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Advertencias del capítulo: (Lenguaje soez)

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Disclaimer: Tokyo Revengers y sus personajes NO me pertenece

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Nota: Esta historia es completa y absolutamente MIA, y no es permitido tomarla sin mi autorización.

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FUCKING VALENTINE'S DAY

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SINGLE CHAPTER


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Draken siempre había tenido una vida solitaria.

Siendo un niño huérfano y habiéndose criado en un burdel, en el que tenia que realizar trabajos pequeños para pagar el espacio que habitaba, la vida frente a sus ojos, fue un camino realmente duro desde corta edad.

Por ello, no fue ninguna sorpresa, cuando se vio envuelto en peleas clandestinas.

Deseaba ser fuerte, que nadie le viera por sobre el hombro y obtener reconocimiento. Era algo arraigado en su interior, sin ninguna explicación coherente. Simplemente, una necesidad.

Se enfrentó a muchos chicos, incluso de grados superiores a un punto en el que logró sentir que por un momento, tenia el control de su vida y de lo que sería de la misma. Y fue así, hasta que unos chicos mayores le dieron una paliza antes de obligarle a trabajar para ellos.

Nuevamente se vio envuelto en la miseria, en la soledad y en esa sensación de inferioridad que tanto odiaba.

Hasta que le conoció.

Él, un chico menudo y bajito, vestido de niño bonito y con su cabello rubio en un estilo elegante.

No tenía nada que resaltará a la vista, pero justamente eso lo hizo aún más impresionante. Draken sintió como un burbujeo iniciaba en su pecho, cuando observó la paliza que les daba a los de secundaria, era la primera vez en la que sentía una emoción que no fuera de su propio puño y en el campo de batalla.

Desde entonces, decidió que le seguiría sin importar que.

"Seamos amigos, Kenchin"

Mikey fue uno de sus primeros lazos verdaderos y también, de los que más atesoraba.

Ellos crecieron juntos y de la misma manera, fundaron la Tokyo Manji. Eran tipos fuertes, que podían con todo.

Justo ahí, entre sus amigos, era cuando Draken se sentía invencible.

Ellos eran todos aquellos lazos que jamás esperó formar, personas importantes, chicos geniales.

Aun así, él siguió odiando ciertas cosas.

Miró su alrededor con una mueca de fastidio. Las calles de Tokio se encontraban decoradas con la temática de la celebración actual.

Odiaba el rosa, rojo y blanco que adornaba cada lugar.

¿Por qué demonios alguien había escogido aquellos colores chillones para celebrar?

Dirigió una mirada fulminante a cada espacio que se encontraba repleto de decoraciones alusivas a la festividad.

Si había algo que Draken odiara más que su propio cumpleaños, que el primer día de clases o los malditos días del padre y la madre, respectivamente… era San Valentín.

Donde el puto amor flotaba en el aire.

Caminó por las calles, con las manos en los bolsillos de su pantalón y un palillo de dientes, siendo molido sin compasión, por sus caninos.

Por donde quiera que su mirada se deslizaba, había algo referente a aquel día.

Parejas de todas las edades caminaban de un lado a otro, en actitudes melosas que olvidarían al día siguiente, en alguna discusión.

Habían vendedores en cada lugar y las tiendas tenían sus puertas abiertas de par en par, para todo público.

—Aquí joven… tenemos el mejor chocolate artesanal. Una delicia al paladar ¿Quiere probarlo? — una chica menuda le interceptó, levantando una bandeja con pequeños chocolates de prueba.

Draken bufó y le lanzó una mirada llena de frialdad, antes de rodearla y seguir su camino.

Los chocolates eran la golosina predilecta aquel día y los estaban de todo tipo. Dulces o amargos. Negros, con leche o blancos. En besitos o barras. De frutas o semillas.

Eran un obsequio que sin duda, los enamorados comerían días después, talvez en algún momento en el que sin querer fijarán una mirada en la caja olvidada que les había entregado su persona querida. Menudo desperdicio.

Un aroma inundó sus fosas nasales y con un gruñido, Draken frunció la nariz antes de estornudar. Se encontraba casi frente a un local en el cual se exhibían todo tipo de flores de múltiples colores. Solitarias y en arreglos.

Odiaba las flores y no tenía nada que ver con su alergia. Eran el símbolo para aquella fecha. No había regalo que valiera si no iba acompañado de una rosa, como si hiciera una diferencia.

—¿Le gusta alguna? — una mujer mayor se acercó, al notar que tenía la mirada fija en los tulipanes.

Draken podía ser un tipo de lo peor, pero también uno muy educado. No había nada más detestable que un pandillero sin modales.

Negó con la cabeza y se dispuso a seguir su camino, pero se vio nuevamente interceptado.

—Estoy segura que a su novia le encantarán — susurró la mujer jovialmente.

—¿Como sabe que tengo novia? — gruñó entre dientes, malhumorado.

—Porque un chico tan guapo como tú, no puede estar soltero — le contestó ella, sonriente.

Draken bufó y se apresuró a rodearla.

¿Por qué las personas regalaban flores? Era estúpido. Un regalo bonito con tiempo de caducidad. Las flores se marchitaban y sus hojas caían en el olvido ¿Qué era lo hermoso en eso?

Estaba por llegar a su destino, cuando vislumbró una pareja de jóvenes, a unas cuantas calles, en la parada del bus. No podía ser muy mayores, parecían cursar primero de secundaria y la chica lucía realmente nerviosa, mientras extendía una carta. El chico por otro lado, pese a que no tenia una actitud arrogante, lucía un poco fastidiado por estar ahí, aunque a juzgar por el ligero rubor en sus mejillas, Draken asumió que no había sido llevado hasta aquel lugar en contra de su voluntad.

Aunque todo el panorama era lamentable a su parecer, su mirada se fijó en la carta y no pudo detenerse, mientras rodaba los ojos.

De todos los regalos que podían darse durante la fecha, creía firmemente que una carta era lo más inservible. Si bien las palabras plasmadas en ellas podía ser importantes, pues el corazón de una persona estaba escrito en cada línea, rara vez el receptor lo veía de esa forma y era esa la razón, por la que terminaban en el cajón de algún lugar olvidado por Dios, donde aparecían talvez años después. Sucias, ligeramente rotas y con tantos sentimientos ahora vacíos. Tanto drama para nada.

Y era aquello justamente lo que mas odiaba del maldito San Valentín.

Que era un día cualquiera, en el que las personas decidían explotar el amor como algo comercial, sin ser verdadero. Donde las mujeres preparaban chocolates y cartas, y los hombres compraban flores y detalles pequeños, que bien podía ser entregados cualquier día, de todo el maldito año.

¿Por qué solo en San Valentín?

¿No era un poco hipócrita?

¿Que sucedía con las personas que no tenían parejas? ¿Con los solitarios? ¿Con los huérfanos?

Chasqueó la lengua y negó con la cabeza, despejando aquellos pensamientos deprimentes, mientras retomaba el paso, cerca de llegar a su destino. Odiaba cuando aquella festividad se metía en su mente, llenándole de toda la mierda que había dejado en el pasado.

Porque era alguien diferente.

Ya no estaba solo.

Tenía amigos, a la Tokio Manji y la tenia a ella también. La luz más brillante que jamás había visto.

—¡Draken! — el chillido femenino le hizo detenerse, justo antes de que un menudo cuerpo impactará contra su torso.

Bajó la mirada y se encontró con los orbes almendrados mas hermosos que había visto en su vida.

Emma era única. Tan luminosa, hermosa y dulce. Era todo lo bueno en el mundo. Su pequeño pedazo de cielo. Mucho mas de lo que talvez merecía, pero no menos de lo que estaba dispuesto a tomar.

Porque aunque por años se había cuestionado la razón de su existencia, él solo tuvo que tener una mirada de aquella chica para comprender que había nacido para amarla y protegerla.

Y no sabía que demonios había hecho para que un ángel como ella se le entregará tan dulcemente, pero no importaba, porque la amaba.

—Hola — la chica sonrió y se puso de puntillas, para ofrecerle los labios en un gesto ruborizado.

Draken sintió como una presión nacía en su pecho y no dudó en inclinarse, saboreando la deliciosa miel de su boca. Era tan dulce y adictiva. Él no podía besarla o tocarla lo suficiente.

—Hola — susurró en cuanto se separaron, con la voz ronca por todos los sentimientos que tenia atorados en la garganta.

Emma volvió a sonreír y le tomó la mano, entrelazando sus dedos con un gesto de confianza.

—Ya estoy lista, solo voy a traer algunas cosas conmigo — le comentó antes de halarle hacia la casa.

Mikey estaba ahí, ayudando a Shinichiro con su motocicleta. Emma le soltó, ingresando a la casa y Draken no dudo en acercarse a ambos.

—Hola — saludó, antes de chocar puños con ambos.

—Emma esta muy emocionada — soltó el mayor, levantando apenas la mirada, con una sonrisa.

—No ha hablado de otra cosa que no sea su cita de hoy — se quejó Mikey alzando el rostro al cielo.

—Me lo imagino — Draken asintió.

—No seas así — Shinichiro riñó a su hermano menor. Mikey se encogió de hombros, antes de fijar la mirada en su amigo.

—Kenchin… al final si saldrás en una cita de San Valentín — dijo en un murmullo burlón —. Eres todo un romántico — la sonrisa en su rostro creció, al mismo tiempo en el que el ceño fruncido de Draken se volvía más intenso.

—No molestes, idiota — gruñó entre dientes.

—Emma puede ser bastante persuasiva — comentó Shinichiro sonriente.

—Kenchin va a una cita con nuestra hermanita — Mikey se dirigió al mayor —. ¿No deberías de establecer algunas reglas como el hombre de la familia?

Shinichiro frunció el ceño y asintió, tomando un paño ligeramente sucio, para limpiarse las manos.

—Esta bien — soltó seriamente.

Mikey rió entre dientes, mientras Draken se cuadraba, lanzándose miradas de muerte a su amigo.

—Bueno… primera regla: Emma es una chica muy caprichosa, así que no cedas fácilmente a sus caprichos — puntualizó, levantando el índice.

Draken frunció el ceño extrañado, mientras miraba de reojo como Mikey parecía igual de sorprendido.

—Segunda regla: Puede ser muy distraída, así que asegúrate de estar siempre a su lado — levantó un segundo dedo y asintió con firmeza, irguiendo otro mas —. Tercera regla: No la dejes comer muchos dulces, se vuelve muy hiperactiva y después, le cuesta dormir en la noche.

—¡¿Qué?! ¡No es de eso de lo que hablaba Shini — se quejó Mikey interrumpiendo al mayor.

—Y por último, pero lo mas importante… — su tono de voz se torno serio mientras le observaba fijamente, casi traspasándole con la mirada. Draken no pudo evitar tensarse —. Trátala como la princesa que es — le ordenó, antes de sonreír jovialmente.

Draken asintió mientras forzaba inhalaciones a través de sus fosas nasales, al sentir como el aire había abandonado sus pulmones unos segundos atrás ¿Por qué mierdas Shinichiro le ponía tanta intensidad a algo tan estúpido? Podría matar a alguien del susto.

—¿Pero que…? — Mikey chilló —. ¡¿Qué hay de lo de guardar las manos para si mismo y traerla a casa antes de las diez de la noche?!

—¿De qué hablas? — Shinichiro empezó a reír —. Es Draken después de todo — su aura cambió por un momento y tanto Mikey como Draken, se tensaron —. Y él sabe los límites permitidos ¿no?

—Si, por supuesto — el Ryuguji asintió con rapidez.

—Ya volví — Emma llegó justo en ese momento, plantándose a un lado de su novio —. ¿Nos vamos?

Draken se apresuró a tomarla de la mano y salir del lugar. Para ser él, un tipo que no le tenía miedo a la muerte, por alguna razón el pasivo y agradable Shinichiro siempre lograba ponerlo en aprietos y no era el único, a juzgar por la expresión de Mikey.

—¿Sucedió algo? — Emma se inclinó y le observó fijamente, en cuanto estuvieron fuera.

—No, nada — contestó con rapidez.

Emma asintió y siguió a su lado. Draken recordó que su motocicleta estaba en mal estado, por lo que seguía en el taller de Shinichiro. Había intentado posponer esa cita con Emma, pero la chica se había negado, alegando que no le molestaba caminar.

Siempre había sido así, por lo que no le extrañaba. Emma le seguía adonde fuera, pese a que creyó durante un tiempo que no era digno de su amor. Ella le había demostrado que siempre estaría a su lado y le había hecho comprender, que eso era suficiente.

Draken nunca había experimentado el amor de primera mano, hasta que la conoció.

Emma curó sus heridas, le enseñó a ser mejor persona. Ella le amaba desde que tenia memoria y justamente por esa razón, él también aprendió a abrir su corazón.

Y era ella la única persona por la que haría algo como eso, incluso si lo odiaba.

Emma había planeado cada momento de su cita de San Valentín y estaba muy emocionada por ello.

Fueron a la feria, al cine, al restaurante que ella adoraba y finalmente, al parque donde ellos se había declarado.

Era de noche ya y la chica le tomó de la mano, guiándole a una banca.

—Me divertí mucho hoy — susurró inclinándose sobre su hombro. Draken negó con la cabeza y la miró, notando que sonreía. Lo había hecho todo el día y eso, de alguna manera, compensaba cualquier cosa.

—Si.

—¿Te divertiste también? — ella levantó la mirada y el moreno tragó saliva, un poco inseguro, antes de asentir.

—Claro.

—Me alegra — Emma se irguió y tomó el pequeño bolso que había cargado todo el día. Empezó a esculcar dentro y sacó una caja pequeña, en color blanco y con un moño rojo excesivamente llamativo —. Tengo algo para ti.

Draken no podía confundirse, eso definitivamente pintaba de ser una caja de bombones.

—Los hice yo misma — la chica se lo confirmó —. Puede ser que no sean los mejores, ni mucho menos, pero trabaje muy duro porque quería darte algo especial.

¿Podría él negarse cuando ella le dirigía una mirada tan vulnerable y dulce?

—Seguramente son deliciosos — susurró por lo bajo, notando el calor que emergía en sus propias mejillas. Agradeció la poca luminosidad del lugar.

Disfrutó de la enorme sonrisa que se deslizaba en los labios femeninos, justo antes de que Emma extendiera las manos en su dirección con el presente.

—Espero que los disfrutes.

—Lo haré — se aseguraría de comérselos a mas tardar el día siguiente, aun si se empalagaba.

—También hice algo más — Emma lucía apenada mientras buscaba nuevamente en su mochila. Draken tragó saliva, repentinamente nervioso y dejó los chocolates a un lado, antes de fijar la mirada nuevamente en ella, notando que le extendía un sobre.

¿Una carta?

—Yo… quería darte esto — susurró Emma apenada —. Se que no es mucho, pero puse todos mis sentimientos por ti, en ella.

Era como una bofetada en el rostro, pero no de mala manera.

Draken no supo porque las manos le temblaban mientras tomaba el sobre. Emma lucia avergonzada e hizo que nuevamente experimentara una extraña sensación de calor en el rostro.

Observó el derecho de la carta, vislumbrando la caligrafía hermosa de la chica y algunos corazones, además de líneas de colores, tan propio de ella.

Con el corazón sospechosamente acelerado, le dio la vuelta e hizo un ademán de abrirlo, pero Emma lanzó un chillido y apoyó las manos rápidamente sobre las suyas, sobresaltada.

—¿Qué haces? — jadeó sin aliento.

—Voy a leerla.

—¡No! ¡No puedes leerla frente a mi! — exclamó agitada. Draken la miró confundido. La chica se encontraba totalmente ruborizada.

—¿Por qué?

—Porque… — la voz le tembló, mientras se erguía —. Porque escribí todos mis sentimientos por ti en ella, cosas que incluso, no te he dicho.

—¿No me has dicho? — frunció el ceño, extrañado —. ¿Hay algo de ti que no sepa?

—No en ese sentido — ella apartó la mirada, mientras jugaba con el dobladillo de su falda —. Pero nunca te he expresado tan abiertamente lo mucho que te amo y por eso… decidí escribirlo.

Draken asintió, bajando el rostro hacia la carta mientras un nudo de presión le apretaba el pecho. Él debía estar enfermo, porque de pronto sentía el estómago, también revuelto.

—Bien… voy a leerla luego.

—Si — Emma asintió, dirigiéndole una mirada baja —. Yo creo que… tenemos que irnos.

Draken carraspeó, en medio de un asentimiento, antes de empezar a negar con la cabeza.

—No, aun no.

—¿Por qué? — Emma parpadeó, desconcertada.

El moreno se encogió de hombros y tomó la mochila que llevaba en la espalda.

—Yo también compre algunas cosas para ti — susurró seriamente, mientras bajaba el rostro.

—¿Para mi? — Emma parecía realmente sorprendida, como si la sola idea fuera absurda.

Draken no se sintió ofendido, en tanto sacaba el primer presente.

Se trataba de una pequeña caja transparente, dentro de la cual había un pedestal de madera, sobre el que descansaba una pequeña rosa roja. Emma jadeó, mientras la extendía en su dirección.

—No es de verdad, me dijeron que estaba hecha de algún tipo de cinta y que iba a durar para siempre — le comentó en voz baja.

Emma gimoteó y la tomó en manos, levantándola hacia su rostro para verla más de cerca. A la luz de la luna, era evidente que no era real, pero no por ello dejaba de lucir hermosa.

—No quería darte algo que durará unos días — susurró Draken seriamente.

Emma desvío la mirada hacia él y sonrió, con los ojos húmedos de lágrimas.

—Es perfecta. La voy a atesorar por siempre — le susurró con verdadero sentimiento. Draken asintió y volvió a buscar en su mochila.

La chica lo observó con curiosidad, mientras sacaba una bolsita pequeña de satén.

—Tu mano — le pidió solemnemente.

Emma extendió su mano libre y Draken abrió la bolsita, dejando caer el contenido sobre su palma. Se trataba de un collar.

—Ohhh…

—Espera — el moreno dejo la bolsa de lado y tomó el collar, empezando a desanudarlo hasta extenderlo por completo. La cadena era fina y delicada, de plata y tenía un pequeño dije de una rosa, en un color muy especial.

—Es magenta — susurró Emma suavemente. Draken asintió, mientras lo desabrochaba.

—Tu color favorito.

—Si — ella apretó los labios, consciente del nudo en su garganta. No quería llorar, pero no podía evitarlo.

—Date la vuelta — le indicó. La chica lo hizo al instante. Draken tuvo dificultades para ponerle el collar, porque tenía dedos grandes, pero no tardó en abrocharlo —. Ya está.

—Gracias — Emma volteó lentamente y se apresuró a limpiarse las mejillas, llenas de lágrimas —. Lo voy a cuidar toda mi vida.

—No es nada — él se encogió de hombros, desviando el rostro.

Emma sonrió, sabía que Draken no era muy expresivo y no le importaba, porque le amaba de esa manera y sabía que era recíproco. Se inclinó hacia él y depósito un beso en su mejilla, en agradecimiento, sin embargo, Draken volteó el rostro un segundo después, encontrándose con sus labios.

Su beso fue perfecto, tan mágico como siempre había sido. Dulce, amoroso, tierno y pasional. La demostración más sincera de sus sentimientos.

De camino hacia la residencia Sano, Draken bajó la mirada y observó a su novia, apoyada a su costado y abrazada fuertemente a su brazo. Tenía una sonrisa dulce en los labios y el rostro le brillaba, de la felicidad más absoluta.

Emma era feliz y aun no comprendía que había hecho para merecerlo. Su cita no había sido tan diferente a otras que habían tenido. Sus regalos, aunque una excepción a sus propias reglas personales, tampoco eran tan originales, aún así, Emma había tomado sus obsequios con la mayor alegría del mundo. Ella los atesoraría por siempre, estaba seguro.

¿Quien pensaría que él celebraría aquel detestable día alguna vez?

Se había vuelto un cliché andante, comprando flores y regalos, mientras recibía chocolates y cartas de amor.

Porque donde él era negro, Emma era rosa. Donde era oscuridad, ella era luz. Y mientras él odiaba el maldito San Valentín, Emma lo amaba.

Así que, si tenía que pasar por ello año tras año, se dio cuenta que lo haría.

Solo por ella.

Talvez San Valentín no todo era tan malo, después de todo.

No, con la compañía correcta.

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FIN DEL CAPITULO


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NOTAS DEL CAPITULO:

Buenas noches bellas y también a ustedes ¡Feliz San Valentín atrasado!

No podía quedarme sin escribir de esta hermosa pareja. Es que aunque recién descubrí este anime y a esta ship maravillosa, ya los amo con todo mi corazón. El DrakEmma es todo lo que esta bien en este mundo.

Espero que el capítulo fuera de su agrado. En un mundo donde Draken sólo ve oscuridad y soledad, creo firmemente que en Emma encuentra toda la luz que necesita y es justamente lo que intenté relatar.

¿Y quien mejor que ella para cambiar a nuestro chico solitario?

Ame esta historia y ver Draken convertido en un cliché andante, como el mismo lo dice, solo por Emma.

Nos leemos luego. Besos y abrazos.

15/02/2023

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