Pfff, nueve mil días sin internet es una gran MUNGA (ver Recreo: la serie animada de Disney para comprender el significado de la palabra). ¿Saben qué es lo mejor? Tuve tiempo de escribir demasiados capítulos. ¿Saben que es lo malo? Que la mayoría son de cuando está a punto de aliviarse (: Pero no se preocupen, ya está planeado todo.

En fin, muchos reviews dicen que necesitan más capítulos porque ya se cansaron de releer. Me he enamorado de ustedes. Gracias por darme Felix Felicis gratis e instantáneamente.

La Noche

Caminaba por un pasillo que resultaba aterradoramente familiar. Totalmente oscuro salvo por la poca luz de la luna que entraba por los ventanales, sentía el chapoteo que hacían sus zapatos al pisar los charcos. Tragó saliva una vez frente a la puerta que comenzaría el gran camino por recorrer. Tocó el picaporte pero se detuvo vacilando… ¡Pero necesitaba seguir! ¡No le podía dar miedo ahora! Así que tomó su varita y abrió la puerta.

Había esperado escuchar los llantos de Myrtle, pero al parecer los baños estaban vacíos. Solamente había una vela prendida junto a los lavabos y había sangre fresca en varios lugares que terminaba mezclándose con el agua del suelo. El lugar era aterrador y el silencio empeoraba todo.

-Ábrete –dijo en pársel.

No sabía por qué estaba ahí, ni qué hacía ahí… ni siquiera el por qué seguía el camino sin sentido. Solamente sabía que el basilisco no podría molestar, porque ya lo había matado. De eso estaba completamente seguro. ¿Entonces por qué tenía miedo? ¿Por qué seguía el camino si aparentemente no había nada al final?

Se dio cuenta de que algo estaba mal cuando se abrió la última puerta de piedra. Había llegado a la cámara de los secretos, pero estaba totalmente oscura salvo por el fondo. ¿Cruzar o no cruzar?

No supo cuánto tiempo estuvo ahí parado pensando. ¿Cruzar o no cruzar? ¿Qué había ahí al final que valiera tanto la pena?

Movió la cabeza de un lado a otro y dio un paso atrás determinado a regresar. Entonces, escuchó con claridad el único sonido que lo haría cruzar corriendo aquella oscura cámara peligrosa. Era Ginny. Su esposa, su amada. Había regresado al lugar de los hechos y gritaba de dolor. ¿Tortura? ¿Pero quién la torturaba?

Entonces vio con claridad. Fue como si alguien quisiera que viera lo que estaba sucediendo. Ginny se hallaba amarrada a un pedazo de la estatua de Slytherin. Tenía el basilisco muerto a un palmo de su cuerpo.

Se acercó corriendo a atenderla. Con la varita en la mano, comenzó a cerrar todas las heridas que encontraba. Descubrió un tobillo roto y al tocarle la muñeca izquierda, Ginny se hinchó de dolor. Estaba igual rota. La miró a los ojos.

-Está bien, Ginny. Estaremos bien.

Ginny no contestó. Sólo lo miró. Harry se acercó para besarla y ella respondió como de manera urgente. Se separaron y se miraron a los ojos. De repente Ginny desvió la mirada y sus ojos se contrajeron de miedo. El poco color que había recuperado desapareció y Harry volteó de inmediato.

-¡Expelliarmus!

La varita cayó en el suelo lejos de él. Se le cayó el alma a los pies. –Te destruí –apenas y dijo. –No puedes estar aquí.

Él se limitó a sonreír.

-Por favor, déjalo en paz –habló Ginny. La voz sonaba tan débil que Harry se alarmó. Había empezado a sudar. –Déjanos en paz.

Antes de que Harry pudiera reaccionar, salieron de la nada 2 mortífagos y lo sujetaron uno a cada lado. Las manos eran tan fuertes que por más que se retorciera, no se movía un centímetro.

CRUCIO!

Ginny no gritó. Sin energía, cerró los ojos y se quejó por lo bajo. Una tercera persona rodeó a Harry por el cuello con un brazo y le puso la varita en la garganta con el otro. Reconoció sus largas y delicadas manos y la piel se le puso chinita de rabia: era Bellatrix.

-¿Por qué vivirás ahora, Harry?

-¡DEJA DE HABLARME COMO SI ESTUVIERAS MUERTO, RIDDLE!

-¿Por quién vivirás ahora que estoy a punto de matar a tu familia?

-¡DEJALA EN PAZ! Mátame a mí. Ahora.

-Qué romántico –dijo Bellatrix. Harry reprimió un gruñido. Escuchar esa voz después de tantos años era realmente asqueroso. Voldemort se limitó a mirarlo.

-¿Morir por alguien que "amas"? ¿Vale la pena?

Harry no contestó.

- Dile adiós a la familia. Te quedarás solo. Y vivirás para contarlo. Morirás vivo.

-El Voldemort que yo conocía creía que morir era lo peor. ¿Quién eres tú para arruinar mi familia?

-Tu mujer está abortando en estos momentos.

Volteó apresuradamente. La sangre le escurría de los muslos. Ginny miraba cómo la sangre llegaba al suelo con lágrimas en los ojos. Apenas y tenía fuerza para levantar la cabeza. Harry intentó moverse una vez más.

-Matar –dijo Voldemort en pársel. Con un movimiento de su varita, deshizo las cuerdas que la amarraban y cayó al suelo con un golpe sordo. Nagini se acercó lentamente a la presa saliendo de la oscuridad… preparada para atacar mientras Harry veía sin poder deshacerse de las manos que lo rodeaban… Ginny sujetándose al piso con toda su vida y levantando una vez más la cabeza para ver al hombre que amaba por última vez…

...

-¡NO!

Despertó de un sobresalto y se cayó de la cama. Escuchó una risa ahogada por encima de él y se incorporó de inmediato. La cicatriz le ardía y, temeroso, puso una mano sobre su frente, ensuciándose completamente de algo pegajoso.

-Lo siento –le dijo Ginny asomándose por el borde sonriendo y dándole una servilleta. –No me pude contener.

Harry se limpió. Era chocolate espeso ardiendo que Ginny le había puesto siguiendo la forma de su cicatriz. -¿Por qué lo hiciste, Ginny? Me diste un susto de muerte. -La sonrisa de su esposa desapareció inmediatamente.

Le costó tiempo comprender que tenía que disculparse. –Digo, no es que me moleste, pero…

Ginny ni siquiera lo miró y se volvió a recargar de su lado de la cama murmurando cosas que creía que Harry no escuchaba. -… Parece él el embarazado. Nunca se deja de quejar. Si supiera lo que estoy viviendo por su culpa y de su estúpido pene. Nunca tuve control. Dios, Ginny, que tonta eres. Ellos sólo tienen placer y de repente ¡bam! le dejan una carga pesada a tu cuerpo…

Harry se asomó por el borde de la cama todavía controlando su susto y la vio borrosamente sentada con una bolsa de frituras sobre sus shorts. Traía una camisa holgada de Harry y un pequeño bulto en su estómago se pegaba levemente a la tela.

Una vez sentado en la cama, se puso las gafas y trató de respirar hondo varias veces para controlarse. ¡Pero qué sueño tan horrible! ¿Qué pretendía su mente? Fue entonces cuando vio el alboroto que había en su cama.

-¿Estas comiendo papas fritas? –le preguntó. Ginny lo ignoró. -¿Entonces para qué es el chocolate? –Ella metió una fritura en un frasco de chocolate que también estaba entre sus piernas y se lo metió a la boca. Harry la miró con asco. ¿Desde cuándo le gustaba lo agridulce? Ginny, sin dejar pasar desapercibido el gesto, volteó enojada.

-¡No es mi culpa que no te levantes a hacerme de comer! ¡Tenía hambre y lo único que hacías era gemir y llorar como estúpido!

Harry se estremeció al recordar su sueño y miró la mesita que había junto a la cama. Se puso los lentes y vio que eran las 4 de la mañana. Volteó a verla tratando de tranquilizarse de nuevo.

-¿Qué? –le preguntó Ginny con impaciencia mientras seguía comiendo. Harry se acercó a ella y la abrazó. Después besó el estómago. Ginny rodó los ojos. –Eso no fue nada sentimental.

Harry sonrió ya más tranquilo.

¿Los desilusioné? ¡Los amo! Subo los demás en cuanto pueda, lo juro.