LA CASA DE VITELIS
Tras cuatro siglos perdido en el mar el ultimo miembro de la familia de más alto nivel de Valyria junto con sus vasallos reaparecen desde el mar humeante para cambiar la canción el juego de tronos para siempre. Advertencias; contenido M, violencia y lemon.
No soy dueño de A song of Ice and Fire, los derechos de esta pertenecen a George R.R Martin.
CAPITULO 1: LAS CATORCE LLAMAS
Año 114 BC, Valyria
Las torres se alzaban hasta el cielo, en Valyria la más poderosa y bella de las ciudades jamás habidas sobre la faz de la tierra. En el día de hoy Serbion Vitelis, segundo hijo de la poderosa familia de la magia de sangre marchaba a sus diecisiete años a colonizar la isla del mar de Jade.
Decir que estaba nervioso era decir poco, pues su padre le había encomendado veinte mil vidas y siete dragones del más alto nivel, para ejercer de avanzadilla de cara al lejano continente de Ulthos. Ahora llevaba su armadura de acero valyrio y su espada de este magno metal, en vaina mística. Le acompañaba su magnífica bestia alada Pertinax un dragón granate de quinientos noventa y cinco pies de altura, cuadro patas y alas escamosas. Este era un dragón del más alto nivel, propio de una familia arconte como era la familia Vitelis. Su llama no era de fuego sino de lava, y sus escamas eran conocidas por ser casi invulnerables a cualquier ataco salvo de un hechicero del más alto nivel.
Montado en el que era su amigo desde que abrió los ojos, ambos compartían la dicha de este día, en el que Serbion sería nombrado gobernador supremo de las Islas de Jade.
- ¿Estas feliz? – le preguntó a su amigo. A lo que este soltó un pequeño rugido.
"Tu dicha es mi dicha" le dijo a su mente. Y ambos sonrieron a sus maneras.
En el puerto una legión compuesta con cinco mil hombres de elite lo acompañaban, junto a ellos había otros dos mil hombres al servicio de las dos casas vasallas, cientos de ingenieros, quirurgos, comerciantes y algún que otro artista, secretarios libertos y otros cientos de sirvientes, junto a mujeres y niños.
Las guirnaldas y la alegría reinaban en el lugar con una marea humana dándoles la mas efusiva de las despedidas. Cuando llegaron, Serbión levitó en el aire hasta llegar al suelo donde sus señores vasallos a perpetuidad le dieron una profunda reverencia. El primero era Aryos Othorion jefe de la casa Othorion, quien en su haber contaba con tres dragones adultos de nivel superior. Esta era un hombre se setenta años con cabellos y barbas largos y blancos, ojos brillantes y sonrisa amable, que había sido en su día un gran sirviente de su padre, y montaba a un dragón gris de cerca de quinientos metros, llamado Polux. El segundo era Dyrias Galbarys jefe de la casa Galbarys, hombre de mediana edad, curtida y de dureza solo comparable con su lealtad era quien de lejos tenía más experiencia marcial. Montaba pues al segundo dragón más grande y peligroso, uno color turquesa llamado Castor de tamaño similar al ya mencionado.
-Mis señores – dijo Serbion – gracias por su apoyo.
Los señores asintieron y miraron fijamente al hombre que jamás volvería a poner un píe en Valyria sintiendo realmente lastima de el por su destierro factico.
-Hoy es un gran día – reconoció Aryos Othorion tratando de animar el ambiente. Aunque para su alivio la sonrisa del chico era genuina.
-Sin duda mi buen señor – le concedió Dyrias Galbarys con algo de rigidez – uno que presagia un gran futuro. Mis hijos están ansiosos.
Veinte naves de madera cuan fortalezas flotantes partieron de Valyria ya sabiendo que nunca más volverían a ver la ciudad más grande que jamás haya existido.
Estando en la cubierta de la nave principal, Serbion estaba escuchando la diatriba del almirante de la nave, mientras su dragón jugueteaba en el aire dando vueltas sobre si mismo, compitiendo con otros dragones para ver quien era más rápido.
Sin embargo un ruido horrible del fin del mundo se escuchó y desde donde el horizonte se había perdido la vista de la ciudad país, las catorces llamas iluminaron el ahora cielo oscurecido, expulsando el infierno de sus entrañas.
Mucho de los marinos gritaron que era el fin del mundo, y los dragones enloquecieron. Serbion entonces sacó de entre sus pertenencias el amuleto como el que le había regalado a su hermano mayor, poniéndose en píe levitó mientras los barcos luchaban por no hundirse por el monstruoso oleaje.
"Pertinax" dijo con voz clara, haciendo que el dragón volviese en sí "Dracarys" dijo señalando el amuleto. Entonces este emitió una luz anómala que envolvió a toda la flota. Los restantes dragones volaron en círculos junto a sus amos a la espera de ordenes de su señor. Y Serbion les grito "¡Dracays!" de nuevo apuntando al amuleto. entonces este se expandió justo a tiempo para evitar que la ola más más grande del mundo los engullese, creando una barrera invisible, que pronto hizo el aire humeante, cuando las aguas se calmaron.
Poco después de la mano de sus dragones Aryos Otorion y Dyrias Galbarys llegaron a la cubierta de la nave principal, ambos lucían conmocionados por lo que acababa de pasar. Entonces vieron como Serbion descendía desde el aire con el amuleto ahora convertido en esfera de piedra brillante flotando sobre la palma de la mano de Serbion, quienes les dio una mirada emocionada.
-Joven señor – dijo Aryos Otorion - ¿Qué fue lo que pasó?
Serbion sonrió de orgullo. No en vano era un el archí mago más joven de Valyria en tres siglos, desde su bis tatarabuelo Numa.
-Mi escudo de cataclismos – respondió con orgullo relamido – le di uno a mi hermano. Espero que le vaya bien ahora que está tratando de rodear Sothoryos.
Aryos Otorion se llevó una mano a la cabeza, nunca había visto algo así, y su compañero igual. Ahora sin embargo solo les cubría de niebla, pero Serbion se vio confiado.
-Será mejor que tomemos una parada en la Isla de los Cedros – dijo con temple pero al igual que ellos preocupación – allí sabremos lo que ha pasado en Valyria, por que no cabe duda; las catorce llamas estallaron.
Incluso el fiero Galbarys tragó saliva ante la confirmación de la catástrofe, ahora solo podía rezar con que el resto de la familia que había dejado estuviese a salvo de la catástrofe, aunque dudaba sinceramente de ello.
No obstante, siguieron su rumbo en relativa tranquilidad, hasta que el amuleto se contrajo sobre si mismo no quedando ni las cenizas del mismo. entonces respiraron de alegría al ver el mar del verano tan azul y claro como siempre, aunque desierto en una zona como la bahía de los esclavos.
Dos días después divisaron la isla de los Cedros, pero cuando Serbion y los otros dos señores dragón aterrizaron en las playas de la Isla contemplaron con horror las ruinas de aquel otrora remanso de abundancia.
-Si esto está así…¿Qué habrá sido de Valyria? – pregunto en el aire.
Todos guardaron silencio por un momento, cuando Pertinaz dio un rugido lloroso, Castor y Pollux rugieron de angustia al unísono. La devastación fue absoluta y le arrebato el reinado a la calma ya en las naves.
Serbión se arrodilló sobre la maleza "¡Padre, hermano!" gritó con todas sus fuerzas, esperando que un milagro se los trajera de vuelta, pero eso no ocurriría, Valyria la ciudad de los señores dragón, la civilización de los cinco milenios se había ido para siempre. Tal como había predicho aquella muchacha de la que todos se rieron en su día, el ruido de las olas eran un mudo testigo de todo cuanto se había ido o perdido.
Pues en un solo día, Valyria había quedado maldita para siempre.
