*Ojos: Azules /Verdes /Cafés……Cafés
*Cabello:Rubio /Castaño /Pelirrojo…Castaño
*Contextura:Delgada /Gordita/ Power…..Power
*Senos:Chicos/Medianos/ Grandes….Enormes
*Error. Opción inválida
*Enormes
*Error
*Enormes
*Error
*Enormes (o te parto la fibra óptica)
*Ok. Enormes
*Efectivo / Tarjeta / Apple Pay………..Tarjeta
*Anotaciones: La quiero sin arreglos, sin maquillaje, sin perfume, sin peinado, sin vergüenza. Sin ropa interior. Solo con una camiseta blanca.
.
.
…
Llegó en moto a su puerta con la misma rapidez con la que llega una pizza, y también se comía…
Antes de tocar el timbre se soltó el cabello, lo meneó hacia atrás para peinarlo, miró a ambos lados para chequear que nadie la viera y poder deshacerse del pantalón y la ropa interior, tenía que estar tal cual figuraba en el pedido: solo con una camiseta blanca.
Le abrió la puerta un tipazo. Alto, atlético, fornido; vestía una camisa negra semiabierta, de la cual se notaban unos robustos y bien delineados pectorales, abdominales marcados, brazos grandes y fuertes, de esos que cuando te abrazan te envuelven todita, y estando en la comodidad de su casa, un pantalón de tela tan ligera que claramente se notaban sus firmes glúteos debajo.
Era un hombre impactante.
—Pasa —le dijo amistoso y educado, y al pasar ella por su lado, pudo sentir un olor a colonia varonil, delicioso, estimulante. Todo aquello la sobrepasó y se empezó a sentir cohibida. Como nunca antes se había sentido con un cliente.
El misterio de esos ojos cafés rasgados le era cada vez más tortuoso en cuanto, intrigado, furtivo, observaba disimuladamente si cumplía con los requisitos que había ordenado, y la verdad es que estaba tan rica, que aún así no cumpliera del todo, no se podía quejar.
La muchacha al delivery llegaba para cumplir sus innombrables deseos, en este atrevido pedido en el que menos es más: menos ropa, más deseo; menos pudor, más desenfreno; prometía una velada de lujuria y perversión que él ya iba perfilando de soslayo, en esos perfectos senos, en la redondez de su silueta, que prometía el buen agarre de esas caderas macizas, de esas piernotas gruesas y jugosas; pero también en un rostro muy femenino, pequeño, pecosito -"uhh qué rica" pensó, no pudiendo evitar el puchero- por si era de esos que no cierra los ojos y observa furtivamente mientras la nena se la come todita… Libre, suelta, bajo ese endeble camisón, que de un soplido se podía levantar todito y revelarla desprotegida, dándole la complaciente machista fantasía de control total sobre la hembra…
La mujer tiró su bolso al sofá y adoptó una actitud arisca, huraña, apurada, que realmente camuflaba su tremenda inseguridad con él. Y ahora, estaba a su merced…
La invitó a sentarse. Empezó a sonar una música suave, acto seguido le ofreció un vino, como para romper el hielo o para que el asunto no empiece tan toscamente.
—¿Me estás seduciendo? Mira, acá tu me pagas y yo te doy sexo, ese es el trueque, no necesitas seducirme.
—No te estoy seduciendo, solo quiero relajarme con la mujer que me voy a tirar en unos minutos —contestó relajado.
La mujer se tragó un vaso de lo que sea que fuera, sin parar. Se agarró el pelo en un gesto nervioso, lo cual era tan evidente que hasta lo hizo sentir algo así como ternura.
—Tranquila. Tomémonos juntos un poco de vino.
La mujer aceptó tímida y comentó, desatinada, que no vaya a ser que tenga algún somnífero, la viole y la cosa le salga gratis. Una discreta y oportuna carcajada rompió la tensión y le ofreció descorcharlo frente a ella, para su mayor seguridad. Bebió de la copa de ella para darle confianza. —¿Ves? Yo tomo de tu copa y tú de la mía, no pasa nada.
La mujer aceptó a regañadientes.
—¿Cómo te llamas?
Ella se fastidió. —Tienes media hora, creo que debemos apurarnos —dijo acercándose con frialdad a su pantalón para bajárselo de una vez.
Él la detuvo. —Tienes un nombre, ¿no?
—¿Eso importa?
—Sí. Tengo que llamarte de alguna manera —dijo con naturalidad.
—Chun Li.
—Yo soy Ryu.
—Okay, Ryu, te quedan veinte minutos.
Él negó con la cabeza con una sonrisa confiada. —Tenemos dos, tres horas, hasta que me haya saciado, te pagaré bien, no te preocupes.
—Bien… Si me pagas, acá no hay ningún problema —dijo, cruzándose de piernas con frialdad.
Los minutos pasaban y ninguno hablaba nada, solo miraban las paredes y daban de toquecitos a sus copas musicalmente.
De pronto, sin advertir ella cómo, él le arrojó un balde de agua al pecho.
Empapada, desconcertada, los senos se le marcaron detalladamente bajo la tela mojada, hasta ser dos medias lunas perfectas, quedando su figura ceñida bajo el agua que chorreaba la tela. Ahora había comprendido el por qué del camisón.
Perpleja ante tal acción, no decidía si eso era una agresión o solo una extravagancia del contexto… Dudando si seguirle el juego, y antes de poder reaccionar, fue alzada de la cintura y llevada con premura a la habitación, donde la arrojó a la cama, le arrancó el camisón y comenzó a devorar esos senos empapados, succionando el agua que goteaba de los pezones, chupando, lamiendo como un loco sediento, golpeando y frotándose contra ellos como un desquiciado fetichista, sin encontrar saciedad; mientras ella, con la espalda arqueada pronunciadamente, aturdida, desconcertada, solo podía gemir el nombre de aquel extraño con harta urgencia, y alborotar con desesperación el cabello marroncito, suave, de ese hombre perverso que se movía como culebra a la altura de sus senos, desprendiéndose en el acto un olor a manzanilla de aquel salvaje cabello, junto con un olor a colonia y sudor varoniles que afloraba en la frotación intensa de ese cuerpo voluptuoso masculino contra la anatomía redondeada femenina.
Sin encontrar saciedad en el devoramiento de esas dos colinas rosadas, improvisadamente y como un loco que busca, con la mirada perdida, algún estímulo mayor en el cuerpo conmocionado que tenía capturado, se montó encima del pecho de su presa, sus piernas fuertes aprisionándola, las rodillas a cada lado de la cama cerca de su rostro, la hizo abrumarse con cierto temor mezclado con morbosidad sexual. Le juntó las dos enormes tetas para deslizar su miembro entre ellas, llevando el morbo a otro nivel. —"La rusa" —dijo ella, didáctica, entre jadeos exuberantes. Así es como le llamaban en el argot puteril. Nueva palabra para él, que no sabía que su perversión tenía nombre.
La sensación de aquel sensual movimiento de su pelvis, a la vez de lo pernicioso que resultaba la admiración de esas dos tetas rosadas apretando su miembro, provocó rápido en él un derramamiento que apuntó a la cara de ella, quien se relamía la boca saboreando el ácido chorro, mientras gemía duro, configurando la retorcida sesión como una perfecta escena de película de hard porn.
Pero, maldita sea, ni aquel derroche de perversión fue suficiente para su desquiciante arrechura, y pronto se deslizó hasta la pelvis de la mujer para introducirle los dedos, y luego, su mano entera; mientras con la otra mano abría los labios menores para encontrar ese pequeño botoncito del placer; que con la fricción continua, se le vino a ella un derrame más caudaloso incluso que el de él, quien, deslumbrado, acabando de descubrir el santo grial del morbo, apartó sus dedos para apreciar sin distracciones el espectáculo. —"Squirt" —ilustró la puta, agitada, ahogándose, más pedagógica que nunca. En este punto, su cliente ya era un ilustrado sapiente de la terminología puteril.
Sin embargo, la que aprendía era ella; aquel salvaje profesor mantuvo bien tímida casi todo el tiempo a la maestra del amor.
Finalmente se tumbó a su lado cerrando los ojos, por fin, complacido.
Chun Li sacó un cigarrillo —¿Puedo? —Su silencio le otorgó. Fumó relajadamente y le ofreció del suyo.
—No fumo.
Se quedó en silencio esperando un par de minutos a calmar el shock mutuo. Y luego, soltando el humo sobre el cuerpo desnudo de Ryu a su costado, rompió el sublime silencio con una pregunta: —¿Y cómo es que un chico como tú —lo miró de pies a cabeza con lujuria— no tiene novia?
—Tengo. Y es preciosa. Dulce, tierna, es un ángel.
Chun Li volteó la cara, dio una pitada, y comentó con sarcasmo: —Suena como alguien a quien no le harías "la rusa" —y continuó— Si es "tan maravillosa", entonces dime, ¿por qué estamos aquí?
—No lo sé… —le quitó el cigarrillo de la boca, y melancólico, le dio una pitada. Tosió inmediatamente.
—Se fuma despacio y golpea, asi, ¿ves? —fumó del mismo y se lo devolvió. Él lo recibió y aspiró profundamente, con sentimiento, esta vez sin toser.
—Nunca la he tocado. Se quiere "guardar" hasta el día de nuestro matrimonio. Pero me llama en las noches para ver películas porno, y luego se va a dormir, y se abraza a un oso de peluche, al cual le puso mi nombre—. Diciendo eso, con tristeza, dio una fumada a su cigarrillo.
—¿Te ve como un oso de peluche? Sí, cómo no… —le dijo ella, quitándole el puro para darle una indignada pitada. Y luego notó que él tenía la vista fija en el techo.
Con la mirada perdida, parecía ser que tenía mil conflictos en su mente; el antebrazo apoyado en la frente, su pecho fornido subía y bajaba lentamente en un suspiro melancólico. A los ojos de Chun Li, parecía la estatua gloriosa de algún prócer de la fertilidad, pidiéndole con un gesto de los labios una pitada, urgente, mientras rozaba sin querer, su brazo, los senos de Chun Li.
—Me confunde… pero da igual, no la merezco. No sé qué hace conmigo.
"Si supiera que es ella la que no lo merece"… pensó Chun Li, soltando el humo, no quitándole la vista embobada de encima.
Fue ahí que, haciendo gala de su entrenamiento de buena puta, que incluía la psicóloga y la confidente, convirtió su pecho en un improvisado diván. Lo abrazó del cuello con ternura para llevárselo hacia su pecho donde le acarició el cabello y lo invitó a hablar. —Suéltalo todo, baby —dijo tierna, maternal. Era parte de su servicio, a veces simplemente los hombres querían ser escuchados, comprendidos, no juzgados. Y qué mejor escudero que la fiel puta, la que otorgaba placer mientras callaba, cómplice, los deslices de sus incomprendidos clientes.
Y, echadito y niño sobre el pecho de la puta, le iba contando detalles de su relación formal y cada vez se ponía más sentimental, llorando como un adolescente acurrucado en los senos de su mujer de turno.
—Y como sientes que no la mereces, haces todo esto precisamente para no merecerla… —fumó sarcástica —qué básicos que son estos hombres… murmuró más para sí que para él.
—¿Qué? —ingenuo
—Nada… —ella sentía que había algo más… no era solo una cuestión sexual, había algo más a lo cual él no era capaz de abrirse, tampoco contárselo a una puta cualquiera. —Continúa… —pero él se volteó y calló incómodo, como si hubiera violado un terreno íntimo. Ella insistió: —Por cierto, no me has dicho cómo se llama la afortunada…
Permaneció callado. Parece que había tocado un punto sensible.
—Bien, entiendo que no quieres "ensuciar" su inmaculado nombre en los oídos de una puta.
Él dejó de lado la conversación, se levantó enérgico, la tomó de las caderas, le alzó el culo colocándola en pose de perrito, previa nalgada que dejó enrojecida su piel. —Vamos.
Ella, dejando atrás su papel de psicóloga, y retomando la putería, gritó: —¡¡¡Uuuhh qué caliente!!! ¡¡ven, ven!! ¡¡Sí!! ¡¡Sí!! ¡¡Cógeme del culo, baby!!
Toscamente le metió toda su virilidad en su ajustada y lubricada abertura anal. Y ella obviamente, chilló y chilló exagerada, haciendo gala de su buen histrionismo puteril. —¡¡Ahhhh ahhhh ahhhh ahhhh sí, sí, vamos, vamos, ohh Dios!! Fuck!! Fuck!!
.
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Clac clac…
Clac clac…
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Nunca el absurdo sonido de una cerradura había sido tan aterrador.
—¡¡Sakura!! —dijo, aterrado, y la puta levantó una ceja:
—Así que Sakura…
Clac Clac… la llave daba vueltas a la cerradura.
—¡¡Por la ventana!! —prácticamente la quería arrojar por allí, pero la ventana, burlona, se tenía que atascar cuando más la necesitaba. Pugnaba por abrir la maldita ventana, pero Chun Li, mosca, ya se había escondido como pudo debajo de la cama. Asomó su cabeza y susurro, histérica —¡Esconderme debajo y tragar arañas te va a costar el doble, oye!
—¡¡Shh shhh shh!!
Sakura entró a la sala renegando: —Cuando vivamos juntos, lo primero que haré es cambiar esa cerradura que se demora tanto, ¡por Dios! —había llegado con un montón de compras de la farmacia: uno a uno iba sacando los productos y explicándole para qué servían: —Mira, ve, vas a tomar todo esto, desde joven hay que prevenir enfermedades y muerte, ¿me oíste? Este es Neurobion para la salud cerebrovascular, este es Aspirina para el corazón, este es Osteocal para los huesos, ¿me estás oyendo? —lo tomó del mentón para fijar su atención en ella— Y esto es Erectomen… para… —lo miró, pícara.
—No necesito eso.
—Yo creo que shííí.
"¡Diablos, no! ¡No necesita eso!" pensó Chun Li, que oía todo desde el cuarto.
—Yo creo que shííí. Amor, vas a tomar todo lo que te doy porque yo sé más que tú. Sin mi no eres nada ni nadie, no me mereces ¿me entendiste?... Te amo, osito, ¿me amas? dí que shííí, mi oshito, ¿shí? —le apretó las mejillas como a un niño.
Él asintió callado y triste.
"¡Huye! ¡Huye pronto, hombre!" pensaba Chun Li debajo de la cama, encabronada.
Sakura miró a su alrededor. ¿Por qué está mojado el sofá? Ryu salió de su estupor. —Ah es que… lo estaba lavando.
Sakura olfateó como roedor —¿Y por qué huele a cigarro? ¿Desde cuándo fumas? ¡Te vas a morir! No quiero que fumes.
Y también reparó en que su novio estaba solo con un bóxer. Y pegó un gritó, escandalizada. —¡Ayyy cúbrete cúbrete! ¡¿Qué haces en calzoncillos?!
Para esto, Ryu no sabía si lo comprometía más la sala o la habitación, ambas estaban llenas de huellas del delito. Divisó las copas de reojo y prefirió llevarse a Sakura al cuarto, antes que notara las copas.
Mala idea. La cama mojada, desordenada, cigarros y condones en el suelo. La niña no tardaría en escandalizarse.
Pero para su sorpresa, ella empezó a desnudarse...
Ese olor que no podía descifrar exactamente qué era que impregnaba el cuarto, podría ser hormonal pero ella no lo sabía, la excitó de manera inconsciente. Las cortinas cerradas, la cama mojada, su hombre semidesnudo…
Se tiró boca arriba en la cama y se mimó sobre ella como un gato, lo llamó con su dedito.
Él se acercó asustado y dubitativo.
—Hazme tuya. Aquí y ahora.
No estaba excitado, estaba resignado. No esperaba que fuera así con ella. Esperaba algo más especial. Era un estúpido romántico, después de todo. Además estaba el adrenalínico e incómodo secreto debajo de la cama.
La besó tiernamente y la tocó con una pasión controlada y bastante delicadeza.
Debajo de la cama, solo se escuchaban tímidos gemiditos, susurros de amor, y quejidos de dolor en monosílabos y palabritas "ay, ay, despacito, despacito, no, me duele, uh…" y la cama no crujía ni la décima parte de lo que explotaba hace unos minutos. Chun Li estaba perdiendo la paciencia con la cara apoyada en sus manos "¡Vamos! ¡¡Arrójale un balde de agua en los senos como a mi!! ¿Dónde se fue toda tu perversión? ¡Malditos hombres, todos son unos hipócritas!" Pensaba Chun Li exasperada por los sonidos casi virginales de la parejita ideal.
Y su radar de puta supo que le estaba chupando el coño a la mujer de arriba. Imaginó la escena con envidia. A ella nunca le habían comido el coño, mucho menos besado la boca. Tampoco se lo hacían sin condón, jamás, todos sabían que su carne estaba contaminada. No hacían nada con ella que no fuera del pecho para abajo. Y este cliente no había sido la excepción. Pero, cruelmente guapo, brutalmente apasionado; nunca tendría su dulce boca devorando su sexo, ni sus labios, ni en sus mejores sueños, pero sí a la modosita esa…
Tirirí tiririrí taaan taaannn tototó
Tirirí tiririrí taaan taaannn tototó
Tirirí tiririrí taaan taaannn tototó
El timbre de un celular barato empezó a sonar con insistencia. Chun Li, debajo de la cama, se agarraba la cabeza sin saber qué hacer con su celular, puesto que si lo apagaba abruptamente sonaría más sospechoso.
Sakura paró la oreja —Ese sonido…. no es tu celular.
Él insistió que sí. Que era el nuevo ringtone, y después, que compró un celular nuevo.
"Aguanta…aguanta… ¿ringtone nuevo o celular nuevo? ¡Ponte de acuerdo con tus excusas!" Pensó Sakura, aún así no podía imaginar qué clase de ocultamiento raro era ese, así que lo dejó pasar… Pero inmediatamente le invadió otra duda. ¿Por qué suena debajo de la cama?
Para esa respuesta a Ryu no le quedó otra que comerse intensamente ese coño virginal para tenerla bien distraída.
Su plan resultó a la perfección porque Sakura no tuvo más en su mente que esa sensación intensa en su clítoris.
Después que hubo tenido su casi tierno orgasmo, regresaron a su mente todas aquellas dudas inquietantes.
—¿Por qué está tu celular debajo de la cama?
—¡Porque sí! —dijo, irritado— Mira —y metió su mano por debajo de la cama para golpear a Chun Li en la pierna, para que le alcance el dichoso aparato.
Chun Li, silenciosa, le alcanzó el celular.
—¿Ves? aquí está —se lo enseñó "uufffff…"
Pero su "uufff" le duró poco.
—¿La clave?
Fuck, fuck!! ¡¡¿Cuál era la clave?!!
Ryu le quitó el teléfono lentamente… mientras craneaba "¿Un, dos, tres, cuatro?" Un, dos, tres, cuatro era la clave que solo una dueña despistada podría escoger. Era obvio adivinarlo.
—Mmmm… —Sakura tuvo un convencimiento momentáneo, hasta que se metió a los contactos… —¿"Ryu bello"? ¿Así te haces llamar?
—¿Ryu bello?... —se demoró en captarlo— Sí, sí; así es mejor… para la autoestima…
—Ajá…
Sakura se levantó de un salto, no pudiendo soportar la incomodidad de haber aceptado a regañadientes todas esas excusas extrañas.
La cama mojada, los cigarrillos, él en bóxer, el celular debajo de la cama, ese apelativo extraño que ni la onda new age de "mejora tu autoestima" lo justificaba. Eran muchas cosas que ella no sabía por qué aceptaba.
Sin que él pudiera evitarlo, Sakura se agachó debajo de la cama…
¿Un mapo?... ¿una escoba?... ¿un animal?... ¿un muerto? Opciones diversas pasaron por su entendimiento aturdido cuando asimiló esos cabellos castaños enredados y ese pedazo de piel que era un brazo. La jaloneó del brazo y Chun Li salió tragando polvo.
—¡No tenemos nada! ¡Te lo juro! ¡¡Yo soy solo una puta y él me paga!! —dijo la puta, tosiendo y con los senos colgándole, tapándose como podía el cuerpo con su bolso y su camiseta en la mano.
—¿Ahhhh? —la miró Sakura con expresión de terror.
Chun Li corrió hacía la puerta y desde ahí gritó:
—¡Ah oye, me debes dos mamadas, una rusa, un salto de tigre, dos policías, dos perritos, un misionero, ah no, ese es cortesía, ¿qué más? ah, sí, un anal que por cierto, es al doble de precio así que me debes mil dólares!!
Ryu se agarró la frente en total vergüenza.
—¡¡Fuera!! —Sakura le arrojó un florero.
Chun Li corrió y desde la sala gritó:
—Ya sabes, transferencia, , Yape, Plin, Apple pay…
—¡¡Fuera!!! —corrió Sakura para matarla, y llegó cuando la puerta se cerró de un golpe.
Chun Li tuvo cierta satisfacción en restregarle en la cara santurrona todas esas cosas que él nunca le haría. "Ryu es mucho hombre para ti, niña modosita"
Pero en el fondo, sabía que tenía que agradecerle…
La novia se dejó caer arrodillada en medio de la sala y lloró incontrolablemente. Él se agachó junto a ella.
—¡¡Eres un degenerado!! ¿Una puta? ¡¡Eres un asqueroso!!
Él trató de hablar.
—¡¡No me digas nada!! ¡¡Cómo pudiste!! ¡¡Miserable cochino!! ¡¡Literalmente me has metido millones de penes a través del tuyo que has metido en esa ramera!! ¿Sabes cuántos piojos y enfermedades me has transmitido? ¡¡Ahora tengo chancro, sífilis, sida, todo junto!! ¿Ves? ¡¡Ya me está dando comezón!! —y se levantó llorando— ¡¡Te odio!!
Se puso la ropa mal puesta y se fue.
Ryu no dijo nada. No la persiguió ni la detuvo. Era tan grande el flagrante descaro que no había palabras que él pudiera decir a su favor. ¿Perdóname? ¿No es lo que parece? ¿No lo vuelvo a hacer? ¿Tranquila, usé condón? Cualquier respuesta era la respuesta incorrecta. Simplemente la había cagado con su gran amor y ahora tocaba aceptar y sentirse miserable, mientras jugaba a abrir y cerrar la ventana con una suavidad irónica.
…
.
.
En el local nocturno, las "madres superioras" le exigieron su parte, su comisión, su "donación". Todas pagaban una especie de cupo a dicho local.
—¿No te ha pagado? ¡Cómo es que te marchas sin que te paguen!
—¡Es que llegó su novia!
—¿Y desde cuándo acá nos importan las novias, o esposas? ¡Si no te paga vamos todas y le rompemos su puta madre!
—¡No! ¡No! ¡Este es mi asunto! Si sigue sin contestarme el teléfono, iré personalmente a cobrarle, y si no, yo misma le rompo su puta madre!!! Confíen en mí…
A las once de la noche estacionó su moto en la puerta de la casa de Ryu. Bajó y ahí nomás estaba él. Sentado en la escalerita de la entrada de su casa.
Cabizbajo, triste y después fastidiado apenas la vio, sacó su celular, hizo unos cuantos dedazos y le mostró la pantalla. —Ahí está tu pago. —le dijo con frialdad.
—Okay… —se iba pero regresó sus pasos— Y dime, ¿cómo te fue con la noviecita?
—Me odia. No quiere saber nada de mi.
Chun Li encendió un cigarrillo —Lo siento.
Él se lo quitó, le dio una profunda pitada y se lo devolvió.
—¡Ah, pero cómo se te ocurrió traer a una puta a tu propia casa! Regla número uno, nunca traigas a una puta a tu propia casa. Luego regresan para chantajearte toda tu vida con cualquier intento de novia que puedas tener. Regla número dos, nunca contactes desde tu laptop, oh sí, ellas revisan todo. Regla número tres, si lo vas a hacer desde tu celular, hazlo en el modo incógnito. Regla número cuatro…
Él la interrumpió —¿Me estás dando consejos inútiles? Además, por qué le estoy contando mi vida a una…. —la miró de arriba para abajo y calló.
—¿Puta?
—¡No he dicho eso!
—Pero lo pensaste. Vamos, dilo, no me ofendo, eso es lo que soy. Pero tú también eres un puto. Un putazo, de lo más rico y de lo más pervertido, carajo… —lo tenía que decir y lo dijo. Con sentimiento, le dio una honda pitada a su tabaco.
Ese comentario le sacó una genuina sonrisa.
—¿Te parece que soy un puto? —soltó una risa irónica.
—Un putazo. ¿Y sabes qué? Me gustas como mierda, ¿está bien?
—¿Como mierda? Tu también me gustas. ¿Está bien? Pero no me gusta comer mierda.
—¿Siempre eres tan imbécil?
—Tal vez. ¿Y siempre eres tan agresiva?
—Depende.
—¿De qué?
—De qué tan bueno esté el cliente… verás, si me gusta, lo trato mal, asi lo tengo detrás de mí garantizado.
—¿Eso crees?
—Claro, sino ¿por qué andarías detrás de esa modosita que te trata mal?
—Entonces tú también me vas a tratar mal.
—No, porque soy un producto. Tu producto.
—Pero reinvéntate, ¿no? Por ejemplo, si te pido mañana, ¿qué novedad me puedes ofrecer? ¿O acaso es la misma mercadería de ayer?
—Tas bien huevón, hombre, que te costaría más bille, además que el curso rápido de puta no me enseñó más allá de dar consejos.
—Tus consejos… pagaría para que no me los des. ¿Por lo menos sabes bailar, estriptis, pole dance, siquiera?
—No…
—Te enseño.
—¡Anda! ¿De verdad me vas a enseñar a bailar, tú?
—Sí, ¿por qué no?
—¿Tas jodiéndome?
—No. Ver a Sakura tantas veces derritiéndose en el palo me ha hecho aprenderlo de memoria.
—¿Y dónde hay un palo acá?
Se levantó arrebatado hacia un farol lo suficientemente largo, de la entrada. Lo acarició —¿Aguantará mi peso?
—Golpe avisa. ¡Hay que probar sobre el cuerpo de una vez, hombre!
El tomó el palo con deliciosa destreza y se deslizó entre meneadas lentas y ondulantes de la pelvis. La pelvis se meneaba arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo…
Chun Li se quedó cojuda. Le empezó a caer un hilo de baba de la boca abierta.
—Aprende, mujer y cobra el doble. Así te reinventas.
—¡Te dije que eras un putazo!
Él anduvo de regreso a sentarse a su escalera, a mitad se cruzaron y ella se lo quedó mirando. Él se quedó contemplandola unos segundos. Le quitó el pitillo y le dio otra fumada.
—Te meneas bien, carajo. —Le quitó el cigarrillo. Lo fumó y lo tiró al suelo. —Ahora mírame a mí.
Se subió en lo más alto del farol, y empezó a deslizarse con un movimiento de caderas lento y cadencioso. Tiró su cabeza para atrás con la espalda completamente arqueada y cerró los ojos. Había aprendido rápido, y se veía preciosa bajo esa luz amarilla. Una evidente erección tensó los pantalones del muchacho. Ella bajó suavemente, cuando de pronto pafff, el farol cedió. Él corrió para sostenerla. Cayó en sus brazos y se empezaron a morir de risa.
Ella se agarraba el estomago explotando a carcajadas, echada sobre el césped, y él sentado a su lado también moría de risa.
Luego se separaron. Hubo un silencio. El hombre otra vez adoptó una expresión triste. Le pidió otro cigarro. Lo compartieron en silencio.
—Ven, te invito unos tragos. Necesitas emborracharte —dijo abrazándolo del cuello como se hace a los amigos y caminaron juntos esa noche, hacia cualquier cantina.
.
.
Chuparon y bailaron hasta morir. Eran los únicos que bailaban en ese antro nocturno de borrachos sonámbulos, lúgubre, a media luz.
Hicieron escándalo, los botaron a empujones, inmunes a todo se morían de risa, y tropezando con las mesas, trastabillando, salieron abrazados del local.
De regreso fueron al departamento de Chun Li, donde entraron empujando la puerta con sus cuerpos, manoseándose con desenfreno y con la torpeza de la borrachera.
Esa noche hicieron el amor como locos. Hacía tanto que no se divertía así, exactamente desde su relación con Sakura.
A la mañana siguiente despertaron perezosos —¿Cuánto te debo?... —le dijo dulcemente, estirándose y mirándola con coqueteo, le dio un toque en la naríz.
—Esta vez corre por mi cuenta. Pero no te acostumbres…
Ella le miraba los labios; él, sus senos. Así se quedaron varios segundos, perdidos en aquella contemplación.
—Te debo un millón de dólares —le dijo sonriendo con cariño.
Y sacó ella un cigarrillo. En ayunas. Él se sorprendió, no esperaba esa actitud. Se levantó con intención de ir hacia el refrigerador y ahora, con la luz del día, se dio cuenta de todo a su alrededor.
Era una covacha en el tercer piso de un conjunto multifamiliar. Colillas de cigarros regadas por todo el piso habían dejado una tintura amarillenta. Un refrigerador vacío con un tocino fosilizado y una lata de atún a la mitad. Un sofá cama era su cama. Una tv. vieja que se prendía al golpearla y maquillaje regado por doquier. Además de un espejo roto en el que, cada noche, cubría la dignidad de su rostro.
Quedó sorprendido, asqueado por todo aquel desorden y suciedad a su alrededor.
Pero, más extrañado aún, notó que había sólo un inmaculado espacio de un metro por un metro, impecable, que flotaba en ese basural como una impenetrable isla de limpieza: Una vitrina prístina, como una especie de altar, con la fotografía de un señor elegante, una cajita de mármol, inciensos, y más extraño todavía, un qipao azul pulcramente doblado, y sobre él, dos cintas blancas para el pelo y dos muñequeras con púas.
Chun Li lo alejó de ahí jalandolo del brazo, y fumó y fumó compulsivamente. Pero más temprano que tarde, cayó rendida otra vez a su insistente mirada, y terminó desnudando eso que pertenecía a las profundidades más íntimas de su corazón.
—Era mi uniforme de entrenamiento. Pero el kung fu murió con mi papá, para mi.
Sabes, el kung fu no me trajo nada bueno. No pudo defender a mi padre. La mafia lo atrapó antes que él los atrapara, porque era policía y los investigaba. Lo mataron ante mis ojos, y yo, con todas mis habilidades no pude defenderlo. En cambio, la prostitución me trajo algo bueno, ¡me trajo hacia la noche más divertida de mi vida!
Soltó el humo de su cigarro de una cínica pitada.
Ryu la miró, conmocionado, tenía algo importante que responder, pero prefirió callar. Se dio media vuelta hacia la ventana, pensativo. No era difícil inferir que se volvió todo lo contrario a lo que enseña el moralismo del kung fu, o sea, se volvió puta, como una especie de venganza hacia aquella rígida filosofía, que con todo, no pudo salvar a papá. Permaneció callado a su lado.
Chun Li botó la colilla al suelo, y apurada, se puso la ropa de ayer. —Bien, me voy a cobrarle a un tipo que se quiere pasar de vivo.
—¿Te acompaño? —dijo él, tronándose los nudillos.
—Descuida. No es necesario, lo tengo bien agarrado de los huevos. ¿Recuerdas la regla número uno? —se miraron cómplices. La sonrisa malévola de ella provocó la de él.
Cuando Chun Li regresó, encontró todo en orden, limpio, el piso aspirado y cepillado, había sido blanco, ella lo creia amarillo; la tele compuesta y el refrigerador lleno.
—Manténlo todo así, bien ya me voy. —le guiñó el ojo mientras se ponía la chaqueta. Probablemente era la última vez que se veían.
Una angustia extraña presionó el pecho de Chun Li. No había nada más que el trueque sexual y la esporádica complicidad que los uniera, y lo que seguía naturalmente era eso, decir adios... No había forma de retenerlo, cualquier intento sería algo patético, además esos romanticismos no iban con ella.
—Adiós.
—Adiós…
Se miraron hasta el último momento. Ella corrió a mirarlo por la ventana. Acaso albergando la estúpida esperanza de que regresara con su diabólica guapura, con su arrebatada perversión y le hiciera cosas sucias una vez más. Y cuando se encontró con que su mente iba divagando hacia un lugar de duendes y putas cenicientas, decidió volver de ahí de un baldazo que la empapara no de agua, sino de realidad.
.
.
…
Los siguientes días y noches los paso casi todo el tiempo en casa. Había olvidado lo placentero que resultaba una casa limpia con la refri llena de buena comida. Tan llena que no era necesario salir a vérselas por el día a día, por lo menos hasta fin de mes.
Comía helado y veía películas una tras otra. Y de pronto soltó la cuchara embarrándose la pijama con vainilla. Un dolor agudo la obligó a doblarse apretándose el bajo vientre y retorciéndose de dolor. Se dio vuelta hacia la pared y se sacudió en espasmos, con la boca seca y una palidez cadavérica. Se arrastró como pudo al pasillo y simplemente se desplomó ahí mismo, siendo lo último que vio a un grupo de vecinos chismosos rodeándola y tomándole fotos.
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En el hospital la reanimaron, pero el dolor intenso seguía sin tregua. "Tenemos que operarla de inmediato" Cinco médicos murmuraban a espaldas de ella discutiendo las acciones a tomar de ya mismo, cirugía, tratamientos…
"Está llena de quistes, uno ya se le torció, lo que le provoca estos dolores intensos, y otros dos están por torcerse también, además está llena de adherencias y cicatrices que han "soldado" sus órganos reproductivos". Pero más grave que el dolor era una infección generalizada proveniente del útero, que hacía extremadamente riesgoso el someterla a operación. Definitivamente alguien tenía que firmar el consentimiento, este hospital privado cuidaba muy bien posibles demandas.
Le pedían sus datos, le exigían como condición un seguro que ella no tenía, Chun Li a duras penas podía hablar y responder con evasivas para que proceda de una vez su operación de emergencia, le rebuscaban algún contacto, algún familiar, alguien que se haga responsable, además de asumir los gastos.
Sería porque de alguna manera, sus cuentas de bancos se vincularon, sus nombres y datos se relacionaron y así por coincidencia el sistema del hospital arrojó el nombre de Ryu.
—¿Es el señor Ryu su esposo?
Ella asintió aliviada —Sí, es mi esposo.
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Ryu se apareció en el hospital esa madrugada, le explicaron todo con la gravedad que lo ameritaba, y él no sabía cómo ni por qué se enfrascaba en tremenda responsabilidad por esa mujer que acababa de conocer, pero había un impulso categórico por protegerla, además ella no tenía a nadie. De una vez, recibió todos los papeles, aceptó todo, firmó todo y pagó todo.
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La luz oblicua que se filtraba por la cortina cerrada le iluminó el rostro y le indicó que serían las seis de la mañana. Sentado en la silla frente a la cama de la habitación de reposo, bostezó cansado y lo primero que tuvo en mente fue Chun Li. Se paró y se acercó a ella, que aún no despertaba. El ramo de flores yacía seco sobre una mesita, esperando por horas. Le dio un toquecito en la nariz. Cerró los ojos y recordó que la última vez, cuando se rompió el condón, ella, tranquilizadora, pero con una tristeza endurecida, le explicó "No te preocupes, no puedo tener hijos. Estoy podrida por dentro" y luego recordó sus gemidos. Ardientes y que parecían pedir clemencia, camuflaban muy bien el dolor que realmente lo causaban. Ahora lo comprendía todo. Ella sabía utilizar el dolor de sus órganos para gemir quejosa, virginal, rota, para dar en el punto preciso de su ego a los varones que alucinaban con desvirgar, romper, tomar, poseer. Ella lo sabía muy bien, sabía complacerlos. Sobre todo a él; recordó aquellos desquiciantes gemidos de la última vez, que le otorgaron la ilusión de estar desflorando con su exclusiva hombría a esa voluptuosa mujer, tirada en la cama, que sufría como una mártir sexualizada.
Por él, gritaba hasta romperse la garganta y otras cosas…
Se sintió culpable al llegar a esa conclusión.
Diez días estuvo internada en los que Ryu iba y venía con medicamentos, pañales y demás cosas que nada tenían que ver con el sexo ni con lo sexy relativos a una puta, sino con el cuidado y el amor.
Eso que sentía, una especie de necesidad de protegerla, que le provocaba ternura, afecto; propios del amor pero él no podía nombrarlo amor. Pero, qué importaba ponerle un nombre a eso que sentía o no sentía, siendo que había decidido ejercerlo hasta que ella estuviera fuera de peligro.
Una tarde le dieron de alta inesperadamente. Ya podía pararse, aunque despacio, podría hacer sus cosas por sí sola.
Finalmente, Ryu se iba. Chun Li debía aceptar que las cosas eran circunstanciales, pero la verdad es que no se dio cuenta cuándo le comenzó a encantar estar con él, escucharlo, simplemente un día descubrió que se le aceleraba el corazón cada vez que oía el timbre de su voz. Hablar con o sin sentido, compartir el cigarro, amanecer con él… verlo, desde su cama, exprimir la toalla tibia que le ponía en el vientre, cada tres horas, al reloj.
Ryu se dio media vuelta hacia la puerta. Chun Li lo detuvo y habló: —¡Gracias! No terminaré de agradecerte todo lo que has hecho por mí, y no te preocupes, te pagaré hasta el último centavo, solo dame unos años y…
Él la interrumpió —Solo quiero un favor de ti, y no me lo puedes negar.
Chun Li lo miró ansiosa y otra vez latió agitado su corazón.
—No vuelvas a la prostitución. Nunca más.
La mujer bajó la cabeza como una niña a la que acaban de castigar. Pero al mismo tiempo se llenó de ímpetu y de ilusión. Aquel oficio que ejercía por años, lo hacía por inercia, por derrotismo, por venganza, por despecho, por lo que fuera; pero ahora tenía un porqué, una razón importante para dejarlo definitivamente: Él se lo pedía.
—Mira, en el dojo necesito a alguien que me ayude a entrenar a los alumnos, me dijiste que eres experta en kung fu, ¿cierto?
Chun Li respondió vacilante —Sí, pero no estoy en forma ahora mismo… es imposible.
Ryu insistió improvisando cualquier excusa —También necesito a alguien que inscriba a los alumnos en la computadora, creo que puedes hacerlo.
Chun Li titubeó —No creo que sea buena idea que Sakura me vea en tu dojo.
Ryu perdió la paciencia —¡Entonces haz lo que sea, pero no vuelvas a putear! ¡¿Me has entendido?!
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Era una promesa seria y Chun Li tenía la ilusión de comenzar una nueva vida.
No a cualquiera le daban la oportunidad de vivir una vez más. La oportunidad en forma de hombre guapo, que apareció sin esperarlo, para salvarla en todos los sentidos. El que no solo la ayudó a sobrevivir, sino a cambiar de vida. A sentirse especial. Cuidada, protegida, y de alguna manera, sentirse amada. Y también, a sentirse más mujer que nunca, al conectar con ese lado sexual pervertido y salvaje que ella misma no sabía que tenía, que solo con él afloraba, que la hacía sentirse viva. Por todo eso, le estaría especialmente agradecida.
El periódico gratuito que recogía del supermercado estaba todo subrayado de lapicero, posibles trabajos a los que iba a aplicar. Al paso de los días aquel periódico terminó siendo un cuaderno de garabatos abstractos que se supone eran espermatozoides fecundando un óvulo, y bebes gorditos.
Desde hacía dos semanas no sabía nada de Ryu. Las llamadas al principio diarias terminaron espaciándose hasta convertirse en un esporádico hola cómo sigues una vez a la semana, y desde hacía dos semanas, ni hola. Sentada en el bus de regreso a casa, pasó por el dojo de Ryu y quedó intrigada por el letrero de "Se vende" bien grande en la entrada.
Ahí mismo sentada, marco su número de celular para saber las novedades, y la robótica voz de "fuera de servicio" le heló la sangre. Tenía un mal presentimiento. Se aventó del bus y corrió hacia la casa de su, -a ella le gustaba llamarlo asi- novio.
La casa, con las cortinas cerradas, lucía otro frío, grande y bien clavado letrero de "Vendida" adornando el césped. El farol seguía en el suelo.
Sin poder saber nada de él, quedó a ciegas con la inquietud en su corazón.
Acaso porque sus cuentas de banco se vincularon, los asuntos del hospital mezclaron sus datos, o por coincidencias del destino, la policía arrojó en su sistema el nombre de Chun Li. La llamaron a las 10 pm.
—Señora, ¿es el señor Ryu su esposo?
—¡Sí! ¡Sí! —dijo preocupada.
—Venga a la estación policial, por favor.
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—¿Me estás diciendo que te arrestaron por mear junto a un auto estacionado?
Ryu asintió serio y luego no pudo contener la risa. Chun Li tampoco pudo contenerla y caminaron abrazados entre carcajadas, siendo la media noche, entre gatos que salían de basureros y las luces de neón de las patrullas que alumbraban sus rostros como a delincuentes.
Sobre las escaleras oscuras de la entrada del departamento de Chun Li, Ryu se sentó pesadamente adoptando una expresión abatida. Le pidió un cigarrillo, ella se lo encendió y fue ahí que empezó a contárselo todo.
En el fondo, Sakura lo odiaba, no desde el día que descubrió a la puta, sino desde mucho antes. La conoció embarazada de su ex, un pedazo de mierda ese, maltratador. Estando perdidamente enamorado, le propuso matrimonio y adoptar al bebé como su hijo, el hijo de ambos. Tenían fecha de matrimonio y todo. El dojo iba viento en popa. Pero un día, se fue todo al diablo cuando, por viejas rencillas con el dojo rival, se metieron a la fuerza a amedrentarlos, veinte encapuchados contra la pareja, reventaron paredes, destruyeron de todo, los cuerpos iban volando uno por uno a puños de Ryu, pero al final, con toda su fuerza, con todas sus habilidades en el karate, con todos sus años de entrenamiento, nada pudo hacer contra un fusil calibre 12 mm que fue disparado a quemarropa contra la pareja, haciendo que Sakura perdiera al bebé. Desde entonces, Sakura lo culpa por no haberla salvado. Desde entonces, anda postergando la fecha del matrimonio con excusas baratas. Desde entonces, lo llena de medicamentos innecesarios tratando de prevenir a toda costa la muerte, como no pudo prevenir la de su bebé. Desde entonces, lo menosprecia, lo rechaza, se niega a que la toque, pero procura torturarlo teniéndolo al palo cuando lo invita a ver películas porno, o paseándose desnuda en sus narices, para no dejarse tocar ni la mano. Incluso llegó a insinuarle, medio en broma, medio en serio "Si tanto estás como perro en celo, mejor vete con las putas" y ahora, Sakura lo estaba demandado por romper el acuerdo pre nupcial, es decir, por meterse con una puta, por lo cual tenía que resarcirla por daños emocionales y a la integridad y el honor y demás ardides legales, por nada menos que la friolera de un millón de dólares. Inmediatamente el juez ordenó el remate de todos sus bienes, incluído calzoncillos y celular.
Tenían aquella lamentable desgracia en común, después de todo. Ambos sufrían el veneno de la culpa infligida o autoinfligida.
—Ven. Ven a mi casa. ¡Tonto! ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Entrando a su departamento, sorpresivamente todo se había mantenido limpio, pero la refri vacía. Muy avergonzado por molestarla en esas circunstancias, le tomó las manos y le dijo —Solo serán unos días, conseguiré trabajo de inmediato, te ayudaré y no volveré a molestarte. Perdóname.
Ella le acarició la espalda… y el cabello… y recorrió con sus dedos el perfil de su rostro… y él permanecía sentado cabizbajo… y ella le acarició los labios, y cerró los ojos… se quedaron en silencio unos segundos. Ella se acordó de algo y se levantó impulsivamente.
—Feliz cumpleaños a ti… —susurró musicalmente, trayéndole un pedazo de pastel congelado con un cigarrillo encendido clavado. Él sonrió. Sacó el cigarrillo y le dio una pitada. Mordió un poco de pastel y le ofreció a ella la siguiente mordida. —¡Esto está asqueroso! —y se echaron a reír juntos. Por lo menos alguien se había acordado de su cumpleaños, ya que él mismo no lo había hecho.
—¿Cómo lo sabías?
—Solo miré tu identificación —diciendo eso lo jaló del brazo —Ven, te tengo una sorpresa —y lo llevó de la mano a la calle, silbó a un taxi para llevarlo a sumergirse en los submundos del tabú.
El "barrio rosa" le llamaban. Había tanto chicas como chicos ofreciéndose liberados de pudores y tabúes, sin religión ni dogmas, prostituirse era de lo más normal, servía para pagar en su mayoría, los caprichos caros fuera de la alimentación y el estudio. A lo largo de la cuadra había una especie de "jaladores" que ofrecían a "la carta" variedad de anatomías físicas y variedad de poses y lugares. Por ahí les pellizcó el trasero a ambos un hombre con globos en el pecho, arrojándoles volantes que tenían impresas a unas gemelas contorsionistas que ofrecían las más caprichosas sensaciones en los genitales mientras se podían colgar de un trapecio. Por allá una jovencita tipo lolita les gritaba, chillona, mostrándoles una pizarrita con dibujos cómicos de genitales y otras partes del cuerpo en las que no cae el sol "Conoce tu zona erógena por 29.99"
Parecia el Disneylandia del sexo. El requisito principal para entrar era dejar afuera el pudor, como es requisito el dejar los zapatos antes de entrar a la piscina de pelotitas. Y de hecho la había, pero las pelotitas tenían un falo de jebe y podías saltar y brincar en ellas en pelotas y aceitado o aceitada.
Antes de que Ryu pudiera decidir si eso era un circo o el país de las maravillas, Chun Li lo tomó de la mano y lo jaló con la emoción infantil de quien decide entrar a los carritos chocones "vamos a descubrir tus zonas erógenas". Entraron a través de unas cortinas rojas donde los recibió una vieja sensualona. Chun Li lo empujó, traviesa, divertida. La tia lo acaparó apenas entraron —Dime, muchachote, ¿eres gay, bi, hetero, trans, no binario, no apto, apto, asexual, travesti… —antes de que la mujer pudiera terminar de nombrar el variopinto de opciones sexuales, como quien te pone sobre la mesa todos los colores de tapices disponibles, él la interrumpió, confundido —Hetero, solo hetero, supongo…
—Okay… cachorro lindo, qué desperdicio… —murmuró la tía mientras encendía un cigarro.
—¿Qué?
—Nada… ¡Cammy, uno para ti! —gritó hacia adentro, ellos miraron en dirección del grito que iba hacia una rubia mujer, que cuando los vio mirándola hizo un cruce de piernas letal. Regia, rubia, esbelta, tetonaza y piernonaza. Se bajó de la barra de un salto, previo alzamiento de las bubis, tomó a Ryu de la mano y lo sumergió hacia las misteriosas profundidades de esas rocambolescas cortinas rojas. Lo tumbó sobre un sillón donde cayó hundiéndose oníricamente, parecía estar hecho de un material pecaminoso y afrodisíaco. La chica se sentó encima de él aprisionándolo entre sus dos piernazas, y sacó una pluma de tonalidades rojas.
"Cierra los ojos… bien, empecemos". Le pasó la plumita empezando por su rostro… su cuello… se acercó a su oído para susurrarle… "¿cómo vamos?" mientras un mechón rubio de cabello caía acariciando los pectorales del hombre. De un chasquido de dedos llamó a otra señorita igual de tetona, pero enana que era la encargada de inspeccionar a cada segundo cualquier cambio en el miembro del cliente que sugiriera algún nivel de excitación. Con ambas manos puestas en su miembro palpitante, iba midiendo, calibrando, a pulso nomás, el nivel erógeno de cada parte que iba acariciando la plumita. Mientras Chun Li observaba la escena mordiéndose los labios, curiosa, ansiosa.
La traviesa plumita le iba sacando gemiditos, exhalaciones quejumbrosas, que trataba de aguantar con discreción, inútilmente. Hasta ese momento no sabía que los pezones masculinos podían ser tan sensibles, carajo… Nueva lección desbloqueada. Y para Chun Li también, que no sabía qué tanto puede encender a un hombre que le acaricien los pezones, los muslos, la pelvis…
—A ver… Muslos. ¿Nivel?
La asistenta, ambas manos en el miembro, confirmaba —Alto.
—¿Pelvis?
—Alto
—Mmmm ¿pene?
—Mmm high, high!
—¿Y si le paso la lengüita?
—High, ultra high!!!
—Uuhh veo que di en su punto de ebullición…
Con atrevimiento se deslizó hasta tomar con ambas manos su hinchado pene, haciendo a un lado a la enana. Pasadas con la lengua entre insoportables succiones lo hacía arquear la espalda sin poder disimular. —Mira bien, Chun Li, cómo se hace una buena mamada —le dijo Cammy clavándole una mirada desafiante, pero amistosa. Chun Li observó con una sonrisa maliciosa. Mientras la rubia no tenía pensado para nada soltar a su víctima, ese miembro duro y latiente que torturaba en movimientos ondulantes, sin piedad, con la teatral pasión que era la marca insignia de todas aquellas servidoras sexuales.
—Mira. Cuando gotea así, así, ¿ves?... ya está en su punto… —instruía a Chun Li mientras exprimía aquel miembro extrayéndole goteos pre orgásmicos. Ryu se sentía como un sujeto de experimento a merced de dos científicas mamacitas y en cuanto lo tocaban, apretaban, chupaban como medida de observación para hallar el punto en el que explota la materia, él tiraba su cabeza para atrás y moría de placer ahí enfrente de ellas. Definitivamente era la mamada más buena de su vida. La mamada académica. De pronto, la puta se montó encima de Ryu, para clavárselo con amorosa destreza en su interior. Última lección: "Te montas la verga cuando está ultra sensible y el hombre de puro gusto te suelta toda su billetera."
"Toma, tómalo todo" solo podía musitar el hombre, completamente entregado a su hechizo, dándole la razón a aquel empírico truco. Esa puta sí que era una experta. La rubia mujer llamó a Chun Li con un gesto de la cara. —No te quedes ahí mirando, colega.
—Ex colega —la corrigió Chun Li, sonrió con malicia, y acercándose a ellos, tomó un falo de goma, se lo ató a las caderas y agarró al hombre por detrás. Tenía cogido a Ryu por las caderas y sentándolo sobre sus piernas lo empezó a penetrar con deliciosa y rítmica habilidad. Con la otra mujer encima de él clavandose su miembro completito, hacían un dúo enfermizo, adorable, excitante.
Sus movimientos estaban sincronizados y cuando Chun Li lo elevaba con una embestida por detrás, Cammy, encima de él, por delante, se lo incrustaba más al fondo, y viceversa; haciendo un encaje profundo y perfecto.
Lo tenían aprisionado. Sujetado de las caderas y de los muslos, a merced de dos mujeres de lo más hermosas y pervertidas. En este punto el hombre era un fetiche sexual pasivo sodomizado y a la vez dominante; la plenitud sexual es un solo hombre. Por ambos lados, unisex, motor dual, doble tracción, doble relleno, dos por uno; todo mezclado en un mejunje de genitales de lo más soberbio y obsceno.
La trenza rubia y larga de Cammy se atrapó pícaramente entre sus dos senos aplastados contra la cara del hombre, por la presión que ejercía la otra mujer por atras, que abrazaba su cintura y se apretaba contra su espalda ancha, fuerte, varonil, y alternaba su visión gozosa cuando se separaba de él para observar su penetración, cómo esa goma traviesa invadía a su hombre, admirando cómo le sostenía las nalgas, esas nalgas tonificadas y duras, para admirar sus manos con sus uñas rojas presionar los muslos musculosos de su hombre, que así aprisionado, gemía con sonidos roncos salvajes. Era un espectáculo pornográfico en todo su esplendor.
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La luz rosada del amanecer se filtraba por la única ventana del departamento de Chun Li, color que dotaba al ambiente de un sensual romanticismo. Música suave, su favorita, la que le recordaba el amor, humo de cigarrillo envolviendo sus cuerpos en ropa interior…
"Me toca a mi descubrir tus zonas erógenas..." Ryu susurró despacito, en el oído de Chun Li. No tenía una pluma, en su defecto arrancó una hoja de papel. No imaginó ella que aquel objeto improvisado terminaría siendo el objeto sexual más erótico de su vida.
Le soltó el cabello y desenredó dulcemente la melena larga con sus dedos, haciéndola sentir un cosquilleo en el cuero cabelludo.
El tacto rígido del papel la hacía sentir cosquilleos en cuanto recorría la sensible piel de los pezones, arqueada pronunciada de su espalda; el vientre, suspiro profundo; su pelvis, mordida de labios; el placer la hacía tiritar de amor. Sus zonas erógenas estaban siendo descubiertas, en la última y definitiva lección, inolvidable, la del sexo con amor. Y de repente sus gemidos fueron ahogados en la boca de su hombre: le estaba besando los labios, por primera vez. Beso tibio y minucioso, hacía tantos años que no la besaban tan íntimamente, que fue como su primer beso. Y con la misma minuciosidad, despacito, besaba sus mejillas, sus ojos, su nariz, su mentón… "chuic" despacito, lento, "chuic" así, así… "chuic" el aliento y los labios fríos al tacto eran deliciosos, qué rico… y después "chaplac" el beso más entregado y furioso y experto y sostenido y rítmico que le hayan dado en toda su vida.
"Bésame sin piedad, yo te lo ruego" recitaba la letra de esa melodía tenue, la comparsa de un estremecimiento de amor.
Ahora, habiéndola tomado prisionera con los brazos hacia arriba, exponiendo vulnerables sus senos, se montó encima aprisionándola entre sus piernas, con el bulto palpitante del boxer a la altura de sus senos, se frotó con ellos una vez más, antes de bajar hasta la pelvis de la mujer, donde, oh sí, empezó a introducir su lengua en la vagina, para comerse, por fin, toda su femineidad. Era la primera vez también, que le besaban esos labios, los de abajo, regalándole una sensación exquisitamente abrumadora, que no pudo contener, derramándosele el fluído del éxtasis en la boca del hombre, quien recordó la primera lección: "Squirt". Y de pronto, la primera vez que ella sintió la carne de él entrar completamente dentro suyo, esta vez, sin ningún látex de por medio. La primera vez que sintió su cálido chorro disparándose dentro de ella.
Lo abrazó clavándole sus uñas rojas en la espalda, revolviendole el cabello con desenfreno y besándole el rostro desesperadamente, escuchó de él esas dos palabras que llegaron tan naturales: "te amo"
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Los días pasaron, fluyendo fáciles e intuitivos hasta convertirse en semanas, en las que si bien Ryu ya tenía un trabajo en el que sobradamente podría irse del departamento de Chun Li a un mejor lugar, por alguna razón se quedaba con ella. Habían logrado una rutina armoniosa en la que cada quien hacía las labores hogareñas con todo el buen humor del mundo, hacían las compras juntos, cocinaban juntos, comían juntos y sus cepillos eran iguales, por lo que a veces se confundían. En sus ratos libres él la acompañaba a las entrevistas de trabajo, aunque ella siempre metía la pata por los nervios, se las arreglaban para regresar a casa carcajeandose del torpe performance.
Y cuando regresaba cansado, masajito. Y cuando a ella le regresaban los dolores, masajito.
Había dias en los que ni siquiera había sexo, pero ver películas y luego comentarlas, bañarse juntos, acariciarse hasta quedarse dormidos, era igual de bueno. Estar con Ryu la hacía sentir especial.
Y de pronto así, se dio cuenta que quería todo con él. Que estaba muy enamorada. Quería que así fueran sus días hasta la muerte. Justo así, así; no faltaba nada más. Aunque…
Llegó por la entrada de emergencia al hospital, con un dolor agudo en el bajo vientre y unas náuseas que la tenían con la mano en la boca todo el tiempo. Además le dolían los senos, las caderas… un malestar de estreno.
Los análisis le confirmaron la ilusión que había tenido toda su vida, y la cual se elevó a la centésima potencia cuando conoció a Ryu. Estaba embarazada.
—Felicidades. Es realmente un milagro porque sus trompas están obstruidas. Un espermatozoide rebelde, ¿eh? —dijo el médico rebuscando en su computadora —¿Es el señor Ryu su esposo?
—¡Sí! ¡Sí! —dijo recibiendo el sobre y conteniendo las lágrimas.
Salió corriendo a buscarlo al trabajo, ¡quería contárselo de inmediato! ¡quería comérselo a besos! ¡estaba embarazada! ¡de él! del hombre que cuando vio por primera vez la atrajo de manera surrealista, irreal, mágica, apasionada; al que la impactó en todo sentido. Que le dio la oportunidad de revivir. Lo sentía su salvador y se sentía bendecida de poder compensarle haciendo crecer dentro de ella un heredero de sus genes. En ese momento confirmó que lo amaba con locura. Por fin, comprarían una casa lejos de la ciudad, con jardín, mascotas para que el niño aprenda a ser responsable, ah pero ahora lo primero debía conseguir un trabajo ya mismo para empezar el proyecto de la casa… y mientras manejaba su moto, su mente iba a mil, a un lugar de arcoiris y familia de ensueño…
Ryu pidió un momento para salir a atender a Sakura que había llegado por algún motivo nada amistoso, por la expresión en su cara. Le arrojó sobre sus manos un folder con un millón de papeles. —Mi abogado me recomendó demandarte por diez asuntos extras. Más te vale conseguir un buen abogado —le dijo con hostilidad. Él lo recibió con expresión de lamento al comprobar su despecho. Sakura le clavó la mirada —No pararé hasta destruirte. Te vas a arrepentir de haberme cambiado por una ramer…
—¡¡Hey!! —Ryu golpeó la mesa antes de que ella pudiera terminar la palabra, haciéndola sobresaltar —¡Ella no es una ramera! Es solo una mujer libre. Deberías aprender un poco de ella.
Sakura le dio tremenda bofetada —¡No me compares con una puta!
Tomó su bolso, furiosa, y antes de salir su vista tropezó con la pantalla de las cámaras de seguridad. Y reconoció a Chun Li, quien entraba corriendo… Solo faltaban unos pasos y se encontrarían los tres reunidos. En una reacción rápida Sakura se tiró a los brazos de Ryu y le dio un beso tan escandaloso que lo dejó sin equilibrio, desconcertado, mientras gritaba eufórica —¡Sí! ¡Acepto casarme contigo! ¡Acepto casarme contigo! —repetía mientras pensaba "Escucha bien, ramera"
Antes de abrir por completo la puerta, por la estrecha abertura los vio. Se besaban intensamente y ella lo abrazaba con locura y asentía emocionada algo, parecía una propuesta de matrimonio…
Si bien la putería le había enseñado a reconocer un buen beso de arrechura, el amor le había enseñado a reconocer cuando un beso era verdadero. Y este lo era, según ella, sin lugar a dudas.
Se dio media vuelta en silencio.
Arrancó su moto a velocidad suicida. El viento helado la golpeaba agresivamente en el rostro, y sus cabellos se metían punzantes a su boca. Por su mente pasaron indefinida cantidad de escrotos esperando ser chupados por ella, uno tras otro, debajo de esas barrigas estriadas; manos arrojándole dinero; y la alegría en esos ojos rasgados por el bebé en camino que nunca vería, nunca gozaría, porque nunca se lo contaría… Viendo que la felicidad le era negada con insistencia vehemente, y que ser puta parecía ser el único destino disponible para ella, cerró los ojos con la esperanza de estrellarse.
De pronto, un golpe sordo en el cráneo, un neumático a diez metros y los análisis del embarazo destruídos y ensangrentados por la pista.
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¡Mamá, papá!
Un niño chaposito y gordito corría hacía ellos junto a un perrito moviendo la cola. Ella se veía a sí misma vistiendo el azul impecable de su qipao, con sus dos cintas blancas en el pelo, y junto a ella, su hombre y su padre. Abrió los brazos para alzar en peso a su niño y apretarlo contra su pecho maternal. "¡Perdóname!" Lo apretó, llenándolo de besos y de lágrimas. Y volteó a acariciar a su hombre "¡Perdóname!". Él cargó al niño, y junto con su padre, caminaron a un lugar lejos de ella, al mismo tiempo que se desprendía el qipao de su cuerpo y se iba flotando tras de ellos, como con vida propia. Ella les gritaba, los llamaba a oscuras "¡Espérenme! ¡Perdónenme!" Y lo último que vio fue su propia desnudez y a sus tres hombres perderse entre una luz destellante, hasta que sus sentidos se apagaron.
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—¡¡¿Mi bebé? ¿Mi bebé?!! — Chun Li suplicaba con la mirada a la monja que tenia sentada en su cama. De pronto la agarró de la tela del cuello— ¡¡¿dónde está mi bebé??!!
—Tranquila, mujer, tu bebe está ileso. Ahora descansa… —le dijo mientras le acariciaba la frente con un paño húmedo, tratando de calmar su desesperación.
Chun Li lloraba, lloraba ahogándose, incontrolablemente mientras se acariciaba el vientre y trataba de contenerse por el bien del bebé.
Estaba en una especie de hospital extraño, que más parecía un convento, lleno de monjas y enfermeras por doquier. El hospital solidario de la iglesia, para ser exactos. Felizmente su embarazo seguía estable y ella con heridas profundas pero nada grave, aunque estuvo inconsciente todo el día.
Las monjas insistían en avisarle a algún familiar, pero ella insistía en que no tenía a nadie.
Será porque sus datos se mezclaron una vez más, el sistema del hospital arrojó el nombre de Ryu. —¿Es el señor Ryu su esposo?
—No. No lo conozco.
Y es que no lo recordaba. Por el accidente, o siendo acaso una especie de mecanismo de defensa inconsciente el olvidarse de él para evitar el dolor. Ese tipo de dolores difíciles de manejar, con que a veces la vida te noquea. Entonces a la mente afectada no le queda más que bloquear recuerdos.
—Pero él dice que es el padre de su niño y está afuera, haciendo escándalo para entrar. Pero nosotras no lo podemos dejar entrar, por tu bien.
Chun Li apretaba las sábanas tratando de recordar, y cuando ya casi recuperaba un recuerdo, el dolor regresaba, entonces inmediatamente ponía atención en las cosas a su alrededor y conseguía ya no recordar.
—¿Su padre?... no… no logro recordar…
Fue ahí cuando pudo oír su voz, desde abajo, había logrado entrar a la fuerza y abría una por una las puertas gritando el nombre de Chun Li. Mas, ella no podía reconocer esa voz, y cuando ya casi, ella misma bloqueaba el recuerdo.
Sin embargo, algo inconsciente le decía que tenía que huir. Y cuando salieron las monjas a intentar parar el caos, Chun Li salió por la ventana y caminó a hurtadillas bordeando el hospital, hasta salir a la carretera, decidida a llegar al terminal de buses, que la llevaría lejos, a empezar de cero, lejos de todo, sin arreglos, sin maquillaje, sin perfume, sin peinado, sin ropa interior, solo con una bata blanca, mojada por un llanto copioso y silencioso.
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Las pantuflas delgadísimas con suela de cartón que le dieron en el albergue-hospital cedieron ante la tortuosa caminata y se hicieron trizas adornandole de ampollas los pies. Rompió un pedazo de tela de su ya pequeña bata, y se la enrolló en ambos pies.
Cuando empezó a caer la noche, la carretera oscura e inhóspita silbaba de soledad y de frío. A ambos lados, maizales inmensos en los cuales se sumergió, completamente a oscuras, solo ella y las estrellas del cielo. Moría de frío, moría de hambre, moría de dolor, moría de cansancio, pero los padecimientos físicos eran menos dolorosos que el vacío despiadado en su interior. Eran menos dolorosos que el recuerdo que amenazaba con emerger. Y cuando estaba por emerger en su conciencia, se enfocaba en el dolor y el hambre y todo se perdía otra vez. Entonces se aferraba a su bebé que le daba fuerzas. Pero si él mismo era tan pequeño que ni fuerzas le quedaban. Decidió levantarse y aunque sea con ese físico maltrecho a cuestas, llegar al maldito terminal de buses, llegar a esa ciudad lejana y usar lo más pronto posible la recomendación que le dieron las monjas para un puesto de trabajo seguro, aunque humilde. Solo así podría sacar adelante a su bebé, por ahora.
Pero su voluntad no bastó, y a pocos metros, simplemente cayó arrodillada sin fuerzas, perdida en el inmenso maizal.
De pronto, el recuerdo amenazante le inundó toda la mente y el corazón; un aroma, un calor, una voz… no pudo escapar a los estímulos detonantes que la envolvieron completamente: Ryu la abrazó para cargarla en brazos. Totalmente atónito y angustiado por hallarla en ese estado, empezó por cubrirla con su qipao azul.
"Eres tú… Ryu… estoy…"
Él asintió y sus lágrimas mojaron la mano de ella que tenía sobre la de él en su vientre. Le besó la barriguita y una desesperación se volvió angustiosa. Ella lo calmó poniendo su mano dulcemente sobre su rostro. "Estoy bien. Contigo, siempre estoy bien"
Se sentó teniéndola en sus brazos y le cubrió el cuerpo con su qipao azul. Le hizo un gesto de kung fu lentamente, jugando, apuntando hacia ella, lo cual ella bloqueó débilmente, recordando íntegramente la técnica. Los dos rieron. Y una lágrima de emoción bajó por la mejilla de Chun Li. "Kung fu y karate, suena bien, suena a un nuevo dojo" dijo Ryu, y los dos asintieron con una gran sonrisa.
Le entregó la cajita de mármol de su papá. Sus miradas asintieron y ella supo lo que tenía que hacer. Abrió la cajita y dejó que se llevara el viento las cenizas.
Él se levantó, con ella aun en brazos, la llenó de besos y caminaron toda la noche, rumbo a formar su nuevo hogar.
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Fin.
