No entiende como demonios Marlene aprobó algo tan absurdo.
Comienza a sentir como se forman pequeñas gotas de sudor en su frente, a pesar de que el lugar está bastante helado. La niña la observa desde hace varios minutos, mientras prepara la anestesia para ella. Su expresión serena enternece a la doctora, pero también se avergüenza lo que está a punto de suceder.
No tiene idea de cómo terminaron en esa situación. La pequeña que tiene al frente es inmune al maldito Cordyceps, tiene una mordida en el antebrazo la cual nunca produjo la infección y se miran entre todos intentando "adivinar" una cura. Las Luciérnagas la encontraron y están ahí, en ese quirófano, sin la certeza de que lo que él tiene planeado resultará.
Es horroroso.
— Doctor Anderson, creo que deberíamos reconsiderar nuestras opciones…— Le dice al hombre, quien le da una mirada reprobatoria.
—Continue, doctora Harvey. —Soltó con algo de enojo. La mujer se sitúa al lado de la niña, analizando sus opciones ¿Qué hace? ¿Le inyecta una aguja con aire en el cuello? ¿Lo ataca con el bisturí? Niega varias veces, acercando la mascarilla al rostro de la pequeña paciente, quien la observa con calma.
—Ellie, vas a respirar profundo y contarás desde el número diez hasta el cero, en cuenta regresiva ¿De acuerdo? — Le pregunta a la niña, mientras nota que ella asiente suavemente.
—¿Todo estará bien? — Pregunta de manera inocente. Ella no sabe que responder.
—Estaré aquí cuando despiertes. —Le murmura suavemente. No tiene idea si eso la hace sentir tranquila, o le entrega la respuesta que necesita. La niña cree ser la cura para el mundo, pero está ante un doctor que no tiene ni la más mínima idea de lo que está haciendo.
Diez, nueve, ocho… silencio. Ellie está dormida y la enfermera Evans revolotea por el quirófano, preparándolo todo.
—Usted sabe por qué está aquí, doctora. No lo arruine. —Suelta de nuevo el mayor. Su expresión es de absoluta tranquilidad, lo que le da nauseas a la aludida.
—Sí, porque soy neurocirujana. Y es por eso que le pido que replantee sus opciones. Usted va a matar a esta niña para nada. — Le suelta de repente. Él toma una posición defensiva, mientras la discusión va subiendo de volumen.
—Esta niña nos entregará las respuestas que hemos buscado desde hace veinte años doctora Harvey. De aquí podemos obtener una vacuna, que ayudará a restablecer el orden y…
Ahí está ese maldito discurso de nuevo. Las Luciérnagas, a quienes se unió prácticamente porque no había otra opción, estaban cegados con ese discursito del "orden" y la "luz".
—No necesita ser micólogo para saber que esto funciona diferente a un virus. A lo más si la abre vamos a terminar todos infectados, doctor ¡Piénselo un poco por favor! Podemos revisar las bitácoras, estudiar un poco más…
—¡Usted necesita callarse o salga de mi maldito quirófano!
—¡No me iré a ningún lado! No voy a permitir que mate a esta niña por nada ¿Acaso si fuera Abigail la que está en esta mesa la asesinaría sin compasión?
"Si fuera yo quisiera que hicieras la operación, papá". Esas son las palabras que se le vienen a la mente al doctor Anderson. Pero por supuesto que no lo haría.
Sintió que ese fue un golpe bajo para el hombre. Él suspiró de forma sonora y lo que pasó después fue de cierto modo, el destino. El doctor Anderson tomó el bisturí y lo acercó suavemente al brazo de Ellie. Ese era el comienzo. Después sería su cerebro.
Sin que la notaran, la doctora Harvey sacó un segundo bisturí y lo tomó firme entre sus manos. En cuanto hiciera el primer corte, lo atacaría y se llevaría a la niña de ahí.
—¿Qué estás haciendo aquí? No dejaré que te la lleves. — Escucha de pronto la doctora. Hay un hombre frente a ellos, que acaba de entrar al quirófano sin autorización.
En un segundo un sonido abrumador la sacó del nublamiento en el que estaba, el doctor Anderson y la enfermera Evans estaban en el suelo, ambos muertos producto de los disparos provocados por el hombre que ahora tenía su arma apuntando directo hacia ella. Se le cayó el bisturí de las manos y él lo pateó lejos.
La doctora tomó rápidamente una jeringa que estaba sobre la mesa y se abalanzó sobre el hombre. Obviamente ya se habría esparcido el rumor de que hay una supuesta cura y todos los cazadores estarían sobre la niña.
La batalla continuó unos cortos minutos en el suelo, con la experiencia del mayor sobre la de ella.
—No voy a dejar que te la lleves. Ella no es un experimento. — Soltó la doctora de repente, cuando el hombre estaba sobre ella intentando quitarle la jeringa de las manos.
—¿Eras tú la que estaba gritándole a ese hijo de puta no es así? — Dijo con una voz grave. Era un hombre adulto, algunas canas adornaban su cabello castaño. Sus ojos decididos esperaban una respuesta, por lo que ella asintió. — Ayúdame a sacarla de aquí.
Él apuntó a Ellie con la pistola mientras ella instintivamente utilizó la distracción y le enterró la jeringa en la pierna al hombre. Él retrocedió, algo preocupado ¿Por qué esa maldita mujer no lo dejaba llevarse a Ellie? Además ¿Qué demonios le había inyectado?
—¡No voy a permitir que te la lleves, maldito!
—¡No le hare nada! Quiero que sea libre.
La doctora recuerda esa breve conversación con Marlene. Hubo un hombre que recorrió el país de un extremo al otro para llevarles a la chica. Pero no puede recordar su nombre ¿Es posible que sea él? Se levanta del suelo y retira la jeringa vacía, pero nota que él nuevamente le apunta con el arma.
—Era suero fisiológico. Y ella está bajo anestesia. —Murmuró la doctora con los brazos arriba, acercándose a la chica mientras le retira la mascarilla y el monitor.
—Vamos pequeña, te tengo. — Le dice a Ellie con la voz entrecortada el mayor, ignorándola. Luego observa a la doctora de arriba abajo como si analizara si aún está cuerda. — Vamos.
¿Vamos? Piensa ella, mientras que él analiza si es una buena idea. Ya lo decidirá en el camino.
—Estoy esperando la bala en la cabeza. — Murmura. Él nota que todavía la está apuntando y baja suavemente el arma.
—Cuando dije que me ayudes a sacarla de aquí, me refería al edificio. Está lleno de Luciérnagas, tu debes saber cómo evitarlos. Si queda algo de la sensatez que escuché ¡Vamos!
Realmente no lo pensó del todo. Tomó del almacenamiento el bolso de emergencia y lo llenó con la mayor cantidad de medicamentos que estuvieran en ese quirófano. Quizá, con un poco de suerte, este hombre la dejaría vivir a cambio de esos valiosos recursos.
—El elevador. Iré frente a ustedes.
Comenzaron a caminar ocultándose por los pasillos del hospital. Miró su uniforme, salpicado de sangre y vio la luz de algunas linternas. Le hizo una seña al hombre para que caminara hasta el elevador, pero fueron vistos por algunos compañeros de la doctora, entrando a duras penas sin rasguños.
—Tómala. — Le dice el hombre. La chica parece una muñequita, por lo que la mujer la carga en sus brazos con suavidad.
—Es probable que estén bajando.
—Lo sé. Pero no tienes cara de saber disparar, así que tú la protegerás y yo cuidaré de ambas.
Asintió, ya que no tenía otra opción más que ayudarlo. El elevador llegó a su piso de destino y cuando se abrió la puerta, Marlene estaba frente a ellos. La doctora se giró suavemente, dándole la espalda a su compañera.
Si Marlene disparaba, la mataría a ella. De todos modos, ya no le quedaban muchas opciones.
—¡Alto! No dejaré que te la lleves de aquí. Además ¿Cuánto tiempo tardara que la ataquen los chasqueadores? ¿O que la violen y la maten? —Soltó la mujer.
—No es tu decisión. —Devolvió el hombre.
—Es lo que ella querría. Lo sabes. Sabes lo que tienes que hacer. Y tú ¿Tan lejos quieres llegar? Entiendo que no estés de acuerdo con el procedimiento, pero…
—Ella te pidió que la cuidaras, Marlene. Elegiste a una buena doctora que dijo que no muchas veces, pero preferiste creerle al cretino con ansias de poder. Esto no va a ningún lado. Y tú lo sabes.
Marlene se acercó poco a poco, pero el sonoro disparo percutado por el hombre detuvo cualquier intento por arrebatarle a Ellie de los brazos. El hombre le hizo una seña para dejar a la chica en el asiento trasero de una camioneta por lo que esperó con paciencia hasta que se escuchó el segundo disparo. Supone que Marlene ya estaba muerta para cuando él volvió al vehículo.
—¿Tienes dónde ir? — Murmuró el hombre en un susurro, mientras encendía el motor y partían a toda velocidad. Con cuidado se sacó el bolso y lo dejó en el asiento delantero, a modo de ofrenda, para que la dejara ir y aceptara el destino que le quedaba en ese lugar. Ella notó que el hombre dio una vista rápida al objeto y siguió conduciendo.
—Tengo un pequeño cuarto a unas calles de aquí. Mis cosas están ahí.
—Van a buscarte.
—Es probable. Pero supongo que, si logré hacer tiempo hasta que llegaras, mi misión está cumplida. — Instintivamente acarició el cabello de Ellie, sonriendo. Se quitó el gorro quirúrgico, los guantes y la mascarilla y las metió en su bolsillo.
Fue entonces cuando él pudo observarla de manera más detallada. Se veía joven, su cabello castaño estaba algo enmarañado por el uso del gorro, pero notó que apenas les llegaba a los hombros. Tenía los ojos claros, algo húmedos quizá por los nervios, pensó. Notó que suspiró de forma suave y la miró fijamente a los ojos. Él detuvo el vehículo cuando ella le hizo una seña.
—Apresúrate. —Soltó.
—¿Cómo?
—Que seas rápida. Trae tus cosas.
Ese hombre definitivamente la iba a matar de un disparo o de un infarto. Corrió hasta el pequeño cuarto, tomando su bolso que siempre estaba listo por si ese mundo se iba a la mierda de nuevo y tomó otro lleno de comida y artículos esenciales, llevándose todo del lugar en caso de que fuera de utilidad.
Volvió a subir a la parte trasera de la camioneta y esta aceleró con rapidez. Luego de unos minutos de viaje silencioso, ella decidió que necesitaba saber con quién estaba viajando.
—¿Cómo te llamas? — Murmuró, algo apenada, ya que todo había sido tan intenso que las presentaciones no eran una prioridad. Él la miró por el espejo retrovisor y devolvió su mirada al camino.
—Joel. —Respondió. Era él, como suponía.
—Soy Alexandra Harvey. Gracias por todo, Joel. — Le dijo, mientras apretaba suavemente su hombro con la mano y volvía a poner atención a Ellie. Él asintió suavemente.
—Tengo que pedirte un favor. Lo que acaba de pasar, ninguna palabra a ella. Seré yo quien le cuente esta historia ¿Entendido?
—De acuerdo.
—¿Aún está dormida?
—Sí.
—¿Puedes contarme qué demonios planeaban hacer?
—Iba a llevármela. O eras tu o era yo.
—¿Qué?
—Él no tenía ni idea de lo que estaba por hacer. La iba a matar sin siquiera tener una posible idea de una cura. Tuve la pequeña oportunidad de conversar con Ellie antes de entrar a quirófano y supe que ella no podía morir así. En realidad, nadie debería morir así. Soy doctora. Me entrenaron para salvar vidas, no para… lo que él estaba a punto de hacer.
—¿Estás diciendo eso porque puedo matarte en cualquier momento o…?
—Mis bitácoras están en ese bolso. Puedes escucharlas. No estoy actuando por conveniencia, lo hago por convicción.
Joel metió la mano al bolso y revolvió hasta sacar una grabadora con su mano derecha. La colocó desde el inicio y la voz de Alexandra era lo único que se escuchaba en esa camioneta.
"El Cordyceps, al ser un hongo y no un virus, se comporta de forma diferente a lo que hemos visto hasta ahora. La posibilidad de una vacuna sin matar al huésped es imposible. Hemos notado que el hongo invade rápidamente los órganos internos antes de llegar al cerebro, por lo cual, si la vacuna tiene un blanco, atacará tejido sano del huésped y al hongo, provocando la muerte del inoculado."
"Autopsia Número 1289: 23 de agosto del 2023, 06:50 am. Paciente sexo femenino, aproximadamente treinta años de edad. Estado: Infectado. El equipo de protección personal está completo, por lo que se procede a…
La paciente está inerte pero el hongo sigue alimentándose y creciendo en ella…
Se sugiere quemar el cuerpo…"
Ella notó que Joel se saltó las partes más densas y guardó la grabadora. El hombre siguió conduciendo unos minutos en silencio hasta que notó que Ellie se movió un poco, así que decidió cambiar de tema.
—Hemos escuchado sobre ti. Prácticamente te secuestraron por ser doctora ¿No es así? —Le preguntó, quizá si se mostraba un poco más amable podría reunir información.
—Cuando el brote de Cordyceps llegó estaba sola en este país. Había ganado una beca para continuar la especialidad en Columbia y llevaba poco tiempo aquí, era joven y…
—Noté el acento. — Murmuró Joel, rascando su mentón.
—¿Todavía lo tengo? — Contestó de forma inocente. Joel asintió moviendo sus manos como diciéndole "más o menos". — Nací en Londres.
—¿Cuántos años tenías cuando esto empezó?
—Veinticinco.
—¿Veinticinco y especialista? —Joel preguntó en tono incrédulo. Era imposible que ella estuviera rondando los cuarenta y cinco. La miró por el retrovisor y ella estaba riéndose suavemente, confirmando que no representaba para nada su edad.
—Fui una chica lista. Me salté unos grados y estuve cerca de entrenar mi especialidad aquí. Pero todo se fue al carajo y… ¿Podemos detenernos? Creo que Ellie va a vomitar.
El mayor frenó de manera suave mientras ella ayudaba a la niña a salir del auto. Joel miraba tras ambas mujeres, por un lado, Ellie devolvía poco y nada de lo que tenía en el estómago, pero también la observó a ella, en como la sujetaba, como recogía el cabello de la niña todo en un acto que le pareció tan normal, como si ella fuera su madre.
Negó varias veces con la cabeza. La mujer era doctora. Debía estar acostumbrada a eso.
—¿Estará bien? —Preguntó el hombre en un tono paternal, mientras ayudaba a llevar de vuelta a Ellie a la camioneta. En cuanto la recostó en la parte trasera, ella no volvió a dormirse de inmediato.
—Sí, es un efecto secundario por la anestesia. Aún está adormecida.
—Bien.
—¿Qué fue lo que paso? — Preguntó la chica mientras observaba a ambos confundida. Se sentía mareada y tenía un cansancio terrible. Alexandra le dio una mirada a Joel a través del espejo de la camioneta.
—Ellos han dejado de buscar una cura. Nos vamos a casa… Lo siento. — Murmuró mientras veía a Ellie desconsolada. Creyó que la niña iba a largarse a llorar en cualquier momento.
—Lo siento, Ellie. El doctor recapacitó a último minuto. No estaba de acuerdo con arriesgar tu vida sin motivo. — Agregó Alexandra. Ellie, dudosa, asintió y se acomodó para seguir durmiendo.
La mujer observó a Joel, quien, por unos segundos, le miró con agradecimiento. La respiración calmada de la niña invadió el ambiente así que nuevamente él siguió hablando.
—Será un viaje largo. — Murmura Joel.
—Joel… ¿Qué pasará conmigo? — De repente interrumpe la doctora. Pensó que la dejaría a fueras de la ciudad para poder escapar, pero ahora están considerablemente más lejos de lo que pensó y la adrenalina del inicio está por agotarse. El mundo se le derrumba y piensa que el hombre la dejará abandonada a su suerte o simplemente la matará en cuanto ponga un pie fuera de la camioneta.
—Vamos a Jackson y allí lo decidiremos. — Respondió con un poco de duda. Él supone que la doctora ya no tiene más intenciones de atacarlo y ciertamente él tampoco.
Fue suerte lo que sucedió en aquel hospital.
Cuando el camino ya no fue posible continuarlo en la camioneta, los tres comenzaron a caminar entre un gran bosque. Ellie notó el asombro de la mujer que los acompañaba, que tocaba cada planta y árbol que podía, pero de pronto surgió la duda.
—Doctora ¿Porqué vienes con nosotros? — Preguntó la chica. Ella le dio un rápido vistazo a la chica, miró a Joel y respondió.
—Porque me gustaría tenerte cerca y seguir investigando. No quisiera que lo que pasó sea una derrota. Hay que tener esperanza, supongo. — Murmuró. Ellie sonrió ante eso, lo cual le sorprendió.
—Espero que algún día exista una vacuna.
—También yo.
—¿Y por qué hay sangre en tu ropa?
—Es tuya. Cuando te quité la vía, sangraste un poco.
—¿No alcanzaste a cambiarte? Esa ropa que te dan para entrar al quirófano apesta.
—Es que Joel es un poco impaciente.
Y Ellie se larga a reír, asintiendo. El aludido va tras ellas en silencio, asombrado de cierto modo por la habilidad de la doctora de mantener a Ellie tranquila. Supone que está asustada.
—Te gustará Jackson. — Dice la niña y la doctora se detiene sin querer. Pareciera que la está invitando a quedarse con ella, por lo que la mira fijamente y tras esa mirada de determinación aparece ella por un segundo, por lo que piensa si será prudente contarle.
—Espero ser de utilidad. — Responde Alexandra con simpleza.
—Recuerdo que Marlene dijo que eras la doctora Harvey, pero ¿Cómo te llamas? — Volvió a preguntar la niña.
—Alexandra.
—¿Puedo llamarte Alex? — Volvió a preguntar, ya que se le hizo conocido el nombre.
—Por supuesto, Ellie. — Respondió, con algo de nostalgia en el corazón. Así solían llamarle sus amigos, su familia, sus compañeros de trabajo.
Ella volvió a caminar y a los pocos minutos una ciudad apareció ante sus ojos. A la distancia a la que estaban ya se escuchaba el murmullo del agua, se observaba la tenue luz proveniente de las casas y se escuchaban animales cerca. Los ojos se le llenan de lágrimas.
—¿Estas bien? — Pregunta la niña, observándola con extrañeza.
—He vivido durante veinte años dentro de edificios grisáceos. Esto me parece…—Respondió, pero se queda sin palabras ante tan bello lugar.
—Te llevarás bien con María. — Dice la niña. Joel suspira y asiente.
Llegan a la compuerta principal y entran. La doctora lleva tres bolsos encima y siente que la espalda ya no le da más, así que los deja en el suelo. Piensa que seguramente los van a querer revisar antes de dejarla pasar.
—Alexandra Harvey. —Suelta una voz demasiado familiar para ella. Se gira y ve a un hombre de cabello castaño, con barba acompañado de una mujer rubia que la mira con desconfianza.
—Tommy Miller. — Contesta, reconociéndolo al instante. Se dan una mirada fulminante y posterior a eso, se abrazan con gran efusividad frente a todos.
—Por fin lograste salir de ahí, mujer. — Contesta de forma aliviada. Le da una mirada de arriba abajo y nota que aún está usando un uniforme médico y que además está manchada de sangre.
—Joel me ayudó. Fue muy amable. — Dice Alex. Joel se acerca también a Tommy y le da un corto abrazo.
—Es él. Es mi hermano. —Agrega Tommy.
—¡Estas jodiendo! — La sorpresa de Alex hizo reír a los demás. Joel, en cambio, suspiró agotado.
Tomaron las cosas de la doctora y se encaminaron hasta una de las casas sin ocupar que le podría servir como asentamiento unos días, mientras se decidía que haría en el futuro.
En el lugar, Tommy se encargó de contar la historia del porqué se conocían. A ella le tocó muchas veces ser su doctora cuando el hermano menor fue parte de las Luciérnagas y habían conversado de como esa causa comenzó a desilusionarlos, Alex estaba de acuerdo con él, recordando tiempos preciados, aunque agregó que ella fue demasiado cobarde para irse a diferencia de Tommy, quien, por lo visto, encontró su nuevo hogar en Jackson junto a María.
María les explicó que era una casa pequeña, con dos dormitorios y un garaje, del cual Ellie de inmediato se hizo acreedora. Joel suspiró y Alex agregó que no sería problema convivir para dos personas que probablemente solo se encontrarían para dormir.
Así que, en su nuevo hogar temporal, la doctora desempacó las cosas. Para su sorpresa, estaba todo, así que con avidez comenzó a ordenar sus pertenencias. Se quitó el uniforme sucio y le agradeció a la vida que en ese lugar hubiera agua caliente.
Su cuarto era pequeño, pero acogedor. Tenía un closet de madera, una pequeña mesita de noche, un escritorio junto a una silla y una cama con cobijas recién colocadas. Por la ventana solo se apreciaba la oscura noche, pero aquel lugar tenía electricidad. De pronto, sintió que golpearon la puerta.
—¿Puedo entrar? Joel dice que vayamos a comer. — Comenta Ellie. La joven recorre la habitación y observa las cosas que hay sobre sobre el escritorio, curioseando. Alex sonríe, ella ni siquiera esperó respuesta.
—Estoy terminando de ordenar. Iré en un segundo.
—¿Te ayudo? — Pregunta la niña, pero ya está registrando la mochila de la doctora. Alex está sacando los insumos médicos y los guarda en cajones, pero nota que ruido que hace Ellie se detiene durante varios minutos.
—¿Qué pasa? — Pregunta ella ahora.
Ellie tiene un libro en las manos. "Harry Potter y La piedra filosofal" muestra la portada y la primera hoja tiene una dedicatoria.
"Recuerda siempre que la magia solo surge en seres excepcionales. Y tú, mi amor, lograrás todo lo que te propongas, ya que donde quiera que vayas, haces magia. W".
Del libro cae una foto. La joven logra identificar a la doctora, quien se ve bastante parecida a lo que puede ver en la actualidad y a su lado a un joven castaño considerablemente más alto que ella, con unos ojos azules profundos y una sonrisa encantadora. Están abrazados frente a lo que parece un reloj muy grande.
A esas alturas, Joel se había cansado de esperar y estaba apoyado en el margen de la puerta.
—Él es William. Es mi esposo. —Contesta con simpleza la doctora.
Ellie está evidentemente sorprendida y Joel intenta mirar la foto de quien sea que están hablando. Alex parece incomoda, por lo que saca de uno de los cajones un frasco de vidrio y se lo entrega a Joel.
—Ellie me dijo que te gustaba. ¿Vamos a cenar? — Dice y sale disparada hacia el comedor.
Joel la observa caminar y cree que la doctora es más interesante de lo que parece, y que, como todos, tiene una historia que contar. Agita el frasco y abre la tapa.
Es café.
Sí, soy yo otra vez.
¿Les gustó?
Saludos!
