Al arribo en Southampton, ya William había decidido comprarle alguna ropa al joven. Sus harapos hasta pequeños le quedaban. Cuando Georges vio las nuevas prendas de vestir, su corazón latió con fuerza. De pronto recordó las veces en que su madre traía alguna prenda de los niños ricos a los que les planchaba y la idea de colocarse esas finas y delicadas prendas le estremecía el alma. Pero cuando su madre vivía, que llegaba al apartamento con ellas, nunca lo hizo, jamás se las probó. Ahora el señor William de algún modo lo agasajaba con el mismo tipo de ajuar que era la base de sus fantasías.

Para él fue algo increíble lo cómodo de su vestimenta. Estaba encantado. Trató de controlar el llanto, pero William, que era muy sentimental de por sí, le dijo:

"Hijo, no te prives de mostrar lo que sientes. En mi hogar no porque seamos hombres nos privamos de llorar nuestras penas y, por qué no, nuestras alegrías. La única que no llora en casa es Elroy..."

"¿Elroy?", preguntó el joven.

"Sí, Elroy. Ella es mi hermana mayor, creo que te le mencioné, ¿la madre adoptiva de Sarah? Ella es bastante severa, pero también tiene su corazón, no te creas. Lo que pasa es que se esconde para que nadie la vea llorar cuando siente alguna pena en el alma, y créeme, han sido muchas las que ha llorado. Pero ya la conocerás en unos días. Por lo pronto, quiero que conozcas a mi hija y a mis sobrinas cuyas historias ya conoces. Quería también que estuvieras elegante para la ocasión. Por cierto, este no es el único ajuar que tendrás. Ya le hablé a la modista para que lleve las demás prendas a tu camarote. Espero que no te moleste que me haya tomado esa libertad".

"Para nada, Sir William. La verdad es que estoy muy agradecido. Estos tres días han sido los mejores de mi vida".

"Sólo William (igual que en el futuro le pediría su hijo) Y mejores días tendrás. Ahora ven, que nos espera un coche para ir al Colegio. Queda a poco más de una hora de distancia del puerto".

William, Georges y el secretario se subieron al coche tirado de tres enormes corceles y partieron rumbo al Colegio. En el camino, William le mostraba a Georges las maravillas de Londres, que Georges observaba con mucho interés. Jamás pensó que saldría a recorrer mundo tras la muerte de sus padres.

Al llegar al Colegio, la hermana portera les abrió el portón y los llevó directamente a la Oficina de la Hermana Grey. La mujer, joven, pero de rostro severo, saludó afectuosamente a William, dejando de lado el protocolo. Aunque había una disciplina muy grande en el Colegio, William aportaba grandes sumas y, por tanto, era prácticamente dueño de parte de la estructura y sus terrenos, por eso, cualquier cosa que pidiera, era una orden. Así mismo pidió ver a las jóvenes, que lo esperaban en el salón de visitas. Allá los llevó la hermana portera.

El secretario de William se adelantó en un intento por hablar con las niñas sobre sus necesidades particulares. Mientras esto ocurría, William le explicaba a Georges sobre el Colegio, su historia y cómo los jóvenes de la familia eran asignados a estudiar allí. Georges entonces lo miró con algo de susto, pero William lo calmó diciéndole que él no tendría que asistir si no quería. Y Georges no quería. Por primera vez desde la muerte de sus padres comenzaba a sentir que formaba parte de algo, y no deseaba alejarse de sus atenciones. William entonces decidió que contrataría profesores particulares y lo enviaría a estudiar a los colegios de Chicago. No lo obligaría a algo para lo que no estuviera preparado.

A la hora de entrar en el salón, las tres hermosas jóvenes lo esperaban con mucha ansiedad, en especial Rosemary, a quien los ojos le brillaban como dos fulgurantes luceros. La verdad era que ella había extrañado tanto a su familia, en especial, a su padre. Para él, esa pequeña era lo más hermoso que le había regalado la vida. Y al entrar, ya no pudo sostenerse y se lanzó directo a sus brazos.

"Padre, padre. Qué feliz estoy de verlo", exclamó muy feliz y animada.

Georges al ver la escena comprendió todo lo que le había dicho William sobre la joven. De hecho, recordó que el día después de haber salido del puerto, William le contó sobre su hija con mucha admiración y amor. Estaban en la proa del barco, con el sol poniente, y él con una navaja que un miembro de la tripulación le había regalado para que cortara las sogas cuando el capitán lo ordenara. Era un regalo simbólico más bien, pero él lo había recibido de muy buena gana, ya que quería demostrarle al señor William que era diestro y que aprendía rápido.

Ese día, sentado en una banca, mirando a lontananza, William se le acercó en ese momento, y sentándose a su lado, comenzó a hablarle de su familia y de lo que se esperaba de él. Pero cuando comenzó a hablar de su hija y sus sobrinas, cambió un poco su seriedad por un gesto de satisfacción personal por la familia que tenía.

Comenzó a hablarle de este modo:

"El título de William, estimado joven, en mi familia pasa a ser el del patriarca del clan. Aunque tengo una hermana mayor y una hermana menor y las funciones matriarcales las está ejerciendo mi hermana mayor, yo, por ser William, entonces, soy el patriarca de la familia".

"Pero ¿no hay otro William en la familia?"

"Sí, los hay. Es un clan muy grande. Ahora mismo, yo soy joven, pero hay que buscar un heredero y tiene que ser varón. Georges, es un título realmente. Simplemente se adopta en el caso de los hijos adoptivos".

"Oh, entonces algún otro miembro del clan podría convertirse en el patriarca de la familia"

"Sí. Aunque si te digo la verdad, es una tradición tonta de familia", a esto Georges se rió. "Pero hay que seguir con la farsa como lo exige nuestra tradición familiar".

"¿Ha habido algún William con algo más que el título?", preguntó Georges.

"No, pero ya habrá un loco que llame William a su hijo para que sigamos legalmente con la charada. La verdad es que a mí lo que me atraen son los negocios. Me quitaría el título si no fuera por mi hermana Elroy, que quiere seguir con las tradiciones de los viejos. Yo me hago el loco", esto también le ocasionó risa al joven.

William tomó a Georges de la mano.

"Bueno, pero sigo con la historia del clan, historia que debes aprender bien. Mi hermana mayor se casó con un viudo con ciertas propiedades que trajo al matrimonio. Él es el padre de Sarah. La vas a reconocer por sus cabellos rojo fuego y su mirada de ambición. Luego estamos Priscilla y yo, y ya te he hablado de Rose, mi niña. La vas a reconocer por sus hermosos cabellos rubios y ojos verdes. Es bella por dentro y por fuera, y no lo digo porque sea mi hija. Por último, está Janis, que es la menor. Los padres de Janis viven en Londres y de vez en cuando salen con ella y las demás chicas".

"¿Conoceremos a su hermana?"

"Lamentablemente, el esposo de mi hermana menor es un delegado internacional y ahora mismo están en Suiza en una convención. Desde que se casó con él, la vemos menos y menos cada vez. Ya se establecieron en Londres, y sólo visitan América en Navidad o por alguna convención, si se celebra allá. Pero es poco el contacto que tendrás con ellos, Georges, hazte la idea. Janis, de las nenas, es la pelinegra del grupo. Tiene unos hermosos ojos color avellana".

A Georges esto lo entristeció un poco. William, al ver la reacción, le contestó:

"Nuestra familia es poderosa y esto viene con responsabilidades. Eso es algo que mi padre y abuelo nos inculcaron. Mi abuelo era pobre, sabes, pero a su hijo, que fue quien comenzó el clan desde la campiña escocesa, le tocó una gran responsabilidad de familia. Y así fue como comenzó a usarse el William, que tiene un significado especial dentro del clan".

"Qué significa ese nombre...", preguntó el joven Georges muy interesado.

"Es..."

William fue interrumpido por su secretario.

"Podemos continuar luego, hijo", le dijo William a Georges. "Tengo que atender unos asuntos importantes ahora".

Y así se alejó dejándole con la incógnita del nombre. Pero él se encargaría de averiguarlo por su cuenta una vez llegó a América y comenzó a indagar.

...

Georges quedó prendado de la jovencita frente a él. Era hermosa, una belleza. Jamás había visto muchacha tan bella. Y una vez que William saludó a su hija y a sus sobrinas, comenzó a presentarles al guapo joven que lo acompañaba.

"Hermosas damitas, permítanme presentarles al Sr. Georges Villers. El señor Villers, desde hace varios días, se ha unido al clan Ardlay como protegido".

"Oh, padre, qué bien, pero ¿por qué sólo como protegido?", dijo una muy contenta Rosemary.

"Es que Georges será sólo mi protegido, por ahora; después, ya veremos. Yo seré su tutor legal".

"Pero por qué", preguntó curiosa Sarah. "Un joven tan elegante y bien dispuesto debería pertenecer a nuestra familia".

A toda esta conversación, Georges trataba de entender. William lo vio debatirse entre una conversación que prácticamente no entendía, y entonces les pidió a las jóvenes que hablaran en francés para que fuera más fácil para él.

"Oh, disculpe usted, Georges. Le comentaba a mi padre que no entendemos por qué no lo adopta como su hijo, y me explica que él será su tutor legal".

Georges estaba de una pieza. Esa dulce voz y esos ojos verdes sobre él no le permitían emitir palabra. Pero para no dejar de contestarle, le respondió muy suave:

"Señorita, disculpe usted. No es que quiera ofender a su padre, puesto que se ha comportado a la altura, más conmigo, que quise hacerle un mal..."

William hizo un gesto como de que lo que decía no tenía importancia. Georges continuó.

"Lo que pasa es que perdí recientemente a mi padre y no quiero perder también su apellido. Para mí es importante que algo suyo sea parte de mí. Mi padre fue un santo y...bueno, murió hace pocos meses. Quizás más adelante pueda considerar..."

"No se diga más. Usted obviamente es un buen hijo y quiere honrar la memoria de su padre", terminó Rosemary con una sonrisa.

Luego continuó conversando con su padre.

"Sarah y yo estamos a punto de finalizar nuestro grado y podremos regresar a Chicago, padre. Es posible, incluso, que podamos adelantar algo nuestros estudios, ya veremos. La verdad es que quiero irme para Lakewood tan pronto tenga una oportunidad".

"Eso me alegra, Rose".

"¿Y tú, Janis?"

"Pienso terminar en dos años y mudarme con ustedes, si me lo permiten. Mi padre y madre creo que me comentaron antes de ir a Suiza que regresarían a Chicago en el invierno. Aunque mi padre está muy inclinado a quedarse en Londres. yo, personalmente, prefiero irme a la mansión de Chicago o a Lakewood. El chalé en Londres me gusta, pero el frío todo el tiempo no me agrada demasiado".

"Sabes que eres bienvenida a nuestro hogar".

Todas miraron a Georges a la misma vez y le preguntaron si se quedaría en el Real San Pablo con ellas. William les respondió:

"No por ahora. Georges tiene que aprender inglés, primero que nada. Cuando lleguemos a Chicago lo instruiremos con tutores particulares y luego veremos dónde se le envía a la universidad. Entiendo que en Estados Unidos hay muy buenas universidades, y si alguna de ustedes decide estudiar después del colegio, tendrán su oportunidad allá o donde decidan hacerlo".

Las jóvenes se miraron unas a otras. La verdad es que no estaban seguras de que los estudios eran su futuro, aunque Rosemary se inclinaba a hacerlo. Las demás sencillamente pensaban en buenos matrimonios y familias para aumentar su caudal dentro del clan. Además, las mujeres generalmente se educaban para ser maestras, profesoras o enfermeras. No había tantas oportunidades fuera de esos campos del saber.

"Tengo que despedirme de ustedes, mis pequeñas. Mañana parto con Georges a América. Espero que disfruten de los regalos que les traje y espero verlas pronto. La mansión es muy fría sin ustedes".

"Gracias, padre. Me comunicaré por carta con usted. Y Georges, bienvenido a la familia", las otras dos damitas concurrieron con un gesto de cortesía y unas leves sonrisas. "Espero pronto verlo y que ya podamos comunicarnos en inglés. Me parece que usted es un joven inteligente y sabrá aprovechar sus oportunidades".

"Gracias, joven Rose..."

"Sólo Rose. Pronto iré a visitar a la familia para la Navidad, así que lo veré en Lakewood".

Lakewood...Parece que a la joven Rose le gustaba mucho esa propiedad de los Ardlay. No podía esperar para visitarla, aunque por lo pronto, William le había explicado que estarían viviendo por el momento en la mansión de Chicago.

Continuará