•
•Capítulo 31•
•"Donde nace el perdón."•
•
Bakugō Katsuki, joven a penas rebosante de los diecisiete años.
No se hallaba seguro de nada, todo lo que había pasado hasta ahora le parecía tal y como una mentira.
Izuku Midoriya; Fue reportado como desaparecido hace exactamente un mes por su madre.
Nunca hallaron rastro alguno de él.
Tal vez era una idea estúpida el sólo pensar en verlo de nuevo, pero Bakugō solamente no evitaba aquel sentimiento de curiosidad cada que pensaba en su amigo de la infancia.
Quería verlo y saber el por qué sólo a él lo había metido en un lío de tal magnitud.
Por ello sus pasos tan decididos hacía la penumbra de un callejón tras dejar a su madre con un semblante interrogativo cuando decidió salir de su hogar sin emitir palabra alguna.
«Estúpido Deku.— Tras caminar algunas calles, no evitó aquel pensamiento. El cual, rondaba su mente por cada paso que se decidía a dar.
Definitivamente el sólo enviar aquel mensaje de cita en un lugar concurrido era una mala idea, pero ahora ya pareciera ser demasiado tarde.
Tardó en notarlo, pues cayó en cuenta de ello cuando se hallaba a tan sólo unos pasos del callejón al que ahora debería entrar.
«De seguro el cobarde de Deku ni siquiera se digno a venir.— Fue el primer pensamiento que rondo su mente tras retomar sus pasos.
Una parte de él deseaba que Izuku se hallará ahí, esperando por él.
Sin embargo, otra sólo pensaba en lo estúpido que había sido al ir a ese lugar.
Pues lo más probable era que Izuku ni siquiera tuviera el valor de presentarse.
Una parte de Bakugō estaba segura de ello.
Y, tras pasar aquella delgada línea que dividía la luz del sol con la penumbra del callejón, observó a tan ardua figura llena de arrepentimiento a tan sólo unos pasos de él.
Más alto, su espalda se había ensanchado e incluso sus cabellos pasaron a ser algo largos.
¿Tanto podía cambiar una simple persona en tan sólo un mes?
Se pregunto Katsuki.
Entonces lo recordó, él no se hallaba para juegos.
Había ido a ese lugar sólo por una razón.
Entonces, se dio valor a si mismo. Suspiró, tras acercarse lo suficiente, se decidió a tocar aquel hombro que después de todo seguía siendo tan delgado como lo recordaba.
Izuku volteó, sus verdosos ojos divisaron a Katsuki antes de lo esperado.
—Hola, Kacchan.
