Unos días después, habían llegado, como esperado, al puerto de NY. Con los pocos papeles que tenía Georges, no era mucha la esperanza de que lo dejaran entrar tan rápido en circunstancias normales, y probablemente, si no hubiera sido por William, lo hubieran dejado pendiente a establecer una nueva cédula, probablemente encerrado o en un hogar de niños abandonados. Pero eso no fue problema para el hombre rico, que había probado ser muy sagaz para todo tipo de negocio y reconocimiento mundial. Establecida la dirección a la que habrían de llevar toda la documentación nueva sobre George Villers, el grupo de los Ardlay subió a coches que los llevarían hasta la estación de trenes en ruta a Chicago.

Dos días más, habiéndose bajado del tren, una caravana de coches los esperaba para llevarlos a la mansión, a unos 15 minutos de distancia de la estación. Habiendo llegado a la misma, los portones se abrieron para Georges ver un mundo totalmente distinto al que conocía. Los jardines y la casa se le asomaban como un palacio. Como a 5 minutos de distancia del portón, logró divisar a una señora de aspecto muy severo. William lo miró en ese momento y le contestó:

"Esa es la famosa Elroy, mi hermana. Ella es la encargada de todo el protocolo de la mansión".

Elroy estaba rodeada de sirvientes de aspecto también muy serio y formal. Y tan pronto se acercaron más, Georges se dio cuenta de que la tía Elroy, como le diría desde el momento en que la conoció, sería un hueso duro de roer. William sonreía cuando sentía el cuerpo tembloroso de Georges acercarse al suyo.

"Vamos, hombre, que tras ese duro rostro hay un ángel de amor. Ella es muy disciplinada. Lo que pasa es que tuvo que ser nuestra madre y padre cuando perdimos a los nuestros. Aunque es muy aristocrática, la verdad es que, al menos conmigo y con Janet fue muy querida. Todos la queremos aún su aspecto estoico. Además, es la matriarca en todos los sentidos. Ella muy bien sabe que yo odio esos menesteres. Por eso es la matriarca asignada, al menos para lo que del protocolo se trata", le dijo con una simpática sonrisa.

Al llegar a la entrada, todos los sirvientes, en fila, comenzaron a hacer las reverencias de rigor por orden de la tía Elroy.

"Elroy, sabes que odio esto", le dijo William con rostro divertido a la seriedad de la dama.

El secretario de William entró raudo y veloz, libreta, tinta y pluma en mano, camino al despacho cuando fue detenido abruptamente por la tía Elroy.

"Joven James...", eso bastó para que el secretario se detuviera en sus pasos y le diera el frente a la austera mujer. "Usted bien sabe las reglas. Puedo entender que tenga prisa por atender los asuntos de mi hermano, pero acaba de llegar y no me dio ni un saludo simple. Espero que no se repita".

El joven hizo un ademán de desaprobación, miró a William, que disimulaba su risa del mejor modo posible, y siguió camino después de la debida reverencia.

"William, la verdad es que tu gente está cada vez peor educada. Es tu culpa, por darles la libertad de olvidar los protocolos".

"Ay, hermana, si los protocolos debían de lanzarse a la basura, si te digo la verdad", esto provocó gestos de risas disimuladas entre la fila de sirvientes que allí estaba y hasta un poco en Georges, que de pronto quedó medio escondido y paralizado de miedo tras William. Georges ya había comenzado, por cierto, sus clases de inglés, así que entendía algo en esos pocos días. Resultó ser milagroso, porque aunque no estaba seguro de lo que había escuchado, reaccionó con un poco de risa, igual que el resto de los presentes. Luego de esta reacción, los sirvientes miraron a Elroy y ella les hizo un gesto de que entraran inmediatamente, lo que hicieron a toda prisa, regresando a la seriedad anterior después de sus risitas disimuladas.

Esto le recordaría, por cierto, a Georges la forma de pensar de su hijo unos años después. De todos modos, Elroy en ese momento en que el chico comenzó a reírse le prestó atención al joven que se escondía detrás de su hermano. Era un muchacho elegante y ella, en su mente, pensaba que era alguno de los hijos de familia rica del mismo clan o de algún amigo de la familia, ya que el clan era muy grande y no todos se conocían entre sí.

"Y este apuesto joven quién es", preguntó Elroy.

"Este joven se llama George Villers", le contestó William en francés. "Lo voy a adoptar a nombre del clan, ya que perdió a sus padres y no tiene otra familia".

Elroy estaba impresionada. El cambio de indumentaria le había sentado muy bien a Georges, lo que lo hacía lucir como un muchacho de buena familia. Además, Georges era muy cortés y disciplinado, algo que lo acompañaría para siempre en sus aventuras con William Albert, pero también había adquirido unas lecciones rápidas de etiqueta con William Charles, en especial porque sabía que Elroy no era mucho de aceptar ciertas cosas dentro de su círculo.

Después de Georges hacerle una profunda referencia como le había enseñado William, Elroy quedó aún más prendada del jovencito. Más adelante, años después, William le diría la verdad a su hermana de cómo había conocido a Georges, pero para ella, la primera impresión fue muy favorable, así que lo vería en principio también con buenos ojos.

"Necesitamos un tutor de inglés intensivo que venga a enseñarle. Ya aprendió algunas cosas, así que sé que esto será bastante rápido. Luego de eso, tenemos que conseguir tutores también para que aprenda a leer y escribir en inglés. Y más adelante entraremos en otras materias".

"¿Lo enviarás al Real San Pablo?"

"La verdad es que no creo que sea conveniente. Georges es un joven capaz y competente como he comprobado en estos días. Quiero que se quede conmigo y aprenda de los negocios familiares. Siendo el varón de la familia, me parece que puede ayudarnos mucho".

"Tendrías que adoptarlo como William..."

"Tiempo al tiempo, hermana. Georges quiere conservar su nombre familiar en honor a su padre, que fue un gran hombre. Quizás más adelante..."

...

Y así comenzó la rutina diaria de lecciones, seguida de equitación, cenas y té con la tía Elroy. Georges demostró que la confianza que le había demostrado el señor William no se había desperdiciado. En dos meses aprendió inglés e italiano, y se desenvolvía muy bien en la casa. También aprendió sobre el árbol genealógico de la familia Ardlay y de la tradición del título de William.

Para las Navidades, ya se desenvolvía bien, y con sorpresa, llegaron un día a Lakewood y se sorprendió de la belleza de la propiedad. Él estaba encantado. Se hubiera quedado ahí para siempre, aunque la realidad es que sólo estaría una temporada.

En la propiedad estaban Rose, Sarah y Janis, esperando a la familia. También conocería por fin a los demás miembros de ese clan cercano. Para ellos, él era George Villers y William era su tutor legal. Era muy pronto para hablar de otros términos de adopción. Esto lo hacía sentir un poco triste, pero William, un día, desde el solario, que era su lugar favorito en Lakewood, como después también lo sería de su hijo, lo sentó y le habló en estos términos:

"Georges, estás causando la mejor impresión en mi familia. Priscilla te ve como madre y Rose como hermano" (esto entristeció un poco a Georges, que sentía un corrientazo por la joven que nunca había sentido por ninguna otra fémina). "También sé que Elroy quiere que formes parte de esta familia, ya no como protegido, sino como hijo. Debes entender que soy el patriarca del clan y no tengo hijos varones. Es natural que quieran convertirte precisamente en mi hijo, para que el clan tenga una representación masculina cuando yo no esté. Pero no te preocupes, ya pensaremos en lo que haremos. Sé por qué quieres conservar tu nombre y te lo aplaudo. No cedas a presiones de la familia. Yo confío en ti. Es más, quisiera que Rose o Janis se conviertan en la próxima generación de matriarcado, pero por las aciagas tradiciones familiares, no hay espacio aún para ese tipo de dinámica. Pero tú no te preocupes, de verdad..."

"No quisiera defraudarlo, señor William".

"Nunca lo harías. Además, eres muy joven y necesitas seguir aprendiendo y puliéndote. En unos años, quizás, podríamos hacer algo".

"Gracias, señor William. Le agradezco tanto todo lo que ha hecho por mí. Gracias a usted tengo lo que jamás soñé. Usted me dio una oportunidad y no pienso desaprovecharla".

En esto Georges era sincero. Y no sólo era un sentido de obligación por William haberlo salvado de las calles, de una vida probablemente de criminalidad y hasta de una privación de la libertad o muerte segura. Georges había encontrado su misión, su familia, el amor y el calor de sentirse querido y protegido. No, no podía ser mal agradecido con la familia que lo había acogido.

...

La verdad es que Georges jamás hubiera considerado cambiarse el nombre incluso con todo el amor que sentía por su nueva familia. Ni siquiera si se lo pedía Rosemary. Porque si bien descubría lo que sentía por ella, los buenos recuerdos de su familia en Francia, esos pesaban más en su mente.

De hecho, luego de esas Navidades y dos más, estaba otra vez cavilando lo que haría ahora que se había convertido en la mano derecha del señor William. Pero terminando el verano de 1889 William recibió una noticia inesperada. Priscilla, que para entonces rondaba los 40 años, estaba embarazada de nuevo. Claro, la vida de este par había sido sobre los niños perdidos por la fragilidad de Priscilla. Ya había perdido 3 y este no se esperaba que progresara demasiado, en especial por la avanzada edad de la madre. De todos modos, se preparó todo para la llegada de ese bebé.

Priscilla apostaba a que sería un varoncito, algo que la tía Elroy debatía ferozmente por la suerte chancletera de esa familia. La sorpresa fue grande para ella cuando, en una tibia mañana de verano, Priscilla tuvo un saludable varoncito al que llamó Albert. Albert era el más hermoso bebé que había tenido la familia. Sus cabellos rubios y sus grandes ojos azules eran la delicia de su madre. Era un angelito que le habían regalado del cielo.

De hecho, el niño no lloró, sino que hizo un ruido gutural cuando le dieron la primera nalgada. Tampoco lloraba prácticamente, lo que preocupó a esos padres, pero al ver cómo Albert los miraba, sencillamente estaban eufóricos. Priscilla amamantó a Albert unos días, pero hubo un momento en que dejó de hacerlo simplemente porque estaba muy débil. Nada de lo que los médicos hicieron pudo con su debilidad. Preocupaba grandemente.

Para suerte, Rosemary había regresado del Colegio hacía meses y estaba presta a ayudar como pudiera a su madre. Además, estaba encantada con su hermanito. Ella era la que se encargaba de darle la mamila, acostarlo, arrullarlo. Era natural haciendo la de madre postiza. Esto hizo que George se enamorara más y más de ella, pero no se lo decía. De hecho, ella sabía que algo le pasaba, pero no se atrevía a enfrentarlo. Y sentía mucha pena, porque aún lo bien parecido y con buena presencia del muchacho, la realidad es que ella sólo podía verlo como hermano. Para completar, él siempre la ayudaba en lo que fuera. No tenía miramientos para hacer lo que fuera y más por ella, aún lo que podía causarle dolor.

...

Varios días después de ese nacimiento, las malas noticias inundaron el hogar feliz de los Ardlay. Priscilla agonizaba en su lecho matrimonial, y nada se podía hacer. La hemorragia por el nacimiento de William no paraba, y su palidez y debilidad aumentaban día a día. Rose no se atrevía siquiera a acercarse de tanto dolor que sentía su alma y su corazón. Simplemente se quedaba con el niño afuera, frente a la naturaleza que Albert tendría a bien amar, mientras le daba la mamila, que él, muy hambriento, tomaba. De hecho, sus ojos, esos hermosos ojos azul cielo, miraban insistentemente a Rosemary como si ella fuera realmente la madre. Trataba de pegarse a la teta de su hermana como un acto instintivo, pero aún sus esfuerzos porque aceptara la mamila, el niño simplemente confundía a la hermana con la madre.

Un año después de la muerte de Priscilla, Rosemary tomó la decisión más terrible para los Ardlay, que en medio de su tristeza por esta pérdida, no se recuperaban. Rose les dijo que ella se iría a Lakewood, que pensaba que era lo mejor para el pequeño Bert, y que esperaba que entendieran su decisión. Al ver que estaba totalmente decidida, William le pidió a Georges que se fuera con ella y los cuidara a ambos. Elroy no parecía estar de acuerdo, pero nada convencería a Rose de hacer lo que pensaba era lo mejor para su hermano.

Además de esto, ella quería alejarse de la tía Elroy porque las decisiones que tomaba respecto a sus actos no concordaban con las tradiciones de los Ardlay. Rose se había enamorado de un capitán de una flota mercante llamado Vincent Brown, y sabía que la tía no aprobaría su unión con él. Lo había conocido en Southampton cuando salió del Colegio Real San Pablo para regresar por el embarazo de su madre. Rose rondaba ya los 16 años y ahora, cercana a la mayoría de edad, estaba dispuesta a todo por casarse con su enamorado, algo que Elroy le dificultaba. Por lo pronto, se escondería de ella y de sus reglas en Lakewood, lejos de su vigilancia inquietante.

También le inquietaba el hecho de que su hermano, heredero del aciago título familiar, sería criado bajo un régimen que para un niño era como una cárcel. Ni idea tenía de todo lo que pasaría Albert, incluso más fuerte y duro de lo que el heredero regularmente debía enfrentar. Así que optó por llevárselo y darle la vida que pensaba era lo justo para un niño normal. Y en eso Georges la ayudaba.

Pasado unos años más, exactamente a sus 7 años, tanto Elroy como William se habían decidido mudarse a Lakewood, en especial porque William, desde la muerte de Priscilla, se había simplemente inmerso en más y más trabajo, a tal nivel que descuidó la salud, y sin haber cumplido sus 55 años aún, comenzaba a lucir, igual que Elroy, mayor de lo que era. A Elroy le preocupaba el rápido deterioro físico de su hermano. Así que se le ocurrió que Lakewood le vendría bien. Mas cuál fue su sorpresa al llegar allí y ver a Albert trepando árboles y moviéndose libremente por la propiedad.

Era un niño normal para todos los efectos, pero un niño normal no podía ser heredero de su padre de ese modo. Georges, sin embargo, trataba de explicarle a Elroy que aún lo mucho que disfrutaba de su libertad, el niño era políglota y un genio en las matemáticas. Tocaba violín, piano y gaita, así que no había razón para restringirle la libertad. Así también tenía varios animales que cuidaba con tesón.

Georges era su papá de cierto modo, ya que no había conocido otro. Pero la realidad es que ese niño, hijo de su padre al fin, parecía tanto un Ardlay, que no se podía negar su origen. Pero el día en que murió el padre, 1 año después de la mudanza, fue cuando cualquier posibilidad de libertad se borró de su mapa, al punto de que sencillamente lo encerraron en una habitación y lo dejaron languidecer allí hasta que conoció la libertad que se llamó Candy.

Continuará