Primera Tormenta

Se levantó tan rápido de la cama como había abierto los ojos.

-Woah –dijo perdiendo el equilibrio. Harry la detuvo antes de que cayera de nuevo a la cama. Ese hombre la salvaba de todo. –Gracias –apenas y pudo murmurar cuando ya andaba apresurada para la puerta del baño. Casi ni llegaba. Gracias a Dios Harry era un estúpido hombre y había dejado la tapa del inodoro abierta, si no seguro vomitaba todo el baño. Entonces lo sintió de nuevo tomándole el cabello. Rodó los ojos, se levantó, se limpió la boca con un papel que Harry le acercó y lo miró. –Sabes, no tienes que soportar todo esto.

Harry se encogió de hombros sonriendo –No me importa.

Ginny rodó los ojos de nuevo. –Eso ya lo sé. –Harry reprimió una sonrisa.

-¿Tiene algo de malo?

-¡Puede que no me sienta cómoda mostrando mi vulnerabilidad de vómito por las mañanas frente a ti! –gritar no le había hecho bien y volteó rápidamente para vomitar de nuevo. Harry le tomó de nuevo el cabello, pero Ginny le sacudió la mano. –Déjame en paz.

-Como quieras –le dijo y se fue. Ginny se incorporó y volteó asustada. Harry, quien se andaba riendo, se detuvo de inmediato y corrió hacia ella. –Lo siento, era una broma estúpida. No lo dije en serio.

-¡Claro que sí! ¡Soy un asco! ¡JAMÁS SERÉ UNA BUENA MADRE! -Harry parpadeó varias veces antes de abrir la boca sin tener nada que decir. ¿De dónde había salido eso? De todas las cosas que creyó que iba a decir, ésa era la que nunca cruzó por su mente. -¿Lo ves? ¡Ni siquiera lo puedes negar! –Ginny estaba al borde de las lágrimas y Harry seguía paralizado.

-Claro que no, Ginny. Es algo que haremos juntos y… -Pero entonces vio que Ginny ya estaba llorando y se asustó más. -¿Qué sucede? ¿Te duele algo?

-¡NO! ¡ES MI ESTÚPIDA VEJIGA DE NUEVO! ¡No me ha dejado dormir toda la noche! ¡No he parado de ORINAR!

Harry no pudo más. Se tiró al piso riendo a carcajadas mientras Ginny se paraba todavía con las lágrimas brillándole en la mejilla para tomar su varita. Le apuntó directo a la cara.

-No te atreverías –le dijo mirándola desde el suelo todo despeinado y sonriente.

-Pruébame, Potter.

Se miraron a los ojos por unos minutos, pero entonces Ginny se mordió el labio mientras juntaba sus piernas y hacia como si bailara. Harry intentó ocultar una sonrisa, y Ginny salió corriendo al inodoro. Se sentó y después de unos cuantos segundos la escuchó suspirar. Harry creyó que la tormenta había acabado y volvió a reírse.

Incárcero! –gritó Ginny de repente. Unas cuerdas amarraron a Harry de las muñecas y los pies y Ginny rió malévolamente al ver sus patéticos intentos de levantarse.

-Ginny, lo siento. Vamos, quítame esto, tengo que ir a trabajar.

-Hum… Creo que me perdí la parte en la que decías que ése es mi problema.

Harry abrió la boca asombrado y la cerró. El problema fue cuando, una hora después, Ron llegó tocando a la casa con brusquedad. Harry y Ginny se hallaban en el desayunador, el primero observando a Ginny devorar todo lo que había a su alcance.

-Ron, no creo que deberíamos estar aquí. A lo mejor están haciendo cosas de las que no te quieres enterar –escucharon decir a Hermione significativamente.

-¡Exactamente por eso vengo! Porque no puedo dejar que lo hagan mientras Harry tiene cosas más importantes.

-Ron, escúchate. Estás diciendo pura barbaridad. Están CASADOS. Pueden hacerlo cuando se les dé la gana.

-Él debería estar trabajando, QUE NO LO HAGA CUANDO NO SE PUEDE HACER –pero Ginny lo interrumpió abriendo la puerta. Todavía estaba en pijamas y Ron entrecerró los ojos. –Vengo por el traidor. -Pero entonces Harry se acercó brincando discretamente todavía amarrado. A Ron se le iluminaron los ojos. -¡Eso, Weasley! ¡Digna de ser de la familia!

Ginny lo silenció con un movimiento rápido de su varita y le quitó a Ron la suya con otro. Hermione la miró sonriendo abiertamente.

-¿Quieres pasar a desayunar?

-Seguro.

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