Gustav cerró tras de sí la puerta de su suite en el hotel. Bajó por el elevador rumbo al bar y justo antes de entrar fue detenido por fans de con los que se tomó fotografías y repartió autógrafos. Georg reía desde dentro viendo a través del vidrio el asedio hacia su amigo.
El baterista logró por fin entrar al bar tras casi diez minutos despidiéndose de sus seguidores. Fue rumbo a la barra y le dio un golpecito en la espalda a su amigo. Éste se giró y se dieron un fraternal abrazo. En un instante regresaron a su mente las tardes que corrían por la ladera frente a la casa de Gustav. No tendrían más de ocho años cuando se conocieron.
Se guardaban un profundo cariño. Más de una vez habían pensado que su amistad hubiera sido mil veces más fuerte de no haber estado en Tokio Hotel. Eran amigos mucho antes de conocer a los Kaulitz y sin embargo desde el momento en que les conocieron su amistad se había ido disolviendo. No era nada que hubieran planeado, simplemente la intensidad de los gemelos era una carga densa que era capaz de atropellar los sentidos de cualquiera que estuviera a su lado.
Fue en el show de Kerner cuando la nostalgia les había ganado y cada uno se había prometido en silencio recuperar al hermano que tenía en el otro, no importaba cómo y sin excusa. Desde entonces no pasaba semana sin que Gustav supiera de la vida de Georg y lo mismo pasaba al contrario. Por eso se habían citado una hora antes en el bar en el que Bill les había citado para la fiesta sorpresa para Dave.
Bebieron en silencio el primer whisky. Gustav tenía tanto que decirle a su amigo que no dudó en ir al punto que le preocupaba así que tomó la palabra.
-Georg, debes regresar por ella, haz algo.
-¿De qué hablas?
-Has estado hecho mierda los últimos meses y no necesito más de cinco minutos a tu lado para constatarlo.
-Por la puta madre Gustav ¿tenías que sacar ese tema?
-No me interesan los formalismos con mis amigos, así que voy a hablar de lo que realmente importa para asegurarme de que estés bien ¿Entendido?
-Bueno… Dime qué quieres saber.
-¿Qué putas vas a hacer?
-No sé. -fue la duda que salió del castaño, quien sabía que había perdido a la mujer que, estaba seguro, amaba.
-¿Cómo que no sé? -preguntó Gustav-. Arriésgate un poco como mínimo. Digo, Georg, el imbécil aquí fuiste tú, lo menos que puedes hacer es rogarla, no sé, luchar por ella. Además si te sirve de algo, ella te ama. -le afirmó con seguridad.
-¿Cómo sabes eso?
-Digamos que tuve que meterme a lugares impensables, buscar un informante de la calle y…
-Y ya déjate de tonterías. -interrumpió el castaño con la ansiedad reflejada en su rostro.
-Está bien, no soy tan interesante. ¿Recuerdas que mi esposa y Gretchen se llevaron de maravilla en la boda?
-Claro que lo recuerdo. De hecho, pienso que tu puta boda fue la que le metió ideas de altar en la cabeza.
-El asunto es que ahora se escriben mucho por correo, y ya sabes… Robé la contraseña y algo he leído.
-Oye que perro eres. -rió Georg.
-Algo aprendí de Bill de cuando le registraba todo a Tom.
-No seas tarado. Tom es su hermano, tú espías a tu esposa. Que bajo caíste.
-¡Mi madre Georg! de veras que eres menso, cómo comparas que alguien vigile a su hermano a que yo me mantenga informado sanamente de lo que mi esposa habla con la mujer que mi mejor amigo ama, para ayudarlo.
-¡Ay Gustav! cuando dices cosas así me dan ganas de abrazarte.
-No te emociones, un abrazo por encuentro me parece razonable.
-Va, ya se te pegó lo metalero. -se burló el muchacho, dándole un golpe en la espalda a su amigo.
-¿Y a ti lo pegajoso a lo Bill? Si empiezas a dar besos en las mejillas me voy a asustar.
Calmaron sus risas un instante mientras les servían otra ronda de tragos. Georg clavó la mirada en su vaso, era el tercero de la noche. Su corazón estaba acelerado. Si pudiera salir corriendo hacia Gretchen, como en las malas películas románticas que ella misma le había obligado a ver, lo haría. Pero eso sólo pasaba en las películas.
-Muero por ver a Tom. -dijo Georg, tratando de cambiar el tema. Esa noche iba a pasárselo bien y al día siguiente seguiría el consejo de su amigo y pensaría en algo para recuperarla.
-Consíguete unas fotos porque no vendrá.
-Claro que va a venir, es Dave de quien hablamos.
-Acabo de hablar con él, me llamó desde Berlín.
-¡Mierda! Quería hablarle, la última vez que conversamos el asunto no fue muy bien.
-Dímelo a mí, la última vez que hablé con él me dejó hablando solo en su piscina.
-Sí, te fue peor, quién te lo niegue. Pero no entiendo. A tu fiesta fueron los dos, de la forma más ridícula eso sí, pero los dos. Cómo olvidar tremendo papelazo: Bill entró por la puerta principal dos horas después de iniciada la fiesta, e inmediatamente su gemelo desaparece por la puerta de atrás. Hazme el favor…
-No va a venir. Además, ésta vez el anfitrión es Bill, así que ni modo que vaya.
-Ese par de payasos ya me tienen a raya.
Bebieron un poco más simulando ver el fútbol en la pantalla frente a ellos pero en realidad cada uno estaba sumergido en sus propios pensamientos.
Georg soltó una sonora carcajada que sacó a su amigo de sí mismo. Le lanzó una mirada con la interrogante clara en su rostro.
-Debes admitirlo Gustav ¿Bill anfitrión de una despedida de soltero? No me cuadra. Creo que nos llevará a ver algún desfile de diseñador de alta costura y a cenar en algún restaurante de moda.
-No seas payaso.
-Estuve en su casa un mes antes de la gira y te juro por Dios que el día que le sugerí llevar mujeres por poco me mata de una patada.
-¡Wow! No que yo quiera ver nada pero…
-Pero nada, señor, ya sabe que se comete adulterio hasta con los ojos. Así que tomar té en alguna salita snob pero muy "in", eso sí, con quince amigos a tu lado debería de sonarte como un buen plan.
Guardaron silencio al ver a Andreas aparecer en la puerta del bar. Nunca les había caído completamente bien, siempre parecía ser un intruso entre los gemelos más que un amigo. Llegó hasta ellos y se saludaron. Al tiempo apareció el resto de la banda que dirigía Georg para la gira de Bill y diez minutos después los mejores amigos de Dave arribaban al lugar.
Pasó el grupo a una mesa más grande cuando al final del pasillo se oyeron gritos de féminas histéricas. Era un signo evidente de que Bill andaba por allí. Apareció al final del pasillo escoltado por dos guardaespaldas y Georg dio un codazo a Gustav.
-Te lo dije, mira como viene vestido. Algo me dice que la sorpresa son quince entradas en primera fila para la pasarela de Dolce & Gabbana.
Bill entró al lugar, saludó y llegó hasta ellos.
-¿Empezaron sin mí? -sonrió, levantando la ceja expresivamente viendo los vasos de tragos de sus amigos. Levantó la mano y ordenó una ronda de tragos para toda la mesa.
****
Dave no estaba del todo convencido de salir con el antipático Mark Graham, representante de la disquera, pero después de haber vivido el día más aburrido de su vida, eso se asemejaba más a un plan que quedarse viendo alguna película.
Su selecto grupo de amigos lo había mandado a la mierda cuando les llamaba proponiendo algún tipo de salida, todos y cada uno tenía distintos compromisos. Bill no había fastidiado ni un poco todo el día y para colmo Dunja andaba en América y por culpa de la diferencia horaria no podía hacerle ni una puta llamada telefónica aún.
Tomó resignado su abrigo y sonrió hipócritamente en dirección al joven que le esperaba en la sala de la suite con un trago en la mano. Se veía tan feliz que casi sintió lastima por él.
-Estoy listo. -anunció.
Bajaron hacia el lobby por el elevador.
-Vamos por un trago primero. -sugirió Mark.
Caminaron en silencio hasta llegar al bar del hotel y al abrir la puerta, el rostro de Dave se iluminó con una sonrisa de oreja a oreja. Justo ahí estaban sus trece borrachos favoritos gritando tal cuales trogloditas. Recorrió en un segundo todos los rostros, solo faltaba uno: Tom. Tragó saliva y sonrió de nuevo, tratando de apartar los fantasmas. Inmediatamente lo obligaron a sentarse y un trago doble de tequila inmediatamente apareció enfrente de cada uno.
Bill se levantaba al frente de la mesa, todos guardaron silencio entre risas y murmuraciones.
-¿Vas a hacer un brindis acaso? -preguntó Georg, mofándose de su amigo.
-Cállate tarado. -sonrió Bill, al tiempo que Gustav y Andreas cruzaron sus ojos en una mirada. Ambos sabían que deberían mantener cada uno a su amigo a raya.
-Después de la interrupción. -prosiguió Bill, elevando su ceja descomunalmente-. Quiero que recuerden una regla: Hoy no hay barreras de ningún tipo. Sólo somos chicos disfrutando. Espero que estén listos para la noche salvaje que les espera. Y Dave, esto es sólo una pequeña muestra del cariño de Tom y mío. -dijo elevando su tequilero. Todos le imitaron y lo bebieron de un trago. Cinco botellas después del mejor tequila importado directamente desde México estaban listos.
-Ahora por favor síganme. –pidió, mientras todos los invitados cruzaban sus miradas sonriendo. Bill se estaba haciendo el interesante.
-¿No nos quedamos aquí? -preguntó Mark.
-¿Aquí? Vamos niños, no se asusten, nada les va a pasar, yo los voy a cuidar. -se burló el Kaulitz menor mientras jalaba la mejilla burlonamente al representante de la disquera.
Georg reía divertido mientras codeaba a Gustav.
- "Esta noche sólo somos chicos disfrutando" -imitó con voz ruda-. Por favor, algo me dice que lo más extremo que haremos será ver la pasarela de maquillaje gótico, lo juro.
-Hobbit, te estoy oyendo. -aseveró Bill, desde delante.
-Mierda, tiene un oído… -fue el comentario del bajista, elevando sus hombros.
Le siguieron al Lobby y pudieron divisar por el vidrio dos limusinas estacionándose al frente.
Bill tomó la delantera y distribuyó al grupo. Cada uno de los invitados abordó según las indicaciones del muchacho, este subió junto a Georg, Gustav, Andreas y el resto de la banda.
-Eres un infeliz. -comentó Gustav, codeando al cantante. Este le volteó a ver-. Eres tan evidente, Bill, mejor hubieras dicho viejos en esta y el resto conmigo. -El grupo estalló en una carcajada.
-No pensé que fuera tan obvio. -sonrió el muchacho. Se inclinó hacia adelante para sacar una botella de whisky, no había mejor plan para él que embriagarse pronto. Sirvió unos tragos mientras evadía lo mejor que podía las preguntas de a dónde los llevaría.
Observó al grupo que hablaba y bromeaba sin parar. Se sentía fuera de lugar. Nunca había vuelto a sentirse cómodo con nadie desde que Tom no estaba junto a él, incluso en Tokio Hotel, podían no estar en el mismo lugar pero él siempre estaba ahí. Recordó cuando grababan los nuevos singles y su gemelo debía estar en el estudio. Esa era su única regla, tenerlo cerca le hacía sentir totalmente cómodo. Su voz salía libre, pura y él podía jugar con ella tanto como le apeteciera.
-¿Qué te pasa, eh? -preguntó Andreas, dándole un pequeño golpe en la rodilla.
-Nada, ya sabes.
-¿Tom?
-Siempre Tom. -contestó suspirando.
-No entiendo cómo es anfitrión de una fiesta y no viene a ella.
-Esta vez me toco a mí, soy el gemelo designado. -sonrió. Era una amarga realidad, el gemelo designado, era un término idiota para definir cuál de los dos debía sacrificarse por el otro y esta vez le había tocado a él.
Pegó su cabeza contra el vidrio y llevó la mano hacia su pecho tomando entre sus manos el relicario. -Mas te vale que me esperes despierto, Kaulitz. -murmuró, antes de beber un trago puro, era momento de anestesiarse un poco el dolor.
*****
El auto se deslizaba en majestuoso silencio sobre el asfalto mojado. Aparcó frente a la misma casa a la que había jurado mil veces no regresar y que esa noche afortunadamente lo había hecho. Todo fue muy intenso y sus labios iban sellados, no quería hablar más, él sólo aparentaba ser fuerte pero no lo era. Esa noche venía golpe tras golpe y se sentía cada vez más débil. Primero la canción, luego ver a sus perros, Scotty muriendo y luego la plática con su madre… Era demasiado. Salió del auto y lo rodeó para abrirle la puerta, le tendió caballerosamente la mano y le llevó hasta la puerta.
-Ven acá. -le pidió, abriendo sus brazos para que su madre se refugiara en ellos-. Lo siento tanto, mamá…
-No lo sientas mi amor, todo sucede cuando debe suceder. -respondió ésta, separándose de él y sobando el rostro tan diferente al de Bill. Sí, idénticos para el mundo, pero no para ella, quien podría señalar cada matiz diferente en sus miradas. Se puso seria mientras le jalaba duro la mejilla.
-¡Ay! -fue el grito de sorpresa de Tom mientras sobaba su piel, ligeramente adolorida.
-No te creí la historia del piercing en la lengua, mentiroso. -le señaló guiñándole el ojo-. Sólo espero que la razón verdadera sea más interesante. -dijo metiendo la llave en la cerradura.
-Oh, claro que lo es, mamá, pero empecemos desde el punto de que este arete no es mío.
-¿Ah, sí? ¿Y de quién es?
-De Bill.
-No te creo, si nunca se ven…
-Lo sé, por eso volé hasta donde estaba para quitárselo. Ya sabes, mamá, algo totalmente de novela. Bajé del avión, corrí hacia él y le grité que me lo diera.
-Tom Kaulitz, si no quieres contarme está bien, sólo no me mientas. -le sermoneó Simone-. Conduces con cuidado por favor. -pidió, mientras se fundían en otro abrazo.
La vio entrar a su casa y fumó en silencio un cigarrillo apoyado en su auto. Su mente estaba en blanco. Sacó una última bocanada de humo, tiró el cigarrillo contra el pavimento y lo aplastó. Todos sus movimientos eran lentos, quería evitar lo que venía. En los años que había pasado sin Bill no había llegado más que cuatro veces a una crisis como esa en la que estaba a punto de caer. Deslizó su mano contra la cadena de su reloj guardado en el bolsillo de su pantalón.
- Mierda, esto apenas empieza para él. -dijo mordiéndose los labios-. ¡Saki! -llamó, con una voz casi inaudible.
Su jefe de seguridad llegó ante él y sin que este le hablara tomó las llaves del auto del señor y se las dio al chófer. Tom giró sobre sus talones y se dirigió a la camioneta. Se sentó en el último asiento, buscó a Scotty, quien iba aún en el auto y lo abrazó contra su pecho. Su mirada se perdió a través del vidrio pero en realidad no miraba nada, sólo quería ser fuerte pero al parecer iba a caer otra vez.
En la camioneta, el silencio de la noche se había colado sin dejar espacio para el menor ruido. Saki volteó a ver a su jefe.
-¿Podrías pedir que me preparen todo, por favor? -pidió Tom, al sentir la mirada sobre él. No podía evitarlo, debía dejarse llevar.
-Sue, por favor, prepara la habitación del sótano y además lleva… -La voz de Saki fue extinguiéndose suavemente para el oído de su jefe, que dejó caer sus parpados y los abrió inmediatamente. No podía darse ese lujo. Sólo Bill sabía que él evadía al mundo cerrando los ojos y sólo Dave sabía que de esa forma también evadía el dolor.
Veinte minutos después los autos se estacionaron frente a la casa del señor. Saki bajó rápidamente, entrando a la casa, mientras Tom quedaba en el auto. Incluso parecía que no había caído en la cuenta de que ya habían llegado.
Su jefe de seguridad hizo que cualquiera del personal que se encontrara por ahí se retirara excepto Sue, con quien bajó a confirmar que todo estuviera dispuesto como su jefe lo necesitaba.
-Todo está perfecto, muchas gracias, puedes retirarte. -despidió a la chica, quien obedeció desapareciendo del lugar inmediatamente.
Saki regresó a la camioneta.
-Señor, todo está listo.
-Todo ¿cierto? No quiero salir por nada.
-No señor, incluso las cosas de Scotty están dentro.
Tom bajó de la camioneta y entró. Caminaba a grandes pasos, cruzando toda la planta baja, cuando a su encuentro salió Arthur.
-Señor, buenas noches, puedo ofre…
-Ahora no por favor. -contestó Tom con el rostro rojo de furia. Se suponía que no debía haber nadie en su camino. Volvió a ver a Saki y este sólo se encogió de hombros. Era obvio que su nuevo asistente no había acatado las reglas y era más que obvio que no sabía lo incómodo que había hecho sentir a su jefe en un segundo.
Tom siguió caminando y atravesó toda el área de la piscina con Scotty tras él, llegó a una puerta blanca al fondo y vio como su perro dejó de seguirle cuando éste abrió la puerta del lugar.
-Ven acá. -pidió agachándose, pero su mascota no se movió un centímetro-. Vamos Scotty, espera que entres, vas a amar el lugar, lo prometo. -dijo estirándose hacia él, cargándolo. Desaparecieron tras la puerta y bajaron unas gradas que lo llevaron a otro lugar, a un submundo solo conocido por él y por su equipo de confianza, pero nadie sabía qué era en realidad o qué significaba siquiera. Otra puerta apareció ante él y la abrió. Fue ahí cuando Scotty brincó de sus brazos y corrió a su cama.
-¿Ves? No creerías que no tendría tu cama favorita aquí ¿verdad? -dijo llenándole un plato con agua. Tom podía sentir la felicidad de su perro, que brincaba por todo el lugar. -Lo reconoces ¿cierto?
****
Saki se dirigió a la cocina para prepararse un té, Arthur le esperaba ahí.
- ¿Puedo saber qué hice de mal?-preguntó el asistente.
-Todo y nada. Es simple, aquí las instrucciones se siguen al pie de la letra y cuando dije "todo el mundo, desaparezcan" eso te incluye.
-Es mi jefe, sólo iba a ofrecerle algo.
-No Arthur, él decide cuando ve y cuando no ve gente, así de sencillo.
-¿Al menos puedo preguntar qué es eso a dónde fue?
-Claro, eres su nuevo asistente, deberás saberlo en algún momento. Es sólo una habitación subterránea, está decorada de una forma especial y se va allí cuando le apetece.
Arthur no pudo evitar la mueca de extrañeza que se dibujó en su rostro, todo ese drama había sido demasiado ridículo.
-Bueno, me retiro, que descanses Saki, te veo por la mañana. -se despidió.
****
Tom fue directo al mini-bar a por una cerveza. La tristeza estaba dispuesta a vencerlo ese día, pero al menos tenía ese refugio para cuando no soportaba más. Él era así, una mezcla de contrastes que chocaban entre ellos. Era el día y la noche conviviendo juntos en un mismo espacio, el bien y el mal, el ángel y el demonio, y era en esa mezcla donde daba órdenes de que no quería saber nada de él y por otro lado tenía un altar de él, de su relación.
Caminó directo al pequeño closet y se observó por largo momento frente al espejo. Sus ojos no le devolvían la mirada. "Es irónico" pensó mientras se quitaba el reloj de cadena que ahora era parte de él. Claro, ahora necesitaba saber el tiempo, cada minuto que pasaba era uno menos y cada minuto menos era una bocanada de oxigeno para sus pulmones y eso era lo único que le mantenía vivo en días como ese.
Empezó a desvestirse lentamente mientras contemplaba su imagen en el espejo. Se quitó el cincho y vio la marca mientras esbozaba una sonrisa. Hubo un tiempo en que ni mencionar esas tonterías podía. Luego desabotonó su camisa y rozó con sus dedos la piel que iba quedando desnuda, se descalzó y por fin quedo completamente desnudo contemplando la ropa tirada a su lado. Abrió el último cajón y sacó una bolsa en la que guardaba una muda de ropa en especial. Sacó una playera 3XL negra y la cubrió inmediatamente con una 2XL amarilla. Respiró aliviado, se sentía cómodo. Tomó el pantalón negro que le caía a la cadera y lo ajustó lo mejor que pudo. En realidad no recordaba cómo en otros tiempos lo había logrado mantener en su cuerpo "¿o acaso estaba más delgado?" se preguntó. Dejó sus pies descalzos y caminó hacia el sillón no sin antes llevar con él un pack de cervezas completo, le esperaba una larga noche.
Tomó asiento y bebió la primera cerveza contemplando una cortina gigante frente a él. Por fin se paró y la corrió. Era una réplica exacta del mural del roble de su oficina.
Regresó al sillón y bebió un poco más. -¡Scotty ven! -llamó, buscando con la mirada la cama de su perro-. Acompáñame a esperar a papá.
-¡No, no y no lo haré! -gritó Tom, respondiendo a Dave junto con media disquera frente a él.
-Tom…
-¿Tom? Tom…ningún Tom, señor. -aseveró, arqueando su ceja en un ángulo que, de no ser un Kaulitz, no es humanamente posible imitar. -¿Qué mierdas creen que soy? No señores, soy el guitarrista de Tokio Hotel, no la prostituta de Universal. -puntualizó.
Los rostros de todos los representantes de la disquera reflejaban una uniforme molestia con la actitud de Tom, después de todo no tendrían que hacer nada si no fuera por levantar la imagen de la banda, si no fuera por el comportamiento del temperamental muchacho.
-Tom, te recuerdo que Tokio Hotel está metido en un lío mediático por tu culpa, así que es lo menos que puedes hacer por nuestra filial en Los Ángeles.
El rostro del mayor de los Kaulitz se desfiguró del enojo en un segundo y antes de que pudiera pronunciar palabra Bill se levantó. -Necesitamos hablar. -dijo dirigiéndose a su gemelo ignorando a las veinte personas restantes en el lugar.
-¿Bill? -llamó su atención Benjamín, el manager corporativo de la banda-. Estamos en medio de…
-No me importa en medio de qué estemos. ¿Quieren soluciones? Voy por ellas. -dijo tomando del brazo a Tom empujándolo a la sala contigua, cerrando la puerta tras ellos.
Tom se dejó caer en un sillón, hundiendo su rostro con desesperación en sus manos. Bill caminó hacia él y se hincó frente a él apoyando sus codos en las piernas de su gemelo.
-Tomi, abre los ojos. -le pidió.
-No quiero hacer eso.
-Debes hacerlo.
-Es estúpido. ¿Quieren que me exhiba con una tipa sólo porque la filial necesita publicidad para una banda?
-Me importa una mierda el por qué, a estas alturas no hay alternativa, Tom. Recuerda que dijimos que no podíamos poner en riesgo la carrera de tanta gente por nosotros. Tom, golpeaste a una fan. -Bill cerró los ojos y con furia dijo-. La maldita lo merecía después de lo que te hizo, pero ¿quién iba a ponerse de nuestro lado? Tenemos que borrar esa imagen y eliminar el chismerío del por qué lo hiciste y si esta es la única forma, lo debemos hacer.
-Pero Bill…
El menor acercó sus labios a su gemelo obligándolo a callar y los pegó a los de él diciendo. -No estás solo, lo llevaremos juntos mi amor. -Calló su voz para fundirse en un largo beso.
Minutos después regresaron a la sala y Tom anunció que estaba dispuesto a fingir la cita con Chantelle Paige.
-¿Ves? Es sólo de…
-…momento no hemos puesto nuestras condiciones. -La voz de Bill la llamó la atención hacia él-. La cita es aquí, no en Los Ángeles y procuren que esta vez las fotos paparazzi parezcan al menos eso y no una sesión de fotos en un bar. ¿Están tomando nota? -fue la pregunta que lanzó al grupo que lo observaba. Si ellos creían que Tom haría lo que dijeran, estaban equivocados, las reglas las ponía él.
Tres días después, Tom salía de su casa rumbo al muelle donde se encontraría con la rubia integrante de Flipsyde que de hecho, no le había caído mal cuando le había conocido en los estudios, hasta el momento en que la filial de Universal dispusiera tremendo circo mediático para beneficio de "ambas partes" y le propusieran bajar al bar a tomar algo con ella.
-Ya vete. – dijo Bill, que le ajustaba la sudadera mientras le besaba antes de subir al auto, ese maldito auto que tanto odiaban ahora.
Cinco horas después, el motor del Audi R8 casi rugía con odio, rompiendo el silencio de la madrugada. Tom respiró profundo apagando el auto, tragó saliva y vio la luz de su habitación apagada, seguro Bill estaba durmiendo.
Entró en silencio a casa y en el living pudo contemplar la figura de su hermano, que bebía una cerveza con Scotty en su regazo y tenía puesta su playera amarilla y sus grandes pantalones negros.
Sus ojos se encontraron, mas no hablaron, no era necesario. Bill se paró cargando a Scotty mientras le hablaba. -¿Ves? Nada de qué preocuparse, papá ya regresó. –dijo, dejando a su mascota en su cama, dispuesta a un lado del living.
Tom observó todo en silencio hasta que Bill regresó a él y se sentó en sus piernas, nuevamente perdiéndose en los ojos del otro.
-¿La besaste? -preguntó con sus ojos llenos de lagrimas, a lo que el gemelo mayor sólo asintió con un movimiento de cabeza. Bill le abrazó, queriendo fundirlo en su pecho-. Lo siento, mi amor.
-Bill, júrame que no dejas que algo así vuelva a pasar. – le pidió Tom sin despegarse de su gemelo. Este como respuesta sólo le tomó de la mano y le guió hacia su habitación, ese perfecto refugio que llevaban a todos lados, ese altar sagrado que habían reproducido en todas y cada una de sus casas: El mismo color en las paredes, la misma cama, la misma sobria decoración… Era lo mínimo que podían hacer por ellos, ya que dejaban a todo el mundo hurgar en su vida. Su sagrado lugar de amor era lo único que llevaban consigo.
Tom cerró sus ojos como siempre que quería huir. -Ábrelos, no es de mí de quien quieres huir. -le llamó la atención su gemelo. Tom obedeció al instante mientras observaba como Bill le desvestía con cuidado y luego se despojaba de sus propias ropas. Posó las manos sobre el pecho de Tom y las deslizó hacia abajo, delineando con las puntas de sus dedos cada una de las líneas que marcaban el abdomen de su gemelo.
Apoyaron sus frentes el uno en el otro.
-Gracias por esperarme despierto. -pronunció Tom en voz baja.
-No mi amor, gracias a ti por hacerlo. -contestó Bill acariciando el rostro de su Tom-. Mi Tomichu. -dijo sonriendo.
-¿Tu Tomi qué? -sonrió el mayor con confusión en el rostro.
-To-mi-chu. No me preguntes de dónde lo sacaron, lo leí en algún lado. – le explicaba mientras se metían a la cama.
Tom apoyó su cabeza en el pecho de Bill mientras éste jugaba con sus trenzas. -Se van a arrepentir de haberme pedido eso. -sentenció Tom.
-Ni que lo digas, llamé a Bild…
-¿Que hiciste qué?
-Llamé a Bild y les di una agenda con hora y lugar exactos para que los siguieran.
-¡Pero si la disquera contrató a los supuestos paparazzis!
-Lo sé, pero imagina como lucirán de ridículos cuando todo se sepa.
Tom se levantó del pecho de su gemelo y le besó. -Amo cuando estás a cargo.
-Siempre lo estoy. -contestó su gemelo devolviéndole otro beso-. Ahora dime ¿hiciste tu parte?
-Claro, fui un verdadero patán.
Los dos esbozaron idénticas sonrisas en su rostro antes de caer en un profundo sueño.
Tom suspiró tratando de aliviar el dolor que sentía. Una lágrima quiso asomar a sus ojos pero la reprimió. -No seas cobarde, él lo hizo muchas veces por ti, es tu turno. -se razonó.
Scotty se acomodó en su regazo, tiró la lata de cerveza que recién finalizaba y destapó otra mientras sus ojos se perdían contemplando el roble en el mural.
