*Algo parecido a esto me vino casi inmediatamente después de ver el manga Umibe no Onnanoko (la chica a la orilla del mar, en español) de Inio Asano.

*Para esta historia extraña tomé de referencia al hermano mayor de Isobe y la situación de Isobe respecto a su hermano. Al igual que en el manga, hice esta "historia" con la imagen cercana del mar (en un pueblo pequeño y eso) que además traté de usarlo de muchas formas, variando los significados que solo yo entenderé xd

No sé si esto cuenta como un gore light y temas suicidas.

Corto resumen: Sougo y Mitsuba viven juntos en una casa frente al mar, y Sougo tras la perdida de Mitsuba se refugia en su habitación y un computador viejo de Mitsuba cuando no está en la escuela.

*Los personajes referenciados serían: Mitsuba, Sougo y Kagura.

Todos los personajes de Gintama © Hideaki Sorachi

Advertencia: Error tipográfico(s).


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No me recuerdes

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Ya he perdido la cuenta de los días que siguen transcurriendo en la vida del resto de las personas. Tomé la forma de un oleaje manso y mi mente dejó de sentirse liviana en medio de un espesor de ignorancia.

Estoy lúcido.

Un dolor punzante está cerca de hacer notar las grietas de mi cordura. Falta poco. Me desmoronaré en un montón de fragmentos con el reflejo del niño muerto dentro de mí.

Mi garganta escuece y mi pecho arde, con una sensación violenta que lo desgarra por ser libre. En el silencio de frágil tensión, desde algún rincón, alguien rio. Mi mente vibra con el sonido de gritos rasgados, y una voz dulce que está rebosando mi lucidez.

Es extraño, pero aún conservo ese sonido. Resuena con la fiereza de un niño y las emociones goteantes de un anciano.

Reemplacé imaginar el mundo por un rostro sin identificación. Al cerrar los ojos, habría un solo escenario; una cabeza mojada y con el pelo desgreñado, escasamente iluminada por los destellos de la Luna a través de las nubes, y la tenue luz amarillenta de los faros, estaría allí, esperándome.

xXx

La figura deforme se arrastra a mis espaldas. Manos heladas y violáceas se aferran a mis hombros. Puedo sentir esa mirada con su brillo extinto mirarme desde abajo. Aunque yo no sea capaz de salvar ni a mí mismo.

Es una persona la que está descubierta e inofensiva. La piadosa brisa costera acaricia el cuerpo insensible de la marea que lo arrastra hacia su resguardo. El frío nocturno que sopla sobre esa persona, pareció haber hecho castañar sus huesos también.

Es como una madre que quiere recuperar a sus hijos extraviados, y hacer espacios vacantes en sus brazos llenos de más refugiados. La cruel y dulce canción de cuna que hacen sus olas, adormecen los ecos sutiles vagando en el viento, enmudeciendo la verdad.

Aquella mujer esparcida en la arena llamó mi nombre como algo significativo. Su voz persiste murmurando en mi oreja.

xXx

Estoy solo en este lugar sin esperanzas.

Pero aquí conocí a una chica simpática. Sus ojos son como dos pequeños charcos de mar y su presencia se siente desconocida.

Yo estaba de pie tras la baranda que da al modesto puerto de los pescadores, cada tarde sin falta. Y la chica me contemplaba largamente cada vez, de espaldas al mar donde solía remojarme. Había un vértigo desconcertante que se apoderaba de mí cuando ella miraba hacia mí.

La chica me tendió su mano, y mis piernas cosquillearon porque ella sonrió amable.

Pensé que ella me pedía ser su compañero. Tal vez ella me llevaría a un sitio donde yo no necesitara ser reconocido por nadie.

De alguna manera, sabía que por un impulso instintivo, conocía una cosa de la que no era consciente. Es contradictorio, pero no puedo descubrirlo.

Ella parecía saberlo.

Quería que me lo enseñara, así que acepté su invitación y la seguí.

xXx

Hijikata terminó de leer el texto en la pantalla de la computadora y sacó el cigarrillo de su boca. Exhaló el humo con un suspiro pesado y se recargó en el asiento de la silla. Miró al hombre a su lado, y se levantó, cediéndole la silla.

—Te dejo el resto. No me veo capaz de digerir toda esa mierda —dijo él tosco. Tiró la coletilla del cigarrillo y la pisó. Abandonó la habitación desordenada, dejando al otro hombre que observó todos sus movimientos.

El hombre sonrió un poco sin humor, y miró hacia la ventana detrás de la computadora. Vio a Hijikata caminar en la arena y sacar otro cigarrillo de la cajetilla, murmurando incoherencias. Volvió su mirada a la pantalla y se aposentó en la silla giratoria con aparente despreocupación, solo enfocando unas cuantas frases.

—Quien hubiese pensado en el fin que tendrían las cosas... —murmuró el hombre para sí mismo.

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