Aquel aroma siempre me ha parecido agridulce. Con una pizca de deseó y lujuria. Perfecta. Tal como la deseó.

Cada día me es tortuoso, como si una bayoneta se incrustara en mi pecho haciéndome arder internamente. Y así mismo, obligándome a mantener mis gritos internos allí... En silenció.

En murmullos donde el sol ni siquiera se digna a dar.

A veces, llegamos a una cierta edad en donde deseamos volver a tener aquella mentalidad de tal vez, un niño de cinco años. Aún cuando en ese entonces deseábamos ya ser mayores.

Vaya mierda, ¿O no?

Dejó la cuchara de lado luego de haber endulzado mi té tal vez más de cinco veces, tomó de la oreja y tirando unas gotas a mi paso, llevó el borde de la bella taza azul de porcelana a mis labios.

Jodidamente exquisito.

Me mantengo silencio, aguantando aquel ardor debido al calor que envuelve mi garganta. No he dejado que se enfriara lo suficiente, aún así, no me molesta. He tenido algo en lo cual distraerme.

Bostezo antes de escuchar mi nombre ser llamado por una dulce voz que he estado evadiendo desde hace tiempo. Genial.

—Te estoy esperando.— Parece suspirar molesto. —. Vaya, Nagisa. De verdad te tomas tu tiempo en desayunar.— No me molesta, pero tampoco me agrada el tener su presencia. No cuando soy culpable de muchos pecados en su nombre.

—¿Aún no lo entiendes? Ya te he dicho, desde los últimos cinco días, que me dejes y vayas a la escuela sólo.

—Y yo sigo diciéndote, igualmente desde los últimos cinco días, que me digas que te pasa. Este comportamiento no es normal en ti.

Oh, mierda.

—¿Y qué si no es normal? Tengo derecho a tener tiempo a solas. Sólo... Necesitó pensar.

—¿En qué? Dudo que sea en los exámenes, viendo tus malas calificaciones en el de ayer.

Muerdo el interior de mi mejilla ante sus palabras. Un seis no es de mi agrado. Bufo ante su sonrisa.

—Karma, déjame en paz.

Y, aunque ni siquiera he acabado mi té, dejó la media taza llena y voy al fregadero a tirar lo que queda. Mi hambre se ha desvanecido.

Lavó en silenció hasta que siento una presencia a mis espaldas. Es Karma quién me abraza desde atrás y pega su nariz en mi nuca, haciéndome estremecer.

Joder, sé que esto no está bien y él también, ¿Por qué lo hace?

Oh, cierto, él no lo ve de la misma manera enferma que yo.

—Aléjate, por favor.— Pido de manera cordial.

Pero vaya que mi petición fue muy mandada a la mierda.

—No.

—¿Por qué lo haces?

—¿Hacer qué?

—Tratarme... Tan cariñosamente.

Silenció. Silenció. Silenció.

¿Por qué existe el muy maldito si sólo me hace incomodar?

—Porque eres mi hermano. Y te quiero.

Pero yo te amo.

Jodida suerte la mía.

Ruedo los ojos sin que Karma me vea, desganado me dirijo a las escaleras y antes de voltear a verlo, muerdo duramente mis labios. No dude por unos momentos en el hecho de que tal vez me saque sangre en el acto.

Aún así, decido continuar.

—Yo entraré una hora más tarde. Un profesor no va a venir hoy y nos dieron la primer hora libre. Así que iré a dormir otro rato. Suerte.

Finalmente le doy la cara a los escalones una vez más antes de comenzar a subir.

Porque eres mi hermano.

Por unos segundos, he sentido el crudo frío y los dragones posarse en mi pecho para comenzar a desgarrar todo desde adentro.

He sentido mis lágrimas al borde de mis ojos, aunque al final, he decidido no derramar ninguna.

Me recuesto en mi cama, sabiendo que aquella fue una mentira piadosa que tal vez me baje muchos puntos en la escuela, aún así, lo necesitó. Necesitó estar sólo.

Sollozar sin siquiera derramar lágrima alguna mientras me hundo en el abismo del deseó considerado tabú.

Puedo soportarlo.

Lo soportaré.

Porque fui yo quién decidió esto.

Porque fui yo quien está deseando encerrarse sólo para lamentarse.

Ya que al final, es lo que yo mismo me he buscado.

Al poco rato, ya me encuentro completamente cambiado, me he dado una ducha y he tratado de poner mi mejor cara. Como si nada hubiese pasado.

Al salir, camino lo más lento que me es posible, no tengo muchos deseos de llegar a mi aula de clase para tomar asiento y escuchar aburridas clases a las que ni siquiera pongo atención. Pero tampoco retrocedo a pesar de que ya estoy más que convencido en querer faltar a clases.

Suspiró cuando ya me encuentro en la puerta de mi salón. Abro. Deseando que el profesor de la primer hora ya se haya retirado.

Supongo que no toda la mala suerte está de mi lado.

Hago una mueca de alivio cuando veo a los alumnos de pie, otros sentados y el escritorio que usualmente toman los profesores vacío.

Sonrió cuando veo a la distancia algunos compañeros de clase llamándome en señas.

—Buenos días.— Saludo cordialmente cuando notó a Isogai devolverme el gesto y a Kayano junto a Hiroto asentir.

Ambos últimos me miran casi desbordando felicidad.

—¿Por qué no entraste a la primer clase? Te estuvimos esperando.— Isogai llama mi atención preocupado, niego, demostrando que no es nada importante la razón de por qué falte. Él parece captarlo antes de mirar a los otros dos que aún siguen con una amplia sonrisa que me parece siniestra.

—¿A ustedes que les pasa?

Al dejar mis cosas en mi mesa de trabajo, miró de paso a la ventana. Estamos en el segundo piso, así que un bello cielo es el que tenemos ventaja de ver.

—Dale nuestras bendiciones a Karma.— Suelta Kayano de repente. Llamando crudamente una mueca de extrañeza en mi rostro.

—¿A qué te refieres?— Preguntó. Justo Isogai le da un codazo a Kaede mientras suspira rendido.

—Verás, Nagisa... Karma nos dijo que no te comentáramos nada cuando nos vio entrometiéndonos en su declaración sumamente elaborada y... Ya sabes, él quería decírtelo en su hogar para hablar contigo y todo eso.

Al principio, los miré confundido. Pero al pensar con detenimiento, sabía a la perfección a qué se referían.

—¿Con quién está saliendo Karma?— Volteó a verlos, alterado. Tal vez aquello formó también una extraña mueca en mi rostro. Lo supuse debido a la forma en la que me miraron.

—¿Conoces a Nakamura de la clase B?— Comenzó Hiroto. —. Karma se le declaró hoy en la mañana. Dijo que le hubiese gustado estar contigo para que lo apoyarás y fueras el primero en enterarte. Pero al parecer las cosas no salieron como él quiso. Por eso nos dijo que no te comentáramos nada. Lo sentimos.

Niego unas cuantas veces antes de mirar al azulino cielo que a mis ojos lentamente se ha ido oscureciendo.

Para ellos, fue un gesto que les demostraba despreocupación, pero para mí fue uno para no querer aceptar la realidad.

—Entiendo... Yo... Iré al baño... No tardaré...

Giró en mis pies a pasos rápidos, sin querer escucharlos, sin querer verlos, sin querer que ellos me vean.

Porque ahora sí, mis lágrimas han brotado más rápido de lo que espere.

Porque eres mi hermano.

Golpeó la fría pared de pavimento a mi costado asustando a los pocos estudiantes que ahí se hallaban pasando. Bajo mi mirada antes de recargarme y dejarme caer.

Dolor, lágrimas, jodidas lágrimas...

Aunque ni siquiera he llegado al punto donde tenía planeado, ya me he desplomado. Finalmente mis piernas me han fallado.

Maldigo el momento en el que decidí quedarme en casa para no estar con él.

Para no evitar su declaración... Para hacerle cambiar de opinión...

¿De qué me sirve arrepentirme ahora cuando ya todo ha pasado?

Felicidad para él.

Tormento tortuoso para mí.

¿Qué otra mejor forma de pagar el pecado de mis sentimientos por él?