No sabe lo que ha pasado, no sabe cuándo exactamente ha ocurrido. Parecer un acosador no le importaba, puesto que jamás le bastaba mirar aquella foto grisácea que ya llevaba unos meses con él.

Yacía descuidada por todo el tiempo en que la cargaba consigo.

Que era básicamente siempre.

Toma de aquel vino tinto, hace una mueca y, sentado en aquella barra, suelta un suspiro que sólo le hace sentir un lastimero pesar.

Shigaraki Tomura yace enamorado.

Enamorado de aquel rival a quién se supone, debería odiar a muerte.

Entonces; ¿Por qué yacía allí, tomando una copa a su nombre mientras fantasea con tenerlo en sus brazos? No ahorcandolo, no matándolo, sólo besandolo... Abrazandolo...

¡Debería sentirse avergonzado!

¡Maldito sea el momento en que aquel mocoso se ha metido por sus ojos, cegandolo de su meta, metiéndose hasta por los rincones más inhóspitos de su alma y arrastrándolo fuera de aquel odio que encimaba su fuerza de voluntad!

Él no es débil, pero no puede evitar sentirlo cuando sabe que deberá enfrentarse contra aquel ser desastrosamente despreciable. Pecado.

Sucio y vil. Detestable y basura inútil, dicha por todos.

¡Cuanto lo amaba, joder!

Y cuánto más no le había costado aceptarlo, debía admitirlo, los primeros meses fueron difíciles. Había pasado por algunas etapas.

Primero, negación. Segundo, rompimiento. Tercero, meramente aceptación. Y la peor de todas; ¡Evitar querer asesinarlo!

Maldición... Quería llegar a él y pedirle descaradamente huir.

¿Qué clase de enfermo era? ¡Uno muy malo, por supuesto! ¡Él era un villano! ¡Izuku Midoriya era un héroe! El simple hecho de pensar en algo más, además de su rivalidad, ya era algo lo suficientemente malo como para él mismo querer latigarse por tal falacia.

Jamás podría haber nada entre ellos. Desafortunadamente nada. Y Shigaraki lo sabía muy bien. Aquello le rompía.

Y aún así, se levanta, como todas las noches. Kurogiri le mira dirigirse a la salida, sin saber el desastre que hay dentro de él justo en esos momentos.

Tiene necesidad de preguntar, pero sabe que igualmente se quedará con una gran duda. Por lo que decide únicamente verlo partir.

Y Shigaraki, una vez fuera, se derrumba en lágrimas como jamás lo ha hecho.

Su corazón duele, quema de una forma agonizante. ¿Acaso se trataba del mismo infierno del que tanto se hablaba? No, este era mucho peor y lo sabía perfectamente.

Su llanto en silencio baja hasta chocar contra el suelo, el cielo tan claro y la luna en lo alto , comienza a caminar sin un rumbo fijo.

Lo único que sabe, es que quiere verle una vez más... Aunque sea a la distancia...

Y de esa forma, afirmar sus sentimientos por nueva cuenta. Como cada noche de las últimas cinco semanas.

Finalmente va tras él; Y tras aquel rastro del pecado en el que se ha condenado.