Disclaimer.

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es mía.

Contiene sexo, así que a las que no os guste éste tipo de tramas, dejad de leer en este preciso instante.

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Cuando desperté esa mañana y recordé lo que había sucedido la noche anterior, me sentí la persona más miserable del mundo. Haber, reconozco que lo que sucedió entre Emmett y yo fue alucinante y que me encantó, pero me sentía la peor persona de la tierra. Emmett era el novio de mi hermana.

- Rosalie, ¿te encuentras bien?

Miré hacia la puerta y encontré a mi hermana. Tenía la preocupación pintada en la cara.

- Ey!

No pude evitarlo y me puse a llorar. Bella vino corriendo hacia mí y me abrazó.

- ¿Que pasa, pequeña?

- Nada. – dije secándome las lágrimas con los puños del jersey del pijama. – No se.

- Sabes que puedes contármelo, ¿verdad? – me separó de ella y terminó de secarme las lágrimas con sus dedos.

- Si, pero es que no me pasa nada.

- Vale. – dije, aunque no me creía. Se le notaba en la voz. – Bueno, Emmett y yo nos vamos a ir a patinar. ¿Te vienes?

- No. No me apetece.

- ¿Que no te apetece patinar? Pero si te encanta! – exclamó, alarmada.

- Pero es que no me encuentro con ánimos. – murmuré, tumbándome de nuevo en la cama.

- ¿Es por él? – preguntó, evitando nombrarle, como siempre.

- No, no es por Edward. – cogí las sábanas y me tapé la cabeza. Es que como vea a Emmett de nuevo no se si seré capaz de mantenerme lejos de él.

- Como me entere de que ese capullo vuelve a llamarte…

No hablaba conmigo. Siempre que salía el tema de mi ex novio, Bella empezaba a despotricar contra él. Antes me molestaba, ahora me da absolutamente igual. Apenas pienso en él. Ahora solo puedo pensar en Emmett.

- Bella, deberías irte.

- ¡¿Que?

- Oigo el coche de… tu novio. – dije, evitando decir su nombre. – dile que debería comprobar el motor.

- ¿Como?

- Un día de estos el coche os va a dejar tirados.

- ¿Desde cuando sabes de mecánica? – preguntó destapándome del todo.

- Es un talento natural.

- Ja! Se lo diré. – dijo levantándose de la cama, cogiéndome de la mano para que yo también me levantara.

- ¿Porque vino a buscarme anoche?

- ¿Emmett? Porque yo se lo pedí. – me peinó un poco con las manos y me hizo sentar frente a mi tocador. – Sabía que serías la reina del baile, y no podía permitir que te quedaras en casa.

- Ya… - empecé a peinarme y Bella empezó a rebuscar por mi armario.

- Tardasteis un poco en llegar.

Me quedé helada ante su comentario. Si tú supieras lo que pasó…

- Me resistí un poco a irme.

- Eso dijo Emmett.

Me dio unos vaqueros shorts y un top y me pasó unas deportivas. Cuando a Bella se le metía algo en la cabeza, no había quien lograra que cambiara de parecer. Y ese día se había empeñado en que fuera con ella y Emmett a patinar.

- Mierda, Bella! – exclamé, poniéndome en pie. – No quiero ir a patinar.

- Pues vas a venir. Soy tu hermana mayor, y te lo ordeno. – dijo metiendo de mala manera mis patines en su bolsa.

- Solo eres un minuto mayor que yo.

- Como si solo fuera un segundo. Y ahora te vistes de una maldita vez.

- No.

- En quince minutos te quiero ver en la cocina. Y punto!

En cuanto dijo eso, tiró la bolsa de mis patines a mis pies y se fue de mi habitación. Me mosqueaba que Bella fuera tan insistente, y parecía que a ella le molestaba que yo me negara. No me hago responsable de lo que haga cuando esté al lado de Emmett.

Me rendí, por el momento, y me vestí. Me recogí el pelo en una cola alta, me maquillé un poco las enormes ojeras que decoraban mis ojos, cargué con mis patines y bajé a desgana las escaleras. Dejé los patines al lado de la puerta y fui hacia la cocina.

- Buenos días. – dijo mi madre, que estaba poniendo la mesa, en la que estaban ya sentados Bella y su novio.

- Hola.

Me senté en el sitio que solía ocupar mi madre, ya que Emmett estaba sentado al lado de mi sitio, y no quería sentarme a su lado. Hubiera sido de lo más incómodo.

- Vaya cara. ¿Es que no has dormido? – dijo Emmett. Hablaba como si lo ocurrido la noche anterior nunca hubiera pasado.

- ¿Tengo cara de haber dormido? – no pude controlarme y le contesté de mala manera. Bueno, tampoco era algo extraño. Solía ser un poco borde.

No respondió a mi pregunta y empezó a comer las tortitas que tenía en su plato. Alcé un poco la vista y vi que Bella me miraba con ira.

- Vaya, te has levantado peleona. – dijo mi madre. Se notaba que intentaba relajar el ambiente. – ¿Os vais a patinar?

- Si. – dijo Bella, que no dejaba de taladrarme con la mirada. – Iremos al parque. Comeremos allí.

- Yo no.

- Tú si.

- He dicho que no.

- Y yo he dicho que si.

- No empecéis, niñas. – dijo mi madre. – por favor.

- Pero es que no me apetece salir. – me quejé de nuevo, inútilmente, estaba claro. – no me apetece.

- No la escuches. Está así por el imbécil. – dijo Bella.

- Esto no tiene nada que ver con Edward! – exclamé. Estaba harta de que me lo recordaran a todas horas.

- ¿Quien es Edward? – preguntó Emmett.

- No es nadie. – me levanté de la mesa y me fui.

Oí a Bella llamarme, pero la ignoré soberanamente. Cogí la bolsa de los patines y salí de casa. Me senté en los escalones del porche, me puse los patines, guardé mis deportivas en la bolsa y me alejé todo lo deprisa que mis piernas me lo permitieron.

Patiné sin detenerme hasta llegar al parque. Una vez allí, me senté en un banco y me quedé mirando a los niños que jugaban por el parque.

Me encantaba ese lugar. Ese parque fue el lugar en el que hice el amor por primera vez con Edward, mi ex. Nuestra relación se había terminado hacía ya seis meses. Al principio me había quedado destrozada. No por el hecho de que nuestra relación terminara, era lo que tenía que hacer. Edward me había puesto los cuernos y yo no podía seguir estando con él. En aquel entonces odié a la chica que se había follado a mi chico, pero ya no podía odiarla. Yo también me había convertido en la amante de un chico con pareja, la pareja de mi hermana, lo que era mucho peor.

Soy de lo peor. Doy asco. Merezco el desprecio de Bella.

- ¿Rose?

No por favor. Que me lo esté imaginando. Que Emmett no esté aquí.

- Rosalie, ¿estás bien?

- Ve-vete. – dije cubriéndome la cara con las manos. ¿Cuando voy a poder hablar con normalidad delante de él? O me pongo borde o tartamudeo.

- Rosalie, ¿Qué te pasa? nos tienes preocupados.

- Lárgate.

- No me da la gana. – su mano se posó sobre mi hombro y con la otra mano quitó las mías de mi cara. – ¿Porque te comportas así?

- ¿Porque me comporto como?

- Como…

- Dilo, no te cortes. – dije apartando su mano de mi hombro.

- Como una idiota.

- No se como comportarme. Anoche me acosté con el novio de mi hermana. – murmuré, poniéndome en pie y me aparté de él. – ¿Emmett, porque estás aquí?

- Bella me ha pedido que te siguiera.

- ¿Y porque no ha venido ella?

- Porque no quiere discutir contigo. Está fatal.

- Tengo que irme.

- No te vayas. – me cogió por la muñeca y tiró de mí hacia él. Me cogió por la cintura y me inmovilizó. – Hablemos.

Estaba empezando a ponerme muy nerviosa y caliente, para que mentir. Nuestros cuerpos no podían estar más cerca el uno del otro, y tenía su rostro a pocos centímetros del mío.

- Voy a hacerlo mañana.

- El- el qué?

- Mañana hablaré con Bella.

- No-no. – intenté separarme de él, pero no pude. No tenía la suficiente voluntad. En realidad, no quería que me soltara. – No puedes dejarla. Tú la quieres.

- Si, la quiero, pero ya no estoy enamorado de ella. – llevó una de sus fuertes manos a mi mejilla y acarició mis labios con un dedo. – desde que nos conocimos en el cumpleaños de tu hermana…

Se había acercado mucho a mí y, mientras hablaba, rozaba mis labios con los suyos. Volví la cara, evitando su beso, pero me sujetó por la barbilla e hizo que volviera la cara de nuevo y chocó sus labios contra los míos.

Casi me desmayo en ese momento. Ese beso era muy distinto a los que me había dado la noche anterior. Dulce, suave, lento, deliciosa…

Apartó sus labios de los míos y me miró directamente a los ojos.

- Como yo decía.

No dije nada. Es que no podía ni hablar! Maldito Emmett y sus labios perfectos!

- Te gusto. Lo noto en tus besos.

- No.

- No eres nada convincente, Rose.

- Yo no soy la amante de nadie.

Emmett me soltó u poco y me alejé más de él. Fue entonces cuando me di cuenta de que él también iba ya en patines.

- Te he dicho que la voy a dejar! – gritó cuando empecé a alejarme de él, patinando a toda velocidad. - Te quiero a ti!