Lan Wangji acababa de mudarse a un nuevo edificio. Había conseguido que todo estuviera arreglado de la manera que quería, con mínimos problemas. Debido a que era su primera vez mudándose, no tenía demasiadas cosas, lo que había hecho que todo fuera mucho más rápido de lo que esperaba. De hecho, pudo comenzar a prepararse para acostarse a las ocho y media, se puso el pijama y estaba a punto de cepillarse los dientes, cuando escuchó como un pequeño bebé lloraba afuera de su puerta.
El llanto se aleja al cabo de un momento, como si quien cargara al bebé paseara por el balcón interior del edificio.
La persona tarda cuatro minutos en dar una vuelta. Lan Wangji lo sabe, ya que este es el tiempo que pasa cepillándose los dientes. Si la persona esperaba calmar los llantos del bebé, no estaba teniendo mucha suerte: estaba seguro de esto la quinta vez que el par pasó por su apartamento.
Esto podría parecer temprano para los otros residentes del edificio, pero Lan Wangji no era uno de los otros residentes. Había construido su vida en torno a la rutina, y estar dormido a las nueve era una de esas verdades que le eran tan seguras como el sol que sale por el este.
Tenía que haber algo que pudiera hacer para resolver el problema. ¿Quizás la persona podría llevarse a su bebé a otra parte? Donde no tuvieran que pasar por la puerta de Lan Wangji cada cuatro minutos.
(Había intentado cerrar tanto su puerta principal y como la de su dormitorio para amortiguar el sonido, pero no había funcionado. O tal vez sea porque sabes que hay un pequeño niño llorando, y no puedes tener eso en tu conciencia, una parte de su mente que no iba a analizar con meticulosidad le dijo.)
Lan Wangji meneó la cabeza, tratando de deshacerse del persistente pensamiento mientras sacaba una chaqueta de su armario, cubriendo su torso mientras salía de su apartamento.
El hombre que cargaba al bebé casi choca con él.
—¡Ah! Lo siento, no te vi. ¿Eres nuevo? —las palabras salieron apresuradas, apenas audibles por encima del sonido de los llantos del bebé.
Lan Wangji estaba preparado para regañar a la persona.
Estaba preparado para quejarse.
Estaba preparado con una lista de sugerencias de lugares para llevar al bebé.
Incluso estaba preparado para sugerir buscar en internet cómo calmar a un niño llorando.
Para lo que Lan Wangji no estaba preparado, eran esos ojos.
Eran grises, quizás azules, tal vez violetas: tendría que mirar más de cerca para estar seguro, pero Lan Wangji estaba fascinado por ellos. Tan fascinado, de hecho, que tardó un momento en ver por completo el resto del hombre. Parecía joven, posiblemente de la misma edad que Lan Wangji. Su cabello era un desastre absoluto, desordenadamente atado con una cinta que apenas retenía la montaña de mechones negros. Era apenas más bajo que Lan Wangji, el peso en sus brazos parecía hacerlo parecer aún más bajo.
Pero cuando esos ojos se posaron en los suyos, con ese color imposible, se sintió ahogado, imaginando horas perdiéndose en ellos, viendo…
—…y lo siento si te despertamos.
Lan Wangji regresó a la realidad, deshaciéndose de lo que fuera que había sido eso. El bebé seguía llorando, el hombre que lo cargaba lucía cansado, pero sonreía. Parecía que quería decir lo que había dicho; desgraciadamente Lan Wangji no lo escuchó por completo.
Lan Wangji frunció el ceño levemente al bebé, buscando una pregunta lo suficientemente segura que esperaba ocultara el hecho de que no lo había escuchado.
—¿Con qué frecuencia es así?
—Cada noche —el hombre se rio con esa risa cansada de alguien que está severamente privado de sueño—. A A-Yuan le encanta hacer ruido.
—Mn —eso estaba claro, incluso para alguien que conocía al bebé hacía no más de media hora.
El hombre movió a A-Yuan en sus brazos, el bebé todavía estaba inquieto.
—Espera. ¿Podrías volver a hablar? —Lan Wangji frunció el ceño y el hombre meneó la cabeza con una sonrisa—. Dejó de llorar cuando hablaste. Quiero ver si vuelve a pasar.
—¿Qué? Eso no puede ser…
Era cierto. A-Yuan dejó de llorar cuando Lan Wangji habló.
Lan Wangji solo tardó medio minuto en tomar una decisión. Se apoyó en la barandilla del balcón y habló con un niño pequeño sobre la mecánica cuántica, cuando en realidad ya debería haber estado durmiendo.
Diez minutos después, A-Yuan estaba profundamente dormido, incluso cuando Lan Wangji dejó de hablar.
El otro hombre parecía increíblemente agradecido.
—Gracias —el hombre susurró, su sonrisa cansada fue reemplazada por una agradecida—. Siento mucho haber perturbado tu noche.
—No hay problema —dijo Lan Wangji, sorprendiéndose cuando se dio cuenta de que realmente lo decía en serio.
—Soy Wei Wuxian. Bienvenido al edificio —Wei Wuxian le ofreció una risa silenciosa, moviendo a A-Yuan en sus brazos—. Espero que no te mantengamos despierto en el futuro.
—Lan Wangji. Estoy seguro de que será la única vez —aunque espero que no sea así—. Gracias, pero debo ir a descansar.
—Claro —Wei Wuxian se giró y se alejó unos pasos antes de darse la vuelta—. Por favor, avíseme si alguna vez puedo ser de ayuda. En verdad, no tienes idea de lo agradecido que estoy.
Sonrió de nuevo, ¿alguna vez no sonreía?, antes de caminar lentamente de regreso a su propio apartamento. Lan Wangji definitivamente no permaneció apoyado contra la barandilla, notando el hecho de que el apartamento de Wei Wuxian estaba directamente frente al suyo al otro lado del edificio.
Definitivamente tampoco regresó a su propio apartamento hasta que vio cómo se cerraba la puerta de Wei Wuxian.
Definitivamente Lan Wangji menos pensó en esos ojos increíblemente coloridos mientras yacía en su cama.
Definitivamente no soñó con nadar en piscinas azules, grises y violetas.
Definitivamente tampoco soñó con el cabello negro recogido desordenadamente en una coleta alta atada con una cinta roja.
Definitivamente no lo hizo.
