Bill se desplazaba sonriendo entre los invitados, trago en mano. En algún momento de su vida había amado ser el anfitrión de las fiestas que daba en casa junto con Tom. Levantó la ceja y se empinó de un trago el contenido del vaso, esos habían sido otros tiempos, pensó con nostalgia.

Ahora sólo trataba de ser amable y pedía al cielo que esa noche terminara cuanto antes.

-Por un instante jure que nos llevabas a un desfile de modas- fue el comentario que le lanzó Georg, quien automáticamente consiguió un pequeño golpe por parte de Gustav en el hombro.

-¿Qué viejo? Eso era lo que yo pensaba- justificó su comentario.

-Pues no. Y ya ves donde estas, así que solo disfrútalo ok.- contestó el Kaulitz menor guiñándole el ojo a su amigo, que ya se veía en camino a una buena borrachera.

Unas horas atrás, cuando las limosinas en que viajaban se desplazaban por la zona roja más exclusiva de la ciudad, aún no sabían de lo que Bill era capaz, hasta que el sonido de potentes motores hizo que guardaran silencio y vieran hacia los vidrios. Divisaron una caravana de motocicletas conducidas por chicas disfrazadas de policías, enfundadas en trajes de cuero negro, gafas obscuras y de sus cinturones colgaban esposas que se movían sugerentemente en sus piernas.

-Mi madre ¿Qué es eso?- preguntó Gustav sin salir de su asombro.

-Nuestra seguridad- respondió Bill sonriendo.

Y justo en ese momento la velocidad de los autos empezó a disminuir lentamente hasta llegar a la entrada del club más cotizado para caballeros en Europa. "Decay" rezaban luminosas letras del único lugar donde todo hombre no podía irse sin haber entrado al llegar a la ciudad.

-Mierda- masculló Frank.- ¿Estamos? ¿Acaso estamos en…?

-Sí, estás en el Paraíso-terminó Bill la frase, mientras le daba suaves golpes en la espalda al guitarrista de su banda.

El club había sido cerrado exclusivamente para ellos, algo que en la historia del lugar no se había visto; eran políticas internas de la empresa, claro, eso hasta que un día antes y un numero de varios ceros hacia la izquierda hicieran al dueño del club replantearse las políticas absurdas que, según Bill Kaulitz, merecían ser rediseñadas.

Así que ahí estaban ellos, con el Decay completo a su disposición. La sorpresa de entrar escoltados por semejante "seguridad" había pasado. La ambientación del lugar era perfecta, un DJ amenizaba y, esporádicamente, bailes eróticos se realizaban en el escenario principal. Los invitados eran atendidos por meseras ataviadas con disfraces de lencería, simulando ser sirvientas francesas.

-¿Quieres quitar esa cara?- era la voz de Andreas que sacó a Bill de su aletargado estado mientras se sentaba al lado del solitario sillón que su amigo había ido a ocupar casi veinte minutos atrás.

-Es la única que tengo. Pero si quieres le pido a Tom la suya- contestó fingiendo una sonrisa.

-No se te dan los chistes Kaulitz, lo siento por ti- comentó el rubio guiñándole el ojo.

Pasaron unos minutos en silencio mientras Bill se empinaba dos onzas de whisky puro de un trago.

-Si sigues bebiendo así, estarás tan borracho que no vas a poder salir en dos pies – le llamó la atención Andreas, quien le quitaba a Bill el vaso que recién llenaba de licor y se llevaba a los labios nuevamente.

-Bla bla bla, qué horror ¿puedes imaginarlo? El perfecto Bill Kaulitz haciendo un escándalo-respondió el pelinegro con voz burlona tomando el vaso.- Ahora, si me permites, necesito olvidar un poco, gracias - dijo mientras bebía un poco más.

Permanecieron en un incómodo silencio poco común entre ellos. Sus muy parecidas y explosivas personalidades que no les daban tregua para silencios hacía unos años parecían no ser compatibles desde hace algún tiempo, Bill se había vuelto más callado, reflexionaba Andreas.- ¿Sabes Bill?

-Dime.

-Me haces sentir inútil.

-¿De qué hablas?

-Recuerdo cuando me llamabas y en dos minutos te podía decir algo o ayudarte en lo que te estuviera pasando y así podía sentir que te era útil.

-No seas tonto. Los amigos no se resumen en ser útiles o no, y aunque no lo creas estás haciendo más de lo que crees.

-¿Ah sí? Y dime, qué hago tan maravillosamente bien.

-Es obvio el solo hecho de que hayas…-el muchacho guardó silencio al ver cómo una mesera se acercaba a limpiar la mesa y les ofrecía algo más tendiéndoles el menú sin quitarle los ojos de encima un segundo. Bill evitó el contacto visual que la chica pretendía establecer y se cruzo de brazos esperando que se fuera, claramente incómodo.

-Wow, esa chica te iba a comer con la mirada- rio Andreas golpeando la rodilla de su amigo.

-Es su trabajo.

-No, no, qué mierdas, su trabajo es servir las mesas, no comerte con los ojos.

-Igual, ya déjalo.

-Vamos, pídele su teléfono.

-¿Para qué?

-¿Cómo que para qué Kaulitz? Ya sabes, establecer un primer contacto, luego flirtean un poco y boom, te la llevas al hotel.

-Ajá, claro. Para que el siguiente contacto que tenga que hacer sea con algún puto paparazzi al que le tenga que pagar una fortuna para que no venda la historia de: "Bill Kaulitz se lleva a streaper de club nocturno a su hotel". Además Andreas me asustas, parece que no me conocier…

Las luces se encendieron de golpe y el sonido de una estruendosa alarma les interrumpió.

-Buenas noches- dijo la voz que llegó a ellos por los altavoces. –Soy la agente 69 del Decay Police. Por favor, permanezcan en sus sitios, este es un allanamiento de rutina. Si hay algún chico malo, será duramente castigado y llevado a una celda privada- anunció con un sensual tono en su voz.

Inmediatamente, del piso empezó a emerger humo rosa y la música invadió los sentidos de cada uno de los chicos. Catorce bailarinas entraron al lugar con idénticos uniformes de policía, bailaron al centro realizando piruetas con fuego y dejando ver una agresividad sugerente hacia los presentes. La melodía cambió y cada una sacó un juego de esposas dirigiéndose a algún invitado en específico, paulatinamente la luz se fue volviendo tenue y cada uno estaba aislado en su propio mundo.

Bill evitaba lo mejor que podía la mirada de la chica que le bailaba y cuanto más la evitaba, esta remarcaba más sus movimientos sensuales; la muchacha dio un paso adelante y quedó parada en el espacio entre sus rodillas, al ritmo de la música bajaba sosteniéndole la mirada. Bill chupó sus labios, cerró los ojos y en un segundo fugaz los abrió de golpe –Ey linda-susurró levantándole la ceja. La chica sonrió, había triunfado, no existía quien se le resistiera. El chico le pasó la mano por la nuca y le habló al oído.-Si te me acercas un milímetro más, habrá problemas- dijo en tono serio.

-Yo me encargare de ellos.- respondió la chica guiñándole el ojo mientras daba la vuelta y se sentaba en sus piernas.

El pelinegro cerró los ojos de nuevo respirando profundo. Empezó a ver como a su alrededor todos desaparecían esposados a las salas aledañas para bailes privados. Buscó con la mirada a Andreas pero era muy tarde, solo vio como su amigo desaparecía de la mano de una preciosa morena. Sintió como el trasero de la chica se movía encima de él buscando excitarlo, levantó la mano y en dos segundos el dueño del lugar estaba ahí.

-Scarlet- dijo apretando los dientes en clara señal de furia.

-Señor, yo…

-Tú nada, estás despedida – reprendió a la chica, quien abandonó la sala inmediatamente.

-Mr. Kaulitz, le ruego…

-Déjalo, está claro en el contrato- le interrumpió Bill molesto.-Te lo dije, fue lo único que pedí, que nadie me pusiera un dedo encima, acabas de perder un cero en el cheque.

Giró sobre sus talones, estaba demasiado molesto como para seguir con el tema, además tampoco le apetecía dar un espectáculo. Recorrió el lugar con la mirada asegurándose de que nadie se hubiera percatado de la situación.

Agarró una botella de whisky y se encaminó al jardín de atrás, buscó un sillón y su mirada se perdió viendo las estrellas mientras daba tragos directos de la botella. Sacó un cigarro y lo colocó en sus labios, y, mientras buscaba en sus bolsillos con qué encenderlo, apareció Gustav, quien inmediatamente le dio su encendedor, se sentó a su lado y le quitó de las manos la botella de licor dando un largo trago.

-Y Andreas dice que el borracho soy yo.- comentó Bill arqueando su ceja.

-Tu amigo dice muchas estupideces Kaulitz- contestó Gustav encendiendo un cigarro al que le dio un largo chupón y dejó salir el humo suavemente. –Mierda, esto es tan liberador- comentó dando un trago más de la botella.

-Dímelo a mí- agregó el pelinegro arrebatándole la botella y haciendo lo propio.

-¿Sabes, Bill? Hay algo contigo endemoniadamente extraño.

-A ver, dime.

-Fíjate, te ves tan débil y no lo eres, proyectas una fuerza que hace que cualquiera se mire como cucaracha a la par tuya.

-Gracias…supongo.

-No, espera, a lo que voy es que por más que quiero entenderte no consigo hacerlo. Has hecho la despedida más impresionante a la que he ido, y a ti se te ve como que te estuvieran torturando, debes estar muy mal para que yo note eso.

Bill tragó en seco, sabía a lo que se refería.-Siento ser un aguafiestas- justificó dando un trago más.

-¿Qué jodidos tienes? ¿Es por Tom?

Bill sintió sus ojos llenarse de lagrimas, se estaba debilitando, no podía dejarse desestabilizar así tan solo al escuchar su nombre.

-¿Por qué todo el mundo supone que cuando algo me pasa es culpa de Tom?- devolvió la pregunta junto con la botella.

Gustav la tomo pero viéndole directamente a los ojos le inquirió -¿No es por Tom entonces?

-Mierda, eres bueno en esto- exclamó sonriendo sin poder esconder cierta amargura en su rostro. –No es nada Gustav, lo prometo…es solo que estoy preocupado.

-¿Por qué?

-No te podría decir exactamente, es confuso.

-Inténtalo.

Bill analizó por un momento, no le iba a decir nada pero si podría compartirle lo que de momento le pasaba. –Bueno, tiene que ver con la conexión.

-La bendita conexión, si funciona, lo sabré yo- dijo Gustav sacando una bocanada de humo por sus labios.-Esa cosa es como que tuvieran la misma mente.

-O la misma alma- interrumpió Bill.- El asunto es este, la conexión no funciona igual en los dos, yo puedo leer a Tom con más facilidad de lo que él me puede leer a mí. ¿Por qué? Te preguntaras. Bueno eso es algo que nunca sabremos.

-¿Y ahora lo sientes mal?

-Sí y no, espera, déjame continuar. Tom tiene un sentido diferente, él puede sentir segundos antes cosas que me pasen a mí, no lo creerás pero…

-Mierda- interrumpió Gustav.- Claro que lo creo, cuando se te fue la voz en un concierto y Tom te volteó a ver segundos antes con miedo.

Bill se sorprendió, no creía que nadie se hubiera percatado de eso.

-También cuando estábamos grabando un video y te agarró un segundo antes que te fueras a caer del vagón.

-Bueno, pues eso, a Tom ahora mismo le pasa algo y me tortura no saber qué, y cuando no sé que es, pues tiene que ver conmigo.

****

El último trago de otra cerveza resbaló por su garganta. El tiempo pasaba lento, una lágrima estaba a punto de caer pero no se lo permitió. Si lloraba, Bill sabría que algo estaba mal y esa noche no podían permitirse ningún tipo de debilidad, estaban muy cerca de llegar al final. Acarició el pecho de Scotty, su respiración estaba agitada, lo sabía y debía aceptarlo, estaba realmente mal.

-No me hagas esto, viejo. No hoy.- le pidió a su perro viéndolo a los ojos.- Debes esperar a papá. Scotty, por favor- dijo con dolor.

Tom lo estrecho entre sus brazos; mucha gente no comprendería nunca su amor hacia Scotty, no era un simple perro, era quien había salvado la vida de Bill cuando aún eran pequeños. Le apretó un poco más contra su pecho y el temblor del cuerpo de Scotty se torno aun más violento.

No podía dejar que sufriera. Lo dejó acostado en el sillón y corrió a ponerse unos tenis. Su cabeza daba vueltas, mil pensamientos le golpeaban una y otra vez, no podía pensar con claridad. Lo cargó y corrió con él en sus brazos escaleras arriba alcanzó el jardín.

–¡Saki!- grito. Y antes que pudiera repetirlo de nuevo su guardaespaldas estaba a su lado, dejó a su jefe sentado y tomo control de la situación, llamó al veterinario y éste les pidió que llegaran de inmediato.

Arthur salió de su habitación corriendo hacia el living al escuchar tanto barullo. Sintió un shock al ver a su jefe vestido en tremenda facha y cómo permanecía sentado en la sala con los ojos clavados en el piso y en su regazo, su perro. La imagen que tenia frente de sí no le daba tregua a su razón, Tom Kaulitz el perfecto y controlado hombre de negocios para el que trabajaba, el tipo que no dejaba que nada en el mundo empresarial le venciera, que absorbía ferozmente cuanto negocio se proponía ¿ese era acaso el hombre que estaba sentado allí?

-Vamos- índico Saki, quien ya tenía la camioneta afuera lista para llevarlo.

Arthur se dirigió a él para ayudarle pero Tom no dejó que le quitaran a su mascota, él mismo iba a cargarlo. Subió a la camioneta y su respiración se hacía pesada, sus ojos parecía que iban a explotar, estaban rojos y cargados de lagrimas. Saki no dejaba de observarle por el retrovisor, no sabía qué hacer.

-Señor ¿necesita que llame a alguien?- le preguntó su asistente mientras sacaba su teléfono y agenda.

-No, aun no.

****

Bill exhaló satisfecho mientras entraba de nuevo al salón. A fin de cuentas, parecía que todo había salido justo como lo había planeado.

Fue directo a donde estaba el DJ y tomó el micrófono. –Espero que estén disfrutando la noche- dijo fingiendo una sonrisa.- Ha llegado un regalo especial para Dave.- anunció.

-¿Otro?- preguntó su manager sin poder ocultar su sorpresa.

-Sí, otro, así que sígueme.

Caminaron saliendo de la sala principal hasta alcanzar la puerta del lobby. Bill encendió un cigarrillo. No tardaría en aparecer el auto.

-Gracias por todo- dijo Dave.

-No me lo agradezcas, te queremos mucho. Ya sabes que si Tom no pudo venir, al menos estuvo pendiente de todo, en especial de esta parte de la noche, este es su regalo- dijo señalando el auto que recién aparecía por el camino.

-¿Será un auto?- bromeó Dave, sin comprender del todo.

-Mira bien Jost, es un auto de alquiler-río Bill.- Lo que viene dentro, eso es lo que planeó Tom.-Guardó silencio mientras un vidrio se bajaba dejando ver a Dunja sonriéndole a su futuro esposo.

-Mierda, Bill- musitó Dave sonriendo sorprendido.- No sabes lo que esto significa para mí.

-Creo tener un ligera idea de lo que es ver a alguien que amas después de algún tiempo-dijo el pelinegro bajando el rostro, pero en el acto lo subió inmediatamente.- Bueno, que tengas un buen fin de semana- se despidió abrazando a su manager.

Vio como el auto se alejaba y regresó de nuevo al salón donde el ambiente estaba demasiado pesado, las chicas demasiado provocativas y él empezaba a sentirse muy borracho y la combinación de eso no podía ser nada bueno, así que se encamino con la idea de ir al jardín que había abandonado media hora antes pero antes de llegar vio una estancia mucho más pequeño y una banca.

Se acercó preso de la curiosidad, distinguió la silueta de una chica sentada fumando y bebiendo, tenía una camiseta pegada al cuerpo y unos pantalones que parecía se sostenían milagrosamente en sus caderas, eran unas tres tallas más de lo que calculo le entallarían a la chica, sonrió mientras pensaba que solo Tom en otros tiempos usaría cosas así.

La muchacha sintió como una mirada estaba clavada en ella e instintivamente volteó a verlo. Inmediatamente dejo de verle mientras su rostro se llenaba de clara desaprobación.

Bill no pudo evitar sentir curiosidad y fue directo a ella.

-Este lugar no es para clientes, jardín de empleados- casi le gritó con furia señalándole el camino de vuelta.

-Estoy bien aquí-contestó el muchacho sentándose a su lado.

-Eres un estúpido ¿lo sabes al menos? ¿O acaso eres de los niños bonitos que andan jodiéndole la vida a todo el mundo y ni siquiera se percata de ello?- le reprendió la muchacha corriéndose al otro extremo de la banca, dejando claro que no le quería cerca.

Los ojos de Bill se abrieron descomunalmente mientras reconocía a la chica. - Scarlet ¿cierto?

-Wow, que gran honor, al menos recuerda el nombre de la chica a la que le quitaron el trabajo por su culpa, eso debería de tener un merito al menos, claro- ironizó la muchacha mientras una lagrima de rabia bajaba por sus mejillas.

Bill no supo cómo pero la botella de whisky seguía en sus manos y dio un largo trago. No era que lo trataran con dureza seguido, así que se sentía realmente afectado por las palabras de la chica quien seguía fumando y lagrimeando a su lado. Pasados unos minutos en aquel silencio, le extendió la botella y esta llenó el vaso del licor.

-¿Acaso soy tan fea?- fue la pregunta que rompió el hielo.

-Bromeas ¿cierto? Eres preciosa- contestó Bill sin verla.

-Y entonces…¿Qué mierdas te paso ahí adentro? Digo, sólo hacia mi trabajo.

-Estaba en el contrató, era claro que nadie me podía poner…

-…Un dedo encima, lo leí- complemento la chica.- ¿Qué clase de clausula es esa, de todos modos?- comentó mientras bebía de un trago el contenido en su vaso.

-Déjame explicarte.

-¿Qué vas a explicar? ¿Que eres demasiado bueno para que una puta te ponga un dedo encima? Para tu información, sólo bailo, si alguien más te ofrece algo en los salones privados ese es su problema no el mío.

-Me pusiste el trasero encima.- le refuto el muchacho subiendo el tono de voz.

-Solo porque representa mejor propina, eso no significa que moriría porque me cogieras. No eres tan irresistible, además…

-No es por eso-le interrumpió el chico.- Mira, comprende, a ver deja te explico ¿tú amas a alguien?

-Sí.

-Bueno, yo también.

-Ajá y en todo esto ¿dónde queda tu estupidez?- le inquirió la muchacha.

-Deja, continuo ¿estás con ese alguien?

-Vivimos juntos- respondió la chica sin que Bill pudiera dejar de notar cómo se le iluminaba el rostro a la muchacha.

-Yo no, mi "alguien" sabe de mí sólo por revistas, fotos y noticias.

-¿Es una fan?- interrumpió la muchacha no pudiendo evitar sentirse intrigada.

-Bueno, no es una fan, es mucho más que eso, pero irónicamente todo lo que sabe de mí es como si fuera una. De hecho, físicamente hay fans que están más cerca de mí, que mi "alguien"- dijo guardando silencio, mientras se hacía consciente de cómo la inquietud en su pecho crecía. –El punto es que: sé que confía en mí, pero si ve algo como eso de tu sentada en mi le dolería mucho.

-Pero es un streap club, por Dios, ¿qué espera?

-No importa qué espere, es solo que se cuan débil es, y sé que aparentará que no por no verse frágil ante mí y hacer que yo me quiebre. -Bill guardó silencio, tratando de entender él mismo el enredo que había dicho.- Olvídalo, sé que no tiene sentido.

La chica clavó sus ojos en el cielo, parecía que estaba pensando y después de unos segundos habló.

-¿Sabes? Comprendo a tu "alguien" entonces- sentenció.- Es como yo, me veo fuerte, independiente, que voy a comerme al mundo y en realidad él es mi roca, si sus brazos no fueran mi refugio cada día, por idiota y cursi que se oiga, yo moriría. Pero nadie se percata de ello, a los ojos de los demás soy la que lleva la batuta.

-¿Qué tu lo mandas?

-No lo mando, pero yo soy, ya sabes…la que trabaja y lleva el dinero a casa.

-¿Él no trabaja?

-No puede, tiene una enfermedad. Entonces, por eso escogí este trabajo. Gano lo suficiente para mantenernos a los dos y el horario es bueno para poder cuidarlo en el día.

-Mierda, haces muchos sacrificios por amor.

- No, en el amor no existen los sacrificios.

-¿Ves? ¿Y preguntas si eres hermosa? Ese tipo te ha de ver con veneración.

-Es ciego- dijo con voz apagada tragando saliva, ajusto su coleta y de sus grandes pantalones saco un cigarro.

El chico no pudo dejar de ver tras ella un gran parecido a la actitud de Tom, aparentando ser fuerte y sólo necesitando a su alguien para recargar baterías y continuar. Y luego, los sacrificios. No mucha gente se sacrificaba por nadie y menos por amor, de hecho las parejas que él conocía se separaban al menor índice de que habría que hacer un pequeño esfuerzo, no digamos un sacrificio.

-¿Conoces a Tom Kaulitz? –dijo por fin.

-Claro, es tu copia al carbón -sonrió la muchacha mientras encendía el cigarro.

-¿Crees que puedes ir a Berlín?

-¿Y para qué haría yo eso?

-Vamos, está a solo cinco horas en auto.

-Claro que está a un paso, nada más que, por favor, ordena que muevan esa limosina porque está bloqueando la salida de mi Mercedes -contestó en tono de burla.

-Dame un poco de tregua, estoy haciendo un esfuerzo aquí -puntualizó el muchacho.

-Si tuviera un auto, ya me hubiera ido. Espero a alguna chica que quiera compartir un taxi de regreso al centro -dijo ella-. Además únicamente bromeaba, continúa suponiendo que puedo ir a Berlín…

-Bueno, mi hermano tiene una de sus oficinas aquí, pero la gente que las maneja puede ser una inepta por momentos, así que quiero que te conozca y seguro te puede dar un buen trabajo aquí mismo.

-Oh, por Dios, ¿bromeas? –fue lo único que la chica pudo decir al mismo tiempo que una sonrisa cruzó su rostro–. No sabes el peso que me quitas de encima, muchas gracias, eres un…

-No me lo agradezcas, es lo mínimo que puede hacer un niño bonito –contestó sarcástico, bajando el tono-. Gracias por eso. Dame un minuto, ahora vuelvo –añadió, desapareciendo del lugar.

Diez minutos después, regresó con un sobre perfectamente sellado.

-¿De dónde sacaste eso? -preguntó la chica, intrigada.

-Pues le ofrecí el cero devuelta a tu jefe con la condición que me diera un sobre y una hoja. Créeme que las he conseguido más baratas -responde esto último en tono de fingida confidencialidad-. Ahora escucha, vas el lunes después de las dos de la tarde y te anuncias con Margaret, es su secretaria le dices que llevas una carta de parte de Bill Kaulitz que debes entregar personalmente, y si te cuestionan algo más, dices que tiene que ver con el roble. ¿Entendido?

-Memorizado más bien dicho, de entenderlo tengo mis dudas.

-Bueno, memorizado funciona. -dijo el muchacho, entregándole el sobre y cien euros.

-¿Para qué el din…?

-Si yo pudiera estar ahora mismo con mi alguien, no podría esperar un segundo más. Fue un gusto conocerte, Scarlet.

Volvió hacia el salón, buscó con la mirada a sus amigos, pero parecía que la tierra se los había tragado. Segundos después sintió como una mano le tomó por el brazo, era Georg.

-Ya estás borrachito, eh -dijo el castaño en tono suave mientras lo guiaba a un apartado donde desde hacía un momento atrás se habían instalado junto con Andreas y Gustav.

Bill se sentó con una gran sonrisa en el rostro.

-¿De qué nos reímos, Kaulitz? -preguntó Andreas ayudando a Georg a acomodarlo a su lado.

-¿Y de qué más? Del puto y maldito amor -dijo tomando una bebida de tequila que Gustav recién le había servido.

Georg, quien había dejado de beber desde hacía más de dos horas, observaba sin intervenir como sus amigos tomaban alcohol sin tregua. Una botella de tequila después la voz rasposa y nada clara de Bill le sacaba de sus pensamientos. - Hobbit, estás muy sobrio para mi gusto.

El castaño le devolvió una sonrisa no tenía la menor idea de cómo actuar. Su conciencia no lo dejaba tranquilo desde meses atrás, y aunque Tom ya no hubiera tenido la confianza para pedirle que él cuidara a su gemelo, lo haría, se lo debía.

Bill empezaba a hablar incongruencias, lo que Gustav no dejó pasar, haciéndole preguntas a las que obtenía las respuestas más absurdas del caso, sin embargo, no importaba. Si algo les divertía de cuando el menor de los Kaulitz se embriagaba, era de cómo se le soltaba la lengua.

-¿Saben, chicos? –logró decir en medio de un eructo-. Hagamos un brindis.

-A ver, Bill ¿por que brindamos? -inquirió Gustav.

-Por los más grandes hijos de puta que jamás hayan existido. -Los rostros de todos se tornaron serios. Bill continuó-: Por esos dos, Marie y Taylor –terminó de decir empinándose una onza de tequila más. Los ojos de el resto de los chicos se buscaron instintivamente, estaban confundidos ¿Quién diablos eran esos dos? Era la pregunta que flotaba en el ambiente.

Georg pudo sentir como su teléfono vibraba y al ver el identificador no pudo evitar anunciarlo: -Es Tom -dijo sin más, antes de contestar con un "¿Tom?"

-Oye, qué pasa con todos, llevo un buen rato y nadie me contesta.

-Están un poco borrachos, no creo que sientan.

-¿Y tú?

-Yo qué.

-¿Y tú no estás borracho? -preguntó incrédulo.

-Te debía una Tom, y aunque no me lo hubieras pedido, pues…

-Momento perfecto para que me la debas hermano, lo digo enserio. Ahora necesito hablar con Bill, comunícamelo.

Georg no podía fingir lo extraño de la situación. –Te habla Tom -dijo dándole el teléfono al pelinegro.

-¿Tomi? -gritó el menor con una sonrisa en los labios-. ¿Tomi, está lloviendo?

-No. Bill, cállate, no digas idioteces ¿sí? Hay mucha gente ahí, ahora quiero hablar contigo- hizo una pausa mientras tomaba aire.

-No, tú no me llamas solo así. ¿Qué mierdas pasa?

-Respira profundo, Bill -ordenó a través del teléfono a su gemelo, cerrando los ojos y recordando las instrucciones que años atrás su gemelo le daba cuando afrontaban algo que le aterrorizaba-. Respira de nuevo y lleva tu mano al pecho, ¿está bien? –No esperó respuesta, sabía que Bill le estaba obedeciendo, no importaba la distancia ni la situación, sabía que se obedecían ciegamente. -Vas a venir a Berlín, Scotty está agonizando.

Tom sintió como su corazón se quebraba podía sentir el dolor de Bill, la línea del teléfono quedó muda. Había temido ese momento toda la noche, había pospuesto esa llamada hasta que le fue imposible, cerró su móvil y regresó dentro de la clínica solo para ver como inyectaban una vez más a su perro.

****

Un bache en la carretera hizo que la camioneta brincara moviendo a todos en su interior. Bill se despertó de lo que creyó había sido un mal sueño, pudo distinguir perfectamente a Georg conduciendo y Gustav en el asiento del copiloto que hablaba sin parar, más el no entendía nada se sentía como un zombie, con trabajo se incorporó y automáticamente un sobre de aspirinas mas una botella de agua le fue entregada por Gustav. No intercambiaron palabra siquiera, no sabían que decir.

-¿Cuánto falta? -preguntó casi media hora después.

-No más de una hora y minutos -le respondió Georg, viéndolo por el espejo.

Pararon a una estación de servicio y compraron café.

-Gracias, chicos -dijo Bill bajando la mirada. Se sentía realmente débil.

-Ni lo digas -fue la respuesta de Georg que le llegó con un suave golpe en la rodilla.

*****

Tom bajó con Scotty en los brazos y entró a su casa acompañado por Saki y Arthur. Ahí le esperaba su madre.

Sus ojos casi llorosos se encontraron y, antes que pudiera desahogarse, esta le anunció -Bill no tarda en llegar, llamó hace un instante y le dije que el doctor te había recomendado traerlo de vuelta. Está a pocos kilómetros.

Simone erróneamente creía que sus palabras reconfortarían a su hijo, pero el efecto fue el contrario al que esperaba.

Tom no pudo frenar sus lágrimas y depositó a Scotty en un sillón del living, abrazó a su perro y rápidamente deposito un beso en su cabeza, le jugo las orejas mientras le decía.-Gracias por todo.

Y sin decir más, giró sobre sus talones tomó las llaves de su Chrysler y salió corriendo del lugar.

***

Georg vio como un Chrysler de lujo pasó por el camino contrario, casi podía jurar que había visto a Tom, pero era obvio que el sueño le estaba jugando mal, se restregó los ojos de nuevo y negó con el rostro claro que ese chico con una bandana en la frente y una gorra no era Tom, pensó. Decidió no mencionar nada y llegaron al portón principal cruzaron la seguridad del condominio y antes de que se estacionara correctamente. Bill había bajado del auto corriendo hacia la casa de su gemelo, tocando desesperadamente el timbre Saki le abrió de inmediato y entró como loco, buscando con la mirada a Tom, sin embargo, todo lo que encontró fue a su madre, quien le señaló con la mano el sillón donde su perro estaba echado.

Bill se aproximó a él esbozando una sonrisa llena de ternura, pero sus lágrimas no dejaban de caer.

-Ey, campeón -le llamó con dulzura-. Papá está aquí -dijo sin poder evitar que su voz se quebrara al oír como su mascota lloraba. Lo cargó, pero inmediatamente Scotty saltó de su regazo al piso y empezó a brincar como loco de donde Bill se encontraba a la puerta que daba a la piscina mientras ladraba sin tregua.

-Díganme loca pero ese perro se ve mejor que yo -dijo Simone, levantando la ceja.

Bill no daba crédito a lo que sus ojos veían, su perro corría hacia él y, jalándole el pantalón, le guiaba hacia la puerta de la piscina. Le siguió. Detrás de él, iban su Madre y Saki, pero Scotty ladró con furia.

-Ok -dijo Bill, sonriendo y haciéndoles una señal de alto-. Creo que es privado.

Siguió a su perro atravesando el jardín y pasando derecho la piscina hasta que llegaron a una puerta blanca. Bill la abrió y descubrió unas gradas que le llevaban a un sótano. Scotty bajó en una carrera y se detuvo tras una segunda puerta mientras brincaba de un lado a otro.

El chico le obedeció y abrió la puerta. Sus ojos se desorbitaron mientras un submundo se develaba ante él: era una réplica exacta de su habitación. Sus ojos lagrimearon de nuevo, era ese el lugar sagrado para ellos, el único refugio que habían llevado consigo a través de toda su historia desde la primera vez que habían decidido vivir como pareja.

Bill se llevó la mano al pecho para calmarse, pero no podía, su Tomi aún la tenía. Pasó la mano por su cama… cuantas noches de pasión habían compartido en ella, cuantas eternas sesiones de cosquillas y juegos habrían visto esos muebles que complementaban la estancia.

Secó sus lágrimas y sonrió. -Gracias -dijo a Scotty mientras le acariciaba-. Ahora ven, ayuda a papá a deshacernos de todos.

Subió por las escaleras con una sonrisa a flor de labios y fue directo al living.

-Pues yo creo que todo está de maravilla –anunció. Tenía un plan y no podía darse el lujo que algo saliera mal-. Mamá, ¿podrías llamar a Tom y decirle que me llevaré a Scotty a casa? -pidió.

Comenzó a fingir guardar todas las cosas del perro en un bolso que Tom tenía a disposición justo a un lado del sillón en el que previamente había encontrado a Scotty echado.

-Creo que pueden retirarse -instruyó a Saki y a Arthur que todavía rondaban por ahí.

-Ya viene en camino, entonces -comentó Simone respecto a su gemelo.

Perfecto,pensó sonriendo.

-Bueno, mama creo que deberías irte a descansar también -dijo dándole un suave beso en la mejilla-. Georg y Gustav te llevarán, de todos modos van para casa de mamá Listing.

Diez minutos después, Bill se paseaba en el living de la casa de Tom satisfecho: había logrado que no hubiera nadie en casa. Se sentó en un sillón de esquina donde pudiera divisar cuando Tom entrara a la casa, cosa que no tardaría en suceder pues escuchó como un auto se estacionaba y un vuelco en el corazón le confirmó que su gemelo llegaba.

Tom giró la manecilla de la puerta y la cerró inmediatamente. Pasó la entrada principal e instintivamente volteó a ver justo hacia el sillón de esquina y ahí estaba él, sus ojos se llenaron de lágrimas y bajó la mirada. No se podía mover, estaba petrificado.

Bill se mordió los labios al mirarlo con sus grandes pantalones negros y su playera amarilla que tanto significaba para ellos. No era en sí la ropa, sino el hecho. Corrió hacia él, parándose abruptamente y quedando frente a frente, hasta que el menor habló, mientras le jalaba la playera suavemente a Tom: -¿Me estabas esperando?

Tom asintió con un gesto y quedaron en silencio. Se sentó a su costado, procurando mantener la distancia prudente. Scotty entró del jardín ladrando directo hacia Tom, éste sonrió y se arrodilló al piso para acariciarlo.

-Nos engañó -señaló al ver como el perro daba la vuelta alejándose de nuevo.

-No Tom, no nos engaño. Scotty me volvió a salvar esta noche -le corrigió Bill frenando el movimiento de su mano que buscaba tocar a su hermano.

-Ven -le llamó Tom caminando a la cocina. Bill le obedeció y se sentó en el desayunador mientras su gemelo preparaba café, lo bebieron en silencio, evitando verse o tan solo rozarse.

-Vi nuestra habitación -anunció Bill.

El mayor no pudo más que sonrojarse. Dejó la tasa por un lado y salió de la cocina, y corrió escaleras arriba, llegando a su recamara. Era idiota huir de su gemelo, porque antes que siquiera intentara cerrara la puerta, Bill ya estaba dentro.

Tom se detuvo frente a la ventana, dándole la espalda. Había defraudado a Bill, se sentía realmente avergonzado ya que se había permitido ser débil, y ahora su gemelo lo sabía.

-No seas tonto. Crees, acaso, que ese es un signo de debilidad después de estos cuatro años -le reprimió Bill que por lo visto, le leía claramente. Caminó hacia donde estaba su hermano y se puso frente a él.- No tienes idea de nada entonces Tom, eso no fue un signo de debilidad, eso solo es un signo más de nuestro amor.

El mayor trato de controlar el latido violento de su corazón, y cerró los ojos, no podía verle siquiera.

-Tomi, ahora soy yo -dijo en tono de confesión-. Dame tregua, no puedo ser el fuerte todo el tiempo, me estoy desgastando –siguió diciendo, tratando de contener sus lágrimas pero fue inútil-Necesito tomar fuerzas, me estoy desgastando cada segundo más…

Tom quería abrazarle y Bill quería que lo hiciera, sin embargo, el mayor abrió sus ojos no podía huir más, no podía seguir siendo cobarde, debía dejar de fingir fuerte y serlo.

En una mirada supieron que no podían permitirse un segundo más cerca, o de lo contrario estarían perdidos.

-¿Tomi, puedo usar nuestra habitación?

Tom asintió, se dirigió hacia su closeth y en unos minutos le preparó una pijama se la entregó, luego le acompaño en silencio hasta la puerta de su recámara. Le vio bajar las gradas hacia su habitación. Era la primera vez después del roble que pasarían la noche bajo el mismo techo.