Naruto no me pertenece.

Primer oneshot de una antología a la que categorizaré como "Tristes ShikaTema" (sorry el nombre, estoy cansada). Los he amado desde tiempos inmemorables por lo que, me cuestiono, no tiene sentido que los haga casi miserables, oops; no obstante son historias que he tenido hace mucho en mi cabeza.

Notas capítulo: esta primera entrega tiene dosis de angustia y drama. Es probablemente lo más sombrío que he escrito sobre un personaje y entra en la categoría de «What if…», en este caso: ¿qué tal si Shikamaru no se hubiese casado con Temari?
Canon divergente - omite lo sucedido en Shikamaru Hidden, descripción de escena sexual (18+ por favor) entre ShikaxOC, infidelidad y consumo social de alcohol.

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Patán


Temari lo había mirado con una leve sonrisa porque públicamente ambos habían concluido su relación en buenos términos y ambos eran ya adultos que sabían lidiar con las cosas, ya fuera de forma positiva o con ciertas pequeñas —indignas y depravadas— ayudas.

Luego de tal distanciado y corto saludo todo siguió como siempre había sido en ese tipo de misiones diplomáticas: aburrido, fastidioso, harto.

Por supuesto, Temari sí se había comportado de manera impecable. Parecía una mujer sin defectos, recitando de memoria toda la información necesaria y con el tono ideal que casi mantuvo atentos sobre ella a la totalidad de los poderosos señores con los que tenía que acordar periódicamente tratados comerciales en su labor de embajadora. Aún así, Temari en realidad tenía un montón de defectos y Shikamaru los había estudiado por años, especialmente en esa época en la que él había sido Jefe Organizador de la Unión Shinobi y había interactuado con ella de forma regular y había visto tan de cerca su superioridad e imperfecciones como las veces que compartieron un cigarro después del sexo y sus marrones ojos aún dilatados se aventuraban a recorrer aquél atractivo rostro enmarcado en sudoroso cabello rubio.

La arrogancia y un extremo orgullo eran algunos de esos defectos que si bien eran ideales dentro del campo de batalla, no lo eran frente a otros señores también arrogantes y extremadamente orgullosos en un contexto político.

Shikamaru ahora, como la única cosa no tan aburrida en todo lo que llevaba del día en Kumogakure, alcanzó a vislumbrar un poco de esa impertinente arrogancia en los verdes azulados ojos de ella cuando cierto funcionario político estaba siendo especialmente despectivo sobre la negociación de unos cuantos yenes extras por arena de construcción proveniente de Suna.

El espectáculo, sin embargo, duró casi nada. Ahora muy común en ella, Temari en instantes recuperó su postura y lo que podría ser un lastre para cualquier otra persona —como a él porque qué fastidio negociar con próximos ancianos seniles— pasaba a ser sólo otro desafío que hacía avivar aquellos hermosos ojos de forma diferente.

Entonces él, como sabía que también lo pensaban casi todos los hombres en la sala —algunos tres veces su edad—, quiso borrar esa expresión en ella. Poner sus dedos y toda la extensión de la palma de su mano sobre ella, primero muy ligeramente, casi sin tocarla, y luego duro, agarrándola hasta atraerlo hacia él, dándole una buena cantidad de lo que todavía le hacía sentir a él.

Su propia asistencia en esa misión, que no había estado en su agenda hace apenas una semana antes, le recordaba que la vida le seguía dificultando olvidar a Temari no Sabaku, incluso si actualmente estaba casado y tuviera demasiadas responsabilidades con el Hokage y tareas que hacer hasta la medianoche y reuniones semanales con su clan.

Menos de media hora después Shikamaru decidió no felicitarla si más adelante se la encontraba: Temari había logrado esos yenes extras para su desértico país pero no necesitaba nada de él.

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Se sentía muy bien. La mujer bajo él se sentía muy bien.

Su esposa no era tan abierta con algunas de las cosas que él proponía o quería hacer en la intimidad de su habitación y como él no tenía la más mínima disposición para presionarla, encontrar a veces a alguien dispuesto a hacerlas era relativamente una aceptable y fácil salida para él, sobre todo si tenía un poco de alcohol en su sistema que aliviaba efímeramente la carga de culpabilidad que en la mañana siguiente sentiría.

Por supuesto, justo ahora lo único que podía considerar era que tener a la despampanante kunoichi bajo él era el momento más entretenido que había tenido en toda su aburrida misión diplomática en la fría Kumogakure.

Pausó por un momento.

—Voltéate —murmuró él, encontrándose con la azulada y nublada mirada de ella. Lastimosamente no recordaba su nombre o lo habría pronunciado con un poco de momentánea vehemencia. Shikamaru sabía qué tanto odiaban las mujeres escuchar un diferente nombre al suyo incluso si era algo de una sola noche.

Dejando de mirarlo y permitiendo que Shikamaru saliera de ella por un momento, la mujer giró hasta estar acostada sobre su estómago.

Una de las manos de él agarró la base del tostado cuello —era una chunnin de Suna, si bien recordaba—, manteniéndola allí con ligera firmeza contra la superficie de la cama de su cuarto de hotel mientras su otra mano viajaba hasta ubicarse en medio de las dos piernas de ella, abriéndola y estimulándola de nuevo.

La habitación entonces se llenó de casi completa oscuridad a medida que las sombras crecían y se alargaban desde las paredes hasta donde estaban. Vio al cuerpo de la kunoichi estremecerse en anticipación pero ella ya sabía las implicaciones de su jutsu, incluso siendo sus escuetos comentarios de lo que podía él hacer en la cama lo que la había tajantemente convencido de pasar un rato con él.

(Con más alcohol en su cabeza, Shikamaru probablemente habría bromeado con que todo se lo debían a su superiora en Suna, Temari no Sabaku. Ella había sido la primera en susurrarle a su oído que la tocara con sus sombras. Podría resultar divertido, había dicho ella años antes, desbordante de desinhibida curiosidad joven).

La mujer sintió poco tiempo después una de aquellas sombras tocar su tobillo, subiendo en zigzag hasta posicionarse en su muslo.

Ella suspiró, las ideas en su cabeza haciéndole sentir agradables cosquilleos en su bajo vientre.

Eventualmente hubo más y dejando escapar un aliento tembloroso sintió a dos sombras llegar hasta su otro muslo, y a otra envolverse en su torso hasta crepitar en dirección hacia su cuello. Una vez allí reemplazó con igual firmeza la mano que había estado presionándola en su cuello.

Ahora, y a pesar de la oscuridad, la imagen se sentía bastante erótica para Shikamaru: una atractiva kunoichi a merced de él con la piel pintada de sus sombras. Y cuando volvió a entrar en ella y arremetió sus caderas contra el tonificado cuerpo, la imagen se extendió en su mente hasta convertirse en una muy seductiva indiscreción que estaba gimiendo contra la cómoda superficie de la habitación de hotel destinada a importantes visitantes.

Se despreocupó del ruido y siguió moviéndose.

Sus sombras viajaron con alternada delicadeza y fuerza a través de la piel de ella a medida que él la embestía con habilidad, diligentemente y pronto tanto él como ella estaban llegando al orgasmo.

Aún así, todavía no existía absolutamente nada que pudiera compararse a las veces que tuvo a Temari exactamente igual, desnuda bajo él retorciéndose, exclamando palabras para exhortarlo más en sus movimientos y con sus sombras alrededor de ella, más de uno de esos encuentros consumados en sus propias camas en Konoha o Suna con la luz del sol alumbrando lo que hacían.

A veces Shikamaru se permitía pensar si Temari les permitiría a ambos otra oportunidad —sabía que no— así fuera de una sola noche también. Una nueva memoria sólo para él tener cuando se masturbara o cuando indignamente aún comparaba a todas las mujeres con la rubia de Suna.

Después de su separación nunca la había visto con alguien ni escuchado murmullos de amantes o exitosas propuestas de matrimonio solicitados a la oficina del Kazekage o directamente a ella, y quizá ella también rememoraba de vez en cuando sus encuentros. Quizá los anhelaba cuando se tocaba así misma; aún sin nadie a su lado debía hacer algo para complacerse, ¿no? Y Temari, quien había sido sexualmente activa con él no podía haberse convertido en alguna clase de puritana, no sabiendo exactamente qué hacer para lograr placer.

Por su parte Shikamaru no podía decir que en algún momento de su vida le había disgustado el sexo, no con esos últimos años de imprudentes y esporádicos encuentros que le otorgaban una ilusa sensación de liberación que apreciaba, aún así en cada experiencia su aprecio a todo seguía siendo bastante agnóstico; ni siquiera era el primero en atraer a alguien, sólo calculaba posibles riesgos y escenarios cuando alguna mujer —y algún hombre alguna vez— se le acercaba y una ronda de placer no tenía más propósito que complacerlos a ambos.

Shikamaru no era un hombre de rendirle adoración a algo. Recibía lo que le era ofrecido y daba a cambio algo parecido.

Casi siempre fue así, incluso en varios otros aspectos de su vida.

No con Temari, por supuesto.

Había amado ver los azulados verdes ojos de ella nublados en deseo y deleite y a veces nunca había apartado sus ojos de ellos a pesar de las gotas de sudor en sus oscuras pestañas. Ella le había susurrado una o dos veces que lo amaba y con seguridad Shikamaru había estado enamorado de ella porque no había otra razón para considerarla entonces como un ser totalmente aparte de los demás, idealizándola como si fuera de otro mundo mientras hacían algo tan mundano como tenerla sobre él.

Pero también sería correcto decir que si en tiempos pasados la adoró de esa forma, dejando salir de su boca palabras de pura veneración, también se había sujetado a ella tan fuertemente, a sus músculos y cuello, como si hacerlo entonces habría impedido que ella cambiara o desapareciera en algo inalcanzable para él.

Bueno, eso era lo que exactamente había sucedido. Temari había sido completamente de él cuando se abrazaban y quizá había sido lo suficientemente indulgente para caminar con él con sus manos casi entrelazadas y ser su acompañantes en formales eventos pero nada de eso pudo cambiar el hecho de que Temari amaba a Suna por encima de todo lo demás.

Si alguien realmente respetaba y veneraba la idea de algo era Temari a su pueblo, a su extensa y desértica aldea.

Todo lo que tenía ahora de ella eran leves sonrisas en escenarios diplomáticos o protocolarias visitas a su oficina. No había siquiera provocadores desafíos en algún campo de entrenamiento porque ¿por qué lo harían? Mucho menos misiones de búsqueda o neutralización de amenazas juntos porque ya no era necesario y porque la importancia ahora de él en su propósito de mantener a salvo su aldea radicaba en mantenerse detrás de un escritorio.

(No obstante, él sabía que si Temari se enteraba que él había ido a la cama ese día con la que parecía ser la aprendiz de la embajadora rubia, aquellas leves sonrisas como saludos dejarían de ofrecérsele y Shikamaru no podría vivir con su total indiferencia; eventualmente, cuando acabara con la kunoichi bajo él —y quizá luego de otra ronda— debía convencerla de no decirle ni a un alma sobre su corta aventura).

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De regreso a Konoha y luego de un particular tedioso día, por fin teniendo un muy bienvenido respiro entre leer y sintetizar largos documentos para Kakashi, hablar con Naruto y asegurarse personalmente que todas las nuevas crías de su bosque estaban vacunadas, su esposa le confirmó que estaban esperando un hijo.

Aquello lo hinchó de alegría, claro.

Era una buena noticia; excelente, incluso.

La última cosa que habría deseado era ser el responsable por arruinar una decimoséptima formación Ino-Shika-Cho, con todos los otros miembros próximos a tener en sus brazos a un niño Yamanaka y una niña Akimichi.

Significaba también que debía ser un mejor hombre. Incluso se suponía que debía serlo desde siempre porque era algo que llevaba en su sangre, la manera en cómo los hombres Nara trataban a sus mujeres a pesar de muchas otras fallas. Ser razonable, al menos, en respetarla y asegurarse de que tuviera una casa en donde vivir y comodidades por el resto de su vida.

Shikamaru sintió entonces un nudo en su garganta y quizá sus lágrimas ya no se debían del todo a la noticia.

No obstante y a pesar de la culpa nunca le diría a su esposa acerca de sus imprudencias (justo como esperaba que Temari tampoco se enterara de ellas), no cuando la necesitaba tanto como ella a él.

Shikamaru la abrazó. Nunca la había tratado como su amada, durante su convivencia con ella la había tratado como la esposa que obtuvo enseguida el beneplácito de su Clan, como una amiga incluso; y aunque era exactamente el tipo de mujer que siempre planeó tener nunca la había tratado como su persona más querida y se preguntó si algún día podría.

Sin embargo, sabía que podía ser un buen padre. Excelente, incluso. Shikamaru, por ejemplo, hasta ahora había ofrecido un buen cuidado hacia Mirai.

Y si ciertamente había tenido tiempos felices que nunca volvería por fin veía que no se descartaba del todo la idea de tener otro tipo de felicidad.

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La primera vez que Temari lo observó con distintos ojos fue justo antes de la Cuarta Guerra.

Él caminó despacio con pocos pasos de ventaja más adelante de ella guiándola hacia donde sea que ella debía estar, ofreciéndole una clara imagen de su nueva estatura, de sus omóplatos sobresalientes, de músculos en sus brazos y de hombros más erguidos. La imagen no resultaba una sorpresa del todo, su definición muscular y nivel de condición física era esperable. Incluso aunque fuera perezoso y demasiado sosegado, Shikamaru seguía siendo un shinobi y podía luchar por horas o en batallas cuerpo a cuerpo si era necesario.

Y luego, cuando la guerra había acabado y la atracción mutua era obvia y él sin querer volvía a veces a caminar delante de ella, en esos momentos Temari nunca se había imaginado que algo tan satisfactorio y atractivo al mismo tiempo también podía hacerle sentir una aflicción en su pecho.

Nunca estarían realmente juntos y nunca se casarían, había pensado entonces. Incluso aunque hubiesen estado en citas y ella se entregaba toda en su cama y se atrevían a veces a confirmar algún tipo de relación oficial dependiendo de la persona que preguntaba, Temari era terca y Shikamaru, a pesar de no demostrarlo, sentía constante ansiedad cuando se trataba de asuntos del corazón.

Aún así en ese tiempo —medianamente felices tiempos—, Temari le había dicho que lo amaba; su amor sin embargo no había sido lo suficiente incluso si se lo había murmurado sobre sus labios mientras confesaba que no había hombre más hermoso y gentil que él: Temari nunca se movería a Konoha.

Shikamaru por supuesto resentía eso, más aún cuando ella no ofrecía espacio para debatirlo. ¿Pero cómo no podría hacerlo?, preguntaba él. ¿No estaban acaso absortos el uno del otro? Eran tan poderosos juntos, ¿no? Como una perfecta pareja si sólo ella dejara su obstinación y resistencia y él sus planes de tenerla para siempre.

Así que Shikamaru le dijo aquello muchas veces, en cada oportunidad que tenía, incluso si era una mala movida porque conocía cuáles eran las réplicas de ella: ¿por qué no lo hacía él? ¿Por qué no se mudaba con ella a Suna? Quizá incluso se casaran como todos los demás lo estaban haciendo e incluso tuviesen un hijo en Suna. Quizá dos como siempre él había soñado.

En esos momentos Temari también ya sabía las respuestas de él —dejar atrás la casa del Clan Nara era algo demasiado por pedirle, y no cumplir las promesas que había hecho a sus compañeros y amigos que ya eran familia para él era algo incapaz de hacer, y él sólo pensar dejar de lado sus planes con Naruto y Konoha resultaba en algo desgarrador— y por tanto ella nunca se había atrevido a confesar que podría haberle dado todos los hijos que hubiese querido y aprender a hacer con agilidad y corto tiempo desayunos para una familia grande y prometerle que nunca estaría solo.

«Siempre estaré a tu lado. Por favor, quédate conmigo aquí, en Suna» habría sido una innecesaria cosa por decir.

Ahora Temari simplemente seguía con su amado abanico amarrado tras su espalda y orando en murmullos al viento que la mujer al lado de Shikamaru fuese tan gentil como él y lo estuviese haciendo feliz.

Le diera algo de todo aquello que ella no había podido.

Fin.

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Lo he puesto como completado pero después de muchas deliberaciones me he decantado por subir los tres capítulos (que no tienen relación entre ellos) en un mismo trabajo. Así que pueden esperar actualización aquí mismo.