Ésta es mi versión del final. Realmente, es casi lo mismo, con mi pequeña escena editada. Es cortito, quien sabe, puede llegar a gustarles.
Aclaración: Los personajes no me pertenecen, son de Rumiko Takahashi.
I KNOW
capítulo único
Nosotros éramos el destino del otro.
No importaba cuando, pero creo que siempre lo supimos.
—InuYasha, lo siento… —sonreí con las lagrimas bordeando mis ojos— ¿me estabas esperando?
Tartamudeó. Su mano se cerró más fuerte sobre la mía y quiso decir mi nombre.
Di un pequeño brinco para caer sobre la hierba. Necesitaba percibir la presencia de su cuerpo para volver a sentirme pequeña. Fueron tres años en los que busqué su tamaño.
— ¡Tonta! —era un regaño y casi un jadeo también. Me envolvió en sus brazos y cerré los ojos, recordando su aroma— ¿Qué has estado haciendo?
¿Qué había estado haciendo? Dependía. Algunos días era un desastre, me tendía en cualquier lugar de la casa y rodaba y lloraba hasta quedarme seca. Otros, en cambio, iba a la escuela y garabateaba su nombre en mis cuadernos.
Él estaba temblando, o era yo, o quizá ambos. No lo sabía.
— ¡Kagome! —esa era la inconfundible voz de mi añorado Shippô.
Levanté el rostro de mi ahora —y por siempre— refugio. Mis amigos corrían acortando distancia hacia nosotros. Veía niños pequeños con ellos. Necesitaba ponerme al corriente.
Giré mi rostro hacía InuYasha. Sus brazos seguían en mí y los míos en él.
Le dediqué la mejor sonrisa que pude haber practicado en el espejo. Iba a decírselo. Fueron tres años sin poder soltar aquello más que en mis pensamientos o sueños.
—Te amo —susurré.
Su rostro enrojeció, y por un medio segundo, convulsionó.
Tendría que decírselo más seguido de ahora en adelante, quizá con el tiempo se acostumbrase.
— ¡Kagome! —ésta vez fue la voz de Sango. Ellos también me habían extrañado.
Otro medio segundo después, InuYasha lo captó. Pegó su frente a la mía, mostrando sus blancos y perfectos caninos cuando sonrió.
—Lo sé —contestó.
Hablábamos de InuYasha, no de Kôga ni Hôyo. Nadie además de algún incrédulo esperaría que InuYasha se confesara.
Díganme tonta, o conformista, pero esa fue la mejor respuesta.
—Cuanto tiempo, señorita Kagome —Oh, Miroku, ¡Que bien se sentía oír su madura y pervertida voz!.
Giré el rostro, gritando sus nombres con cada sentimiento que encontré.
Y comencé a correr hacía, lo que creo todos saben, mi mañana.
FIN
