Tom quería abrazarle y Bill quería que lo hiciera, sin embargo, el mayor abrió sus ojos. No podía huir más, no podía seguir siendo cobarde, debía dejar de fingir ser fuerte y serlo.
En una mirada supieron que no podían permitirse un segundo más cerca, o de lo contrario estarían perdidos.
-Tomi, ¿puedo usar nuestra habitación?
Tom asintió, se dirigió hacia su closeth y en unos minutos le preparó una pijama y se la entregó. Luego, le acompañó en silencio hasta la puerta de su recámara. Le vio bajar las gradas hacia su habitación. Era la primera vez después del roble que pasarían la noche bajo el mismo techo.
****
En el momento justo en que Bill Kaulitz giró sobre sí para dirigirse a su habitación, sintió una descarga de adrenalina, esa adrenalina irracional que libera una madre cuando defiende a su hijo contra un atacante, el tipo de adrenalina que convierte a un simple tipo en un héroe al meterse en una casa en llamas y salvar a un desconocido. Esa adrenalina que convierte a un simple mortal en un ángel.
Tragó saliva y empezó a sudar, sabía que no podía hacer nada por él, más bien sabía que no podía permitirse hacer nada aún. Estrechó en sus brazos la pijama que recién Tom le había dado, sintiendo abandonarse en la impotencia que le embargaba ese momento. Respiró profundo mientras daba los primeros pasos hacia las escaleras, podía sentir la mirada fuerte de su gemelo sobre su nuca; también casi podía sentir el propio corazón de Tom acelerado, fue entonces que Bill recordó para qué era bueno en la vida.
Bill Kaulitz jamás se consideró así mismo un hombre excepcional, los gritos histéricos que lanzaban sus fans en los conciertos de hecho le incomodaban por momentos. Él se observaba en los videos y no veía nada espectacular en él, excepto una cosa. A Tom.
Desde el justo momento que fue consciente de su propia existencia, sabía que lo que le hacía especial era Tom, cualquier cosa que hacía era por él, y Dios sabía cuanto había tratado de cambiar eso.
Cuando fueron creciendo, Bill fue el primero que sugirió habitaciones separadas. Creyó que con eso se aliviaría en algo la sombra que su gemelo proyectaba sobre él. Fue inútil, pues en el justo momento en que la puerta de la habitación de enfrente se cerraba, mordiéndose los labios de desesperación, Bill supo que jamás podría estar lejos de él. ¿Por qué? Era algo realmente idiota tratar de comprenderlo, la magnitud del amor que sentía por su gemelo era solo un reflejo de lo mismo a la inversa.
Siguió caminando hasta llegar al borde de las escaleras y escuchó como su gemelo cerró la puerta. Se sentó justo ahí, en el piso. No tenía la menor intención de alejarse dejándolo así. Cerró sus ojos y quiso ordenarse mentalmente, estaba muy confundido y mil emociones más chocaban entra sí dentro de él. Parecía que iba a implosionar y simplemente desaparecer, o al menos esa era la sensación que habitaba en su alma. Una lágrima bajó por su mejilla y Bill estuvo a punto de golpear la pared. Estaba demasiado molesto, había dejado que Tom le viera quebrarse y ese para nada había sido el plan. Apoyó su cabeza contra la pared mientras se reprochaba a sí mismo su debilidad.
Bill sabía perfectamente que necesitaba su gemelo y cuando lo necesitaba, ese era su mayor orgullo. Nunca le importó parecer una diva berrinchuda y menos un perfecto patán. Si eso debía parecer para complacer las exigencias de Tom, lo haría, claro, y lo había hecho durante todo Tokio Hotel. Ahora, estaban a tan solo dos meses de lo que podría ser su triunfo final y era justo en los últimos días en los que él parecía no poder soportar más la carga. Respiró profundo y sonrió, sabía qué carta jugar. No lo podía dejar triste, entonces iría directo a él, le cambiaría el ánimo y luego iría a la "habitación", a recargar baterías para sobrevivir los próximos meses sin él.
Así que empezó a respirar profundo y se estiró, dejando la pijama en el piso. Con ello, simbólicamente hizo a un lado su propio dolor y con paso resuelto se dirigió rumbo a la habitación de Tom. Si lo iba a dejar esa noche, al menos lo haría con una sonrisa, y aunque había decidido no mencionar lo que observó en Tom de nuevo, debería usar esa carta para al menos hacer que regresaran al juego.
*****
Dio un largo suspiro mientras le vio salir abrazando la pijama. No podía dejar de contemplar esa figura que se alejaba y justo cuando alcanzó el pasillo principal, empujó la puerta, cerrándola suavemente. La sostuvo con la palma de sus manos, con fuerza; cualquiera pensaría que quería derribarla, pero no era así. Tom sintió cómo su pulso se aceleraba y la imagen de Bill llorando segundos atrás frente a él regresaba a su mente de nuevo. Su roca había pedido una tregua y él había sido un completo inútil. "Ni siquiera pudiste decirle una puta palabra", se reclamaba una y otra vez.
Las lágrimas peleaban por salir, cerró los ojos fuertemente como si eso pudiera frenar su dolor. "Esa es la diferencia entre él y yo: Soy un maldito inútil que ni sabe cuando decirle que", se dijo apoyando su frente contra la puerta. Su cuerpo empezó a ceder ante un temblor en su desesperación, mordía sus labios para obligarse a callar sus sollozos. Tom estaba tratando de contenerse a toda costa, no quería que Bill le sintiera así, sería el colmo. Ya se lo había dicho, necesitaba ser débil por una sola vez, y él lo sabía, era casi inhumano pedirle a Bill ser fuerte todo el tiempo.
Por fin, Tom no pudo más y gruesas lagrimas se colaron debajo de sus parpados bajando por sus mejillas. Se mordió los labios con desesperación, lo menos que podía hacer era ahogar su dolor…
Y así permaneció por un tiempo que no sabría determinar. Pero de pronto empezó a ser consciente de un calor que le llegaba del otro lado de la puerta. Abrió los ojos sin despegar su frente, y pudo sentir un suave peso apoyándose en el pecho, se sentía como cuando Bill le calmaba en momentos difíciles. Su respiración fue tornándose regular y limpió sus lágrimas, que habían dejado de caer segundos atrás. Tom no daba crédito a lo que le pasaba, él jamás se tranquilizaba solo, siempre caía en un vacío de dolor y lágrimas y no paraba hasta cansarse, pero esta vez había sido tan…"Tan como cuando Bill me calmaba" pensó de inmediato, trayendo a la mente el recuerdo de las miles de veces que su gemelo ponía su mano en el pecho y le obligaba a abrir los ojos y verle. Y con sólo eso la desesperación se iba, el miedo cedía y las inseguridades parecían un chiste para Tom. Luego podían reírse como si nada hubiera pasado, pues Bill jamás mencionaba de vuelta un gesto de dolor o debilidad, era como su código de honor. Sabía que le heriría mucho más si le hacía consciente de lo débil que era sin él.
Pasó así unos minutos y, cuando se sintió totalmente calmado, se aventuró a comprobar lo que sospechaba.
-Bill ¿estás ahí?- gritó para asegurarse de que el calor que sentía provenir del otro lado, traducido en materia como su gemelo, le escuchara.
El pelinegro sonrió con satisfacción y retiró su mano del otro lado de la puerta limpiándose el sudor. Lo había logrado nuevamente y a distancia había sido la roca de su amor.
-Tom Kaulitz, abre la puerta en este instante- le gritó demandante.
-Pensé que te habías ido.
-Pues a menos que yo sea un fantasma, ya ves que no.
-¿A qué volviste?
-Tengo que comprobar algo.
-No voy a abrir.
-Mierda Tom. ¿Todo hay que analizártelo? Abre la puerta.
-Mierda Bill. ¿Todo hay que repetírtelo? Dije que no.
-¿Me vas a obligar a dar una patada a la puerta? Ya sabes, lo más seguro es que me golpee, grito, me caigo, luego lloro…Y entonces de todos modos vas a abrir. ¿Dónde está la lógica en esto?
Una carcajada emitida por los gemelos al unísono invadió el pasillo principal.
-Como quien dice: abro o abro ¿cierto?- dijo el mayor girando la manecilla de su recamara lentamente. Pasó su mano libre rápidamente por sus mejillas, tratando de borrar las últimas evidencias de sus lágrimas.
Justo cuando la puerta por fin los dejó frente a frente, Bill esbozó una dulce sonrisa y le guiñó el ojo suavemente.
-No podemos seguir así- gritó Tom, quien automáticamente apretó la manecilla de la puerta, tratando de cerrarla de nuevo.
–Ya vas de payaso. Si ya la abriste ¿cómo crees que me la vas a cerrar?- exclamó mientras de un empujón tiró la puerta, dejándola abierta de par en par.
Tom se sonrió y sintió cómo sus mejillas estaban a punto de quemarse. Su gemelo lo había logrado de nuevo: Se había sonrojado.
-Verás Tom, regresé porque hay algo que tengo que confirmar- dijo Bill haciendo una larga pausa caminando alrededor de su hermano, a quien los ojos se le habían desorbitado y su pulso tomó de nuevo la vía rápida al sospechar qué era lo que su gemelo quería averiguar.
-¿Tienes idea de lo que es, Tom?- le inquirió arqueando la ceja mientras se ponía frente a él.
Todo lo que obtuvo fue una larga inhalación, tal parecía que su gemelo iba a necesitar todo el oxigeno de la habitación.
-Ni idea- murmuró en respuesta, encogiéndose de hombros. Giró sobre sus talones, pero antes de que se hubiera dado vuelta por completo, Bill ya estaba frente a él. Tom hizo un exagerado puchero y dejó caer sus manos en signo de rendición y con un gesto le indicó a Bill que procediera.
-Tom, voy a decirlo solo una vez- comenzó a decir Bill mientras llevaba su mano a la cadera y se ladeaba.- Saca la lengua- le ordenó a su gemelo, pronunciando cada sílaba lentamente.
El mayor no pudo evitar sonreír, pero apretó sus labios con dureza y clavó su vista en el piso.
- Tom Kaulitz, saca la lengua en este instante-fue el grito que le hizo levantar la mirada de nuevo y posarla en su gemelo, quien lo observaba con cierta ansiedad. No pudo más. Se sonrojó de nuevo y sin poder evitarlo sacó la lengua.
-Oh, por Dios- dijo con una sonrisa de morbo en su rostro. –Gané.- exclamó acto seguido Bill mientras elevaba las manos al aire y daba vueltas por la habitación.-Te lo dije Tom, te-lo-di-je. Gané, gané, gane….- Era el vitoreo de Bill, que no dejaba de celebrar por toda la habitación.
-Hey, ya cállate ¿no?
-¿Tienes miedo de tu penitencia?
-No, la penitencia no será el problema- dijo el mayor fingiendo ponerse serio.- Oír tu barullo, ese es el castigo- le señaló sin poder evitar sonreír.
-Como sea, Tom, que no se te olvide que perdiste, así que voy a pensar qué quiero para castigarte- dijo mientras le veía, fingiendo cavilar alguna maldad al tiempo que se acariciaba la barbilla y ladeaba su rostro.
-Bill, ya vete- sonrió su gemelo abriéndole la puerta.
-Que rudo me saliste. Bien, buenas noches Tomi- dijo caminando hacia fuera y parándose justo frente a su gemelo.- Por cierto, lindo piercing, guapo- dijo mientras salía corriendo hacia el pasillo recogiendo la pijama.
Tom le vio hasta que desapareció camino del jardín y no pudo evitar sentir que lo invadía una deliciosa sensación: confort.
Bill tenía esa capacidad. Lo llevaba de un extremo a otro, por él había sido capaz de todo, su gemelo lo provocaba de formas en que nadie se atrevería. Le retaba, lo empujaba a tomar desafíos. Tom era consciente de algo, su completa existencia se debía a Bill. Sus metas en los últimos cuatro años las había trazado en base a él, a cuando llegara el momento. Sacudió su cabeza, tratando de alejar la melancolía que quería ganarle de nuevo la batalla a su mente a través de los recuerdos. Caminó hacia su minibar y sonrió al ver una botella de Merlot de 20 años. Hasta eso se lo debía a Bill, lo que veía y lo que soñaba, lo real y la fantasía, sus momentos de divagación y la maldita rutina…
Se sirvió una copa y no pudo evitar suspirar al recordar cuantas veces Bill en Tokio Hotel se mofaba de él una y otra vez, cómo le provocaba enfrente de los demás, mofándose de él sabiendo que no podía hacer nada. Llenó de nuevo la copa, pero negando con el rostro la dejó en la mesa. No necesitaba emborracharse para conciliar el sueño ese día, su refugio estaba en casa.
*****
En el momento justo en que Tom esbozó una sonrisa y le echó de la habitación, Bill supo que había ganado. Sí, nuevamente lo había logrado y fue cuando se reafirmó su valor primario, lo que le hacía especial era Tom.
Trató de inflarle un poco más el ego y agregó a su reclamo sobre sus modales a su gemelo - Por cierto, lindo piercing, guapo- justo antes de alcanzar el pasillo. Escuchó cómo este cerró la puerta de un somatón y sintió la calma llegar, ahora podía marcharse tranquilo. Recogió la pijama y bajó corriendo a la planta baja, su respiración ahora se iba acelerando y no era para nada por la carrera. Era más bien por la imagen de la lengua de Tom con el arete, que le perseguía para torturarle.
Alcanzó por fin "la habitación", la cual cerró con llave, y no porque temiera que alguien entrara. En realidad, lo usó de arma de persuasión en caso de que en algún momento de debilidad quisiera volver a salir corriendo hacia la recamara de su gemelo. Un simple cerrojo para el mundo y un: "no lo eches a perder ahora" para mí, reflexionó.
Empezó a ser consciente de lo que su cuerpo le pedía, inhaló profundamente y sintió como su miembro empezaba a excitarse. -Necesito darme un baño.- declaró casi de un grito a tiempo que caminaba de forma curiosa, tratando que el roce contra el pantalón le calmara. Sabía que si acaso se excitaba, había una ligera posibilidad de que Tom le sintiera así, por la conexión, así que debería controlarse. Atravesó la estancia directo al baño y puso a llenar la tina, se desnudó lentamente, tratando de obviar cómo el roce de sus dedos le provocaba escalofríos. Mierda, debo controlarme, masculló, cuando por fin cayó en la cuenta de qué era lo que le excitaba aparte de la imagen mental de la lengua de Tom, que no lo había dejado de seguir un segundo. El puto espejo, pensó a tiempo que le daba la espalda tratando de vencer la tentación de voltear a ver de nuevo; claro, nada peor que un espejo que le recordara perfectamente las formas de su amante.
Elevó su cabello y lo sostuvo con una coleta, resbaló sus manos hacia su cuello y se quitó el relicario, lo abrió y contempló la imagen del roble lentamente. -Maldito árbol.- murmuró con un dejo de dolor en su voz, lo cerró de un golpe y lo tiró contra la pared.
Acarició sus propios hombros desnudos, sabía cuánto amaba Tom besárselos, y un escalofrío le recorrió el cuerpo entero mientras evocaba la última vez que Tom se los había besado. Mierda, si sigo así esto no va a terminar bien, pensó entrando de una buena vez a la tina y sintió cómo al contacto del agua tibia, poco a poco fue cediendo la excitación, al menos la física.
No habían pasado ni cinco minutos cuando el timbre de su móvil le sacó de su letargo. Decidió ignorarlo por un momento, pero cuando se cortó la llamada por segunda vez, se estiró, resignado a contestar. Vio el identificador. Era Georg, la persona con quien, desde que habían iniciado el tour, su amistad se había tornado más profunda, aunque no sabía explicar por qué siempre terminaban discutiendo.
-¿Georg?- indagó al contestar.
-Él mismo, Kaulitz.
-¿Qué pasa?- preguntó sin poder ocultar lo imprudente que le parecía la llamada.
-Wow… ¿Interrumpo algo?
-¿Y qué vas a interrumpir?
-Cierto, Kaulitz equivocado.
-Ya, no seas tarado. ¿Qué pasa?
-Pasa que tengo que avisarte de que llego en un par de horas a por ti, no se te olvide que tienes concierto a las ocho… Y además, quiero saber si todo está bien con Scotty.
-Aw, Georg, ¿ves? Somos buenos amiguitos.
-Ya, déjate de estupideces y contesta a la pregunta.
-Pues Scotty está bien y si te digo lo que pasó, no me crees- dijo haciendo una pausa, y claro que jamás lo contaría.- Pero ya habrá tiempo para que te diga todo el cuento. ¿Cómo esta mama Listing?
-En su casa, con un enojo de cuidado.
-¿No fuiste a verla, Georg?
-No, me desvié un poquito…
-¿Un poquito a dónde?- interrumpió con una sonrisa en los labios. Tenía cierto presentimiento de dónde estaba su amigo.
-Estoy con Gretchen… y no sabes.
-Bien viejo, al fin dejaste lo promedio, lo machote, lo menso, lo…
-Ya Bill, para, entendí tu punto.
-Cuéntame más.
-Bueno, ya, estuvo asqueroso, así de película cursi: vine, hablé y tuvimos sexo, creo que…
-¿Cómo que tuvimos sexo, tarado?-le interrumpió Bill casi de un grito.- Si la quieres de vuelta Georg, ve y hazle el amor.
-Vamos Bill, sólo fue una palabra, no me vengas con tus novelitas rosas ¿quieres? Claro que hacemos el amor ¿no ves que la amo?
-Cállate. Eres más menso de lo que creí, ¿ves? Eres tú el de las novelitas rosas. Hacer el amor no es de amarla o no, o de si es mi novia o la puta de la esquina, es más que eso.
-Bueno, y a todo esto ¿tú que sabes del tema? Yo creo que hasta virgen eres- argumentó Georg subiendo el tono de voz. La conversación estaba lejos de terminar bien.
-No soy virgen. Que no le rinda cuentas a nadie de mi vida privada, no significa que no la tenga. Y regresando al tema, ya te dije, deja de ser tan…
-La única relación que te conozco fue falsa y la monto el managment, así que insisto ¿tú que sabes del tema? Deja de aconsejar con tanta propiedad de algo en lo que no tienes ni la más mínima idea.
-No te digo, eres puff… ¿sabes?…Ahh, sé más del tema porque he hecho el amor mil veces y he tenido sexo con la misma persona otras mil, hacerle el amor tiene que ver más con sus necesidades emocionales.
-Bill, escúchame bien y agarra este consejo, tómate un trago y deja de ver tanta puta peliculita de comedia romántica. Llego por ti en dos horas- remató su amigo colgando el teléfono.
-Ahh….- fue el grito corto y de indignación que apenas pudo emitir el menor de los Kaulitz. Inhaló profundo, pudiendo sentir cómo su rostro ardía de furia, se levantó y envolvió su cuerpo en una toalla, saliendo hacia la habitación principal.
-Sé más de lo que crees, imbécil- murmuró mientras se tiraba en la cama y no podía evitar cómo el recuerdo de la última vez, regresaba a su mente.
Bill sintió cómo el sopor del sueño aún estaba apoderado de él. Se dio la vuelta, buscando aferrarse a la espalda de Tom, pero sólo sintió su lado vacío. Trató de espabilarse un poco mientras vio de reojo el despertador, indicaba apenas las tres de la tarde. Habían tenido sexo maratónico la noche anterior y sus energías aún no las había recuperado.
Trató de incorporarse, pero al divisar la imagen de su gemelo fumando en el balcón, se tranquilizó.
Se dejó caer de nuevo en la cama, abrazando la almohada, y fue entonces que la inconsciencia del sueño le atrapó de nuevo. Llegó a un punto que no sabría descifrar si soñaba o era realidad, pero de la conexión que tenía con su gemelo sólo le invadía un dolor profundo en el pecho, era algo casi físico. Tom estaba triste…
No sabría precisar cuánto tiempo paso en ese estado de inconsciencia y lamió sus labios siendo cada vez más consciente de su miembro envuelto por una tibia sensación.
-Mmmmm-suspiró aún con los ojos cerrados, cobrando conciencia de lo que sucedía. -Ahhh- gimió al identificar plenamente el cálido aliento de Tom sobre su erección.
-¡Ahhhh!-El alto gemido que le había causado la sensación de una nueva lamida le convenció de que no estaba dormido. Abrió los ojos lentamente, sintiendo su corazón latir en éxtasis. Sonrió en medio de una respiración que se le entrecortaba por el placer. Sonrió mientras corría la sabana que lo cubría para descubrir bajo ellas el bien formado cuerpo de su gemelo. De su Tom.
-Buenos días, mi amor- logró pronunciar Bill.
Tom seguía subiendo y bajando su boca por la dureza de su gemelo, y al escucharle alzó la mirada para clavarla en los ojos marrones de su amante.
Bill quedó paralizado ante esos ojos, al contrario de Tom, que siguió lamiendo el pene de su gemelo con ansiedad.
El menor, en cambio, sentía también un peso en el corazón. Podía distinguir sensaciones de angustia, de preocupación, de dolor… Y sabía que aquello no era suyo, no salía de su alma. Salía de la de su gemelo.
Con una de sus manos le recogió las trenzas, tratando de subirlo hasta la altura de su rostro, pero Tom por el contrario intensificó el ritmo en que su lengua y labios trabajaban, haciendo que el menor se derritiera sin poder evitarlo, aunque seguía sintiendo el dolor de las tristes emociones de su gemelo.
Bill sentía morirse de placer, su hermano era demasiado experto en hacerle gozar, conocía sus puntos débiles demasiado bien. Le estaba costando un mundo no perderse en las sensaciones y dejarse llevar por la experta lengua de él que ahora estaba entre sus piernas. Parecía que cada vez que se entregaban el uno al otro, daba igual la manera, era la última vez, pero Bill era consciente de que eso no era así. Tenían toda una vida para amarse el uno al otro. Desde el momento en que se besaron por primera vez, fue consciente de que no quería besar otros labios. Sólo los labios de su Tomi. De la persona a la que amaba con todo lo que su cuerpo y su alma le ofrecían.
Éste último hilo de pensamiento fue el que hizo que Bill recobrara un poco la cordura. El problema que pudiera tener Tom era infinitamente más importante que su propio placer por lo que, usando toda su fuerza de voluntad, se esforzó en dejar a un lado las intoxicantes ganas de venirse en la boca de su gemelo y comenzó a sobarle el rostro y a tirar levemente de las trenzas para obligarlo a levantarse. Tom alzó la cabeza y dejó de lamer, mirándolo confundido.
-Ven-le pidió Bill con una sonrisa.
Tom también sonrió. La sonrisa de Bill le tenía totalmente hechizado y haría lo que fuera con tal de seguir viéndola. No podía negarse a lo que sea que su hermano le pidiera si era con aquella sonrisa, por lo que gateó sin perder tiempo hasta llegar a la altura del rostro de Bill colocándose encima de él.
El menor aún seguía sonriendo cuando Tom llegó hasta él.
Tom sólo se quedó embobado, mirándole y sin siquiera pensar se inclinó para besar los dulces labios de su gemelo. No era algo que hiciera conscientemente, no tenía que darle a su cuerpo la orden de inclinarse y besarle. El beso era dulce, pausado, tranquilo. Sus lenguas recorrían la boca del otro con el conocimiento que da la experiencia.
Bill abrazó a Tom aún dentro del beso e hizo un poco de presión en la espalda de su igual para obligarle a pegarse a su pecho. Tom no se resistió y dejó que sus manos y rodillas se deslizaran para caer suavemente sobre el liso abdomen de Bill, apoyando al mismo tiempo su cabeza en el hombro de Bill y dando dulces besos en el cuello de éste. Bill disfrutaba del contacto mientras acariciaba con las yemas de sus dedos la espalda de Tom.
-Te amo-susurró Bill mientras Tom le besaba ligeramente el cuello e iba subiendo hacia el lóbulo.
El cantante sintió los labios de su gemelo sonreír mientras seguía besándole, pero Bill no podía entregarse a las sensaciones aún. Daba igual que su mente estuviera llena de pensamientos lujuriosos hacia su hermano o que su miembro estuviera aún furiosamente duro debido a la boca de Tom chupándole momentos antes y aunque se moría por tener sexo desenfrenado en ese instante, la conexión seguía estando ahí y le decía que algo malo le pasaba a Tom.
Tom se levantó un poco, finalizando el beso, y se quedó sentado sobre él, mirándole. En sus ojos se veía claramente la necesidad de amor dulce que necesitaba y Bill no pudo resistirse. Sólo con Tom era realmente tierno, sólo él había visto su lado más sensible, porque Tom necesitaba de esa ternura cuando se sentía triste para ser feliz y Bill moría cuando Tom no era feliz. Así que también se levantó un poco, quedando sentado con su gemelo encima, sin apartar los ojos de Tom, esperando a que el mayor quisiera contarle.
El de trenzas sólo siguió mirándole, como si no se decidiera a contarle, y sin decir nada volvió a besarle, suave como un suspiro. Sin poder contenerse, Bill bajó sus manos por la espalda de Tom hasta llegar a sus nalgas. Volvió a mirarle a los ojos, perdiéndose en esas lagunas profundas, y sintió que lo único que Tom necesitaba en ese instante era amor. Ni desahogo, ni hablar, ni nada que no fuese amor, de ese tierno y suave que sólo Bill podía darle. La confirmación a esto llegó cuando Tom comenzó a frotarse suavemente sobre la aún dura erección de Bill. El menor se dio cuenta de lo que pretendía hacer su gemelo y con un gesto rápido pero preciso volteó a ambos quedando él sobre el mayor.
-¿Quieres que te haga el amor, mi vida?-susurró Bill en el oído de Tom.
Tom se volvió de gelatina en el preciso instante en que el aliento de Bill rozó su oreja. Responder era vergonzoso y el rubor subió a sus mejillas, pero necesitaba de Bill, así que asintió en silencio, con la cabeza medio escondida entre las sábanas. Bill le miró sonriendo, Tom tímido sólo era más adorable todavía.
Lentamente, Bill agachó su cabeza para besar dulcemente los labios de Tom, que lo recibió como un sediento recibe agua fresca. El mayor pasó distraídamente sus manos sobre la espalda de Bill, dibujando la fina forma de sus omoplatos mientras que el cantante iba bajando lentamente por su cuello hacia su clavícula con lentos besos que iban formando un camino que Tom sentía como fuego en su piel.
-Mmm… Bill-dijo Tom perdido en la suavidad de su gemelo sobre su piel.
Bill siguió bajando en su recorrido haciendo una larga parada en los pezones, besándolos, lamiéndolos, pellizcándolos… Todo para causar la tortura del pobre cuerpo que tenía bajo el suyo y que se encontraba totalmente sometido a los toques que le daba. Tom gemía cada vez más alto, susurrando su nombre de vez en cuando, y Bill se ponía más duro cada vez que eso sucedía.
El menor continuó su camino de besos hasta llegar a la entrepierna de su gemelo, que ya estaba increíblemente dura y necesitada de roce. Pero Bill sabía que en cuanto le tocase ambos se correrían a los pocos segundos y él no quería eso. Aquella noche, su Tomi necesitaba amor, necesitaba dulzura y eso es lo que le iba a dar.
Pasó con cuidado sobre el erguido miembro de Tom, que lo miraba sin entender. El guitarrista necesitaba con urgencia atención ahí pero Bill se dirigió directamente a su entrada y, tras darle al de trenzas una mirada llena al mismo tiempo de amor y deseo, se enterró entre las nalgas de Tom, lamiendo con suavidad su entrada.
Tom abrió mucho los ojos al sentir a su gemelo en un lugar tan íntimo y a la vez tan suyo. Se sentía tan vulnerable… Pero no había sensación más placentera que aquella. La lengua de su hermano era húmeda y cálida y podía hacerle llegar al punto más alto y hacer que se estremeciera y al mismo tiempo sumergirle en un calor abrasador. Comenzó a gemir sin poder evitarlo, la lengua de Bill era demasiado para su razón.
Bill se tomó su tiempo en preparar a su gemelo ya que él seguía tan duro como cuando Tom dejó de lamerle, la excitación que le había causado era mucha. Dejó que sintiera las caricias de su lengua lo más profundo que podía llegar dentro de él y cuando eso no fue suficiente, comenzó a introducir dedos bien lubricados gracias a la pomada que guardaban en la mesilla. Lo penetró con los dedos con lentitud, queriendo que Tom notase cómo lo iba tocando tan íntimamente, queriendo demostrarle a cada roce lo mucho que le importaba.
Tom, que ya no podía gemir más alto ni más fuerte, cogió la mano de Bill y suavemente la apartó de su interior. Bill le miró, sabía lo que quería decir.
-Ven conmigo-dijo Bill sonriendo después de haberse sentado en el borde de la cama. Tom no se hizo de rogar y pronto se sentó sobre Bill a horcajadas, con las rodillas pegadas a las caderas de su hermano. Comenzó a moverse en un suave vaivén que hizo que sus miembros se rozasen cuidadosamente, sacando gemidos de las bocas de los dos. Se miraron a los ojos y descubrieron idéntica pasión, las mismas ganas de entregarse plenamente al otro y de demostrarse todo el amor que se tenían.
-Tom yo…-decía entre gemidos Bill.-…voy a…
-Sí-asintió Tom también jadeante.-Hazlo. Necesito sentirte dentro.
A Bill no se le pasó el tono suplicante que había usado su gemelo para pedirle que se introdujera en él, pero aún así no dijo nada más y lentamente se metió en la dilatada entrada de su hermano.
-Ahhhhh…-El gemido de Tom al sentirse penetrado tan suavemente sólo podía compararse al de Bill al sentirse totalmente rodeado por Tom.
Ambos se quedaron quietos, acostumbrándose a las sensaciones, pero pronto Tom comenzó a moverse erráticamente de arriba abajo, empalándose él mismo en el duro miembro de Bill una y otra vez, buscando llegar a ese punto que le hacía olvidarse de todo. Mientras tanto, Bill le abrazó fuertemente contra su pecho al tiempo que le embestía. Tom sintió que algo cálido se le formaba en el pecho cuando Bill le estrechó. ¿Se podía amar más de lo que él amaba y era amado? Lo dudaba. Lo suyo era simplemente perfecto.
Mientras tanto, Bill se esforzaba en alcanzar con su miembro ese punto que llevaba a la locura a su Tomi sin olvidarse de besarle y abrazarle con cuidado. Intentaba no concentrarse sólo en su placer mientras Tom subía y bajaba, penetrándose más profundo con cada caída, sino en demostrarle que aquello no era un simple acto físico. Era mucho más. Era la demostración de amor más pura que se le ocurría. Lo era todo.
-Oh Bill… mm sí… así…-jadeaba Tom totalmente perdido en las oleadas de placer que traía aquella espiral de deseo.
Bill escogió justo ese momento para rodear la cintura de Tom con un solo brazo mientras dedicaba su mano derecha a darle atención a la goteante erección de Tom, que sólo con el suave roce contra el abdomen de Bill estaba a punto de estallar. El de trenzas sintió cómo su consciencia y su lucidez se iban lejos cuando el agarre de Bill se volvió más fuerte y el movimiento más rápido. Él mismo se alzaba hasta casi hacer que el miembro de Bill saliera de él sólo para lograr que llegara más profundo que nunca. Sentir cómo su gemelo le llenaba era una sensación que le agotaba no sólo físicamente sino mentalmente y aún así no podía evitar desearlo más y más.
Los espasmos de placer que Tom sentía gracias a las caricias de su hermano en su miembro le hacían contraer los músculos que en ese momento rodeaban el pene de Bill. El menor dio un jadeo ahogado al notar cómo el interior del guitarrista se volvía aún más estrecho y caliente e hizo una mueca al intentar controlar su orgasmo.
-Tomi… oh, Dios…-jadeaba Bill casi descontrolado.-N-no… no hagas…eso, mi vida, espera.- decía mientras siguió, mirándole fijamente a los ojos por unos instantes.-No aguantaré más-terminó con un susurro.
Por toda respuesta, Tom le dio una sonrisa y sin dejar de mirarle fijamente, contrajo aún más su interior al tiempo que se empalaba con más velocidad. Bill puso los ojos en blanco.
-¡Mmm Ahhh!- fue el grito del menor corriéndose dentro de su gemelo, llenando todo su interior de tibio semen.
El guitarrista no podía apartar sus ojos de Bill, amaba verlo así. Tom dudaba que hubiera algo más hermoso en el mundo. Se quedó contemplándole, sin darse cuenta de que Bill también le miraba a él y sus ojos estaban rebosantes de amor, exactamente igual que los suyos.
Pasaron unos minutos sólo observándose en silencio, sin decir nada porque no hacía falta. Bill aún sentía que algo malo le pasaba a Tom, pero ahora no era el momento de preguntar. Tom le diría cuando se sintiera listo. Sabía que si le presionaba, al de trenzas le costaría mucho más responderle y en ese momento le preocupaba más hacerle sentir bien. Le subió un poco para salir de él sin lastimarse y vio el pene de Tom hinchado al máximo. Aún no habían terminado. Presionando un poco los glúteos de su gemelo, consiguió que el mayor avanzara sobre su torso hasta casi llegar a sentarse en su pecho. Le miró de arriba abajo, finalmente fijando sus ojos en el erecto miembro de Tom que goteaba y que estaba casi rozando su boca. Lo lamió un poco y buscó mayor comodidad para los dos. Hizo que Tom se recostara y lo acomodó a la perfección, poniendo un cojín bajo la cintura de su gemelo y arrodillándose ante él. -Quiero beberte…-le anuncio.
-No- fue lo único que pudo pronunciar Tom antes de sentir cómo uno de los dedos de su gemelo se colaba dentro de su entrada y le estimulaba suavemente llegando hasta su próstata.- Ah…Bill.-pudo gemir antes de ver como su gemelo abría sus labios y se metía su miembro entero en la boca. Cerró los ojos y gimió aún más fuerte al notar cómo otro dedo de su hermano se introducía dentro de él y sincronizaba los movimientos al ritmo de su boca, succionándole.
-Ahh…mierda, como te amo- logró gritar, Tom quien apenas aguantó unos segundos más. Los repetidos estímulos a su próstata, junto al vaivén de su pene dentro de la boca de su hermano, le habían hecho llegar a un punto en el que necesitaba correrse para respirar, el deseo por llegar le estaba asfixiando. Con un gemido agudo, Tom tomó su pene, logró sacarlo de la boca de Bill y por fin se corrió fuertemente, salpicando un poco a su gemelo.
-Quiero Tom, dame- dijo Bill debajo de él.
Este no podía reaccionar, su cuerpo no estaba en condiciones de contestar siquiera y observó con los ojos muy abiertos cómo Bill separaba los labios y se concentraba en limpiar su pene de los restos de la eyaculación. Cerró los ojos y gimió suave al notar sobre la zona sensible la lengua del menor al recoger las gotas de semen que aún permanecían ahí. Volvió a abrir los ojos para observar como Bill se relamía y gimió un poco más alto. No había nada más erótico que Bill Kaulitz así, estaba seguro.
-Tomi…mi amor ¿por qué no comprendes que eres delicioso?-volvió a llamar Bill haciendo que apartara la mirada de sus labios y la subiera a sus ojos. -¿Quieres probarte en mí?-preguntó.
El mayor no se resistió a ese llamado y se inclinó para besar profundamente a Bill. Introdujo su lengua en la boca del cantante, moviéndose sincronizadamente contra la lengua de su igual, jugando con el piercing que Bill aún tenía en la lengua y disfrutando del sabor amargo de su propio semen, que se volvía dulce en la boca de su gemelo.
Por fin, se acomodaron uno al lado del otro. El cansancio les consumía. Bill se estiró por la sabana y cubrió sus cuerpos.
Habían pasado cinco minutos en el más profundo silencio y Bill empezaba a inquietarse. Era obvio que su gemelo no estaba durmiendo.
Algo no estaba bien, lo sabía. Sentía el cuerpo de Tom moviéndose inquieto a su lado.
-Tomi ¿estás temblando?
-Sí, ya sabes cómo me excitas.
-Mi amor no… No me estas mintiendo ¿verdad?
-Claro que no.
-Deja de darme la espalda, ven acá.
-En serio, no quiero- dijo con tono de voz casi inaudible.
Bill sabía cuando presionar y cuando no hacerlo. Tom jamás era así después que lo hacían, o era extremadamente cariñoso o era un juguetón incansable, así que no pudo evitar preocuparse. Pegó su cuerpo al de su gemelo y le abrazó por la cintura buscando su mano. Entrelazaron sus dedos. Bill depositó suaves besos sobre su hombro y así estuvieron en silencio por largo rato.
-No trates de leerme- pidió Tom con la voz quebrada.
-Lo siento ¿Puedes culparme?
-No, esta vez no funcionará Bill, porque ni yo mismo sé qué me sucede.
-Odio cuando te cierras y me bloqueas- dijo Bill soltándole y recostándose boca arriba mientras trataba de repasar las últimas horas junto a él, tratando de descifrar si había hecho algo que lastimara a su gemelo.
-No hiciste nada y yo también me odio-dijo Tom volteándose, bajando su cuerpo para recostar su cabeza en el pecho de su gemelo.
Bill aceptó de buena gana el gesto –Amo tus trenzas, guapo, lo juro- dijo mientras besaba la cabeza recostada en su regazo.- Voy a hacerme unas- declaró sin más.
-No lo hagas- murmuró Tom.
-¿Por qué, mi amor?
-Te vas a ver más bello y odio que te veas más guapo, la gente te come con los ojos. Es tan ofensivo…
-¿Ves? Por eso lo hago, cada vez cuesta más quitarles la atención de ti, si sigues así no quiero saber a dónde vamos a llegar con tal de hacer que se fijen en mí y no en ti. Yo puedo con miradas lascivas hacia mí, pero nunca puedo lidiar con miradas de deseo que te lanzan a ti.
-Que injusto, yo aguantando que te miren así…
-¿Por eso estas así Tomi?
-Claro que no, no soy una niña.
-Tienes razón, no eres una niña, eres mi princesita-dijo mientras pasaba su mano por las mejillas de su hermano.
Tom pellizcó suavemente el pezón de su gemelo. -No digas eso- exigió con el rostro teñido de rojo.
-Ya, no seas de drama. ¿Nos damos un baño?- propuso Bill mordiéndole los labios.
-No quiero-gruño el mayor.
-Tom, me lleva la puta contigo, estás tan berrinchudo hoy… A ver, dime, ¿quieres que cenemos algo rico?
-No tengo apetito.
-¿Que mierdas quieres entonces?
-Nada. ¿Por qué tengo que querer algo? Me gustaría quedarme abrazado a ti, cerrar los ojos y convertir cada segundo en años.- Quedaron en silencio otros largos minutos y Bill no podía ignorar la ansiedad de su gemelo. Sabía que cuando Tom se ponía así era porque presentía que algo le pasaría a él, pero tampoco podía obligarle a hablar.
-Ya sé que quiero- irrumpió en el silencio la grave voz de Tom.- Hazme el amor otra vez ¿sí?- le pidió su gemelo aferrándose a su pecho.
Bill sintió la tristeza en el corazón de Tom. Algo no estaba bien.
-Sabes que hare lo que quieras, pero ten la decencia de decirme qué mierdas te pasa.
-Solo tengo un mal presentimiento, tengo miedo. Ya ves, las exigencias del managment cada vez se ponen peor, y eso que no lo saben. Ahora que Dave dijo que mañana iremos al campamento ese, sólo estoy…No sé, más…- dijo dejando rodar una lagrima por su mejilla.-Siento siento que voy a perderte-susurró por último en voz baja.
-Tom, mírame- exigió Bill a su gemelo.- Mi amor, es un presentimiento, no hay nada que podría separarnos, lo sabes. La única forma que tú y yo estaríamos lejos es porque lo decidamos y eso no va a pasar-dijo envolviéndolo entre sus brazos.
A veces se le olvidaba la realidad: que Tom era el más frágil de los dos. Se odiaba por olvidar por momentos que todo era una actuación de mercadeo, se odió por olvidarse de protegerlo.
Bill abrió los ojos de golpe, estaba bañado en sudor, trato de regular su respiración poco a poco.
-Felicitaciones Bill eres un desastre.- se dictamino así mismo al sentir sus manos llenas del liquido blanco que estaba esparcido por todo su vientre y su entrepierna.- Por favor que no me haya leído.- repetía una y otra vez mientras iba al baño a asearse, busco la pijama.- Perfecto momento para recordar eso y que la puta conexión le turbara.- mascullo buscando la pijama.
