Georges se enteró de la escapada de Candy cuando ya ella estaba en EU, y supuso que estaría de vuelta en el Hogar de Pony, porque con Terrence Graham, como se comenzó a hacer llamar, no estaba. Él se había ido a Broadway, y según lo que sabía por fuentes de alta sociedad, el joven se había unido a la compañía Stratford y lo tenían en toda la prensa de novio de una bella actriz llamada Susanna Marlowe.

Candy le había dejado a William el diario en el que le contaba toda su experiencia en el Real San Pablo, diario que él guardó en el corporativo, acción de la que luego se arrepentiría cuando llegó a manos de William. Georges recordó cuando William había adquirido ese diario para ella. Estaba muy entusiasmado con la idea de conocer más a su protegida. Ahora tenía que darle la noticia de la escapada a William, noticia que no le asentaría nada bien. También tenía correspondencia de todos los chicos sobre el mismo asunto.

Le escribió una carta contándole, y le pidió que confiara en él para buscar a Candy, pero sabía que tan pronto él se enterara de lo que había hecho ella, querría inmediatamente regresar. Aunque deseaba que lo hiciera más que nada, la sola idea de que fuera por buscar a su protegida hubiera hecho obvio su interés en ella, y eso no podía permitírselo. Sería en detrimento de sus compromisos familiares y de los intereses del clan. Hubiera también sido un escándalo de proporciones inimaginables si se enteraban, ya que no dudaba que ella, ya casi rondando los 15 años, estaba en camino de convertirse en una mujer, y no habría nada que detuviera a William para acercársele de otra manera. Llevaba demasiados años con ella en su mente y en su corazón, y ya había resistido por casi 10 años su verdadero interés en ella.

Lo que no sabía Georges es que explotaría la guerra de la forma como lo hizo y sobre la inseguridad de toda Europa en ese momento. No fue hasta que tuvo que buscar a los chicos al colegio que la preocupación por William le dio un duro golpe. Para entonces, él aún no había decidido que tendría que adelantar su regreso a América, pero para Georges, que lo conocía bien, no le tomaría mucho tiempo decidirlo, más cuando se trataba de Candy. Por otro lado, tampoco Georges se enteró de que el mismo campamento donde se encontraba William sería invadido, así que, de todos modos, tuvo que abandonarlo, lo que le avisó a Georges a través de telegrama cuando iba hacia Italia. Eso fue meses después de la escapada de Candy, y aún no se hablaba de la guerra como cuando Georges y él tuvieron que tomar decisiones más allá de sus intereses personales. De lo último que supo Georges antes del accidente ferroviario fue precisamente por un último telegrama enviado antes de que se subiera al tren, y por supuesto, de la explosión y de la cantidad de muertos y heridos. Pero ¿estaba William entre ellos?

A los días de enterarse de la noticia, Georges se dispuso a buscar información sobre las personas fallecidas en el accidente para ver si el nombre del patriarca de la familia se encontraba entre las bajas. La tía Elroy estaba muy desmejorada por la noticia, pero la falta de información sobre un cuerpo los llenaba de fe de que William hubiera escapado con vida. Esos días se convirtieron en semanas y esas semanas en meses, los que luego se convertirían en años.

¿Qué le había pasado a William? Fue una providencia, por cierto, que todos los cuerpos encontrados fueran identificados. También les llegó el rumor de un hombre con una mofeta que había sobrevivido el accidente y que había recorrido varios campamentos. Según los informes, lucía desorientado, pero más allá de eso, parecía encontrarse relativamente bien, aunque estaba herido. Eso le dio algo de fe a la tía Elroy de que William pudiera aparecer, pero al pasar tanto tiempo sin que se supiera nada de él, la esperanza comenzó a disiparse, porque si lo hubiera sido, ya lo habrían encontrado y el tal hombre había desaparecido sin dejar rastro. Eso sí que era raro… Tampoco sabían que William no tenía documentos de identificación, ya que los había perdido, menos aún que también había perdido la memoria.

La tía Elroy entonces le encomendó a Georges encargarse de todos los negocios del bisabuelo mientras William aparecía. Eso sí, ella estaba segura de que lo haría, aún sus temores. Además, podía quedarse en el corporativo o en la misma mansión si gustaba, con la condición de no dejar nunca de buscarlo.

Así transcurrieron varios meses. Los chicos se habían adaptado a la vida en Chicago. Todos habían ingresado en colegios de la zona para terminar sus estudios superiores, mientras que Candy estudiaba para enfermera, con consentimiento del tío William, o sea, realmente del propio Georges, y también se había mudado a Chicago. El tío William tuvo, por cierto, la "gentileza" de cubrir los costos de sus estudios, claro a su nombre y en su representación, aunque Candy creía que sus gastos los cubría realmente una beca. Si se hubiera enterado, no habría entrado en la escuela de enfermería como lo hizo, aunque más adelante, William mismo se lo reveló.

Y hablando del tema de Candy y sus estudios, más adelante, durante una de las muchas charlas que sobre el tema tenían siempre los Ardlay…

"Qué vergüenza para la familia eso de Candy como enfermera. De verdad que deja mucho que desear", comentó una muy divertida Eliza un día para avivar la llama del odio de la tía abuela.

Sí, esa misma Eliza que no estaba haciendo nada, que no terminó el Colegio y que la tía abuela a veces consideraba como posible matriarca del clan, aunque para William no fuera más que la némesis de Candy, un ser odioso y abominable. Jamás la hubiera considerado como esposa.

Pero regresando:

"Qué horror", comentó Sarah. "Cómo el bisabuelo William permitió tal bajeza. Y para completar, dejarnos tan mal parados con esos rumores que hay con ella. Nuestra familia no merece tal desprestigio".

Sí, comentaba la misma Sarah, adoptada por el clan, que era otro parásito. Por cierto, también pensaba que Eliza, su Eliza, era buen material para convertirse en la matriarca del clan, pero sólo se lo comentaba a la tía abuela, que era su único auditorio sobre este tema imposible, y en conocimiento del secreto de la familia, secreto que la misma Eliza desconocía, y que Sarah estaba bajo juramento de callar. En cuanto a los rumores, se refería a lo que Neil les contaba sobre sus arreglos de cohabitación de Candy con un hombre, algo muy escandaloso.

"Me parece que fue William quien permitió que nuestro apellido y buen nombre quedara manchado. No entiendo todavía por qué adoptó a esa niña, que no nos ha traído más que desgracias", respondió la tía, también pensando en que ese William a quien se refería, que permitió que Candice estudiara enfermería, no era otro más que Georges, pero claro, siguiendo lo que hubiera querido su sobrino. Georges en ese preciso instante esperaba desde la puerta abierta al salón que la tía le convidara a entrar con rostro flemático, pero con su mente en ebullición. Sabía muy bien que esas palabras de su boca eran como dardos, pero aún así, él siempre haría lo que William esperaba de él. No le importaba la opinión de nadie, ni siquiera de la tía Elroy. Además, le tenía especial aprecio a Candy. Ella se lo había ganado a él también.

Y hablando de la tía Elroy dejándolo allí, parado, lanzándole sus darlos venenosos, cuando por fin le convidó a entrar:

"Georges, siéntate un momento, ya que tengo que hablar contigo de algo que no puede seguir esperando. Por favor, necesito que cotejes entre los papeles de adopción de esa…señorita, si hay alguna clausula sobre su comportamiento y deberes con la familia. No me parece correcto que esté manchando nuestro buen nombre con esas acciones de gente pobretona y todos los chismes que hay con ella".

"Sí, tía abuela, no se preocupe. Me pondré a investigar inmediatamente", le contestó sin mostrar siquiera un ápice del disgusto que sentía.

"Quiero saber, además, si hay alguna forma de deshacer el compromiso con ella. Mientras William esté, ejem, indispuesto, podemos quizás mover lo de esa adopción para dejarla nula. Tú coteja y me dejas saber rápido".

Esto a Georges no le sentaba bien. Bien sabía que esa niña era la luz de los ojos azules de William, y por más desaparecido que estuviera, no habría jamás consentido a que alguien se entrometiera en su decisión de adoptarla. Pero una orden de la tía abuela no dejaba de comprometerlo, así que buscó los papeles en la caja fuerte del corporativo, y comenzó a leer el documento de rabo a cabo.

Para suerte, nada en el mismo mencionaba este tipo de condición, a menos de que ella renunciara al título, algo que había hecho varias veces, pero que enfrentaba la negativa de William, o hasta que ella cumpliera los 21 y que dejara de pertenecer automáticamente al clan si así lo deseaba.

Y también estaba el otro asunto mencionado en esa conversación, algo que comentaban los chicos, pero entre ellos, de los rumores sobre Candy y que se fuera a vivir con un paciente para cuidarlo ella, ya que en el Santa Juana no le habían permitido hacerlo. Era algo inmencionable para la tía abuela, pero siempre se sabía que hablaba de eso de forma indirecta, sin mencionar los detalles, especialmente luego de que lograron que la despidieran de allí por esa misma causa. Georges, por cierto, consideraba correcto el gesto, porque si este paciente no tenía familia que lo avalara, no le parecía imprudente que ella hubiera hecho lo que hizo, que fue irse a vivir con él. Pero con esa ayuda probablemente se había hecho daño ella misma en el proceso, y de eso era consciente. De hecho, aunque se había prometido alguna vez indagar sobre el asunto, quizás para ayudarla personalmente, jamás lo hizo; simplemente no tenía el tiempo. Si lo hubiera hecho, tal vez se hubiera llevado una gran sorpresa…

….

En medio de las cavilaciones sobre los documentos legales de Candy además de otros negocios pendientes, un sábado en la tarde entró al corporativo una extraña llamada telefónica. Georges se puso en alerta, ya que podía ser de algún cliente extranjero que supiera que él estaba allí. De hecho, acostumbraba a estar allí, solo, resolviendo problemas de último minuto.

Ya se acercaba el momento de completar negocios con la sucursal de Sao Paulo, negocios que tenían gran importancia para el clan, y para los que tendría que arreglárselas probablemente él solo, ya que William llevaba más de dos años desaparecido, y era poca la esperanza de que reapareciera. Quizás había muerto y estaban simplemente guardando una ilusión injustificada, pero la realidad es que, como futuro patriarca del clan, este negocio era sumamente importante. Según se comentaba en el círculo, siendo que William, como representante de la familia, no se encontraba en ese momento, la tía Elroy le había recomendado al comité que Neil fuera entonces la alternativa para encargarse de estos negocios familiares. Ni siquiera consideraron a los Cornwell, en especial a Archibald, quien en ese momento comenzaba a estudiar comercio y derecho internacional, que era políglota y muy responsable. Neil era un vividor profesional, aunque luego, en Florida, cuando se comenzaron a desarrollar los negocios de los Ardlay en esa área, probó ser mejor de lo que lo que inicialmente demostraba. Pero esa es otra historia…

En eso de los papeles de adopción, de nuevo, estaba Georges cuando entró esa llamada. ¿La contestaría? De pronto pensó en dejar las cosas de Candy como estaban cuando el timbrazo lo devolvió a la realidad. Al contestar, la operadora le preguntó si recibía una llamada con cargos revertidos. "Qué raro", pensó. Quién lo llamaría de este modo. A ninguno de los clientes se les ocurriría llamar así, pero de pronto hasta devolvió el café cuando supo el nombre de la persona que lo llamaba. "Es el Sr. William Ardlay".

Su café caería sobre la amalgama de papeles que estaba sobre el escritorio que luego tendría que limpiar. Para suerte, todo documento importante se guardaba con copia. Pero regresando a esa increíble e inesperada llamada…

"¿Qué?, ¿cómo…?", volvió a preguntar, porque le pareció que había escuchado mal.

"Es el Sr. William Ardlay. ¿Acepta los cargos?"

Georges estaba de una pieza. Le tomó un tiempo recolectar sus ideas. De pronto respondió con tono de sorpresa.

"Sí, sí, acepto…"

"Correcto…", respondió ella y se desconectó.

Georges de pronto sólo escuchó silencio del otro lado.

"Sir William?"

"No me digas Sir, Georges. Soy sólo William…Bueno, Bert".

Georges no pudo contener las lágrimas de la emoción.

"Sir…perdón, William, dónde está. Lo paso a recoger".

"Primero, dejemos los formalismos y la etiqueta, Georges. Soy yo, soy Albert. Y no, no estoy perdido ni hambriento ni muerto, obviamente. Estoy viviendo en Chicago, y quiero verte mañana, si es posible".

"Pero está usted bien".

"Estoy perfectamente bien. Tengo techo, así que no te preocupes demasiado por mí. De hecho, llevo más de dos años aquí, pero mañana te explico todo, ¿puedes verme…?"

"Sí, claro, pero ¿lo paso a recoger mañana?"

Otro incómodo silencio.

"¿Sir William…?"

"Bien sabes, amigo, que si te estoy llamando con cargos revertidos es para que no sepas aún donde estoy. No te preocupes. Voy al corporativo. ¿A las 2 está bien?"

"Ah, perfecto, entonces mañana en el corporativo. Me imagino que está cerca".

De nuevo, silencio.

"Georges… No me trates con tanta deferencia. Somos viejos amigos. Ah, y algo más…"

"Qué…"

"No anuncies aún que aparecí. Sé que la tía Elroy está desesperada por conocer sobre mi paradero, pero quiero hablar contigo primero, ¿te parece? Unos días más no harán diferencia".

"De acuerdo, sir…Albert, Bert".

"Perfecto, mañana, a las 2 p.m., en el callejón detrás del edificio del corporativo".

"Sí…", le respondió Georges con voz ahogada. "Mañana, a las 2 p.m. en el callejón, hasta mañana".

Y de este modo terminó la llamada. Aunque Georges solía debatir las decisiones de su protegido, entendió que William, en esta ocasión, debía tener unos motivos muy poderosos para que no quisiera anunciar su aparición aún, y esperaría pacientemente para hablar con él. Además, siendo que no le había dado ninguna información adicional sobre su persona, sería imprudente hacer un anuncio con preguntas de parte de Elroy para las que no tenía respuesta.

Continuará