Bill humedeció sus labios, sacó una copa y la llenó con el resto de vino que quedaba en la botella.

Respiró profundo y salió decidido por el patio trasero hacia la puerta principal de la casa de su gemelo. Llamo a la puerta insistentemente. Era ahora o nunca.

Sue dio un ligero vistazo al monitor de la cámara de la puerta principal. Distinguió el largo cabello de su jefe en una coleta que estaba de espaldas, y se dirigió a abrir apresurada.

Abrió la puerta murmurando mil disculpas por su tardanza. De pronto su voz se fue apagando hasta quedar pálida, ése no era su jefe.

- ¿Señor? -fue su expresión asustada al ver plantado frente a ella a Bill, ese tipo del que no se podía ni hablar en esa casa ¿Qué diablos hacía ahí?

Miraba a todos lados buscando un motivo por el cuál el gemelo de su jefe estuviera ahí, tal vez llegaba con su madre o…

El menor de los Kaulitz aprovechó el estupor del ama de llaves y entró como si nada.

-Eh… Mr. Kaulitz ¿Puedo ayudarle en algo? -inquirió preocupada. Si su patrón no quería ni una foto de su gemelo en su casa, no quería imaginarse que pasaría si le encontraba ahí.

-No. -respondió observando a detalle el vestíbulo. Mientras daba un sorbo de la copa que aún cargaba en su mano.

Nunca había entrado a la casa de Tom, estaba exquisitamente decorada, tenía un gusto bastante, subió la ceja y llevó su mano a la barbilla buscaba la palabra adecuada. –snob. –pronunció en voz baja, rió asintiendo.

Sue no despegaba los ojos del menor de los Kaulitz y nadie podría culparla, ella jamás le había visto de cerca, casi podía jurar que era su propio jefe…

-¿Qué tanto me vez? -le cuestionó Bill, sacándola de su pensamiento-. A ver no fastidies y continúa con lo que tengas que hacer. -dijo seriamente, pero la chica no mostró ni la más ligera intención de irse.

-A ver niña es en serio Tom no te paga para que le pidas autógrafos a su hermano.

Bill siguió caminando de lo más relajado.

-Quita esa cara, me pones incomodo además no estaré mucho tiempo.

-Señor, por favor siéntese. -le pidió la muchacha señalándole el living.

-No voy a sentarme, no vengo de visita. -contestó, mientras alcanzaba el corredor principal.

-Señor entonces… ¿a qué viene? -se atrevió a preguntar.

-Vengo a robar algo. -respondió, con la voz perfectamente controlada. Yendo decidido escaleras arriba.

Sue caminaba tras él, por el pasillo del segundo nivel.

-Mr. Kaulitz debo pedirle que… por favor. -pronunció lentamente. No sabía si pedirle que se fuera, no dejaba de ser el hermano de su jefe.

-¿Qué? -volteó Bill hacia ella. Levantando la ceja en forma retadora.

-Señor me va a meter en un problema. -suplicó alcanzándole antes de que entrara la habitación de su jefe.

-Mira es sencillo Vamos a razonar tú y yo ¿quieres un problema? -le preguntó con una sonrisa, por demás encantadora.

-Claro que no.

-Muy bien tú no dices nada, yo tampoco y aquí no paso nada. Ahora te agradecería un poco de privacidad. -dijo entrando a lo que parecía ser la habitación principal, cerrándole la puerta en las narices.

La chica permanecía parada en la puerta de la recamara del señor, su cabeza daba vueltas pensando en qué debía hacer. Miraba el reloj una y otra vez, justo cuando calculó que el hermano de su jefe tendría más de veinte minutos dentro las puertas se abrieron.

-¿Tienes Merlot? -preguntó de lo más fresco.

-Si señor. -respondió con voz temblorosa.

-Tráeme una botella por favor. -Sue no supo por qué pero le obedeció inmediatamente.

Mientras Bill se recostó por última vez en la cama de su gemelo, antes de irse tomó el bolso que había llenado con algunas pertenencias de Tom. Dio un beso a la almohada de éste y salió.

Bajó las escaleras y justo ahí apareció el ama de llaves con la botella.

-Gracias. -dijo sonriendo-. Sabes a la habitación de Tom le falta una foto mía. -se burló, mientras iba hacia la puerta.

-Mr. Kaulitz. -le frenó la voz del ama de llaves, que por primera vez imprimía un tono autoritario al dirigirse a él.

-¿Dime?

-¿Qué lleva allí? -preguntó enérgica, señalando el bolso que colgaba del hombro de Bill.

-Lo que me robé. Te dije a que venía ¿sí o no?

-Sí.

-Bueno entonces no me montes un drama ahora.

-Señor, esto me puede costar mi trabajo.

-Si Tom te despide, yo te contrato.

-Usted ni siquiera usa ama de llaves. -aclaró la muchacha a punto de lágrimas.

-Porque nunca había encontrado una tan eficiente como tú. -dijo guiñándole el ojo, saliendo por la puerta principal.

*****

Margaret sentía volverse loca, una cosa era hacer esperar por el señor y otra no dar razón de él. Los teléfonos reclamando por la cancelación de las reuniones a última hora no le daba tregua un segundo.

El móvil de su jefe sonó, debía darle prioridad a las llamadas personales de este, vio el identificador y se apresuró a contestar. -Buen día.

-¿Quién habla?

- Mr. Listing un gusto, le saluda Margaret, la asistente de Mr. Kaulitz. -se presentó.

-¿Está él por allí?

-No señor.

-¿Dónde está?

-Digo, si está pero no puede atender llamadas ¿le doy algún mensaje?

-No. Deja le quito lo payaso.

Margaret cerró el teléfono tras oír que Georg le colgaba. No había entendido el mensaje y no tenía tiempo de detenerse a pensar en ello. Ahora tenía un problema mucho mayor encima. Tom le había pedido por un mail que adelantara su vuelo.

Le marcaba a Dunja, luego a la línea aérea, pedía dinero extra a su contador para pagar penalizaciones y nada parecía poder realizarse para antes de las cinco de la tarde. A tiempo el ascensor se abrió y ahí estaba frente a ella, Georg Listing.

-Hola. -saludó este sonriendo.

-Un momento por favor. -pidió tapando el auricular del teléfono, era obvio tenía una llamada.

-¿Mr. Listing? -dijo la chica sintiendo su corazón acelerarse.

Georg se sentó frente a ella, indicándole con un gesto que terminara la llamada.

-Sí, lo sé… Mr. Kaulitz está dispuesto a pagar la penalización… Claro yo comprendo… -eran las frases sueltas que Georg fingía no escuchar de la conversación.

Minutos después la chica colgó sintiéndose abatida, pero había logrado su cometido. Su jefe saldría del país cuatro horas antes de lo planeado, justo como él se lo había pedido.

-¿Así que está atrincherado eh? -preguntó Georg, señalando hacia la puerta de la oficina de su jefe, sacándola de sus pensamientos.

-Su agenda está un poco cargada. -le rebatió la asistente.

-Le pregunté a Saki antes y dijo que Tom canceló todo. Entonces Margaret no me mientas, Tom no está haciendo nada. Sólo se nos pone un poco encaprichado el muchacho.

-Yo diría más bien que está atareado con asuntos personales. -mintió la muchacha dejando ver su nerviosismo a flor de piel.

-Bien, pues vamos a distraerlo un poco, tanto trabajo mata. -dijo Georg, mientras se dirigía a la oficina de su amigo.

-Mr. Listing por favor, el señor pidió no ser interrumpido. -pidió Margaret.

-No te preocupes. -dijo éste dando un paso más sonriendo, se le veía divertido en realidad con la situación.

-Por nadie señor. -apresuró a interrumpir la chica, colocándose frente a él y la puerta.

-Ya te dije Margaret, no te preocupes, él sabe que… -dijo tomándola suavemente por los brazos y quitándola del camino-. No hay regla que yo respete.

La chica palideció cerrando los ojos al verlo desaparecer dentro el despacho de su jefe.

Georg cerró la puerta tras él. Buscó con la vista a Tom, el silencio de la estancia era abrumador. Le divisó pronto sentado en un sillón, su rostro se veía neutro no tenia expresión alguna, tenía un trago en la mano y la vista fija al frente. Se sorprendió parecía que este ignoraba siquiera su nada discreta llegada.

Avanzo hacia el sofá, pero detuvo unos pasos antes en el mini-bar. Y mientras se preparaba un whisky mil cosas pasaban en su mente. La conversación con Gustav, haciéndole notar como Tom se quería alejar aún más de su evidente depresión y de cómo no pediría ayuda. Georg negó con la cabeza, si Tom quería hundirse no iba a ser ante sus ojos. Terminó de llegar hacia su amigo y tomó asiento junto a él.

El rostro de Tom estaba impasible contemplando el mural parecía que ni siquiera se había percatado de su presencia aún estando a su lado. Se veía totalmente sereno.

Permaneció en silencio a su lado, bebiendo su trago concentrado en examinar a detalle el mural que observa Tom, tratando de encontrarle el punto extraordinario a la pintura.

Pasaron unos minutos más y el mayor de los Kaulitz se empinó el contenido del vaso luego suspiró.

-Es un lindo árbol, Georg. -comentó, sin dejar de verlo-. Un precioso y frondoso roble.

-Juraría que he visto ése árbol en algún lugar. -señaló Georg, terminando su trago.

-No lo creo.

-Tom créeme sé lo que he visto o no. -rebatió su amigo, cerrando los ojos buscando recordar.

-Vamos Georg no seas ridículo, es una pintura como mier…

-Lo tengo. -interrumpió su amigo en un grito-. Tenías una fotografía de el.

-Ah, sí. -Respondió Tom, aliviado que ese fuera el punto de referencia de Georg-. Tienes razón lo tenía en una fotografía, me pareció lindo y pedí que me hicieran un mural con el.

-Lo que quieras de lindo podrá estar Kaulitz, pero no mandas a estampar eso en tu oficina. Digo hay que tener un poquitito de buen gusto como mínimo. Tanto hablar de la mansión playboy ¿y no pudiste mandar a pintar una linda conejita? Das vergüenza player.

Tom soltó una carcajada y se sintió agradecido por la llegada de Georg, su compañía le dio cierto sentido de bienestar. Sirvió dos tragos más y regresó al sillón.

-Tom… ¿qué te pasa?

-Ah. -dijo en una mueca, tratando de continuar-. Nada. -respondió temiendo su vulnerabilidad hubiera sido transparente para su amigo. Trató de disimular su incomodidad con una mal lograda sonrisa.

-Me preocupas, trabajas tanto, tienes un edificio, tres casas y me sales con una chorada de éste tamaño -rió señalando de nuevo al mural-. Necesitas contratar un decorador.

Tom suspiró aliviado Georg sólo bromeaba.

- Así dejarás en paz mi mural. -dijo cubriéndolo. ¿Qué diablos sabía nadie, si todo ello se trataba de arte?

-¿Dónde cargas la cabeza Kaulitz? Dejaste esto. -dijo dándole los documento que había olvidado por la mañana.

-Mierda, gracias.-dijo llevándolos a su escritorio-. ¿Tienes planes?

-No. Bueno no sé.

-¿cómo que no sé?

-Le dije a Bill que regresaría rápido, es el primer día libre que tenemos desde que empezamos con los ensayos de la gira. ¿Querías hacer algo?

-No, regresa.

-¿Tú qué harás?

-Trabajar Georg. ¿Qué más?

-¿Qué harás? Pregunté.

-Trabajar, ya te dije.

-Sí, pero en qué.

-Georg Listing ¿Hay una ligera posibilidad que me estés cuestionando? -le inquirió el mayor de los Kaulitz, fingiendo que le miraba seriamente.

Este le devolvió la mirada y el tono de voz inquiriendo -Tom Kaulitz ¿Hay una ligera posibilidad que me estés mintiendo?

-Puede ser. -se rindió Tom, bajando la mirada.

-Estas jodidamente deprimido. Qué mierdas piensas ¿Que soy idiota o peor aún que no te conozco?

Tom levanto el rostro y esbozo una sonrisa

-Prefiero creer lo primero. -intentó mofarse.

Georg no necesitó más para saber que debía cambiar de tema, su amigo estaba vulnerable y hacer mella en eso era lo único que podría hacerle más daño.

- Hablé con Bill, de 1000 oceans. -le anunció.

-¿Se puso testarudo?

-No. Aceptó a la primera seguro mañana empezaremos a ensayarla.

Georg por primera vez sintió la presión de la situación en la que estaba envuelto, por un lado Bill le esperaba solo en casa y por otro lado dejar a Tom en esas condiciones no era una opción.

-¿Hobbit?

-¿Qué?-

-Vete.

-¿Ah?

-Que te vayas cabrón, Bill te espera.

-Pero Tom tú…

-¿Yo qué? Yo sé cuidarme solo, no seas payaso.

-Está bien. Que tengas buen viaje. -se despidió Georg, sintiendo cierta nostalgia se sentía completamente inútil. Era una situación injusta, cuando él le había necesitado Tom estaba ahí y ahora… él le dejaba solo.

****

Bill silbaba la melodía del nuevo single mientras ajustaba su cabello perfectamente alisado hacia atrás, dio dos vueltas a la coleta y sonrió al ver el resultado.

-Estas jodidamente sexi cabrón.- le dijo a su propia imagen reflejada en el espejo. Acarició su propio rostro mordiéndose los labios, podía verle ahí mismo, pensó sonriendo mientras terminaba de arreglar su discreto maquillaje.

No podía contener ni por un instante la sensación de felicidad que sentía, fue hacia el sistema cerrado de sonido, lo programó y pronto toda su casa se vio envuelta, con la canción de moda en las discotecas, llegó hacia las escaleras y bajó bailando, agitaba sus brazos en el aire. Tenía años de no fingir siquiera ese júbilo y hoy no estaba fingiendo.

Todo se resumía a la llamada que estaba esperando, de un momento a otro Dunja debería anunciarle a Tom rindiéndose, pidiendo una reunión de emergencia, queriendo matarle con los ojos eso sí, pero al menos le vería.

Llegó al primer nivel y articulaba exageradamente cada palabra de la letra de la canción que sonaba, se topó con un espejo y levantó la ceja en signo de coquetería y se lanzó así mismo un beso…

-¿Qué mierdas crees que haces? -rió Georg, ante la escena que presenció, abriendo la puerta.

-Vamos, admítelo soy jodidamente lindo.

- Bueno si tú lo dices… Y Tom también…

-¿Tom dice eso? -interrumpió Bill. Trató de aparentar calma dirigiéndose a Georg para ayudarle a entrar las bolsas que traía.

-De él, tarado. De él mismo claro está, dice: "soy jodidamente lindo". De ti no dice nada.

-Bueno entonces lo digo yo y miles de mujeres que se desmayan sólo de pensarme, soy jodidamente lindo. -afirmó molesto, no sabía cómo se había metido a semejante jueguito de palabras, era obvio que Tom no diría eso.

-Y que se sigan desmayando ¿no? Total no les va a dar el gusto de perder tu virginidad pronto. -se burló el castaño, yendo directo al bar.

-Ya vas de pesado… -gruñó Bill, siguiéndolo.

-Sabes Kaulitz, a veces me pregunto ¿de dónde putas se saca un ego como el tuyo?

-Me lo hicieron, así que no me fastidies.

Bill moría por oír cualquier detalle que se le escapara a Georg de su encuentro con Tom, abrió una botella de vodka sirvió unos tragos y se dirigieron al jardín.

-¿Cuál es el plan? -preguntó Georg, entusiasmado.

-¿Qué plan? ¿Acaso había que tener uno?

-No me digas que compré licor para emborracharnos solos.

-Y qué esperabas Georg ¿mujeres?

-Tienes razón, Kaulitz equivocado. -rió su amigo, mientras una patada del pelinegro le hizo dejar su chiste.

-Ya deja esa grosería. -le reprimió, tal parecía que todo el mundo quería encontrarle novia.

Bebieron recordando su etapa en Tokio Hotel, pero a lo largo de casi una hora a Bill le mantenía inquieto Georg, que cogía su móvil una y otra vez cancelando llamadas.

-Georg ya deja la patanería ¿A quién no le contestas?

-Gretchen. -dijo haciendo un puchero bebiendo un poco más.

-¡Wow wow wow! -exclamó Bill, delineando una figura femenina en el aire-. ¿Esa Gretchen?- inquirió, levantando la ceja a su amigo.

Este no hizo más que asentir con una expresión de amargura en el rostro.

-¿Y por qué mierdas no contestas?

- Seguro quiere que volvamos…

-¿Y tú no quieres? -interrumpió Bill sirviendo otra ronda más de tragos.

-Ese es el problema…

-Bueno, entonces no contestes.

-No, el problema es que creo, que estoy jodidamente enamorado de ella.

-Oh por Dios Georg. -exclamó riendo-. ¿Entonces?

-Entonces…

-Qué mierdas, digo tres años no se tiran a la basura así nada más.

-Lo sé…

-Ya deja de verte patético y habla de una buena vez ¿Por qué terminaron?

-Fue mi culpa… -dio un trago más a su vaso y por fin confeso-. Ok, Kaulitz me asusté.

-¿Te asustaste? Ve que eres estúpido.

-Empezó a hablar ya sabes de… Tú sabes cómo presionan las mujeres.

-¿Qué decía?

-Ya sabes ¿A dónde vamos con esto Georg? ¿En dónde nos vez en cinco años? Ese tipo de preguntas sutiles que te gritan CÓMPRAME UN PUTO ANILLO.

-¿Y te entró el pánico? Por Dios Georg, ya te diste cuenta de lo miserable e idiota que te viste. Tan promedio, vivías con ella y nada más te pregunta a donde van sales corriendo, eres patético.

-Mierda Bill la extraño.

-Entonces no sé qué haces aquí.

-¿Cómo así?

-Levanta tu trasero de esa silla Georg, ahora mismo. -le ordenó, mientras lo tomó del brazo llevándolo a la salida.

-¿Qué se supone, que haces?

-Te hecho de aquí. Estás a una hora de ella, ve arregla las cosas y no seas idiota.

-Hey Bill, tengo miedo de casarme.

-No te digo que eres menso, ya lo estabas vivías con ella, mantenían una casa, ibas de un lado a otro con ella, la diferencia son firmas y papeles.

-¿Y tú?

-No. Yo no me quiero casar contigo Georg muchas gracias. -río Bill, mientras cogía las llaves del auto de su amigo y se las entregaba justo en la puerta del coche de este.

- Vete Georg, estaré bien. -dijo, levantando la ceja, haciéndole saber que no iba discutir mas-. Ya sé Tom te mandó a cuidarme. Lo que no sabes es que de un momento a otro debe llamarme por algo de la compañía y debo verlo así que Georg… vete. -le tranquilizó dándole un último empujón.

-Está bien, de todos modos regreso a dormir eh.

-Sí, si baby Haggen lo que digas. -se despidió cerrando la puerta de su casa-. Lo siento Georg, yo no puedo prometer lo mismo. -dijo con una sonrisa en los labios.

****

Bill estaba consciente de algo, la conexión había despertado, no importaba cuánto tiempo se hubieran alejado el día del show lo había vuelto a sentir. Se habían sobrevivido años y ahora pasaba esto. Lo había podido leer a claridad, Tom lo amaba de eso no había duda.

-Ahora sólo debía sonar ese maldito teléfono. -masculló, limpiando su frente perlada de sudor.

Su desesperación empezaba a ganarle la cordura cuando finalizó la primera botella de vodka, el alcohol y la tristeza nunca habían sido buena combinación en él, pero ahora todo adquiría mayores dimensiones.

Vio el reloj, eran las cinco treinta de la tarde, ese teléfono debía haber timbrado ya, un suspiro salió desde lo más hondo de su pecho, provocándole dolor. Lo sabía no lo iba a ver ¿A quién quería engañar?

Perdió la conciencia del tiempo fantaseando con él, con deslizar la punta de sus dedos en su espalda desnuda, en sus sonrisas, en sus gritos histéricos, en sus silencios… Al único ser, por quién podría haber despertado mil veces en una noche, sólo para verlo dormir. Recordó al verdadero Tom, a su Tomi, al Tom de Dave… a ese que nadie conocía, que era tan ajeno incluso a su propia madre.

Su teléfono timbró, lo cogió sin ver el identificador.

-¿Bill?

-Sí, él habla.

-Es Dunja. ¿Cómo estás cariño?

-Ocupado ¿podrías ir al grano por favor?

-Todo lo que pediste está aprobado. Walter se encargara de comu…

Bill colgó, no necesitaba oír más.

Dejó por fin que las lágrimas corrieran libremente por sus mejillas en medio de una sonrisa, se puso la mano en el pecho sintiéndolo alejarse una vez más, Tom iba a hacer lo correcto. Era una mezcla de sentimientos, estaba tan orgulloso de él y tan avergonzado de sí mismo.

-Lo siento mi amor. -se disculpó, acariciando el relicario que llevaba en el cuello.