Akabane Karma se deshacía ante aquellos ojos azules que le miraban... No asustados... No dudosos, sino amorosos, ante su sonrisa, ante su figura; Ante la aura llena de calidez que a su parecer, le daba para hacerlo entrar en calor.
Le abrazaba, Nagisa Shiota había sido su amor desde secundaria. Juraba ser aquel que en su vida siempre buscó.
Y ahora yacía ahí con él, cada que se levantaba, cada que iba a dormir... En su día a día. Como un ángel que, en este caso, él cuidaba de todo mal. Pero que a él, a cambio, le daba paz.
Akabane iba y venía del trabajo y pasaba a su habitación a verle. Nagisa no hablaba, pero se quedaba de expectador ante cada acción. Sólo ahí...
...Mirando.
Como si contemplará a la nada. Se deshacía entre susurros a su oído entre cada noche a los que ni siquiera podía responder.
—Mi bello Nagisa... Ha sido tan difícil mantenerte así.
Pero no respondió.
—Tan tranquilo y sereno, eres un alma bajo mi manto.
La noche cayó, osilando entre las estrellas y luna llena, se asomo un búho parado en la rama de un viejo pino, casi a la copa, resonando su cantar para aquellas almas en pena.
—Mi bello Nagisa, tan perdido que estás... Desearía que me miraras tan solo una vez más.
Y la nada le respondió.
—Oh... Te has dormido... Desde aquella vez en que jamás has despertado.
Noche en vela que cayó ante sus garras, mantandolo en santo sacrilegio. Por no mirarle, pecando con el demonio del egoísmo al verle con alguien más.
Noche en donde le miró y cayó en la locura.
El búho saltó.
—Mi bello Nagisa, desearía que hubieses caído con tus ojos sobre de mí. Pero simplemente te has perdido en la nada.
Y aún así, no perdía la esperanza de que algún día aquello pasará.
—Descansa, amado mío.
Y cubrió su rostro, tieso y sin vida, beso sus labios para abrazarle con un sonrisa. Una vez más...
Viviendo una vil fantasía.
