Nadie supo lo que ocurriría, aunque la tía Elroy había advertido que la adopción de esa huérfana sería una desgracia. El día de la cacería del zorro, Georges estaba en el despacho con William en preparativos de negocios pendientes. La verdad es que Candy estaba ansiosa por conocer al tío William, el hombre que la había adoptado en el clan, pero él, aunque presente, no iba a estar con ella directamente. Sus tres sobrinos la acompañarían, especialmente Anthony.
De hecho, para Georges, de nuevo, Anthony era especial por muchas razones. Primero, era el hijo de su amada Rosemary, y segundo, porque se parecía tanto a su tío, que no podía evitar sentir que ese muchacho era el mismo Albert más joven. Claro, William para entonces llevaba el cabello oscuro y siempre se escondía detrás de unos lentes y de una barba espesa. Pero sus diáfanos ojos azules eran inconfundibles. Una cosa les preocupaba a todos y era precisamente eso, que a Albert lo reconocieran por sus ojos, pero nadie nunca se tomó el trabajo de hacer la asociación. Incluso, a William, cuando conoció a Candy, que la rescató en la cascada y después, que lo vio sin las gafas, y luego en su convivencia cuando recuperó la memoria, le preocupaba un poco que ella se diera cuenta de quién era realmente. Y era que Anthony, su sobrino, tenía los mismos ojos, la misma mirada suya, y era un referente bastante claro de los Ardlay. Para suerte, a la tía abuela se le ocurrió la idea de teñirle el pelo y sugerirle, como intercambio para que pudiera pasearse entre ellos, que se dejara el vello facial también teñido, de modo que no lo reconocieran. A veces, incluso, con el cabello y barba así, los ojos le lucían más parecidos a los de su padre, de un color más apagado, pero también ella se había encargado de borrar esas memorias de su hermano de los más chicos, así que la asociación era más bien subliminal, si surgía de algún modo. Para suerte, sin embargo, nadie lo comentaba y Georges menos que nadie.
Albert estaba tan prendado de Candy que había optado por realizar esa cacería en su honor, aún lo disgustada que estaba la tía Elroy con él. ¿Qué era lo que tenía esa niña que había hecho que su sobrino y sus tres sobrinos nietos estuvieran tan pendientes de ella? Esta era una pregunta que la consumía y le aterraba, todo al mismo tiempo. Peor, pensaba en su nieta, Eliza, que vivía embelesada por Anthony, y ver que su ilusión desaparecía por él estar tan pendiente de esa chica, era algo insoportable. Aunque una esperanza brillaba también, porque pensaba que quizás podía atarla al mismo William, para ser la matriarca del clan, pero para él, Eliza era una chiquilla malcriada nada más. No le interesaba en lo más mínimo. Nunca lo hizo…
A Georges, sin embargo, le preocupaba mucho más que su protegido estaba todo el tiempo acomodando su vida a esa niña. Y aunque no incumplía sus responsabilidades, el hecho de que estuviera todo el tiempo pensando en ella y acomodando sus compromisos con los de ella, le resultaba incómodo. Por qué lo hacía. Sí, todos pensaban en Rosemary cuando joven, pero esto no justificaba que tío y sobrino se hubieran ambos entregado a servirle, aún cuando ella continuaba siendo una joven sencilla y agradecida, y no se le subían los humos a la cabeza.
Ella era, por cierto, impresionante para él también. Era, igual que su protegido, una sobreviviente, así que en parte entendía la fascinación de William por ella. Pero al nivel de simplemente protegerla sin pensar en sí mismo, eso definitivamente le preocupaba. Era un apego muy poco natural. Aparte, las veces que estuvo con ella, se dio cuenta de que tenía mucha curiosidad de tantas cosas. Le hacía preguntas incómodas, y él se sentía hasta mal de no poder responderle. Pero, en efecto, la niña sólo hacía las preguntas correctas en espera de respuestas que nunca recibía.
Unas semanas después de la muerte de Anthony, un golpe demasiado fuerte tanto para Georges como para William, Candy le había dicho a Albert que regresaría al Hogar de Pony, y le dejó una carta al tío abuelo que Georges muy diligentemente le había hecho llegar. Candy le había expresado a Georges su deseo de que le mencionara lo agradecida que estaba con él por haberla adoptado, pero que no podía más que sentirse culpable y apenada por la muerte de Anthony, y que la tía abuela había sido clara en que era la culpable y ella sentía esto mismo. Y bien lo sabía, cuando murió el joven. Un anuncio con la mala noticia alcanzó a Georges y William, lo que los hizo salir hacia donde estaban los dos cuerpecitos, el de Anthony ya muerto y el de Candy desmayada. Cuando llegaron, estaban allí Archi y Stear, llorando a lágrima viva. Georges les dijo:
"Vete con tu hermano (a Stear), llévense a la Srta. Candy, y dejen que yo me encargue de lo demás. Dile a la tía Elroy que llevaré a Anthony directamente a la villa", dijo con voz ahogada.
Stear no podía ni pensar, e hizo lo que exactamente le recomendó Georges, tomando a Candy en brazos. Ya solo Georges con el cuerpo, William salió de donde estaba escondido, un llanto reprimido que se abría paso en su corazón. Tomó a su sobrino en brazos y lo cargó él mismo hacia la villa. Ya cerca, sencillamente se lo entregó a Georges, que lo acompañaba, y subió por la entrada secreta a sus aposentos en el tercer nivel de la villa.
Georges, mientras se preparaba todo el arreglo fúnebre, envió llamar al doctor de la familia, para que revisara a Candy y a la tía Elroy. Aprovecharon el momento en que el doctor atendía a Candy a solas para que William entrara también. Simplemente, ya había perdido a su sobrino. Ahora el ser más importante de su vida parecía estar en un shock que le duró varios días. A la tía Elroy la fue a visitar muy poco, aunque ella estaba bien.
Era que él había perdido ya el único contacto con su hermana, y no quería perder a su niña también. Prefería que despertara y lo descubriera antes de verla morir. En ese momento, ella se convirtió en lo más que quería y no permitiría que nada le pasara. Cuando Georges entró y lo vio allí dos días después, le pidió que saliera, porque podría ser descubierto. Él no quería y Georges tardó en convencerlo, pero lo hizo. Pero antes de irse, fue, tocó la frente de ella, que ardía en fiebre, pero de todos modos le dio un beso allí, gesto que dejó confuso más que nada a George. Y es que él lo sabía: ese era un beso de amor puro, de lealtad para siempre, pero ni William, conscientemente, lo sabía, ni menos ella, cuando lo hizo en algún otro momento de su convivencia.
….
Georges tenía clara su encomienda cuando fue a buscarla otra vez al Hogar de Pony y explicarle que el tío abuelo quería que se convirtiera en una dama, y con esto la envió semanas después de la muerte de Anthony con sus demás sobrinos al Real San Pablo, como había sido la tradición familiar de años. Simplemente, su protegido quería que ella fuera igual que él, en un empeño bastante claro de verla posiblemente a través de los ojos de la tía Elroy, pero eso no parecía ser lo que ocurriría realmente. Esta era una forma de convertirla en lo que se esperaba de una matriarca. Eso era claro para Georges, que entendía que, aunque William la quería como fuera, sin embargo, en su función del patriarca de la familia, si había alguna forma de que ella se convirtiera en una igual en esa faceta, le daría la bienvenida como miembro importante del clan; la realidad es que conocía lo suficiente a Candy para saber que, igual que él, la encomienda le quedaría grande, pero no por esto dejaría de intentarlo. William, aparte, tendría que irse para Londres también para consolidar negocios familiares. Lo de Candy fue simplemente una excusa para estar cerca de ella, y eso también lo tenía claro Georges.
Beso de amor, cercanía, todo lo confundía, y aunque obedecía las órdenes de su protegido sin chistar, no perdía ocasión en preguntarle lo que estaba pasando. Era un cuestionamiento que también tenían los demás chicos y la tía Elroy. Su preferencia por Candy nunca pasó desapercibida.
"William, los chicos me preguntan por qué Candy tiene la suite en el Colegio, mientras ellos no, que son tu familia directa".
"Georges, creo que tengo suficiente edad para hacer lo que quiero con mi dinero".
"No te lo digo por eso, William. No es más que curiosidad juvenil. Pero si te digo la verdad, yo también me lo cuestiono. Por qué esas deferencias con esa niña. No es tu hija…"
"Evidentemente que no…"
"…y no haces más que regalarle cosas y darle todo lo mejor".
William lo miraba pensativo. ¿Sería cierto lo que le decía Georges, que estaba llevando su interés por Candy demasiado lejos?
"Creo que es porque se parece demasiado a mí cuando joven y a…"
"Rose", le interrumpió Georges. "Sí, a mí también me la recuerda muchas veces, pero no por eso le muestro preferencia, ni le doy cosas que no les doy a los demás chicos. Recuerda, William, que tú eres un adulto y ella es…"
"Una jovencita. Lo sé. No confundas mis intenciones".
Georges le cambió el tema a uno que le echaría más fuego a la brasa.
"Por cierto, William, la tía Elroy este fin de semana invitó a Liz Anderson y su familia a pasar unos días en el chalet y se preguntaba si no querrías conocerla".
William lo miró con cierto aire de indignación.
"La tía Elroy se pasa siempre buscando comprometerme con alguna joven de sociedad, y le he dicho que yo seré quien escoja a mi esposa, no ella".
"¿No será que ya tienes a alguien en mente que no nos hayas mencionado antes?", preguntó un aguzado Georges.
"Qué insinúas", William no era tonto.
"No insinúo, William, aunque sé que me conoces lo suficiente para reconocer que sé bien cuando quieres esquivarme porque algo no te resulta de la conversación. Y sí, la tía Elroy continuará insistiendo hasta que formalices una relación con alguna fina dama del clan o con alguna familia rica. Y la señorita Liz, por lo que sé, es una muy hermosa dama".
William lo miró de reojo.
"De seguro Liz es una delicia de mujer, Georges, pero, igual que todas las anteriores, tendré que decir que no, porque no me ha llegado el momento, viejo amigo. De hecho, no voy para el chalet…"
William había hecho otros planes.
"Ya tengo donde quedarme".
Se refería al Zoo River.
"¿Me vas a decir de qué trata todo, Willliam?"
William lo miró con una sonrisa en la mirada.
"Conseguí trabajo como cuidador de animales".
"Perdón, de qué hablas…"
"Voy a trabajar unos meses como cuidador de animales. Esto es una prueba, Georges. Quiero ver si puedo vivir por mi cuenta un tiempo".
Georges estaba horrorizado. Aún lo independiente que era William, jamás pensó que optaría por irse a trabajar y vivir en un zoológico. Por qué lo hacía, era incomprensible. Y la verdad más grande, que desde que había conocido a esa niña, todos los deseos de ser libre, como ella, superaban su sentido común. Esto a Georges le preocupaba grandemente. Más porque aún cuando cumplía con la encomienda del Comité y la tía Elroy por un lado, por el otro lado obraba como si no formara parte del clan.
…...
Georges llevaba varios meses en América luego de despedirse de Albert en Londres cuando recibió noticias suyas que lo alarmaron. Fue a través de una carta:
"Estimado Georges,
En estos días recibí noticias de unos amigos del Zoo River que se fueron de expedición a África. Allá hay una clínica de animales y humanos que necesita ayuda, y me voy de voluntario. Para Pouppét y para mí será una muy buena experiencia. Espero que esto no sea motivo de alarma, buen amigo, aunque sé que todo lo que me concierne te preocupa. Por cierto, para cuando te llegue esta correspondencia, ya estaré allá, así que cualquier intento por convencerme de lo contrario será infructuoso.
La buena noticia es que sólo será por un tiempo, quizás un año y medio, lo más dos, así que tranquiliza a la tía Elroy. Luego planificaremos lo que sabes que no quiero ni pensar ni considerar. Ya sabes que no quiero ser el patriarca, pero también sé que es algo inescapable. Necesito, por cierto, esta última prueba de que soy algo más que un riquillo heredero con suerte. Ya sabes que he vivido de mil maneras, y que la libertad es algo que aprecio más que nada, en especial luego de tantos años de encierro.
Ah, y antes de despedirme quiero que sepas que los chicos están bien y que no dejo nada pendiente con ellos, ni con Candy. Y Georges, tienes razón en algo que no me has dicho directamente, pero que está ahí desde mucho antes de lo que hubiera querido admitirlo. Sí, siento algo por ella. Siendo que ella es prácticamente una niña, también reconozco que debo alejarme para poder razonar todo lo que he estado sintiendo desde que la conocí. Te pido, por favor, que no me juzgues. De hecho, ella no sabe nada y es mejor así. La dejé con alguien que también la quiere y al que ella parece corresponder. Para mí su felicidad es el norte, así que no haré nada en contra de eso. El tiempo que dedicaré a este ministerio debe hacer su magia en mí y lograr que abra los ojos.
Bueno, pero hasta ahí. Tan pronto llegue, les informaré donde estoy, pero te lo advierto, no es para que me vengan a buscar ni para que me envíen protección, sino para no preocuparlos con mi paradero. Gracias por todo, amigo, y los veo luego, pronto…"
Georges abrió los ojos como dos platos. Ya era inevitable detenerlo, pues William estaba en África. Lo que tenía que hacer era esperar su correspondencia cuando se estableciera. En cuanto a lo que le confesaba de Candy, aunque la sospecha era grande de que, sí, su interés en ella no era normal, la realidad es que le tranquilizaba un poco que se hubiera alejado de ella. Así tendría tiempo de decidir lo que haría, porque estaba bien seguro de que a la Srta. Candy le agradaba mucho su tutor en su faceta de Albert, también más allá de lo normal, y eso hubiera sido peligroso porque ambos, siendo lo impulsivos que eran, podrían llegar a unos niveles que no eran los aceptables en el caso de un hombre adulto y una jovencita de 14 años.
Una escapada de esos sentimientos reprimidos y contenidos por tanto tiempo hubiera sido suficiente para que ambos perdieran la cordura con las consecuencias que eso tuviera. Ahora, quién sabe cómo reaccionaría Candy a esa verdad de la identidad de su tutor legal, aunque él sospechaba que ella lo querría como fuera. En cuanto al Sr. Terry, que estaba seguro era el "amigo" al que se refería William, no le veía futuro con él porque por lo que sabía, Terry era otro vampiro emocional, igual que la Srta. Annie, y no por lo que le contaban los chicos, sino porque los contribuyentes al Real San Pablo se conocían unos a otros, y cada cual sabía las historias de cada familia rica que contribuía a la causa.
Se sabía que Terry no estaba en buenos términos con su padre y, aún siendo mayor que los demás hijos del duque, era considerado bastardo, especialmente por la esposa. Además, era bastante inestable y aunque sabía del efecto que Candy había tenido en los chicos Ardlay, en William y hasta en él mismo, dudaba que Terry se sacrificara más allá de lo necesario, ni dejara de ser egoísta. Había sido criado para defenderse y lo primero en su vida era él mismo.
Georges tenía toda la razón. Eventualmente, Terry terminó por alejarse de ella buscando su propio destino, aunque lo había hecho diz que con la excusa de salvarla. Fue, quizás, un pretexto al final, porque si la hubiera querido de verdad, la hubiera buscado desde mucho antes de lo que la buscó. La usó en parte porque quería desde hacía tiempo romper con sus lazos de sociedad. Luego salió hacia América y hacia un futuro en el que Candy ya no estaba. Ella, por cierto, inspirada por su acción y por lo que pensaba era amor, se fue tras él, pero nunca lo alcanzó. La única vez en que se encontraron, el mismo destino los separó…
Continuará
