Georges había bajado momentos antes para observar el movimiento. De vez en cuando enviaba mensajes con los sirvientes de William para que estuviera listo en cualquier momento. Los chicos ya estaban en el salón, con rostros de suma preocupación ante lo que sabían que haría Candy. En una esquina, Neil se mostraba nervioso con el retraso de la rubia. Eliza estaba también nerviosa y rogaba porque algo pasara que detuviera esa locura que cometería su hermano. Elroy trataba de calmarlos a los dos.
Mientras todo esto ocurría, la música continuaba entreteniendo a los invitados, a la vez que el servicio pasaba con entremeses y bebida. William se había apostado en el jardín frente a la entrada del pasillo al salón en espera de ella. De pronto la vio con su dama de compañía. Ella iba con paso firme hacia el salón, ataviada con las prendas que él muy amorosamente le había comprado. Lucía hermosa, como toda una dama.
Al entrar, de pronto vio a Neil acercarse y le oyó decirle: "Hasta que por fin te dignas llegar. Por qué tardaste tanto".
Candy ni le contestó. Le dio un leve empujón y con unas breves palabras, logró que se detuviera la música. Esa fue la señal para que Georges saliera hacia el pasillo y le abriera la puerta del jardín a William, que esperaba que ella dijera lo que acabaría para siempre con su vida privada, pero que recibiría con más alegría que ninguna otra expresión de amor.
"No, no acepto casarme con Neil".
La tía Elroy de pronto se puso de pie, muy molesta:
"Qué dices, con qué derecho…", no podía articular palabra.
De pronto, William entró y dijo lo que había practicado en su mente para ese preciso momento:
"En efecto, Candy no se casará con Neil ni con nadie que ella no apruebe".
Candy de pronto se dio cuenta de lo que pasaba. No pudo moverse de donde estaba. La tía abuela estaba también de una pieza. Y la prensa presente, de pronto, esperaba saber de lo que trataba todo.
Según rumores no corroborados, sospechaban que este joven bien vestido era el que aparentemente había estado viviendo con la hija adoptiva del tío abuelo William, pero no estaban seguros. ¿Sería este apuesto joven el que había vivido anteriormente con ella? Neil, sin embargo, había reconocido a Albert en ese momento, y despejó sus dudas.
"Tía abuela, este es el hombre con el que vivía Candy. Fue el que se fingía sin memoria y que estuvo viviendo con ella".
A la tía el mundo se le vino abajo de todas las formas posibles. De pronto se dio cuenta de que Candy, la persona que siempre odió, era la que había salvado el clan. Candy, por cierto, también sabía dónde estaba William, lo único que no sabía que era William. Y Candy era…para completar, era la mujer de la que se había enamorado su sobrino, porque nunca olvidó que él le había dicho que la introduciría el día de su presentación en sociedad. Para suerte, no lo hizo en ese momento, pero no había duda de quién se trataba, y por fin entendió su empeño de mantenerse como su tutor legal; la tía no era tonta. Todo esto fue, sin embargo, un balde de agua muy fría para ella.
Y así, Eliza dejó de ser considerada como alternativa. Para suerte, nunca nadie le dijo nada, aunque al comprobar más adelante que el tío abuelo no era otro más que el Albert que ella consideraba un vagabundo, pero que ahora veía bien vestido y guapísimo, comenzó a verlo distinto. Le gustó, sí, pero jamás se lo diría. Fue de las primeras cosas sensatas que hizo. Porque darse cuenta de que no tenía posibilidad alguna con él después de su trato, básicamente la dejaba fuera de toda consideración. Tuvo que aprender esa lección a la mala…
Pero regresando…
"Tía abuela, diga algo", Neil presionaba a una silente y pasmada tía abuela.
"Oh, Neil, cállate. Este hombre es…"
"Permítame decirlo yo. Damas y caballeros, soy William Albert Ardlay. Soy el bisabuelo William".
De pronto, todo el salón quedó en silencio. Sólo se escuchaban los ruidos de las cámaras y un aluvión de reporteros que rodearon a William en ese momento. Archi, Patty y Annie estaban paralizados, pero luego de superar la sorpresa, se sintieron felices y aliviados. Sí, ellos habían visto lo devastada que había quedado Candy con su partida del Magnolia, y sí, todos ellos habían sido testigos—también Stear—del nacimiento de esa relación. ¿Y ahora esto? Definitivamente, Candy lo merecía más que nadie, y ellos fueron los únicos testigos de todo, nadie más, aunque sin saber de quién se trataba realmente.
…
Archi, por cierto, al igual que Stear, se sintió al principio un poco celoso por la cercanía de Albert con Candy, pero pasado el tiempo, cuando vieron que él realmente la amaba y la cuidaba, aún siendo mayor que todos ellos, simplemente apoyaron ese desarrollo entre ellos. A Archi, por cierto, le extrañó la partida de Albert cuando se fue del Magnolia, porque sinceramente pensaba que él se había enamorado de la rubia. Con este gesto de salvarla de las garras de Neil, sin embargo, estaba hasta contento y satisfecho, porque una de las cosas que pensaba era que la vida le había jugado muy duro a Candy, especialmente con lo de Terry. Ahora, viendo cómo Albert había sacrificado todo por ella, las dudas se disiparon. De hecho, todos ellos, pero en especial Archi y Stear pensaban que no había nadie mejor para Candy, aunque al principio, no se lo dijeron. Ambos tenían fe de que Candy se diera cuenta ella misma; que eso de Terry no tenía futuro. Lo de NY fue la gota que derramó la copa…
A Archi, en especial, le disgustaba Terry por su arrogancia, y luego por su forma de tratar a Candy, aunque tanto él como Stear comenzaron a verlo distinto cuando se sacrificó por ella para que pudiera permanecer en el colegio. Pero al percatarse de que no hizo nada más por acercársele cuando sus sueños de actor se convirtieron en realidad, volvieron a pensar que tal vez Candy debía olvidarse definitivamente de él y continuar con su vida; tampoco se lo dijeron directamente, en especial por lo de la invitación a NY y el entusiasmo que ella demostró. Y cuando se dieron cuenta de que Albert, aún sin memoria, estaba enamorado de ella, más seguros se sintieron de que era lo mejor para ella. Lo de NY, de nuevo, le dio un giro a lo que pensaban de Terry, pero al verla regresar y luego enterarse de que las cosas habían terminado mal, entendieron finalmente que Albert era la alternativa definitiva para Candy, aunque, de nuevo, no se lo dijeron. Quizás ese fue su error. A lo mejor Albert, si hubiera tenido una seguridad desde el principio, no se hubiera ido de la vida de Candy como lo hizo.
Annie, de las chicas, era la que pensaba que Terry era el destino expreso de Candy, y se tardó en darse cuenta de lo que pasaba con Albert y ella. Pero incluso, cuando Candy le decía que no había forma de rescatar esa relación muerta después de lo de NY, Annie se afanaba en revivir ese pasado, que fue el que conoció realmente. Quizás lo hubiera hecho con Anthony si hubiera estado vivo, quién sabe. Quizás se debía a un profundo miedo de que Candy le quitara a Archi. En cuanto a Patty, ella confiaba más en lo que hablaba con la rubia. Sí, notaba que la convivencia entre Albert y Candy los había unido mucho, pero ella conocía, por las cartas que la misma Candy mantenía con Albert, que su relación era demasiado cercana como para ser una simple amistad; había una cierta familiaridad entre ellos que no era usual entre amigos. Sin embargo, también sabía que Candy había querido mucho a Terry, pero vio cómo la distancia fue enfriando la pasión entre ellos. De hecho, de todos los chicos, fue Patty la primera que se dio cuenta de que Candy y Albert se estaban enamorando incluso antes de los demás e incluso de ellos mismos, pero era muy discreta. Más porque fue Albert el que comenzó primero a dar muestras de sus sentimientos, específicamente, con la mudanza al Magnolia. De la primera impresión, cuando lo conoció el día que fue al Blue River a ver a Hughley, se dio cuenta de que Candy era especial para él. Pero lo de Terry tenía tan distraída a Candy que no se daba cuenta de lo que tenía de frente. Sin embargo, cuando todo salió a la luz, después de la Srta. Pony, fue la más férrea defensora de Albert, especialmente por la venganza de Candy, cuando todas las verdades de su amado le llegaron de sopetón. Para Candy, fueron muchos años de secretos, pero las razones para esos secretos habían sido muy poderosas, y ella las entendía, pero muchas veces se preguntó por qué Albert no le había dicho la verdad antes…
….
Pero de vuelta a donde nos quedamos…
Neil estaba pasmado y no podía atar sus ideas. De pronto se dio cuenta de que su "rival" era el hombre misterioso que todos creían un anciano moribundo. También había sido el supuesto vagabundo que se había aprovechado de Candy. Salió entonces hecho un mar de lágrimas, hacia los balcones, detrás de él los Leagan, y no se escuchó nada de ellos en meses…
Para suerte, se mudaron a Florida, a atender muy exitosamente, por cierto, los negocios de los Ardlay allá. Esa fue una asignación que el patriarca les había encomendado simplemente para que abandonaran Chicago. Aún así, aunque era una plaza sencilla, ellos superaron las expectativas para completa sorpresa de William, la tía Elroy y el comité. Resultaron ser muy hábiles para incrementar los negocios y las ganancias del clan en Florida, e increíblemente, gracias al mismo Neil, que tuvo que madurar bastante para lograr lo que logró en los negocios, aunque era bastante ambicioso y hasta, por ratos, cruel.
…..
Meses después del fallido compromiso, Candy entregó el apartamento del Magnolia con suma tristeza. Aunque ella y William hubieran querido quedarse ahí para siempre, la realidad es que él se debía a su título y ella debía prepararse para convertirse en la matriarca de la familia. Georges la esperaba abajo con sus últimas pertenencias para llevarla a la mansión. En el camino se detuvo para hablar con el Dr. Martin sobre sus nuevos arreglos laborales. Ella estaría con él de voluntaria, así que ya no tendría que pagarle. Aunque Dr. Martin sabía que no le pagaba demasiado por su trabajo, la realidad es que ese dinero serviría para conseguir medicamentos y otras cosas que siempre hacían falta. Además, también el Sr. William lo ayudaba con esos gastos. Lo único que no le permitió fue arreglar la clínica, pero ya habría tiempo para convencerlo. Candy, por cierto, era muy hábil y probablemente conseguiría hacerlo mejor que él. Y tan buena fue que logró mejorar su clínica, sí, pero esta vez en el Hogar de Pony, donde terminó convirtiéndose en doctor permanente. Claro, esto después de que William, por el amor tan grande que le tenía a Candy, convirtiera su Hogar de Pony en un centro multidisciplinario de gran demanda.
En el camino hacia la mansión, sin embargo, Candy iba muy callada, y siendo que ella siempre era una máquina parlanchina, a Georges no le quedó más que preguntarle:
"¿Se siente usted bien, Srta. Candy?"
Candy sólo suspiró. La joven madura de casi 20 años comenzaba a mostrar lo que su recién adquirida adultez demandaba de ella.
"Ay, Georges, aunque usted no lo crea, de algún modo yo era feliz aún las carencias en ese pequeñísimo apartamento".
"Sí, señorita Candy, la entiendo más de lo que piensa…"
"Cómo…"
Georges también suspiró y le comentó:
"Mi muchacho no había vivido hasta que se mudó con usted a ese pequeño apartamento. Lo había visto sufrir tantas pérdidas, y verlo feliz cuando supo lo mucho que usted lo amaba fue para mí como un bálsamo, Srta. Candy. Sabe, siempre tuve lástima de la vida que había llevado, de sus pérdidas y de las obligaciones aún su corta edad. Y usted le devolvió la sonrisa y las razones para vivir, le dio una familia, le dio un hogar. Aún teniéndolo todo, estaba tan vacío. Usted le regaló una vida, por eso es por lo que él la ama tanto. Con usted fue muy feliz ese tiempo allí…"
"Gracias, Georges", dijo ella mientras recogía dos lagrimitas que se asomaron en el rostro.
Y continuaron camino hacia la mansión de Chicago…
