. Me refiero a que los hombre como tú, guapos, ricos, rodeados del glamour de la fama y la fortuna, suelen fijarse únicamente en las mujeres bellas a nivel físico.
- Ese es un viejo y gastado cliché. La mayoría lo son, pero no todos somos la mayoría.
- ¿Cómo has llegado a tener esta visión tan diferente?
- Supongo que la culpa la tiene el paso de los años. Creo que esto que dices es una de las razones por las que hay tantos matrimonios y divorcios entre actores. Es muy fácil sentir enamoramiento por alguien atractivo y aún más cuando debes besar y acariciar a ese alguien cada noche en el caso del teatro, o en varias escenas en le caso del cine o la televisión; y después, al paso de pocos meses, resulta que no, o que te "enamoraste" de otra persona.
-No debe ser fácil consolidar una relación- expresa Estella con un dejo de decepción en la mirada – Pero supongo que eso no es algo exclusivo del ambiente artístico.
-Es cierto. Pienso que mucho tiene que ver que nosotros estamos en un escaparate, y para mucha gente lo que está en exhibición, está disponible o a la venta.
-Esa es una de las cosas que más me gustan de ti. Siempre encuentras la manera de expresar de forma acertada lo que piensas. Pero dime una cosa… De esa lista de romances que se dice has tenido, ¿hubo alguna relación que se viera en peligro por las "demandas" de tu trabajo?
-Bueno, en realidad nunca he tenido una novia formal después de Susana, pero sí, algunas mujeres me celaron por mi trabajo. – Terry cambia su expresión relajada por otra que denota molestia al recordar los hechos que le relata a su querida amiga – Me conoces y sabes que esas son las cosas que me hacen explotar. Y mira que muchas veces me comporté sereno y traté de entender sus puntos de vista.
-Pero tu paciencia no es precisamente infinita – dice Estella en tono juguetón - ¿No?
-En efecto, así es. ¡Solo eso me faltaba! que una que no fuera nada mío me celara de esa forma.
Ambos ríen a carcajadas. Estella escucha a su amigo y en su mente se dibujan las escenas donde imagina a Terry discutir con sus enamoradas.
-¡Ay Terry! Casi puedo imaginar tu cara de fastidio.
-Honestamente no tenía otra que ponerles. En fin, creo que eso se da en relaciones en cualquier medio. Solo que nosotros los artistas tenemos fama de inestabilidad emocional y por lo tanto sentimental.
-¿Tú la tienes? – pregunta Estella a quema ropa.
-¿Qué cosa?
-Inestabilidad sentimental.
-Yo pienso que no. La tuve años atrás, pero ahora sé lo que quiero para mi vida y qué hacer para conservarlo. – toma un trago de su vaso y tras un breve silencio continúa: - Claro que en teoría todo es perfecto, falta ver si a la hora de los hechos soy una persona estable- remarca con un guiño de ojo. – Hace ya mucho tiempo que no pierdo la calma por una mujer.
-Pero ¿Cómo es eso?- pregunta Estella asombrada e incrédula ante las palabras de su amigo, ella siempre ha visto en Terry a un hombre seguro de si mismo en extremo. – ¿Terry Grandchester es capaz de perder la calma por una mujer?- pregunta de forma incisiva, pero que no tiene intención de lastimar, es simplemente parte de su personalidad y Terry lo sabe.
-Fue hace tanto tiempo que casi no lo recuerdo.
-¡Por dios Grandchester!, no me salgas con que no lo recuerdas. Anda – le demanda entregándole su copa – cuéntamelo todo.
-No hay mucho que contar Estella, en realidad todo fue muy breve, – La mirada de Terry cambia de intensidad y la chelista se conmueve al ver lo que posiblemente no fueron celos o inestabilidad caprichosa – verás, hace muchos años tuve una novia quien por circunstancias de la vida, vivió con otro hombre.
-¿Y cómo fue que lidiaste con algo como eso?
Mientras Terry preparaba otra bebida para Estella, le explicaba:
-El hombre con el que vivía era mi amigo. Había sufrido un accidente en Europa que le hizo perder la memoria. Mi novia era enfermera y amiga suya desde mucho tiempo antes de que yo la conociera.
-Pero la carne es carne Terry – interrumpió Estella buscando provocar alguna reacción en Terry.
-Lo sé, pero estoy seguro que nunca pasó nada de lo que imaginas. La relación de ellos no se basaba en eso, además, a ella la conozco bien, nunca hubiera podido volver a verme si mi amigo hubiera traspasado los muros de la amistad y ella lo hubiese aceptado.
-Cariño, eres deliciosamente inocente.
-¿Te parece?
-Sí, pero ¿sabes una cosa? Creo que todas estas experiencias te han ayudado a madurar y estoy segura que a la que le entregues el anillo de compromiso será una mujer extraordinaria que sabrá comprenderte y aceptará que más de dos comprarán butaca todas las funciones de la temporada el día que decidas mostrar tu lindo trasero en el teatro.
-Jajajajajajaja, bueno mi querida Estella, eso solo el tiempo lo dirá-respondió Terry cuando pudo dejar de reír.
-Espero que sea pronto querido. ¡Salud!
-¡Salud!
La noche era joven y estos amigos disfrutaron cada minuto de su velada, hablando de estos y otros temas.
