-Bill, Bill, Bill. Ich liebe dich Bill. -era el grito unánime de las miles de fans que se colaba en la limosina aun con los vidrios subidos y perfectamente sellados. El polarizado total, impedía que alguna lograra el mínimo de visibilidad hacia adentro del auto que se desplazaba frente a ellas.

-Te vez nervioso. -señaló Dave.

-Siempre lo es, no me explico cómo aún todo esto me logra poner tan ansioso.

-Bueno date el beneficio del cansancio, aterrizamos hace dos horas, tienes tres meses viviendo en California en un apartamento que para nada tiene la comodidad de tu hogar, las grabaciones. Bill todo hace mella. –Le razono su manager, quien volteó hacia el piloto e indicó–. Vamos a dar una vuelta un poco lejos mientras chequeamos algo más.

El auto dio una vuelta alejándose de nuevo del hotel, donde se disponía dar la rueda de prensa para el lanzamiento de su segundo álbum solista. Era sólo un requisito mediático, el álbum ya tenía aseguradas 100,000 copias en pre-venta sólo en Amazon.

El joven de suaves pero ya masculinas facciones había dejado de ser el andrógeno llamativo, ahora era todo un hombre, con su muy personal sentido de la moda que siempre provocaba revuelo donde estuviera.

Sacó un espejo para verse rápidamente el maquillaje, el reflejo que éste le devolvió fue exquisito, sonrió levantando su ceja en aprobación.

–Creo que estos tipos hicieron buen trabajo. -comentó al aire. Refiriéndose a los estilistas que le habían asesorado en el cambio de imagen.

-Natalie. -dijo sin ver-. ¿Cómo va lo de Georg?

-Cenas hoy con él para afinar detalles.

-¿¡Hoy!?

-Sí, mañana tienes todo el día ocupado y luego empiezan los ensayos de la gira.

-Bueno ya que, ¿Diste mi lista de exigencias para el tour a la compañía?

-Sí.

-¿Qué dijeron?

-Aprobado, como siempre.

-Bill.- Interrumpió Dave.

-Dime.

-Demos un repaso a los detalles del evento.

-Claro.

-Primero bajas firmas autógrafos a toda la primera línea.

Asintió concentrado, le gustaban los detalles y el equipo que le había cuidado en todo el proceso de Tokio Hotel sabía perfectamente cómo manejarlo, porque a Bill Kaulitz se le podrían repetir mil veces las instrucciones y aun así nunca quedar completamente satisfecho.

-Entramos al camerino y viene el primer cambio de ropa.

-Perfecto.

-Luego la conferencia de prensa.

Respiró profundo, sabía que gran parte de las preguntas siempre lo arrastraban al pasado.

-Sé cómo voy a manejarlo.-dijo en voz alta.

-No vamos a dar mucho tiempo a la prensa, no te preocupes por eso. Luego vamos de regreso al camerino para el siguiente cambio y una pequeña convivencia con las 10 fans ganadoras de la página web.

-¿Trajiste los nuevos posters? -preguntó a Natalie. Esta asintió mostrándole el tubo, en forma de respuesta.

-Los voy a firmar antes de la conferencia. Les vamos a dar eso y una copia del anterior DVD y no firmo nada de Tokio Hotel ¿quedó claro? –Inquirió viendo a su equipo-. Revisen lo que traen y no las dejan entrar nada de Tokio Hotel.

-¿Y sí…?

-Y si nada.-cortó de inmediato. -Si alguien protesta, son órdenes de la disquera y se acabó.

Hizo un ademan con la mano indicándole a Dave que continuara.

-Regresamos al salón, donde instalaremos una pequeña tarima, subes al escenario interpretas dos canciones en versión acústica y se acabó.

-Mierda, no sé cómo vaya a salir eso.

-Va a salir perfecto Bill, ensayaron las canciones una semana sólo tuviste un día de viaje, imposible que algo salga mal.

-Bueno, tienes razón. Me preocupo por nada. ¿Quiénes vienen?

-Gente de la disquera, los periodista…

-Hey Dave. –interrumpió-. Gente que me importe.

-Andreas y su novia, tu madre con… con, eh…

-Tranquilo ni yo le sé el nombre aún del nuevo novio de mamá. -El sonido de su móvil interrumpió la conversación, vio el identificador y una autentica sonrisa se formó en su rostro.

-¿Gustav?

-El mismo. -Fue la respuesta que le llegó del otro lado del teléfono.

-Mierda Gustav, tengo chinita la piel de alegría ¿hace cuanto no te veo? ¿Dónde estás? .- preguntaba impetuoso.

-Tenemos tanto de qué hablar Bill. A ver no nos vemos desde hace seis meses, que coincidimos en Londres y estoy en Berlín.

-¿Berlín?

-Sí, hospedado precisamente en el hotel donde un buen amigo lanzará su disco y me preguntaba si podría llegar sin invitación.

-Serás idiota, cómo se te ocurre preguntar eso, deja te comunico a Natalie y ella coordina tu entrada. Mierda, Georg va a morir cuando le cuente. -agregó efusivo.

-¿Lo has visto?

-Ceno con él esta noche ¿Vienes?

-Suena bien.

-Bueno hasta dentro de un momento Gusti. -se despidió, dándole el teléfono a su asistente.

El brillo en sus ojos parecía haber vuelto después de los años.

-Llegamos. –anunció el piloto, parando frente a la alfombra roja.

-Bien señores bienvenidos al segundo álbum de Kaulitz. -dijo Dave, mientras todos en el auto estallaron en aplausos y vitoreó.

Bill sonrió.

-Gracias, un esfuerzo conjunto de eso no hay duda. –dijo, aplaudiéndole devuelta a su equipo.

-Es ahora Toby. -indicó Dave, mientras el encargado de la seguridad de su protegido descendía de la puerta delantera, con dos hombres más para proceder.

-Espera. –gritó el chico.

Dave lo volteó a ver.

-¿Qué pasa?

-Falta alguien.

-Bill. – Respondió su manager, haciendo una pausa mientras respiraba profundo. Había evitado eso durante toda la tarde, sabía lo que le causaría al chico. -Él no vendrá. -Soltó por fin.

-¿Qué dijo?

-No pudo.

-¡No pudo! ¿Cómo mierdas no pudo? Dame el teléfono Nath.

Marcó un número, la línea sonaba desconectada. Marcó uno más, no contestaba.

-Llamemos a la oficina. -interrumpió su asistente, cayendo en cuenta de la desesperación que estaba a punto de apoderarse de Bill. Tomó ella misma el teléfono y marco a la planta.

-Ponlo en altavoz quiero oírlo.- Exigió.

-Gracias por llamar a K.T Enterprises ¿En qué le puedo ayudarle? –fue la voz de la operadora quien contestó.

-Con la oficina de Mr. Tom Kaulitz. Por favor.

-¿Quién le habla?

-Bill Kaulitz.-

-Le comunico.

-Despacho de Mr. Tom ¿En qué puedo servirle?

-Señorita Natalie Franz, le saluda.

-Miss Franz, diga.

-Mr. Bill necesita hablar con su hermano.

-¿Puedo tomarle el mensaje? El señor está en una reunión.

Bill cerró los ojos mientras arrebató el teléfono de las manos de su asistente.

-Vamos a trabajar. -ordenó bajando de la limosina.

***

-Señor. -fue la voz de la asistente que quebró el silencio de su oficina. Más éste no despegó sus ojos un segundo del mural frente a él. Un suspiro salió de lo más profundo de su ser.

Margaret sólo bajó la mirada. Su jefe era un hombre de nunca parar un segundo, ella juraría que no lo había visto descansar desde que le conoció, verlo en momentos de debilidad a ella le parecía un abuso a su privacidad. La chica giró sobre sus talones, se disponía a dejarlo solo maldiciéndose por ser tan inoportuna.

-Magui no te vayas. –pidió éste–. ¿A qué venias? –preguntó, apartando por fin la vista de el mural.

-Necesito que me firme la autorización de la gira de su ge…

-Ya entendí, sólo dame el maldito papel. -le cortó a tiempo mientras firmaba-. Ahora, dime por favor que este día ya terminó.

-Sí señor, mañana tiene…

-Mañana es mañana ¿sí? Ahora se una buena chica y déjame descansar, llama a mi grabador personal y deja ahí mi agenda, prometo no faltar a ninguna cita. Me voy a casa. –anunció apretando un botón que llamaba al jefe de su seguridad y asistente personal.

Saki apareció dos minutos después en la puerta del señor, una sonrisa casi de complicidad intercambio con su jefe. Ese chico que hace algunos años cargaba con un brazo y lo sacaba asustadizo de los jalones de cualquier fémina alocada, hoy era un hombre al frente de más de lo que algún día hubiera podido imaginar y que para nada parecía temeroso. Lo escoltó hacia la camioneta con sus guardaespaldas y llegaron a casa.

Entró silbando una alegre melodía. Saki lo observó detenidamente. Si Tom quería fingir una felicidad que era obvio no sentía, no se sabría precisar ¿a quién quería engañar su jefe? porque a él no sería, le conocía y sabía que el brillo de los ojos de ese chiquillo se había apagado desde hacía mucho tiempo atrás.

Tom caminó recogiendo su correspondencia.

-No pienso salir hasta mañana, puedes disponer de tu tiempo como prefieras. -instruyó a su asistente. Éste asintió-. Ordena que me suban una botella de Merlot, enseguida y que tengas una buena noche. –se despidió desapareciendo del vestíbulo, subiendo a su habitación.

No habían pasado más de unos segundos cuando un grito casi con dolor se escuchó en la casa.

-¡Sue! –fue el nombre que masculló Tom con rabia.

El ama de llaves corrió al encuentro del señor.

-¿Qué mierdas hace esto en mi recamara? –gritó, tirando fuera de la habitación un porta retratos.

-Señor yo lo… su madre lo trajo señor. -justificó en medio de un tartamudeo.

-¿Cómo?

-Su madre esta mañana.

-¿Que dijo?

-Que le traía un regalo y subió a colocarlo ella misma, dijo que como no iría al
lanzamiento…

-Pues no, Sue. No. ¿Quién paga tus servicios?

-Usted señor.

-Entonces, es la última vez que te repito lo mismo, en esta casa no quiero una sola foto de Bill, ¿entendido?

-Si señor lo lam…

-No lo lamentes, sólo deshazte de eso. –dijo, señalando el cuadro hecho añicos en el piso.

Tom soltó su largo cabello, perfectamente alaciado mientras cerró la puerta de su habitación tras de sí, masajeó su cuero cabelludo tratando de relajarse, mientras marcaba un número de teléfono desde la base.

-¿Simone? -se adelantó al oír que contestaban.

-Hijo, tengo tanto que contarte, acaba de terminar el lanzamiento de…

-No me interesa gracias. -cortó.

-Pero Tom.

-Creo que ya habíamos hablado de eso.

-Es que… amor, no hay motivo.

-No lo sabes, entonces no hables con tanta seguridad.

-Tom, yo eh…

-Mamá eres bienvenida a mi casa lo sabes, pero la próxima vez anúnciate conmigo antes de venir y evita traer regalos de esa índole.

-Tom.

-Dejemos la charla para otra ocasión, hoy es su día no veo para qué alargarnos más, sólo no le menciones el asunto ya sabes cómo es.

-Sí lo sé. ¿Todavía lo sabes tú? –inquirió su madre, pero sólo logró escuchar como su hijo colgaba el teléfono.

-Claro que lo sé. –Contestó, a la soledad de su habitación el mayor de los gemelos-.
No somos tan diferentes, nunca lo hemos sido y no lo seremos ahora.

Salió al encuentro del Merlot que había ordenado previamente. Y con la botella fue directo al jacuzzi se desnudó y al contacto del agua tibia sintió sus lagrimas querer salir-. No Tom, no seas cobarde. –se ordenó mientras sumergía su cuerpo completamente en el agua cerrando sus ojos tratando de frenar su llanto.

El sonido de su móvil le sacó del estupor en el que se encontraba hacía más de veinte minutos, vio el identificador era Georg, sabía que estaba con Bill y no podía darse el lujo de parecer quebrado.

-Mr. Hobbit. -contestó a son de broma.

-Tarado ¿Nunca maduras?

-Parece que no ¿En qué te ayudo?

-Pues nada del otro mundo, estoy con Bill.

-¿¡No me digas!? Mándale saludos

-¿Te lo comunico?

-Vivimos al lado. Georg no seas ridículo.

-Bueno, te llamo porque Gustav está en la ciudad, estamos cenando los tres y queríamos ver si tú…

-No, ah qué mierda. –interrumpió en un tono fingido de pena. Que ni él ni Georg creyeron-. Estoy en una reunión. -apuró a excusarse.

-¿Todavía? Pensé que por eso no habías llegado al lanzamiento.

-Es otra Georg, ¿vez? la gente "madura" como yo, trabaja. –rió.

-Ya vete a la chingada. Entonces ¿no vienes?

-No puedo prometer nada, será en otra ocasión.

-Bueno cuídate.

-Georg, pero estás en la ciudad cierto, ¿cuántos días te quedas?

-Pues al final si firmo con Bill entonces creo que un mes preparando la gira.

-Bueno ¿te parece si comemos mañana tu y yo?

-Suena bien, llámame.

-Pásenla bien y saluda a Gustav. –colgó.

****

-No sé si tu hermano piensa que soy tarado o qué. -gruñó Georg, depositando su móvil en la mesa y empinándose la cerveza que tenía frente a él.

-¿Le salió mal la excusa de esta vez? –preguntó Gustav.

-Terrible ya ni siquiera mentir sabe, se ha vuelto en un evasivo, medio pesado.

-Pero se ve contigo ¿no?

-Claro, pero el punto es: ¿Por qué cuando podemos estar los tres, no?

-Hey. –Llamó su atención Bill, con sus ojos perdidos en el plato que tenía frente-. Tom no es pesado, ni es que no los quiera ver, sólo es un débil y un cobarde.

-Si lo querías defender, creo que el pesado le hacía quedar mejor. –apuntó Gustav, en una carcajada.

****

Tom alzó sus brazos en señal de júbilo. Acababa de terminar el contrato para lanzar su nueva línea de ropa en la 5ta. Avenida en Nueva York y abrir una tienda en el mismo lugar.

-¡Ay mierda! esto se siente tan bien. –Dijo, descansando sobre el sillón en su despacho.

El intercomunicador sonó, subió los ojos al cielo, él mismo se había condenado a eso tenía sus narices metidas en cualquier cantidad de negocios y por lo tanto dos minutos de paz no tenía, de hecho no los quería tener, porque un segundo sin que hacer, era un segundo en que a su mente regresaba él.

-Dime. –contestó.

-Señor Mr. Kerner está aquí.

-¿Kerner del show?

-Sí, es que como no tenía cita con…

-Pues hazlo pasar niña no lo tengas allí.

La puerta se abrió de par en par y en el andén de esta Kerner apareció, entró directo al muchacho dándole un efusivo abrazo al chico que conoció siendo un mocoso y ante sus ojos se había ido transformando, hasta convertirse en el hombre que era ahora. Justo después de la desintegración de la banda había hecho una amistad con él.

-Tom hijo un gusto. –dijo, sentándose.

-¿A qué debo el honor? Pensé que comíamos mañana. –respondió Tom, sirviendo un whisky a su amigo.

-Igual comemos mañana. Vine por negocios, sabes que eso de los rodeos no es lo mío

-Lo sé y por eso eres mi amigo, difícil encontrar a alguien honesto en este medio.

-Me gusta que aprecies la sinceridad, entonces voy al grano ¿Te parece?

El muchacho asintió dándole un trago a su propia bebida, mientras se sentaba frente a Kerner.

-Tom ¿cuántos favores te he hecho yo?

-Incontables.

-¿Te he pedido alguna vez algo, hijo?

-No, por eso siempre digo: pide lo que sea.

-Bueno llegó el: "lo que sea" Tom.

-Pues adelante.

-Vamos a hacer un programa especial, dirigido por mí de nuevo.

-¿Regresas al programa?

-No, mi hijo sigue al frente de la cámara, sólo haremos un especial que conduciré yo por los quince años del show.

-Y yo entro ¿en?

-En que… necesito vengas al programa de invitado.

-Por favor Kerner… No.

-Sabes que no aceptaré ese no, es la primera vez que sé que los cuatro están en Berlín y me pareció increíble un programa de los chicos que volvieron a colocar a Alemania en el mapa.

-¿Hablas de todo Tokio Hotel?

-Exacto.

-Pero yo, sabes tendrías que hablar con…

-Los tres ya aceptaron, sólo me faltas tú sí. Y vine por el.

-¿Cuándo?

-Mañana.

-¿Mañana?

-Entre más rápido mejor ¿no? así no le da tiempo de arrepentimientos a nadie y además Gustav se va en un par de días.

-Claro, no se hable más. Allí estaré. -dijo Tom, con una falsa sonrisa aprendida en otros tiempos a su gemelo-. Llegaré justo a tiempo sí, no horas antes porque tengo una reunión previo al programa.

-Ok perfecto entonces me retiro-.